Número 2 | El bigote de Nietzsche

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AgostoMÉXICO.CAMPECHE,IAñoIINo.2022noviembre EDITORIAL: PENSAR LA CIUDAD Fotografía: Angie Ruz

Vigilantes de la costa Un momento de paz que todos merecemos al día. La fotografía nos deja ver un cielo y un mar azul que se unen en un horizonte en calma. Las aves reposando al ras de una lancha solitaria, pero que se mantienen unidas: eso somos nosotros, navegantes sin rumbo, pero listos para emprender un vuelo.

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Angie Ruz; Campeche, México.

El bigote de Nietzsche es una revista cultural digital e independiente, Ciudad del Carmen, Campeche, México. Año 1, No. 2, agosto noviembre 2022. Es una publicación trimestral, plural y politemática, que tiene como editor responsable al C. Elio Mireles Córdova. Con ISSN en trámite.

editorialEquipo

Director y editor

Elio Mireles Córdova

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Jefa de contenidos y correctora de estilo Samantha Fernández Responsable de diseño editorial y maquetación Humberto Daniel Juárez Relacionista pública y responsable de redes sociales Leticia Cardona Vélez Revista «El bigote de Nietzsche» Fotografías en interiores: Angie Ruz; @undesirablehxIG. IV

Las opiniones expresadas por los y las autores (as) que integran este número no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación ni de la revista. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos y fotografías de la publicación con fines de lucro sin previa solicitud al editor a través de un escrito manifestando el asunto y los motivos dirigido al correo electrónico

Pensar la ciudad. ¡Qué difícil es pensar! ¿Sera cosa de raros? Quizá de filósofos. ¿Habrá existido el tiempo donde pensar era humano? Por supuesto. Hay una verdad devastadora rondando en el (cuidamos decir “nuestro”) mundo: nos hemos olvidado de pensar. Hay quienes aseguran que pensar arruina nuestras vidas, que no tiene utilidad pensarla, y que en su lugar, es preferible vivirla. Como si vivir se tratase de una cosa mecánica, ecuánime, donde todas las partes son funcionales, asequibles; como si la vida nuestra estuviese ya conclusa, cerrada, taxativa. Pensar en nosotros, más allá de todo individualismo, sino pensarnos nosotros con el mundo, con el cosmos, es enfrentarnos a algo siempre nuevo. No somos únicos, no nos creamos a nosotros mismos: vivimos en un mundo, habitamos un universo. “El minutero de la vida. La vida se compone de unos pocos momentos aislados. Sumamente llenos de sentido, y de intervalos en los que, a lo sumo se proyectan sobre nosotros las sombras de esos momentos.

EDITORIAL V

El amor, la primavera, una bella melodía, la montaña, la luna, el mar todo nos habla plenamente una sola vez al corazón, si es que todas esas cosas llegan alguna vez a expresarse por entero. Pues muchas personas no conocen en absoluto ninguno de esos momentos y ellas mismas son intervalos, silencios en la sinfonía de la vida real.” Friedrich Nietzsche. Por eso la ciudad es importante para nuestras vidas. La ciudad es el lugar donde sucede la magia de la existencia. Si tan solo pudiéramos detenernos y contemplar las partes de la ciudad, caminar y caminar sobre ella, andar y solo andar como los antiguos atenienses, observando esos “momentos sumamente llenos de sentido”, que yacen “aislados”, como si no fueran importantes, como si tratasen de ocultarse del gentío, de la modernidad. ¿Qué nos ha susurrado la noche de la ciudad? Nacer en una y quererle, no por un simple localismo ni nacionalismo, sino quererle por agradecimiento, por lo que es. Tan solo imaginar las infinidades de cosas que debieron pasar para que cada uno de nosotros naciera en un lugar determinado, como si de una suerte se tratara. Sí, pensar la ciudad, tal vez románticamente, significa detenernos un momento frente al mar, en el atardecer, la luna, sus monumentos, y esperar que nos hablen al corazón. No significa ignorar sus problemas ni sus dolencias, pero sí solo comenzáramos a mirarnos entre todos, mirar lo mismo y sentir lo mismo por todo, tal vez comenzaríamos a vivir bien. Tal vez aquí debamos seguir la idea nietzscheana del eterno retorno: si supiéramos que así como vivimos ahora tendremos que vivir eternamente: ¿querríamos eso? Mejor debemos pensar qué ciudad queremos, pero sobre todo, qué ciudadanos debemos ser. ֍

Contenido Ilustración & Fotografía IX Be not afraid Daniela Puc Ramírez X Exposición fotográfica: Una visión a Campeche Angie Ruz 20 Café de Providencia Leopoldo Tillería Aqueveque 22 La señora de al lado Juan Pablo Goñi Capurro 24 Rollos de una fría primavera Karen Esquivel Torres 27 La rata Adriel Natanael Miranda Lara 32 El camino Eduardo Mendoza 35 La luz Ronnie Camacho 40 Calmas sórdidas | Calles grises | Hombre sin suerte Dilan Chino Sandoval 42 De la isla a la capital Baltazar Cordero Tamez 43 La palabra con A Karen Delgado 44 Noctívaga divagación Joaquín Alejandro 45 Diurno de la cruz Ricardo Santiago 46 Quererme Ángel Carrillo 47 Singulares del corazón | Intentando ser papá Yessika María Rengifo Castilla CuentoRelatoPoesía Pistolita de unicel 48 Calixto Villaseñor Arquetipo 49 Quinta Entelequia Sales del cine / Enigma 50 Consuelo Arriagada Estáticos 51 Homero Baeza Arroyo Delicioso deseo | Reconciliación 54 José Uriel Medina Morales Extraviados 56 Homero Baeza Arroyo Prana / Alerta sísmica 57 Adelita León Deambular por los pasillos del verso 58 Hugo Vargas El hombre sin nombre II 64 Gabriel Urciuoli Barber Hijos de la costa 67 Jorge Luis Serrano Hablar de la libertad actual pensando en Kafka 72 Antonio Delgado Añoranza de la mismidad 74 Angela Aldama El credo del margen 78 Edward Álvarez Yucra Oración por el resurgimiento de las vanguardias 80 Jesús Armando Gutiérrez Apuesta sin sueño 82 Alejandro Zapata Espinosa Memorando 85 Gabriel Urciuoli Barber Microrrelato & Poemínimo Frag. de ReseñaEnsayonovela&Miscelánea VII

Be not Afraid Ilustración digital de lo que se conoce actualmente como “Biblically Accurate Angels”, inspiración de varias imágenes ubicadas en la web. El nombre “Be not afraid” nace del pasaje bíblico Lucas 2:10 “But the angel said to them, “Do not be afraid...”

Sobre la autora Daniela Puc Ramírez es una chica de 18 años que vive en una isla en el Golfo de México llamada Ciudad del Carmen. Egresada de la Preparatoria Diurna Campus II de la UNACAR, está pronta a estudiar Comunicación y Gestión Cultural. Fascinada por las historias de terror a pesar de generarle miedo, se ha adentrando a ese tipo de literatura y explorando otros géneros, ganando así el segundo lugar a nivel estatal del XX Concurso Nacional de Expresión Literaria “La juventud y la Mar”. Ha participado en más convocatorias literarias con gozo y alegría. IX

Pensar la ciudad puede resultar escabroso, pero no debemos dejar de pensar la nuestra, observarla, cuidarla, ver aquello que nos queda y, al menos, volver a las utopías: querer lo mejor, querer vivir bien, querer comunidad.

Consejo X

Aristóteles pensaba que la finalidad de las ciudades era que estas vivieran bien. O sea, que la constitución de las ciudades implica la construcción de ese vivir bien. Ese vivir bien es cosa de quienes la habitan. Pareciera, entonces, que ciudad y vivir bien son sinónimos. El que existieran ciudades era muestra del culmen de la civilización humana.

Pero hoy, aunque las ciudades enfrentan problemáticas y dolencias, sobre ellas sus habitantes concurren: los atardeceres, los monumentos, sus espacios de recreación y más, permanecen. Las ciudades se niegan a desaparecer y a convertirse en desiertos, pese a una globalización descarrilada, donde el sentido de permanencia se difumina, la identidad sucumbe, la mirada es raptada por lo digital y la comunidad deriva en individualismo.

Editorial

Les decimos: esta es nuestra ciudad, y tal vez cada uno y una de ustedes sentirá familiar las fotografías, pues también somos una familia humana y también tienen una ciudad por querer.

Con la exposición fotográfica que Angie Ruz ha preparado, queremos mostrar aquello por lo que debemos querer. Las fotografías están compuestas para hacer recordar a quienes en esos lugares han estado, o invitar a conocernos para aquellos que no.

ESTE ES CAMPECHE, SEÑORES

Exposición fotográfica de Angie Ruz Una ciudad se distingue por muchas cosas. Por su gente, por sus tradiciones y costumbres, por su gastronomía, por su historia o por su arquitectura y monumentos. Pero también, además de la suma de lo anterior, una ciudad es ella y sus problemas, de tipo político, social o económicos.

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estado.delcapitalCampeche,deciudadlademalecónenubicadofotográficoParadero delMayaArquitecturadeMuseoelenencuentraseJade,deMáscaraBaluartedelaCampeche.deciudadlaenSoledad,

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Tromba llegando a la Isla del Carmen, vista desde un punto del malecón céntrico de la ciudad.

Al fondo se puede ver el imponente Puente Zacatal, que conecta toda la Península de Yucatán con el resto del país. Además, el monumento popularmente conocido como “El barquito”, alusivo a la industria camaronera de antaño.

ciudad.ladecéntricomalecóndelorillaslasenpescandoCarmendelIslaladeHabitante XIII

Glorieta Nelson Barrera Romellón, ubicada en el atractivo Malecón Costero, en Isla del Carmen. XIV

Sobre la autora Angie Ruz nació en Papantla, Veracruz: “la ciudad que perfuma al mundo”, en 1998. Estudió la licenciatura en Comunicación y Gestión Cultural en la Universidad Autónoma del Carmen. Su gusto por la fotografía surgió desde temprana edad, siempre buscando paisajes desde una perspectiva de realismo para que, quien las observe se sienta presente en el lugar. Se inclina por la fotografía a blanco y negro, pero sin dejar de reinvertirse captando todos los colores cálidos de los atardeceres que ofrece la maravillosa Perla del Golfo. XV

Escanea el código para mirar la exposición completa. XVI

RELATO

RELATO20 El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

¡Diablos! Sí que ardía, pero sabía bien, bastante en realidad. Seguro estaba hecho con café colombiano, quizá brasilero. Olvidó preguntárselo al camarero, pero lo haría al pedir la cuenta. Creyó, por unos segundos, que alguien de la mesa del frente reparaba en su “debut”, pero no estuvo del todo segura. Cada cual, en grupo o a solas, hacía lo suyo. Desde luego, el café era lo central. Curiosamente, casi nadie se Sobre el autor Leopoldo Tillería Aqueveque (Chile, Padre las Casas; 54 años), esposo de su amada Danitza y padre de sus adorados hijos Tabatha y Lucas. Periodista y doctor en Filosofía por la Universidad de Chile. Ha tenido la posibilidad de publicar, gracias a Dios, en varias revistas científicas en el último tiempo (Argentina, España, México, Brasil, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Paraguay). El año pasado tuvo la alegría de ganar el premio literario del Ministerio de Educación de Chile "Relatos contra la no violencia de género", con la obra "Pabellón".

Café de Providencia

Leopoldo Tillería Aqueveque La campanilla de la entrada advirtió de su ingreso. Para su sorpresa, y a pesar de la hora, el lugar estaba atestado de clientes. Intentó, no obstante, con un solo golpe de vista abarcarlo todo. Ningún rostro conocido, aunque más de alguno le pareció familiar. Los camareros de siempre y el mismo hombre en la caja. Sin embargo, algo no cuadraba, algo en la atmósfera: en ese leve margen de contacto entre quienes reían, gesticulaban o, simplemente, hablaban. Miró hacia el fondo y vio la última mesa desocupada. Un golpe de suerte, se dijo. La conocía bien, muchas veces se había sentado ahí para tomar un café, casi siempre en solitario, mascullando sus eternas penas de amor. Poco importaba quiénes estuvieran cerca. Mejor si no la conocían. Esta vez sería distinto. Sería, pues, un café ruso, tal como se lo había recomendado Joan, su compañero de instituto. Lo pediría con el mejor vodka de la casa. Eso, sin duda, era lo esencial. Vodka ruso, ¡qué mejor para esa noche! La orden fue dada con una mezcla de precisión e ingenuidad: «Sin azúcar, pero con doble porción de Chantilly… ah…, y con el mejor vodka que tengas». Después de todo, se lo merecía. Nadie sufre gratis, pensó, mientras miraba insípidamente algunas de las mesas más cercanas. Las pocas miradas que cruzó con sus ocupantes fueron despreocupadas y extrañamente frías, aunque eso no le importó en absoluto. Se concentró en sí misma y en lo que venía ocurriendo hace un tiempo, en la tristeza que no se iba y en la rabia que se acumulaba, como la nieve en el dintel de una vieja cabaña. Le daría una buena lección. ¿Qué se creía? Engañarla otra vez, ¡a ella!, después de las infinitas horas de ruego y perdón. Un buen día se iría lejos. Sí, eso haría, se largaría de Santiago de una buena vez, pero no sería cerca. De ser así, la tentación de volver sería insoportable. Se conocía, se conocía tan bien que sabía que sería incapaz de hacerlo, aunque la engañase mil veces más. ¡Por todos los cielos! La cobardía la aplastaba tanto o más que la rabia y la pena juntas. Reparó en que la bandeja en que venía el café era distinta a las otras que había visto en el mismo local. Olvidó ese detalle apenas se vio frente a su primer café ruso. Distraídamente sonrió al camarero, a quien no recordaba haber visto antes. Cerró los ojos y pensó en Joan, en lo que podría contarle de ese momento especial: tal vez el sabor del primer sorbo. Ni por un momento se le ocurrió tomar su Smartphone y compartir la postal. «Demasiado kitsch», rio. Lo primero que sintió fue el impacto del vodka en su nariz; después, un escozor en su boca. Al final, el estómago acusó el golpe.

Mausoleo de la familia Nieves Cespedes, quienes fueron claves para el desarrollo social de la isla. Se encuentra en el panteón Último Paseo, popularmente conocido como “Panteón Viejo”.

evadía en sus móviles. De hecho, oyó sonar muy pocas veces algún dispositivo, aunque la verdad es que no entendió en absoluto lo que contestaban. Soterradamente reparó en ese detalle. ¿Sería efecto del vodka? ¿Era así como “actuaba” en una primeriza el café ruso? La crema había desaparecido en un tris. No iba a descubrir ahora su dependencia del azúcar. Alguien, cierta vez, le había dicho que bajaba los niveles de tristeza. El vodka golpeó un poco más fuerte. De pronto, el mismo vaso le resultó de una belleza inusual: los trozos de hielo parecían surcar como diminutos icebergs la delgada espuma de su cubierta. Café ruso, ¡quién lo dijera! Sin embargo, la consumían las ganas de escapar. Desvarió por un momento sobre cómo lo haría, y, sobre todo, acerca de cómo reaccionaría el bastardo cuando se diera cuenta de que en verdad lo había dejado, a él, al metrosexual que siempre se había salido con la suya. Saboreó por un segundo el sabor de la venganza: marcharse con su vergüenza infinita, con lo que le quedaba de orgullo, adonde fuere, pero lejos. Irse de la infidelidad, de las calles de esa ciudad, de Joan y su amistad caritativa. Vodka, café, hielo… una vida nueva. Apuró lo último que quedaba del vaso. El efecto del vodka se traspasó ahora a todo su organismo. Con una seña pidió la cuenta y, tras unos minutos, al pagar, oyó que algo murmuraba el camarero. No escuchó exactamente lo que dijo, o no le entendió, pero, dedujo, debió ser el clásico “hasta pronto” o “que tenga una buena noche”. Al avanzar hasta la puerta siguió escuchando ese extraño acento, como si en cada mesa, luego de cruzarla, fuera audible una expresión distinta, incomprensible… Y el frío, ese frío repentino, que ya antes de la salida avisaba que algo había cambiado. Volteó a mirar por última vez. El barullo subía de tono y nuevamente no reconoció a los camareros, pero tampoco, esta vez, al hombre de la caja. Sintió ahora una sensación parecida al miedo. Enseguida, un mareo estaba segura de que no tenía nada que ver con el vodka ni el café. Salió deprisa del local, y una ciudad desconocida la engulló con sus luces y edificios. Un frío polar la congeló al mismo tiempo. El mundo entero empezó a darle vueltas en su cabeza… ¿Sería posible lo que creía que estaba ocurriendo? Trastabilló unos metros y recuperó algo de su precario equilibrio. «Ты в порядке?» («¿Está Ud. bien?»), le preguntó una de las dos jóvenes rubias que se detuvieron al verla zigzaguear. Muda, más bien petrificada por el pánico, atinó a asentir con la cabeza y a seguir hacia donde su instinto la llevara. Miró a su alrededor, buscando una señal que la sacara de su error: «Тверская улица» («Calle Tverskaya»), indicaba el letrero, a solo unos metros de la inconfundible Plaza Roja. Se sentó, más reconfortada, al borde de una banca, justo al frente de donde decenas de jóvenes vociferaban en ruso su alegría nocturna, a miles de kilómetros del viejo Café de Providencia. ֍

El bigote de Nietzsche

Año 1, No. 2 RELATO21

La señora de al lado es silenciosa. No así su caniche, que entrena sus cuerdas vocales a la madrugada. Ella insiste en proteger sus oídos, y los del vecindario. Fiesta que hay en la cuadra, fiesta que culmina con la visita de la policía, ante sus denuncias por ruidos molestos. Los policías se marchan sin labrar actas, pero se sabe que la policía tiene una especie de don especial para extinguir las fiestas. En esas ocasiones, la señora sale a la vereda, con el caniche en brazos; cuida que los oficiales no se equivoquen de casa. Luego saluda, muy sonriente, con la mano en alto, a los invitados que se marchan, satisfecha con el deber cumplido. Después, regresa a su santuario, y cierra la puerta de chapas que la protege de la calle. La señora de al lado es religiosa. Católica. Tan católica que, cuando vienen de visita los mormones, o los testigos de Jehová, sale tras ellos, sin el caniche. Por supuesto, comienza con echarlos de su vereda. Luego, dispuesta a lograr por sí misma la salvación eterna de todo el vecindario, hostiga a los misioneros con la escoba, en tanto simula que barre las veredas. Aprovecha para ello que hay un baldío a la vuelta, donde almas desaprensivas depositan bolsas de residuos fuera de hora. La señora las toma, las rompe y llena de basura las aceras, para empujarla contra las piernas de los misioneros visitantes. Ella misma se aplaude cuando hombres y mujeres cabizbajos cruzan la calle, el límite que ha impuesto como coto privado del catolicismo. La señora regresa a su casa mascullando insultos contra los maleducados que han arrojado tanta basura en su calle.

La señora de al lado Juan Pablo Goñi Capurro

1, No. 2

El bigote de Nietzsche Año

La señora de al lado es democrática. Al atardecer, cuando saca al caniche con la correa para que haga ejercicio el can se deleita destrozando bolsas media hora antes que pase el camión recolector , cuida muy bien que el bicho sea riguroso con su caquita. Cada noche

La señora de al lado tiene la costumbre de salir a la calle con su perrito en brazos. El can en cuestión es un caniche, blanco, una bola enrulada. La señora tiene cuidado de vestirlo a tono con sus propios atuendos; ora una cinta roja como moño en la cabeza, ora una camiseta azul, el delicado perrito luce los mismos colores que cubren el abundante cuerpo de su dueña. La señora abre la puerta de su coche, instala al caniche en una silla especial en el asiento del acompañante y recién entonces se preocupa por sentarse al volante.

RELATO22

Sobre el autor Juan Pablo Goñi Capurro es escritor y actor argentino. Publicó Soltando la mano (La Verónica Cartonera, España, 2020); El cadáver disfrazado (Just Fiction, 2019); Agosto, Destino y Cabalgata (Colección Breves, 2019); La mano y A la vuelta del bar (2017); Bollos de papel (2016); La puerta de Sierras Bayas (USA, 2014). Mercancía sin retorno (La Verónica Cartonera, 2015). Alejandra y Amores, utopías y turbulencias (2002). Más de quinientas publicaciones en Hispanoamérica, a través de antologías de editoriales y en revistas literarias. Premio Novela Corta “La verónica Cartonera” (España, 2019 y 2015). Ganador VIII certamen de microrrelatos de Montserrat (2022). Premio teatro mínimo “Rafael Guerrero”. Colaborador en Solo novela negra (relatos).

La señora de al lado es muy simpática, preocupada por sus vecinos. No hay día que no salude al cruzarse con ellos, y que no los aconseje sobre cómo limpiar las veredas o adecentar los frentes o podar los árboles y acomodar sus canteros. La señora tiene gustos exquisitos, a pesar de que su casa está oculta a la vista por un paredón gris, monótono y resquebrajado. Pero es tan dada, que no pierde ocasión en adiestrar a las madres sobre la educación de sus niños. Supongo que estudia para ayudarlos, ya que no tiene hijos. Tan altruista ella, dedicando su tiempo a los otros, ¡y tan generosa! Acopia dietas, en libros y revistas, y en vez de utilizarlas, se las regala a las vecinas.

Año 1,

2 RELATO23

Interiores del mercado municipal Alonso Felipe de Andrade, en Isla del Carmen.

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lo hace en una vereda distinta, para que todos en el barrio reciban por igual su bendición menos ella, que ya tiene el cielo ganado . El caniche, que a la hora de deponer parece un mastodonte, no protesta, caga donde su dueña le indica. Una vez que acaba, la señora le pasa una toallita humedecida por la colita, antes de alzarlo y regresarlo a su cómodo puf, en una sala con vista al paredón. A pesar de su dedicación a los semejantes, la señora de al lado no es querida en el barrio. Ella lo ignora, su alma bien pensante sería incapaz de imaginar que sus vecinos la odian. ¿Cómo supondría que han planeado una venganza, y que esa venganza es esta noche? Me siento mal por ella. En estos instantes, cuando el sol se está debilitando, estará perfumando a su perrito, preparándolo para su nocturna excursión a las veredas, ignorando que todas las bolsas están llenas con un líquido verde, en espera de la mordida del caniche. Quedará condenada a usar el resto de su vida ese color que odia, como le ha resaltado más de cien veces a la señora de la casa de la esquina, a menos que decida romper su hábito y salir a la calle con un caniche de colores fuera de tono con sus ropas. Las ocho y media de la noche. La señora de al lado sale muy oronda, con la cadenita naranja a juego con su batón. El caniche se arroja voraz sobre la primera bolsa, la de mi casa. Corro las cortinas y dejo de mirar. Por buen vecino, me he sumado a esta horrenda iniciativa. Pongo música para no escuchar los gritos de la señora al ver el resultado de la perversa maniobra. Que me acuse de ser el instigador, es lo de menos. Lo más grave va a ser verla salir, a diario, vestida de verde, el mismo color que vestía mi mujer la noche que la encontré en la cama con un hombre conocido, el hombre que vivía en la casa de al lado.

El bigote de Nietzsche No.

Rollos de una fría primavera Karen Esquivel Torres

No quisiera tener que contar esta historia, pero en momentos de profunda tristeza, es necesario para sanar el alma. En ese entonces, estaba tan confundida. Llevaba varios días con problemas para conciliar el sueño, pero… ¿cómo no hacerlo bajo esas circunstancias? Les contaré, las cosas no eran fáciles, pero lo peor inició en un momento cualquiera. Todo volvió a mí, un día en donde las cosas habían salido muy bien en apariencia. Iba regresando del trabajo. Era ya tarde cuando el hambre me invadió y decidí cenar para callarla. Encontré un restaurante chino a la vuelta de la esquina de nuestra, digo… de mi casa. Ordené res teriyaki y para mi mala suerte, a causa de la hora, solamente quedaban… rollos primavera. Esa comida era lo último que deseaba, pero tenía tanta hambre que simplemente acepté. Tenía miedo de dar el primer mordisco porque sabía qué recuerdos desataban; sin embargo, comí, anhelando que estos no reaparecieran. Cuando terminé de cenar fui caminando a casa y así, sin más, a mi lado vi pasar, a alguien familiar, pero sin iluminación, era casi imposible distinguir su rostro con claridad.Entre penumbras, solamente vislumbré la silueta de un hombre, delgado, no muy alto o bajo, cabello obscuro, traía una loción embriagante, caminaba bastante seguro como regodeándose de lado a lado... contoneando su figura con un típico suéter negro y unos jeans cualquiera. Aunque ante otros no destacaba, para mí, era atractivo a pesar de todo. Me robó el aliento con su mirada profunda, una tierna y cálida sonrisa que iluminaba la terrible oscuridad de aquel paisaje. Al verlo cara a cara, me recordó a alguien, pero eso era imposible. Por un momento perdí las ganas de caminar; quería quedarme viendo a este hombre desconocido. Descendió por mi rostro una lágrima, que sequé inmediatamente con mi manga y continué caminando, mirando solamente al suelo, intentando no pensar en nada.

Al cerrar la cortina para tapar aquella vista, afirmaba; «Así se irán los recuerdos». Pero como dice mi madre: «No puedes tapar el sol con un dedo», ni mucho menos ocultar los sentimientos. No se puede ignorar por mucho tiempo al elefante sentado en medio de la sala, o en este caso, no podía eliminar los hechos. Decidí prepararme una infusión de lavanda manzanilla, para relajar mente y cuerpo, pero cuando chequé en la alacena, ambos recipientes estaban vacíos. Sobre la autora Karen Esquivel Torres es de la Ciudad de México.

RELATO24

El

bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

Llegué a casa y arrastrándome casi en contra de mi voluntad, entré a mi habitación. Parecía preludio de un evento desafortunado. La melancolía corría por mis venas, pues, a pesar de que casi no recuerdo cómo era mi vida cuando estabas, al caer la noche de este fatídico día, podía observarse desde mi ventana, un profundo cielo, una luna helada, en síntesis, parecía un lóbrego anochecer, en donde se proyectaban las mieles del amor pasado, imágenes que causaron regocijo, pero que ahora solo ensalzaban mi amarga soledad. No podía dormir tranquila desde que… no estabas.

RELATO25

Había olvidado ir a la tienda. Leía un poco para entrar en sueño. Elegí una antigua novela de corte histórico que ya había ojeado antes; pero nunca noté… que en esta antigua novela había amor, pérdida, relatos idílicos… que se derrochaban entre líneas. Desde una perspectiva así, solo se acrecentaban los gritos ocultos de un alma agonizante, laIntentabamía. concentrarme en los personajes y en sus hazañas, en los choques socioculturales, inclusive en los sucesos bélicos, aunque nunca han sido de mi agrado. Cualquier situación era mejor que consentir lo que sentía. Hasta que, de pronto, se hallaban entre las páginas de aquel viejo compañero, plasmadas las siguientes líneas:

Año 1, No. 2

Entoncesagonía.entendí.

Era imposible no pensarte o recordarte con cada bocado de palabra, en cada paso a casa, en cada detalle de aquel desconocido. Todo, desde ese primer rollo primavera me recordaba a ti. Y comprendí, no quería seguir viviendo sin ti; mucho menos podía fingir disfrutar del único platillo que comías en esos últimos días, donde ya nada te sabía por la sobredosis de medicamentos, que lejos de ayudar, a mí parecer, solamente te perjudicaban más. Ese único platillo que podías deglutir sin vomitar. Lo último que compartimos antes de tu partida. Aquello que me invitaste en nuestra primera cita, y lo primero que ordenamos a nuestra casa cuando decidimos vivir juntos. Esos estúpidos rollos… ¿qué habían hecho conmigo? No tenía ganas de recordar, de volver a pasar por este corazón lacerado, ese momento.Abandoné

Pero era cierto, ya no estaba. Pensé en su momento que no me importaría. Que equivocado viví. Era en esa ausencia donde se notaba la presencia auténtica, efímera, y sobre todo en este simbólico lugar destacaría la importancia que tiene esta, en la vida y desarrollo de otra. El impacto entre dos cuerpos que, al ser diferentes, casi opuestos, chocan, pero al mismo tiempo en sus contrariedades se complementan y encajan. Como piezas de rompecabezas, que a simple vista parecen ajenas una de la otra. Así, a su vez, si en la vida se hizo ver que existían mientras daban sentido el uno al otro, en tanto estuviesen, en la muerte se harán notar aún más. Y, por tanto, el saber que ya no está más ese otro que daba cuenta de mí y que en mí habitaba, el observar que ya no se encuentra más en donde estuvo provocará tal impacto doloroso... que llevará al que permanece donde fueron, a una profunda

la lectura después de estas líneas, pues por más que quisiera volver atrás en el tiempo a un momento especifico, ese instante no podría jamás repetirse. ¡Era horrible! Estabas, aunque ya no estuvieras, en mí habitabas. Pero no podía verte o sentirte, ni escucharte; y por tanto no sabía si tú eras capaz de verme desde otro mundo. Al pensarte, menos quería continuar. Me daba cuenta de una cama vacía, en una vida que estaba incompleta. Era yo quien ya no podía vivir más, como si ya no vivieses; estaba harta de escuchar los mismos absurdos consejos: «La vida sigue y tú eres muy joven», «Pero conservas increíbles recuerdos», «No pienses en ello», «No te des por vencida» ¡Bah! ¡Tonterías salían de sus bocas! A mí me daba la impresión de que eran ignorantes del amor y del apoyo emocional. El bigote de Nietzsche

Únicamente salía con esos amigos para que me dejaran en paz, pero, aunque estuviera de pie, no me sentía bien en ningún momento. Verdaderamente, solo era un saco de carne y huesos andantes. Caminaba sin caminar y vivía sin vivir. Estaba muerta. ¿Acaso carecía de sentido? Rompí en llanto. No pude soportarlo ni un minuto más. Anhelaba verte, aunque fuese una última vez, y estar contigo, entre tus brazos. Escuché un tintineo de campanas sonar a lo lejos. Entonces, sentí una mano álgida, que suavemente acariciaba la mía. Comencé a dudar de mi cordura, ¿estaba alucinando? Después de todo, sí llevaba varios días sin dormir profundamente. Un delicioso aroma me envolvía. Era tu aroma, pero ¿cómo? En esa recámara ya no quedaba nada de ti, más allá de unos cuantos recuerdos nublados. Posteriormente unos brazos invisibles rodearon mi pecho desde mi espalda, parecía que una fuerza invisible me apretaba contra un cuerpo perceptible para el tacto, aunque no para la En ese breve instante escuché una voz, grave y profunda que decía susurrándome al oído: «Te amo». ¡Eras tú, mi corazón lo resentía! Fue así como en mi desesperación o locura, en lugar de preguntar cómo ocurrió, decidí dejarme llevar por el momento. Le contesté al Y un beso tuyo se posó en mi mejilla y una mano se deslizó hasta mi cintura. Tus labios llevaban un recorrido desde los míos hasta el cuello, mi cuerpo se estrechaba contra el tuyo. Nuestros cuerpos estaban juntos como en vida, nos uníamos otra vez. Disfrutábamos. Éramos uno. Habitabas en mí, de nuevo. El regocijo nos encaminaba a ambos en un culmen insólito para la mente, pero no para los cuerpos, ni para los espíritus que se entrelazaban entre sí repetidamente. Tu voz estaba ahí nuevamente y expresaba: «¿Lo disfrutas?» No me quedaba mayor remedio que admitir que te añoraba y que evidentemente gozaba contigo. Me amabas tanto como yo a ti. Entonces decías: «Ven conmigo, vámonos juntos» Asentí con la cabeza. Alargué mi brazo. Tomé unas pasillas que estaban en el buró y las ingerí. Agotada, mareada recosté mi cabeza en la almohada. Comencé a entrecerrar los ojos, no sé si por la sobredosis o por el cansancio, pero pude ver tu rostro una vez más, con tu mirada dulce clavada en la mía por última vez. Pesaban los parpados, pero el cuerpo se hacía ligero como una pluma. Casi flotaba en la habitación, podía verme desde lo lejos. Parecía una ilusión, aunque no lo era. Abandonaba ese apartamento desde aquella ventana. Pero mi estómago dolía, el cuerpo me halaba nublando aquel bello momento en el cual contigo partía. Los pies y cabeza eran como piedras espesas. Volvía en mí nuevamente y el asco hacía presencia. Corrí al sanitario. De nuevo, los rollos primavera haciendo su triunfal entrada. Por la debilidad de toda esa misteriosa situación caí profundamente dormida, pero jamás olvidaré aquella noche entre alientos de deseo y una fría primavera. ֍

RELATO26 El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

Año 1, No. 2 RELATO27

Otro enfermo, pregunta por el accesorio del momento, el dinero no le alcanza lo siento, se acabó su crédito y quieren más y más y más, su hambre no les llena el estómago, sonó su frágil ego. Los miro asombrado, trabajando en despachos jurídicos, en salas de conferencias, en los videos de las redes sociales, tomados del cuello sacando sangre de las piedras que les salen por el recto. Hablando tonterías motivacionales que crean una dependencia emocional tan inhumana que nos hace olvidar nuestra propia naturaleza: la animaliSondad.modernos, con autos elegantes y vestidos de Versace, sociales por conveniencia. La peste de nuestros tiempos. Artistas disfrazados de cliché, sobajados a limosnas de burdel. Eso demuestra nuestra capacidad como seres superiores, creyéndonos autodidactas, filólogos, altruistas y demás tonterías, ¿no ven acaso lo que nos mira? Ese reflejo lo veo incluso desde el otro lado del edificio. Mujeres vendiendo su Sobre el autor Adriel Natanael Miranda Lara (Pachuca, Hidalgo, México; 37 años). Ha realizado colaboraciones con revistas digitales tales como: Revista Catártica, El diario de Campeche, Revista literaria trinando, Poesía en atril, entre otras. Así mismo, fue participe del 3er foro literario hidalguense y cuento con colaboraciones en antologías de cuentos titulados: Pandemia de Palabras II (editorial Faro Sur), Antología de Cuento Hidalguense (Editorial Vozabizal) y próximamente una más realizada por la Casa Editorial ASIES LEAL. Por otro lado, es serigrafista de profesión y creador de una marca de ropa donde difundimos la literatura y filosofía.

