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La fe del Carbonero

Autor : S. Stuart Park.

Publicado por : Ediciones Camino Viejo. Valladolid, 2020. Reseña por : David Vergara

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Desde hace un año Stuart Park escribe en su blog “La fe del Carbonero” sito en la web www. edicionescaminoviejo.com, del mismo modo, desde el año 2009 ha publicado más de una veintena de libros por medio de Ediciones Camino Viejo, y este volumen combina ambas realidades, donde se recogen cincuenta y dos artículos publicados semanalmente.

La frase “Tener la fe del carbonero” implica asumir creencias que no necesitan una base científica o argumental, pero que han llegado a aceptarse en la cotidianeidad como ocurre con los fundamentos del Derecho basados en la costumbre. Esa clase de fe se desarrolla en la vida diaria, y llega a ser una forma de respirar que no requiere pensar la forma de hacerlo, simplemente ocurre y puede sugerir la reflexión en otros.

La presentación del libro es artesanal y con buen gusto, sobre todo por el original uso de ilustraciones que recrean la vista y que se deben a Anna Kuś Park, nuera del autor. Sobre todo, destacan las imágenes de pájaros, debilidad del escritor y de muchos de sus lectores. Tal y como prologa Samuel Escobar, encontraremos “recuerdos de su niñez y adolescencia en Inglaterra, anécdotas de su propia experiencia vital, citas de grandes escritores de lengua inglesa, y españoles como Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno o José Jiménez Lozano y que conectan de una u otra forma con la verdad que el texto bíblico bien entendido proclama”. Podemos añadir que su visión es cristocéntrica en todos sus escritos, Cristo y éste crucificado sale a relucir continuamente, como bien explica Stuart al describir la lectura tipológica de la Biblia donde “todos los personajes del Antiguo Testamento reflejan alguna faceta del Hijo del Hombre, y de todos ellos podemos aprender algún aspecto de la salvación” (pág. 46).

El autor muestra la influencia de escritores que acaban de dejarnos como David Gooding, George Steiner y José Jiménez Lozano, al igual que desgrana las vivencias de otros como William Cowper y todos ellos han dejado una impronta o una huella en él y cabría preguntarse si han sido un “tipo” de lo que llega a ser un escritor y si en algún modo como ejemplos también somos “tipo” de otros, tal y como lo son tantos personajes bíblicos prefigurando a Cristo (pág. 45). Así salen a relucir temas candentes, controvertidos en algún caso, teología natural podríamos decir, por la forma de vivirla y literatura jalonada de poesía a raudales.

Aunque se trate de una reseña y no sea lo común, mencionaré como testimonio que la experiencia que se narra en un tiempo de depresión donde Dios usó un petirrojo y que describe también en “Las hijas del canto”, conectó con mi propia vida. Leí el libro y quedó grabada en mi mente la forma en la que Dios usó sus criaturas de forma terapéutica. El texto me hizo bien, y así lo regalé a otros y en un momento de dificultad personal, la invitación de mi amigo Jaime Ardiaca a su casa en las montañas del País Vasco, sirvió para desahogarme mientras refería la experiencia de Stuart. Cuando caminábamos entre la naturaleza apareció el petirrojo o “txantxangorri”, que se quedó un rato con nosotros, esa fue la primera y única vez que he podido contemplarlo gracias a la providencia de Dios.

Nuevamente recomendamos otro texto de Stuart, deseando lo mejor para él y su esposa en la enfermedad de ella que se menciona en el libro, agradeciendo el énfasis que exhala: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Co. 1:23-24).

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