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de la lectura y la investigación sobre cada otredad y territorio en particular. El viaje no empieza cuando nos ponemos en ruta ni acaba cuando alcanzamos el destino. En realidad empieza mucho antes y prácticamente no se acaba nunca porque la cinta de la memoria no deja de girar en nuestro interior por más tiempo que lleve nuestro cuerpo sin moverse de sitio. El contagio del viaje es una enfermedad incurable159. En este viaje el periodista cumple con su anhelo e inicia un primer encuentro con la otredad, algo que marcaría la razón de ser de su trabajo como reportero durante gran parte de su vida. Viaja a la India con el objetivo de seguir los pasos de la recién establecida relación entre el estado de Polonia y el gobierno de Jawajarlal Nehru. Debajo del brazo carga con la obra de Heródoto, quién le abrirá el camino a la curiosidad del mundo y el entendimiento y el trato hacia el Otro. Una vez aterrizó en la India sin agenda de trabajo ni contactos, el encuentro con la otredad no le resultó fácil a Kapuściński. Apenas hablaba inglés y las posibilidades para comunicarse con los otros se limitaban a pocas palabras. De repente me sentí atrapado, cogido en un lazo. Atrapado por la lengua, que en aquel momento se me antojó como algo material, físico, como una corporeidad convertida en esa muralla que de pronto se levanta en medio del camino y no nos permite seguir adelante, que nos cierra el mundo vetándonos la entrada. Había algo desolador y humillante en aquella sensación. A lo mejor esto explica por qué el ser humano, cuando se topa 159

KAPUŚCIŃSKI, R. (2006). Viajes con Heródoto, Op. cit., p. 94. 153


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