Flor del Guanto No. 1

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comunes y de las que tienen más de dos kilos. Las que no estaban sentenciadas quedaron fuera. Mirándonos las caras, consolándonos entre nosotras. Las que se iban nos decían “tranquilas, ya vienen las rebajas”, yo contestaba “¿si?, ¿cuándo?” El sábado vino el Director Nacional a confirmar. Ese día, las que no madrugaban, madrugaron. Me detuve un momento a pensar, ¿ahora, con quién me quedo? Mi maestra se va. ¡Otra vez sola! ¿Con quién pelear, reír?, ¿a quién contar lo que me pasa?, ¿quién me levantará el ánimo cuando me encuentre abatida sin querer saber del mundo? Ese mundo cruel que afuera y adentro golpea, destruyendo lazos de amistad que se construyen con el pasar del tiempo; cuando se ven sufrimientos que no me son indiferentes. Ese sufrimiento también siento yo. ¡Qué pena que los científicos no hayan inventado una pastillita para el sufrimiento y el dolor del alma! ¿Cómo no te va doler el alma si no sabes nada de tus caritas sucias que te quitan el sueño y viven en tu mente? En mi corazón anhelo salir para abrazarles, en sus tiernos brazos poderme dormir. Dulces gusa­nitos, ángeles rebeldes son los dos hijos míos. Tres caritas sucias que viven dentro de mi corazón.

françois lasso

Sábado, 12 de julio de 2008

diario entre rejas analía silva

Quito, 2 de octubre de 2008

Yo soy Analía, una mujer negra que siente y piensa que ¡este mundo loco debe cambiar! Los que dictan leyes injustas escriben tiranía para apartar del juicio a los pobres. Quito, 4 de julio de 2008

Unas compañeras habían escuchado por la tele que se aprobó el indulto, pegaron un grito y despertaron a las que estaban dormidas. Por fin llegó el tan anhelado indulto, indulto que para muchas es alegría, para otras es tristeza porque el perdón no lo repartieron para todas. Los “dioses” se pusieron a elegir: este sí, este no. En esta elección se olvidaron de la gente de la tercera edad, de las reincidentes, de los casos 32  Flor del Guanto #1

Día de visitas que muchas no tenemos. Esperando que se acabe el día para seguir con la rutina. Rutina que está llena de tristeza, soledad, vacío, desesperación, impotencia, rabia y sobre todo dolor, dolor que ahoga el alma y lastima el corazón; que te hace llorar y maldecir la rutina. Esperar que alguien se acuerde de mí y me venga a visitar. Rutina de mirar que a las otras les vienen a ver, felices. Ellas esperan en la puerta. Cuando llega la hora de irse, cómo duele mirar. Los hijos de sus madres no se quieren separar y por sus mejillas las lágrimas de los dos comienzan a rodar. Mirando el rostro del niño, de su madre, ¡cuánto dolor se ve! Ellos lloran porque entre rejas dejan a su ser querido. Aquí ellas quedan destrozadas en espera de la próxima visita. Otra vez llantos y abrazos. Hay otras rogando que las vengan a visitar. Otras colgadas en el teléfono

exigiendo que les vengan a visitar. Así es la rutina de este mundo de dolor, aquí en la cárcel. Quito, 20 de julio de 2008

He despertado a las cuatro de la mañana. Está lloviendo. Me puse a pensar en las cosas que pasan. En este lugar, primero que te dan muchos años y encierran tu cuerpo, con él las ilusiones, los sueños y los amores. Esos amores que quedaron en la calle y no sé su destino. Aquí hay que pedir permiso para amar, para hablar, para ser acariciada. Si te dan el permiso, se demora tanto que uno de los dos se cansa y ya no ruega más, deja a la voluntad de los que manejan la vida del encerrado. Los dos estamos presos con la esperanza de encontrarnos y descubrir si aún hay amor, o si en la espera se cerraron las puertas del corazón, así como encerraron nuestros cuerpos, que están cansados de la rutina. En la espera de que algo pase, en esta espera, cuatro compañeras murieron y murieron si ver justicia, justicia que para el pobre se esconde. Las que quedamos estamos buscándola. Ojalá la encontremos antes de que la muerte nos encuentre, como encontró a Gloria, a Vero y a Julia y a Nan, la muerte e injusticia. 22 de julio de 2008

Ha salido libre una compañera del estudio de bíblico. Nos sentábamos juntas y le encantaba hacerme las tareas. No se despidió, me enteré por otras personas. Eso me dolió, no poder desearle buena suerte mirándola a los ojos, y me hubiera gustado abrazarla por última vez y llorar juntas de felicidad. Al fin llegó su anhelada libertad. No sé por donde se vaya, lo único que le puedo desear a la distancia es que sea feliz. Para Dina de Analía. Quito, 30 de julio de 2008

