3 minute read

Pandemia y sublimación

Next Article
Perla Telias

Perla Telias

Pandemia y sublimación

Jorge Senrra

Advertisement

Y de pronto llegó la noche, o la pandemia, y a meterse adentro de casa, no salir, a mirar películas, Netflix, leer nuevos libros o aquellos que veníamos demorando su lectura.

A partir de haberse decretado el ingreso en la cuarentena, con el correr de los días y semanas comenzaron a percibirse alteraciones psíquicas que debimos ayudar a elaborar a los pacientes. Al principio de manera independiente, solo nosotros, ya que en los primeros meses nuestra profesión no fue considerada actividad esencial.

Entonces, en los pacientes que ya veníamos atendiendo, el encierro y distanciamiento social acrecentó los síntomas por los que en su momento habían consultado, agregando otros que antes no habían aparecido. Por ejemplo, angustia por estar alejados de seres queridos, dificultad para elaborar duelos por pérdidas, divorcios, separaciones previas a la cuarentena y también como consecuencia de ésta, temor al contagio y/o muerte propia o de un ser querido, angustia por la pérdida de o haber disminuido considerablemente sus ingresos, dificultad para cursar el tiempo libre y qué hacer con él, abulia por éste último motivo, aumento en el consumo de psicofármacos, alcohol y/o drogas para paliar la angustia por el encierro, sensación de futuro incierto, etc.

El encierro por la pandemia nos segrega de ese espacio vital, cotidiano, hasta erótico (saludarnos, abrazarnos, besarnos, compartir con otros, etc.), que de alguna manera implica un “vivo, estoy, soy con otros”. Por eso la angustia del encierro a la manera del recluso nos incluye en un no ser, una cierta pérdida de estado civil, produce una regresión libidinal en la que perdemos esos atributos y el otro ya no solo es un extraño sino también un ser ajeno portador de lo malo.

Al extenderse el encierro sin una fecha clara de finalización se ha producido una alteración del tiempo que produce una incertidumbre que agrava los síntomas antes mencionados al sentir que ellos no cesarán o, lo que es peor, que irán en aumento.

69

Me viene a la memoria lo que me contaba un paciente que atendí hace muchos años en este Centro. Resulta que había sido un pequeño empresario que trabajaba muchas horas por día, fumador empedernido, de 40 a 60 cigarrillos por día. En un determinado momento tuvo una grave Epoc (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), por lo que fue internado varios días en terapia intensiva. Y al contarme este accidente en su salud me dijo: “La terapia intensiva es como un submarino”, ¿por qué? le espeté yo, respondiéndome “porque ahí uno no sabe si es de día o es de noche, no sabe si es un día de semana o sábado o domingo, todos los días son iguales, siempre hay ruido, luces encendidas, gente que va y viene, etc. Uno se queja de la rutina, de tener que levantarse a la mañana para ir a trabajar, viajar apretado en colectivo, bah, la rutina diaria...”, a lo que agregó como conclusión “¡Qué linda es la rutina Jorge!”

Pero nosotros, analistas, no quedamos exentos de algunos de esos malestares psíquicos que despertó la pandemia. En mi caso particular comencé a sufrir trastornos del sueño, llegaba una hora de la madrugada en que no podía seguir durmiendo, angustiado por esta inédita situación. Yo, que siento poder solucionarle los conflictos a los pacientes, no podía con el mío. Fueron así varias semanas. Hasta que Freud vino a mí al recordar el concepto de sublimación.

Dice el diccionario de Laplanche & Pontalis (1967): Proceso postulado por Freud para explicar ciertas actividades humanas que aparentemente no guardan relación con la sexualidad, pero que hallarían su energía en la fuerza de la pulsión sexual. Freud describió como actividades de sublimación principalmente la actividad artística y la investigación intelectual. Se dice que la pulsión se sublima en la medida que es derivada hacia un nuevo fin, no sexual, y apunta hacia objetos socialmente valorados.

Fue así que en esas frías madrugadas de 2020 comencé a escribir mi primer libro sobre un tema que me atrae y vengo trabajando hace 40 años: el Test de Rorschach. Así pude saldar una deuda que tenía conmigo y realizar un pequeño y humilde aporte sobre esta técnica. Pero sobre todo quiero agradecer a mi querido Ameghino que me ha permitido desde hace muchos años y ahora de manera virtual, transmitir en sus aulas mis conocimientos sobre el tema.

70

Bibliografía

Laplanche, J. & Pontalis J.EB. ([1967] 1996) Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

71

72

This article is from: