
6 minute read
Gálatas

Autor : Esteban Rodemann. Comentario Nuevo Testamento Andamio Publicado por : Publicaciones Andamio. Barcelona, 2020. 314 pp.
Advertisement
Reseña por : David Vergara
Dentro de la serie Comentario Nuevo Testamento Andamio que contenía los trabajos de David F. Burt hasta ahora, se incorpora un volumen sobre la carta a los Gálatas a cargo del misionero estadounidense Esteban Rodemann. El formato es el mismo que los tomos anteriores y sobre el autor, junto a su esposa Nancy, han desarrollado una labor con un testimonio relevante tanto con el coro Gospel, como en diversas obras que durante muchos años estuvieron más vinculadas a las Asambleas de Hermanos, aunque ahora trabajen en una iglesia fuera de las mismas en la localidad madrileña de Vicálvaro. Esteban es licenciado en Historia por la Universidad de Cornell (Nueva York). Luego cursó un Master de Teología en el Seminario Teológico de Dallas, hasta ser encomendado a la obra del Señor en 1977. Tras servir en la plantación de iglesias en Texas y Costa Rica, él y su esposa llegaron a Madrid en 1981, para colaborar en un primer momento con la asamblea de Hermanos de la calle Ofelia Nieto, 57 y después con otra iglesia de la zona norte de Madrid donde sirvió 27 años. Esteban es muy conocido en nuestro país no sólo por impartir la Palabra en retiros y conferencias, sino por su labor editorial con ediciones propias y colaboraciones en diversos libros y revistas que ha dado lugar a este comentario de Gálatas, tras muchos años de ministerio en España. Además, es profesor en IBSTE y Proyecto Éfeso y colabora con el Taller de Predicación y MPI.
Como el autor menciona en la introducción, Gálatas fue un libro bíblico altamente valorado en tiempos de la Reforma protestante del s. XVI, especialmente por Martín Lutero, donde la grandeza del evangelio se expone de forma sencilla. Así junto a Romanos, forman la Carta Magna de la experiencia cristiana. El problema que había surgido en las iglesias de la época de la epístola está relacionado con los judaizantes que, en la historia de la humanidad, siempre han surgido con otros trajes, pero con el mismo mensaje: la obra de Cristo no es suficiente, hay que dar brillo a nuestras obras o a los preceptos propios del antiguo pacto para que Dios esté satisfecho con nosotros y seamos realmente justificados. La fe se va diluyendo a medida que se van amontonando cargas y ritos, que se imponen a nuestras conciencias, pesos de los que Dios nos libera completamente al conocerle como Señor y Salvador. El nuevo pacto y la bendición de haber recibido el Espíritu Santo, produce bendición sabiendo que el resumen de toda la ley es el amor sincero que iba a ser el fruto del nuevo nacimiento por la fe. Las promesas por medio del nuevo pacto fluyen tras la victoria de Cristo en la cruz y su resurrección, y somos bendecidos al servir a Dios únicamente por amor, agradecidos por su salvación plena en Cristo que no necesita ninguna añadidura y menos, de pecadores imperfectos, algo totalmente incompatible con un Dios Santo.
Esteban divide su libro en ocho capítulos: mensaje, conexión, camino, potencia, reglas, herencia, servicio y sintonía, y una conclusión final. Hay una buena noticia que predicar, el evangelio de Jesucristo, donde se expresa perdón y vida eterna por la fe, pero que también afecta a toda la manera de plantear la vida al creer en Cristo, porque el evangelio cambia completamente a una persona para bien. En la antigüedad Dios había ordenado practicar la circuncisión a los varones como señal de pacto, pero mostrando una enseñanza espiritual cuando algún día al apartar nuestras transgresiones y después de arrepentirnos, un corazón circuncidado serviría para amar al Señor. Del mismo modo, con las leyes alimentarias Jesús explica que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina (Mr. 7:18-19). La suciedad, representada por los animales inmundos, ya estaba en el corazón y necesitaba de una limpieza, y esta enseñanza queda implícita al ser regenerados por Dios sin necesidad de volver atrás para vivir en el antiguo pacto. Los mismo ocurre con los sacrificios y fiestas solemnes, son figuras de lo que había de venir, de lo perfecto en Cristo. Sin embargo, cumplieron con su función y anclarse en ellos con una conciencia intranquila, finalmente sólo nos lleva a sentirnos bien si cumplimos con la ley, como méritos que contribuyen a completar nuestra salvación, cuando en realidad fueron elementos que tuvieron cabida en un momento de la historia de la redención como ilustraciones pero que no pueden añadir nada a los méritos de Cristo. Cumplir con las obras de la ley no puede ser un chantaje a Dios al intentar transmitirle que, si hacemos ciertas cosas, Dios tiene que pagarnos con bendición.
