Dossier 45

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Paul B. Preciado: Imaginar lo imposible Diego Zúñiga

Miró el cartel y no lo podía creer. Decía: «Ya viene Preciado, ya viene el patriarcado». Llevaba un par de días en Santiago –su primera vez en Chile: agosto de 2004– y un pequeño grupo de mujeres, «un comité de feministas antiqueer, antitrans, antitodo», recibía de esa forma a la filósofa Beatriz Preciado, quien estaba ahí, en la Universidad Diego Portales, para dar una conferencia. No lo podía creer. Quince años después Paul, ya no Beatriz, lo recuerda así vía Skype, desde París: –Fue muy impactante para mí… Cómo me podía imaginar que las feministas chilenas me iban a recibir de aquella manera. Fue un choque, quedé realmente muy impactado… Pero había un pequeño comité que se oponía a ellas, organizado por Pedro, que me acompañó en todo momento. Pedro es Pedro Lemebel: un impermeable muy largo –recuerda Preciado–, un edredón alrededor del cuerpo, un pañuelo en la cabeza y rodeado por un grupo de amigos más o menos travestis, más o menos trans, más o menos maricas. –Ellos me cuidaron y me acompañaron. Fue fantástico, porque mientras las feministas agitaban el «Ya viene Preciado, ya viene el patriarcado», Pedro se puso a bailar y yo me sumé a su baile.

Agosto, invierno, 2004: era otra vida, otro mundo. El pasaporte de Paul B. Preciado (1970) indicaba, de hecho, otro nombre, otras coordenadas, sí, otra vida. Ya era entonces, eso sí, una voz ineludible de la filosofía contemporánea y de los estudios de género. Había publicado su reconocido Manifiesto contrasexual y estaba en Santiago invitada por el Centro de Estudios de Género y Cultura Latinoamericana de la Universidad de Chile. Esos días de agosto ya había dictado una conferencia en la Casa Central, ante un auditorio repleto, que la escuchó hablar sobre lo queer. Por eso no entendió qué hacía ese comité de feministas, unos días después, en otra universidad, acusándola de patriarcal. Hoy lo recuerda de forma nítida, entre risas por momentos, pero sobre todo recuerda a Lemebel. «Conocerlo fue lo más importante de ese viaje.» Estaba en Nueva York cuando una mañana de enero de 2015 le avisaron que Lemebel había muerto. Entonces escribió una necrológica que empieza así: «Puto sida, puto cáncer de laringe, puta dictadura y puta fachada de democracia, puta mafia machista a la que siguen llamando partido, puta censura, putas parejas y putas rupturas, puto Pedro y puto Pancho (…). Putas las yeguas y puto el río Mapocho (…). Tú me criaste y de ti salí como un hijo, de los cientos que


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