Revista Littengineer octubre 20178

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CONTENIDO 1 Aterradora sinfonía Rosario Martínez

26 Sellado Rosario G. Towns

3 Confesiones de un estrangulador Iván Medina Castro

28 Tragado por el mar Antonio Lau Piña

4 Delirios cuerdos Rodrigo Martinot Miock

30 Manto negro Paula Barouh

5 El que habita en la oscuridad Braulio Alejandro Torres Ruiz

31 Rutina Alejandra Olson

7 Perdido Mario López Araiza Valencia

32 La Muerte Ulises Ibal

8 Síndrome

34 Lo que susurra el río Sara Amayeli Toscano Magos

Iván Medina Castro 9 Dengue María Teresa Peña Pérez 10 El hurto baladi Miriam Mancini 12 El cuarto oscuro Isaac Levy Leyva Sánchez 14 El rey caído Sara Amayeli Toscano Magos 15 Yah’til, el horror sin forma Braulio Alejandro Torres Ruiz 16 La resistencia de la oprimida en México: Lesbianismo y heteronormatividad compulsoria en Hasta el viento tiene miedo (2007) André Nascimento 22 Aprendes José N. Méndez 23 El vacío Antonio Lau Piña 24 Bucle Alejandra Olson

35 Oxígeno Alondra Murua 36 Muerte Alondra Murua 38 Asunto serio Julio César Sánchez Chilaca 39 La oscuridad Michel M. Merino 40 Siempre entre las sombras acecha la angustia Dante Vázquez M. 41 “Un asesino en casa” Carla Sabido 42 El extraño Diego Alba 43 Pesadilla Paola Astrid May Castillo 44 "Afuera despedí a una hilera de árboles que me acosaban con sombras." Ramón Domínguez 46 Pánico Ernesto Tancovich


Aterradora sinfonía

CUENTO

Rosario Martínez

La policía está ante su puerta. Los vecinos llevan cerca de

tan pronto se aproximaban las personas cambiaban bruscamente de dirección. Los vecinos se cruzaban en la calle y de una ventanilla a otra de los automóviles, intercambiaban opiniones e información sobre el rumbo que tomaban los gritos. No se atrevían a recorrer a pie las calles desiertas y nocturnas sólo pobladas por las sombras que parecían acecharlos, las sombras y los gritos. Hasta que un rumor insidioso empezó a extenderse, nadie supo decir quién lo había iniciado, tal vez alguno de los que salían de noche buscó una excusa válida para dejar de hacerlo sin parecer que era un cobarde, quizá alguien con una imaginación desbordada por el estado de tensión y de alarma permanente que se vivía en el vecindario desde que los gritos empezaran, tal vez era verdad, la versión murmurada al principio en voz baja y luego como objeto de discusión entre la gente decía que aquel que viera a quien emitía los gritos, sería el próximo en gritar, con todo lo que eso implicaba. Fue ese temor a lo desconocido, que acecha entre penumbras, en los lugares antes seguros y ahora poblado por inimaginables peligros, lo que acabó con las escasas reservas de ánimo y valor de aquellos que iniciaron la investigación. No había sido él, quien lo inició, pero le llegó en el momento preciso. Nadie osaba salir de sus casas, ni asomar sus enfebrecidos ojos a las calles oscuras, pobladas por mil y una imágenes de lo más monstruoso y horripilante que su mente creaba, el lugar sólo era recorrido por el viento, las hojas de los árboles que empezaban a caer, el otoño se acercaba. Las puertas y ventanas eran cerradas totalmente después de las nueve y aunque nada les impedía hacerlo, dejaron de asomarse a la noche, se enclaustraron en un mundo lleno de misterio, agotamiento, tristeza y melancolía. El escenario, libre de ojos curiosos y mentes equilibradas, está dispuesto para que se lleve a cabo noche a noche la enigmática función donde los sonidos se apoderan de las personas. Cuando el terror aumentó, decidieron que era hora de llamar a la policía, y aquí estaba. Tras dos semanas no tenían la menor pista de qué o quién los producía y de dónde venían los gritos. Ahora sin saberlo, se encuentran ante el lugar correcto, para ellos es una casa más de las que llevan recorridas en los últimos quince días. El uniforme oscuro cubre dos siluetas voluminosas, los destellos de las luces rojas y azules dan un toque de color a la calle nocturna. ¿Qué pasará si logran contemplar lo prohibido? A quien emite los gritos, ¿serán ellos las próximas víctimas? ¿Serán sus gritos los que se oigan la próxima vez? Estas preguntas rebotan de una persona a otra mientras tratan de seguir de cerca la investigación sin ponerse en peligro. Ahora es la casa indicada, pero nadie lo sabe, nadie es capaz de adivinarlo, ni siquiera ella, la madre abre y conversa en susurros con los agentes como si temiera despertar a quien emite los gritos, el padre permanece sentado ante el televisor, aún es temprano, no son ni las ocho de la noche. Falta más de una hora para que hipnotizados todos dejen lo que están haciendo, se sienten alrededor de la mesa, y como en un ritual para ahuyentar el terror que les infunde lo demencial del sonido, se tomen de las manos y con los ojos cerrados se concentren en orar, aunque en realidad la mayoría trata de adivinar ¿quién o qué puede producir

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dos meses de angustia, temor e intriga. La causa son unos gritos espantosos que se escuchan todas las noches en el vecindario, algunos son verdaderamente desgarradores y espantan a los más valerosos y ecuánimes. Después de una semana, cuando el impacto de la impresión cedió ligeramente, se decidieron a investigar, iniciaron entonces las llamadas telefónicas, los mensajes en los teléfonos celulares y en las computadoras, preguntándose unos a otros, si también ellos los habían escuchado. Después fueron las visitas a las casas de hombres y mujeres que empezaron a verse poco a poco con desconfianza, ya no era el mismo trato anterior al aterrador suceso que se presentaba cada noche. Iniciaron las conjeturas, las explicaciones se multiplicaron, desde las más racionales hasta aquellas matizadas por la superstición y el miedo. Los gritos no cesaban y aunque se escuchaban próximos, nunca venían del mismo lugar. Confundidos y agobiados empezaron a dejar de salir de noche, muy temprano se encerraban en sus casas a esperar la terrorífica sinfonía nocturna, las diez era la cita para el concierto espeluznante. Algunos notaron con recóndita aprensión que esperaban morbosamente el ululante sonido nocturno. Reunidas en torno a la mesa del comedor las familias se miraban con ojos atónitos y un gesto de angustia cuando llegaba la hora. Suspendían toda actividad en cada una de las viviendas, el vecindario entraba en un marasmo inquietante, y al mismo tiempo lleno de expectación. Se sumían en un estado de tristeza y melancolía a la que no escapaba ninguno de los habitantes. Los niños habían desaparecido, por un común acuerdo con el afán de protegerlos, habían sido enviados lejos de ahí, a hospedarse con parientes y amigos que les acogían por las noches. Así que conforme se acercaba el momento, se entregaban a un sentimiento colectivo de ansiedad, desesperación y pánico, incapaces de hacer nada, pero a la vez esperando… esperando con ansia la llegada de la hora marcada. Si se le hubiera preguntado a alguno de los habitantes de esa colonia no hubiera sabido qué responder ante la cuestión de si deseaba dejar de oír los gritos. La emoción que sentían en los momentos álgidos cuando la intensidad del sonido se elevaba para ir decreciendo y finalmente apagar su voz, era tan intensa que la ocultaban con ferocidad, sintiéndose en el fondo culpables por el gozar de un evento tan macabro, inexplicable y pavoroso, así que disimulaban toda esta emoción bajo una mueca de espanto. Evitaban mirarse cuando todo concluía y se retiraban a dormir, a rumiar a solas las más extravagantes explicaciones, a recrear en su mente torturada las más horribles imágenes que pudieran causarles, pero siempre se quedaban lejos de la verdad, era tan inconcebible que había sido descubierta casualmente hacía ya algunos años por alguien que ahora se confundía y formaba parte del vecindario. Los más decididos recorrieron las primeras noches, de iniciado el suceso, las calles para saber de dónde salían los horribles gritos, pero éstos parecían tener vida propia, porque

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semejantes lamentos espantosamente humanos? El joven escucha mudo en la parte alta de la escalera, no se atreve a bajar. Entrecierra los ojos y sonríe malicioso. Escucha que su madre lo llama. Se mesa los cabellos en un afán por arreglarlos, baja las mangas de su camiseta para ocultar los tatuajes que lucen enmarañados, enterrados como zarpas verdosas en su piel y recompone el gesto. El agente de policía más veterano inicia el interrogatorio: – ¿Ha escuchado los gritos? – dice observándolo con fijeza como si quisiera penetrar en su mente. – Sí, los he oído, pero no siempre vienen del mismo lugar. – Contesta con serenidad el joven. – ¿Cuándo fue la primera vez que los escuchó? –Los ojos del agente enfocan de nuevo al muchacho flaco y desaliñado que tienen delante. – Hará como dos semanas –contesta lacónicamente. – ¿Dónde estaba usted? – Aquí, quiero decir en mi habitación –sus palabras reflejan una dosis de ironía. – A veces también estando afuera, cuando empezamos a investigar y recorrimos el vecindario en los vehículos –añade con el rostro imperturbable. – ¿Qué piensas al respecto? –pregunta con genuino interés, este chico parece tranquilo, su mirada no luce opaca de angustia como las de los otros que ha investigado, sus ojos brillan con una luz de ¿qué? Piensa el policía. «Vaya, no se tardó el hombre en tutearme» el joven se molesta ante el tuteo del policía, pero lo disimula, «mientras más pronto se vayan mejor» se dice en silencio. –No sé, no tengo idea, suenan distintos cada vez y parecen provenir de diferentes puntos, pero siempre se escuchan cerca –se encoge de hombros como si no supiera que más agregar. La madre tercia en la conversación, –cierto oficial –dice convencida –no siempre parece gritar la misma persona, pero casi siempre suenan a la misma hora, alrededor de las diez de la noche. Los agentes están en la comandancia, el asunto los tiene fastidiados, llevan asistiendo a la colonia de forma consecutiva dos semanas, han interrogado a casi todos los vecinos, y nadie ha sido capaz de ofrecerles una pista, pero los gritos no dejan de oírse. Esa situación es lo que no les permite cerrar el caso. Incrédulos, planean una visita anónima para cerciorarse de que los vecinos no mienten y los gritos efectivamente se escuchan. Su turno termina a las ocho de la noche y hasta ellos prefieren evitar las calles desoladas del vecindario que parece un pueblo fantasma, abandonado, pero al parecer no tienen más opción. El joven sonríe dentro de la camioneta. Lleva años coleccionándolos, la explicación es tan sencilla y a nadie se le ha ocurrido, o son todos unos estúpidos o él es muy listo. Lo compró en una tienda de empeño y ahora tiene un magnífico equipo de sonido instalado en su camioneta. Está oculto en la parte donde va la llanta extra, suelta una carcajada burlona, es hora de que empiece el espectáculo, desconoce que los agentes rondan el vecindario vestidos de civil. «Lo interesante de la colección es como fue formada» se dice el joven. La inició siendo un puberto, rastreaba en la web los casos más siniestros de muertes y asesinatos. Comenzó con los ocurridos en los lugares más cercanos de donde vive, mientras decía a sus padres que iba con a pasear con sus amigos, se dirigía a los cementerios, llegaba hasta las tumbas recién ocupadas. Al principio creyó que era producto de su imaginación febril, los ruiditos casi imperceptibles, que aumentaban de intensidad hasta convertirse en verdaderos aullidos, gritos insoportablemente reales, patéticos y dolorosamente bellos. Pronto se dio cuenta de que, si tardaba más de tres días en llegar, no lograba rescatarlos. Con paciencia de santo se sentaba a esperar a que empezara el concierto, primero empezaba el parloteo, las dudas expresadas en voz alta y luego comenzaban a gritar cuando se daban cuenta de donde estaban y recordaban por qué. No les ofrecía consuelo, sólo los grababa, tenía en su colección gritos de todas clases, de dolor, de rabia, de frustración, de angustia, de desesperación, sus emisores eran tan variados como los gritos mismos, ancianos, jóvenes, hombres, mujeres. Tenía su muy particular código de ética y se lo tomaba muy en serio: nunca, jamás grababa cuando eran niños, en cuanto

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escuchaba vocecitas infantiles paraba la grabación y corría cubriéndose los oídos, exponiéndose a ser descubierto por los veladores del cementerio, afortunadamente pocas veces cometía ese error, por algo se cercioraba bien con la información que obtenía en la web. Cuando su colección fue vasta empezó a pensar que haría con ella, primero los escuchaba a solas, con los audífonos bien colocados y si algún grito impertinente salía y alarmaba a su madre (de la última vez que eso había sucedido pasaban seis años) la tranquilizaba diciendo que veía una película. Después de mucho pensarlo se decidió a compartir con los demás su colección, pero nadie pareció valorarla, a pesar de que introducía un elemento perturbador que rompía la monotonía de las vidas y noches del vecindario. Así que no pudo salir a escena a agradecer como hacían los actores al finalizar un espectáculo, se encogió de hombros con indiferencia, tal vez así disfrutaban más al imaginar escenas tortuosas y terribles en su mente, de seguro así podían elegir aquella que más placer prohibido les causara. Esta noche, aunque él no lo sabe, es probable que lleve a cabo su última puesta en escena. Sale por la ventana y baja con sigilo la escalera que da al patio donde tiene estacionada su camioneta. Todo luce desierto y siniestro, la luna se oculta tras unas nubes. De pronto se queda paralizado, se pone lívido y una mueca de incredulidad y espanto se traza en su rostro, no ha alcanzado aún el suelo cuando escucha con pavor lo inimaginable: los gritos todavía lejanos y casi imperceptibles. Le toca asistir atónito a una función que ha iniciado sin él. La aterradora sinfonía retumba por cuenta propia.

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Confesiones de un estrangulador Iván Medina Castro

Me lleno de terror cuando a veces percibo en sueños ese lado de sombras de mí mismo bajo su verdadero aspecto. Schubert El sueño es uno de esos vestigios sobre los cuales podemos fundar la esperanza de una reintegración futura en nuestro estado primitivo, pero debemos estar alerta, pues todas las manifestaciones del inconsciente pueden traer la influencia de los malos espíritus, como me ha sucedido –comentó con seriedad el paciente. Nada de eso, los peligros acechantes no son los provenientes de algún infierno fuera de la existencia, sino aquellos que la vida encierra en sí misma –concluyó enfático el siquiatra. Apenas el último rayo de luz solar se transpuso ante la niebla, fui cegado por destellos de una noche flamante como

columnas de fuego. Noche cuyos ecos discordantes de seres misteriosos, se erguían como plegarias fúnebres para dar sus consejos. No hace mucho, apenas me daba cuenta de su presencia, ahora los oigo hablar y entiendo lo que me dicen. Verá doctor, la tarde en que me despedí de ella pronto se hizo de noche pero no para mí. Aunque tras su partida me acosté, en mi existencia no hubo un tiempo placentero para dormir sino un ensueño angustioso de continuo espanto. Al despertar, las imágenes que logré recordar fueron tan recónditas que casi no quedaban de ellas más que un recuerdo vago. Pero sí logré ver un paraje con árboles destrozados por la tempestad en un paisaje lunar donde se reflejaba por doquier mi crueldad. Del brazo de las sombras salgo a buscarla, recorro los caminos grises entre la turba infinita que se arremolina para resguardarse de la tormenta amenazante. A todos veo presas del silencio y de la muerte, igual a máquinas imitándose unos a otros pero ella es diferente, tiene vida. Camino detrás de ella como si fuese su conciencia a través de una blancura confusa. ¡No, no, no…! ¡Tiemblo al recordarlo…! ¡Yo no sabía lo que era yo…! La estrangulé y desde entonces en esos sueños de angustia insaciable que se produce durante el dormir más profundo, se repite una y otra noche mi imagen, la cual me aterra al verme lleno de afanes sanguinarios y de extrañas sensaciones de placer todavía perceptibles. Busco con los ojos: ahí estás, sentada en espera de no sé qué al abrigo de la pálida luz intermitente de una bombilla que ilumina la fotografía de Jack Unterweger, impresa en la primera página del periódico Heute; te ves preocupada y no te fijas en mí; pero avanzo hacia ti con la lentitud de una hiena hambrienta. Levantas tu cabeza y tu mirada se detiene en mí junto con una sonrisa angelical. Te ves sorprendida, quizá porque creíste ver en mi presencia una ilusión. La noche gime, los perros ladran y los gatos maúllan su estridencia para el apareamiento, la naturaleza tiembla y se estremece bajo mis pies. ¡Vaya caso tan enigmático para la siquiatría! Habría que responder hasta qué punto pertenecemos a nuestros sueños. A menudo en ellos somos crueles e inhumanos, sin embargo, basta con despertar para convencernos de que semejante propensión es ajena a nuestra naturaleza. La tomo con delicadeza de la barbilla para admirar su rostro, cuando de pronto, me rodea un aroma agridulce entre mimosas y naranja pasada que emana de su cuerpo crispado, suficiente para ejercer sobre mis poros un singular poder mágico que de manera involuntaria hace que mis manos se abalancen sobre su delgado cuello. Veo su miedo e igual lo siento. Sus ojos azules se abren enormes cuando siente la presión. La realidad producto de la vigilia es inseparable de la pertenencia al sueño. No fue así como la palabra de que Dios se sirvió fue el sueño y se concretó en la realidad, doctor. Es como si la mano de la muerte exprimiera su garganta. Sus labios frescos se vuelven exangües, sus manos largas y combatientes son humilladas bajo la pauta de un viento silencioso pero abrazador que desgarra las nubes. Todo se corrompe, los colores, los aromas y los sonidos. Veo brotar armonías hasta entonces desconocidas, huellas de voces perdidas de quienes la precedieron. Sin duda el paciente está mejor pero los sueños no han dejado de angustiarle durante la noche. En estos casos, la ensoñación no es sino un sueño eterno. Pero aún más extraño es que mientras él habla dormido, cuando se le pregunta por lo sucedido coincide punto por punto con lo declarado. Se obstina en mezclar la ficción con la realidad porque en los fantasmas interiores reconoce signos de su propia esencia. Tendrá que permanecer en observación algunos días más. No puedo retroceder y ella se aferra con toda su fuerza a la vida que se le escapaba. Su último suspiro, de cuyos labios entreabiertos brotaron canciones, se extingue en una nube de polvo que se forma mientras patalea, y a través de la polvareda distingo sus ojos inertes y fríos que reflejan la eternidad. Con qué helada insistencia me mira, como a través de un velo desde el más allá. Todavía ahora, la psique prisionera me hace escuchar en sueños las órdenes perversas del maligno, de quien he visto sus rasgos deformes. Viví un drama único y aunque ya estoy bien, nada ha podido curarme el corazón, que siempre sufre de nostalgia y que a veces se pregunta quién habrá sido aquella mujer que estrangulé, pues en todo momento evoco ese aroma único de mimosas que siempre me recordarán su rostro familiar y sus enormes ojos que me observan cobrando para mi tan precisa realidad. Después de haber sentido la vida hervir, el silencio me envuelve y todo aspira al reposo, preludio al arrebato de la petite mort. Al mismo tiempo, en la creencia de haber soñado todo eso, me he forzado a olvidar la realidad, borrando ciertos detalles a pesar de que he visto cómo sus rasgos, sus principios enigmáticos, a través de los días se han hecho más legibles mientras la estrangulaba. Sí hubieras podido dirigir hacia atrás una mirada avizora que te hubiera prevenido de tu fatal destino. Un vistazo perspicaz que pudiera haberte socorrido. Eras aún tan joven…

