Asia Sur - Edición 153

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Conversas

«Antes pensaba que el mejor momento del arte era el proceso de creación. Pero ahora me apasiona ver el resultado final. Poder observar lo que me he estado imaginando»

Marcelo: Es curioso porque hay libros gastronómicos de todo tipo, pero no había uno del ají. Fusionamos esto con otro aspecto, el de los dibujos y esculturas. La cuestión gráfica había que reinterpretarla un poco. Las primeras ilustraciones salieron en la primera reunión. Luego, lo que quise fue no pensar tanto en cómo lo iba a hacer. Necesitaba tener un poco más de contenido, allí entran las recetas de Gonzalo. Gonzalo: Recuerdo a Marcelo viajando, haciendo exposiciones afuera. Desde el exterior dibujaba y me mandaba los dibujos. Tuvimos por varias semanas sesiones de foto con los platos, mientras Marcelo me mandaba los bocetos. Veía un plato y dibujaba. Por ejemplo, unos ravioles rellenos en cola de buey, ves a un ‘gordito’ agarrando la cola de un buey. Ves un pato en salsa de ají, Marcelo dibujaba un ‘gordito’ con un pato de hule. Son cosas que realmente salen de lo común. Marcelo: Dibujar requiere un enfoque distinto. Me fue mucho más fácil trabajar el tema de las esculturas en el libro. Me habitúo más a una mezcla tridimensional. Además, el color te ayuda y la forma también. Yo decidí estudiar escultura por eso: el tema de dos dimensiones me resulta mucho más difícil, a pesar de que puedes esconder muchas características en ese espacio. Allí hay más fantasía, más engaño. La escultura, en cambio, es un arte muy tangible: hay proporciones, gravedad.

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Bohemios y perezosos Marcelo: No sé si es por la edad que tenemos, pero veo que estos estereotipos comienzan a caer. Tal vez es porque ya no hay excusas ni situaciones que puedan sostenerte. A los 36 años uno comienza a regirse por hechos tangibles. Ya no haces caso a comentarios de terceros. Gonzalo: Creo que el orgullo nacional por la gastronomía ayudó a que los estereotipos se rompan. Hace quince años decían que los chicos estudiaban cocina porque no querían estudiar nada. Hoy un chico de dieciocho años dice «quiero ser cocinero», y lo dice sin pelos en la lengua. Marcelo: Es un gran estereotipo, ¿no? Gonzalo: Antes decías «quiero estudiar cocina» y te decían «no seas flojo».

Marcelo: Yo estudié Arte porque no quería estudiar. No me gustaba leer y era muy malo para las matemáticas. Era un estereotipo. Gonzalo: Yo dejé de estudiar Derecho por la cocina. Marcelo: Creo que todas las carreras artísticas tienen un poco de eso. Porque, al tener una posición creativa, estás decidiendo qué se hace y qué no. Inevitablemente te lleva un poco a estar en esa situación en la que te vuelves necio por una idea. Gonzalo: Pero ahora eso ha cambiado. Yo empecé mi vida profesional en Francia, hace doce años. Mi primer jefe era un chef francés de la vieja escuela que era un gritón, además de autoritario y dictador. Hoy en día eso ya no es una tendencia, porque la vida ya no es

así. Antes con solo mirar a tu papá sabía que te tenías que callar. Ahora nuestros hijos nos dirigen a nosotros. Marcelo: Claro, pero nuestra educación a la antigua ha influido en la manera que vemos nuestras profesiones. Nosotros somos una generación bastante interesante. Hemos vivido el cambio tecnológico. No teníamos celular, internet y cable. Eso te forja distinto, te hace ver la vida de otra manera. Tienes una valoración distinta de las cosas, yo creo que a la larga es una ventaja.

Padres e hijos Marcelo: Mi esposa es de otra generación y yo mantengo ciertas costumbres antiguas. Ella sostiene que hay que respetar un poco más la personalidad de mi hijo. «Si tiene


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