Che tras las huellas

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Cuba-Argentina

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Dibujo: Helmut Soltau

Ernesto Che Guevara (14 de junio de 1928 – 9 de octubre de 1967)

“Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario”.


Ernesto Che Guevara: “El ciudadano más auténtico del mundo” 1 Por Uverney Quimbayo Cabrera director@lanzasyletras.org “Los seres humanos son demasiado importantes para ser tratados como simples síntomas del pasado ” Litton Strachey

“La mejor manera de decir es hacer: Martí. Resulta muy contradictorio, que justo cuando el espectro de la política neoliberal se apodera a diestra y siniestra del mundo, promulgando a través del postmodernismo, planteando el fin de la historia, de las ideologías, de las ideas, de los sueños y de la utopía, 43 años después de haber sido asesinado Ernesto Che Guevara, éste se convierta en uno de los ejemplos más representativos del siglo XX y uno de los pensamientos más vivos para poder asumir el del siglo XXI, sin que sucumbamos en la miseria e imposición de los grandes monopolios transnacionales. Pero suele ser un poco complicado desde la óptica nuestra, fundamentada en el individualismo y la competitividad, empezar a entender cuáles fueron las razones y las motivaciones que llevaron al Che a entregar su vida desinteresadamente al servicio de los pobres, como lo recuerda Fray Beto: “toda su vida fue consumida por el amor a los empobrecidos. Por eso, su testimonio impacta, desafía, atrae y cuestiona”. Para esto, se debe entender que “la praxis no es la acción ciega, desprovista de intención o de finalidad, es acción y reflexión. Mujeres y hombres son seres humanos porque se han hecho históricamente seres de la praxis y así se han vuelto capaces de transformar el mundo, conferirle significado” (Paulo Freire), y El Che, empezó a tener claro esto desde muy temprana edad, cuando a partir de los tres años caprichosamente intuía que la llave de la vida era la voluntad y el resorte que la ponía en movimiento, la tenacidad. Ernesto Che Guevara, nació en Rosario, Argentina, en 1928. Se hizo médico en 1945. Trabajó con los más pobres en Guatemala, después en un hospital de México, donde conoció a los cubanos que se preparaban para embarcarse en el Gramma bajo el mando de Fidel Castro, y desarrollar la guerrilla en Cuba. Se unió a ellos y una vez triunfa la revolución, el 1 de enero de 1959, fue nombrado presidente del Banco Nacional y Ministro de Industria. En 1965, abandonó Cuba para proseguir la lucha “en otras tierras del mundo”, y esas tierras fueron las de 1

Tomado del libro Tras las huellas perdidas (Tres grandes revolucionarios Latinoamericanos de Uverney Quimbayo Cabrera. Neiva – Huila: Ediciones Lanzas y Letras, 2011, pp. 113-124.

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Bolivia, donde el 8 de octubre de 1967, es capturado por las tropas guerreristas, y posteriormente torturado y asesinado en Valle Grande. 1. Tomado del libro Tras las huellas perdidas (Tres grandes revolucionarios Latinoamericanos. Neiva – Huila: Ediciones Lanzas y Letras, 2011, pp. 113-124

