El valor de la comunidad árabe en Chile A pesar de la distancia, Alejandro Yarad está al tanto de todos los pasos de la comunidad árabe en el país y declara: “Veo con mucha satisfacción cómo la colonia se desarrolla en Chile a pasos agigantados y hacen noticia en el quehacer nacional e internacional día a día”. Además, se detiene en el espíritu emprendedor de los descendientes árabes quienes, según él, están “constantemente en la búsqueda de nuevas oportunidades de crecimiento y desarrollo personal y profesional”. Destaca también la labor de la Fundación Belén 2000, cuyo trabajo “nos hace sentir orgullosos de nuestras raíces y nos compromete a ser cada día mejores personas y ciudadanos de Chile”.
afirma Alejandro Yarad, cuyos abuelos paternos provienen de Beit Jala y los maternos, de Belén. A Chile vino de vacaciones entre el 25 de febrero y el 4 de marzo pasado. Aunque la visita fue breve, no sólo aprovechó el tiempo para encontrarse con sus parientes en la casa de campo de sus padres, Alejandro Yarad Salvador y Alicia Daccarett Deik, en Linderos, y si bien no tuvo mucho tiempo de practicar sus hobbies, como la cacería, el tiro al vuelo y la pesca con mosca en los ríos y lagos del sur, sí se dio el espacio para jugar tenis con sus hermanos y sobrinos, visitar su campo forestal de Lolol, y para que su familia le celebrara su cumpleaños 51. Recordó su infancia y las incansables reuniones familiares, en las cuales todo el clan compartía almuerzos, onces y comidas casi todos los domingos y feriados en su casa en Ñuñoa. Rememoró los juegos con sus 45 primos y la famosa orquesta que formaban su abuelo paterno, Jalil Yarad con sus tíos Carlos y Elías. “La fiesta y el baile eran infaltables con ellos”, recuerda Alejandro. “Eran famosos en la colonia, viajaban por las ciudades de Chile visitando a sus muchos amigos y tocando su linda música para todos los paisanos del pueblo”. Mientras tanto, vendían su mercadería, porque, luego de emigrar a Chile, los Yarad emprendieron distintos negocios. La primera empresa fue una fábrica de telas, luego instalaron una de camisas a la que bautizaron “Tolín” y ahí Alejandro Yarad trabajó por primera vez, ayudando a repartir estas vestimentas durante sus vacaciones de verano. Fue el único empleo que tuvo fuera de Coca-Cola. En 1978 la familia cambió de rubro y se dedicó a la agricultura
desde entonces. Junto a Alejandro Yarad padre trabajan dos de sus cuatro hijos, Fernando y Víctor Francisco. Marisol, la única mujer, está radicada en el sur junto a su familia. Alejandro, o “Facho” como le dicen sus cercanos, siguió otro rumbo. “Yo soy el único que optó por ser ejecutivo y por ejercer mi carrera”, cuenta. A pesar de haber trazado su propio camino, los lazos del primogénito con su familia siempre han sido fuertes. Porque los vínculos que construyó desde su infancia, sobre todo con sus abuelos paternos, lo marcaron fuerte y moldearon gran parte de lo que es hoy (vivió con Jalil y Labibe desde que nació). “Me crié con ellos y después, cuando mi abuelo falleció, era con mi abuela con quien yo compartía mi vida y mis sueños”, recuerda. Es que para él, la familia es un bastión clave en su éxito y su principal motivación. Por eso agradece a su esposa María Eugenia, quien todavía se da el tiempo de prepararle los tradicionales zapallitos y hojitas de parra y quien en Manila lidera el comité de eventos especiales del Club de Damas Latinas de Filipinas. El saldo para sus hijas también ha sido positivo, pues considera que una de las ventajas de ser un funcionario internacional es que esto brinda también a la familia la oportunidad de desarrollarse personalmente y les permite ver el mundo desde distintos ángulos. “A mis hijas les encanta viajar, son muy internacionales porque se criaron en ese ambiente. Hablan tres idiomas y su inglés es perfecto”, afirma. A esto, y como base de su éxito, Yarad suma la pasión por lo que hace y su perseverancia: “Todo es fruto del trabajo, las cosas no son fortuitas ni gratis”. 25