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Delirios cuerdos Rodrigo Martinot Miock

Era de noche, y Gerald temblaba bajo las sábanas de su cama. La única parte descubierta eran sus ojos, que estaban fijos en las puertas del armario ubicado frente a su

cama. La lamparilla sobre el velador lo confortaba pero no tanto como para conciliar el sueño. Debía estar atento. Fue hace un par de noches que sus padres lo echaron de su habitación, obligándolo a que durmiera por su cuenta. No les preocupaba el miedo de Gerald, era común que los niños sufrieran esa especie de acobardamiento ante la oscuridad, sobre todo si se topaban con alguna de aquellas desagradables películas de horror que transmiten por televisión a medianoche. Sus padres desestimaban la cuestión, tomándola por un asunto corriente. Gerald no podía dormir. No lograba apartar de su mente recuerdos del canto de su madre y cuentos de su padre, que solían musitarle cada noche antes de acostarse. Le hacían falta. Al principio, cuando dejaron de arrullarlo para que se acostara, logró convencerlos de que lo dejaran dormir con ellos, diciendo que había un monstruo bajo la cama y que lo molestaba cuando se hacía de noche. Así ganó algunos días. Luego, cuando lo echaron por primera vez, los convenció —o al menos eso creía— de que había algo extraño dentro de su armario, que abría y cerraba la puerta a su antojo cuando se encontraba solo en la habitación y que lo asustaba. Obtuvo unos días más. Igual llegó el día en que sus padres le compraron una lamparilla y lo echaron definitivamente. Le dijeron que los monstruos no existían, pero en caso creyera que hubiera alguno con intenciones de molestarlo, prendiera la lamparilla y problema resuelto… Pero no fue así. Había algo que él necesitaba, pero no estaba seguro de qué, y conforme pasaban las noches un malestar se asentaba en su interior, justo en el corazón de sus entrañas. Pasadas unas semanas, ocurrió que los temores y el sufrimiento del joven Gerald se disiparon. Había descubierto un truco que poco a poco, y sin darse cuenta, se le fue haciendo costumbre, y que inclusive había empezado a disfrutar. Ya no podrían decirle que no, ni sus padres ni nadie. Una de aquellas noches, en las que lo acompañaba el brillo de su lámpara, por fin deliberó en hacer aquello. Se dirigió al cuarto de sus padres, alteró las facciones de su rostro y tocó la puerta. Su padre la abrió con ademán pesado, como enojado, pero el semblante le cambió rápidamente cuando Gerald le dijo, con las manos puestas en el vientre, que sentía un gran dolor en el estómago. Qué tan acertada debió ser la mímica de Gerald, que ni bien dijo esas palabras, su padre fue a alistarse de inmediato y seguidamente se fueron al hospital. Una vez allí, lo atendió una enfermera, y luego un doctor le hizo

una serie de preguntas, a las cuales respondió con engaños para que le creyera. Según el diagnóstico del doctor no se trataba de nada grave, pero el chico debía pasar una noche en el hospital con fines de observación y en caso que mejorara le darían de alta. El plan había funcionado. Pero aquel día y el siguiente pasaron muy rápidamente para el gusto de Gerald, y fue como si en un abrir y cerrar de ojos se encontrara de nuevo en casa. Entonces, insatisfecho como estaba, empezó a cavilar sobre maneras para que lo atendieran sin ser descubierto. El chico actuaba por necesidad, atendiendo un llamado interno que lo incitaba a sentir y creer que debía ser tomado en consideración. Temprano en la mañana, en lugar de alistarse para ir al colegio se quedaba metido en cama. Cuando su madre iba a despabilarlo él le expresaba su malestar, muchas veces tosiendo y estornudando a propósito, otras diciéndole que tenía fiebre o vomitando. Todo aquello había funcionado la mayoría de veces, resultando en los cuidados de su madre y en visitas al doctor. Era de esperarse que sus padres reaccionaran ante el súbito cambio de salud en su hijo. Tan extrañas circunstancias los preocuparon. No hallaban el motivo del cambio, menos aún imaginaban las ideas que corrían por la cabeza del chico. Gerald estaba libre de toda angustia, sus tripas lo habían dejado tranquilo. Aunque era consciente de sus padres sumamente preocupados y de los doctores consternados, no figuraba en sus planes la idea de alterar su proceder, no mientras le siguieran prestando la misma cantidad de atención. Así fue pasando el tiempo; las estaciones cambiaban, los meses pasaban y Gerald crecía. Su vida, y en consecuencia la de sus padres, se había convertido en un constante peregrinaje entre hospitales. Llegó un momento en que ellos, hartos y desconfiados, dejaron de prestarle atención para ver si así se curaba. Entonces todo cambió de mal en peor. Gerald volvió a entrar en el estado de miedo y desesperación que solía acosarlo un tiempo atrás al darse cuenta que sus padres no le harían caso. Y ya no se trataba del mismo niñito de hace unos años, ahora era un adolescente lleno de vigor que sabía lo que quería. Si el plan requería que fuera vehemente, pues lo sería. Dejó de lado las calenturas, vómitos y estornudos para hacerse con objetos filudos y punzantes… Los padres de Gerald tuvieron que abandonar el desconcierto y cambiarlo por miedo. También se vieron forzados a intercambiar a su hijo por ausencia. Gerald estaba internado. Su conducta flagelante llevó a múltiples investigaciones y consultas sobre el caso. Diferentes hospitales, diferentes doctores, otras indagaciones y nada concluyente, todos los resultados negativos. ¿Qué podía esperarse de un paciente que asomaba síntomas nuevos cada tantos días, indicios no-correspondientes y, aparentemente, delirios cuerdos? Se podría decir que todo acabó el día en que el destino de Gerald fue sentenciado por el doctor Friedrich Dunten en una conversación con sus padres: — Señor y señora Münchhausen, me temo que los resultados son inconcluyentes. Soy consciente del hecho que van meses de observación e intentos de diagnóstico, pero las respuestas y manifestaciones de su hijo son incongruentes y contradictorias. Seguiremos intentando… tenemos que acertar con el diagnóstico, es nuestro deber. Por el momento Gerald se encuentra en buenas manos, aquí será cuidado y tratado como se debe. Déjennoslo, y contactaré con ustedes apenas tengamos noticias de algún avance… Los señores Münchhausen se retiraron, afligidos y desconsolados, a los confines de su hogar, solo les quedaba resignarse y esperar lo mejor, esperar a que su hijo volviera. Mientras tanto en el hospital, el joven Gerald, con mirada perdida pero sensata a la vez, pensaba en las horas y minutos que había ganado, y en su subconsciente empezaba a maquinar una nueva estrategia para que le asignaran otro doctor o, mejor aún, que lo trasladasen a un nuevo hospital…

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El que habita en la oscuridad Braulio Alejandro Torres Ruiz

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Es curioso cómo creemos conocer todo lo que nos rodea. Pensar que todo

lo referente al viejo mundo, a aquellos salvajes días de antaño, no es algo que esté velado a nuestros ojos. Y cómo esto que llamamos realidad, no es más que una vil pieza de un todo sumamente complejo que jamás llegaremos a comprender plenamente. Ahora que me encuentro en esta celda, con los días contados, no hago más que reparar en todo lo que trajo a este maldito lugar. Y lo peor es que no puedo soñar con el día en que me quiten la vida y dejar todo esto atrás. Porque he sido testigo de horrores inenarrables que nos acechan y persiguen aún después de la muerte. Hace algunos días, llegó una carta a mi casa. Dicha letra fue enviada por un conocido antropólogo al cual deje de ver desde los días en la facultad, es decir, hace más de 13 años. El remitente denotaba que la carta fue enviada desde un lugar de México, Miquiztetl, decía. Nathan Darkthorn, antiguo colega en la universidad de Miskatonic. Era el que me enviaba esa fatídica carta. A pesar de haber tomado junto con él una asignatura de civilizaciones prehispánicas, nunca fuimos muy unidos. Y el hecho de que 13 años después de no saber nada de él, me enviara una carta y desde esa región, hacía que todo ese asunto fuera sumamente extraño. El contenido de esa carta me impactó de inmediato. Era un boceto hecho a lápiz, de un códice, pero no pertenecía a ningún códice del que se tenga conocimiento alguno. Por el modo en que estaban hechos los trazos el dibujo fue realizado de forma apresurada. Aún para ser un mero bosquejo, lo que señalaba me hizo retroceder y buscar asiento. La imagen mostraba a un grupo de nativos zapotecas sacándose los ojos y ofreciéndolos a una deidad, que al parecer se trataba de Xipe Tótec, pero lo que me impactaba más era que se representaba de una forma inusual a los demás códices en los que aparece esta deidad, además del hecho de la presencia de algunos símbolos desconocidos y que no tienen cabida en el mundo prehispánico. Adjunto a ese boceto, había un breve escrito: Jack, encontré un códice que se había mantenido oculto al mundo hasta hoy en día. No puedo hacer más que pedir tu ayuda, por favor necesito que vengas a México y te reúnas conmigo lo antes posible. Estamos tal vez frente al mayor hallazgo de nuestras vidas. No le comentes a nadie tu destino ni el motivo. Acude a la posada “La Casona” Me hospedo ahí. Debo advertirte que nos enfrentaremos a ciertas personas reacias a nuestra labor y probablemente nos enfren… Hasta ahí llegaba el mensaje. El boceto, lo inusual de la carta y el que la tinta de la lapicera con la que se escribió estuviera corrida a media palabra, me resultaban extraños, pero aún más la petición de Nathan y el supuesto hallazgo que encontró. Si hubiese recibido esa carta en otra época de mi vida, no habría accedido a realizar tal viaje. Pero como me encontraba en una racha de sucesos no muy agradables, pensé que un cambio así me sacaría de esa triste rutina que llamaba vida. Lo cual solo fue lo que sellaría mi cruel destino y solo empeoraría esa serie de eventos trágicos. Después de meditar un poco la petición de Nathan, acepté y me di a la tarea de empacar mis cosas y preparar mi viaje para reunirme con él. Tal como él lo indicó, me fui de Arkham sin comentarle a nadie mi destino o motivo. Solo dejé una nota en mi departamento indicando a dónde iba y por qué. Ahora que lo pienso, tal vez alguien note mi ausencia y descubra dicha nota, pero me temo que para cuando eso suceda, será demasiado tarde para mí. El viaje a México fue tranquilo y sin problema alguno, hasta llegar

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a Oaxaca se complicó un poco puesto que para llegar a Miquiztetl, había que cruzar parte de la Sierra Madre del Sur, lo cual dificultaba el acceso a vehículos, por lo que tuve que buscar a un guía que iba a dicho poblado a caballo. La búsqueda del guía fue poco provechosa, nadie quería llevarme al ya mencionado lugar e incluso era notable su incomodidad al oír el nombre Miquiztetl. Después de buscar por varios días, un señor llamado Rosendo Macías aceptó a llevarme, pero con la condición de llevarme a cierto punto en la sierra, de donde yo debí seguir el camino al pueblo por mi cuenta, solo fiándome de las indicaciones de Rosendo, ya que él no quería poner un pie en ese lugar. Luego de tres arduos días de recorrido por la sierra, tal como acordamos, Rosendo me indicó que a partir del punto en donde nos detuvimos a descansar, a dos horas a caballo, estaría llegando a, en palabras de él, ese lugar olvidado por Dios. Una vez descansado el animal, le pagué a Rosendo la cantidad acordada y monté nuevamente, no sin dejar de pensar en el hecho de que Rosendo se mostrara reacio a Miquiztetl. Las dos horas me parecieron una eternidad y durante el trayecto, en varias ocasiones me di por perdido, incluso llegué a pensar que Rosendo me mandó en una dirección errónea a propósito, para quedarse con el dinero y que un gringo incauto más muriera. Pero justo cuando mi voluntad se venía abajo, divisé una pequeña casa entre los árboles que rodeaban el camino. Decidí acercarme a la casa para pedir informes y saber si seguía la ruta correcta a Miquiztetl. Así que bajé del caballo y lo até a un tronco seco cercano a la casa. Me dirigí a la puerta y a unos pasos de ella, la puerta hecha de pedazos de tabla se abrió de golpe y una vieja harapienta se asomó. Era de baja estatura y de piel morena. Sus cabellos eran grises y caían hasta lo que debía ser su cintura. Pero lo que más llamaba la atención era su rostro. Parecía no tener ojos. Solo una venda sucia y gastada cubría ese lugar donde se suponía debían estar sus ojos y además despedía un olor a podredumbre que me hizo retroceder apenas lo percibí. Después de cubrir mi nariz y boca con la mano, me animé a preguntar por el poblado, la anciana solo levantó el brazo izquierdo y apuntó a donde iba el camino que estaba siguiendo. Asentí con la cabeza y esbocé un ligero gracias. Regresé a montar mi caballo y a reanudar la marcha, al pasar cerca de la anciana, esta levantó sus brazos al cielo en forma de plegaria, abrió su boca y versó “danos ojos…” No escuché lo demás porque tenía prisa por llegar al pueblo, ya que la noche estaba cayendo y no quería deambular por la sierra a oscuras. Pero de vez en cuando voltee hacia atrás y la anciana seguía en la misma posición, parecía que le rezaba a Dios. Como esperando que su dios le pusiera algo en los brazos. Seguí cabalgando y sin darme cuenta, la noche ya cubría todo. No sentí en qué momento se había oscurecido todo pero ya era imposible ver. Ni siquiera mis manos podía ver, aun acercándolas a mi rostro, era imposible verlas. El pánico me invadió y al caballo también, pronto no pude sostener la rienda y el animal me tiró para luego huir. Me levanté e intenté buscar algo para generar luz en mi mochila cuando empecé a escuchar lo que creí eran voces. Al principio me negué a creerlo, en gran parte a que era una lengua que desconocía. Comencé a ritar por el miedo a no ver qué o quienes me acechaban y cuando menos lo esperaba, algo me golpeó desde atrás. Está demás el decir que caí inconsciente. No supe cuánto tiempo pasó, pero desperté en un lugar apenas visible y húmedo. Cuando recobré las fuerzas me levanté y recorrí el lugar. Pronto me topé con un cuerpo, aún estaba tibio así que le hablé —Oye, despierta. ¿Estás bien? —¿Jack? —¡Sí! ¿Eres tú, Nathan? —Oh, gracias al cielo eres tú viejo amigo. No sabes cuánto me alegra

que estés aquí. Escucha, no hagas ruido. Esta gente tiene un oído increíble. — ¿Qué gente? ¿Qué rayos sucede aquí? — Te lo explicaré todo a su debido tiempo, pero prime… oh no, aquí vienen, hagas lo que hagas, no los mires a los ojos, ¡no los mir…! Una parte de la cámara en la que estábamos se abrió y tres hombres vestidos con harapos entraron, como también un poco de luz en el lugar. En seguida busqué a Nathan y me invadió el terror al verlo. Tenía retazos de tela cubriendo sus ojos. Por la sangre que empapaba sus vendas y corría por sus mejillas, deduje que había sido herido recientemente. En seguida le pregunté — ¿Qué rayos te pasó Nathan, estás bien? —Lo estoy viejo amigo, lo estoy. No te preocupes por mí… Uno de los hombres golpeó a Nathan con una especie de hueso. Y comenzó a hablarme en una extraña lengua que no comprendí pero me resultaba familiar, mientras señalaba con el hueso en su mano la pared detrás de mí. Sin entender lo que quería, voltee a ver el muro de piedra. Me fui de espaldas al ver lo que había en el muro, era el dibujo que me había mandado Nathan en la carta. — ¡Qué demonios sucede Nathan! —Jack, amigo, lo que estas personas quieren es que les digas lo que significan esos símbolos a lo largo de la deidad representada. Responderé todas tus preguntas, pero antes necesito que hagas esto por mí. —Estás loco si piensas que voy a… El sujeto del hueso me golpeó en el estómago, el dolor me hizo doblarme pero antes de poder tocar el piso con mi frente, el sujeto levanto mi cabeza sujetándome del cabello, una vez que levanté la mirada noté que él no tenía ojos. A diferencia de los otros, él no cubría sus vacías cuencas oculares con una venda ni los otros dos individuos en la cámara. Me invadió el miedo al sospechar que se trataba de una especie de práctica común en ese lugar. —Sé que resulta difícil Jack, para mí también lo fue. Tal vez lo único que necesitas es un poco de motivación… Una vez dicho eso, Darkthorn se inclinó frente a mí y quitó las telas de su rostro. Tomo mi cabeza con ambas manos y me obligó a verlo. En donde antes hubo ojos, solo había oscuridad, pero no era la oscuridad provocada por la ausencia de luz. Se trataba de una oscuridad profunda, que no poseía final. Forcejé pero fue inútil, golpeé a Darkthorn y este me dijo —Una vez que entregues tus ojos al gran dios ciego, al poderoso Xipe Totéc, comprenderás lo indispensable de nuestra empresa. A cambio de tus ojos, él te recompensará y te otorgará visión verdadera. Entonces entenderás lo endebles que son los humanos y lo miserable que es su papel en este mundo. Pero si estás dispuesto a servir a esta causa no será así para ti. Si los ojos de una persona revelan cierta esencia de ella, lo que vi en Darkthorn fue más de lo que la mente humana puede soportar. Abismos infinitos se presentaron frente a mí. Una noche eterna se apoderó de mí y por breves instantes me encontré vagando por un vacío informe que me aturdía sin profesar sonido alguno y en el centro de un sol obscuro que se abría ante mí, un ser aún más oscuro, que se arrancaba la piel a sí mismo, dejando caer un líquido negro y espeso que inundaba el lugar embriagándome y librándome de toda voluntad. Después de llamarme por mi nombre, este me ofreció un cuchillo de obsidiana y a la vez me dijo “hay un lugar en la oscuridad para ti”. Cuando menos me di cuenta, tenía mis dedos clavados en mi ojo izquierdo, jalando hacia afuera y tomándolo con mi mano, para después levantarlo hacia el frente mientras Darkthorn y los otros decían “danos ojos, danos ojos para poder comprender la plenitud del cosmos Nyarlatothep”.

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Perdido

Mario López Araiza Valencia

Cada día, después de la correspondiente jornada de trabajo, Jerónimo volvía a

tocar puerto. Atravesaba el gigante azul en su bote gris, mecido por las olas, a veces calmas, otras en agitado vaivén, con rumbo a casa. Con las ganancias de una buena pesca o tal vez con contadas presas entre sus redes se anteponía al horizonte. Así es como se dirigía a entregar la mercancía y posteriormente dedicarse a descansar, para reponer fuerzas y retomar la actividad al día siguiente. Cerca del ocaso, cuando el cielo se torna en un caleidoscopio de particulares matices, dejó su bote en la arena de la playa, lo aseguró con una cuerda y anduvo algunos pasos. Era el primero en regresar aquel día. El bote gris con letras blancas cuyo nombre rezaba “Gilberto” en la parte delantera, destacaba entre la fina arena. Faltaba la compañía de al menos quince lanchas, que seguramente ya se disponían a regresar. Una vez que quedó la lancha fija en su lugar, Jerónimo se echó a la espalda el botín de su travesía, un costal con algunos peces que formarían parte de los platillos que se ofrecerían a los turistas que durante el transcurso del fin de semana arribarían a los restaurantes de la zona. Le dirigió una última mirada a Gilberto, para cerciorarse de que permanecía en su sitio. Le extrañó que ninguno de sus compañeros hubiera regresado o que al menos se percibiera en el horizonte, rara vez se separaban, pero ese día una densa niebla al despuntar el alba hizo que se perdieran de vista y para aprovechar el tiempo, Jerónimo pescó lo que pudo y regresó solo a tierra firme, confiando en que sus compañeros estuvieran cerca. Haciendo caso omiso de las interrogantes que rondaban por su mente y un poco encorvado por el peso del fardo, se dispuso a alcanzar los restaurantes del malecón, en los que distribuiría los productos. Todos le conocían por ser de los que daban el pescado a precios bastante accesibles, en comparación con los otros pescadores. Era de personalidad alegre, le gustaba platicar con los clientes. Este grado de empatía contribuía a que fuera muy apreciado en todo Progreso. Esa vez se percibía algo distinto en la atmósfera comúnmente tranquila y agradable. Un silencio pesado se colaba por las calles hacia el litoral. Ni una sola nota musical salía de las casas que conducían al océano, ni viajaba a través de las ventanas que comunicaban a los vecindarios. Nadie caminaba riendo junto a la orilla, ni se bañaba en la espuma marina. La playa lucía imperturbable, apenas una brisa sin chiste recorría la calle junto a ella. En la lejanía del puerto internado en el mar, al que llegaban los grandes trasatlánticos y los barcos de carga, se divisaban unas sombras que eran apenas distinguibles. Los vehículos que transitaban hacia ese lugar o que volvían para incorporarse a la carretera tampoco se encontraban, todo parecía haberse congelado. Jerónimo descargó el costal, con extrañeza contemplaba cómo el ritmo de aquel lugar no correspondía con el de la vida diaria que tanto conocía. Se aproximó a uno de los establecimientos, en el que llamó con fuerza a la puerta. Nadie abrió. Era imposible, el dueño vivía ahí, siempre se mostraba disponible para recibir el producto que Jerónimo traía. Recorrió la calle, tocó en otro restaurante. La misma suerte. ¿Dónde estaban todos? Apareció la emoción que recorrió su espalda como un cubo de hielo. Era el miedo,

una sensación que le era familiar cuando de niño, su padre le enseñó el oficio llevándolo al mar y haciendo que se enfrentara a situaciones de las que para su corta edad, le convenía salir airoso o tendría problemas. Como pudo, siguió con el peso añadido de su miedo. Pasó junto al edificio en ruinas de la tercera calle. Ese sitio tenía años sin funcionar, un incendio había terminado con tres empleados en las cocinas y fue clausurado definitivamente. La punzada recurrente del miedo volvió a intentar dominarlo cuando se dejó caer en los escalones de la entrada del recinto. Respiró hondo. Ahora su visión se veía obstaculizada por la niebla que comenzaba a surgir a su alrededor. Dicho fenómeno natural ocurría con muy poca frecuencia, pues el calor se encargaba de llevarse cualquier atisbo de allí. Podría ser que eso fuera la causa de la aparente inactividad, pero no respondía al hecho de que las personas se negaran a abrir. Detrás de él, escuchó unos pasos. Provenían de aquel edificio fantasmal. –Ya no estás perdido. La voz parecía distorsionada de una señal de radio lejana. Jerónimo se dio la vuelta. Una figura en blanco y negro, como proveniente de un proyector, que apenas se notaba, le dirigía la palabra. Era complicado discernir si se trataba de un hombre o una mujer. Muy distinta a un ser humano de carne y hueso, parecía un personaje sobre una pantalla de cine. Solamente su rostro era expresivo, le tendió una mano. –El miedo es una de las emociones más antiguas de los seres humanos y por lo tanto, con gran poder e influencia sobre nosotros. El pescador prefirió quedarse callado, intentando explicarse lo que sucedía. –Miedo a lo desconocido – continuó la figura –, a lo quisieras poder explicar. Sígueme ahora, hacia el Faro. Intentó resistirse, pero sentía algo que lo obligó a obedecer. Cruzaron la calle y entraron al mercado, en el que los ecos de los sonidos que se generaron allí desde su fundación resonaban entre sus paredes. Le recordó a un libro de su infancia: Pedro Páramo, en el que todo parecía ser un eco del pasado lejano. Los pasillos del mercado estaban vacíos, pero el escándalo ocupaba el espacio, ensordeciendo los pasos del hombre y su acompañante. –El Faro esta encendido – dijo el acompañante. Sin comprender, Jerónimo salió rápidamente de aquel lugar. Verdaderamente fluía el terror a través de él, pues ignoraba lo que sucedía. ¿Quién era la presencia que le hablaba? ¿Por qué su aspecto tan diferente? En el lado opuesto de la avenida se erigía el faro, una estructura de treinta metros de alto. La luz emitida por su misteriosa lámpara en la parte superior, pasaba entre la niebla y se perdía en lontananza. –El Faro sirve para que los barcos encuentren el camino y puedan tocar puerto – mencionó el individuo – pero también, para llamar a las almas perdidas en el mar. Al fin empezaba a entender. Se hallaba perdido. Simplemente salió a pescar desde esa mañana y extravió el rumbo. Entre la niebla fue capaz de encontrar un camino a casa, llamado por el Faro, que ahora le daba la bienvenida a donde pertenecía y en el que habitaría esperando a aquellos que buscaran su camino en medio mar, pues el miedo causaría conmoción entre los recién llegados y era necesario que alguien los llevara hasta allí para volverse eternos.

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Síndrome Iván Medina Castro

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La jungla urbana del norte de Filadelfia donde viven los puertorriqueños, un barrio en ruinas invadido por las drogas, por la basura, por los grafiti. Kristin Koptiuch ¿Adónde se han ido las histéricas de los viejos tiempos…? Lacan

Crisis Response Center: Einstein at Germantown Community Center - Mental Health and

Recovery. 1745 N, 4th Street, Philadelphia, PA 19122, EE.UU. ¡Vaya doctor!, usted mismo me dice que mi padecimiento está probablemente relacionado con las circunstancias y sucesos de mi existencia. Usted no puede cambiar para nada estas cosas. ¿Cómo pretende ayudarme? ¡Narrando sobre mi vida! Trabajé en un laundry de autoservicio en el Bloque de Oro del barrio hispano antes de enrolarme en la mili, harto del fastidiante traqueteo de las máquinas de lavar y secar ropa. A finales de junio del año 50 fui a patear culos a la Guerra de Corea en nombre de la libertad y la democracia a pesar de la ambigüedad que eso significaba. Maldita contradicción, defender a una nación que no se considera a sí misma colonial, pero justamente va a entrometerse en asuntos ajenos y posee a mi país como una muestra innegable de ello. ¡Estado Libre Asociado! –Vaya mierda-. Pero no había otra alternativa, las calles en el barrio estaban podridas, a pesar de que en su bloque principal de andenes pintados en diagonales bandas color pajizo, remedaban el camino pavimentado de oro que, según el típico sueño americano, conduce a la felicidad y al éxito. Pura mierda; aquí se sufre un tercer mundo en el corazón de los Estados Unidos; en la ciudad más antigua de la Unión Americana. Tras tres años de guerra, salí del infierno para regresar a las cloacas de la ciudad, después de combatir en una batalla infructuosa, las cosas siguieron exactamente igual allá y aquí. Cuántas ilusiones se desvanecieron por el sonido de la metralla, por los estallidos incesantes de una sonoridad que zumbaba un largo rato en la inmensa nave del búnker y, sobre cualquier otro terror, la muerte de tanto compañero. El barrio, Somerset, se miraba más dañado o quizá el efecto maléfico era obra de mi larga estancia fuera de esta atmosfera mugrienta pues en realidad este mierdero, que con su intensidad nos toma, siempre había estado así de jodido: gente hurgando dentro de los contenedores de basura para poderse alimentar, jovencitas dejándose reventar el pussy a cambio de una dosis de meth y homeless con manchas de orina y cagada en sus pantalones, tumbados al abrigo de los oxidados estores de las tiendas. Todos hipnotizados por un sopor narcotizante. ¿Es esto América? ¿Por esto peleé? Deseé sobreponerme a la realidad imperante, así que busqué donde poder trabajar, pero los contratantes al saber que era veterano de guerra me azotaban la puerta en la mera jeta, como si fuese un infecto. ¡Carajo! ¿Acaso ha desaparecido de la memoria general la activa participación de los soldados boricuas bajo bandera estadounidense? Transcurría el tiempo y no encontraba nada hasta que un día me quedé ahí, en el sofá, incapaz de levantarme y hacer algo bueno. Permanecí monótonamente sentado frente a la televisión, anestesiando la sensibilidad, dopando la mente, perjudicando mi alma. Así pasé algunos meses… y una maldita noche, la mierda de televisor se fundió. Mi aspecto había cambiado, tenía grandes ojeras y el rostro pringoso, el cabello largo y la barba hirsuta, la uñas largas y mugrosas. Mi apariencia física, deteriorada por completo, me importó poco. Así vagaba un día y otro también, deambulando entre el trayecto de la línea Market-Frankford del tren elevado y el desolado Juniata Park en busca de, de… no sé, restos de colillas en la acera o de algún cristiano que me ofreciera, aunque fuera, one dime. Pero nada, nuestra sociedad, tan enfermiza y deshumanizada, nomás al verme se abrían al paso así como lo miré en el televisor cuando la gente hipócrita lo hace al acercarse un senator. En esos momentos, era invadido repentinamente por una rigidez muscular, acompañada de una gran excitación, lo que generaba un estallido de hostilidad verbal que terminaba por agotarme de tal manera que donde fuese, previo a un clamor, caía paralizado y por la boca echando espuma. Cundo el ataque cesaba, sin acordarme de que había acontecido, despertaba invariablemente acostado dentro de una clínica. No hablaba con nadie, no podía oír a los demás; no me percataba de su presencia, ni siquiera en los shelters. Todo el tiempo parecía ver a lo lejos, cuando en realidad miraba hacia dentro,

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entorno a lo más profundo de mi memoria: la presión, el desprecio, los miembros desechos de mis compañeros del Glorioso Regimiento 65 de Infantería. ¡Vaya mierda! Este país desintegrado por nuestra sociedad consumista y plástica nos ha engañado. Insisto, nos rompemos la cara por defender su ideología, sus valores y aún así nos tratan como ciudadanos de segunda clase, nos abandonan. Estoy en un desconcierto, ya no sé en quién o en qué creer. ¡A joder todos a su puta madre! Mi primera navidad, posterior a la guerra, fue la vez que obtuve el rifle de la armería. No tuve preguntas, no hubo documentos que mostrar. Sí, es correcto. Entré a un McDonald´s en la quinta y Maine Street a eso de las seis de la tarde. Allí estaban ellos; los otros, dominando el terreno, articulando frases amenazantes pero incomprensibles. ¡Malditos coreanos, rojos de mierda! –grité. Pronto, saqué de la gabardina el rifle de asalto y disparé la carga hasta deshacerme de todos ellos. Parecían cucarachas corriendo en desorden dentro de una alcantarilla. ¡Cuánto gemido hay detrás de las máscaras! ¿Cómo quiere que me sienta doctor? Me dieron un tiro en la cabeza y unos fragmentos de bala quedaron incrustados en mi cráneo. Estoy hecho un desastre, como consecuencia de las heridas, perdí parte de la vista y del oído. Tengo pesadillas recurrentes; las reminiscencias de la batalla. Fantasmas que se desvanecen aquí y regresan allá. Me cuesta mucho dormir y a veces paso noches enteras en vela. No hay nada por hacer, quizá la pena de muerte como demostración de la crueldad de la existencia. ¿O no, doctor?


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Dengue

María Teresa Peña Pérez

Tomás amaneció con un dolor de cabeza intenso, más intenso de lo

normal, semejante al de migraña que asoció con la noche de juerga del día anterior. Se levantó una hora más tarde de lo habitual. Antes de salir a trabajar, preparó un omelet y café con leche; en una visita previa al médico, recibió la recomendación de iniciar el día con desayunos ligeros, frente a las extrañas molestias que presentaba: dolor en el cuerpo, salpullido, enrojecimiento del rostro. Su esposa despertó al sentir el movimiento en el colchón pero volvió al sueño rápidamente. También ella notaba algo

disminuyeron, ni cambiaron. Cuando sentía crecer la bola en su espalda, perdía la razón al punto de sufrir un ataque de nervios, pero ni su mujer, o el médico, notaban un incremento en el tamaño de la protuberancia. No fue raro que perdiera el apetito, adelgazando hasta ser incapaz de levantarse o ir a trabajar. El caso resultó tan serio para los doctores que durante semanas, examinaron sorprendidos al hombre, con mucha atención. Pero todo fue inútil. La mujer de Tomás lloró largamente cuando escuchó los desesperados lamentos de su marido, durante una crisis alucinatoria, por oírlo expresar con furiosos

extraño en su marido: malhumor constante, más visitas al bar y una desagradable bola de carne en su espalda, de muy mal aspecto. El matrimonio no quiso darle importancia a lo que ocurría hasta el momento en que los síntomas atacaron ferozmente. La mañana que despertó con una fiebre cercana a los cuarenta grados y temblores en el cuerpo, Tomás se negó a quedarse en reposo; era un hombre de naturaleza evasiva, reticente a los consejos y necio en sus costumbres. Durante el día sintió que la cabeza le iba a estallar pero realizó sus actividades cotidianas y terminó sus tareas con empeño. Se sorprendió al descubrir que la bola de carne en su espalda crecía con el paso de las horas. Esa misma noche pidió a su esposa un masaje y ella intentó disminuir la protuberancia, que ya alcanzaba el tamaño de una pelota de ping-pong,

balbuceos, palabras incomprensibles. Abandonó la ciudad incapaz de aceptar que la vida de su esposo se acababa, hora tras hora, sin que nadie pudiera hacer algo por evitarlo. En la despedida, trató de sonreír y abrazarlo; se sintió aliviada de que su marido, minutos antes de partir, perdiera el conocimiento. Tomás murió unos días después. Cuando los médicos revisaron el cuerpo, la bola de carne tenía manchas oscuras; en seguida, temiendo lo peor, solicitaron que el cuerpo fuera cremado junto con la alfombra y la ropa de cama del dormitorio. El caso se volvió muy pronto una noticia que causaba escalofríos. La casa donde viviera la pareja fue abandonada al olvido. Sin la menor atención, ni cuidado, el jardín creció hasta convertirse en una selva; incluso los animales que se refugiaban con espanto, desconocían la amenaza que en su medio habitual también los enfermaba

como si tratase un nudo muscular; a pesar del aceite concentrado de alcohol y hierbas desinflamatorias la bola apenas si disminuyó de tamaño. Tuvo insomnio y alucinaciones durante dos noches más; entonces, sin dudarlo, acudió al doctor. En el camino sufrió un desmayo. Pasó los días siguientes en reposo, con una dieta estricta, según la recomendación del médico. A partir de entonces los cambios en la rutina de la pareja no se hicieron esperar; del completo descuido y abandono físico, el hombre pasó a un cuidado obsesivo, impulsado por la falta de diagnóstico, que lo mantenía en un estado de tensión constante, atento a los síntomas. Pero estos no

hasta llevarlos a la muerte. Nadie anticipo el desastre; no obstante, la aparición de una bola de carne que al principio se creía una maldición, resultó la monstruosa señal del ataque, por fin descubierto, de un brote viral causado por la picadura de mosquito, enfermedad que años después se conocería bajo el nombre de dengue.

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El hurto baladi Miriam Mancini

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¿Qué es la vida? Una ilusión. Una sombra. Una ficción. P. Calderón de la Barca

Yo, J.L. Vorjés, asumo la plena responsabilidad de los hechos acaecidos el 6 de agosto de 1997, en la biblioteca Bernardino Rivadavia, en la localidad de Villa Ballester (Pcia. De Buenos Aires, Argentina), y deslindo de la misma a Pedro Armando Cruz quien actuó siguiendo mis órdenes, y a la confianza ciega que posee en mí. El perito psiquiátrico, al que se encargue su evaluación, entenderá mis palabras. Aclaro, asimismo, que no deseaba perjudicar a mi “entrañable amigo” en modo alguno, pero soy totalmente consciente, que existen momentos en la vida que uno debe subordinar determinados objetivos a la persecución de un fin superior. Y eso es lo que sucedió. Quiero advertirles, a quienes estén a cargo de la investigación que no podrán comprender verdaderamente el mobilis ni el modus operandi del robo, que ocasioné (y del que me siento inconmensurablemente orgulloso) en la obra de Jorge Luis Borges, propiedad de la mencionada biblioteca. Hay verdades a las que uno le está vedado acceder. Pero, pensándolo bien, hoy me siento magnánimo, absolutamente generoso. Quizás, estimularía su entendimiento, si iniciara mi relato, exponiendo los hechos ajustándolos cronológicamente. Sepan que albergo la certeza de que el tiempo es una sórdida quimera, aunque me doy cuenta que para el resto de los seres es vital tener un eje organizador, por muy inexistente que este sea. Retomando el asunto que aquí me ocupa, habrán notado que en la rapina di dello libri di borges (como he leído en Il messaggero) ningún testigo presencial (y calculo que serían unas veinticinco personas incluyendo a las amables bibliotecarias) habrán mencionado esa aborrecible palabra: violencia. Detesto la violencia casi tanto como al destino, por eso es que a la primera no le brindo cabida y al segundo. Bueno, con Él llevamos una fatigosa lucha, que aún no he ganado. Ese día, salimos de la desvencijada casa que Pedro y yo, compartimos, (hace ya tanto) y a la cual todos suponen abandonada, con excepción de algunas ratas, a las que diariamente alimentamos. Nuestra casa se encuentra a sólo dos cuadras de la estación de tren de Villa Ballester, y a otras pocas de la biblioteca. La vida que allí llevamos con mi amigo ha sido idílicamente apacible, casi feliz. La única preocupación, que nos hacía eventualmente salir de la casa (y por solo veinte metros) era buscar los restos de comida que los empleados del supermercado San Cayetano, dejan en la vereda para que recojan los recolectores de basura, título que a nuestro criterio nos incluía. Pero el 6 de agosto rompimos la rutina, a las 17 hs, pudimos apreciar como el sol enrojecía levemente nuestras caras. Aunque las esquinas estaban pobladas de gente, yendo y viniendo, nadie vió a dos sucios y andrajosos hombres, pese a que Pedro llevaba puestos sus enormes lentes negros, que le daban un aspecto de macromosca (como yo le decía bromeando). Antes de salir, repasamos nuestros planes: el camino a recorrer para llegar a la biblioteca, las palabras a decir, quién sostendría el bolso para guardar los tomos, etc. En fin, todos los detalles entre los cuales no figuraban los enormes lentes de Pedro, pero él insistió, entendí que eran su amuleto, los conservaba desde sus días en el neuropsiquiátrico (o, en sus palabras: Lo otro, frase que condensaba su vida anterior), y se los colocaba ahora, sólo cuando tenía miedo, por lo tanto era lógico que se los pusiera, desobedeciendo mi orden. Caminamos, uno junto al otro, no demasiado ligero, para grabar cada imagen a nuestro andar y deleitar mejor el momento, que tanto ansiábamos, y digo bien, porque Pedro a esa altura se había contagiado de mi entusiasmo y entendía la esencia de justicia que guardaba nuestro robo. Así, que con las espaldas erguidas, y las frentes en alto, cruzamos la plaza Roca, desde donde nos paramos unos momentos, que a mí me parecieron efímeros aunque luego (por los datos periodísticos, que nos procuramos leer) supe que allí estuvimos alrededor de 40 minutos, tiempo en el que el “espíritu”, nos concedía la sabiduría que el acto exigía. Con el repentino calor corporal, que cada presencia del espíritu nos brindaba, con una absoluta convicción cruzamos la calle, más prudentes que temerosos. Abrimos la pesada puerta de vidrio y negro metal, que no nos ofreció ninguna resistencia, lo cual significó un buen símbolo. El “espíritu”, afortunadamente guiaba nuestros pasos: Pedro se dirigió al estante donde un letrero grande y prolijo anunciaba José Luis Borges, se agachó y cuidadosamente seleccionó los libros que servirían a nuestro (mí) propósito, sin que nadie se percatara los guardó en el bolso. Atrás suyo, se encontraba

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la fotocopista, con una diez personas alrededor de la máquina, (tal como lo planeamos). Mientras tanto yo me acerqué a la mujer que parecía (por su edad y actitudes) la que estaba a cargo de la administración del lugar. Me extrañó que a su vez, ella no reparara en mi forma de vestir (un tanto atípica para un visitante de biblioteca), luego percibí que poseía una visión deficiente, sus lentes de contacto no eran totalmente efectivos. Otro buen símbolo, pensé. Cuando estuvo tan cerca que podía escucharme sin alborotar a los demás, le dije (cambiando mi tesitura normal):”calladita y para atrás”, frase que se me antojó acorde con la vestimenta. Pedro convino conmigo que yo no debía permitir que nadie sospechara que quien robaba, había sido, en algún momento titular de la cátedra de literatura inglesa en la Facultad de Buenos Aires, y principal promesa literaria de su generación. Pedro no recordó, quizás si lo hizo, el resto de la historia, aquella que me impulsaba a satisfacer mi sed de justicia, a buscar una cura para recuperar mi vida, quitarme el nombre, el ser, desaparecer al “otro”, quien robó mi destino. Y quien había muerto, con ese hálito sacro, de quien impunemente (para mí) vivió en la claridad absoluta Sumergiendo en la más inmensa sombra, y no estoy pensando en la oscuridad y soledad que reinan en la vieja casa que finge ser mi morada, a quienes como yo, merecíamos la posibilidad de, por lo menos, un segundo insignificante de la Historia. Pero, hasta eso me fue negado, se me prohibió inclusive de la cercanía al otro, que disfrutó un ser tan vil, e incapaz como Salieri (por citar solo un ejemplo de esta existencia cíclica). Cuando el espíritu hizo contacto conmigo, supe que venía a salvarme, me liberaría de mi claustro, y al hacerlo redimiría a todos los seres a quienes se le había robado su destino (por negligencia, o por pensada crueldad), casi como una nueva implicancia del Talmud; si el espíritu lograba concederme la posibilidad de ser un círculo sería roto. Cuando en un sueño se me reveló los pasos a seguir, realmente creí que ese simple ritual, en que los espíritus aunaban sus fuerzas con el poder purificador y ancestral del fuego me borraría la angustia de mi existencia. Cuando, con Pedro, y sin mayores dificultades, abandonamos la biblioteca creímos resolver el enigma. Sin hablar, caminamos hasta la casa, él cargando el bolso. Ya había oscurecido, y empezaba a sentirse el frío. Corrimos el portón oxidado, y su molesto chirrido quebró nuestro silencio. Entramos lentamente a la casa, ni bien percibieron nuestra presencia, las ratas salieron a saludarnos, olfateando para comprobar que le traíamos su alimento, ante la negativa se escondieron en sus refugios, y noté su perplejidad, rayana en la ofensa. Con Pedro nos hubiéramos reído de esa circunstancia en otro momento. Pero teníamos trabajo que hacer. Con excitación, rápidamente preparamos el altillo para llevar a cabo el ritual, despejamos el suelo de las baratijas y muebles apolillados que allí habían, todo tipo de insectos salieron a relucir, los veíamos moverse pese a la oscuridad de la habitación. Dispusimos los libros en el centro de un círculo que describimos con piedras (que habíamos preparado con antelación) en las que escribimos tat tvam asi, tal como el espíritu las había pronunciado en el sueño. Mientras Pedro encendía el fuego, y pasaba la llama uno por uno, los libros ardían, el naranja azulado lo consumía todo, yo recitaba las palabras del Brahman del rito funerario (posmortem), porque el espíritu había dicho: “para aspirar a la liberación, y liberarse del ciclo, y absorberse en Brahman, identifícate con él, recupera la unidad entre el Brahman y el atman, que siempre existió, pero fue desconocida y olvidada, perdiéndose en Brahman, como una llama de fuego que se funde en otra”. Y así lo hicimos. Cuando terminamos el ritual, nos dimos cuenta que los libros eran cenizas, sólo una hoja, amarillenta por el fuego se había salvado de este, cuando la recogí accedí a la verdad, a la única verdad, EL OTRO, quiso ser magnánimo conmigo, en el aún tibio papel él me hablaba, a través de “El Inmortal”, decía: dilatar la vida de los hombres, es dilatar su agonía y multiplicar el número de sus muertes.

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El cuarto oscuro Isaac Levy Leyva Sánchez

Todos los días en los que Héctor viajaba en el trasporte público, sin importar a dónde fuera o de dónde

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través del estéreo a sus artistas favoritos, el alcohol se deslizaba por su garganta al ritmo de los bajos y altos de John Coltrane, Miles Davis, Chet Baker, Duke Ellington y Scott Hamillton. Cuando los niveles de alcohol en la sangre de Héctor se comenzaban a traducir en sus torpes movimientos, su carente actividad focal y su alta temperatura corporal, decidió comenzar a trabajar de nuevo, al final del dia, él creía que, más que inhibir su sentido común, las drogas le permitían expresar sus verdaderas habilidades artísticas, no obstante, rehuía a la idea de convertirse en una suerte de Bukowski, asi que guardada este recurso que le permitía sensibilizar su proceso creativo solo para cuando la situación y el momento lo merecieran, en cada sorbo de whiskey, recordando a Baudelaire y citando lo poco que recordaba de una oración que se le antojaba fascinante, llevándose la mano a el pecho decía en voz alta y en un tono

viniese, siempre se encontraba con la misma figura femenina, a veces parada, a veces sentada, otras pocas veces abordando la unidad, la mayoría de estos encuentros se caracterizaban por ser manifiestos de solo segundos: una mirada por el rabillo del ojo o un vistazo escueto, sin embargo, existían otras pocas veces, veces en las que los días se le hacían más largos, en las que la usanza de las actividades diarias y el elemento cotidiano de la vida en general lo agobiaba, esas veces, Héctor sentía que la presencia femenina lo asechaba, no podia evitar verla durante largos periodos, la llegaba a sentir cerca, más cerca de lo normal, se materializaba no solo como un cuerpo más que se perdía entre la muchedumbre, se sentía como alguien familiar, su figura resaltaba de las demás, más alta y sobresaliente, la mente de Héctor, en más de una ocasión sugirió que la figura lo seguía y que sus intenciones rozaban los limites en los que un encuentro cercano resultaría peligroso, de cualquier manera, él no dejaba que sus divagaciones entraran en conflicto con su sentido común, a pesar de la gran cantidad de veces que había coincidido con esta figura, Héctor le atribuía a estas confluencias humanas un carácter más lógico y racional “Debe de tener un horario laboral muy parecido al mio, o puede que sus actividades diarias concuerden en espacio y tiempo con las mías” se decía mientras, sentado en su escritorio, trazaba bocetos de lo que sería un complejo de departamentos que se situaría a un costado de una de las plazas más grandes y lujosas de la ciudad, su edificio se sumaría a los ya existentes que contaban con una salida directa al centro comercial. Mientras trabajaba, su pequeño estudio se veía inundado por pequeñas bolas de papel arrugadas que se dispersaban a lo largo del piso, Héctor, no dejaba de pensar en aquella presencia en su vida, hasta que, en un arrebato de estrés laboral, decidió darse un pequeño descanso, se levantó de su asiento, en el cual se comenzaban ya a notar algunas arrugas marcadas por el tiempo excesivo que su cuerpo llevaba alojado en él, se estiro un poco después de soltar un pequeño bostezo y se dirigió a la cocina, se preparó el cuarto café de su jornada nocturna y regreso con pasos lánguidos hacia su escritorio, decidió continuar con su labor, no obstante, el primer sorbo de café convino a extenuar la falta de inspiración con la que contaba, el ánimo y la creatividad se sumaron a la huida, el exceso de trabajo lo había agotado, al tomar su pluma y comenzar un trazo que difícilmente concluyo en algo más que una línea occisa, se percató que por más que se esforzara en seguir trabajando su mano no encontraría la manera de dar lugar al proceso inicial de creación artística, esto le dio unos segundos de quietud, dentro de los cuales echó un vistazo a su alrededor, su departamento a esas horas parecía un lugar inhóspito y difunto, en el que el único aire de vida se le concedía de manera casi obligatoria a una pequeña lámpara que brillaba al centro de su escritorio, otros elementos como el característico ruido de la electricidad pasando corriente por algunos dispositivos electrónicos y el tenue sonido de la ciudad, también formaban parte de los únicos atisbos de presencia en aquel lugar, Héctor decidido esperar sentado, busco relajar su temple, tomo una posición estática y espero, pasaron diez minutos, una hora, dos horas; las colillas de cigarro iban construyendo una pequeña estructura dentro de un cenicero, para la tercera hora, una botella de Macallan 18 yacía a la esquina de su escritorio, la mitad de su contenido había sido ya vaciada, mientras, justo al lado del whiskey, dos hielos sucumbían ante la temperatura ambiente, cambiando de estado al fondo de un vaso old fashion. Para engañar un poco a la soledad, Héctor había convocado a erudito: “comparando mi estado actual con las pesadas tinieblas de la existencia común y cotidiana, podria sin lugar a duda calificar de paradisiaco el estado excepcional del espíritu en el que me encuentro” hizo un ademan de sonrisa del cual se pudo alcanzar a resolver una pequeña risa, Héctor bajo la mano de su pecho y procedió a seguir con su labor. Siendo las 3 de la mañana, Héctor había ya dibujado 3 bocetos, que, a pesar de no convencerlo del todo, sabía que eran bueno trabajos y que, una vez descansando, con la mente fresca, encontraría en ellos los cimientos para su producto final, dio por terminada su jornada y se recargo en su sillón, dejo su mente divagar hacia cuestiones de toda su vida, recorría rincones de su mente, dialogando con espectros de su pasado, se detenía y contrastaba la felicidad de su infancia y pubertad con la naturaleza

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agridulce de su temprana adultez, caminaba en pasillos oscuros que le relataban en voz alta la vida que se le había escapado a través de sus dedos mientras el tiempo seguía arrebatándole poco a poco la vida que le quedaba. Abrió los ojos, despertó a la realidad, tomo un sorbo de café con whiskey, la sensación amarga del café combinado con el alcohol, hacía que se formaran muecas en su rostro, el sabor no era de sus favoritos pero esta combinación lo hacía sentirse más avisado que consumiendo la cafeína por sí sola, bajo la taza y comenzó a dibujar, no era que no tuviera sueño, sino que esa noche sentía que debia hacer algo importante, esta vez, sin embargo, dejo la labor de lado y dejo la tinta correr de manera libre sobre el papel, dibujo figuras, rostros, animales, insectos, cada uno con menos detalle que el anterior, en cierto momento recordó aquella figura del


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transporte público, y ya que estaba en materia, decidió intentar trasladar sus recuerdos a la realidad y hacer un bosquejo representativo de aquella silueta, comenzó, uso algunas técnicas básicas, recordó los pequeños detalles, las formas, hizo un recuento en su mente: aquellos brazos pálidos y esbeltos, su cabello opaco y desteñido, sus manos en las que resaltaban las venas como si fueran pequeños gusanos que se movían en las capas interiores de su piel, pensaba en su figura en general mas no había reparado antes en el aura lúgubre y triste que representaba aquella presencia, no se detuvo mucho a pensar en esto, tenía los elementos necesarios para comenzar y asi hizo. La pluma se deslizaba elegantemente sobre el papel, trazo sobre trazo, comenzaba a vislumbrarse una figura humana la cual tomaba forma con cada desliz de la pluma por encima del papel, en momentos, Héctor se detenía a pensar, como si escarbara dentro de su cabeza, buscaba reminiscencias que pudiera moldear con tinta, hacia la mitad de su pequeño dibujo, Héctor se detuvo, como si un engrane en su cráneo se hubiera averiado, generando un efecto domino que concluiría en el estropeo del mecanismo general que hacia funcionar sus actividades motoras, después de unos segundos de quedarse estático, desvió su atención y volteo al frente, como si alguien le llamase, salto de su asiento, sus manos se movían repetidamente de su quijada hacia su nuca, desesperado, trataba de encontrar algo dentro de sus recuerdos, caminó en círculos una y otra vez, se detuvo y se quedó inmóvil una vez más, entendió que por más que buscará no

encontraría nada, el recuerdo por el cual hurgaba no estaba ahí, no existía, los elementos faciales que construirían el rostro de su candidata al arte bajo la pluma eran inexistentes, desconcertado, trato de tranquilizarse, tomo asiento de nuevo e hizo un recuento de todas las veces que recordaba haber visto aquella figura, después de darle dos vueltas a su cabeza, como quien busca una falla en el código fuente de un programa de computadora, se resignó, daba otro sorbo de whiskey mientras pensaba como cabía en la coherencia la posibilidad de que, viendo tantas veces la apariencia de su ahora modelo, nunca había percibido su semblante, se limitó a observar el boceto unos cuantos minutos más, mientras pensaba, en su organismo el efecto diurético del café combinado con el alcohol lo obligaron a dirigirse al baño, al terminar de orinar, vio su reloj, marcaba las 5:45, pensó que ya era tiempo de dormir, se acercó al fregadero, lavo su cara y se dio un vistazo al espejo, se detuvo un momento, miro su rostro, avisto algunas ojeras, observo su pelo desmarañado, probablemente por el habito que tenia de masajearse la cabeza en momentos de estrés, conto algunas pocas cicatrices que serían vestigios de una pubertad demasiado hormonal y advirtió una que otra comisura suelta en sus labios, después de reparar en todos estos aspectos, quedose 10 segundos más parado en frente del espejo, veía su rostro con atención, las gotas de agua resbalaban por su cara, contemplaba, analizaba y examinaba cada pequeña parte de ella… una idea cruzo su mente como un relámpago que, al hacer contacto con el suelo, evocaba un sonido estruendoso, “No puede ser”

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murmuro, cerró los ojos con fuerza, se los tallo al punto en el que le dolieron, los abrió lentamente, como esperando a que el resultado cambiase, “¡No puede ser!” Grito, corrió hacia su escritorio, busco desesperadamente el boceto de la figura, lo coloco sobre la mesa, arrojo todo al suelo y comenzó ávidamente a dibujar el rostro de la figura, gotas de sudor resbalaban por su mano, cuido que el producto final constara del más delicado detalle que pudiera lograr, curiosamente el miedo y la adrenalina que sentía agudizaban los movimientos de su mano y por consiguiente de la pluma, después de pasadas 2 horas, terminó, atónito, veía el dibujo terminado, se preguntaba cómo era posible que su cara embonara de manera casi perfecta en aquel cuerpo femenino, reviso cada trazo, cada partícula de tinta, permaneció así alrededor de 10 minutos, a las afueras de su apartamento se revelaban los primeros espectros de luz en el horizonte, el sol anunciaba ya su salida, sin embargo, el cuarto en el que permanecía sentado Héctor parecía oscurecerse cada vez más y más, las luces se hacían tenues, los sonidos de la ciudad parecieron apagarse en un instante, todo comenzaba a carecer de color, la música iba perdiendo poco a poco el volumen, sonaban ya los últimos acordes de una melodía de la cual ya no importaba el nombre, Héctor, mientras observaba su dibujo, desapareció, haciéndose uno con la oscuridad.


El rey caído

Sara Amayeli Toscano Magos

Existe un castillo, uno de tantos que bostezan desesperanzados en un campo.

Acostumbrados a la soledad, lleno de cicatrices, sosteniéndose orgulloso a pesar de los muros caídos, puertas hechas trizas o cristales despedazados. Alguna vez lloró, cambio tanto al ver su gloria caer ante sus ojos y no poder defenderse. Las lágrimas crearon un río cerca de su ladero. Pronto la madre tierra le dio cobijo en un abrazo. Ahora entre los ladrillos la belleza del verde podría adornarlo. Emanaba una energía que había enamorado a una joven. Algo en ese lugar la atraía, y tras meditar durante meses se aventuró, adentrándose en lo más profundo de aquella agotada estructura. Ella era como una lechuza, su mente embelesada por la oscuridad y el silencio, libre, aunque estancada, ululando a la esfera plateada como si esta la escuchara. Cansada del beso de la soledad y al mismo tiempo reconociéndola como su única amante. Acostumbrada a sus caricias, al sabor de su saliva, los abrazos largos, donde su mente vagaba perdida en el espacio. Tal vez por su capacidad de percibir más allá de las ondas o su estupidez, ha reconocido un inusual impacto en su estómago. Entre aquellos enormes bloques de piedra nacía aquel líquido insípido, incoloro, inodoro. El dolor alimentaba las plantas con agua fresca. Ella acaricio suavemente la superficie imperfecta, deslizando las yemas de sus dedos. Sus sueños estaban regresando a su cabeza, aquellos que tuvo que dejar atrás para que crecieran sus alas, aunque no le sirvieran para volar. No, ella era una pieza del rompecabezas, una perdida en ese mundo. Ansiaba formar parte de ese cuadro, ese lugar, entender que era estar muerto y vivo al mismo tiempo, ser pasado y ser presente. Algo místico de ese sitio la hacían sentir embonar. Tal vez esa noche la luna, las estrellas, el cosmo o algo que debió seguir cerrado; olieron sus sueños. Aburridos de sus quejas silenciosas, curiosos de su presencia recurrente, atraídos por sus miedos, molestos por su atrevimiento ¡Qué sé yo! El hecho era que aquella soledad estaba acompañada. Unos ojos azules la observaban en la oscuridad, fue cuando ella detecto su amenazante sonrisa. Risas de niños rozaban, el sonido lamía sus brazos, estremeciendo su cuerpo. Podría ser un sueño, de esos que eran muy reales. Al voltear encontró un enjambre de seres de piel terrosa, pequeños, con los miembros delgados. No sabía si era peligroso y tampoco iba a averiguarlo. “Corre al río” algo le decía “No, corre por lo alto del cerro” otro le aconsejo ¿Quién? Para pensar no era el momento. Los ojos oscuros decidieron perderse en la oscuridad, en la atmosfera más fría. Su andar no se detuvo por más que sus piernas suplicaron. Fue cuando la rama de un árbol la auxilio cual caballero andante, ella se aferró a este para subir hasta lo más alto, alejándose del peligro. Cerró los ojos. Todo giró.