Como se observa, El Che pudo haber sido el hombre más famoso del mundo como médico, industrial, administrador de los pequeños negocios de su padre o como actor de cine, pero su conciencia forjada a partir de su conocimiento y experiencia a través de recorrer y palpar la situación real de miseria de nuestra América, lo condujo a tomar la decisión más consecuente con su humanidad, tal como él mismo lo ratificara: “Empecé a viajar por América y la conocí entera. Salvo Haití y Santo Domingo, todos los demás países de América han sido, en alguna manera, visitados por mí”; y este conocimiento, “le trazó un camino muy distinto al que señalaban los manuales de ética y moral del capitalismo, que enseñaban que hay que triunfar por encima y a pesar de la gente, abrirnos paso como sea para alcanzar el éxito” (Cárdenas,32), pero esta actitud tenía algunas implicaciones, como el mismo Che lo planteara: “Debemos, entonces, empezar a borrar viejos conceptos, y empezar a acercarnos cada vez más, y cada vez más críticamente al pueblo, no con el espíritu de caridad cristiana sino con el espíritu de solidaridad porque no debemos acercarnos al pueblo a decir: Aquí estamos. Venimos a darte la caridad de nuestra presencia, a enseñarte con nuestra ciencia, a demostrarte tus errores, tu incultura, tu falta de conocimientos elementales. Debemos ir con afán investigativo, y con espíritu humilde a aprender en la gran fuente de sabiduría que es el pueblo”. Y es esta idea, de poner por encima de todo y de todos los intereses del pueblo, lo que lo llevan, a pesar de su rigidez, a tener un reconocimiento y aval de todo el pueblo cubano porque no solamente se quedó en su discurso sino que materializó todo esto en su práctica cotidiana, como se puede comprobar en la carta que deja a sus hijos: “Soy consecuente con mis creencias, de los que ponen el pellejo para demostrar verdades, su padre es un hombre que actúa como piensa y, seguro he sido leal a mis convicciones”. Esta coherencia, es el ejemplo que asumen quienes compartieron con El Che todo el proceso revolucionario cubano, como él mismo lo dice: “Los que de ustedes hayan ido el 26 de julio a la Sierra Maestra habrán visto dos cosas absolutamente desconocidas: un ejército con el pico y la pala que tiene por orgullo máximo desfilar en las fiestas patrióticas en la provincia de Oriente, con su pica y pala en ristre, mientras los compañeros milicianos desfilan con sus fusiles”. Para El Che, era indispensable la intervención de los trabajadores “en cada minuto del desarrollo industrial”, mediante la presencia directa en la dirección de las fábricas, los centros técnicos y los órganos de planificación de la economía. Pero para que esto se diera, debería empezarse por luchar contra uno de los peores

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males que le puede ocurrir a una revolución y a una organización revolucionaria: EL BUROCRATISMO. Por tal motivo, en 1963, hace una radiografía del burocratismo, donde señala como causas del mal a la falta de conciencia revolucionaria, que genera modorra frente a lo que anda mal en contra del ánimo para mejorar las cosas, la gente no trabaja sino que se refugia en el papeleo y en el esfuerzo por salvar responsabilidades; la falta de organización, que se caracteriza por el exceso de centralización, el freno a la iniciativa de los cuadros, la marcha lenta al ritmo de la administración y el crecimiento; y la falta de conocimientos que impiden tomar decisiones justas y a tiempo, que obliga a realizar muchas reuniones para acopiar muchas experiencias de poco valor y tratar de extraer de allí alguna conclusión y que lleva a que haya pocas realizaciones concretas. Esta lucha fue una constante en todas las actividades del Che, porque primero estaba la materialización de las ideas y las palabras antes que cualquier otra cosa, como se puede comprobar cuando su familia viajó a Cuba a visitarlo y su padre le solicitó un carro para recorrer la isla y éste no se lo negó, pero le dijo que él tenía que comprar la gasolina, y también cuando un militante le aseveró que su familia estaba recibiendo una ración más de carne que el resto del pueblo, éste investigó y descubrió que eso era verdad e inmediatamente ordenó que se le suprimiera ese privilegio porque todos deberían ser tratados con igualdad. Hay que resaltar que dentro de esta dinámica de vida, el 26 de julio llegó a un grado de comprensión con el pueblo, en donde se concibe que “la revolución no pertenecía a tal o cual grupo sino que debía ser obra del pueblo cubano entero”, desarrollando desde esta convicción la idea de unidad y poder popular, y de paso acercándose los demás grupos revolucionarios de la isla para formar lo que habría de llamarse Organizaciones Revolucionarias Integradas, germen del actual Partido Comunista Cubano. “A su modo de ver, la lucha exige que se atemperen las divergencias y la conducta que se debe asumir es la de ser respetuosos con las apreciaciones de otros revolucionarios en problemas tácticos o metodológico y ser intransigentes respecto a los objetivos estratégicos”. Ernesto Che Guevara, fue un hombre que nació para cumplir, como él mismo lo dice, “con el más sagrado de mis deberes: luchar contra el imperialismo dondequiera que esté” porque no importa dónde se nace ni dónde se muere, sino dónde se lucha, y esto lo llevó a emprender el camino hacia Bolivia, ratificando sus razones en la carta que dejó a Fidel y que éste leyó el 4 de octubre de 1965 en un acto público: “Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos. Haciendo un recuerdo de mi vida pasada, creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el futuro revolucionario. Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado en ti desde los primeros

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momentos de Sierra Maestra, y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario”.

“El más sagrado de mis deberes: Luchar contra el imperialismo...”: Che. Tal vez, esta afirmación suene para algunos fuera de contexto o mandada a recoger, o a lo mejor otros piensen que son los deseos de un frustrado de los años 60, pero ni una cosa ni la otra, simplemente ésta máxima de Ernesto Che Guevara es la única manera de poder pensar en un país, en un continente independiente y libre, es decir la posibilidad de poder tener Nuestra América como lo soñara el apóstol José Martí. Una América capaz de sentar una ética revolucionaria basada en la libertad, la justicia y la solidaridad porque el imperio ha desmembrado el tejido político, económico, social y cultural de las sociedades de Latinoamérica: ha beneficiado a unos y ha explotado a la mayoría. En este sentido, la izquierda en América Latina, viene protagonizando, desde los años 90, una importante reaparición en la escena política, que empezó con “un gran movimiento de ocupación de tierras protagonizado por campesinos sin tierra: el Movimiento de Campesinos Sin Tierra (MST) de Brasil; las confederaciones de campesinos, en especial los productores de coca; la Federación Nacional de Campesinos en Paraguay; las principales luchas en Guerrero, Chiapas, Oaxaca en México y las movilizaciones campesinas en Ecuador, Colombia y El Salvador, quienes han forzaron un gran debate nacional entre los partidos sobre la necesidad de la reforma agraria. Este nuevo resurgimiento de la izquierda se encuentra en el campo, y el “nuevo campesinado” participa en seminarios, en escuelas de formación de dirigentes, se compromete con los debates políticos, es decir, que políticamente es autónomo respecto a cualquiera de los partidos de izquierda existentes, parlamentarios o marginales; sus luchas son extraparlamentarias, la invasión de tierras, el corte de carreteras, la ocupación de Institutos para la reforma agraria, más que los procesos electorales, son movimientos fuertemente influenciados por una mezcla de marxismo clásico y, en función del contexto, de influencias étnicas, feministas y ecológicas”, y es desde estas perspectivas que los diferentes movimientos sociales de América Latina, redefiniendo el concepto de la democracia, han venido construyendo poder popular, alternativo y autónomo, capaz de desafiar el orden establecido del mercado libre, el imperio global, como lo soñara El Che a partir de la revolución cubana. Es así, como en el marco del bicentenario se vislumbra la posibilidad que tiene América Latina para “…alcanzar su plena y definitiva emancipación. Pero quizá no solo tenga la condición de posibilidad para alcanzar su emancipación, sino que no tenga otra alternativa para salvarse a sí misma y, a partir de ahí, aportar a salvar a la especie humana y al propio planeta de la voracidad del capitalismo. Pero, aunque parezca contradictorio, porque contradictoria será la realidad mientras no

