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Ing. Guillermo Rivera Aguilar CIUDADANO DEL AÑO Y PROMOTOR DE LA CIENCIA

● Para él, la robótica se desarrolla desde la infancia. Ha tenido grandes satisfacciones llevando a niños mexicanos a concursos internacionales.

POR ARTURO PADILLA

a muerte accidental de su hermano mayor, Carlos, quien era doctor en Matemáticas, marcó profundamente al Ing. Guillermo Rivera Aguilar. Era su maestro y mentor, un apasionado por la enseñanza de la ciencia, y esa actitud de vida inspiró a Guillermo a tomar una decisión. “Decidí honrar la memoria de mi hermano haciendo lo que él me enseñó, y prometí que cambiaría la vida de niños y niñas a través de la divulgación de la ciencia y la tecnología”.

Guillermo, egresado de Ingeniería Mecatrónica de la UAG, colaboró para que la Secretaría de Educación de Jalisco obtuviera en 2018 el récord Guinness por la clase de robótica más grande del mundo, a la que

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asistieron 971 estudiantes en la Expo Guadalajara. “Yo organicé e impartí la clase; los niños armaron y programaron robots dentro del Evento RoboMath Challenge, y fue la clase de robótica más grande dada hasta ahora”, comentó.

Tan satisfactoria como sorpresiva fue para él la designación de Ciudadano del Año 2019, un galardón que otorga el Consejo Consultivo del Grupo Salinas de Jalisco.

“Yo no sabía que había ganado; de hecho, al evento de premiación me fui de pantalones de mezclilla, tenis y playera, y los organizadores tuvieron que comprarme un saco y una camisa en ese momento. Este premio lo dan a la trayectoria de un ciudadano en el ámbito académico, social y cultural”.

Guillermo tiene especialidad en Alta Dirección, es

conferencista, consultor en tecnología y educación; asesora a empresas en temas de educación, tecnología e innovación, y ha trabajado para la Secretaría de Educación Pública y para el Gobierno del estado de Jalisco.

MATEMÁTICAS, ROBOTS Y OLIMPIADAS Desde 2012, Rivera Aguilar se ha dedicado a promover y divulgar la ciencia y la tecnología entre los niños y niñas de Jalisco. Además, por cinco años se dedicó a organizar olimpiadas de matemáticas. Coordinó la estrategia estatal de robótica y llevó a los niños a competencias realizadas en España, Estados Unidos, Portugal y Japón.

En 2018 alcanzó uno de los puntos más altos de su carrera en las olimpiadas de matemáticas, cuando el equipo mexicano derrotó al de Japón en el torneo RoboRave, que consistía en hacer un robot con forma de luchador de sumo y derrotar a su oponente como si fuera un combate real.

“Quiero demostrar que en México hemos crecido; que hoy somos más fuertes en temas como robótica, tecnología y matemáticas; demostrar que no solo podemos ganar el récord de la torta o el tamal más grande, sino que podemos codearnos con los mejores en tecnología del mundo, y meterles miedo”, afirmó. Recuerda que al equipo de niños mexicanos que él dirigía le apodaron los “Toros bravos mexicanos”.

Actualmente ya no se dedica a llevar a niños a olimpiadas de matemáticas ni robótica, pero recuerda con entusiasmo aquella etapa, y comenta que su propósito era cambiar la vida de los chicos y demostrarles que podrían llegar lejos con disciplina, estudio y entrega. “A veces encuentro a esos niños y me platican que dan clases en su comunidad; que estudian y preparan a otros, como yo lo hice con ellos”.

EN LA UAG CONOCIÓ A SU “TRIBU” “Estudiar en la Autónoma fue una de las mejores etapas de mi vida. Aquí encontré a mi tribu, a mis amigos. Cuando los veo, platicamos y escucho que les ha ido bien en la vida, me llena de alegría”.

Recuerda que su maestro de robótica le dijo un día, cuando empezó a involucrarse en las olimpiadas y clases de matemáticas: “Podrás tener el máximo de faltas, pero si no me entregas tareas, si no vienes al examen y no cumples, no me importa dónde trabajes ni los concursos y premios internacionales que ganes: te vas a extraordinario”.

Mencionó que aún tiene contacto con amigos, maestros y otros compañeros que conoció en la Autónoma.

A sus 25 años, Guillermo Rivera Aguilar cree que la mejor manera de aprender es enseñar; “cada vez que ensañas, aprendes dos veces”, asevera.

Guillermo nació en Guadalajara. Es hijo del Sr. Guillermo Rivera Alcántar y la Sra. Hermilia Aguilar Ortiz. Tiene cuatro hermanas: Janet, Beatriz, Laura y Marisol.

Además de su fascinación por dar clases, le gusta hacer ejercicio y correr; participó en el Tecosrunning en su etapa de alumno, corre maratones y medios maratones; le gusta hacer box, jugar futbol y las matemáticas. Le apasiona la ingeniería, la producción, la robótica, enseñar y hacer políticas públicas para que más niños puedan estudiar.

“Estoy convencido de que la educación es la herramienta más importante para disminuir las brechas de desigualdad en nuestro país; no me considero un erudito, sí un maestro y promotor de acciones que lleven a mejorar la educación”, terminó.

Espera que la vida le siga brindando la oportunidad de crecer como individuo, enseñar y aprender. Desearía volver a dar clases pronto, y que fuera en su alma mater, la UAG.

● Ing. Guillermo Rivera Aguilar.

Por Alfredo Arnold Morales LAE y periodista

DESPUÉS DEL 3 DE MARZO DE 1935

a lucha de los estudiantes tapatíos contra la educación socialista que se pretendía imponer llegó a su momento crítico el domingo 3 de marzo de 1935. La manifestación resultó decisiva. El gobierno “permitió” la creación de la nueva universidad, pero sin dar apoyo académico, económico, moral o político para que esto se hiciera realidad.

Los estudiantes, encabezados por Carlos Cuesta Gallardo, Ángel y Antonio Leaño Álvarez del Castillo y el grupo de profesores que los apoyaba, tenían muy clara la idea de fundar la Universidad Autónoma de Occidente, que posteriormente tomó su nombre actual,

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y habían convenido en nombrar al licenciado Agustín Navarro Flores su primer rector.

Pero la lucha aún no terminaba. Era imprescindible contar con el reconocimiento oficial para la validez de los estudios. De nada serviría la aceptación de la sociedad si los profesionistas carecían de la facultad legal para ejercer sus profesiones.

El 18 de marzo de 1935, los dirigentes universitarios publicaron el documento “Constitucionalidad de la autonomía universitaria en Jalisco”, en el cual pedían al gobierno estatal el reconocimiento oficial:

“…sin tomar a su cargo la enseñanza universitaria o superior, (el Estado debe) crear un instituto autónomo que la imparta, formándole un patrimonio y otorgándole un subsidio para contribuir a su sostenimiento…”, decía el documento.

Además, expresaba la esencia de la autonomía: “La enseñanza universitaria o superior no es impartida por el Estado, sino que simplemente recibe de él ayuda. Por tanto, la determinación del carácter y forma de la enseñanza impartida por la Universidad queda a cargo de ésta”.

El gobernador Everardo Topete respondió el 21 de marzo:

“Quiero repetir a ustedes lo que ya he expresado a todas las comisiones de estudiantes que han estado a verme y que seguiré sosteniendo (…) La administración a mi cargo, no sólo por obligación, sino por convicción revolucionaria, quiere aceptar la responsabilidad del encauzamiento de la educación en todos sus grados, por medio de su intervención directa en su desarrollo y organización…” El mandatario estatal se aferraba al “inconveniente del establecimiento, por ahora, en nuestro medio, de una Universidad Autónoma”.

Ahora, la prioridad de la nueva universidad no era la infraestructura material, que, por cierto, tampoco tenía, sino la validez de los estudios que le negaba el gobierno estatal. Así, los jóvenes entablaron pláticas con la UNAM, cuyo rector era el eminente médico cirujano Fernando Ocaranza Carmona, para que la máxima casa de estudios del país validara sus programas académicos. Las negociaciones fueron rápidas y tuvieron un desenlace feliz. El 8 de julio de 1935, la Comisión de Grados y Revalidación de Estudios de la UNAM determinó lo siguiente:

“Se incorporan a la Universidad Nacional de México las enseñanzas correspondientes a los años cuarto y quinto de todos los bachilleratos y las carreras de Ingeniero, Abogado y Médico Cirujano y Partero, a que se contraen las solicitudes correspondientes…” Más tarde se incorporaron también las carreras de Farmacia, Odontología y Comercio.

Mientras eso sucedía, los jóvenes fundadores no perdían el tiempo. Se dieron a la tarea de buscar fincas para instalar escuelas, completar la planta de maestros, definir programas de estudio para el bachillerato y las carreras pioneras, y arreglar asuntos administrativos indispensables. A finales de marzo se abrieron las inscripciones escolares, y en abril se iniciaron las clases.

El “Milagro cultural de América” estaba en marcha.

UNIVERSIDAD, UN PRIVILEGIO

Por Salvador Echeagaray Máster en Filosofía

oy en día es muy común escuchar sobre grandes avances científicos. Estos abarcan la carrera espacial, con la llegada del hombre a la Luna, la Estación Espacial Internacional y satélites que hacen posible la comunicación inmediata a gran distancia entre los seres humanos.

En un segundo podemos enviar un mensaje de texto a Japón, y tener la respuesta al instante, o hacer una videollamada como aquellas que nos sorprendían en las películas de ciencia ficción hace unas décadas. Igual de sorprendente es el GPS, que en tiempo real te dirige al destino que hayas señalado, cuadra por cuadra, calle por calle. En la medicina, los avances también son admirables; por ejemplo, los implantes y trasplantes de órganos que no habríamos imaginado en el pasado.

Podemos seguir señalando logros de la humanidad, pero hay que decirlo claro: todos estos portentos científicos no habrían sido posibles sin la existencia de las universidades. Sí, estas instituciones depositarias e impartidoras del conocimiento y descubridoras de nuevos saberes.

La palabra universidad viene del latín universitas. Uni, que significa ‘uno’, más vertere, que quiere decir ‘verterse o vaciarse en’, y tat, que es ‘cualidad’; por tanto, podemos decir que la universidad

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es la unión de personas que se congregan ante el saber para conservarlo, transmitirlo y ensancharlo. Tiene la misma etimología que ‘universo’: la unidad en la diversidad.

Las universidades nacieron durante la Edad Media. En general se reconoce que la primera universidad se fundó en Bolonia, Italia, en 1088; después se fundó la Universidad de Oxford, en Inglaterra, en 1096, y enseguida la Universidad de París, Francia, en 1150.

En América, la primera universidad fundada por la Corona española fue la Real y Pontificia Universidad de San Marcos, en Lima, Perú. Fue instituida por cédula real en 1551. La segunda creada por la Corona española, en ese mismo año, fue la Real y Pontificia Universidad de México, convertida en Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1910.

Cabe señalar que la primera universidad privada en nuestro país es la Universidad Autónoma de Guadalajara, que nació en 1935 y cumple 85 años de vida.

Ser parte de una universidad como docente, estudiante o investigador es realmente un privilegio. Por desgracia, son pocos los que tienen la gran distinción de absorber los conocimientos que nuestros antepasados nos han heredado, y recibir el saber que nos permite desarrollarnos

con profesionalismo en lo laboral y con valores en nuestra vida cotidiana, así como conocer los descubrimientos científicos de los investigadores.

Sin duda, el avance tecnológico podría hacernos creer que la asistencia a un aula puede sustituirse por videos, gadgets y cursos en línea, pero nada suple a la palabra del maestro, la interacción entre alumnos, el trabajo en equipo y las amistades vitalicias que se forman en las aulas.

La tecnología brinda apoyo al aprendizaje, muy importante sin duda, pero, como dijimos al principio, sin universidades no hay descubrimientos tecnológicos y, por tanto, no habría avances en estos rubros.

Así que valoremos que haya universidades. Y que estas no sean degradadas hasta centros de pseudoenseñanza, porque la palabra universidad también señala al universo, que es toda el área de estudio de las universidades.

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