Revista Diferencia(s) - Nº 5 - Dinero - Noviembre 2017

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167 sedentaria. En fin, mientras que un rey bárbaro no tiene otro tesoro de guerra, otras fuentes cuasi financieras para pagar a sus capitanes o a sus oficiales más que las tierras conquistadas, este tesoro se agota rápidamente. Para renovarlo cada tanto, hace falta emprender nuevas guerras, admitiendo el derecho –y no podría no admitirlo– la expropiación de los vencidos. Expropiarlos es como, en el presente, exigir de ellos una indemnización en dinero. E, incluso en tiempos de paz, conviene que, por diversos procedimientos, el tesoro real, es decir el dominio real, se expanda a través de métodos intermitentes: la secularización de bienes monásticos, o bien la confiscación de tierras aparentemente confinadas a sus familias. Esta odiosa forma de penalidad se explica, aunque no justifica, de esta manera. No nos jactamos de haberla abolido: dado que la necesidad que la hizo establecerse no ha dejado aún de existir. Pero, una expropiación en masa, que podía justificarse en cierta medida en tiempos bárbaros, sería monstruosa en nuestra época en la que, si hay aún tierra libre, no hay ya necesidad de ella para remunerar los servicios, puesto que se cuenta con el dinero, la moneda metálica o fiduciaria, en fuentes inagotables. La comparación de la tierra con el dinero, desde el punto de vista de su rol económico, es digna de atención. Veremos más adelante que el préstamo con interés se explica, ante todo, a partir del arrendamiento o por el contrato de aparcería pecuaria. Ocurrió con el dinero aquello que ocurre con toda nueva invención que, por el simple hecho de que ella sustituye a otra, la libra; las primeras hachas de bronce recuerdan a las hachas de sílex; las primeras casas de piedra han tomado la forma de las casas de madera que vinieron a reemplazar. Incluso, el dinero que, poco a poco, ha ido tomando el lugar de la tierra en las codicias y ambiciones humanas, fue modelado sobre ella, quiso ser fructífera como aquella. Pero la verdad es que difiere profundamente de la tierra y que en tiempos en los que el dinero da el tono, sucediendo a aquellos en los que reinaba la tierra, la ha enterrado sin ruido y para siempre. Estas diferencias son importantes, desde el punto de vista ya sea de la manera en la que nuevas tierras o nuevas cantidades de oro y de plata o de papel moneda vienen a agregarse a aquellas ya existentes, ya sea de la manera en la que estas tierras o estas monedas se distribuyen entre los miembros de una población dada. En primer lugar, es raramente por la ocupación de una tierra virgen y más frecuentemente por la conquista violenta de una tierra ya ocupada, que el territorio de un pueblo se expande, su territorio continental o su territorio colonial. Incluso cuando, en el comienzo de estas expansiones, existe un descubrimiento, el descubrimiento de una isla o de un continente, no alcanza con descubrirlo, hay también que conquistarlo. Pero, cuando la cantidad de oro o de plata para distribuir entre los hombres en relaciones de comercio recíprocas aumenta considerablemente, es siempre a causa de un descubrimiento, descubrimiento de una mina de oro o de plata,


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