Edición 214 Especial de Educación

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y el Estado de Derecho en Nicaragua. Por esa razón, han dado un amplio respaldo a la Conferencia Episcopal de ese país para que continúe los trabajos en pro de la búsqueda y promoción de soluciones al conflicto que se está presentando. Los esfuerzos van encaminados a que el Gobierno y los actores sociales participen de manera constructiva en negociaciones pacíficas que lleven a la consolidación de las instituciones y a la celebración de unas elecciones “libres, justas y oportunas”, en un ambiente que esté al margen del “miedo, la intimidación, amenazas o cualquier tipo de violencia”. Ortega, quien ha gobernado Nicaragua durante dos décadas, negó que los manifestantes hayan sido atacados y mucho menos que grupos paramilitares progubernamentales hubiesen actuado junto a las fuerzas estatales en el control de los disturbios. El mandatario fue mucho más allá al acusar a milicias financiadas por narcotraficantes y agencias de los Estados Unidos de agredir a

policías durante las movilizaciones populares. Según el presidente, lo que está en marcha es una “campaña de mentiras” para dañar la imagen de Nicaragua y su gobierno.

El impacto de la crisis

Los efectos de la crisis ya se sienten en la nación centroamericana, cuya economía ya está en la mira de las calificadoras de riesgo. Una primera medida la tomó Standard and Poor’s (S&P), la cual anunció en estos días que degradó la nota de la deuda soberana de la nación, de B+ a B, con perspectiva negativa debido al conflicto político que allí se registra. En el marco de las protestas, los manifestantes bloquearon carreteras, lo que afectó la movilización de mercancías y el abastecimiento de víveres en algunas zonas del país. En una reciente publicación de Portafolio, Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano y profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad Georgetown, consideró que América Latina pasa por un momento

Las protestas contra el gobierno de Ortega dejan más de 450 muertos.

político de transición con estructuras, partidos y liderazgos tradicionales en declive, y otros que vienen emergiendo en la región. En su concepto, no hay una tendencia clara porque, mientras en México se habla de un giro a la izquierda, en otros países está pasando todo lo contrario. Aunque la mayor preocupación para el hemisferio es la situación que está viviendo Venezuela, con alto impacto en Suramérica por el éxodo masivo que se está presentando, los ojos apuntan ahora a lo que está pasando en Nicaragua. Sin embargo, Shifter cree que entre el uno y el otro hay diferencias. “Ortega no tiene petróleo para sostenerse en el poder eternamente, ni para comprar apoyos. Además, la dimensión de las protestas es extraordinaria y los políticos tradicionales y empresarios que lo apoyaban le están dando la espalda; su situación es mucho más frágil que la de (Nicolás) Maduro. Las semejanzas son la falta de caminos viables para salir de las crisis y el potencial de desenlaces desastrosos”.

El Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, niega ataques a manifestantes.


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