Revista Asia Sur - Edición Nº 102

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«En Israel me siento muy segura. Nunca ha pasado nada extremo. Incluso he bailado una vez al lado de Gaza, en una ciudad muy cercana. A través de la danza, la música y el arte los pueblos deben unirse y conocerse. Es la mejor forma de llegar a la paz»

L

levaba recién una semana de vuelta en Lima y los ensayos ya le habían tomado tres días enteros. La Reina de las Nieves debió deshacerse rápido de las arenas del Medio Oriente porque el estreno estaba próximo. Valerie Ackerman, bailarina peruana que desde hace dos años y medio forma parte del Ballet de Israel, se encuentra en Lima a pedido del Ballet Municipal para participar en dos temporadas consecutivas. La primera, El Cascanueces, inició el 2 de diciembre y va hasta el 25. En el clásico navideño de Tchaikovski, Ackerman interpreta a la reina que conduce a los héroes (Clarita y el Príncipe) hacia el País de las Golosinas. Y más fantasía la espera (y también más ensayos). En abril, estrena La Cenicienta con música de Prokofiev, una producción con vestuarios y escenografías nuevos.

En arrière (hacia atrás)

Valerie empezó a bailar a los tres años. Su familia vivía en Aruba y su madre, la bailarina Rosie Schottland, era un ejemplo irresistible. A su regreso a Lima, un par de años después, entró a Collage, la academia de Verónica Uranga. Al poco tiempo, se cambió al Ballet Municipal. Nuevamente, los pasos de su madre pesaban: Schottland estudió en la academia de Lucy Telge –en la misma promoción que la conocida bailarina y coreógrafa Pachi Valle Riestra, y de Carolina Vigil, primera bailarina del Ballet Nacional–, e incluso estuvo en las funciones tempranas de la compañía. Valerie permaneció en el Ballet Municipal hasta los trece años. Durante ese tiempo, bailó El Cascanueces muchas veces. Hizo de ratón, de cuerpo de baile y también de Clarita. Sus últimos tres años de carrera los culminó en la Escuela Nacional de Ballet, dirigida por Gina Natteri. «Fui primer puesto todos los años», precisa Valerie. Durante sus últimos doce meses, ganó una beca de un año para estudiar en la Escuela de Ballet Clásico de Vladimir Issaev, en Miami. No había transcurrido ni siquiera la mitad de su estadía cuando el maestro ruso la contrató para su propia compañía. Todo estaba marchando en allegro para Valerie, pero, apenas terminó ese año, el terruño llamó y regresó al Perú. –¿Por qué volviste? –Tenía dieciséis años cuando me fui y necesitaba estar con mi familia. Volví al Ballet Municipal, pero también quería estudiar, y después me metí a la UPC a seguir Nutrición. –¿Por qué pensaste que tenías que estudiar otra cosa? –Quería ocupar mi tiempo en algo más, tener algo extra además del ballet. Porque es bueno despejar la mente. Pero no me gustó, duré seis meses. Me dije «Necesito bailar más» y dejé la universidad.

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