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PALABRAS DE SU ALTEZA REAL LA INFANTA ELENA

Me alegra mucho compartir hoy con todos los presentes este emotivo acto de entrega del galardón de la Academia de la Diplomacia que lleva el nombre del Embajador José María Velo de Antelo y que tiene por objeto premiar los mejores valores en el ámbito y el ejercicio de la diploma- cia y honrar a las mejores trayectorias de personalidades, al tiempo que nos recordará siempre a quien fue un ejemplo de servicio, coherencia y buen hacer en esta querida profesión diplomática, siempre desde una mejor visión universalista de la Diplomacia española y del humanismo cristiano. en

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Esta distinción alcanza hoy su cuarta edición y en sólo cuatro años ha alcanzado un merecido prestigio. Los nombres de Lech Walesa, el Archiduque Karl de Habsburgo en herencia de su padre Otto y de su abuelo el Beato Carlos, y el Rey Simeón II de Bulgaria son, sin duda, prueba de ello, pues todos ellos demostraron humanidad, inteligencia y profesionalidad en el desarrollo de sus funciones y en toda su trayectoria vital.

Éste fue también el caso del Papa Emérito Benedicto XVI, que en paz descanse y cuya memoria es reconocida ya con esta distinción solemne y a la vez entrañable muy poco tiempo después de su fallecimiento. Pues el recuerdo de este gran pontífice y gran intelectual perdurará para siempre, estamos seguros, en el corazón de muchas personas: no solamente de fe católica, sino de otras confesiones y creencias; no solamente en intelectuales y personas versadas en Teología y Filosofía, sino también en muchos creyentes que sienten su fe como la sintió el siempre añorado Benedicto XVI.

Benedicto XVI permanecerá en nuestro recuerdo y en nuestros corazones. Muchas gracias.