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Los estragos de la pandemia y la política del psicoanálisis en el hospital

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Perla Telias

Perla Telias

Los estragos de la pandemia y la política del psicoanálisis en el hospital

Lujan Iuale

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Discursos que acechan

Contrariamente a lo que algunos intelectuales plantearon tras el surgimiento de la pandemia respecto a la caída del capitalismo, muchos de nosotros- por cierto, no tan intelectuales- señalamos que la pandemia y sobre todo, el texto que se arma alrededor de este fenómeno, lejos de destituir al capitalismo podía recrudecerlo.

Transcurridos un año y medio aproximadamente del inicio de la pandemia, hemos podido corroborar no solo que el capitalismo no se ha conmovido, sino que por el contrario, ha mostrado nuevamente sus efectos: la economía regulando aperturas y cierres de actividades desconociéndose muchas veces las condiciones sanitarias; diferencias en el acceso a las vacunas entre los países centrales y periféricos; el poder que engendra para los laboratorios que poseen las patentes la producción, venta y distribución de las vacunas; el “sálvese quien pueda” de muchos; el “solo me importa mi libertad individual” por encima de cualquier colectivo, de tantos otros.

Se produjo además un efecto crucial: el cuerpo biológico, el organismo afectado y acechado por el virus, cobró el centro de la escena e interpeló a los sistemas sanitarios y a nuestras prácticas. De pronto, parecía que solo se trataba de eso: ¿Cuánto satura? ¿Qué complicaciones clínicas presenta? ¿Requiere o no internación o asistencia mecánica? Y la muerte como inminencia rondando y haciendo demasiado evidente la fragilidad de los cuerpos. Nadie desconoce que si no hay cuerpo vivo no hay sujeto posible, por ende las preguntas arriba formuladas son, sin duda, importantes pero pueden llevar a una práctica deshumanizada si se las aísla de otras no menos importantes: ¿Qué le pasa a ese sujeto frente al encuentro con el resultado de COVID- positivo? ¿Qué incidencias tiene el aislamiento sobre cada quién? ¿Qué se ha reeditado de lo traumático en cada caso? ¿Qué pasa cuando quien está en situación crítica es un ser querido, al cual no se puede ver, ni despedir en caso de su fallecimiento? Sabemos que los cuerpos responden de manera insondable frente al virus y esto no puede 99

adjudicarse solo al virus y a las comorbilidades. La pandemia puso blanco sobre negro respecto al valor fundante y fundamental que el lazo tiene para los seres hablantes, de allí que no podamos reducir el abordaje de esta coyuntura a los discursos del Uno solo, discursos que acechan todo el tiempo y que responden más a intereses sesgados que a los problemas que hay que enfrentar.

Esos discursos del Uno solo, no son patrimonio de ningún campo disciplinar ni de un determinado modo de funcionamiento económico: podemos ubicar allí al capitalismo neoliberal, al discurso fármaco y médico hegemónico y también, a cierto psicoanálisis que se considera respuesta para todo. Porque el discurso no ha de confundirse ni con la institución ni con los miembros que la componen. El discurso es lo que opera como forma de lazo. ¿Qué puede aportar, entonces el discurso analítico a esta coyuntura? No se trata por cierto, ni de un saber completo ni de una verdad toda. Tan solo el acto que pone a jugar nuevamente la dimensión de la causa, aún allí donde el desamparo se juega a cielo abierto. El discurso analítico no tiene por agente al analista mismo, sino que implica quedar tomado en ese lazo, bajo una función específica: la de la causa. ¿Cómo deviene eso posible cuando- en tanto parte de esta población afectada por la pandemia- no hay modo de no estar atravesado por sus coordenadas?

Dislocaciones

Dislocar implica “sacar algo de su lugar”; “torcer un argumento o razonamiento, manipularlo sacándolo de contexto” y “hacer perder el tino o la compostura”. Creo que todas estas acepciones nos acercan a aquello a lo que se han enfrentado los dispositivos en el contexto de pandemia. No hubo práctica que no se viera conmovida, transformada, perturbada. Dislocaciones que marcaron un antes y un después.