La rata Adriel Natanael Miranda Lara ¿Es posible despreciarme? ¿Alienar esta cólera insalubre que me absorbe cuando repentina mi gracia cae en desgracia? Veo mi rostro, es verdad, ya he llegado. Acosado por el empeño del trago, de esta deuda que le cargó al pagano. Bebo en demasía, mi tráquea quema, la lumbre que me acontece me reduce, no hay remedio para lo que soy, pasajero. He tratado de buscar remedio. Las flores, el campo, la noche, el sol, pero esta desesperación me llega. La vaciedad con la que canto es casi un nuevo ritmo. Escucho caer el licor hasta mi estómago, el eco lo desnuda, estoy muerto, desterrado, roído, no me queda más. Despierto aburrido, en automática costumbre que me abruma. Toco mi pulso, la herida aún demuestra la resistencia de esta insana creencia de la esperanza, ¡toc-toc! Tocó la hora del alimento, ¿carne? ¿huevos? ¿leche?, quisiera ser pasto para tragar agua y vomitar aire, quizá con esa certeza podría hacerme un omelette de obviedad, es rara esta vida. Regreso, me siento, estiro los codos, las piernas, que delgadez de ellas, el tiempo me traga, lo veo enfurecido, iracundo, trágico, sus palabras, no, no, no, no, están de nuevo persiguiéndome, ¡tic tac! La arena se agota, no veo la salida, o quizá sí, dentro de este semillero de rastreros que viven en madrigueras de excesos. Un cigarrillo, sí, un cigarrillo me hará caer de nuevo. Ese olor a quemado me hacer estar cerca de mi futuro hogar: el infierno, aunque no creo que llegue a ser tan malo como esto. Papeles y papeles, montones de papeles, correos, alertas, alarmas, ¡ruido, quédate quieto por favor! Esta ciudad gris me oprime, succiona lo poco que tengo. ¡Ring-ring!

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cuerpo en aparatos móviles buscando una aceptación que debería ser la propia. Mueven sus traseros operados al ritmo de su devaluación, sonríen con pómulos inflamados de tanto aceite para auto que ya ni sé Estamosreconocen.parados sobre un cúmulo de pólvora, la mecha comenzó a avanzar, ¿será que somos capaces como especie dominante de revertir la vaciedad? ¿O tal vez solo nos acostumbremos a cambiar nuestro lenguaje por buscar la empatía de la carente generación de papel? No lo sé, aunque podría decir que lo único que podría salvarnos sería nuestra extinción. La vanidad nos carcomió, lo que creímos ser según lo establecido no es más. La nada nos llegó. Mientras tanto, como la rata que soy, seguiré subiendo estos inútiles documentos a la nube: lugar donde se encuentra la mugre, ya no somos tan extraños después de todo, ahora somos el poder que mueve estos engranes, la clase media, la que sobrevive con un salario mayor al del resto, ¡vaya, qué dicha! Con esto ya me alcanza para un late vegano, ya saben, de esos que no contaminan, pues ocupan pajillas de cartón para excluir el tan desagradable plástico, ¿quién habrá creado tan cruel invento? Los mares, los ríos, los valles y el resto son lo que nos quedaremos. Sin agua, sin tierra, sin hierba. Devoramos todo a nuestro paso, somos la gran bacteria, pero, ¿quién lo ve? Si estamos asombrados con los filtros de Instagram que nos devuelven la preciada juventud, que nos realzan las carencias y nos vuelve atractivos, ¿cómo no adorar esa magia? Nos volvemos niños, sonreímos, admiramos, presumimos la gran obra, deberíamos estar agradecidos, ¡ellos nos han salvado! El dios al que le regalábamos nuestras plegarias nos ha escuchado, ¡ahí está el elixir de la eterna juventud! Frente a tus ojos, esperando mostrarte como la mercancía desechable que ¡Benditoeres. seas señor internet! Que pones en nuestras manos la decadencia, que muestras la nimiedad que somos. Ojalá algún día podamos vernos sin un espejo, que lo que nos enseñaron nuestros ancestros vuelva a la colmena y no nos abandone jamás. No caigo, aunque esté volando, aunque mis párpados estén ya congelados y este trastorno de esquizofrenia me haga ver más claro. Escucho sus voces, las reconozco, pero dentro, como diría un adiestrado pastor de sufrimientos: nada como el placer de vomitarlos.

En fin, es hora del almuerzo, mi jefe trajo rosquillas para mitigar la sorna que le causa el que seamos sus esclavos voluntarios, pues llevamos casi dos días laborando sin descanso, con café cargado y sin un centavo, porque está quincena me tocó pagar el alquiler, la tarifa del auto nuevo y el baile privado con aquella puta que se llama: libertad.

CUENTO

La soledad se hizo presente y me acompañaba solo la estática de la radio que en cada tope cambiaba de estación. Yo quise atribuirlo a un fallo en su instalación. Las luces de los faroles en la calle eran muy tenues como para alumbrar algo de manera clara. La temperatura descendía a un ritmo cada vez más veloz. La niebla daba la impresión de haberse colado entre las puertas e inundar el carro. Aún me quedaban unos seis kilómetros y las charolas de los señalamientos tomaban formas espeluznantes. Mis dedos se agarraron con fuerza al volante, mis pies iban de pedal a pedal y sentía cómo un sudor frío me recorría la nuca. El ambiente ya era demasiado hostil por sí solo, y mi cabeza ayudaba a crear escenarios desastrosos. A pesar de todo esto, lo peor sucedió poco después de la mitad de mi recorrido. Justo cuando pensé que había librado este tramo del camino, unas luces llamaron mi atención a través del espejo. Lo más lógico era pensar que se trataba de un auto que estaba detrás mío. Pero las luces tendrían que haber sido las de un camión monstruo para estar a una altura tan exagerada. Quizá a unos cuatro metros de altura las pálidas luces se posaban sobre mi auto. No tenía forma de calmarme así que tomé un paquete de chicles a un costado del asiento y me los eché todos a la boca. Era un sabor manzana a canela que me hizo sentir un poco más Sobre el autor Eduardo Mendoza es de Puebla.

CUENTO32

1, No. 2

El camino Eduardo Mendoza Las luces del carro hicieron visibles los escasos vehículos que transitaban. Era aproximadamente la una de la madrugada. Mi padre fue internado de emergencia en el hospital Santa Cruz, el más cercano al pueblo donde ellos vivían y donde yo felizmente crecí. Yo regresaba de trabajar y me dirigía a casa, aunque debo admitir que me encontraba algo perturbado en ese momento. Sé que en situaciones de estrés agudo no se debe tomar el volante, pero tampoco tenía más opciones. Era tarde y ningún taxi iba a conducir diez kilómetros para llegar a Santa Cruz. De cierta forma ya sospechaba que algo andaba mal. Desde mi radio que no captaba señal alguna, o el olor a podrido que me invadió desde los asientos traseros. Yo estaba seguro de no llevar comida o algo parecido que produjera dicho olor. Nunca fui una persona muy católica, pero en ese momento no tenía a nadie a quien más rogar por mi vida y la de mi papá. Si para algo era bueno, sin duda, era para saber cuándo las cosas no iban bien. Una ligera lluvia comenzaba a hacerse presente quizá solo para no permitirme ver a través del cristal. Una lluvia en pleno enero era el colmo. Ya que daba la impresión de ser una lluvia que solo me caía a mí. Como la pequeña nube triste de las caricaturas que siguen a los personajes. Mi carro era seminuevo por lo que no estaba aún seguro si tenía alguna falla, y tenía el temor de quedarme atascado en un bache bajo la lluvia. Aunque esa lluvia paró y me dio un respiro, pero dejó en su lugar una capa muy densa de neblina que poco a poco cubrió toda la carretera. Las luces hacían su mayor esfuerzo, pero aun así era muy limitada la visión. Lograba solo guiarme a través de los sonidos de otros autos. Conforme pasaba el tiempo menos era el tránsito en el camino.

El bigote de Nietzsche Año

cálido, aunque el ambiente afuera continuaba tan frío que mis dedos comenzaban a entumirse. Las luces mantuvieron su distancia, ya fuera que yo acelerara o disminuyera la velocidad siempre se quedaba a una distancia constante. Mi primer pensamiento fue que alguien me estuviera siguiendo, y a mí no me quedaba de otra más que continuar. Ya que los chicles no habían sido suficientes decidí poner música en mi celular. La señal de radio era asquerosa en ese lugar, por lo que puse canciones que ya estuvieran guardadas en el móvil. Puse la música a un volumen alto para callar los pensamientos negativos hasta llegar a mi destino. Estaba a tan solo tres kilómetros de la entrada al siguiente pueblo, que era donde mi padre se encontraba hospitalizado. Las luces del aparente carro dejaron de seguirme y por un instante me sentí mucho más tranquilo. Un pequeño ícono se marcó en rojo sobre el tablero parpadeante y urgente. Mi pensamiento fue que se trataba del tanque de gasolina bajo. Pero eso era imposible. Yo estaba seguro de haber llenado el tanque hace tres horas. El ícono de peligro siguió insistente a la par que mi auto se detenía lentamente. Sentí una punzada en el pecho y le eché una mirada a mi lado derecho. No quería, pero necesitaba orillarme. Estuve sentado unos diez minutos sin moverme. La sensación de hormigueo me recorría las piernas ya que las mantuve apretadas con fuerza sobre los pedales. Era bien sabido que los caminos solitarios no solían ser amigables con los viajeros que se quedaban varados a su merced. Le eché un ojo un par de veces a los espejos justo para revisar si no venía un auto. Saqué una linterna grande que había en la guantera y me bajé a verificar el cofre. Tenía conocimientos básicos sobre automóviles, pero no los suficientes como para saber qué le sucedía a mi carro. Tampoco para saber qué hacer en mitad de la madrugada con la vista apenas visible. Traté de parar a alguien, pero los pocos conductores que pasaban no me veían y lo más probable era que en su mayoría me ignoraban. No cualquiera se paraba a las dos de la mañana junto a un desconocido al lado de la carretera. Esa parte del camino era conocida por tener animales agresivos. Avistamientos de jaurías y coyotes. A pesar de escuchar uno que otro aullido aquellos animales no me causaron miedo: lo que me causaba inquietud era la gente. Algunos traileros que iban del tramo de Santa Cruz hasta donde yo vivía comentaban haber visto a gente en los caminos pidiendo aventones, vestidos de forma extraña e incluso con manchas de sangre en el rostro. Entre los conductores era bien sabido que no debías parar a recogerlos o poco se sabría de ti después. Pero no era solo eso. Era mucho más. Estaba seguro de que algo se encontraba conmigo. Algo que me había estado siguiendo no solo desde que inicié mi viaje. Si no desde mucho antes. Un ente que me acechaba desde la oscuridad y la niebla esperando la oportunidad de que yo quedara vulnerable. La luz de la luna quedó bloqueada por las nubes y por la niebla que se condensaba. Una luz se asomó detrás de mí. Provenía de los oscuros e inmensos árboles que se erguían imponentes. Reconocí esa luz en seguida. Era la luz que hasta hace media hora me siguió por la carretera. Tomé mi celular en un desesperado intento de llamar a un número de emergencia. Pero no podía conseguir señal. Mis datos móviles ya estaban muertos y no podía recibir llamadas. Mientras los ruidos de hojas secas quebrándose se acercaban más y más, tomé mi celular para dejar una nota de voz en el buzón de mi madre. Siempre fui muy cercano a El bigote de No. 2

Nietzsche Año 1,

CUENTO33

Escultura Stella Maris, ubicada en la costa del malecón céntrico de la ciudad. La escultura está posicionada paralelamente al altar de la Virgen del Carmen que se haya en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen.

mi familia y siempre me apoyaron a pesar de nuestras circunstancias. Y yo no fui capaz de hacer lo mismo por ellos. Traté de dejar una nota escrita en los documentos del trabajo que había traído conmigo. Estoy seguro de que la nota quedó a medias. Observaba mi auto cada vez más lejos, mientras algo me arrastraba dentro del bosque. Nunca pensé que saber que ese era mi fin me resultara tan tranquilo. Mi único deseo era que mi cuerpo fuera encontrado pronto, porque sabía que para mi familia era mejor saber que había muerto, a no saber nunca cuál fue mi paradero y qué fue lo último que pasó conmigo antes de mi desaparición.

El bigote de Nietzsche

Parroquia Nuestra Señora del Carmen; su construcción data de principios del siglo XIX.

֍CUENTO34

Año 1, No. 2

EllaClaro.comienza con su última labor cuando de pronto, escuchamos el sonido de la puerta abrirse a nuestras espaldas.

¡Ya párenle tortolitos, guárdense algo pa más tarde; Órale que se queman mis chilaquiles son algunos de los comentarios burlones que nos sueltan varios de los comensales habituales. Ya voy, ya voy responde mi novia a sabiendas que es un juego . Oye, sé que planeaste algo para hoy, pero, ¿puede esperar un par de horas?, es que papá salió y me dejó encargada de cerrar nerviosa mira hacia el suelo a la par que entre sus manos, estruja un trapo viejo con el que seca los platos después de lavarlos. Por supuesto, tenemos todo el tiempo del mundo como me odio por decir eso.

Un hombre ha entrado a la cafetería, luce nervioso, no aparta la mano del bolsillo derecho de su pantalón y esconde su cara debajo de una gorra y unas gafas de sol.

2 CUENTO35

No te preocupes yo sonrió de oreja a oreja.

Perdón por hacerte esperar dice exhausta.

Apenas la abro, soy recibido por el exuberante aroma de las tortillas de harina y el café recién hecho. Otrora aquello despertaba mi hambre, pero ahora, lo único que logra es retorcer mi estómago del asco.Mi novia, la única razón por la que entré a este cochino lugar, se encuentra atendiendo el negocio detrás de la barra.

La luz Ronnie Camacho Como siempre, es una hermosa noche. Las estrellas brillan, la luna llena abarca un gran cacho del cielo, y yo muy confiado, me acerco a la puerta de la cafetería donde mi novia trabaja.

Ya nada más déjame apago las luces y cierro las puertas para que nos vayamos promete.

Por casi dos horas espero que termine y mientras lo hago, veo un rato el futbol en una vieja televisión que hay enclavada en la pared, charlo con otro cliente y me tomo un café.

A veces me pregunto, si después de tanto tiempo ella hará lo mismo, ¿También tratará de encontrar todos los defectos que en su día el amor impidió que viéramos?

¡Amor, ya llegaste! sus ojos se iluminan al verme. Hola hermosa camino hacia la barra y sobre esta, nuestros rostros se acercan hasta fusionarse en un beso.

Con cuidado examina el lugar, antes de centrar su vista en nosotros.

Sobre el autor Ronnie Camacho Barrón (Matamoros, Tamaulipas, México; 1994), Escritor, licenciado en Comercio Internacional y Aduanas, y Técnico Analista Programador Bilingüe. Autor de dos novelas: Las crónicas del quinto sol 1: el campeón de Xólotl (Amazon 2019) y Carlos Navarro y el aprendiz del diablo (Editorial Pathbooks, 2020); también de diez libros infantiles, por mencionar algunos: Friki Katy, José lo vio todo y El pequeño rey, todos con Pathbooks. Su más reciente obra es una antología de cuentos titulada Entre nosotros (Amazon 2021), colaboró en once antologías y publicado textos en más de 110 revistas y blogs nacionales e internacionales.

Gracias guapo me sonríe antes de volver a sus actividades laborales.Mientras la observo ir y venir de un lado a otro, no evito repasar en mi mente todos los defectos que le he encontrado, como sus ojos de tamaño desigual, ese grotesco lunar carnoso sobre su labio superior y su voz tan chillona que ya me tiene harto.

Nietzsche Año 1,

El bigote de No.

Por supuesto, tenemos todo el tiempo del mundo ¿Por qué no me fui cuando pude?.

Ya voy, ya voy ella les sigue el juego―.Oye, sé que planeaste algo para hoy, pero, ¿puede esperar un par de horas?, es que papá salió y me dejó encargada de cerrar estoy cansado de esto.

Mientras la espero, vuelvo a ver el partido, como siempre el Cruz Azul perdió, tengo la misma trillada conversación con el otro comensal y me bebo un repugnante café.

CUENTO36

pregunta mi novia con una sonrisa nerviosa.

Una vez más me encuentro frente a la entrada de la cafetería y aún en contra de todos mis deseos, vuelvo a abrir la puerta. ¡Amor, ya llegaste! otra vez los ojos de mi novia se iluminan al verme.Hola hermosa nuevamente me acerco a la barra, nuestros rostros se funden en un apasionado beso y los comensales se mofan de nosotros.

A la par que mi novia comienza a apagar las luces, el característico sonido de la puerta abriéndose se escucha.

Ya me escuchaste, ¡Que me des todo el dinero! rápidamente desenfunda una pistola y le apunta a la cara.

A cada segundo esta se agranda y pronto alcanzo a distinguir que aquella luminiscencia, proviene de la poderosa luna llena que impera en el cielo .

Ay señor, discúlpeme, pero ya cerramos mi novia se muestra apenada.Sinmediar palabra y con paso tembloroso, el hombre se da la vuelta, pero no para marcharse. En lugar de eso cierra la puerta de la entrada con candado y se aproxima a la barra. Dame todo el dinero dice tan rápido que apenas si se le entiende.¿Cómo?

El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

Una bala sale disparada y los sesos de mi novia se estampan contra la pared, antes de que esta caiga muerta al suelo.

Un frío acalambrado me abraza y siento cómo me hundo en la profundidad de la nada, hasta que de pronto, algo sucede, una tenue luz comienza a atravesar la oscuridad que tapiza mis ojos.

Al ver el arma ella grita aterrada, y el ladrón, que de por sí ya lucía nervioso desde que entró, también se asusta y aprieta el gatillo.

Perdón por hacerte esperar ―.

Gracias guapo regresa a atender.

¡Asesino! la ira me invade al presenciar aquello y trato de abalanzarme sobre él.

No te preocupes mientras mi rostro sonríe, yo lloro por dentro. Ya nada más déjame apago las luces y cierro las puertas para que nos vayamos jura. Claro.

No logro mucho, pues apenas me ve levantarme de mi asiento, apunta en mi dirección y también me fulmina de tres disparos en el pecho.Cual colilla de cigarro me desplomo y mientras la penumbra se apodera de mi visión, observo cómo el ladrón quita el seguro de la puerta y sale corriendo.

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Otra vez la oscuridad se apropia de mis ojos, el frío me abraza y la nada me absorbe, hasta que la luz de la luna vuelve a hacer su aparición.Ya he vivido esto más de mil veces y lo seguiré haciendo, pues este, es el destino que le depara a las almas que murieron de una forma tan abrupta como yo. Estamos condenados a repetir nuestra muerte, hasta el fin de los tiempos… y aquí voy de nuevo. ֍

CUENTO37

Auditorio del hoy Guanal Museo Universitario de Ciencias y Artes, antes Liceo Carmelita. Este emblemático edificio es la cuna de la enseñanza en la isla. Hoy el Guanal Museo, como otrora, reúne a las juventudes carmelitas desde el arte y la recreación El barrio del Guanal, por su lado, es de los asentamientos más antiguos y desde donde comenzó a formarse y expandirse la ciudad.

Igual que siempre el ladrón entra, exige el dinero, ella grita, de un tiro la silencia y mientras yo trato de vengarla, me mata también.

POESÍA

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Calmas sórdidas Cachitos de comida mal masticada caen de la boca, ratitos agrios caen de la memoria, una fuerza imperecedera que no cede en la certidumbre, palabras que llegan a otras generaciones, cavilaciones que forcejean con vísperas amables, aun ruedan sus cabezas sobre la cama, nadie ha venido a reclamar esos achaques fríos, en su momento partieron desde cero, en su momento era rítmicos y acalorados.

Dilan Chino Sandoval

Tiene publi-

de Nietzsche, El

, Black Fish, El bi-

Se oyen ruidos detrás de la puerta, el comedor se ha vuelto más ancho desde ese día, las sobras de comida se regalan entre los allegados, el gremio no cambia a pesar de que los años pasen, melancólicos, apagan la luz de la cocina, cierran el gas y la llave del agua.

,

Visce-

los muertos ya no notan que fueron emboscados y engañados para morir deprisa, dejan aire de vida ahogada para los que vienen detrás, nadie limpia las culpas, nadie olvida las penas, con mucha suerte se van temprano, con mucha suerte cierran los ojos en agosto o en abril, humanos de siempre en el recital de diario, se acostumbraron a comer todos los días, se acostumbran a hablar pocas veces en voz alta, tal vez esto último fue la condena que les colgó en la plaza de la punición.

editorial Florarmorfosis; en

, He-

Los sonidos siguen mermando la calma, los sonidos cobran fuerza, esta casa parece manipulada por un dios rencoroso y lleno de venganzas pasadas, confunde las ideas de este siglo con humanos que no lograron sobrevivir a los contemporáneos,edictos

POESÍA40 El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

y

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Sobre el autor Dilan Chino Sandoval (CDMX; 27 años). Cuenta con estudios de Psicología y se ha dedicado a la atención de pacientes en la misma rama. Colabora en el fanzine Interno, y en las revistas Anacronías Axolotl Magazine gote Cisne, Creacionista rederos Kaos Sílaba Literaria ral la el POEMAN en canal El Rincón Poético (YouTube). cado un libro titulado Intersticios en el desayuno Disponible en Amazon.

festival

Calmas sórdidas Calles grises Hombre sin suerte

del

, La

El

,

, Óclesis, Sociopatía Colectiva, en

Ahora calmados por la espesura de la tarde preparan café, una cena ligera engloba sospechas, son lo mejor que hay, la ficción de invertir laberintos o emancipar mundos es para tomarse en serio, la suerte apuesta por ellos, la suerte clama y espera que por fin sean ellos los sobrevivientes, pasan años que se llevan nuevos y nuevos seres, estos eran capaces de volar, no perdieron, no ganaron, la incansable indecisión de estar merodeando las últimas y únicas palabras se pronunciaban con glorias fatuas, no les sobra tiempo, no les sobra bravura, son las 6 p. m. y no les queda nada. Calles grises

֍ El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2 POESÍA41

Hombre sin suerte Incineración cruente sobre techos de cartón o madera vieja, la humedad los condena, los lleva a la clemencia, pequeños cuerpos sepultados tempranamente, la ira no alcanzó a cambiarles la vida, son demasiados para aprender sus nombres completos, esa es la presentación estridente que los acompaña al nacer y morir, se adhieren a las errancias de los canosos con piel arrugada, creen en palabras lapidarias y soeces, no hay otra vida para ellos, no hay lugar mejor para ellos, una vida no les sirve para nada, se compran paletas, se compran pantalones usados y rotos, suerte de porquería en corazones que están dispuesto a darlo todo para salvar una vida ajena, la lluvia vuelve en marzo, sus techos van a caer en la primera hora, se oye que siguen aquí, imágenes dejan un expediente inmenso sobre las comisuras de su carne, sin tiempo para defenderse o huir, son precipitados al abandono, comparten horas inciertas en temporadas de horrores callejeros, un último grito de valentía les hace compañía cuando se van marchando juntos.

La magia de tus pueblos, Palizada se mezcla en tu sabor tierra encantada remanso natural la Isla Aguada en rumbo a la ciudad amurallada

Hasta allá donde la vista se ha perdido era el hombre productivo costa fuera al petróleo encausé en su cometido el progreso impulsar de tal manera.

Fuimos junto al migrante aventurero habitantes de la isla, sabor del camarón gente amable en su vivir dicharachero gozando el mundo entre brisa y malecón.

Pero desde el oeste sin horario la fiesta de placer de Champotón degusto el paraíso culinario de sus mariscos rey, el camarón Hacia la capital la travesía Campeche y su imponente malecón las musas me dictan su poesía con todo lo que encierra el corazón La imagen del sombrero jipijapa igual que la cueva y sus historias de Edzná y todo el resto de su mapa la llevo encadenada a mis memorias. ֍

Cruzando el puente se desborda la ilusión de llegar a donde está el Pino Torcido y en la magia del panucho y su sazón saborear en la memoria lo vivido.

De la isla a la capital Baltazar Cordero Tamez

Mar adentro las musas se acercaron seduciendo al corazón en su simiente esta vez las letras conspiraron y esto es, mis amigos, lo que siente.

POESÍA42 El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

Sobre el autor Baltazar Cordero Tamez reside en publicadoTamaulipas,Matamoros,México.Haenrevistasdigitales de México y Colombia. Su trabajo se incluye, en varias antologías nacionales y Extranjeras, donde ha compartido sus cuentos y poemas en español con escritores de todo el mundo.

El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

La v, porque te falta vida me observas como una sombra no me hablas estás en un cuarto al fondo en lo mientrasoscurolos días pasan estás en un funeral que no llega y la verdad es que no puedo verte vacía.tan ֍ Sobre el autor Karen Delgado (Ciudad de México, 1999), estudia Derecho en la nasporNacionalUniversidadAutónomadeMéxico.BecarialaFundaciónpa-ralasLetrasMexica-enlacategoríade narrativa en el onceavo curso de creación literaria para jóvenes. Segundo lugar en el Premio Nacional al Estudiante Universitario Carlos Fuentes de ensayo. Editora y fundadora de La Coyol Revista. Embajadora universitaria de Anagénesis Jurídico Revista. Tiene publicaciones en independientesrevistascomo

Parece algo digno de azar por tomar betabel en vampiro de la presión y las venas llenas de tristeza y amargura la huida de la depresión la fuerza por quitar las ramas de tu árbol y cuidar mis flores y del perdón por no poder ver Le sigue la c en términos médicos se dice ictus tuviste un momento de sueño ya no eras tú en esa mañana solo tu mano se movía buscando nada y la mirada se iba al desierto negro quien eras lo que eras lo que hiciste se ha ido de ti y no volverá ¿Qué es peor que perder todo el tiempo vivido?

POESÍA43

La palabra con A Karen Delgado

Círculo Literario de Mujeres, Enpoli, De lirio, Tintero Blanco y Monolito. Antologada en “Somos el GRITO”, España.

Noctívaga divagación

Nietzsche Año 1, No. 2

Joaquín Alejandro Los párpados me precipitan por el abismo de la noche: me veo postrado en un sepulcro de suave tierra.

Noctívaga divagación Légamo entre los dedos se hunde Las manos estranguladas por una sequedad de sangre Negra aridez que circunda los ojos anegados en una espesura de pestañas pétreas, estalactitas y estalagmitas en el rostro extraviado de la cueva insomne, en que la ceguera agota el espacio y acontece queda la luz extenuada. Sombras Memoriassudorosascóncavas en la pared La quietud edifica la mente intersticial entre los muros de la piel. ֍ Sobre el autor Joaquín Alejandro es de la Ciudad de México.

Descenso a un momento de inexistencia los matices que trasluce el plumaje del cuervo dibujan alas a la mirada que astuta desde la oscuridad depreda y planea sobre el precipicio del insomnio y planea un ardid al tiempo.

bigote

El de

Sigilo atemporal, mas sigilo inexcusable la angustia aduce pútridos motivos que raspan la garganta del absurdo; que amenazan con mancillar el silencio cuyo discurso es ademán esclarecido diamante de monólogo cristalizado piedra hecha luz refracciones de sólido concepto que vislumbran el confín de la madrugada adyacente al inerte grito de la cascada polvo sediento de circulación o de carroña, el buitre sordo bebe un cáustico sorbo en el manantial subyacente a un razonamiento supeditado a la sombría visión del sueño delatado por las huellas olvidadas en la ciénaga.

POESÍA44

Diurno de la cruz Ricardo Santiago

Año 1, No. 2 POESÍA45

Ahora te miro de lejos y de lejos me sigues matando Te acercas como acechando, pero no acechas, te quedas nomás espeEsperasrando sacarme palabras de estilo tortuoso Pero soy tal cual dice Sabines y me quedo callado En el más fino y el más insoportable… El más tembloroso Quererte sin mirarte a mi lado Y entonces me trago estas ganas de verte De poder alcanzarte, de querer que me alcances De llenarme de sueños e ideas que no van contigo, pero siempre en mis frases Te escribo nocturnos, diurnos y hasta una oración En nombre del nombre que lleva lo que no es de nosotros Y va lejos en otra intención. ֍ Sobre el autor Ricardo Santiago es del Estado de México.

Miradas que no se tocan Besos que nunca se encuentran Sonidos que nunca se escuchan Caricias que nunca se entregan Y viajan a mundos distintos e iguales Clavados en bares Planetas, flores y el arte de tus lunares Me advierte Divierte las sombras del arte que te debo Que te debo, que debo tocarte, de aumentar el lenguaje Y perder tu ropaje en mis sueños de fuego Mas luego me asocio a esta vida de pena Y más pena me da no decirte te quiero.

El bigote de Nietzsche

Si buscara quererme, arrancaría mi rostro del espejo a medio empañar por el vaho saliendo de mis gemidos en una noche donde ni mis dedos reconocen mi piel. Si buscara quererme, desistiría de acurrucarme a las moronas de mi carne que se quedan adheridas a mi cama deteniendo mi cuerpo para no salir un día más y volver a llorar. Si buscara quererme, volvería tras mis letras como si fueran mi vida en los labios de la boca del poema en otra voz que no seaporquemía yo no Quizátengo.hoybusque quererme: arrancaré de tus manos mi enqueporternurayllorarélosdosenuncuerposefragmentasobresímismohumoentrelasflores de mi lengua. ֍

Quererme Ángel Carrillo

El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

POESÍA46

Calle 22, antes calle del comercio. Es una importante calle que va desde el Parque del Jesús, hasta el panteón Último Paseo. En un tramo se encuentran casas denominadas “coloniales”, y que antaño fueron la zona comercial y administrativa.

Sobre el autor Ángel Carrillo (Ciudad de México; 1995). Es egresado de la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas por parte de la FES Acatlán. Fue ganador en dos ocasiones del concurso poético Décima Muerte de los años 2012 y 2013 por parte de la UNAM. Ha sido seleccionado para participar en tres ocasiones en el ENELLHI. Comparte sus trabajos en redes sociales como @UnAngelSinVoz.

El bigote de Nietzsche

Año 1, No. 2 POESÍA47

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Yessika María Rengifo Castillo

Sobre la autora Yessika María Rengifo Castillo. Poeta, narradora, articulista, e investigadora. Docente, colombiana. Licenciada en Humanidades y Lengua Castellana, especialista en Infancia, Cultura y Desarrollo, y Magister en Infancia y Cultura de la Universidad Distrital Francisco José De Caldas, Bogotá, Colombia. Desde niña ha sido una apasionada por los procesos de lecto escritura, ha publicado para las revistas Infancias Imágenes, Plumilla Educativa, Escribanía, entre otras. Autora del poemario: Palabras en la distancia (2015), los libros El silencio y otras historias, y Luciana y algo más que contar, etc. Singulares del corazón En señalamientos estamos, en cuestionamientos transcurre: nuestra habla, nuestra sonrisa, nuestro camino.

De la unión de un hombre y de una mujer venimos. Celebramos su amor, pero a nosotros y nosotras nos encantó el sello de la diversidad de amar. Singulares del corazón siendo el universo que pintó el arcoíris de un mundo tan complejo que amando sin parar recorre rosas de igualdad. Esas que floreciendo acompañan las plazas y las paredes de equidad de voces que amando vivirán. Intentando ser papá No fue planeado como la primavera de septiembre porque los ríos de sangre que acompañan los meses de ella se extraviaron en noches de fuegos. Son la melancolía y la alegría de mis días de mis silencios de mis recuerdos de mis historias de mi vida que se extingue como las margaritas sin Intentandosol. ser papá son mis cantandohijosmis virtudes y mis defectos soplando eso que llaman corazón de amor infinito esta noche que evoco las fotografías de esos llantos que borraron mis sueños entre angustias y sonrisas que hoy endulzan a mi alma.

