Argonautas N#03

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CARRETERA por Jaume Vicent ilustración de Alfredo García El agua era profunda y tentadora, se mecía sobre las rocas, como invitando a dejarse caer. Mis ojos se posaban sobre las oscuras crestas de espuma que se lanzaban y estallaban contra las afiladas rocas que emergían del agua. Eran pilotos de olas kamikazes dispuestos a morir una y otra vez contra la dichosa orilla. Y allí estaba yo, sólo y mirando el ancho mar, tratando de recordar, como un viejo soñando que todavía es joven. El mar no recuerda, el mar olvida con mucha rapidez, el mar no tiene amigos, y siempre, siempre tiene hambre. Lástima que nosotros no seamos como el mar, nosotros recordamos y con el recuerdo llega la tristeza, la certeza de que el tiempo pasa y nos aleja cada vez más de la seguridad de nuestra orilla. Lástima no ser como ese mar que jamás recuerda. ¿Qué es mi memoria? Un revoltijo, un cajón lleno de pañuelos usados. Apenas recuerdo aquellos días, cuando no importaba si hacía frío o si llovía, aquel tiempo en el que sólo importaba luchar contra el destino que nos perseguía. Eramos tan idiotas que creímos que jamás nos alcanzaría. ¿Quién soy yo para retar al destino? Recuerdos, recuerdos acuosos de brumosos colores que parecen encerrar los rayos de luz de aquel día. ¿Brillaban más aquellas mañanas? Puede que sí, ya no me acuerdo. Eran días de fiesta, mañanas enteras al sol, recorriendo en coche las carreteras, sin preocuparnos demasiado por el mañana, por el hoy, por lo que tenía que llegar al terminar el día. Siempre en marcha, con miedo a parar. Eran días de alegría, nada importaba. ¿Dónde ir? Donde nuestros pies nos llevaran, nada importaba. Aquellos fueron días de gloria. Cerveza, sol, marihuana y la carretera. ¿Qué diría Kerouac?: Llevadme a Cisco que llevo el alma en mi maleta. Recuerdo el sol y la brisa fresca, el trueno de las ventanillas abiertas, la velocidad, la carretera. Siempre en marcha, como dos presos fugados, huyendo del rígido sonar de las sirenas, escapando de las clases, de los profesores, de las prácticas, de las almenas de cristal, de las miradas ajenas, de las llaves y sus cerraduras, cadenas de metal y matemática perversa. Kilómetros de carretera abierta, bajo el amarillo sol de una mañana despierta que era Página 13


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