El dispositivo analítico clásico, pero también los otros dispositivos de abordaje sostenidos en la presencia de los cuerpos, se vieron forzados al pasaje a la virtualidad. Variaciones en la técnica que nos llevaron a interrogarnos por la ética del psicoanálisis, ya que no se trata de sostener la rigidez de una práctica al modo de un dogma o de una costumbre, sino de

dar razones a los fines de discernir, si más allá de esas variaciones, sigue siendo una práctica soportada en el deseo del analista y en sus efectos.

Ahora bien, ese pasaje a la virtualidad no pudo dejar por fuera a los cuerpos, ya que voz y mirada se constituyeron como soportes necesarios. Se puso allí en evidencia como esos dos modos del objeto a, juegan la partida en la cura. Por supuesto que habrá variaciones en lo que acontece en cada caso: desde aquellos que optaron por hacer solo llamadas, los que armaron actividades grabadas para los espacios de hospital de día, los que propusieron talleres virtuales, los que hicieron videollamada. En cada situación estuvo y está aún, la necesidad de leer lo que allí acontece. Tal vez las dificultades mayores las encontramos en las llamadas urgencias subjetivas, donde hallar la maniobra que pueda reenganchar al sujeto al lazo, siempre es compleja. Allí muchas veces, fue preciso propiciar algún encuentro presencial o solicitar una interconsulta. Las dificultades no fueron menores en la llamada clínica con niños, sobre todo en aquellos casos graves, donde justamente voz y mirada podían resultar sumamente intrusivos; o en los casos donde el maltrato era el epicentro del conflicto y lo íntimo se hallaba seriamente perturbado.

Entonces hubo lo posible, pero hubo también lo que no se pudo. Hubo ruptura en muchos casos de dispositivos que venían funcionando desde mucho tiempo atrás, y donde la pérdida de las coordenadas llevó al retiro de espacios ganados. En algunos casos esto se evidenció tras el retorno a la presencialidad, donde incluso los espacios físicos de la institución donde hacían base los dispositivos habían sido otorgados a otros abordajes.

Dislocados, salidos de lugar, e interpelados. Confrontados con que todo había cambiado, fue y es aún preciso hacer con ese real que se ha puesto en cruz para que las cosas no anden.

Agujero e invención

El trauma tiene estructura de agujero. Implica superficie, borde y perforación. Hay, si ustedes quieren, una coalescencia entre ambos, porque además para el ser hablante, el trauma siempre es asunto de “un” decir. En el Seminario 21, Lacan parte de una afirmación “los no- incautos yerran”. Juega allí con la homofonía que se genera en francés, entre dicha frase y los nombres del padre. Los no- incautos remite- en esa doble negación- a

que son los cautos los que erran. Los cautos son aquellos que no se dejan apresar por el inconsciente, los que no caen como chorlitos. Dice Lacan: “los no incautos (les non dupes) son aquéllos o aquéllas que se rehúsan a la captura del espacio del ser hablante” (Lacan 1973-74) Aquellos para los que la vida no es más que un viaje, aquellos que están en este “bajo mundo- (…) como en el extranjero” (1973-74) Errar en el sentido de caer en el error, difiere de la errancia. En el primer caso, el cuerpo se articula al caer en las trampas del decir; en el segundo, el decir queda en suspenso y el cuerpo arrojado a un deambular sin orientación.