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se eliminen las causas estructurales de la polarización societal, dentro y fuera de las configuraciones estatales, el imperialismo también está trabajando intensamente para construir condiciones de posibilidad para derrotar a las fuerzas insurgentes y restablecer su dominio y hegemonía en el continente” (Moldiz, 31). En la actualidad, se puede afirmar que el tercer momento de la ola emancipatoria de Latinoamérica se da en un contexto de crisis del capitalismo, manifiesta en “el agotamiento de la forma de producir, en el agotamiento de la forma de distribuir y en el agotamiento de la forma de vivir...”, pero también en medio de una aguda crisis de hegemonía de Estados Unidos, frente a la aparición de nuevas potencias como la Unión Europea y China en el Oriente. Toda esta ola emancipatoria lo que está cuestionando es el paradigma del capitalismo y el concepto de desarrollo, fundamentado en el capital, mostrando que existe una diversidad de respuestas, tales como el socialismo, el Vivir Bien o el Buen Vivir y la construcción de un capitalismo latinoamericano: “El paradigma del socialismo -como tronco común- ha sido reivindicado en diferentes grados por los gobiernos y los pueblos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, aunque cada cual lo hizo atendiendo a las especificidades de su formación social históricamente determinada. Venezuela y Ecuador hacen referencia al socialismo del siglo XXI y Bolivia al socialismo comunitario. Obviamente Cuba se convierte en una referencia histórica y moral de lo que se debe hacer o no en las condicionales actuales. El paradigma del Vivir Bien o Buen Vivir, que en realidad implica vivir a plenitud, ha sido incorporado en los textos constitucionales de Bolivia y Ecuador. El eje central de ese paradigma es la naturaleza y no pocos intelectuales indígenas y autoridades del gobierno boliviano la presentan como diferencia con el socialismo y el capitalismo. Y la tercera respuesta que emerge en América Latina es la de una urgente necesidad de alcanzar un mayor nivel de autonomía frente a Estados Unidos y Europa por la vía de construir un capitalismo latinoamericano que tenga, como lógica consecuencia, un sujeto protagónico a través de una burguesía latinoamericana y a Estados soberanos. Esta respuesta es alentada con distintos tonos desde Brasil, Argentina y Uruguay” (Moldiz, 35). Ahora bien, el imperialismo no está muerto y seguirá lanzando su contraofensiva, a través de sus bases militares en Colombia y en Panamá, entre otros; al igual que está creando condiciones para expandirse desde el campo de la política, apoyando candidatos presidenciales como en Chile, Colombia y Brasil, y abriendo las posibilidades a otros países donde existan condiciones favorables para el imperialismo. Y es aquí, donde precisamente el pensamiento del Che recobra mayor importancia para luchar contra el imperialismo esté donde esté, desarrollando una gran oleada de amor, que despierte la sensibilidad humana, en donde cada hombre y cada mujer sean capaces de “recibir como afrenta propia todo acto que vaya contra la dignidad del hombre en cualquier parte del mundo”, y de paso encontrar sentido al internacionalismo planteado por Guevara.

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No existe, pues, otra opción, que enfrentarnos al enemigo de la América entera, que es el imperio norteamericano, y ese enfrentamiento, como lo manifestara El Che, parte del hecho de aceptar que “en los momentos de grandes peligros, en los momentos de grandes tensiones y de grandes creaciones, lo que cuenta son los grandes enemigos y las grandes metas” porque no podemos seguir dividiéndonos para que ellos se fortalezcan, máxime cuando, según la mirada visionaria del Che, “los monopolios están en derrota; la ciencia colectiva se anota, día a día, nuevos y más importantes triunfos”, pero los grandes monopolios no están dispuestos a entregar sus zonas de explotación y continuarán con la obsesión de intensificar el sojuzgamiento y fragmentación, mediante la circulación de “ideas de mercado”, materializados en los siguientes aspectos, señalados por James Petras: “La pauta de construcción del imperio consiste en el cobro de pillaje de los recursos naturales y la transferencia a gran escala de propiedades públicas a las multinacionales”, y en esta dirección, América Latina se convierte en un continente en disputa porque las mayores multinacionales de los Estados Unidos dependen decisivamente de los beneficios que obtienen en el extranjero, y en este aspecto tenemos que volver a pensar en el internacionalismo con que soñara El Che Guevara, materializado en el proceso cubano, que parte de la concepción del humanismo revolucionario, de ser solidarios con todos los pueblos del mundo, de correr la misma suerte que el agredido, de acompañarlo hasta la muerte o la victoria, porque “La hermandad revolucionaria rebasa las diferencias culturales, idiomáticas y geográficas y se confunden en la identidad de la lucha que libran los trabajadores bien sea en Japón, Congo o Argentina”. En la vida del Che, no hubo convicción que no acompañara con el acto correspondiente y fue el primero en cumplir las norma de trabajador ejemplar en el trabajo voluntario y puso a su equipo del Ministerio de Industria a la cabeza, porque además concebía que “la revolución no es, como pretenden algunos, una estandarización de la voluntad colectiva, de la iniciativa colectiva, sino todo lo contrario, es una liberadora de la capacidad individual del hombre”; y para esto, además de ver en el arte y la cultura elementos básicos en la educación del pueblo, se necesita, como el mismo lo dijera, “... que todo el pueblo se movilice y que aprenda, con el uso de las armas y el ejercicio de la unidad combatiente, lo que vale un arma y lo que vale la unidad del pueblo”, y con esta postura, no se está haciendo apología de la guerra, sino que a los pueblos vilipendiados y explotados de Nuestra América no les queda otra opción de recuperar su dignidad e independencia, porque parafraseando a Bolívar, los Estados Unidos de América parece seguir destinados por la providencia para plagar de hambre y miseria a América Latina a nombre de la libertad, y aunque, en palabras del Che, “Todo trabajo, todo capital que se invierta en prepararse para una acción guerrera , es trabajo perdido, es dinero perdido. Desgraciadamente hay que hacerlo, porque hay otros que se preparan, pero eso –y lo digo con honestidad y mi orgullo de soldado-, que el dinero con más tristeza veo irse de las arcas del banco Nacional es el que va a pagar algún arma de destrucción”. El panorama de América Latina en la década de los noventa y en la primera década del siglo XXI es tremendamente desconsolador: “las disciplinas sociales se