Singulares del corazón | Intentando ser papá

Las estructuras de esta ciudad fueron destruidas lenguas que se dicen pecadoras intentan reconstruirlas con poemiados en pistolitas de unicel con constelaciones infantiles y jueves de pulquecitos intergalácticos ¡lo intentéadmito!incendiar esta ciudad pero una ciudad no se quema escupiendo mezcales de diez varos pan bolillitodulcesuave que bailen y retumben las coladeras feas quiero morir de sobredosis alcohólica sería: mi mejor presentación sería el comienzo de la poesía que he intentado escribir el comienzo de una lágrima magma el comienzo de una ciudad ardiendo/del lugar que nadie pudo cons[miltruirtrescientos

Pistolita de unicel

POESÍA48

El bigote de

treinta y seis kilómetros cuadrados de un chiste de mal gusto] las ofendidas lárguense pueblen otra estúpida humanidad una metrópoli donde solo acepten socios con membresías para idiotas de la escritura correcta, de la escritura premiada, de la escritura publicada, de la escritura universitaria pagada por mami TÚ TÚ TÚ TÚ TÚ pongan en marcha las grúas edifiquen el paraíso poético que yo, te doy con mi pistola de agua, estás en mi territorio. ֍

Nietzsche Año 1, No. 2

Calixto Villaseñor Sobre el autor Calixto Villaseñor (1993), maricón y borracho de la ciudad de vulgarmenteValladolorconocida como Morelia.

POESÍA

Arquetipo Quinta Entelequia

elPorAnúncialodeMantienesContienespárrafoelfuegoelpactocaerenelabismo.concencerrolossieteinfiernossufrimiento,eldesespero de lo incierto. Inhalas del cloroformo en las letras impregnado Buscas falso sosiego infeliz aventurero Sin alma, marchitado Solo te queda lo leído El tiempo se ha disipado Eterno y valeroso. Del conocimiento, almibarado Prototipo idealizado Romance efectuado No es el fin si no lo has padecido. ֍

Sobre la autora Quinta Entelequia es una poeta peruana. Escribe bajo un seudónimo porque así se siente libre de crear sin prejuicios. Su poema Lambada del nacimiento lector fue publicado en la Revista Lumbral (No. 1 2022). Su poema Súplica fue publicado en Blackfish Magazine (No. 2, junio 2022 (Buenos Aires, Argentina). Su poema Fauces fue publicado en el blog de Poetas Impro-pios. No te quedes ojiplático Dispersa la palabra Sacrilegio de la garganta Almíbar del conocimiento. Descorcha el libro Busca lo anodino El placer esquivo De encontrar derrotero Mira debajo tus pasos Raciona el aliento Que la voz se imponga Que no venza el sueño. Fiel enamorado del protagonista sus ojos Por las páginas das saltos El suspiro aguantando. Relees el

El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2 49’

Plano secuencia Sales del cine Entras dramáticamente. en la cópula del otoño y la noche.

֍

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Vemos tu nombre en los créditos. Enigma Negro y enatrapadopequeñoredondomirloesanochetodaslasnoches.

El bigote de Nietzsche

Solo te observan las estatuas de la plaza. Como un tango todo vibra y languidece. Ascienden de tu boca círculos de humo. La retina guarda en sepia la última toma. Tú ya estás muy lejos.

Sobre la autora Consuelo Arriagada Saavedra (Santiago de Chile; 1983). Abogada de profesión con estudios de filosofía. Forma parte del taller de poesía Helecho Poético, impartido por el poeta Samuel Trigueros Espino. Algunos de sus poemas han sido incluidos en la antología poética bilingüe Desarraigo 18 poetas fronterizos (Nautilus Ediciones, 2021). Otros han sido publicados en las revistas: Laboratorio Poesia, Almiar, Primera Página y Herederos del Kaos. Acaba de publicar su primer poemario En lo oscuro del sueño (Nautilus Ediciones, 2022).

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Plano secuencia Enigma Consuelo Arriagada

POESÍA50

Apacible la conciencia desconcierta y llegan de sorpresa los recuerdos. Los consientes, los oblicuos, los horizontales. Los exactos, los falsos, los dudosos. Las tramas inexactas en la urdimbre. Complicadas situaciones sin respuestas, con ilegales soluciones te conformas, siembras dudas y cosechas esperanza. Diálogos eufóricos con tonalidades violentas nubes que llegan en tormenta cráneos a punto de estallar en sueños con pesadillas posibles, verdaderas y reales. Punzadas cerebrales, viscerales llagas y el dolor oculto que no escapa. En reposo, nuevamente te avasallan temores prisioneros, cobardías ocultas, reacciones corporales y locuras neuronales. Un documento testamentado legalmente. Demasiadas culpas y pecados cometidos con justicia ruegan indulgencia. Página en blanco, vana sin contener nada. Horizontes ociosos llenos de aire oscuro, avanzan sin luz en accidentados senderos, es ceguera prolongada, paso inseguro, olor desgastado, tacto amigo, oído claro, y sin ver el agua profunda caes en lo más hondo para seguir flotando solo, estático, con el puro instinto. ֍

Sobre el autor Homero Baeza Arroyo: Nace en la fronteriza, Ciudad de Ojinaga, Chihuahua, México. Ha publicado sus relatos en distintas revistas virtuales y prensa local. Se ha consagrado al estudio, enseñanza y práctica de las artes. Música, danza, teatro, artes plásticas y literatura. Arquitecto de profesión, escultor, escenógrafo, actor, director de teatro, artesano, etc. Actualmente, ya jubilado, se dedica a crear escultura, cerámica y literatura. de

El bigote

Nietzsche Año 1, No. 2 POESÍA51

Estáticos Homero Baeza Arroyo

MICRORRELATO&POEMÍNIMO

MICRORRELATO54

Reconciliación No sabía que era tan agresivo, hasta que me envió al hospital. Le di una oportunidad. Sé que suena tonto, pero cambió. No lo sé, Alicia… puedo ayudarte a salir de aquí, no puedes quedarte con ese desgraciado. Sé que es mi hermano, pero eso es lo que es: unAy,desgraciado.Andrea,no te molestes. Ahora es atento, cariñoso, incluso firmó un acta de divorcio para que la registrara cuando sintiera que nuestro matrimonio ya no funcionaría.

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Delicioso deseo

Delicioso deseo | Reconciliación José Uriel Medina Morales

¿Te gustó? el hombre se giró y vio a su esposa, con una sonrisa en su rostro y la ropa ensangrentada. Espera a probar el postre.

Amor, ya llegué. Muy bien amor. La comida huele bien, ¿qué preparaste? ¿Estofado? el hombre dejó su portafolio en el sillón y entró a la cocina. ¿Preparaste para toda la semana? dijo al observar la enorme cacerola en la estufa. Se terminará pronto, ya verás el hombre destapó la olla y un exquisito aroma entró a su nariz, lo que provocó el rugir de su estómago. Él metió la cuchara y meneó la comida. Acercó la cuchara, sopló para enfriar y se la llevó a la boca. Aún estaba caliente, por lo que jugó la comida en su paladar. Sin embargo, el sabor era increíble aun con lo caliente de la comida. Regresó la cuchara a la olla para un segundo sorbo, pero, al levantarla, no solo trajo un buen bocado, sino también una quijada, con un par de amalgamas en los dientes. Las mismas que su amante se había colocado la semana pasada.

¿Estás segura? Claro que sí, ya hasta me permite trabajar. Él sigue en su turno nocturno, pero al llegar, hace el aseo y cocina dos o tres veces por semana.Recuerda que cuando era así de cariñoso, era porque te engañaba con otras. Así que no te sorprendas si deja de venir.

¡Ni me recuerdes!, apenas estamos arreglando todo, solo quiero Sobre el autor José Uriel Medina Morales es un escritor nayarita de historias de fantasía y terror que usa este medio para escapar un poco de la realidad. Ha realizado publicaciones como: Pacto natural en el microcuentos de terror en tiempos de coronavirus de la Red de escritores y escénicas Potosí (2020); Espíritu de la perdición en el concurso de cuento breve Amado Nervo (2020); Lo que ocurrió aquél día y Los cerdos de Don Jacinto, ambos en Cuentos de color negro (2020) y Profecía en Licor de Cuervo (No. 3, 2021).

El bigote de Nietzsche

que esto funcione. Muy bien, si tienes algún problema con Ramiro, házmelo saber. Mi familia te apoya. Te sacaremos de aquí y te esconderemos. Gracias, pero creo que no lo necesitaré. Alicia se despidió de su cuñada. Los carros de sus vecinos salieron tras del vehículo de Andrea para dirigirse a sus labores. Lo que le recordó a Alicia que también tenía trabajo por hacer. Alicia subió al segundo piso y entró al baño de su habitación. Con el hombre con quien se había casado y ahora se encontraba en diversas bolsas deDesdeplástico.mañana dejaré de preocupar por ti. Ya no volverás a lastimar a otra mujer.

֍ El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2 MICRORRELATO55

Quiera Dios que pronto encuentren sus huesos, antes que se dispersen y se dificulte reunirlos; Los puedan identificar, entregar a su familia, llevarlos al templo y al cementerio. Que no los dejen allí, hasta que desaparezcan en la tierra y el tiempo.

Lo dejaron abandonado, alejado de la ciudad envuelto en una cobija. No creo que tuviera frio.

Porque, hay muertos muy serios, pero otros hacen mucho ruido. ֍

MICRORRELATO56

Sobre el autor Homero Baeza Arroyo: Nace en la fronteriza, Ciudad de Chihuahua,Ojinaga,México. Ha publicado sus relatos en distintas revistas virtuales y prensa local. Se ha consagrado al estudio, enseñanza y práctica de las artes. Música, danza, teatro, artes plásticas y literatura. Arquitecto de profesión, escultor, escenógrafo, actor, director de teatro, artesano, etc. Actualmente, ya jubilado, se dedica a crear escultura, cerámica y literatura.

A él, le gustaría, haber muerto en su lecho, como buen cristiano, pero le arrebataran la vida a destiempo.

Extraviados Homero Baeza Arroyo

En la noche, cuando bajó la temperatura, se la arrebataron las fieras a mordiscos, quedó desnudo de sus carnes y separado de su esqueleto.

El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

Pasillos de Guanal Museo Universitario, dirigiéndose a sala de exposición.

Esa mañana se colocó en posición de loto, intentaba alcanzar el prana. Creyó ser uno con el todo y vibrar. Al abrir los ojos, todo era escombro.

El bigote de Nietzsche Año

Prana | Alerta sísmica Adelita León

Alerta sísmica Las parvadas, de pronto comenzaron a desvanecerse creando confusas siluetas en los cielos. En tierra, las hormigas desalojaron los túneles, ya no importaban las migajas. La serpiente se abrió paso cargando aún con la mitad de su vieja piel. El centro de monitoreo recién inaugurado había tardado en dar la alerta. Todo aquel que no fuese preso en cuatro paredes pudo salvar la vida. ֍

Prana

1, No. 2 MICRORRELATO57

Locatarios artesanales, actualmente ubicados en el Parque Ignacio Zaragoza, el parque principal de la ciudad.

Sobre la autora Adelita León (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México; 1992). Licenciada en comunicación (UNACH). Directora del corto documental El Mártir (IMCINE, 2017), antologada en Mujeres en la minificción mexicana (EOS Villa, Argentina, 2021). Catálogo de cuento mexicano, (Liliana Pedroza, 2021). Antología de cuento corto Escritoras MX (2019). Sus minificciones se han publicado en diversas revistas culturales de México, Argentina y Perú.

II Descifrar la clave secreta del verso un abismo de continuo crepitar III Voy a esperar aquí sentado en la sombra de este roble adormecido de sentir hasta que la última sombra caiga y la helada nos quemé los dos IV La palabra se parte en el abismo del verso en el instante previo en que escribo tu nombre V Los versos me atraviesan por un costado ajeno desgarran formas separadas la luz dibuja algo en el papel que yo no dije VI Los versos no me esperan su vida es breve: me piensan y mueren VII Hay algo de vos y de mí que nos espera allí donde nos desencontramos Sobre el autor Hugo Vargas nació en General Rodríguez, ciudad del oeste del conurbano bonaerense, en la República Argentina. Es docente y escritor. Ha publicado un libro de poemas titulado Reflejos Literarios. bigote

I Deambular por los pasillos del verso para terminar con otra el muro del silencio

Deambular por los pasillos del verso Hugo Vargas

POEMÍNIMO58 El

de Nietzsche Año 1, No. 2

VIII Voy a intentar hasta el último aliento el verso que me doblega IX Yo derramo silencios entre sombras escondidas la penumbra me llama. X La tomo en el aire y desaparece vuelvo a intentar lahuyepoesía se me escapa en cada verso. ֍ El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2 POEMÍNIMO59

Vista desde lo alto en algún lugar del centro fortificado de Campeche. En el fondo se puede observar los campanarios de la catedral de Campeche, dedicada a Nuestra Señora de la Purísima Concepción.

FRAGMENTONOVELADE

El hombre sin nombre II Gabriel Urciuoli Barber

Al día siguiente se sorprendió de despertar en el sofá e inmediatamente recordó el absurdo día anterior. Todas y cada una de las sensaciones que experimentara le volvieron a caer encima como una plasta viscosa. Lo extraño es que había estado soñando con un día “normal”; lo más extraño es que nada extraño ocurriera en el sueño y que ahora, al despertar, todo le pareciera fuera de lugar, distorsionado, justamente como en un sueño. Otra plasta viscosa se sumó a la primera: la plasta viscosa de la duda… ¿y si no había despertado?, ¿y si era ahora cuando se había dormido y esto que creía la realidad era el sueño y aquello que creía el sueño era la realidad?... «La vida es sueño, y los sueños, sueños son»… se le erizaron todos los pelos del cuerpo y una náusea le retorció las tripas. Se fue a la ducha instintivamente, como quien busca manoteando una tabla salvadora flotando después de un naufragio.Laducha lo calmó un poco, intentó analizar fríamente su situación, algo le pasaba y no sabía qué era. Haber sentido las calles de Madrid como algo ajeno y amenazante no tenía sentido, por lo que decidió volver a salir y enfrentarse a ese sinsentido. Pensó en el Museo del Prado y no tuvo dudas, ¡iría al Prado!, allí tenía que sentirse seguro, ese era un espacio habitual para él. Hacía tiempo que ni siquiera iba a ver ningún cuadro concreto, simplemente paseaba por sus galerías dejándose impregnar por toda esa energía que el museo desprendía. Sentía que aquel era uno de los Centros Neurálgicos del mundo; y dentro del museo, el Centro de los centros era la sala de Velázquez; y dentro de esa sala, El Cuadro: ¡Las Meninas!, ese cuadro del que Dalí dijo «Si tuviera que salvar una sola cosa de todo el Museo del Prado, salvaría “el aire” que hay dentro de Las Meninas». ¡Sí! ¡Iría directo a la sala de Velázquez! El aire de Las Meninas sería un bálsamo para él. Decidió hacer un almuerzo fuerte y aprovechar la hora de comer para ir, así evitaría colas y grandes aglomeraciones de gente. Desde el momento en que pensó ir al museo se sintió un poco mejor, su mente se centró en todo lo que significaba para él la que consideraba la más grande pinacoteca del mundo, así pudo hacer el camino hasta allí sin pensar en nada más, sin mirar nada y sin escuchar nada, era como si se hubiera puesto una especie de “orejeras mentales”, solo pensaba en todas las circunstancias que se habían tenido que dar para que un lugar como el Museo del Prado fuera posible. Para empezar, algo que le repugnaba: ese poder absoluto y desproporcionado de reyes y nobles y la eterna miseria del “pueblo llano”; la confluencia de miles de variables a lo largo de los siglos, desde la Guerra de los Cien Años, hasta la “conquista de América” que propiciaron que España fuera el Imperio “donde no se pone el sol”; el uso utilitarista de la pintura como arma de control, elemento de ostentación, demostración de poder y exaltación de vanidades de reyes y príncipes… en fin, pensó, un asco, pero ahora el museo era suyo, al menos en eso la “democracia” paSobre el autor Gabriel Urciuoli Barber, autor nacido en Argentina y criado en España, donde reside actualmente. Nota del editor: El primer capítulo de esta novela puede encontrarse en el no. 1 de la revista, edición mayo agosto, pág. 100.

