O PINIÓN
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¿Cómo formar profesionales de la salud en una pandemia que se hace eterna? Por el Dr. Marcelo García Dieguez (*)
nfrentamos una paradoja, por un lado, la pandemia ha puesto de relieve que debemos formar profesionales de salud pues los déficits han quedado más que expuestos. Por otro lado, la razonabilidad de cuidar a nuestros estudiantes ha limitado el acceso a las prácticas en un sistema de salud que también desnudó crudamente sus falencias. En el 2020 los estudiantes nos dieron una lección de compromiso. Se sumaron a todas las tareas que las universidades les propusieron. Fueron voluntarios para hacer primera atención en sistemas telefónicos, acompañaron adultos mayores y personas aisladas, y muchas otras tareas. Cada universidad se puso en marcha en conjunto con los sistemas de apoyo a la salud local, logrando una complementariedad que debería potenciarse a la salida de la pandemia. Fue clara su voluntad de colaborar tanto desde la investigación como desde la extensión. Con sus iniciativas de investigación coronaron soluciones útiles, pero también aportaron racionalidad a la hora de, a través de ensayos bien diseñados, demostrar que otras iniciativas no tenían sustento científico. Las universidades buscaron adaptarse y descubrieron que la incorporación previa de tecnología era insuficiente para soportar la demanda que generó el pase forzado a la educación remota. No obstante, fue enorme el esfuerzo por buscar incorporar tecnología que permita conectar docentes y estudiantes, y mantener formación pese a las restricciones. Estos esfuerzos estuvieron tanto en el desarrollo creativo como en la asistencia a los estudiantes tratando de garantizar equidad en el acceso. Para formar profesionales de salud (como muchos otros) hace falta desarrollar competencias que sólo pueden adquirirse a partir de la práctica en el trabajo. Para esto es necesario que los estudiantes accedan a los espacios asistenciales. A partir de comprender que la duración de la presencia del virus entre nosotros no será corta, y que por el momento la disponibilidad de vacunas para todos nuestros
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estudiantes está lejos de ser una realidad próxima, debemos diseñar nuevas estrategias. Por un lado, medidas de vigilancia por medio de testeos, y una progresiva vuelta a una presencialidad controlada con medidas de seguridad para pacientes y profesionales, son el camino que comenzaron a poner en marcha para disponer nuevamente de espacios de práctica. Así, luego del desarrollo de los respectivos protocolos, primero los más cercanos a graduarse y poco a poco el resto, se está incorporando a espacios de práctica. La necesidad de una supervisión estricta mejoró el contacto entre docentes y estudiantes y redujo la proporción de estudiantes por docente. Simultáneamente la necesidad de distribución de estudiantes en números reducidos llevó a un menor número de horas y oportunidades de práctica. A esto se suma el cambio de patrón asistencial, producto de la retracción de consulta, en particular en enfermedades crónicas. Un párrafo aparte merece la telemedicina, una modalidad olvidada en la formación que ha tomado una centralidad que obliga a considerarla en las competencias de cualquier graduado y a generar prácticas para su adquisición. De seguro éste y muchos otros aspectos derivados de la atención de la pandemia, deberán tener su impronta en revisiones curriculares. Desde una comprensión de la epidemiología más acabada a los aspectos que hacen a la seguridad de pacientes y profesionales. En síntesis, la pandemia ha estrechado los lazos entre docentes y estudiantes, ha obligado a seleccionar muy bien las prácticas a las que se los expone, y definitivamente ha condicionado la necesidad de revisar las competencias que un profesional al graduarse necesita en este nuevo contexto. ❑ (*) Médico. Master of Health Professions Education. Profesor Asociado del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional del Sur - Ex Director de Capital Humano del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación.