Línea Sur 4

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El declive de la hegemonía global estadounidense | Chandra Muzaffar

Muammar Gaddafi, fue un oponente. Aparte de su rechazo a la ocupación israelita de Palestina y otros territorios árabes, Gaddafi resistió todos los intentos de las corporaciones petroleras occidentales por ganar el control sobre el petróleo libio, que él nacionalizó a inicios de sus cuarenta y dos años de mandato. Fue también un defensor entusiasta de la Unión Africana, partidario de desarrollar una moneda única africana que reduciría la dependencia del continente al dólar estadounidense. Al mismo tiempo, hizo pública su oposición al auspicio estadounidense, basado en el concepto alemán, a la cooperación militar africana, llamada Mando África de Estados Unidos (Africom, por sus siglas en inglés), pues la miraba como otra forma de neo-imperialismo occidental. Por todas estas razones, Gaddafi tenía que ser eliminado14. Se puede argumentar que tanto Somalia como Sudán han sido también víctimas de la política imperial. Con su locación estratégica en el Cuerno de África y sus potenciales reservas de petróleo, Somalia es un imán que ha atraído a los EE.UU, durante los últimos veinte años. Su tribal y disidente política ha sido manipulada por el imperio y los grupos que resisten al imperio, como los afiliados de Al-Qaeda, agravando la violencia y el desorden que han arruinado esa tierra por tanto tiempo. Sudán, una gran nación exportadora de petróleo, dividida por conflictos religiosos internos, lealtades sectarias, fue presa de los predadores regionales y globales, cada uno con su propia agenda nefasta. Con respecto al Gobierno de Jartum, siempre receloso de los planes estadounidenses e israelitas, al final de cuentas falló en proteger la integridad territorial de Sudán y tuvo que acceder a la separación norte-sur del territorio. Algunos críticos señalan que Sudán y Libia, tal como Siria e Iraq, están –o estaban– en oposición al imperialismo, pero son –o fueron– liderados por autócratas. ¿Acaso no se debería condenar la supresión de los derechos a sus ciudadanos? Sí, se debería. Pero tampoco se debería dudar en oponerse a una hegemonía global y todo lo que eso representa. Aquellos quienes resisten la hegemonía deberían ser apoyados, mientras se establece con suficiente claridad si se trata de autócratas. De ser así, se les hará saber que deben introducir reformas democráticas. Esta clase de posición es bastante diferente. Ya no se trata de la oposición que se levanta cuando se afectan sus intereses; y que negocia feliz con autócratas, y apoya la supresión de los derechos democráticos, cuando le sirve a su agenda15. Así, llegamos a Afganistán, donde los talibanes continúan resistiendo al imperialismo. Se ha analizado este caso en otro contexto. La violencia de los talibanes es un asunto que ha levantado críticas. Sí, se debería repudiar su violencia, sin perder de vista la gran significación de su resistencia al dominio. Rusia también está enfrentando al ‘timón’ estadounidense, como se hizo evidente en el triple veto que lanzó en el Consejo de Seguridad de la ONU en los últimos meses, para impedir las movidas maquiavélicas de los poderes occidentales y sus clientes regionales, y delegados, que promovían su meta hegemónica en Siria16. No solo en relación a Siria. En años recientes, Rusia ha presenciado maniobras Línea Sur 4 • 2013 • pp. 116–135

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