Su cabeza estaba a punto de explotar, no podía creer lo que había sucedido. Al abrir los parpados otra vez se encontraba en aquel castillo, acariciando las cicatrices de esa estructura. De nuevo sintió la desgarradora mirada. Volteo para mirarse rodeada de seres pequeños que gruñían de forma extraña. Desorientada permaneció unos minutos observando aquellas singulares bestias que no se movían de su lugar, ellos tenían el mismo interés en ella. Detrás de estos, algo grande estaba apareciendo, su semblante apenas era iluminado por los rayos de la luna que entraba por las heridas del castillo. Algo deslizándose por su estómago la obligo a no respirar. Corrió. Era como si se llamasen sin palabras, la joven lo buscaba y él corría tras de ella. Las emociones que se desbordaban de su cabeza, de su pecho sabían a sangre. Su corazón podía escucharse gritar mientras ella huía de seres pequeños y de algo más… Escapaba con más ganas que antes, otra vez esas opciones en su cabeza. Río o cerro. La primera opción al mirarla la noto más espeluznante, volvió a refugiarse en la altura. Permaneció con sus ojos abiertos mientras esos pequeños seres iban de largo. Excepto aquel que se paró justo frente al árbol. Ambos se miraron fijamente, pudo notar aquella sonrisa macabra, sus brazos fuertes, su pecho vestido de negro. Era un hombre… un humano con un aire lleno de misterio. Con su mano hizo una seña negativa, como cuando un padre te da a entender sin palabras, que no debiste de hacer eso. Todo giró. Cerró los ojos.

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—17 años, Joaquín Gómez Velazco… —Muy bien, dígame señor Joaquín ¿en dónde se encontraba usted a las 6:30 am del 29 de junio del 2018? —Estaba en la Catedral. Fui a misa de 6 junto con mi abuelita… Íbamos todos los días… —Entiendo. ¿Qué ocurrió en ese lugar? —Un… hombre… —Tranquilo, tómese su tiempo. —Sí… El padre Chema había terminado de leer el evangelio de San Mateo, ese en el que Jesús le dice a Pedro que sobre esa piedra edificará su iglesia… Y antes de que terminara, un… hombre… un hombre que estaba sentado en las bancas de la fila izquierda se levantó y fue hacia el padre. Sacó un cuchillo y se lo encajó al padre Chema. Todos gritamos, él seguía encajando una y otra vez el cuchillo sobre el cuerpo del padre. Una señora fue hacia el padre e intentó apartar al loco ese. Pero no pudo hacer nada, también acuchilló a la señora y se fue sobre las demás personas unas señoras intentaron correr, pero no lograron escapar. Yo no supe qué hacer, yo quise correr pero mi abuelita no se levantó de la banca, se arrodillo y se puso a rezar cada vez más fuerte. Cuando el loco se acercó a ella yo me paralicé… vi cómo mataba a mi abuelita y no hice nada… yo, yo me caí al suelo. Pensé que era un sueño, una pesadilla que Dios me puso por pensar mal de las muchachas… —Joaquín, dime, ¿qué hizo después con los cadáveres ese hombre? —Él abrió al padre Chema, y… y sacó sus tripas y… — ¿Y qué, qué hizo con ellas? —Las aventó encima de Cristo… Las aventó y se quedaron colgadas ahí, y le grito a Cristo “una ofrenda justa para el Nazareno” … Luego metió sus manos en el padre Chema y comenzó a embarrarse la sangre en la cara y el cuello y en todo el cuerpo. Después… D-d-después él me volteo a ver y me habló… — ¿Qué te dijo? —Me, me gritó… “Atestigua, atestigua muchacho” y fue al altar. Levantó sus manos hacia arriba y dijo… él dijo “Oh gran Yah’til te ofrezco esta sangre…” — ¿Es todo lo que dijo? ¿Qué pasó después? —Es lo único que entendí, él empezó a hablar en otro idioma, no comprendí que era, nunca había oído algo así. No sonaba como humano… Y mientras hacía esos sonidos… c-c-co-comenzó a golpearse contra el altar… Lo hizo varias veces hasta que su cabeza… hasta que su cabeza se abrió…

Yah’til, el horror sin forma Braulio Alejandro Torres Ruiz

I En la escena del crimen — ¿Qué es lo que tenemos Ramírez? —Un cochinero mi comandante, un loco se metió a la Catedral a matar gente y a bañarse con la sangre de los pobres cristianos. Hizo un desmadre. —Aquí fue donde hice mi primera comunión… Esta pinche gente dañada. Ya ni la chingan... ¿Sabemos quién es el maniaco este? —Sí, se llamaba Jorge Alberto Ramos… Baez. Padre de familia, esposa y tres hijos. Sin antecedentes penales… Y esto le va a encantar jefe, era doctor, al parecer tenía un doctorado en psiquiatría… —Jijo de la verga… Los loquitos le pegaron la loquera. ¿Ya acordonaron todo el perímetro? —Ya, mi comandante. —Muy bien, no quiero que chamaquitos morbosos anden subiendo videos de nuevo y se nos haga un desmadre con la prensa como la última vez… A ver, vamos entrando. —Mi comandante, le advierto que lo que pasó ahí adentro es un baño de sangre y yo creo que hasta raya en lo satánico ya. —Quítese Ramírez, llevo años en esto, unos muertos más no me van a hac… Dios… mío… ¿p-p-pero quién chingados haría algo así? — Y ¿por qué…? II Anotaciones —Comandante, encontramos estas notas en el escritorio del doctor: 16 de marzo El paciente 9018HP no muestra mejoría. Sigue aferrado a que una especie de antigua deidad, al parecer carente de forma y que solo se manifiesta ante ciertas personas mediante sonidos inhumanos, le habla y lo acosa constantemente... 13 de abril Hoy volví a hablar con el paciente 9018HP, volvió a insistir en la idea de la deidad que le habla. Aseguró que esta deidad permaneció olvidada por mucho tiempo, pero que ciertas personas la trajeron de vuelta y ahora busca “hacerse notar”. Lo cual aterra demasiado al paciente en cuestión, ya que supuestamente esta deidad posee una cierta predilección por la sangre y las vísceras humanas… 25 de mayo 9018HP intentó herir a otro paciente esta mañana. Los enfermeros dicen que estaba en una especie de shock durante el ataque. 26 de mayo Abordé a 9018HP sobre el ataque a otro paciente. Me dijo que hizo eso por orden de la deidad a la que escucha. Que él no quería lastimar a nadie. Afirma que la “voz” de esa cosa es tan poderosa que un simple susurro puede licuar la mente de cualquier humano… 13 de junio La situación se está saliendo de control. Cada vez más pacientes aseguran escuchar voces inhumanas. Desde la muerte de H todo se ha tornado… extraño. ¿Y si todas esas personas con esquizofrenia no están enfermas y en realidad escuchan voces de una entidad que carece de forma…? No, no estoy pensando correctamente, necesito descansar… III Testigo —Diga su edad y nombre completo, por favor.

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La resistencia de la oprimida en México: Lesbianismo y heteronormatividad compulsoria en Hasta el viento tiene miedo (2007)

INVESTIGACIÓN

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André Nascimento

En 1968, Carlos Enrique Taboada dirigió Hasta el viento tiene miedo que se popularizó en México. Comúnmente es exhibida en los medios televisivos mexicanos cada 2 de noviembre, día de los muertos, reflejando el gran suceso del largometraje[1]. La película de Taboada (1968) ofrece una crítica al control disciplinar sobre el comportamiento exigido en(tre) las mujeres en la sociedad mexicana y a todo el constructo institucional que pune las mujeres que amenazaban las reglas socialmente establecidas. Con algunos cambios en la sociedad mexicana, Gustavo Moheno (2007), en exactos casi cuarenta años después de la primera versión de Hasta el viento tiene miedo (1968)[2], debuta un remake, abordando temas todavía no solucionados para que la emancipación femenina fuese desarrollada en otros frentes. Moheno (2007) discute la liberación de la (homo)sexualidad femenina y los patrones de belleza impuestos sobre las mujeres. A lo largo de la historia, los derechos de las mujeres en cuanto a expresar su sexualidad y/o homosexualidad fueron suprimidos debido al rol de género asignado por instituciones de control (Foucault, 1999). Por lo tanto, en una sociedad en que la sexualidad femenina es completamente censurada o posicionada como simples objetos para el ente masculino, la liberación sexual y/o la lesbianidad[3] ganan características de terror frente a las instituciones que intentan reproducir un rol que no solamente es considerado como el patrón femenino natural, pero también la única posibilidad para eses sujetos sexualmente oprimidos. Este ensayo analiza como la película Hasta el viento tiene miedo (2007), de Gustavo Moheno utiliza el terror como forma de empoderamiento y resistencia a la opresión institucional/social que impide la posibilidad de la (homo)sexualidad en(tre) las mujeres. En el largometraje, Claudia es una chica asolada por una anorexia aguda por lo que está confinada en una institución para mujeres para obtener apoyo psicológico. La institución, gobernada por la áspera psiquiatra Bernarda Alquicira, es ensombrecida por el retorno del espíritu de Andrea que quiere vengarse de Bernarda quien la asesinó por celos ante el desprecio de Andrea. Por tanto, la heterosexualidad esperada de la institución es destrozada visto que la directora y otra doctora estaban enamoradas de la misma interna. Según la crítica de Adrienne Rich (1980) que defiende la lesbianidad como una amenaza al patriarcado, sostengo que Hasta el viento tiene miedo (2007) utiliza el terror y la lesbianidad para enfrentar a las normas sexuales impuestas sobre las mujeres. Reforzando, así, la agencia de las mujeres sobre su experiencia sexual y social. En la película, el terror representa una confrontación al control exagerado de los roles de género en la sociedad mexicana que son resultado de la herencia del heteropatriarcado latinoamericano. Hasta el viento tiene miedo, de Gustavo Moheno (2007) La película retrata la historia de Claudia, una chica que no aceptaba su cuerpo, que quería ser flaca como una modelo y por eso intentó matarse, lanzándose de un puente en una gran ciudad en México. El doctor anónimo aconseja a la madre que la niña se vaya a una clínica especializada para que no intente suicidarse nuevamente. Cuando llega a la institución, Claudia descubre que la técnica desarrollada por la psiquiátrica Bernarda Alquieira Torralba se llama “confrontación” sobre la cual, la doctora escribió un libro titulado “Confrontación: el primer paso hasta el alivio emocional”. En la institución, todas son mujeres. Claudia nota que Josefina, su primera amiga en la casa, tenía arañazos cerca de su parte íntima y Josefina la dice que Andrea lo hizo. Después, Claudia se entera que Andrea está muerta y que supuestamente se suicidó. Interesada en la historia, la nueva interna es separada de las demás, lo que aumenta su contacto con el espíritu de Andrea. Un día, Claudia, atormentada por el espíritu de Andrea, corre a la torre y al encontrar Andrea ahorcada, derriba la estatua de la virgen y Josefina la asusta accidentalmente, pelo que Claudia cae del balcón. La estudiante muere y el espíritu de Andrea apoderase de su cuerpo para vengarse de Bernarda, puesto que la psiquiátrica la mato y dijo que ella se suicidó. Andrea, a través do cuerpo de Claudia, logra en vengarse de la directora, desestabilizando la institución y, después, la ofrece una cuerda para que ella se ahorque. Con el suicidio de Bernarda, Claudia retoma su cuerpo y vida. La institución, totalmente desestructurada, cancela todas las actividades y cerraría las puertas.

El control de la (homo)sexualidad en las sociedades occidentales En Historia de la locura, Michel Foucault (1998) explica que el encarcelamiento de los sujetos considerados como disfuncionales para el aparato de la sociedad dominante, visaba la organización social como una justificativa necesaria para la exclusión de algunos. Ese control social de l@s “loc@s” pode ser relacionado con la sexualidad que no se limitaba a las directrices normativas; o sea, sujetos que desafiaban la estructura heterosexista. Consecuentemente, se asociaba tal comportamiento con la locura, lo que resultaba en la internación del sujeto, en otras palabras, la remoción de la sociedad era el próximo paso de sanción a eses cuerpos. Las mujeres eran más vigiadas por el ordenamiento capitalista puesto que la construcción de su sexualidad también implicaba el mantenimiento de los bienes y

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herencia que sería transmitida para la descendencia de la familia heteropatriarcal. El heterosexismo compulsorio es la noción de que la heterosexualidad es el camino natural y que los otros son desvíos de lo correcto y propuesto por la naturaleza (Rich, 1980). Esa estructura atraviesa todos los artefactos e instituciones sociales, por ejemplo, los medios de comunicación, que nos hacen creer que solamente por la heterosexualidad uno puede alcanzar la plenitud sexual/social. Por eso, Hasta el viento tiene miedo (2007) abre una posibilidad de discusión sobre la existencia lesbiana como legitima frente al machismo mexicano. Para Merilyn Freye (1983) todas las mujeres viven un paradojo que las limita entre los roles de puta, frígida o una mujer de todos, o sea, una no puede ganar en la disputa opresora sistémica a la cual todas las mujeres están atrapadas. Por otro lado, las mujeres lesbianas sufren otro encadenamiento de coerción pelo que su existencia misma es velada en la sociedad. La existencia lesbiana aún sigue siendo contestada teniendo en cuenta la invisibilidad reforzada en América Latina. La falta de visibilidad dificulta la lucha por derechos formales y respeto de la causa de las mujeres lesbianas no solo en México, pero en toda Latinoamérica. La participación de la mujer en el proceso de lucha y rol activo durante las demandas por emancipación política no influenciaran mucho para que ellas tuviesen mejor tratamiento en la región. De hecho, ellas continúan sometidas a la estructura machista que mantiene una fuerte discriminación sexual (Chang-Rodríguez, 1999). Los movimientos feministas de los Estados Unidos y Europa llegaran con retraso y con menor intensidad en los países de América Latina, lo que hizo con que las causas de las mujeres demorasen más para que fueses discutidas y sus derechos alcanzados (Chang-Rodríguez, 1999).

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El heterosexismo compulsorio en Hasta el viento tiene miedo (2007) A pesar de la semi-ausencia de las figuras masculinas en la película, hay solamente dos siete hombres anónimos en la película y solo dos hablan: (1) el doctor que envía Claudia para institución y (2) el conductor del coche que lleva la niña para la institución, el poder del discurso masculino direcciona todos los eventos en la vida de Claudia. Lo interesante en esa película es que las influencias del discurso del heterosexismo compulsorio están implícitas, como se fueran todos portavoces del modo natural en que los cuerpos necesitan comportarse. Por ejemplo, la construcción escénica, en el principio de la película, con un shot que se cambia de un extreme close-up para un bird-eye view retrata Claudia como una que necesita ser salva por los hombres que la ayudan, intentando hospitalizarla (0:01:38-0:01:48). La naturalización de la necesidad de apártala del convivio social ofusca la metáfora de que su anorexia es un intento de alcanzar un patrón en las sociedades sometidas al deseo masculino sobre los cuerpos. Porque la mujer fea o gorda es socialmente ignorada y enfrenta más dificultad en construir una familia en los modeles positivados por el heterosexismo compulsorio (Novaes, 2003). El anonimato de los hombres representa que hay un control implícito que no se limita a uno hombre, pera a una estructura que visa a controlar los cuerpos de las mujeres y tomaren decisiones por ellas, mismo sin su propia voluntad (Rich, 1980). El acto de intérnala metaforiza y el convencimiento de su madre metaforiza un mansplanning de las mujeres. Eso significa que la estructura heterosexista impone sobre las mujeres un dominio y las convence por el uso de la ciencia misma que las mujeres necesitan se adecuar a sus direcciones (Rich, 1980), puesto que, en esta perspectiva, los hombres detienen el conocimiento superior. La anorexia de Claudia, la impedía de menstruar, otra razón pela cual ella necesitaba “curarse” para acondicionarse a los patrones de normalidad (hetero)sexual, visto que una consecuencia natural para las mujeres es la maternidad según las normas ofrecidas en la sociedad heteropatriarcal. Para los fines de este análisis, argumento que las decisiones y el encarcelamiento institucionales personifican el discurso de la heterosexualidad compulsoria que tiene por objetivo reparar el comportamiento de las mujeres “transgresoras” en la sociedad. Un hombre que mismo sin aparecer en la película ocupa un rol importante es el señor Collado, astrónomo que dono la casa para la institución (0:07:37). Solo se escucha hablar de él más una vez a lo largo de la película, pero su donación simboliza el intento patriarcal de ejecutar un control institucional sobre las mujeres que pasaran por transes similares al de Claudia. Argumento que, a pesar de no haber una gran presencia masculina en el largometraje, todo el desarrollo institucional se opera bajo la influencia masculina y consecuentemente heterosexista sobre el cuerpo femenino. Teniendo exactos un minuto de habla[1], los close-ups y los shots que, a pesar de cortos, enfatizan el grado de importancia del discurso del médico que, sin argumentar mucho, convence a la madre que su hija necesita internarse puesto que “ella estaría mucho mejor apartada, lejos de sus recuerdos” (0:02:32-0:02:27). Para él, Claudia necesita de ayuda psiquiátrica para curarse y no intenta suicidarse de nuevo. Nuevamente, la represión a la víctima es la primera alternativa en lugar de cuestionar el constructo social que la llevo a querer suicidarse, dicho de otra manera, eso quiere decir que la mujer como víctima del patriarcado tiene que acomodarse a la estructura en vez de que se cuestione su opresión. Los roles femeninos y la heteronormatividad institucional En el largometraje, como ya argumentado, percibimos tres posturas centrales de las mujeres frente al patriarcado y al control ejercido sobre el cuerpo femenino. La primera postura es la que tiene la madre de Claudia (1), que prontamente sigue las orientaciones por creer que la sugerencia heteronormativa es la mejor para el ordenamiento familiar. Las doctoras y enfermeras de la institución (2) aplican la voluntad patriarcal sobre los cuerpos para que se adecuen a lo que es acepto socialmente y las internas (3) que rechazan ese control y por eso son consideradas como transgresoras. Hay dos shots centrales que resumen el papel sumiso de la madre de Claudia son cuando ella empura la silla de ruedas en que Claudia está (0:01:57) y cuando ella interactúa con el doctor (0:02:26). En el primero shot, ella sigue por el corredor con un crucifijo en su cuello y la camera enfoca en su rosto mientras sus ojos miran abajo, representando su debilidad frente a los eventos con su hija. El hospital y la religión católica exhibida en su crucifijo metaforizan su sometimiento a las direcciones institucionales para trataren de su hija. Cuando ella habla con el médico, él solamente necesita de una frase para convencerla de internar su hija (0:02:12 – 0:02:46) y ella obedece la sugerencia por creer que la institución “arreglará” a su hija. Aquí, Claudia es tratada como un objeto en que su opinión no importa, pero tiene que ser manejada para que se adecue al patrón de heteronormatividad social. La madre de Claudia sufre por no entender la razón por que Claudia quiere matarse ni porque no acepta a su cuerpo, queriendo ser extremamente flaca. Las empleadas de la institución aplican la voluntad institucional para que los cuerpos de las internas puedan adaptarse a los intentos del heterosexismo compulsorio. Diferentemente de la madre de Claudia que solamente escucha a la voluntad patriarcal, ellas son utilizadas como instrumento de represión y

control institucional. En otras palabras, mismo siendo mujeres ellas (re)producen la opresión patriarcal sobre otras mujeres, reforzando, así, el plan de dominación sobre la (homo)sexualidad en(tre) las mujeres. Cuando Lucia presenta Josefina a Claudia, el high angle de la camera que mira Josefina de arriba para abajo en toda la interacción con la ginecológica, revelando que la chica tiene miedo de la doctora pues al verla, ella apura su postura cuando la ve (0:08:11-0:08:52). Lucia le dijo a ella “salúdala” (0:08:41) indicando que las reglas de conducta y comportamiento en la institución son mucho estrictas. Eso se confirma por el discurso de Lucia que se mantiene en el imperativo al referirse a las internas. Cuando en silencia Claudia escucha las direcciones, Josefina dice aleatoriamente “ella odia escándalo” (0:09:12-0:09:14), Lucia informa a Claudia que ella se refiere a la directora Bernarda porque “es muy estricta” (0:09:21). Al escuchar eso, Josefina baja sus ojos demostrando miedo de la figura que dirige la institución. La institución requiere que todas las internas porten el uniforme (0:09:25), lo que metaforiza la estandarización sobre los cuerpos de las internas como que sus identidades