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han fundido en el discurso neoliberal de libre mercado y del individualismo metodológico exacerbado, muestran impotencia para formular diagnósticos e hipótesis de investigación autónomos, que reflejen genuinamente la esencia de los fenómenos estudiados //sin// interferencia de los paradigmas eurocentristas y de los elaborados por la ideología norteamericana. Son éstos los que han tomado la batuta y los que marcan las pautas de investigación y los contenidos académicos, utilizando para ello la influencia que ejercen a través del poder político, de los sistemas de becas a los estudiantes, del financiamiento de las instituciones de educación superior y de posgrado, así como de institutos y centros de investigación. Por eso es urgente recuperar la autonomía y la capacidad crítica del pensamiento latinoamericano para crear marcos epistemológicos propios y cuadros teóricos, así como métodos de investigación, en un esfuerzo que dé por resultado la elaboración de conceptos y categorías particulares que, a la par, sean fiel reflejo del metabolismo esencial de los fenómenos sociales y humanos que discurren en América Latina en este despuntar del siglo” (Sotelo, 229). América Latina, entonces, alimentada por el pensamiento y ejemplo de hombres como Martí, Sandino, Zapata, Allende, El Che, Camilo, y Fidel, entre otros, está “devolviendo el golpe”, porque como lo dijera Fidel Castro, “Ahora sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a escribir ellos mismo para siempre su historia... Cuando nosotros recordamos al Che, no estamos pensando fundamentalmente en sus virtudes militares. ¡No!, La guerra es un medio y no un fin, la guerra es un instrumento de los revolucionarios. ¡Lo importante es la revolución, lo importante es la causa revolucionaria, las ideas revolucionarias, los objetivos revolucionarios, los sentimientos revolucionarios, las virtudes revolucionaria!”. Y esas ideas revolucionarias del Che, representan un gran aporte a la articulación entre teoría y práctica, que caracterizó en el pasado a la mayor parte de las corrientes teóricas del pensamiento latinoamericano, y que a partir de la década de los ochenta presentaron inconvenientes para analizar y diagnosticar la realidad y elaborar alternativas de cambio y transformación radical del sistema imperante.

Bibliografía: Moldiz Mercado, Hugo. «América Latina entre la emancipación y la dominación.» CEPA 11, 2010: 31-36. Quimbayo Cabrera, Uverney. Huellas Latinoamericanas. Para recuperar la memoria perdida. Neiva - Huila: Lanzas y Letras, 1998. Sotelo Valencia, Adrián. América Latina: De crisis y paradigmas. México: Plaza y Valdés, S. A. de C. V., 2005. Taibo II, Paco Ignacio. Ernesto Guevara también conocido como El Che. México: Planeta - Joaquín Quiroz, 1996.

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