Quien conoce a Cristo no necesita de complementos, ha conectado con Dios al ser justificado por la fe, Dios es la fuente de todo bien. Así pertenece a su familia, y su destino es heredar el mundo entero con Jesucristo, el rey universal de todo lo creado. Esto es mucho mejor que los ejemplos del antiguo pacto donde la herencia a Abraham y a Israel era tierra y parentela. Por este motivo, en este libro se enfatiza que incluso cualquier disciplina espiritual como el ayuno o la oración, no puede ser un fin en sí mismo para ganarnos la bendición de Dios, sino una manera de estar en contacto con él para que derrame su gracia, misericordia y poder. La respuesta en Gálatas a una conciencia intranquila que ha dejado de sentirse libre es que andar en el Espíritu de Dios implica ser guiados por él cada día como Israel con la columna
En busca de Contentamiento
de nube y fuego en el desierto, y así vivir con expectación la forma en la que Dios obra para bien en nuestras vidas en cada momento, sirviéndole y adorándole según Dios nos capacita por su Espíritu. Es una actitud de dependencia e intimidad continua con Dios, o como menciona el autor de este libro, es vivir en “sintonía” con él, de tal manera que se va produciendo el fruto como ocurre en un árbol (pág. 281).
Este libro, es una valiosa aportación al comentario de esta epístola dentro de la serie que Andamio Editorial está promoviendo como fuente de estudio bíblico para el pueblo de Dios.
Confiar en Dios en un mundo insatisfecho.
Autor : Erik Raymond.
Publicado por : Publicaciones Andamio. Barcelona, 2020. 240 pp Reseña por : Alberto Arjona
Vivimos tiempos en los que muchos cristianos han sido contagiados por la filosofía que tiene que ver con el derecho a ser feliz como finalidad de la vida. La gente busca su contentamiento normalmente en el disfrute de las cosas o en las experiencias agradables que ofrece la vida. Necesariamente esto crea insatisfacción. La tragedia es que los creyentes imitemos esa forma de ver la vida o, quizás mucho peor, que acudamos a Cristo a ver los beneficios que podemos obtener de esa relación.
Por eso este libro de Erik Raymond es oportuno. No es superficial. Profundiza en las grandes verdades de la Biblia haciendo de esta idea del verdadero contentamiento del creyente un tema transversal.

Comienza su andadura con una rotunda afirmación basada en la expresión paulina de Fil.4:12 en la que el Apóstol nos da a entender que el contentamiento se aprende. Se aprende y a la vez es una obra de gracia en el creyente porque tiene que ver con el hombre interior, con el descanso en la providencia divina que es capaz de transformarlo todo aun en las circunstancias más adversas.
Sorprende quizás que antes de tratar de nuestro contentamiento comience a hablar de un Dios contento, satisfecho, lo que le sirve como punto de partida para resaltar el núcleo de su mensaje, que nuestro contentamiento es contentamiento en Dios, no en las cosas creadas por él. A partir de aquí se nos abren esos grandes temas muy conocidos, repetidos desde los púlpitos, presentes con frecuencia en la literatura cristiana, pero tratados con un denominador común no siempre percibido: el del contentamiento del creyente. Nuestro contentamiento en Dios tiene mucho que ver con la valoración que hacemos de su gracia en nuestra vida, con nuestra deuda perdonada, también con nuestra vida de oración y nuestra forma de leer la Biblia, para las cuales el autor da pautas muy prácticas. No se olvida el autor de relacionar nuestro contentamiento con la capacidad de obedecer al Señor en aquello, tan básico y tan olvidado, de aprender a negarnos a nosotros mismos.
Hay algo muy importante que destaca el libro y de lo que se suele hablar poco. Se trata de la doctrina de la providencia, recogida en importantes catecismos reformados como el de Heildeberg y que se enseña muy poco: “... la salud y la enfermedad, riquezas y pobrezas, y finalmente todas las cosas no acontecen sin razón alguna como por azar, sino por su consejo (de Dios) y voluntad paternal”. Reymond dedica un capítulo entero a desarrollar esta doctrina tan consoladora. Un papel importante que el autor da a la búsqueda del contentamiento en Dios se refiere a la relación de cada creyente con su iglesia local, pero no tanto por los beneficios que pueden aportarnos los demás sino los que podemos llevar nosotros a la comunidad.
Y no podía faltar una mención al gozo escatológico. Estamos de paso, contentos en Dios, satisfechos, pero puestos nuestros ojos en lo perfecto, en el Reino de Dios que ha de ser manifestado en gloria.