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personales deban borrarse para que ellas se acomoden al institucional, o sea, al patrón que las quiere adecuar al heterosexualismo compulsorio. Victoria, la enfermera, es recordada de que necesita entregar a Claudia una copia del reglamento (0:09:44), la interna pregunta a la doctora cuando podrá salir de allí y Lucia la contesta que todo depende de ella, lo que significa que su estancia depende de cuán rápido la chica va adecuarse a las normas. Todas las niñas son punidas y tienen que hacer ejercicio físico, corriendo por la mañana debido a sospecha de que una de ellas prendió el perro en la torre (0:15:09). La música al fondo cuando Bernarda se aproxima crea un aspecto de terror que es reflejado por el miedo de las chicas (0:14:21). La casa aparenta ser un lugar de miedo y castigo más que un centro de acogedor para las pacientes que son inspeccionadas hasta durante el tiempo que están dentro del cuarto de baño (0:15:53. 0:16:17). Después del examen hecho por la doctora Lucia en Claudia, ella la pregunta se Claudia nunca he sangrado en las relaciones sexuales que tuvo (0:23:19) exigiendo que ella la confíese sus prácticas sexuales (Foucault, 1999). Para la perspectiva del heterosexualismo compulsorio las relaciones sexuales con el sexo opuesto es el natural y, por lo tanto, se asume que ese es el patrón básico y esperado en la sociedad. Otra referencia al heterosexualismo compulsorio es cuando la doctora informa a la paciente que ella es culpada de todo y provocó la falta de menstruación con su anorexia, o sea, para la estructura heteropatriarcal las mujeres son culpabilizadas por sus molestias y opresiones sociales (Rich, 1980). La postura de la doctora se cambia cuando Claudia la pregunta sobre Andrea, Lucia se desconcierta, demostrando que hay problemas ocultados en la institución (0:23:41-0:24:55) y por eso, Lucia empieza a hablar de Josefina como una que necesita de ayuda. El terror causa un malestar en la institución por revelar la hipocresía que intenta controlar los cuerpos de las internas. Bernarda representa el ápice de la represión sexual para la idealizada adecuación en la estructura de la heterosexualidad compulsoria. A pesar de sentirse sexualmente atraída por mujeres, ella es reproductora de la opresión sexual, controlando y puniendo las chicas para que fuesen modelas para que estuviesen listas para salir de aquel mecanismo represor (Foucault, 1998). Paradojamente, el título de su libro es “Confrontación: el primer paso hasta el alivio emocional” (0:05:53), su propuesta era que las internas confrontasen sus traumas e indisciplina a fin de que se curasen. En la escena en que las chicas están sentadas en círculo, Bernarda las explica sobre la importancia de confrontar a sí mismas. El longo bird-eye view shot revela su actitud superior para con las internas (0:20:45-0:22:25), Claudia es la única que confronta la directora y la dice que no se importa con la vida de las otras y ni con su propia vida (0:21:18-0:21:28), Josefina concuerda, pero no tiene coraje de decir a la directora. El intento de Bernarda es hacer con que las chicas acepten a su condición para que acomódense a la sociedad, dejando la institución, pero eso significa obedecer a las reglas exigidas para uno sea integrado en los patrones normales de la sociedad patriarcal. Sin embargo, las chicas rechazan su terapia y optan por confrontar el mecanismo de control para que tengan alivio emocional, esto es, declinan las sugerencias institucionales, intentando huir de la coerción impuesta por el heterosexualismo compulsorio. Como sobredicho, las internas son aquellas que confrontan y amenazan la institución. El horror representado con el retorno del espíritu de Andrea, alegoriza la agencia de las mujeres y el deseo de expresar su (homo)sexualidad sin que sean imposibilitadas por el aparato machista que las domina. El espíritu de Andrea aparece por completo en un shot rápido mientras Jessica hace un strip-tease para las otras chicas (0:49:54-0:50:55), representando la (homo)sexualidad femenina como un rompimiento con el esperado en la institución. Las chicas ya confrontaban la orden porque estaban empoderándose de la expresión sexual de su cuerpo, enfrentando el discurso de la casa. Andrea necesitaba del auxilio de Claudia para vengarse por ser la única chica que confrontaba la institución y la religión porque las dos chicas son las únicas que no creen en Dios y la venganza denunciaría la hipocresía de la institución y daría a las chicas libertad sobre sus deseos. La venganza de Andrea puede ser entendida como una alteridad femenina para con sus compañeras que todavía seguían bajo opresión, puesto que ella solamente enfocaba en la directora que era el símbolo de toda a la represión sobre sus cuerpos. Claudia muere después de ver el cuerpo de Andrea ahorcado y su hace con que Bernarda crie más mentiras (0:55:50-0:56:25) para contar a las internas y

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a la madre de Claudia. Las chicas discuten sobre aceptar el tratamiento, pero Jessica dice que no es posible porque ellas no tienen libertad ni mismo durante el baño (0:56:27-0:56:54). Sin embargo, Bernarda las informa que Claudia está bien y que la terapia se finalizará. Otro trazo de confrontación es la cuando Andrea seduce Lucia, rompiendo las barreras éticas entre los roles de poder de doctora y paciente (0:59:01-1:00:36). La construcción escénica revela que el problema sería por la frontera profesional y no la homosexualidad como error moral. La relación entre las dos muchachas denuncia que, a pesar del control sobre la sexualidad en las internas, las responsables por el aparato represor de la (homo)sexualidad también estaban sujetas al deseo. El deseo homosexual, a pesar de reprimido, fue permitido a través de la afronta al control sexual que intentaba modular a las internas. Es importante citar el retorno de Claudia, cuando ella resucita y su cuerpo es tomado por Andrea. El terror aquí metaforiza las experiencias que van más allá dos límites impuestos por la perspectiva normalizadora del heterosexismo compulsorio. Dicho de otras maneras, el terror reivindica por espacios de experiencias sexuales y sociales que confrontan las coerciones de la sexualidad enfrentada por las mujeres (Rich, 1980). El terror, entonces, crea un espacio para que las mujeres se sientan autorizadas a luchar contra el heterosexismo y demandar por su libertad (homo)sexual. En eso, la película establece un claro dialogo con la resistencia lesbiana en las sociedades occidentales, principalmente en Latinoamérica. Ya que a pesar de estrictamente reprimida puesto que las lesbianas tenían de curarse; instituciones para mujeres eran también reconocidas como centros de resistencia donde las mujeres que deseaban el mismo sexo enfrentaban la represión social. El intento de Bernarda en aproximarse sexualmente de Andrea, como sobredicho, se yuxtapone a la hipocresía del heterosexualismo compulsorio que rechaza la lesbianidad como identidad legitima, pero intenta utilizarse de eso para satisfacer sus deseos del placer patriarcal, simbolizado por Bernarda. Dicho de otra manera, la mujer puede ser lesbiana para agradar al hombre, como en las producciones pornográficas lesbianas, pero no pueden disfrutar de su homosexualidad socialmente o rechazar a los objetivos del heterosexualismo compulsorio. Por lo tanto, el terror desafía a eses controles e intenta crear espacios en que la sexualidad de las chicas no sea reprimida.

El horror y el enflaquecimiento del control De acuerdo con Mike Wayne (2005), la posesión puede ser comprendida como un aspecto de un grupo oprimido socialmente por una estructura mayor, identifico que el horror en Hasta el viento tiene miedo (2007) es el medio pelo cual las internas reprimidas, en su sexualidad o homosexualidad, confrontan la estructura heterosexista. El horror causado en la casa personifica un revés de toda la represión sexual que sofoca a las mujeres en México e ignora las demandas de las mujeres lesbianas. Cuando Andrea nota que hay un deseo homosexual reprimido en Lucia y se interesa por la ginecologuita, ella denuncia la hipocresía de la institución que predicaba la estructura de la naturalización de los cuerpos dentro del espectro heterosexista. La institución empieza a desmoronarse cuando Lucia y Bernarda no más confían una en la otra. En la escena en que Lucia sentada sobre el suelo grita en desespero que no

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más quiere estar en la institución, la media luz escénica revela el miedo en que las líderes ahora tienes después de la asombra del espíritu de Andrea. En la secuencia, tenemos acceso a los recuerdos de Bernarda y percibimos que ella se arrodilla delante de Andrea, revelando que no obstante el control sexual, el ordenamiento no podría contener el deseo sexual entre las mujeres (1:16:36). Pero Andrea nunca quiso relacionarse con la persona que alegorizaba toda la opresión a los deseos (homo)sexuales y que intentaba modelar los deseos y acciones de las internas, y por eso Andrea la mordió y fue empujada de la escalera por Bernarda. Lucia confronta la directora por todo y la reafirma que Claudia también está muerta. El viento hace con que las puertas se batan y Bernarda se asusta por no comprender como la naturaleza huye tanto del natural, la construcción fílmica de Moheno (2007) cuestiona los principios de naturalidad con los fines de que otras maneras de expresarse sexualmente sean posibilitadas. Con todos esos eventos en la película, los patrones de normalidad se deshacen y Bernarda no más puede controlar o reglar sobre lo que es natural o no. Andrea/Claudia la ofrece una cuerda para que Bernarda se ahorque y declare impotencia sobre la vigilancia de los cuerpos como se los deseos fueron más fuertes. En el largometraje, el espíritu de Andrea, que personifica el empoderamiento y resistencia de la mujer lesbiana, no intenta hacer las paces con la institución; pero contrario, en la escena en que finalmente encuentra con la directora ella no dice absolutamente nada y la cuerda, o sea, la muerte de Bernarda es la única interacción (1:19:36-1:20:24). La homosexualidad simbolizada en Andrea/Claudia no acepta dialogar con los principios patriarcales metaforizados en la directora, y, por lo tanto, Andrea/ Claudia quieren distanciarse y romper totalmente su conexión con el organismo patriarcal. La venganza y la posibilidad de existir como lesbiana solo sería posible caso el control institucional fuera depuesto. Después del suicidio de Bernarda, las chicas retornan a su casas y Claudia finalmente menstrua en el autobús, lo que representa que una vez que ella no más está oprimida por las instituciones ella alcanza su propia verdad en una “normalidad” que no depende de los presupuestos heteropatriarcales. Las chicas parecen felices cuando caminan para lejos de la casa y el longo shot no las retrata mirando atrás (1:21:45), metaforizando su caminada para la libertad. Después que las chicas se van, Lucia comienza a cometer suicidio mirando al espejo y se conectando con el espíritu de Andrea (1:24:08), o sea, cuando los vínculos con la institución se rompen ella intenta se conectar con el amor que le fue impedido de ser vivido plenamente en la institución. Moheno (2007) presenta una perspectiva que se asemeja al feminismo radical porque propone que la liberación femenina no depende de la exclusión de los hombres, pero depende de un rompimiento con la ideología que controla la (homo)sexualidad en la sociedad. Además, se propone que no necesariamente ese rompimiento ese dialogo puede suceder visto que el discurso dominante declina las reivindicaciones y visibilidad lesbiana. Por lo tanto, el terror de la película propone que los sujetos marginados por la estructura patriarcal dominante solo pueden liberarse cuando una estructura ideológica sobre su existencia pasa por una transformación profundada e intenta se desconectar totalmente de las instituciones que reglan los cuerpos oprimidos.

Conclusión Conforme aquí presentado, la película propone una denuncia a la estructura heteropatriarcal dominante que sostiene que la heterosexualidad es el camino natural para tod@s. Sin embargo, a través del terror, el largometraje cuestiona los límites del discurso que propone el natural y borra otras posibilidades (homo)sexuales, principalmente para las mujeres. Producciones culturales como Hasta el viento tiene miedo (2007), utilizando el suceso de la producción de la década de 1960 de la película homónima, propone una abertura sobre la temática de la lesbianidad en México. La producción de Moheno (2007) permite una visibilidad en los medios culturales mexicano sobre la causa de la emancipación sexual de las mujeres y de las mujeres lesbianas. Las ultimas todavía luchan por visibilidad por lo cual su existencia es por lo menos respetada en la sociedad y mismo dentro del contexto LGBTTIQ+. Y como ya discutido aquí, una de las razones por que muchos derechos para que su sexualidad sea plenamente libre, posibilitando que las mujeres como un todo tengan más agencia para ejercer sus escojas sociales sin la dependencia de la estructura patriarcal. Sistema que las intentan convencer de que la heterosexualidad es el camino necesario para ser uno/a ciudadana/o pleno y así poder (re)producir para la sociedad machista/capitalista que oprime las diferencias sexuales, especialmente en los cuerpos que sufren históricamente con la dominación sobre su sexualidad, estos son, las mujeres, mujeres lesbianas y aquellos que vivencian sexualidad consideradas “transgresoras”. Transgredir en su (homo)sexualidad en contextos machistas que predican el heterosexualismo compulsorio es resistir todos los días para tener derechos de ser diferente. Notas [1] Sugerencia escrita por el periodista Roberto Uriel del periódico Info 7 Noticias, disponible en: http://www.info7.mx/editorial/siete-peliculas-mexicanas-para-ver-el-diade-muertos/1649981. Acesado en 18 de noviembre de 2017. [2] Este papel no se propone a analizar la película de 1968 a pesar de considérala muy relevante para la crítica de los roles de géneros en la sociedad mexicana en el siglo XX. [3] A pesar de no configurar como ítem lexical en la Real Academia Española (n. pag.), en este artículo, utilizo las expresiones “lesbianidad” y “existencia lesbiana” en lugar de “lesbianismo” por creer que el sufijo “ismo” en la palabra lesbiana tenga un fuerte carácter limitador sobre la agencia de la mujer lesbiana. Además, creo que ese sufijo patologiza semánticamente la identidad sexual a la cual este ensayo se propone a discutir. [4] 0:02:11-0:02:43 y 0:02:55-0:03:23. Obras Citadas Collins, Patricia Hill and Bilge, Sirma. Intersectionality. Cambridge: Polity, 2016. Print Foucault, Michel. Historia de la locura en la época clasica. Traduzido del francés por Juan Jose Utrilla. FCE, Colombia. [1964] 1998. Print. . História da Sexualidade I: a vontade de saber. Tradução: Maria Thereza as Costa Albuquerque e J.A Guilhon Albuquerque. Rio de Janeiro: Graal, 1999. Frye, Marilyn. The politics of reality: essays in feminist theory. The Crossing Press, New York, 1983. Print. Moheno, Gustavo. Hasta el viento tiene miedo. 2007. Novaes, Joana Vilhena. “Ser mulher, ser feia, ser excluída”. Psicologia, Rio de Janeiro, 2003. Disponible en: http://www.psicologia.pt/artigos/textos/A0237.pdf. Acesado en Acesado en 20 de noviembre de 2017. Real Academia Española. Disponible en: http://dle.rae.es/. Acesado en 19 de noviembre de 2017. Rich, Adrienne. “Compulsory heterosexuality and Lesbian Existance”. In: Signs, vol. 05, No. 04, Women: Sex and Sexuality – Chicago Press University, Chicago, 1980. Taboada, Carlos Henrique. Hasta el viento tiene miedo. 1968. Uriel, Roberto. “Siete películas mexicanas para ver en el día de los muertos”. In: Info 7 Noticias, 2016. Disponible en: http://www.info7.mx/editorial/siete-peliculasmexicanas-para-ver-el-dia-de-muertos/1649981. Acesado en 18 de noviembre de 2017. Wayne, Mike. “Spectre and Capitalism, Spectacle and the Horror Film” Spectacle of the Real: From Hollywood to Reality TV and beyond, Geoff (ed. And introd.) King and Jay David (preface) Bolter, Intellect, 2005, pp. 201-212. EBSCOhost,libproxy.unm.edu/ l o g i n ?u r l =h t t p ://s e a r c h .e b s c o h o s t .c o m /l o g i n .a s p x ? direct=true&db=mzh&AN=2013443441&site=eds-live&scope=site.

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POESÍA Aprendes José N. Méndez

Aprendes porque se agotan las opciones porque te han dejado sin ellas porque la sombra va a la sombra y la perspectiva queda oxidada en la hinchazón del ojo. Aprendes porque un día te viste de rodillas besando el pulgar de la melancolía, saboreando lo amargo y a veces agarrándole gusto; esperando su visita siempre puntal en la madrugada. Aprendes por cada ocasión que tus alas y toda su luz fueron comparadas con el fulgor de otras. Aprendes porque parece dar igual que afiles la mente y el alma y puedas del arte crear una constelación; pues todo eso será obsoleto si no aprendiste acerca del trozo de madera y su estrecho vínculo con el clavo o tu porte es más parecido a lo invisible que a algún artista de antaño. Aprendes porque el dolor de tus músculos, la constante punzada del pecho, el peso de la ropa la velocidad en tus pulsaciones y hasta el mensaje que no llega arriban sorpresivamente cada noche y se han llevado hasta la última pizca de insomnio. Aprendes, de las albas que se te acumulan, de la caminata hacia el parque de sentarse en el columpio a por un instante, pensar en nada y otras veces creer que en otro punto del mundo alguien en un parque sentado en un columpio también es un instante en la mente de otro alguien. Aprendes a reiniciarte, porque nadie te lo dijo pero es tu derecho partir de cero una, dos, tres y las veces que el alma y el cuerpo puedan ser capaces de converger con las penumbras y estas callen, se evaporen, las respires y exhales una vez al día.

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El vacío Antonio Lau Piña

¿Qué es este agrio malestar que se posa sobre mi alma? estás ganas de expulsar un grito inaudible que recorra cada una de las calles bulliciosas de mi ciudad. ¿Qué es está oscuridad que me ronda y que me abraza como una madre a su hijo? ¿Qué es esté inacabable vacío que existe dentro mío y que se traga toda mi felicidad como un infinito agujero negro? Por las noches lloro sin mostrar lagrima alguna, mi rostro se contrae pero simplemente no rompe en llanto, es como si hubiese olvidado como llorar; nada sale de mis ojos porque estoy vacío. A fin de cuentas, este insistente malestar no es más que mi yo verdadero; ese que llora sin lagrimar, ese que duerme sin descansar, ese que vive sin en verdad vivir. La noche se aviene entre tinieblas y me hace sufrir, pues ya no hay nada que me mantenga apartado de mis pensamientos, así que quedo a merced de ellos, y me toman como a un perro abandonado, pero solo para escupirme, y recordarme que estoy solo. He pasado ya tanto tiempo caminando por lúgubres pasajes, que cuando por fin llega la hora convenida para sufrir, no sufro… simplemente permanezco en una inmutable intranquilidad que me arrebata la calma y devora mi alma. ¡Respuestas! ¡Alguien, por favor! ¿qué es este maldito demonio que me acosa y que se alimenta de mi carne? No hay respuesta, solo un silencio, solo un eco, que me recuerda que sí, estoy solo, más que nunca, igual que siempre.

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¡Oh, rosa!; oh, juventud lejana; ¡oh, Gohete y Mozart! Jonathan Caicedo Girón

“A nosotros los inmortales no nos gusta que se nos tome en serio, nos gusta la broma.” Harry Haller

Me muevo por la estepa solitaria. Ando de teatro en teatro. La entrada no es para cualquiera: SÓLO PARA LOCOS. Degusto el Tractatus de mi ser. Lo lamo, lo degüello, lo escupo. Me desdoblo en el espejo. Ahora somos dos. Las sombras se miran a través del cristal. ¡Me muestro mis afilados dientes! ¡Me temo! ¿Acaso sé quién soy? ¿La carne viscosa que carga la mierda dentro de sí? ¿O la sombra que no puede amar? Es más: ¡no quiero aprender a bailar! Soy incapaz de adaptarme al rostro otro por temor al rechazo. Armanda, María y Rosa Mías son. Así, como también me pertenece un pedacito de sus lunares. Pablo: es el dueño del infierno. Los muros: escupen palabras. Con premura compraré un boletico para el panteón. El amor me quitó la posibilidad del suicidio. Armanda y su inequívoca empresa: morir por la daga. Gohete y la mansa sonrisa, larga como la primavera. Mozart: un santo, hediondo DIOS fraguado en las antipáticas melodías de Salieri. Un frenesí de máscaras. Un lobo solitario lanza su aullar. Las almas se estremecen. La soledad: una finísima amiga. La compañía: una manera de resistir: La vida: un ratico de amor. Trémulos: son mis diálogos. Estos versos: no para cualquiera. Entrada al poema disponible: Sólo para locos.

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No pedí nacer

“Yo nací un día que Dios estuvo enfermo”. César Adrián Vallejo Garrionero

En la nada me encuentro, Taciturno, reflexionando lo afortunado que soy al no nacer. Así es: ¡Prefiero la nada! Prefiero no nadar, ni escuchar el pitido de los pájaros. ¡Prefiero no sentir ¡El nacer primaveral! ¡oh, sí!, prefiero no enamorarme! ¡Estado bobalicón en el que se encuentra el hombre! Acá en la nada no busco dinero ¡Ni putas para follar! ¡Y es que no quisiera nacer! No quiero ser el experimento de un dios cegatón, que hizo a los hombres con el barro más podrido de la naturaleza. ¿Y para qué nacer? Si, acá en la nada uno se siente contento. ¡No hay pobreza ni riqueza! ¡No hay codicia ni placer! Y es que no quisiera tener que morir, no quiero esa condena. Ahhh! Y no quiero que olviden que los brazos serviles que cargan el ataúd, ¡pronto serán cargados! ¡Es un alivio librarme de ello! Por ahora, sólo espero que algún miope ¡Se alegre de no llegar!

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Bucle

Alejandra Olson Doce de la noche. Lista uno del día uno. Primer lunes de enero 1) Sonará el despertador, lo detendré tres veces = quince minutos 2) Las manecillas darán la hora exacta serán las seis de la mañana abriré los ojos despertaré a la esposa 3) Agua fría fría fría…helada (un microorganismo en la punta de la nariz salta a la pestaña doblada por la almohada) el jabón se resbalará los poros serán purificados de gérmenes que viven agrupados haciendo fiestas mueran en la regadera del psiquiátrico y ansiolítico desorden en mis huecos 4) El médico especificará la temperatura del agua fría solo fría 5) Serán las seis con quince sacaré las bolsas rosas de la caja rosa sacaré las bolsas amarillas de la caja amarilla (sacaré todas las bolsas de todos los colores de todas las cajas de colores) 6) Rosa (pantone 360-A) tela que se evapora borra los estigmas y vibra en las pupilas rosa que atrapa mi cabeza en los remolinos de la creatividad 7) Habrá polvo me lavaré las manos me lavaré las manos me lavaré las manos la esposa no limpia tres veces al día 8) Secaré el agua (con la toalla café) que salpicaré en el lavabo toalla café que doblaré en cuatro enseñaré a la esposa (una vez más) a doblar cada esquina 9) La esposa bajará La cafetera escupirá El pan se tostará Las yemas serán perfectas

10) Me sentaré a la mesa revisaré los cubiertos revisaré los cubiertos revisaré los cubiertos la comida en la mesa y el olor como polvo blanco en fosas nasales comenzará un día con la paz de un monasterio 11) Esperaré diez minutos sin movimientos la esposa lavará los trastes aseguraré días sin contratiempo platos y tazas en armonía dentro del mueble formados inconmensurable perfección

lavados-secos-ensulugar y lavaré las manos lavaré las manos lavaré las manos la piel se estirará como látex aseguraré cerrar la llave limpiaré el lavabo las manchas producen moho que produce nauseas qua alteran la tranquilidad en un hogar 12) La esposa no saldrá de casa tendrá la lista de deberes escrita con letra inmejorable 13) Sacaré un spray y un trapo rojo (trapo 10 x10 centímetros… /ni más ni menos/ brocha pequeña, grande) un teclado está expuesto y las partículas que caen vuelven borroso el pensamiento un artefacto brillante: es una joya 14) Abriré la lista cerraré la lista abriré órdenes seguiré patrones bordados en el cerebro

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15) El teléfono sonará tres veces contaré los cinco minutos seré breve con la esposa revisaremos pasos de las tareas 16) Soñaré números un día y otro me hablarán con lenguaje difuso y cada mañana en el estanquillo buscaré las cantidades en la lotería porque seré ganador (5 13 19 67 83 97 los números primos se dividen entre 1 y 7 dividir cada uno entre cada número) 17) Mediré milimétricamente las hojas del cajón y ordenaré por tamaños lápices y colores limpiaré la computadora limpiaré la computadora limpiaré el escritorio limpiaré las manos las toallas quita-bacterias por tres veces / veces = quince minutos 18) Cerraré puertas de la oficina de la casa del auto tres veces revisaré y todo deberá estar cerrado y en una última revisión podré sentirme seguro y libre de organismos no deseados 19) Contaré adoquines y los números primos que dividiré día y noche dan vueltas con ilusiones que se mezclarán en mis ideas (viven conmigo o viven en mí) 20) Limpiaré los zapatos arrastraré 1 arrastraré 2 arrastraré 1 arrastraré 2 arrastraré 1 arrastraré 2 arrastraré 1 arrastraré 2

y la vista pondré en el equilibrio visual la esposa moverá cosas me mueven el esqueleto que los ansiolíticos no calmaran 21) Lavaré los dientes cinco veces al día las partículas de comida se descomponen fácilmente detesto pensar en la placa bacteriana que descompone los tejidos 22) Secaré el agua del lavabo limpiaré las llaves toalla café doblada (toalla 15 x15 centímetros… /ni más ni menos/) 23) Cenaré con la esposa pan tostado té negro con leche lavaré mis manos secaré el lavabo lavaré los dientes secaré el lavabo lavaré las manos y los dientes 24) Haré mi lista del siguiente día Doce de la noche. Lista dos del día dos. Martes dos del mes de enero. 1) mi mujer se fue 2) mi mujer se fue 3) mi mujer se fue 4) mi mujer se fue 5) necesito una lista. 6) todo se descompuso: 7) el lavabo, 11) las llaves, 17) la casa, 23) mis cajas, 31) mis manos, 97) mi cabeza. (tengo microorganismos convertidos en alien)

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Sellado Rosario G. Towns

Hoy, un ángel de ojos verdeazules, me dijo: no te dejaré caer. me tendió su brazo, su cabello su luz de niña. Siempre hay un más abajo del abajo Siempre hay un más alto de lo alto; necesito mi fe para tener a mi Dios y a mi Dios para creer... No puedo lograr que alguien me quiera; quiero el poder para lograrlo... Me urge agua suficiente para flotar; me urge luz que cauterice tanta herida; me urge dormir para huir de mi, de ti... Sobre la mesa donde escribo, hay flores secas, un vino sin descorchar, un cenicero de horas y papeles donde ensayo el adiós... Me resbalan las 5:00 pm entre los senos, me crujen los dientes de callar, me sangran los nudillos y la sonrisa. ¡Para qué mi todo, desde quién su nada! ¡Por qué mi edad, mi solitud, mi canto fuerte! Voy a ser baja, loca, ignorante Voy a ser necia, floja, escotada Voy a ser vulgar, borracha, tramposa: porque según las escrituras no se es feliz porque según las estadísticas así se rie... Quiero la tierra para ganarme un corazón y si se me niega el cielo al caer mis pestañas: que de postizas vaguen aire abajo... Total…de tan -plástica-, seré retornable seré reciclable seré reutilizable contrario a como he sido: poquita, ligera, anónima y fugaz.

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Espontánea Y un día, tal vez nublado, volteas y te has llenado de escaleras y pan de agua; de libros y canas. El aire de agosto es el mismo pero tú respiras distinto; el azul se llama: motivos y, las 4:AM gritan estreno... Te pones dulce, te pones bosque, te pones luz y se te enfrían las caderas. ¿Quién conoce la canción del miedo? Te salvas con la poquita lluvia que rebota de la cama al tiempo; con una voz cortada por - te quieros-. Y, un día veintiseis, una magia cosechada y la secuencia de la hora muda: son tu nueva fe. La almohada de lágrimas y memorias no reconoce la risa con que caes y, tu mano izquierda descubre su propia escritura. Te expandes como un sentimiento, lloras sobre un pecho lejano y el hada de la caricia te firma las mejillas. ¿Qué dudas van rampa arriba por el mínimo vacío de la añoranza, del vientre hacia la historia de cien ayeres? Si... un día que desteje los territorios blandos y sopla cenizas de furia; que deja a los poros sublevarse y se rasga con la levedad de un aliento. Así me sentí: con las arterias inocentes y los párpados colina abajo, como niña de encajes prometidos y casa de flancos despertando. Un amanecer, una luna para dos ventanas de ciudad; con un --Señora mía- entre la bata y el poema: un día y para ya siempre.

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Tragado por el mar Antonio Lau Piña

La amargura se posa sobre mi cuerpo, es pesada y revuelve mi frágil estómago. La bilis se impulsa hacia afuera con ímpetu de vomitar mil injurias contra todo; contra la madre, contra mi amada, contra mis compañeros, contra Dios. El hastió se vuelve un grito eterno que se ahoga en el incesante suplicio de mi oscuridad interna. Indeseos impíos de muerte y desesperación a cada rincón. Mi cuerpo flota en la nada absoluta, ¡Y aun así! es entorpecido por etéreos sueños. Mi rostro se contrae y llora lagrimas hacia dentro. Infierno debajo mío, llamas incesantes, que queman las suelas de mis viejos zapatos, y me impiden mantenerme de pie. Maldiciones que me han seguido toda mi vida y me han formado hasta ser lo que soy: vergüenza y dolor. Créate a partir de ello, dice Nietzsche, pero yo torpemente solo cree una masa amorfa de sinsentido y vana gloria. Los latidos de mi espíritu empobrecido por el vicio decaen a cada momento.

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Mi memoria se fragmenta y olvida recuerdos que en realidad nunca sucedieron. Y las flores se marchitan aunque sea primavera, y el colibrí muere pues ya no tiene labor alguna. ¡Ya miseria! ¡Maldita bastarda! ¡Ya basta! ¡Estoy cansado! Me he cansado… Me he cansado de escribir repugnantes versos que pareciese que únicamente son arrojados al mar como una botella que contiene el mensaje: “Ayuda, estoy perdido” ¡Y sí que lo estoy! Pero todo esto, para que al final de cuentas no llegue hacía ningún lado, y simplemente sea llevada por el inclemente mar hasta ser olvidada entre una marea que no perdona, no termina, ni tampoco regurgita todo aquello que se ha tragado.

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Manto negro Paula Barouh

Hoy atraje la muerte. Los infiernos en vida. No sé qué hice mal. La intención fue ser olvidado. Embutirme en la angustia de meses sollozados. En una ropa oscura que atrapa la negrura de los feos sentimientos. Agarra más negrura, el vestir de elementos muertos. De fechas con nombre y heridas. Ocultar la realidad de un cuerpo sin preguntas, sin entendimiento. Sin el acecho de un calor ajeno. Los mantos negros de tu herencia llena de piedras y maleficios son un legado adquirido. Vestidura veloz sin esfuerzo ni pudor. Lleva el manto negro los retazos de un antiguo dolor cobijado en esa esquina, donde pacté mi salida... ...y nunca dije adiós.

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Rutina Alejandra Olson

Hay un vértigo que me acompaña, cuando hablo delante de dos personas. Un nudo me enmudece, aprieto los dientes; y en la fractura que sufro, está acumulando manzana manzana manzana y desasosiego. La manzana comienza a quebrar las muelas, en la oscuridad de la caverna, esa en la que vivimos con las piernas preocupadas por avanzar o correr, pero una mano monstruosa recoge los pasos para hundirlos en las arenas movedizas del miedo. Ese hueco gigante que nos devora de tanto chocar los molares. También carecemos de valentía para agarrar la sílaba: no, y pasearla por la boca para que estalle en el aullido más profundo, que hace nudos de pánico en los hombros derrumbados por el alquitrán, pasando días y días con las encías para masticar la parálisis en la mandíbula llamada impunemente vida. (rutina)

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La Muerte Ulises Ibal

Había escuchado antes su nombre gritado en el suelo vibrante cuando los estoicos mares asolan y en el tronar de las tormentas también lo escuché, atenuado un susurro apenas de vejez dicho entre dientes enfermos o escrito en un parpado cerrándose otras veces su voz era ritmo cantaba su voz en los tambores cantaba su voz desde las heridas cantaba hasta que volvía al silencio ahora lo escucho es un susurro apenas como traído por el viento para posarse en mi cabeza y ser corona volviéndose sudario escrito en el rostro del espejo saliendo de los ojos de las comisuras de los labios después está en mis manos como un regalo para dar igual se le da agua al sediento, e inevitables acudimos al llamado Pérdida de identidad Una ciudad es todas las ciudades esta calle donde estoy parado es otra calle, en otra ciudad donde estoy parado, afirmando que una ciudad es todas las ciudades

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así las lenguas sean distintas los cortes y tintes de las ropas sean contrarios diametrales y sus habitantes difieran en cómo cascar un huevo; una es reflejo de otra y esa de otra y otra y otra estas casas erguidas, orgullosas frutos de nuestras manos todas las manos como una sola haciendo vibrar la tierra y en otras tierras, las lejanas una mano sola se levanta con ella, casas erguidas, orgullosas este mercado, con sus frutas y telas es de especias y animales, en otra esta escuela donde enseñan misterios es otra donde artifician con números y los templos, los magníficos templos; todos los templos son un solo templo todos, para todos los dioses, el único en todos los hombres que afirman que un solo hombre es todos los hombres

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Lo que susurra el río

Sara Amayeli Toscano Magos

El tiempo bosteza un lamento, trazando el andar maestro, Nacidos de un suspiro, de la maleza, de las entrañas o del vacío. El misterio de nuestras células se encierra en el recuerdo de un plic, plic, plic, blum… Las caricias en su venus, los besos esparcidos, húmedos, mezclados, desvergonzados, Lo presumía, la proclamaba, lo poseía, la encantaba, lo revivía, la adormilaba. Las ondas hacían vibrar su piel en un eco eterno de un plic, plic, plic, blum. Su fuente de vida, de sus cabellos las canas, de su corazón las venas, de su sonrisa arrugas. Iris esmeralda, zafiro, tierra, encaminan lágrimas transformadas en laderas. Ella muere en cada jadeo y suspiro, él la renace con un plic, plic, plic, blum. La belleza cristalina que enjarra la tierra, acariciando las hojas, como si fueran centellas. Ternura andante muestra a su reina, otras el peligro que a ella le encanta y le aterra. Pero asi es el agua y así es la tierra, eternos con un plic, plic, plic, blum.

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FOTOGRAFÍA

Oxígeno

Fotografía Alondra Murua

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Muerte

FotografiĂ­a Alondra Murua

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MICROCUENTO MINIFICCIÓN

Asunto serio Julio César Sánchez Chilaca

A Bernardo Esquinca

Con sus rostros llenos de preocupación y angustia, los tutores del menor fueron narrando al psiquiatra la relación de su hijo con su amigo imaginario. Describieron, con meticulosidad, las largas horas que se pasaba platicando con él y los juegos escalofriantes que en complicidad realizaban. Al oírlos, el especialista sólo quedó confundido y perplejo. No por aquel trivial problema, que sabía cómo hacerle frente, sino por aquellos padres que, en concordancia, fantaseaban al afirmar que tenían un hijo.

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La oscuridad Michel M. Merino

Hola. Me alegra tanto volver a verte. Creí que te habías olvidado de mí. Dime ¿qué ocurre esta vez? Ya veo. No quieres decirme. Está bien. No hace falta. No tienes que hablar si no quieres. Sé que el mundo puede ser un lugar muy cruel; la vida, dura, y la gente, mala. Descuida. Estás a salvo aquí conmigo. ¿Qué pasa? Ah… Así que tu nueva pareja volvió a molestarse contigo. No le hagas caso, cariño. La gente siempre prefiere enojarse con nosotros a tratar de ayudarnos con nuestros problemas. Pero sabes que yo no soy así. Yo quiero ayudarte. Ven. Acércate más. Eso es… Con que te despidieron del trabajo otra vez, ¿eh? No pasa nada. De todos modos eras demasiado para ese lugar. Tú eres mucho mejor que todos ellos juntos. Así es; pura envidia, corazón. Se sintieron amenazados por ti; estaban celosos de tu talento. Adelante. Llora. Déjalo salir; te hará bien. ¿Cómo que nadie te entiende? ¿De qué hablas? Yo te entiendo. Yo sé lo que te pasa; lo que piensas; lo que necesitas. Ven. Déjame abrazarte. ¿Te sientes mejor? ¿Por qué no me dices de una vez qué es lo que en realidad te tiene así? ¿Miedo? ¿Miedo de qué? ¿Soledad? ¡¿Pero por qué?! Si yo siempre he estado junto a ti. Lo que pasa es que tú no me ves porque siempre estás con tus cosas; pero yo siempre he estado ahí, viéndote… esperándote. Por favor; olvídate ya de todos ellos. Ellos no te quieren ni te valoran como yo. Vamos. Ven conmigo y no mires atrás. Te extrañé tanto. Sabía que volveríamos a estar juntos. Ven. Vayamos a donde nadie pueda vernos. Te quiero dentro de mí; y quiero que te quedes ahí por siempre.

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Siempre entre las sombras acecha la angustia Dante Vázquez M.

Primer “Diablo”: La noche ciega. Segundo “Diablo”: La euforia de la música. “Tercer “Diablo”: La advertencia evadida. Camino a la fiesta me encontré, en diferentes lugares, a tres personas. Una me dijo que no bebiera demasiado, porque notó la humedad en mis ojos. Otra, que lo evitara porque me temblaban las manos. Y la última, que mejor regresara a casa, porque cuando la oscuridad está inquieta se devora a sí misma. A cada una le sonreí y di las gracias. Cuarto “Diablo”: El autoabandono. Quinto “Diablo”: El olvido propio. Sexto “Diablo”: La desolación. Mareado me senté por un rato, luego salí a vomitar detrás de un ficus. Séptimo “Diablo”: Tambaleando, con un cigarro en la mano izquierda, y un vaso en la derecha, di la vuelta en la calle que da directo a casa. Me recargué en una pared. Mi respiración aumentaba. Tiré el cigarro, para medio conservar el equilibrio, y di unos cuantos pasos. Lo que se abalanzó contra mí era más grande que un San Bernardo adulto. Caí de nalgas y mi espalda amortiguó el golpe seco de mi cabeza en la banqueta. Alguien gritó mi nombre, y pedía ayuda antes aquella bestia me desgarrara hasta el alma.

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“Un asesino en casa” Carla Sabido

La noche vestía una fuerte tormenta aquel día, los estruendosos ruidos de los truenos me levantaron de la cama, cerré mi ventana y volví a ella bastante adormilada. De pronto comenzó un goteo, las espesas gotas cayeron sobre mis piernas unas dos o tres veces, entre la oscuridad limpie mis piernas entre las sábanas. Una de las gotas me cayó justo en la frente pero esta se sentía aún más densa, así que me levanté para encender la luz y en mi camino me encontré con lo que parecían ser charcos de esta misma agua que caía de las goteras por todo el cuarto, al encender la luz noté que esta no prendía, así que me devolví a la cama, pero cuando me acerqué a ella la sentí completamente mojada… Una mano sobre mi hombro me tomó por sorpresa, al mismo tiempo que los truenos no dejaban de caer,a este momento me sentía aterrorizada, aunque solo pasaba por mi cabeza que esto era parte de mi imaginación. Mientras las luces del cielo, intermitentes iluminaban la habitación, vi la figura de un hombre con una sonrisa inquieta y ojos desviados, con un cuchillo en mano apuntando hacia mi y con la otra me sostenía del hombro, toda mi habitación estaba cubierta de sangre. Me tiré al suelo totalmente en pánico, en ese momento los truenos pararon y unos segundos después se encendieron las luces. El desapareció, pero la sangre seguía ahí. La policía jamás logró identificar al sujeto, pero la sangre pertenecía a una chica que había muerto días antes en las vías del tren, al parecer un suicidio…

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El extraño Diego Alba

La primera vez que vio al extraño fue hace diez años, en la penumbra de una disco. A unos metros, un desconocido de extrañas facciones trataba de decirle algo con gestos. Dos años después lo vio en el subterráneo y lo ignoró. Desde ese episodio se le apareció más frecuentemente, siempre a la distancia, mezclado con la multitud y urgido por hablarle. A veces hacía como que no lo veía y otras intentó devolverle los gestos, pero sólo logró llamar la atención del gentío que parecía no verlo. En los últimos meses fue insoportable. Aparecía todo el tiempo con esa angustiante gestualidad y sus labios sin sonido. Perdía su cordura. Se estaba volviendo loco. Veía al sujeto en todas partes. Tenía que remediarlo. Y como los locos hacen locuras, se clavó un punzón en los ojos. Llegó al hospital ciego y herido pero muy, muy tranquilo. Luego de sedantes y curaciones, despertó a sus plácidas tinieblas en la habitación del ala psiquiátrica. Una voz amable lo recibió: —Señor Quijano, por suerte, las lesiones que se ha causado no han tenido consecuencias graves. Solo ha perdido la vista. Y ahora que me oyes, — susurró— mi querido cieguito, voy por tus oídos.

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Pesadilla

Paola Astrid May Castillo La puerta del armario se abrió lenta y estrepitosamente. Ella tragó saliva. Sabía que la estaba observando. Podía escuchar su respiración incongruente. Miró en todas direcciones con nerviosismo. Escuchó esos tentáculos arrastrarse muy cerca de su cama. Sacó lentamente el cuchillo debajo de la almohada, y se abalanzó a la criatura. En cuanto despertó, sonrió aliviada, mientras su bata se teñía de sangre.

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ILUSTRACIÓN

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Díptico.

"Afuera despedí a una hilera de árboles que me acosaban con sombras." Ramón Domínguez

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SIN CATEGORÍA

Pánico Ernesto Tancovich

El cuerpo decide. No te suelta. Te sacude, temblás con él, enmudecés en él, sos y no sos en él. Vos y tu cuerpo, ese maldito impostor. Vos en tu cuerpo. Querés deshacerte de él, hacerte de él, reahacerte en él. ¿Me carga o lo cargo? ¿O es algún otro quien lo lleva de acá para allá, obligándome a seguirlo, sin dar explicaciones? Él, él, él. Ese intruso. Mariscal, sirviente, parásito. Comediante, en suma. Y vos de utilería, o espectador de su acto. El corazón, una bomba de tiempo, n cuenta regresiva. No sabés a partir de qué número. Montada en la garganta, una guillotina va racionando el aire en tajadas, cada vez más finas. Te ahogás. Es la muerte, de visita, en una de sus prácticas. Prueba los útiles, observa el efecto, mide tu terror, anota, se aleja unos pasos, pensativa. Disimulás, como ante un perro bravo, esperando que deje de prestarte atención, que no tire la dentellada. Vas hasta el umbral. No sabés si acompañándola o si es ella quien te arrastra. Por un momento nada sabés. Quedás de este lado, provisoriamente a salvo, ante los portales de la noche, viéndola perderse. Ha hecho su demostración, a la manera de un vendedor domiciliario de electrodomésticos. Y vos tu aprendizaje. Y la vida continúa, desde el punto en que se había suspendido o desde donde la visitadora te ha dejado. Estuviste en la linde, vislumbraste el vacío. Al fin no fue tan terrible como pudieras haberlo pensado. El ánimo resignado ayuda. Ahora sabés. Estás preparado para lo verdaderamente grande. No has perdido tu día. ***

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COLABORADORES Paula Barouh Cantante, y Compositora chilena. Inició su carrera musical bajo el nombre Barouh, el año 2007, editando dos discos: Barouh (2012) e Inevitable Ep (2015). El 2017 lanza el proyecto experimental de poesía llamado Descargo y Maleficio, cuyo primer álbum fue lanzado en Enero del 2018. Este proyecto nace como una profunda crítica hacia el entorno social y artístico de Chile, país que convive a diario con la violencia, desigualdad, falta de oportunidades, en contrapunto a su imagen de constante progreso y evolución. Descargo y Maleficio se presentó en vivo por primera vez, el año 2017 en Nueva York, en Radio Free Brooklyn y en Nuyorican Poets Cafe. En Septiembre del 2018 sus poemas son publicados en la antología aniversario "Donde la Palabra no se Quiebra", de Revista literaria Abigarrados México y en La revista Digital Awtar de Túnez, África. Diego Alba Es un joven escritor argentino residente en la localidad de Ciudad Evita, en el Gran Buenos Aires. Desarrolla su obra creativa principalmente en la modalidad del microrrelato, relato breve o minicuento valiéndose del absurdo, el humor, la ironía y la sorpresa para sorprender al lector en menos de doscientas palabras. Publica diariamente el blog Historias de dos minutos (https:// h2minutos.blogspot.com.ar). Ha concursado en certámenes del género en diversos países de habla hispana y colabora con publicaciones en España y México. André Nascimento nascimentoa@unm.edu Bio: I am a Dual M.A. student in Portuguese and Hispanic Literature at the University of New Mexico. I am interested in how contemporary literature dialogue with human rights and citizenship of non-heterosexual individuals. I identify the ways that contemporary literature and cultural production, at times, intervene in and suggest social justice, aiming at leading major civil debates and reflection regarding inequalities based on sexual orientation and gender identity in Latin America. Rosario Martínez Correo electrónico: rosmary.acosta@hotmail.com México. Maestra con estudios de Licenciatura en Lengua y Literatura. Publicó el libro “El aniversario y otros cuentos”, mención honorífica en el 9º. Concurso Nacional de Cuento de Tintanueva Ediciones, 2014. Ha obtenido premios y reconocimientos en diversos concursos. Obra publicada desde el 2005 a la fecha en trece distintas antologías. Actividades literarias como: entrevistas, talleres, presentaciones y ferias del libro, encuentro de escritores y lectura de obra. Antologada en: “Compañero del Sol” en la página web de Escritoras Mexicanas (2018). “Las auras” en la Revista digital Elipsis, Colombia (2018). “El aniversario” en la Revista digital de Argentina: De Amor, Locura y Muerte. (2018). “Cuentos para soñar” y “Miedo en tus ojos” de Ojos Verdes Ediciones. Alicante España (2018). “Mortuoria, sombras en día de muertos” de Ediciones Lulú. CDMX (2018). Tercer lugar en el concurso “Las lunas de octubre”, Cuautla Morelos, México (2016). “En la boca del viento” Tercer encuentro Jesús Gardea de la UACH. Chihuahua, México (2016). Primer lugar en el concurso “Voces del más allá”. Veracruz, México. (2015). Finalista ganadora en el concurso de Valores de Televisa. CDMX (2006). Alondra Muca Nació en 1996, reside en Puerto Vallarta, Jalisco, México. Egresada de la Universidad de Guadalajara, Centro Universitario de la Costa, Artes Visuales para la Expresión Fotografíca. Ingresó en el mundo del arte a los 15 ańos donde pudo experimen- tar diferentes disciplinas artísticas, tales como el dibujo, pintura, escultura, instalación, fotografía y video arte. Su propuesta artística está basada en la madre naturaleza y la mu- jer, en su mayoría haciendo incapié en la muerte y destrucción de ambas. Actualmente cuenta algunas exposiciones y concursos de pintura, escultura, fotografía y video arte. José N. Méndez (Ciudad de México, 1986)

Egresado de los talleres de crónica “Historia oral y memoria colectiva” y de creación literaria “El lenguaje de la posibilidad”. Algunos de sus trabajos han sido publicados en medios digitales e impresos de México, Argentina, Perú, España, Estados Unidos y Túnez y en diversas antologías internacionales de microrrelato y poesía. Ha publicado los poemarios: • Los cuatro abrazos para sobrevivir (Ediciones Canapé, 2013) • Temporada de Sequía (2014) • Marítimas Brevedades (Arribos, 2015) • Doble Filo (Dipsomanía Poética, 2017) Dante Vázquez M. (México, 1980). Finalista del IX Certamen Internacional de Poesía Fantástica miNatura 2017; finalista del III Premio Internacional de Poesía Jovellanos, El mejor Poema del Mundo, Ediciones Nobel, 2016; primer lugar en el Concurso Cuentos de Mucho Miedo, Mucho Miedo Mx: Todo sobre Horror, 2015; ganó el VI Certamen Internacional de Poesía Fantástica miNatura 2014. Es autor de Apocalipsis hoy, (H)onda Nómada Ediciones, Colección Pase de Abordar, 2013. Cuentos y poemas suyos han sido publicados en distintas antologías y revistas digitales e impresas. Michel M. Merino (CDMX, México; 1990) Es egresado de la carrera de Psicología. Ganador del Premio Internacional de Cuento Diamante 2018 con el cuento “Las mecánicas del odio”. Actualmente estudia varios cursos para continuar formándose como escritor. Ernesto Tancovich (Buenos Aires, 1945) Escribe regularmente desde 2014, por lo tanto autor tardíamente novel y prematuramente póstumo. Ha obtenido entre otras distinciones: Finalista y mención Provincia de Córdoba por El niño stalinista (poemario), dos veces Finalista Universidad de Cali por Las playas del tiempo y otros cuentos. Unas cincuenta publicaciones en las revistas Pedes in Terra, Marabunta, Papeles de la Mancuspia, Nocturnario, Página Salmón, Monociclo, Cuentos para el andén, Nagari, Extrañas noches, Papenfuss, Boca de Sapo, Monolito, Los heraldos negros, Historias pulp, Seattle escribe, La astilla en el ojo y La gran belleza. Rosario G. Towns (Poeta, traductora, compositora) *En lengua inglesa y en español, cuenta con vasta publicación escrita y oral, en diversos medios y formatos. *Ha fungido como: jurado, prologuista, crítica y organizadora así como presentadora e invitada especial en eventos culturales. *Se ocupa en la búsqueda y toma de espacios para dar expresión a lo propio y de otros creativos. *Ha sido fundadora, directiva y/o miembro de número, de varias agrupaciones literarias, editoriales y musicales. *Espera la palabra exacta hasta alcanzar: el poema María Teresa Peña Pérez Soy una escritora mexicana, originaria de la ciudad de Orizaba, Veracruz. Radico en la ciudad de Puebla desde hace varios años. Participé en la antología de escritores poblanos Antilogía: 26 poetas desde Puebla, publicada por Ediciones Tiempo que resta. También he colaborado en revistas como Opción, Espora y The Insighters. Antonio Lau Piña Estudiante de Relaciones Internacionales. Veintiún años. Ha colaborado recurremente con obras narrativas y ensayos en la revista digital “el Morador del Umbral”, de la cual también es director. Del mismo modo, ha colaborado con artículos filosóficos y de opinión política en diversos sitios, como portales anarquistas y la web Filosofers. Es escritor a medio tiempo, la otra mitad del tiempo debe de estar demasiado ocupado pensando en que escribir. Se considera a si mismo heredero de Lucian Gregory, el ultimo poeta anarquista. Braulio Alejandro Torres Ruiz (1992) Nacido en Zapotlán el Grande, Jalisco, México. Estudiante de la Licenciatura en Letras Hispánicas del Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara. Ferviente lector de Lovecraft y Tolkien, actualmente se encuentra trabajando en su tesis que propone a los videojuegos como nuevas formas de narrativa. Su cuento “Nautilus” fue seleccionado e incluido en la revista La taberna de innsmouth n°2 de Cathartes Ediciones.


Julio César Sánchez Chilaca. Nació en Puebla, pue. México. El 8 mayo de 1981. Estudió la licenciatura en Artes Plásticas. En 2004 obtuvo el primer lugar concurso de Poesía convocado por la BUAP, y con la obra dulces sueños obtuvo el premio Nacional de Cuento Tinta nueva 2012. Mario Humberto López Araiza Valencia (León, 1992) Ingeniero ambiental egresado de la UG. Estudiante de la Maestría en Ciencias en la Especialidad de Ecología Humana. Miembro de la iniciativa Eco Líder, escribe combinando su carrera con su pasión por las letras, actor de teatro, viajero. Paola Astrid May Castillo Tengo 24 años; oriunda de la ciudad y puerto de Progreso, Yucatán. Actualmente resido en la ciudad de México. Soy Psicóloga y escritora. Egresé de la Escuela de escritores “Leopoldo Peniche Vallado” en el año 2012 en la ciudad de Mérida, Yucatán y desde entonces eh continuado mi formación literaria tomando cursos y talleres de cuento, novela y crónica literaria. A la edad de 13 años escribí mi primera novela de género fantástico titulada “Asvarya y la tabla del tiempo”. En 2015 publiqué un libro de cuentos en versión digital titulado “Érase una vez… Ellos”. Hace algunos años terminé mi segunda novela fantástica llamada “Almas compañeras” y por ahora escribo la secuela. He colaborado para el periódico POR ESTO! y para la revista digital Ojos de Perro Azul. Actualmente realizo terapia psicológica en un consultorio particular en México y tomo un curso de periodismo cultural. Rodrigo Martinot Miock (Lima, Perú, 1998). Estudiante de música y escritor. Publicaciones: “Acompañado” en la antología digital San Valentín Oscuro (2018), “Un regalo a mamá” en la antología Sin Vientre (2018) de la revista digital “Aeternum” N°1, “Rigor Mortis” en la revista literaria digital “El Narratorio“ N°28 (2018), “Incursión en las montañas” revista literaria digital “Ibídem” N °1 (2018), “Un juego de luces” en “Onomatopeyas” la antología de microrelatos N°3 de Historias Pulp; “El juicio de Grau” en la antología Héroes y Santos (2018) de la revista digital “Aeternum” N°2 y “Entre satélites y rocas” en la revista física “Líneas de Cambio” (2018). Isaac Levy Leyva Sánchez Soy estudiante de la carrera de Letras hispánicas en la Universidad de Guadalajara, estudie sociología alrededor de 2 años y medio, he participado en algunos coloquios estudiantiles donde se ha hablado de temas de literatura en general, participe hablando de la obra de Arreola en radio universidad de Guadalajara, me gusta la fotografía y la jardinería, escribir y escuchar música se encuentran algunas de mis escasas pasiones. Ivàn Medina Castro imc_grozny@yahoo.com Licenciado en Relaciones Internacionales por el ITESM. Diplomado en Creación Literaria por la UNAM y Especialista en Literatura Mexicana por la UAM. Autor de cuatro libros: Saqueador de tumbas (Tintanueva, 2008), Espíritus de paz (Oblicuas, 2010), En cualquier lugar fuera de este mundo (CONACULTA, 2012), Más frío que la muerte (UAM, 2017) https://youtu.be/JGHtezLDKwg . En la actualidad colabora quincenalmente en la sección cultural del diario La voz de Michoacán en “Sección 0”, así como ocasionalmente en el semanario cultural “Confabulario” del periódico el Universal: http:// confabulario.eluniversal.com.mx/canaima/

Carla Sabido Mi nombre es Carla Alejandra Sabido López, tengo 17 años, y soy de Guadalajara pero actualmente vivo en Vallarta por amor a esta ciudad. Hace algún tiempo decidí entrar a un taller de escritura creativa ya que siempre he tenido un gran gusto por escribir, sobre todo ficción. Me gusta mucho la forma en la que las palabras desenvuelven sentimientos de formas casi sublimes entre los textos, y suelen provocar de forma impredecible y siempre distinta al lector. Ramón Domínguez Villalobos (Guadalajara, 1986). Estudiante de artes plásticas. Reside en Puerto Vallarta. Miriam Mancini Es profesora de primaria, profesora de inglés, y perito mercantil.Estudió psicología en la UBA, literatura, Artes visuales, análisis de sistema. Tomó cursos de biología genética en la UNSAM. Escritora y poeta. Ganó certámenes de poesía en Argentina, de la editorial Ser y Dunken, participó de tres antologías de la editorial Dunken, presentadas en la Fil Argentina,es miembro de la primer plataforma colectiva argentina de poetas de esa editorial, declarada de interés cultural por el gob. de la pcia. de Bs. Aires. Participó de Pangea, cuya antología fue editada en México y presentada en la Fil 2017 en el Palacio de Minería. Con la editorial mexicana Dipsomanía poética publicó la plaquette La premura de las rosas, presentada en diferentes eventos literarios en México, junto a su otra plaquette De desmorirse hasta nacer. Su último poemario llamado Los bueyes de la Esperanza, ha sido publicado, por Ojo de golondrina en Mexico. Fue seleccionada por la editorial mexicana Versonautas para participar en una Antología de poetas latinoamericanos en ese país. Así como la red internacional de poesia Némesis de Arte y poesía, con sede en Lima, Perú publicó sus textos. Colabora además, con las revistas literarias mexicanas Operación Marte y La piraña, Abigarrados, y Alhucema, de España. Y con la revista Awttar de Túnez, África. Participó de una edición antológica, llamada Letras rebeldes, en México. Es editora de la comunidad artística mexicana que publica Letras rebeldes en México. Corresponsal de Argentina de la revista internacional de literatura y teatro Alhucema. Participa de la antología 100 poetas por la paz, de Ginebra, Suiza, que será presentada a las Naciones Unidas, traducida a tres idiomas, en 2019. Ha sido seleccionada por Diversidad literaria, Madrid, España, para participar en la antología de microrrelatos Porciones del alma. Fue seleccionada por El Tecolote y LibrObjeto Editorial en México para participar de una antología de Nido de poesía, llamada Segunda generación. Fue invitada por Taxco TV, México a leer sus textos en el programa Indie gestión, emitido en junio 2018.Fue seleccionada por la Editorial SOLARIS de Montevideo, Uruguay para participar de una antología de poesía difundida en físico y en ebooks. Ha sido publicada en diferentes blogs y sites de poesía. Es coordinadora de Argentina de la red Internacional Némesis de poesía. Y Corresponsal de toda latinoamérica de la revista africana AWTTAR.


LITTENGINEER

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Alejandra Merino Villegas

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Para esta edición fotografías tomadas de internet

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©Todos los derechos reservados a Revista Littengineer Littengineer/ Revista Digital e impresa. Año 2 No. 6 Octubre- Diciembre 2018. Publicación mensual digital ISSN 2576-8700 y cuatrimestral impresa ISSN 2576-8697. Santa Fe, NM EE.UU, 87507, Comonfort, Guanajuato MX 38200. Tel. (505) 577-7717



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