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Obama ganó con la fuerza de su vida y su color, más tres palabras: Yes we can. El yes afirmaba con optimismo que era posible un cambio sencillamente inimaginable diez o veinte años antes. El can es la afirmación de poder, de no solo atreverse, sino también de lograrlo. Pero lo más importante era el we: ese «nosotros» de Obama eran todos los que de alguna forma se veían en el vagón trasero del «sueño americano». Los afroamericanos, los latinos, los asiáticos, la clase media, los más vulnerables.
FRANCISCO JAVIER DÍAZ
Nada peor en política que comenzar al revés. Es decir, pensar qué tipo de candidato desea ver la gente, antes de qué tipo de candidato se necesita para llevar adelante un proyecto que se estima justo. En política, el producto viene en cierta forma predeterminado. No me interesa vender otra cosa, porque mis convicciones son tan fuertes que vender otra cosa no tendría sentido político. El asesor debe tener siempre en mente que proyecto y candidato van de la mano. Mientras más creíble el proyecto en manos de la persona, mejor para la campaña. Definido el mensaje que se desea instalar y el proyecto que se desea promover, el resto de la campaña se tratará solo de diseminarlos a través de técnicas medianamente estándar de comunicación política. Ganar por ganar no tiene mucho sentido. Ganar para hacer algo en lo que creo, sí que es atractivo. Si se logra transmitir esa idea, la campaña será memorable. Si no se logra, no será mucho más que un simple mensaje publicitario. Francisco Javier Díaz, abogado y cientista político, es investigador académico en Cieplan. Ha sido columnista de medios escritos y es
La segunda es la personalización del proyecto (o la «proyectización» de la persona). En este caso, es un proyecto político determinado el que se encarna en una persona. Es la personalización virtuosa. ¿Alguien puede imaginar la Unidad Popular sin Allende? Claramente, en ese caso proyecto y candidato se funden en una misma idea. El líder social de muchos años, culto, atractivo, carismático, un gran tribuno democrático de fuertes convicciones revolucionarias, se ponía al servicio de un gran movimiento social y político que aspiraba a construir el socialismo con libertad, empanadas y vino tinto. La tercera es la personalización caudillesca. En este caso, el culto a la persona opaca el proyecto que pueda existir detrás del candidato. Se parece a la personalización vacía, pero es algo más riesgosa. Porque detrás de ella existe la tentación de separar el mundo entre buenos y malos. El caudillo es el bueno, sus seguidores son los justos, y los demás son todos malos. Corroe instituciones y desprecia las formas democráticas. Y el marketing se torna algo ridículo.
asiduo panelista en programas de radio y televisión. Fue asesor político de Michelle Bachelet y hoy es secretario general del PS.