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pateras al Sur

cariño por la profesión que empieza amando las palabras. Aunque luego los que fueron sus pupilos le miren por encima del hombro porque están en un lugar más alto. Yo le digo que tranquilo, que más dura será la caída y que no le llegan a la suela de los zapatos, ni en lo profesional ni, mucho menos, en lo humano por muy subidos que estén ahora en un pedestal. Y ese periódico al que me refiero y que respeté es El País, de España. Un referente del periodismo con mayúsculas que nos enseñó, y mucho, sobre cómo hacer una buena prensa, seria y de calidad. Algo que fue y que dejó de serlo. Entre las muchas cosas que nos unen, a mi hermano y a mí, está la pasión por la comunicación, pese a que la veamos él más desde el puro y clásico periodismo y yo desde la otra comunicación, esa que anida en tierras latinoamericanas. Pero también nos juntan haber nacido el mismo año, ser hijos de padres y madres de pueblo emigrados a la capital, habernos criado en barrios populares, animar a los mismos colores en el deporte (tal vez él más forofo y yo más crítico), haber compartido largas horas trabajando en el mismo medio y un montón de conversaciones alrededor de un estupendo café con churros en el bar “los toledanos”. Nuestros padres, en los primeros setenta, cuando ya se veía cerca, por fin, la caída del bajito del bigote (el hispano, a imagen y semejanza del otro, el alemán), eran lectores de prensa. Su padre del Ya, diario matutino, el mío Pueblo, vespertino. Por todos esos motivos nuestros relatos, aunque tardáramos cuarenta años en compartirlos, han corrido en paralelo. Además, nos une otra cuestión, nuestra afición por el que ha sido uno de los grandes medios, que en sus buenos tiempos no solamente difundía noticias, información, sino también grandes reportajes, estupendas firmas y artículos para el debate y la reflexión. El País, “el diario independiente de la mañana”. Corría el 4 de mayo de 1976 cuando a los kioscos llegaba un nuevo periódico. Venía a llenar un vacío en la calidad de la prensa, llegaba como independiente y de amplias miras. Su lanzamiento me costó un castigo en el instituto Cervantes en el que estudiaba entonces. Aproveché el recreo para escaparme al puesto de 128


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