FRAG. DE NOVELA 64 El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

de Nietzsche Año 1, No. 2 FRAG. DE NOVELA65

Entró sin siquiera mirar de reojo las pinturas a su alrededor, la vista dirigida a las puntas de sus pies que avanzaban seguros del camino a recorrer, fue directamente a la sala de Velázquez… se paró bajo el dintel de la puerta…poco a poco levantó la vista… Traspasado por sensaciones inexplicables, empezó a llorar, silenciosa e inconteniblemente lloraba bajo el dintel de la puerta de la sala de Velázquez.Duranteun eterno momento pudo sentir, sin palabras, con la mente en un estado que nunca había experimentado, que aquella sala contenía, condensado, todo el tiempo desde la cueva de Altamira hasta ahora, haciendo de ese espacio una especie de Aleph.

recía verdadera.

Recordó haber leído que la manera de controlar los sueños era conseguir mirarse las propias manos dentro de ellos… se miró las manos… ahora, aparte de sentirse desquiciado, se sintió también estúpido. Se armó de valor, giró lentamente la cabeza hacia el lado del que le había llegado la voz… ¡y lo vio!... se le congeló la sangre. Velázquez

Llegó a la puerta del museo sumido en sus pensamientos y se dispuso a entrar en aquella auténtica máquina del tiempo. Sintió un nerviosismo solo comparable al de sus primeras visitas a esa milagrosa colección de obras de arte, hacía muchos años ya, cuando todavía se entraba por la Puerta de Velázquez y no por la de Goya como ahora.

¿Por qué habrían cambiado la entrada? Cierto que la de Goya se supone que es la puerta principal, pero la otra es mucho más majestuosa, predispone el alma para lo que se va a encontrar en el interior de ese recinto sagrado, o al menos eso pensaba él, seguramente la habrán cambiado por alguna absurda cuestión logística, ignorando la sutil importancia de la preparación de todo viaje iniciático.

De pronto las figuras de los turistas que pululaban por la sala se congelaron y se tornaron planas, mientras que el espacio dentro de Las Meninas tomó una tridimensionalidad evidente, tangible. Cuando sintió que desde el cuadro los ojos de Velázquez se clavaban en los suyos, estuvo a punto de desmayarse, el sudor que le caía por la frente se mezclaba con las lágrimas y temblaba de pies a cabeza. Fue entonces que una voz grave y cálida le susurró al oído: Tranquilo, muchacho, no es fácil trascender el espacio y el tiempo, pero si tú lo has hecho es porque estás preparado. Al borde del terror absoluto, incapaz de girar la cabeza para ver quién le hablaba, apenas pudo balbucear: ¿Q q qué?, ¿c c cómo? Procura relajarte, respira pausadamente, acabas de hacer un viaje que muy pocos pueden siquiera imaginar. ¿Quién es usted?, ¿quién me habla? Sabes muy bien quién soy. En realidad, hace años que nos conocemos. Desde la primera vez que viniste a verme supe que tú me mirabas de una manera distinta a los demás; más intensa, más profunda. Estaba seguro de que al final conseguirías cruzar del otro lado, y me alegro mucho porque desde que Picasso dejó de venir que no hablo con nadie. Es dura la soledad, y mucho más dura cuando uno está rodeado de gente. No podía ser. Aquello no podía ser real, ¡tenía que ser un sueño!

El mismo, querido amigo. Diego Rodríguez de Silva y VelázEl bigote

quez, para ser más concreto. Lo miró de arriba abajo, estaba vestido exactamente como en el cuadro, pero era de carne y hueso y estaba apenas a un metro de él. Pudo ver sobre la tela negra de su pecho la Cruz de Santiago pintada a nada sutiles pinceladas de óleo rojo. Pudo sentir su respiración y el brillo de una especie de gomina que mantenía erguidas las puntas de su bigote.Nopuede ser…

El pequeño monólogo de Diego Velázquez lo fue calmando poco a poco, sin darse cuenta fue asumiendo aquello con cierta “normalidad”, hasta se tomó la confianza de responderle con familiaridad «sí, tal vez tengas razón, Diego», y gritó «¡que se vayan al diablo!», fue entonces que una de las figuras que se habían congelado y aplanado volvió a tomar carnalidad, era uno de los guardias de seguridad que con el ceño fruncido le preguntó:

FRAG. DE NOVELA 66 El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

¿Le pasa a usted algo, señor?, ¿se encuentra bien?, ¿quiere hacer el favor de acompañarme? No, no, perdone, ya me voy. Se contuvo para no salir corriendo, pero huyó a paso ligero, escuchó detrás suyo la voz de Velázquez: ¡Vuelve a visitarme otro día por favor! ֍

Entiendo tu desconcierto, muchacho, también yo durante mucho tiempo me negué a asumir esta otra realidad. ¿Otra realidad?, ¿qué otra realidad?, ¡realidad no hay más que una! Sabes muy bien que eso que dices es absurdo: hay tantas realidades como seres humanos, y seguramente bastantes más. Es cuestión de perspectivas, de puntos de vista. Cuando pinté este cuadro yo ya me había dado cuenta de eso. Todos decían que no estaba terminado solo porque lo miraban de demasiado cerca y no veían más que pinceladas sin ton ni son. Yo les decía que no, que se alejaran, que tomaran distancia y perspectiva y verían que todas esas pinceladas adquirían sentido. Me respondían que aquello era una tomadura de pelo, un engaño, una estafa, y que, para colmo, la composición estaba totalmente descompensada, con todo el peso en la parte baja del cuadro y la parte alta llena de aire. ¡Descompensada!, ¡qué ignorantes!, ¡no se daban cuenta que fui el primero capaz de pintar el aire! A mí me dio igual, para entonces yo ya tenía en el bolsillo a Felipe IV y podía hacer lo que me diera la gana, además, ya había demostrado más que de sobra mi maestría, y el que no se diera cuenta de lo que le estaba enseñando con esa superposición de planos, con ese juego de puntos de vista, con esa manera de desbrozar la realidad en visibles pinceladas, ¡que se fuera al diablo!

Jorge Luis Serrano

Sobre el autor Nació en 1960, en la ciudad costeña Técpan de Galeana, Guerrero y actualmente vive en la Ciudad de México. Su primer poema llamado Metamorfosis, lo publicó a sus 22 años en la revista Hayaza de la Universidad de Sonora. Vivió una época en que los talleres literarios eran impartidos por catedráticos de la UNAM, y por escritores destacados como don Edmundo Valadés y Agustín Ramos. Ese ámbito representó un ensueño, para quienes alimentaban la inquietud de escribir como él. Algunos cuentos cortos de su autoría fueron publicados en la sección cultural del viejo El Financiero, y poemas en prosa en el diario Milenio. Punto y Aparte le dio cobijo para la publicación de sus ensayos sobre Derecho Constitu-

Año 1, No. 2 FRAG. DE NOVELA67

Marcial «Lo que debe uno sufrir por unas hectáreas de cocotero», pensó Marcial y le acercó al camionero un billete de cincuenta pesos que aceptó de buenaCaminógana.por el jardín paralelo a la banqueta de la Costera Miguel Alemán, y todavía escuchó a lo lejos el ruido estridente del motor del torton Dina que se perdía en la congestionada avenida con rumbo al malecón, mientras se sentaba frente al mar, sintió la brisa suave y saEl bigote de Nietzsche

Primer viaje

El sol le dio de lleno en la cara. Atravesó la costera bajo cuarenta grados Celsius a la sombra y caminó hacia la playa en busca de una ramada. Los granitos de arena caliente habían invadido sus zapatos lastimando sus pies y el sudor le resbalaba por la frente. Llevaba la camisa pegada al cuerpo como si le hubieran arrojado dos baldes de agua fría. La palidez de su rostro era acentuada, aun después del vómito incontrolable.Lagarganta

Fueron pocos los minutos de sueño, arrumbado en esa caja corral de dura madera; el fruto de la tierra devuelto despedía un olor nauseabundo, pero al mismo tiempo picaba al olfato. Soñó que saboreaba un Bull bien cargado, frente a la barra de la Numantina de San Cosme, cuando la voz sonora del chofer lo despertó: Llegamos al Puerto, paisano, ya puede bajar, ¿o quiere que lo regrese a la sierra?, le había gritado el chofer hacía media hora, enfadado, sin la preocupación quizás de que hubiera señales de vida. Con sus dedos callosos encendió el segundo Delicado de la mañana, y chupó el dulce papel arroz del cigarrillo. La voz del operador llegaba desde muy lejos, como un eco finito e interminable, y el estudiante costeño volvió a la realidad entre sueños frustrados. El sol inclemente, le impedía abrir los ojos. Agradeció con respeto al desvelado chofer, y le preguntó por el costo del viaje. «No es nada muchacho» dijo el chofer. «Sinceramente te ganaste el viaje», creo que nadie aguanta una noche tan larga metido en esa caja pestilente.

reseca delataba doce horas de camino desde la Ciudad de México sin una gota de agua que beber tampoco de alcohol , encaramado en un camión platanero, cuyo ruidoso motor había taladrado su cerebro durante la noche. La tortura aumentó cuando el viento helado de la montaña escoció sus labios para siempre, a la orilla de Chilpancingo, y el hedor a fruta lechosa y podrida, en la caja del camión tipo torton Dina, que al ocioso chofer no se le ocurrió lavarla en la Merced, habían revuelto su estómago, pero sobrevivió en las paradas infinitas, bajo el manto de la lerda madrugada serrana a media luz.

Hijos de la costa

FRAG. DE NOVELA 68

Abrió su mochila y sacó el expediente que le causaba insomnio en noches que se alargaban hasta la angustia. Su tío Aarón, había sido masacrado junto a varios copreros, aquella mañana en la que el gobernador en turno ordenó la matanza. Artera represión de signo caciquil.La voluntad de su tío, se había interrumpido, y la sucesión tornó en un camino escabroso.

Ordenó Marcial una cerveza al mesero y este le sugirió que saboreara el caldo de camarón que habían preparado con esmero; la sazón que ramada alguna no podría ofrecer. Pidió lisa y cebiche y le entró a la segunda cerveza.

A eso iba a la Costa de Guerrero, a rendir tributo a los humildes campesinos costeños, los que osaron exigir sus derechos frente a líderes criminales, apéndices de un gobierno bestial que mostraba sus fauces teñidas de sangre inocente. ֍ cional. Es abogado de profesión y diletante por convicción literaria.

Al contrario, están plagadas del mundo entero, con toda su algarabía.

La bocana de la bahía se estrechaba recibiendo los primeros escarceos del crepúsculo. El sol rojizo revienta y las aguas tornan en un lienzo horizontal de áureo color.

Pero siempre atento, a las boyas amarillas, una señal, que delimita el subconsciente, y el dilema entre la vida y la muerte.

El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2 Playa Bahamitas, en Isla del Carmen. En el fondo se puede observar el Puente de la Unidad, el segundo puente que conecta con la Península de Yucatán y da acceso a la isla.

lobre. Observó las motocicletas tripuladas por los vigilantes renegridos por el sol tropical, vio a parejas jóvenes de piel apiñonada: «No son habitantes de la Costa», reflexionaba Marcial con cierta nostalgia y melancolía.Alascuatro de la tarde de un sábado en Acapulco, existe la mínima posibilidad de que las playas del puerto se encuentren despejadas.

ENSAYO

Hablar de la libertad actual pensando en Kafka Antonio Delgado Sobre el autor Antonio nació en Puerto Rico. Tiene una maestría en Literatura Comparada y un doctorado en Humanidades. Trabaja en el Departamento de Educación de la ciudad de New York. Vive en Brooklyn. Ansiamos libertad, y ya no sabemos de qué se trata. Hay palabras gastadas que caen en el olvido. Hay otras que proliferan sin remitir a un saber claro que resuelva la barrera del sentido. Esto es algo propio de la literatura. La literatura se ocupa del espacio de la ambigüedad.

Sin embargo, cuando las palabras gastadas aparecen en el diario vivir nos adentramos a problemas filosóficos dentro de la política. Hannah Arendt entiende esto muy bien cuando busca en la literatura un lugar para el entendimiento que remite a la brutal realidad. Ella escribe para lograr el entendimiento necesario, para experimentar la tan trillada palabra “libertad”. Se puede decir que el siglo pasado contiene muchos autores que disparan en contra de la falta de libertad. No la definen sino por su ausencia y cuando es puesta en peligro. Definirla conlleva el riesgo de imponer trabas a su experiencia y a su realidad. Aquí es que Kafka surge como un escritor emblemático. Su obra ayuda a comprender las tragedias de ambas grandes guerras a comienzos del siglo pasado, como también las invasiones que muchos países aún enfrentan. Además, Kafka entiende, quizás como ningún escritor, lo que el individuo experimenta con la falta de libertad. Kafka escribe sobre la ambigüedad circundante, sin dogmatismo ideológicos que son asumidos por los ideólogos que usurpan la palabra libertad como consigna y excusa para oprimir. Por supuesto, Kafka también entiende que las razones escapan comprensión. Como dice Kundera, Kafka sufre por nosotros. También piensa por nosotros desde antes de existir. Para Carlos Fuentes, Kafka nos enseña cómo la historia nos ha convertido en insectos. Esta última perspectiva es una aproximación para entender cómo Latinoamérica sufre al igual que el continente europeo.

ENSAYO72 El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

Pero eso de sufrir también es problemático. Se sabe de cómo la iglesia ha usado el sufrimiento como vía para la vida eterna de sus seguidores. Se sufre aquí como un mal necesario para llegar a Dios. Esta aceptación del sufrimiento coarta cualquier intento de pensar la libertad, incluso define la libertad fuera del cuerpo en el que este se deja sufrir siempre y cuando el alma sea libre, y con la promesa de algún día quedar libre del cuerpo. Esta teología irrumpe en la vida de Latinoamérica de manera dogmática, y es utilizada como arma política en manos de los que controlan el poder.

Obviamente, todo lo anterior es una simplificación de problemas complejos. Sin embargo, es difícil negar que estas definiciones de la libertad no ayudan a alcanzarla. Si la literatura nos hace libres o no, es un argumento tan fallido como pensar que la religión nos hace libres. Después de todo, una de las definiciones de la palabra religión significa “ligar”, “juntar”. ¿Cuál es el rol de la literatura, entonces, cuando insistimos en el arte que no es comprometido, con un arte que es capaz de explorar la realidad del mundo para hacernos entender el caos que vivimos? Me adhiero a mi última sentencia. La literatura y el arte nos hacen entender. El entendimiento nos lleva a un lu-

Cierto, la literatura no hace mucho por parar la violencia causada en nombre de la libertad. Pero, también es cierto que ofrece un entender en momentos de incertidumbre. No aniquila la incertidumbre. Le da un sentido para el que experimenta la vorágine diaria causada por la susodicha libertad cuando esta ha sido cautiva por intereses dogmáticos contrarios a ella, según estos la definen. Cabe pensar si eso de la libertad existe o si es una utopía. Puede que estemos pensando en palabras muy limitadas para problemas muy grandes. Después de todo, quién no quiere ser libre. Es posible que necesitemos un mejor vocabulario que nos devuelva la humanidad que es necesaria para sentir con y por el otro, esa humanidad que nos hace sensible a las muertes y al dolor del otro. Esto se puede lograr a través de la literatura. No hay que leer promesas para sentirse humano. Muchos profesionales de la salud mental confirman que la literatura nos puede ayudar a sentir empatía por otros. Se puede lograr esto mientras se leen textos como los escritos por Roa Bastos, Vargas Llosa, Cortázar, Fuentes, el mismo Kafka, entre otros. Estos textos no representan la realidad, sino que indagan en lo profundo de nuestros miedos a la vez que narran el acontecer político que nos oprime aún en la distancia. Quizás ansiar la libertad queda plagada por nuestras definiciones de lo que ella significa. Cuando su sentido no se alcanza la seguimos añorando y buscando. Incluso hasta le cantamos de manera casi religiosa y la usamos en consignas en contra de la opresiva violencia que nos arropa cada día. A veces se pierde el sentido del deber que esa búsqueda conlleva. Después de todo, somos capaces de instaurar algo nuevo sin tener que esperar a que algún milagro acontezca. Puede que la mejor manera de aproximarse a la libertad sea escuchando las palabras del gran Luis Eduardo Aute: «Quién nos compuso el engaño de que existir es apostar a no perder. Vivir es más que un derecho, es el deber de no claudicar el mandato de reflexionar qué es nacer, qué es morir, qué es amar. El hombre, por qué está hecho y qué eres tú, libertad». Referencia Aute, Luis Eduardo. Libertad Alma.1984.FonomusicEspaña.

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El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2 ENSAYO73

gar necesario para lograr cuestionar esos modelos que imponen definiciones dogmáticas.

Es necesario aquí hacer una salvedad: cualquier intento de libertad implica removerla a alguien más. Se puede dar como ejemplo los eventos recientes en los Estados Unidos en el que se coarta la libertad de muchos cuando esta se dispara como libertad religiosa. La comunidad LGBTQ+, los inmigrantes, los afroamericanos y otros grupos sufren esta impostura. Además, se debe considerar el derecho a portar armas de asalto como definición de la libertad, que se cree divina y jurídica a pesar de las muertes que causa cada día, incluyendo la muerte de niños y maestros en las aulas educativas.

Los uniformes de los gremios son un paso más para hacer que un grupo parezca igual, además valiéndose de los colores. En las cárceles de esta ciudad, los hombres visten de color crema, ya sean abogados o ladrones, artistas o asesinos. Todos iguales casi como ángeles caídos esperando a ser devueltos a su condición de personas; no hay libertad, no existe el color. El visitante debe vestir de rojo, las novias de rosa.Losé porque mi hermano está encarcelado, supuestamente por corrupción de menores. En un futuro seremos tal vez separados por edades, para que, a diferencia de los tiempos de Sócrates, los mayores no perviertan a la juventud, que tardará más en madurar por esa segregación.No,parecemos iguales, pero no.

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Añoranza de la mismidad

Las variaciones no son siempre fortuna, como lo sería un trébol de cuatro hojas. Una flor de cinco pétalos, que una mañana de la siguiente estación tuviera siete, sería gracia al principio, anomalía después y por últimoUnaenfermedad.mujercon tres pechos, un hombre con seis dedos, además de desconcertante, sería aterrador. Nunca olvidaré a mi profesor de matemáticas que jamás sacaba la mano del bolsillo y del cual se rumoraba que tenía seis dedos.

Lo primero que hace una madre al recibir el fruto de su vientre es ver si tiene la extraña ecuación de cinco por cuatro dedos, dos ojos, una boca y una nariz, un sexo y cuatro extremidades. No hay conocimiento de nadie que espere que su criatura tenga tres ojos. Hasta Frankenstein padre buscó la armonía en su monstruosidad. Esperamos que el molde de la forma humana siempre reporte el mismo resultado, como cuando hacemos galletas. El áureo troquel.

Esto lo pienso porque he escuchado de boca de una cantaora de flamenco que si no se respetan las formas del cante ancestral, este empezaría a deformarse y perderse.

Se espera que los niños que vienen al mundo sean semejantes a otros seres humanos.

Angela Aldama La belleza de algunas cosas radica en su perfecta repetición.

Es así de precisa la música, o las palabras exactas que deben poblar como un jardín domesticado un poema.

La mayor belleza del mundo existe por lo igual, el pasar de los sucesosHabráesperados.tormenta, es verano, mañana es lunes.

Ahora bien, si en la quinta sinfonía de Beethoven alguien se atreviera a cambiar el principio, hasta el más neófito de los escuchas percibiría el error garrafal; otro tanto pasaría con la pequeña serenata nocturna de Mozart.

La humanidad reclama al unísono su derecho, ya no de ser considerados hombres, mujeres, niños, sino de hacer valer la diferencia suSobre la autora Angela Aldama, violinista de profesión. Vive en la Ciudad de México. Sus padres tenían una librería lo cual determinó su amor por la lectura. La consecuencia de leer, como decía Virginia Woolf, es escribir. Ha tomado diferentes talleres de escritura de novela, cuento y poesía. En 2020 un cuento suyo llamado Abelardo Tuberosum, una papa ilustrada, ganó la primera convocatoria Alas de lagartija, de la editorial Alas y raíces. También publicó un libro de poesía para niños, Poemas en retoño. Algunos poemas suyos han sido publicados por medio de Beethovenlastografía.grangrabadoraTambiénconvocatoria.espintorayycultivaunaafinaciónporlafo-Amalasfloresyabejas,lamúsicadeyBrahams.

ENSAYO75

Pero algunas veces, por así requerirlo, hay momentos en el dominio de los animales en que hay que cambiar, no de traje sino de sexo.

En la lengua alemana hay tres sustantivos neutros: das Kind, das Mädchen y das Baby, el hijo, la joven y el bebé.

El encabezado de Jenifer López hablando de su hija con lenguaje inclusivo y que se identifica como no binario detona cierta melancolía en mí. Disfruten, jueguen con el lenguaje, ustedes que pueden hacerlo y no tienen que luchar como muchos por el título nobiliario de ser humano.

Apéndice

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til. La educación, la filosofía o la religión jamás lograrán abolir la pulsión de Lucifer dentro de nosotros, víboras peinadas de raya en medio, naturalezas que reptan en trajes caros. No creo que un elefante quiera parecer un gallo, pues al parecer tienen conciencia de sí mismos y de los de su especie. Son inteligentes a su manera, sensibles además.

El cuatro de julio, en India, nació un bebé con cuatro brazos y cuatro piernas. Un niño cuyo cuerpo roza la divinidad a semejanza con Shiva. Será amado por su madre, adorado. No pudo nacer en mejor lugar. Mi melancolía se ha convertido en asombro.

Los tres hablan de niñez, juventud, virginidad, asexualidad, lo que se es antes del cambio violento de la infancia a la adolescencia.

Tal vez estemos en algún peligro pues ya muchos no se identifican con ninguno de los dos sexos. Personalmente, yo mudaría hacia otra especie, porque nuestra carne siempre da la misma ecuación reiterativa. No existe transformación más espectacular que la de un simple gusano en una mariposa.

Los caballitos de mar son hermafroditas y pueden ser padre o madre, el cambio de papel dictará la protección de su especie.

Esto recuerda al mito de Kore, la doncella, la niña, la no madre, no esposa, no mujer, que es raptada por Hades y llevada al inframundo y buscada hasta el cansancio por su madre, Démeter. Del encuentro de la madre con la hija dependerán las estaciones felices y cálidas del año, la siembra y cosecha y el invierno reflejará la tristeza por la separación de las mujeres. Aunque un mito se repite mil veces, no deja de interesarnos y llenarnos de asombro, igual es el disfrute que nos reporta el primer mango de la temporada, o la primera lluvia del año.Acompasadas por el verano, mi hija y yo sangramos al unísono, hay luna llena y es miércoles. La menstruación de las mujeres que viven o trabajan juntas se puede volver un canto coral, escrito firmemente en la partitura de los calendarios, como cuando se toca una cuerda y vibran las demás por la coincidencia de los armónicos, poesía ovárica y secreta. No sé si me gustaría ser hombre, o no binario. Lo que ahora me cuestiono con mucha pena es nuestro título honorífico, al cual aspiraron y aspiran los hombres y mujeres extraordinarios que han poblado este planeta: ser humano. Veo los cuerpos inertes de los aspirantes a la inmigración, aplastados y quietos, sombras tristes en el pavimento. Seguro sus madres se alegraron de su belleza al nacer, de su mismidad. Los miro y son como yo, mis semejantes, salidos del mismo molde, del vientre de una mujer, del encuentro repetitivo de los óvulos con los espermatozoides. Pero son una anomalía para el sistema, que como un niño envidioso no quiere compartir su estado de bienestar.

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&MISCELÁNEARESEÑA

El credo del margen1 Edward Álvarez Yucra

RESEÑA78 El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

Shaga, el Hacedor, Madre, una mujer, el hombre están inscritos en las páginas porvenir; Shaga sobremanera, considerando su posición de testigo, en tanto guarda una escritura saturada por el impacto de lo visto. Prepondera en él la oralidad, la letra en acción, pero los motivos difieren de los de un homérida que perpetúa su épica o los de un vallejiano que escribe con un dedo en el aire. Se trata de un profeta desmentido por la angustia, es parafraseando el epígrafe de Octavio Paz que abre el libro un mortal habitado por silencio y vacío. Se presenta la incógnita: «¿Con qué revoloteadas notas compaginarás lo visto?»3. Lo insólito no comprende un hecho estruendoso, sino la inmovilidad de la nada. He aquí una analogía con el pensamiento griego de la antigüedad. Hesíodo suscitaba lo indeterminado, así como lo informe para comenzar su Teogonía; es decir, forjaba un devenir con elementos consolidados entre sí y en sí mismos4. Bajo tal símil, principia lo incognoscible; el poeta invierte la génesis judeocristiana: «al principio era la nada/ y con ella vino la oscuridad/ luego las palabras/ fueron llenando el vacío/ hasta completar la especie»5. Consagra, así, la orfandad espontánea de lo existente. Nada es el hombre, porque viene de la nada. Estamos ante un aura trágica, una degradación predestinada por una naturaleza extrínseca y otra intrínseca. Notamos que una mujer intenta residir en la tierra, mas «Al otro lado de sus ojos/ un águila derriba su casa/ con el mismo viento del oriente/ que se llevó la vieja estirpe»6; el dolor lo trae una criatura del ecosistema. Del mismo modo, «Madre enciende las velas/ para leerse las manos a media luz/ los signos traslucen/ el plañir doloroso de una vieja canción»7; el dolor está en su consciencia, en el conocimiento del futuro. No existen más caminos, el sufrimiento cala en las féminas como caló en Job una vez que Dios puso a prueba su fe. La diferencia es que en ellas solo persisSobre el autor Es Bachiller en Literatura y Lingüística por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa y director de la revista Nuveliel. Obtuvo el primer lugar en los Juegos Florales de la misma universidad en la categoría de Ensayo (2018). Ha participado como ponente en diversos eventos académicos tanto a nivel nacional como internacional. Asimismo, ha colaborado con ensayos y reseñas en diferentes revistas y plataformas virtuales. Actualmente cursa la Maestría en Humanidades de la Universidad Católica San Pablo. Referencias 1 Briceño Rojas, Pedro. Desde el otro margen, Lima, Editorial Bisonte, 2019, pp. 60 2 Si bien es cierto que la frase y la idea son atribuidas a diversos autores, la aproximación más remota nos lleva, según Octavio Paz, a Jean Paul

La poesía tiene un carácter ambivalente para remitirse a la figura de Dios: una faceta teológica y otra ateológica. Dicha reducción es refutable, pero resulta didáctica si tratamos la poesía clásica que otrora gozaba de autores específicos con un credo y la poesía moderna que tomó las riendas de la secularidad para enjuiciar al creador desde la angustia humana. Es así como el Dios de San Juan de la Cruz se distancia del Dios de Rimbaud. La mística diverge de su estado original, se dirige hacia otro tipo de trascendencia; la luz se desacraliza y deja de estar en lo alto. El culmen de tal disentimiento se encuentra en la muerte de Dios2, una antítesis originada en el romanticismo y popularizada por Nietzsche. Evidentemente, no puede morir algo que nunca existió, así como no puede morir algo que es eterno. La controversia con o sin divinidad adquiere su mayor tensión a través de esta ironía.

Desde el otro margen de Pedro Briceño Rojas retoma el perfil ateológico de forma contundente. Y es que la parodia de la cosmogonía bíblica sofoca a los arquetipos que moran al margen del bienestar.

te la mortalidad, aun en la estancia mitológica de Madre. En cambio, en el caso del Hacedor, sobresale el problema del mal. Más que padecerlo, su figura es la causa de la decadencia. El lado de los mortales existía con cierta estabilidad, pero el creador inventó otro lado, hacia el cual, terminaron descendiendo: «el otro lado no existía/ y los hombres y las mujeres vivían/ con la voluntad de los astros/ durante el día… sin embargo/ los males fueron llegando/ con el viento, la lluvia/ y el fuego que el Hacedor arrojó»8. Hombre y mujer nunca estuvieron en el paraíso, pero la tierra se volvió peor con la concepción de algo superior. Es así como el hombre crea su historia, su voluntad adolorida la crea en malestar: «y así los hombres fueron construyendo/ un cuadro repleto de historia e imágenes/ fracturadas/ con rajaduras imborrables/ en los rostros/ en la cabeza de un hombre perdido/ en su propia vértebra»9. Esto no sorprende si recordamos los grandes genocidios del siglo XX, así como el declive de los metarrelatos en la actual condición posmoderna. Dios es utopía. El profeta canta para terminar con esta mascarada, su crítica trasvasa la ascesis de lo que Adolfo Castañón llamó «la palabra fatigada»10. Por tanto, la oralidad del canto es más afín a las experiencias, su accionar converge con los sucesos que merecen la respuesta del poeta. A la manera de Homero, diríamos: canta, Shaga, la cólera aciaga del Hacedor, pues la encontramos en los afectados. La palabra oral vive en presente, por lo que vemos hechos como el siguiente: «una mujer carga sus baldes/ con el equilibrio de la humanidad/ y de la bolsa de valores»11. Nótese que lo percibido integra un elemento contemporáneo pese a la atmósfera primitiva del libro. En tal sentido, si alineáramos los influjos que presumen los poemas, el membrete de la poesía pura saldría a relucir. Sin embargo, hasta la poesía pura, metafísica, ascética no abandona la realidad; ni en el caso de Briceño Rojas ni en el de sus influencias. Al menos no lo hace lo suficiente como para abolir las utopías. Desde el otro margen se manifiesta en clave de desesperanza, pero, igual que muchos de los versos taciturnos de Blanca Varela, avanza hasta tocar fondo para tomar vuelo. Claro está, la elevación viene al tomar consciencia de la mortalidad, el optimismo del ser radica en esta comprensión. Un canto desesperado es el último grito de esperanza. En lo concerniente a lo expuesto, se trata de una esperanza ateológica. No es por comparar en gran magnitud la obra de Artaud con la de este poemario, pero es evidente que la ascesis tiende a deshacerse del juicio de Dios; solo así el hombre será consciente de su paradero y, por consiguiente, del destino por el que optará. El margen es más que el margen, su solo nombre delata otros espacios por visitar, en tanto no desvanezca la responsabilidad del ser en el mundo. Briceño suscribe esta inmanencia: «y ahora estamos aquí/ al otro lado de la realidad/ con este barro que no deja de pesarnos/ sobre los pies»12 .

RESEÑA79

Ritcher. De manera que hay una antelación a los grandes difusores de esta sentencia: Hegel, Dostoyevski, Nietzsche. Revisar: Paz, O. (1990). Los hijos del Limo. Barcelona: Seix Barral, p. 74. 3 Briceño Rojas, P. (2019). Desde el otro margen. Lima: Editorial Bisonte, p. 15. 4 Cito a Olof Gigon: «el llegar a la existencia es para el pensamiento antiguo un continuo ir surgiendo de “sí mismo” y no un ser creado por algo superior o ya existente». Revisar: Gigon, O. (1985). Los orígenes de la filosofía griega. De Hesíodo a Parménides Madrid: Gredos, p. 35. 5 Ibídem, p. 16. 6 Ibídem, p. 18. 7 Ibídem, p. 26. 8 Ibídem, p.16. 9 Ibídem, p. 33. 10 Castañón, A. (2001). “Blanca Varela: La poesía como una conquista del silencio”. En: Varela, B. Donde todo termina abre las alas. Poesía reunida (1949 2000). Barcelona: Galaxia Gutenberg, p. 9. Esto no quiere decir que el poeta y ensayista mexicano haya cometido un error, sino que su tesis puede expandirse para adquirir mayor resolución si pensamos en la crítica social que podría ocultar dicha fatiga. 11 Ibídem, p. 32. 12 Ibídem, p. 55. El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

José Carlos Mariátegui

Todo esto es demasiado insólito, demasiado nuevo, demasiado disparatado. Pero todo esto es, asimismo, muy propio de nuestro tiempo

Pero si México está sumido en las desigualdades, en las tragedias tragicómicas de sus dramas políticos y sociales. Hay problemas y moralidades apremiantes.

La vanguardia murió por encerrarse en su torre de Babel cruzada de siete espadas. La vino a crucificar el exorcismo del socialismo, del existencialismo, del comunismo, del democraticionismo y miles más de ismos.

Sobre el autor Armando Gutiérrez Victoria (Ciudad de México; 1995). Actualmente cursa el Doctorado en Literatura Hispánica en El Colegio de México. Ha editado el libro Cien años de cultura y letras en Excélsior (UNAM) y ha participado en distintos proyectos de investigación literaria. Ha publicado en distintas revistas como Irradiación, Ibídem, Campos de Plumas, Plástico, etc.

Oración por el resurgimiento de las vanguardias Armando Gutiérrez Victoria

Tú eres síntoma de la crisis del hombre. Casa de marfil del espíritu revitalizador del arte. Nueva leche que rompió los moldes y los sombreros de los académicos obtusos, miopes mentales que ante del Dadá emitieron otro balbuceo en respuesta. Yo auguro, centralizado en este vórtice del tiempo, la segunda venida de la vanguardia. De ese espíritu santo que colocó en el centro al artista, cuando más se sentía en la periferia utilitarista. Porque todos se hacen hoy como hace cien años la pregunta: “¿para qué sirve el arte y la literatura?”, mientras yo me pregunto “¿cómo es posible el arte y la literatura?”. La vanguardia fue el cordero que sangró su sombra sobre lo que estaba muerto, sobre la higuera que no daba; y rompió en dos el velo del templo. Y hay todavía quien le llora a ese templo.

Vanguardia inmaculada, antes de toda creación fuiste puesta sobre la tierra para purgar los horrores de los hombres. Tota pulchra. Virgen santísima de los termómetros y los pintores delirantes que buscan la ostia comiendo el amarillo sol de sus paletas.

Comienzo esta oración cabalística espiritual con una discusión; mejor dicho, con una pregunta. Unamos las manos y demos un paseo por la ouija de los cuestionamientos innecesarios, pero que, dichos en voz alta, saben muy bien: ¿ha llegado el tiempo de resucitar a la vanguardia?Lamía es una causerie, balbuceo irreflexivo y fugaz, que pretende excitar la segunda venida de la vanguardia. Porque ahora todo pesa, todo molesta y va llegando a empantanarse, a quedarse varado en la nada, envuelto en pliegues de verde inmovilidad.

MISCELÁNEA80 El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

El escritor debe comprometerse con lo social, con las causas nobles. No hay lugar para la vanguardia.

Pero es que si tu arte no está comprometido no sirve de nada. Qué no ves lo mucho que ayudo canibalizando desgracias ajenas para mi consagración personal. Qué no estás viendo lo mucho que me duelen los migrantes desde mi apartamento de lujo en Nueva York. Retráctate, que el arte siempre debe ser (parecer) comprometido con nuestra América bendita, sangrante. Vanguardia inmaculada, llena eres de gracia. Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y enséñanos a reír de nuevo. Protégenos de ésos que se disfrazan de artistas, que perpetúan una caricatura parisina esperpéntico intelectualoide de sí mismos. Líbranos del mal. De los burócratas jugando a ser escritores, del polvo y la soledad de los académicos, de las burlas de rebeldía cientificista. Llora por tus hijos, que juzgados son si protestan cuando les quitan lo último que tienen; porque no les basta con ver a los escritores pobres, sin trabajo, sin lugar en este supersistema esquizofrénico; los tienen que ver jugando a resolver lo que otros no han querido hacer. ֍

Porque ahí están las escrituras todavía. Mariátegui una vez dijo: “No. El grande artista no fue nunca apolítico”. Pero nos llama a la risa por “haber supuesto que un comité de artistas podía improvisar de sobremesa una doctrina política”. Porque no es tarea del arte meter la rienda a sí mismo, purgar su creatividad y censurar su dinamismo en aras de salvar cualquier programa o compromiso político. Tarea es ésta no de un puñado de hombres. Libremos a los artistas de una responsabilidad fingida que nunca debió pertenecerles.

El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2 MISCELÁNEA81

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MISCELÁNEA82

La estrella de mar se adhiere a la palma del cartógrafo. Le subimos las medidas a un cuarto y nos pide rebajarles a las triunfantes comisarías de indulgencia. Pide mucho. En este pueblo no hay ratones gordos, porque no los queremos, y los gordos se fueron, porque no les avisamos. ¿Quiere analizar los climas tenues y los sarcófagos abismales de la alcaldía? Retorne diez metros y fragüe un canal de milicias. Cierre las posibles hendiduras. Por ahí se le meten los niños, y los niños no son agradables sino cuando el Festival de la Manigua. Aviéntelos, su señoría, aviéntelos y cruja. Hace mucho un turista nos invitó a su casa a la vuelta del mapa. Fuimos y nos dio de beber. Bebimos los marcos de las bugías, pero sabían a lunes. Sontag nos lo advirtió: él aclara las iniquidades, él se lubrica los permisos y falsea los retenes. Lo hemos observado claramente, muy a la luz de los nocheros. En el atrio suele botar espuma de entre las fauces, y le limpiamos los collares de molusco. Dice que un indio se los regaló, pero de aquí a mucho más allá no hay indios; hay camiones transportando a los venezolanos que aún llegan a sus destinos, a sus promesas de níquel y argamasa. ¿Ya le contaron lo que le pasó a los de La Bestia? ¿Nuestro enemigo le ha dicho cómo es él y por qué lo aborrecemos? ¿No? Eso mejora las relaciones, mejora y aumenta las posibilidades de abandonarlo a mitad del firme. Usted sabe defenderse y, el joropo, eso bien nos lo han compartido... Vienen muchos que quieren estar en el momento preciso de las escopetas, el de los escritores y las ráfagas. Señor, darían lo que fuera (platinos, ejes, suelas) por tomarle una foto a la sangre que ensucia los cuadros y abstrae las paredes. Yo tengo una de las fallas de ministro. Se las mostré y guardó señas para el último desquite. Es raro, y lo sabemos los que una vez fuimos asistentes públicos (la mayoría fuimos, en algún momento, sin querer y sin notarlo, hombres). Las persianas se decoloran, las mesas tienen rayones de enamorados con anemia y sin tortícolis. Los indios, comunicadores en otro extremo, nos precisan las casualidades a las que nos atenemos por caminar. Sin su augurio, ¿qué le haríamos a la selva? En Tierralta, muy abajo, un jesuita vio su iglesia por vez no quiero decir última . Posiblemente afirmó algo muy hondo. Algo para Roma. Demás que lo dijo. No lo sabemos y sabiendo poco la vivienda se hace más grande. La cinta que me perdí nunca la volveré a ver. Era parte del ciclo y ¡vaya uno a pedirles que la retomen! «Pasó, y lo pasado no los atrae». ¿Cuál? Los futuros quieren leer el Informe y tenerlo para mostrar a sus abuelas. O si no, ¿para qué los peones del grifo detentan la cercanía urbana del camaleón? ¿Están de acuerdo al afirmar que Freddie Steele es de Urrao? Los Moreno lo aceptarían en su clan sin melindres. Ojalá fuera mi amigo para besarlo un diciembre y sentarlo a la diestra del abuelo (que aún se toma). Eso sí, que no hable. Los cursos intensivos de castellano me embarazan. Los dictaría si la obligación fuera en dólares. Pero no. Freddie en Angel negro pudo ser Marko. Es grave, bebe leche como un mamón y su pequeña ingeSobre el autor Alejandro Zapata Espinosa (Colombia; 2002), estudiante de Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana, escribe cuentos, poemas y columnas en Al Poniente. Ocupó el segundo puesto del XVIII Concurso de Cuento Tomás Carrasquilla del Tecnológico de Antioquia. Es parte de la antología Poemas del barrio a la ciudad, fruto del XX Encuentro de Poetas Comfenalco, Antioquia, 2020. Ha publicado en medios físicos y digitales.

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Apuesta sin sueño Alejandro Zapata Espinosa

nuidad la detienen sus juanetes. Él me agrada, y era el posible enemigo de la mujer. ¿Cuál mujer que no huela a bienaventuranza, a idilio o a una cartuja de Portugal? Ayer un bus se fue a Cali sin dos pasajeros y ocho maletas. ¿Siente la ausencia un bus, como sienten la ausencia dos chigüiros? He oído puentes. Solo oigo y escucho, porque mi morada se destruyó y me sacaron muy de prisa. Debieron enterrarme un poco. Se los hubiera pedido, si hablara su lengua... ¡Irreverente Magia! ¡Qué placer recibirla de nuevo! El bebé llora por sandeces: despistaron a su madre. Cardenal Sandri lo rasgueó en una misiva a un obispo de Caldas. Si no me creen, suban sus cabezas a los tilos y manden por una cuchara de miel, o de pasta fina, o de lluvia sin arlequines. Faría tiene los errores del novel: mucho “Pues” y no mira a la lente, grave yerro, dicen mis cabras. A su izquierda está Lavrov, Mejillas Caídas, en las declaraciones inesperadas de la intervención a los edificios de grano y a las estaciones de plumas. En todo caso, mi señor, las góndolas supervisan el área y los pelágicos vaivenes dan buenos tercios. Créame: debajo de las camas los esmeralderos guardan su equipaje de acción inmediata. Solo que a los ríos se adentran en el sobaco de Taraira. ¿En Trinidad aún se conversa la joya crónica de Lozano? Me detengo en la canción transcrita por el que me prestó el libro. ¿Cuál era? Un tratado. Si era de Europa, no... Era de Suramérica, si mal no me fallan los radiadores. Sea lo que fue, los cariños a Magia deberían ser cariños a mi persona (disculpe canónigo, así lo dije). El embrague es difícil de ubicar si no se tiene la mínima lectura de cuatro horas, me avisó mi cirujano de cabecera. Y lo que sale de su boca, olor a pleitos y ajo, es de cumplir: verbigracia el símil de los furúnculos y la humedad de las paredes, más que todo con la imagen mental de las sureñas. Investiga mucho el hombre, señor, y pronto dejará herencia a su hijo con trastorno de personalidad. Hace meses le pedí que fuera yo su hijo, pero me hizo caer a la boga de los infortunios, y, siéndote sincero, lo tuve, lo hice, me retó. A esa muchacha la visitan los menos queridos del linaje. Ella los acepta y les pide una recomendación fuera del negocio. En ocasiones les riñe los caninos o las herraduras. Así lo aceptan. Por ejemplo las veces que un chandoso, de gordo que lo nutrían, se abalanzó a un piojo de animal. Lo hubiera hecho uña si no se cayera y rodara su espalda hasta los pies del vehículo. ¿Tortura? ¡Abrimos los cofres y la inadvertida plata se esfumó! Las repisas siguieron intachables y los pesquisidores no hicieron su rutina de saboreo. Aceptamos la derrota de un vaso. ¿Lo ha hecho usted? Debería hacerlo así sea para que no lo linchen en la catedral. Mire lo que le hacen a un sacerdote; no mire lo que le podrían hacer a su integridad isleña. Hemos leído casos donde los responsables somos nosotros mismos y, ¡cómo negarlo!, en esos momentos estábamos en otro país, dando cuentas de las masacres rentadas, a domicilio. Se me ocurren los filos de un camaleón. Ese es mi actuar. ¿Quiere verme? Usted será el muñeco. Discente el estómago. Mejor hagamos la pólvora. A José lo perdimos en diciembre, y el que no le rinda culto, merece ser... La papelera de los directores es no quemar los bombillos. Lo sabemos por un Festival Internacional que dirigieron en otra laguna, donde las tapas eran color morado y los ponchos tenían el logo de la compañía impronunciable. Bueno, alguno de nosotros lee ese idioma, pero lo amenazamos con derretirle los dientes si nos hacía conocedores de su desbaratada inopia. Y silenció los presurosos

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glifos de bareque. Se le burbujearon las ánimas al saber lo que le haríamos. Ellas reforzaron nuestro cariño. Lunes de programación horrífica o amorosa, y prefiero venirme a la tienda en que usted se encuentra a ofrecerle mis servicios por el sitio de calvarios amarrados a la copa de los mangos. Desde ahora le presto una ayuda, señor, y en la camaradería nos entendemos sin chistes. Pague.

MISCELÁNEA84 El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

La memoria es caprichosa: fija a fuego algunos episodios, a veces triviales, a veces cruciales, y envía a las profundidades del olvido otros, a veces triviales, a veces cruciales.

Memorando Gabriel Urciuoli Barber

La memoria es traicionera: en el momento más inesperado recupera dolorosos recuerdos que hubiéramos preferido borrar.

Sobre el autor Gabriel Urciuoli Barber, autor nacido en Argentina y criado en España, donde reside actualmente.

La memoria es incierta: modifica, tergiversa, adapta, reconstruye más allá de nuestra voluntad, de nuestra consciencia.

La memoria es cruel: difumina hasta lo irreconocible algún rostro que amamos o algún momento que creímos feliz. A veces nos deja, apenas, entrever una sutil pincelada de un cuadro al que ya no podemos acceder pero que sabemos está ahí. Sin embargo, más allá de una casi imposible y azarosa conjunción de átomos, somos memoria: memoria individual; memoria de familia; memoria de pueblo; memoria de especie. Y cuando uno ve acercarse, como yo veo, el siglo de vida, esa caprichosa, incierta, traicionera y cruel compañera es todo lo que tiene y todo lo que deja, pues no son nuestros nuestros hijos, ni son nuestros nuestros amores, ni siquiera es nuestro nuestro cuerpo: solo la memoria de lo que tal vez fuimos es nuestra, y solo en la medida en que los hechos y los actos que hayamos ejecutado persistan más allá de nuestra fugaz existencia. Tal vez escribir estas líneas, que no sé si llegarán a libro, sea un acto inútil, o peor aún, vanidoso. Alguna vez admiré la idea de ciertas sabidurías que predicaban el valor de pasar por la vida sin dejar huella alguna. Aunque si recuerdo esta prédica, es porque al menos en mí, esa huella dejaron. Es imposible escapar a la contradicción, a la paradoja. Sí. Tal vez escribo por vanidad, tal vez por explicarme a mí mismo, pero prefiero pensar que lo hago por y para los seres que amo, al menos esa es mi motivación consciente. Recuerdo el dolor de la pérdida y quisiera mitigar ese dolor, cuando yo ya no esté, en quienes proyectaron su capacidad de amar sobre mí; decirles que he vivido una larga e intensa vida. Mucho más de lo que tal vez merezco; he tenido la suerte que a otros se les ha negado. Como he dicho, la memoria es incierta, aspira inútilmente a fijar el presente para el futuro; por eso quisiera, más que hablar de memorias, hablar de recuerdos; hermosísima palabra, recordar: volver a pasar por el corazón. El recuerdo sabe que cada vez que aflora algo cambia en él, algo se añade, algo se borra, algo se magnifica, algo se suaviza. El recuerdo es como la relectura de un libro: las palabras son las mismas que ya leímos, pero nosotros no, nosotros hemos cambiado y eso lo cambia todo, y está bien que así sea. Lo que ha sido queda atrás, es el recuerdo de lo que ha sido el que va con nosotros, cambia con nosotros, madura con nosotros y se hace presente cada vez que lo El bigote de Nietzsche 1, No. 2

Año

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Se dice que la infancia es un paraíso perdido, claro que eso se dice desde la edad adulta, y sospecho que es por esa parte de la humanidad que tuvo la suerte de nacer en un entorno más o menos privilegiado, esa parte de la humanidad que tiene voz, que puede filosofar, escribir, pensar en el sentido o sinsentido de la vida, la que no tiene que luchar cada segundo de su día a día por sobrevivir, por conseguir que sus hijos no mueran de hambre, por ganarle algún instante a la nada. También sospecho que se dice desde la inconsciencia de no saber hasta qué punto la incierta memoria, en un acto de puro instinto de conservación, borra episodios traumáticos o desgarradores. Cierto que el niño vive con tal intensidad que su presente es eterno; el momento de la euforia del juego; de la placidez protectora del pecho de la madre; del placer de la golosina, se diría que son la pura felicidad, que son el paraíso. Pero de la misma manera el niño experimenta un infierno sin tiempo en los momentos de dolor, de desconcierto, de miedo o de angustia. Y se dice que los viejos podemos recordar con nitidez episodios muy alejados en el pasado y olvidar totalmente hechos recientes, esto, hasta cierto punto, puedo corroborarlo: no recuerdo qué comí la semana pasada, pero recuerdo perfectamente el sabor de un helado de pistacho, en una calurosa tarde del verano bonaerense hace ya más de ochenta años. Sin embargo, no son las inescrutables razones de la memoria las que me inquietan, ni sus intrincados vericuetos los que me asombran tanto como el hecho de sentir como míos y a la vez ajenos, los recuerdos o la experiencia del niño que fui. Paradójico sentir: creo poder mirar a través de sus ojos infantiles, pero en realidad miro con mis ojos añejos; creo saber y guardar dentro mío lo que él sintió, pero seguramente yo lo sienta con la sordina que da la distancia y el tiempo; creo compartir con él la memoria, pero tal vez sea imposible compartir tal cosa con alguien que ya no existe; tal vez se pueda decir que esto que soy, y que es mi memoria, es la herencia de los innumerables seres que fui y que murieron, como yo moriré hoy para dejarle mi memoria al que seré mañana.

MISCELÁNEA86 El bigote de Nietzsche Año 1, No. 2

invocamos.

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