Revista ciudad edi final 15

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UNA LÚCIDA EMBRIAGUEZ Por: María Helena Giraldo González. Sicóloga, poeta y ensayista

Al hablarle a un amigo sobre la embriaguez me dijo: —vas a escribir sobre los borrachos. —No, le contesté. La embriaguez a la que me referiré es de esas que no descarta el vino, pero que apunta a la esencia de lo que constituye a lo humano. Aludiré al héroe, al filósofo, y finalmente a algunas puntuaciones psicoanalíticas. Empezaré por decir que la embriaguez es estar poseído por una pasión que irrumpe como un mar impetuoso, se apodera de los sentidos. Es el sobresalto de los ánimos, de los afectos, se contagia del vino que se derrama sobre la simiente, sobre el cuerpo hecho música. La embriaguez se hace voz y mirada. Máscaras, comedia y risa. Se nutre de la tierra, del viento que sopla. Viento de dioses que convive con los mortales. A estos dioses los griegos les celebran fiestas de agradecimiento por la cosecha, por las guerras y la muerte de los enemigos, o para pedir benevolencia por las ciudades.

Retrata en imágenes poéticas el transcurrir cotidiano de los griegos. La Iliada, epopeya que canta a Aquiles, el de los pies ligeros. Le canta a su fuerza, a su belleza, igual a la de los dioses. La epopeya homérica alude en un comienzo al enojo de Aquiles contra Agamenón porque le arrebata a Briseida, dada como recompensa después de tomar a Tebas. Los dioses del Olimpo nutren la existencia griega. A ellos se les rinde ofrendas cuando están enfadados. Tratan de reconciliarse con rogativas o cumpliendo lo que estos invocan. Las ofrendas

Ruegan a los dioses, para que en medio de la batalla las fuerzas contrarias desistan, y el soplo divino les permita pasar desapercibidos en medio del campo enemigo. Ofrendas o fiestas en las que emerge el espíritu humano con todos los desenfrenos y todas las virtudes.

DIOSES GRIEGOS TRADICIONALES La religiosidad del pueblo griego se caracteriza por una extrema proximidad entre lo divino y lo humano, y a la vez, un extremo distanciamiento por su condición de mortales. La cercanía con lo humano consiste en que los dioses también están embriagados por las pasiones. Toda su ira o virtud, toda su benevolencia puede ser despertada. No se cuidan de las vanidades, ni de los desencuentros con otros dioses, ni de las tretas que utilizan en la batalla para que sus héroes o mortales preferidos ganen la contienda. Homero en la Iliada describe bellamente la relación de los hombres y los dioses. 15 • 2008 Ciudad, revista de asuntos urbanos

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