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EDITORIAL marzo-abril 2020

A NUESTROS LECTORES

Aunque aún es pronto para calcular los efectos que tendrá la epidemia del virus SARS-2, o coronavirus, en el sector pecuario, sus efectos empezaron a notarse en México desde las primeras semanas del contagio. Como la enfermedad –conocida como “covid-19”– llegó primero a los Estados Unidos, entre los primeros en notar las consecuencias en nuestro país estuvieron los exportadores de carne y de becerros. Para mediados de abril el precio del becerro en pie ya había caído al menos en 10 pesos el kilo, informó Gonzalo Alemán, secretario de Ganadería de Tamaulipas, estado que mandó casi 160 mil cabezas a los Estados Unidos durante el ciclo 2018-2019. A su vez, Luis Fernando Velázquez, presidente de la UGR de Sinaloa –entidad que ya no puede exportar carne por haber perdido la certificación pero que continúa enviando ganado en pie–, dijo que el valor del becerro ha disminuido hasta en 40 pesos el kilo. El Departamento de Agricultura de EU (el USDA) estima conservadoramente que la epidemia causará durante el resto del año una disminución de entre 1% y 2% en el comercio mundial de carne de res, cerdo y pollo, pues ante la baja en la actividad económica y el desempleo, los consumidores buscarán proteínas más baratas. Pero los exportadores mexicanos están conscientes de que esas cifras pueden ser mayores; en el caso de la carne bovina, por ejemplo, es sabido que en el país vecino hay un gran consumo de cortes en restaurantes, hoteles y reuniones en casa, pero con la política de confinamiento para combatir la enfermedad la mayoría de los primeros están cerrados o han limitado su actividad, mientras que las reuniones también se han reducido al mínimo. Algunos estados han anunciado una pronta reanudación de la actividad económica, aunque esto no quiere decir que la reactivación del consumo normal esté a la vista.

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El resultado en México es que muchos criadores y engordadores no pueden colocar su producción y deben seguir alimentando a los animales. El mercado interno también ha comenzado a mostrar una disminución en la demanda y una caída en los precios al productor, pues aunque el precio al consumidor es más o menos el mismo que antes de la epidemia, hay que considerar la devaluación del peso, de 18.60 antes de llegar la enfermedad hasta los 24.20 que alcanzaba a mediados de abril, una diferencia de alrededor de 30% que han tenido que absorber los ganaderos pues ésta sí ha impactado sus costos de producción.

Los productores pecuarios, que son parte de una cadena indispensable para la sociedad, no han dejado de trabajar. Algunos toman sus precauciones; Jesús Ortega Couttolenc, presidente de la UGR del Centro de Veracruz, dice que sus 23 mil agremiados de las 93 asociaciones locales han suspendido sus reuniones y trabajan en casa, ahora con la ayuda de internet, pero “tienen que salir a alimentar a los animales”. Los rastros, aunque han reducido sus faenas para atender las normas sanitarias preventivas, no han dejado de funcionar y están abiertos en su mayoría. Las organizaciones ganaderas, las empresas que proveen bienes y servicios y las oficinas públicas del sector también laboran. Mediante teleconferencias se han llevado a cabo reuniones virtuales para atender la situación; en una de ellas entre el titular de Agricultura y los dirigentes de la Confederación Nacional de Organizaciones Ganaderas, el Consejo Mexicano de la Carne, la Asociación Mexicana de Engordadores de Ganado Bovino y la Asociación Nacional de Establecimientos TIF, el secretario Víctor Villalobos aseguró que se están tomando las medidas necesarias para garantizar que el trabajo continúe y que se mantengan la sanidad e inocuidad de los productos cárnicos, del ganado en pie y su movilización segura.

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