4 minute read

AL ZOPILOTE

En los años sesenta, los niños de Dzilam González crecíamos entre cuentos fantásticos de brujas, uaychivos, uaypekes (uay significa brujo en lengua maya, y pek equivale a perro) y demás fauna de acompañamiento. Esos elementos, aunque fantásticos y pertenecientes al mundo de la brujería, eran parte de nuestra vida diaria, y siempre los teníamos presentes en nuestras conductas o juegos. Por ejemplo, había un señor que trabajaba como ayudante de mi abuelo Santiago Peraza, de oficio carnicero; le decían Sarita, y si alguien le preguntaba que si era cierto que él era el Uaychivo, no lo negaba, aunque daba una respuesta tan ambigua, como “te aconsejo que no salgas de noche muy tarde; te puede pasar algo o te puedes encontrar con el chivo-brujo”, decía tranquilamente, lo que te daba más miedo.

Ahora pasamos a hablar de animales: Una de las cosas que se les contaba a los niños para que no quisieran salir a pasear o jugar de noche es que había un pájaro, al que en lengua maya le llamaban xoch’ (lechuza; página 948 del Diccionario Maya Cordemex, 1980), y que si uno estaba en la calle cuando pasaba esa ave nocturna y escuchaba su graznido, eso significaba que pronto alguien iba a morir en su familia. Con los años muchos nos dimos cuenta de que esa leyenda era importada de otras partes de nuestro país, de donde provenía la frase “Cuando el tecolote canta, el indio muere”.

Advertisement

El caso es que le teníamos miedo al x'iich, todos, hasta yo, que me las daba a veces de líder del grupito de amigos que incluía a Tomás, Abelardo, Concho Lugo (había otro Concho [apócope de Concepción], pero ése se apellidaba Martín y no andaba con nosotros). Pero yo le perdí el miedo a esa ave un día que ayudaba a Luciano, un muchacho oriundo de Motul que hacía todo tipo de trabajos como auxiliar que fue del cura párroco Gonzalo Noh, nacido (o vivido) en Cozumel, y primer sacerdote al que admiré por sus sermones.

Luciano y yo encontramos en uno de los techos de la iglesia el cuerpo de una de esas lechuzas cuyo canto mataba indios, y tras observarla largo rato coincidimos en que un animal de tan bello plumaje –las plumas más pequeñas las tenía en la cara, que era plana y que le funcionaba como un radar, detectando todo lo que se movía y de la que apenas sobresalían el pequeño pico curvo, entre rosado y amarillo pálidos, y los dos grandes ojos, que eran de brillantes círculos amarillos y negros.

En realidad las aves nocturnas nunca deberían estar lejos de nosotros, pues nos protegen, por ejemplo acabando con animales como las ratas y los ratones, que son potenciales portadores de enfermedades. Nunca he visto un tecolote en Yucatán, pero sí he visto a uno de sus parientes, los mochuelos, que son como tecolotes en miniatura. El otro día vi volar a uno en el Parque Recreativo de Oriente, o sea, en un área poblada dentro de una zona habitacional de la capital yucateca. Esos animalitos, como se puede inferir, no son tan reacios a la presencia o cercanía del hombre.

También conozco a un ave nocturna singular, a la que aquí llamamos tapacaminos o pujuyero. Tiene la costumbre o hábito de posarse en un camino, de los que sólo sirven para el paso humano, aunque también lo hacen ahora en carreteras pavimentadas, con el riesgo de que las atropellen. Uno va caminando y de repente espanta a un tapacaminos, éste alza el vuelo y se adelanta 50 metros, más o menos; el ave repite su movimiento y ahí van los dos, acompañándose.

La mayoría de las aves nocturnas son cazadoras –no carroñeras, que es algo muy diferente– y por eso, repito, su presencia resulta beneficiosa. Imagínese cómo ayudan al campesino que trata de poner a salvo de ratas y ratones, iguanos y otros animales pequeños, los productos que cultiva.

Me parece que tenemos espacio para hablar de dos aves más, así que escogeremos las dos más grandes que recordaremos, además de las ya mencionadas.

La primera es la chachalaca, un pájaro cuyo característico canto escandaloso y que alcanza largas distancias la hacen inolvidable. A mí me encantaba levantarme en las mañanas cuando aún no salía el sol, e ir escuchando cada vez más, conforme aumentaba la luz del día, a las chachalacas, que parecía que rodeaban el pueblo por los cuatro puntos cardinales. ¡Jócoto, jócoto, jócoto! repiten varias veces y luego vuelan a otro lugar, para lanzar el mismo canto alegre y bullanguero, que por lo menos a mí me anima a lanzarme al trabajo de campo o a la escuela.

Ya casi no se oye el canto de las chachalacas alrededor del pueblo, a lo mejor su número ha mermado “gracias” a los productos químicos que ahora se usan en las milpas u hortalizas. Hay sin embargo la esperanza de volverlas a escuchar, sobre todo en la temporada de lluvias. Ojalá nunca lleguen a desaparecer, algo en lo que mantenemos la esperanza porque son tan flacas que los cazadores no las buscan como presas.

Para cerrar este texto hablaremos del caso de un ave casi sin carne, la cabeza más bien fea y el cuello desprovisto de plumas, toda una combinación que no inspira a nadie a decir algo bonito.

Pero hay una característica que sólo tiene el zopilote o chombo, algo que puede hacer y que ningún ave iguala: su poderoso vuelo, que lo lleva a alturas que nadie más puede alcanzar, no al menos en la Península de Yucatán. Quien ha visto cómo se lanza el zopilote de clavado desde una altura de 200 ó 300 metros de altura, haciendo un característico sonido como el que hace un objeto que rompe la barrera del sonido, nunca olvida ese espectáculo.

Por cierto, en Europa, principalmente en España, hay un ave de muy alto vuelo y mayor que el zopilote, a la que se le llama quebrantahuesos –, y que tiene por costumbre levantar a su presa a una altura considerable, dejarla caer sobre un área de piedras ¡y listo! No hay nada mejor para comer, casi nada superior para darle gusto al paladar. ¿Usted qué desayunó?

Yahal Kab, estrenará disco

David Matias

El Palacio de la Música- Centro Nacional de la Música Mexicana enmarcará la presentación de la más reciente producción discográfica de Yahal Kab, la cual conforman 12 temas, el próximo 23 de febrero, a las 20:00 horas, con entrada libre.

El álbum, llamado Yahal Kab interpreta al compositor Armando Rodríguez

Sosa, lo presentaron el director del conjunto, Ricardo Vega Díaz; el hijo del tributado, Gabriel Rodríguez Angulo, y la titular de la Secretaría de la Cultura y las Artes (Sedeculta), Loreto Villanueva Trujillo. Luego de felicitar al grupo, la funcionaria comentó que es un placer y privilegio sumarse a este proyecto creativo, resultado de un arduo trabajo de varios años, sobre todo porque homenajea a un poeta que ha puesto todo su amor a la mujer y a su tierra.

This article is from: