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Siguió la misa del maestro Andreví, escrita espresamente para los funerales del rey Fernando VII. Los italianos dijeron que era muy difícil cosa componer una misa de réquiem después de la de Mozart: Andreví se atrevió sin embargo a acometer tan ardua empresa, y el resultado probó su gran talento y sus profundos conocimientos en el arte, pues nada conocemos en su clase más grande que la citada misa, donde el compositor hizo alarde de su alta disposición en el género fugado patético. Rica en armonías, profunda en filosofía y sublime en el arte, la misa de Andreví se dirige directamente al alma, y al par que la eleva llena de sentimiento religioso, cautiva todas sus facultades y le imprime las más dulces y tiernas sensaciones. Al azar a Dios se cantó un motete, rasgo sublime de genio y sentimiento, del mismo maestro siendo de un efecto maravilloso su acompañamiento, obligado de violoncello y dos cornos ingleses, instrumento, el último casi desconocido para nosotros.141 Sin embargo, más allá de la anécdota puntual, hay un hecho significativo que marca la desaparición de la música de Andreví de los círculos musicales del momento y este es el Motu Proprio de 1905. Con él se restringe el tipo de música que se debe interpretar en la iglesia lo cual afecta directamente a las composiciones de Andreví, ya que estas según se pensaba en el momento carecían de ese carácter sobrio gregoriano que se pretendía retomar. En Valencia con anterioridad a la citada norma nos encontramos que su maestro de Capilla Juan Bautista Guzmán, en 1881, presentaba un listado de aquellas obras de Andreví por él copiadas, desde que asumió el magisterio, en 1877, a los efectos de que no se perdiesen y se continuasen interpretando, unas partituras cuya larga relación incluye: los salmos Domine ad adjuvandum a 7 voces, el Beatus vira 8 voces; los motetes a San Juan Bautista a 7 voces, para el Común de Confesores a 9 voces y a 6 voces, el Tibi sunt ccoeli para confesores y vírgenes, el Ave Maria gracia plena, el Venite gentes a la natividad de San Juan, el de confesores no Pontífices a 141

El Áncora, Diario Católico, viernes 13 de febrero de 1852, Nº 774, p. 694. [ 182 ] Vicente Martínez Molés


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