El indulto comienza a llegar sólo para las de provincia, mientras las de la capital están en espera. Comenzaron a entrar en desesperación. Unas ya no duermen, otras no comen, otras entran en ansiedad, preocupadas, malgenias y sensibles. A mi maestra se le confundieron los papeles. Estaba ella deprimida, luego le han dado la noticia que ya tenía la boleta de libertad. Ya no era ella la que me miraba llorar, ahora era yo la que le miraba a ella llorar, pero esta vez de felicidad. Era un buen motivo para llorar. Días antes le he pedido que no se despidiera de mí cuando se vaya, porque quiero evitar uno de los muchos momentos tristes. Sólo quiero llorar en el momento en el que le eche de menos en el pabellón; la voy a echar de menos en el momento de corregir mis faltas de ortografía y en las mañanas cuando quiera tomar un buen café. Tengo la esperanza de que pronto nos reencontremos en libertad. El fanatismo del poder no lleva a nada bueno, lleva a la destrucción y desgracia del débil. ¡Fanatismo político!

agosto de

2008

Comencé a desesperarme porque el indulto no era para reincidentes; una de ellas era yo. La mayoría de compañeras sabía

que yo era reincidente hace veinte años atrás, y que los antecedentes eran de diez años atrás, entonces me arriesgué, cogí un abogado y saqué todos los papeles de Quito. Cuando pensé que ya tenía todo, me di cuenta de que me faltaba uno, el de Santo Domingo, ocho largos días más de espera que torturaban mi mente. Ya no hablaba con nadie, no comía ni dormía bien, y al lado las otras Mujeres de Frente, apoyándome, tranquilizándome, pero estaba desesperada, mi mente y mi corazón tenía un solo objetivo, salir a la libertad y al mismo tiempo pensaba ¿qué voy a hacer afuera si no tengo a dónde ir?, y ¿cómo? y habían muchas otras sin querer salir por no tener a dónde ir. La cárcel no enriquece a nadie, se sale con una mano delante y otra atrás. Al fin llegó la esperada boleta, como no tenía a donde ir acudí a Mujeres de Frente, cogí el teléfono y llamé a avisarles, no creían, pese a que siempre estaban pendientes. Conté con suerte, mucha gente estaba atrás de mí boleta: Derechos Humanos, Mujeres de Frente y amigos. Al momento de mi salida estaban las que nunca me dejaron, las que siempre me acompañaron. Mientras me tomaban los datos, ellas iban sacando mis cositas, que por cierto no era muchas. Cuando me abrieron la puerta de la cárcel del Inca, no sabía si era verdad o una pesadilla abrasándome. Ellas lloraban de felicidad y a la misma vez, de pena; quedaban dentro personas de la tercera edad, personas sin sentencia y personas que por la cantidad no pudieron acogerse al indulto. A la final fueron cinco años que conviví con ellas; me dolió ver cómo se quedaban tras las rejas. Salí un 21 de agosto, no sé si quiero recordar esa fecha u olvidarla. Salí de la cárcel chica a la cárcel grande, a la llamada libertad donde hay otra lucha que enfrentar, luchas que nunca terminan. ¡Bueno, hay que seguir rebuscando si se quiere sobrevivir! ¡Qué fuera de mí, si Dios no hubiera puesto estos ángeles en el camino! Vivo con un ángel que me ha recogido y estoy viviendo bajo su techo. Aún no he conseguido nada, ni un trabajo estable, ni tampoco una vivienda que yo pueda pagar y por el momento estoy estudiando, yendo al Penal porque antes de salir de la cárcel me conseguí un hombre. Él está privado de la libertad, como yo estuve un día. Creo que no le dejaré, a menos que él ya no quiera que le visite, porque consciente estoy que nada es para siempre y que mañana solo Dios sabrá. Correa vació las cárceles, ¿un favor para los presos o para él? ¡Menos presupuesto para las cárceles y más votos para el Sí! Desde el principio cuando él se lanzó para presidente la gente de la cárcel hacía campaña con sus familiares. Como los presos no podíamos votar, pedíamos a nuestras visitas que voten por Correa. Cuando perdió en la primera vuelta, nos sentimos bajoneadas; se vino la segunda vuelta y no nos despegábamos de nuestros televisores con la esperanza de que gane. Cuando fue la segunda vuelta, la gente gritaba: ¡ganó Correa! Hicimos fiesta en la cárcel. Algunas compañeras lloraron y otras nos abrazamos de la emoción, y cómo rezábamos para que las puertas de las cárceles se nos abrieran para volvernos a reencontrar con nuestra familia, pero no nos pusimos a pensar que salimos a la nada, sin trabajo, sin tener dónde vivir, sin saber qué hacer.  Sexualidades  33


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