Por otro lado, Lacan ubica en este seminario la relación del agujero con lo que designa como un verdadero decir. Un verdadero decir es aquel que comporta consecuencias. El trauma de lalengua es justamente, ese decir parental verdadero, que más allá de los enunciados circunscribe el lugar al que el sujeto adviene como respuesta. Juega con la palabra troumatismodonde trou alude justamente a agujero- para decir que ahí donde hay agujero uno inventa. Dice: “todos inventamos un truco para llenar el agujero”. (1973-74)

Esta dimensión de agujero e invención vale tanto para el sujeto en el caso por caso; como también para los dispositivos soportados en esos cuerpos que los generan, son apresados, y los re-inventan. Sabemos que al trauma de lalengua que nos antecede, se enlazan todo tipo de contingencias traumáticas. Y a partir de allí advendrán respuestas diversas. Los testimonios de la pandemia, de los ensayos de soluciones en el abordaje de los padecimientos, ya están circulando y serán un aporte valioso a la hora de leer las invenciones posibles, las mutaciones vertiginosas, que nos permitieron sostener nuestras prácticas. No me gusta la épica de la trinchera, menos aún la del testimonio centrado en un decir que coagula en la victimización. Me interesa recoger ese valor dado por Primo Levi al testimonio como un decir con consecuencias, en la medida en que en su caso, no se trataba solo de que el Holocausto no sea olvidado, negado o barrido bajo la alfombra, sino que no vuelva a suceder. Levi dirá que no se trata ni del lenguaje lastimoso de la víctima, ni del iracundo lenguaje del vengador, sino del lenguaje mesurado y sobrio del testigo. Lenguaje que no tiene por qué descontar la afectación, pero que permite propiciar una transmisión de la experiencia. Entonces, es preciso recoger esos trucos

inventados, que nos permitieron cierto saber hacer con lo real. Darle, a esos trucos, el valor del jugar que sacude el polvo adherente del dogma y nos orienta respecto a la dimensión propia del acto por venir. Política del psicoanálisis que se soporta en un deseo no anónimo y en el lazo social.

Nuestra materia sigue siendo esa arcilla que es el lenguaje, con el cual tejemos y somos entramados. Los cuerpos le hacen soporte a la voz y por eso nuestra intervención aún es posible en condiciones que distan mucho del dispositivo llamado clásico. Nos orienta un axioma: “el inconsciente es la política” (Lacan, 1966-67) y por ende apostaremos a que ese inconsciente cifrador que trabaja solo, se enlace. Para concluir, les comparto un breve párrafo de Ángela Pradelli- escritora-poeta y docente Argentina- que dice así:

Hay palabras incluso en el dolor más profundo, también en la fragilidad de los instantes, en el vértigo de los amores que nos licuan, hay palabras aún en la oscuridad más cerrada y en las pérdidas irreparables. Inmersos en las palabras, somos también, como quería Lacan, hablados por el lenguaje. Sí, aún en los sonidos más enmudecidos podemos oír hablar al lenguaje. (Pradelli 2011, p. 24)

Bibliografía

Diccionario de la lengua española. Edición del Tricentenario. Actualizada en 2020. https://dle.rae.es/dislocar Iuale, L. (2020) Otra geografía. Texto que forma parte de “Dejar dicho”. Huellas, psicoanálisis y territorio. https://xdocs.pl/doc/otra-geografia-lujaniuale 48ge13m139n2 Iuale, L. (2020) Narrar lo inesperado. CIAF Salud Mental. https://ciafsaludmental.wixsite.com/ciafsaludmental/post/narrar-loinesperado Iuale, L. (2020) Cuerpo y lazo social en el contexto de pandemia. Escrituras Virales 2. https://drive.google.com/file/d/18R0IhIWlWqcBg_4PWd8YxVHp4yVKsA4b/ view Lacan, J. (1966-67) El Seminario 14. La lógica del fantasma. Inédito. Lacan, J. (1974) Nota italiana.

http://elpsicoanalistalector.blogspot.com/2009/07/jacques-lacan-notaitaliana abril-de.html Lacan, J. (1973-74) El Seminario 21. Los no incautos yerran o los nombres del padre. Inédito. Levi, P. (2010) Vivir para contar. Escribir tras Auschwitz. Barcelona: Alpha Decay. Pradelli, A. (2011) La búsqueda del lenguaje. Experiencia de transmisión. Buenos Aires: Paidós.

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