Perfiles
televisión no vaya a pensar en él como primera opción cuando necesite un villano. Pero eso le importa poco.
Hay muchas cosas que le gustan a Manuel Gold: el metal, los cuentos de Edgar Allan Poe, la lucha libre mexicana y japonesa, la actuación. Su gusto por esta actividad que terminó convirtiéndose en su carrera comenzó a los doce años. Entró a un taller del colegio y lo disfrutó. Por esa edad también pensó en ser director de cine, pero fue una idea que se desvaneció con el tiempo. Antes de salir del colegio, su madre lo obligó a entrar a un taller de verano que su prima, la actriz Natalia Parodi, hacía con el actor peruano Javier Echevarría. Manuel Gold no hacía nada y su madre no quería que desperdiciara el verano. Después de ese taller consiguió sus primeros trabajos, pero la idea de convertirse en actor profesional no se le había cruzado todavía por la cabeza. Estudió una carrera técnica que practicó dos años antes de aceptar que lo que prefería hacer era actuar. Le gusta actuar porque lo hace bien y viceversa. No hay mucho más detrás de su decisión de convertirse en actor. «A veces la gente me pregunta: Manuel, ¿y por qué te volviste actor?, ¿qué sientes cuando actúas? Si quieren una respuesta mística, esotérica, de cómo me encontré a mí mismo, cómo mejoré mi vida personal, no la van a encontrar. Me gusta, me divierte, la paso bien y lo sé hacer. Es mi trabajo y soy feliz con ello». Manuel Gold no es un romántico. Tampoco es un soñador. Su propio razonamiento lo ha llevado a la simpleza. Es profundo, pero no indaga en aquellas cosas que viven en la superficie y no busca importancia en cosas que no lo merecen. «Si mañana me quedo sin trabajo y ya no hago lo que estoy haciendo ahorita, creo que sería un ser inútil: no sé construir cosas, no sé diseñar cosas, no sé vender cosas, no sé hacer negocios. No podría curar a una persona, no sé nada». Manuel Gold no habla mucho, pero dice lo que tiene que decir. Sus conversaciones son cautelosas, pero a la vez desprendidas y generosas. Tiene opiniones, pero sabe cómo y cuándo decirlas. Su trabajo, dice, consiste en observar, escuchar –o leer– y hacer.
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Manuel Gold no se ha puesto a pensar mucho en por qué cosas como la apariencia o la comunicación le importan tan poco. Por qué no se estresa, o por qué no se da espacio a estresarse. Pero si tuviese que descifrar un punto de partida, sería probablemente la vida de su padre. Manuel Gold era también su nombre. Igual de alto, igual de delgado y con la cara idéntica a la que heredó su hijo. El actor vio a su padre llevar enfermedad tras enfermedad con la cotidianidad con la que se emplea el teléfono. Era usual llegar a casa y saber que lo habían llevado al hospital. Durante doce años su padre vivió con un tipo de cáncer de estómago que no se había visto antes en el país. «Creo que por eso no me preocupo tanto por cosas innecesarias», dice Gold, con un tono relajado. «Porque yo vi a este hombre vivir, trabajar con esta enfermedad que nadie sabía cuál era, sin quejarse un solo día, tranquilo». Manuel Gold tampoco se queja. También vive tranquilo. Prefiere no llamarse a sí mismo artista, porque suena muy pomposo. Manuel Gold es actor. Prefiere pensar que simplemente actúa. No le busca razón a su gusto por la actuación y trata de convertirlo en algo más de lo que es. «El otro día veía el programa de Bill Maher, The Real Time, y decía que en Los Angeles, el 60% de los jóvenes se habían graduado en algo que tenía que ver con artes visuales, y Maher decía: “¿no sería más chévere tener ingenieros, doctores, que el 60% de los jóvenes se dedique a las artes visuales? Es como si en una comunidad de las cavernas, todos estuviesen pintando la cueva y ninguno saliera a cazar, a recolectar frutas, a arrancar las pieles, a hacer ropa. Puede sonar un poco conchudo de mi parte, porque yo soy uno de los que está pintando la cueva. Pero no todos podemos estar haciéndolo». El arte es bonito, dice Manuel Gold. «Todas las casas, por más pobres que sean, van a tener un cuadro, o una foto de una flor o un póster, y siempre habrá una radio o un televisor. Pero de que se puede vivir sin todas esas cosas, se puede». En un trabajo que hace de los mentirosos hombres adorados, el actor guarda videos como el de Maher para recordar que el mundo, casi siempre, está equivocado. «Somos de relleno, estamos para que la gente sea un poco más feliz. Solo somos el cuadro que adorna la pared».
«La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño». Daniel Rodríguez, director de la película el vienTRe, utilizó esa frase de Nietzche para describir a Manuel Gold. Cuando el actor audicionó para el papel de Jaime, el mochilero
El actor sabe que esas pequeñas cosas significan algo, pero prefiere no meditar en ellas. De hecho, Manuel Gold disfruta de armar Legos porque, al menos por un momento, no tiene que pensar. Solo basta con seguir instrucciones para tener algo hermoso y bien hecho en sus manos. No le gusta que le digan qué hacer. Pero de vez en cuando no le molesta que le digan cómo hacerlo. También le gusta que, al menos por esas horas que pasa jugando, puede dejar de hacer cualquier otra cosa. Manuel Gold no puede hacer más de una cosa a la vez. Si lee La insignia, su cuento favorito de Julio Ramón Ribeyro, no escucha música. Si come, no conversa; si está pasando tiempo con su novia -o haciendo cualquier otra cosa- no contesta el celular.
«A veces la gente me pregunta: Manuel, ¿y por qué te volviste actor? ¿Qué sientes cuando actúas? Si quieren una respuesta mística, esotérica, de cómo me encontré a mí mismo, cómo mejoré mi vida personal, no la van a encontrar. Me gusta actuar, me divierte, lo sé hacer y soy feliz con ello» de veintiún años que se enamora de la protagonista, Rodríguez dejó de buscar. Sabía que Gold podía ser más que solo un actor, un aliado creativo. El cineasta le pidió que leyera el guion y que lo olvidara al grabar. Quería hacerlo improvisar, jugar un poco. También le pidió que escribiera una biografía del personaje. En esa ficha, Gold escribe que Jaime Benítez es el hijo ilegítimo de una mujer de clase media limeña con un miembro del MRTA. A Jaime los cursos que más le gustaban de pequeño eran Geografía y Ciencias Naturales, y amaba las avenTuRas de Tin Tin. La biografía lo describe, mas no lo concluye. Jamás dice que Jaime es un errante por alguna razón.
La vida le ha traído sorpresas a Manuel Gold. Si no hubiese estado prestando atención, la actuación no se habría convertido en su profesión. Si hubiese seguido las normas sociales a las que se adapta la mayoría, no habría vivido como ha querido. Manuel Gold vive, como pocos, con los ojos bien abiertos, la mirada al frente y el celular en el bolsillo, vibrando y esperando respuesta. Pero no contestará. Simplemente no le gusta atender al llamado del mundo si está haciendo algo más importante, como vivir.
Producción: Mariana Chamot Asistente de producción: Luciana Gamio Asistente de fotografía: María Belén Panizo Fotos making of: María Belén Panizo Video making of: Sensorial Films Maquillaje y peinado: Beauty Bar Encuentra más fotos y el video del making of en www.asiasur.com