Reflexiones en tiempos de pandemia

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REFLEXIONES EN TIEMPOS DE PANDEMIA

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ALFONSO BULLÓN DE MENDOZA Presidente de la ACdP Todo lo podemos en Aquel que nos conforta Tras algo más de tres meses de vigencia del estado de alarma, España ha comenzado a retomar la normalidad y, más que esta en sí, la esperanza de llegar a hacerlo en un plazo no muy largo. Es verdad que somos conscientes de que se trata de una situación que podría volver a repetirse en mayor o menor medida, y también de que sus repercusiones económicas están en buena parte por llegar, pero sin duda hemos mejorado mucho sobre los días en que cada jornada acababa con centenares de muertos y miles de nuevos contagiados. Para nuestra casa, como para tantas otras, ha sido sin duda una experiencia traumática, que ha puesto de nuevo de manifiesto la fragilidad del hombre, y en la que hemos experimentado la pérdida de numerosos familiares y amigos. Una experiencia en la que, sin embargo, hemos tenido el consuelo de ver la excepcional respuesta que se ha dado desde nuestras obras, y que puede considerarse ejemplar tanto desde el punto de vista profesional como humano. Mientras nuestros alumnos de los últimos cursos de Medicina y Enfermería han servido como voluntarios en los hospitales, nuestras Facultades de Ciencias de la Salud han entregado todas las mascarillas, guantes, batas, etc. que tenían disponibles, han fabricado gel hidroalcohólico y han donado una decena de respiradores que han servido para salvar vidas. Mención especial merecen nuestros alumnos taiwaneses de Valencia,

que nos hicieron llegar un conteiner de material sanitario, que entregamos a la Unidad Militar de Emergencias, y todos los que han colaborado con el programa SOS CEU. Todo ello mientras nuestros centros lograban mantener su actividad docente a distancia mediante el uso de las nuevas tecnologías, realizándose una eficaz labor de acompañamiento a nuestros alumnos y a sus familias.

Hemos tenido el consuelo de ver la excepcional respuesta que se ha dado desde nuestras obras, y que puede considerarse ejemplar tanto desde el punto de vista profesional como humano En lo que a la ACdP propiamente dicha se refiere, cabe señalar la excelente labor desarrollada por los secretarios de centro preocupándose por las necesidades de sus integrantes, y la implicación de diversos propagandistas en las labores asistenciales de sus diócesis. Las nuevas tecnologías han permitido mantener el contacto entre los propagandistas obligados a permanecer en sus domicilios. Personalmente me han resultado especialmente emotivas las reuniones que he mantenido, al menos en

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un par de ocasiones, con todos los centros de la ACdP de España, pudiendo ver y escuchar, gracias a las bondades de Zoom, a los más de doscientos propagandistas que han participado en las mismas. Allí hemos tenido ocasión de saber unos de los otros, de rezar juntos, e incluso de poner en marcha nuevas iniciativas, como la campaña Gracias en 1 minuto, nacida con el propósito de agradecer a la Iglesia la labor desarrollada durante la pandemia (campaña cuya página en Facebook cuenta ya con cerca de veinte mil seguidores).

de España hemos tenido ocasión de seguir juntos mientras fue imposible celebrarlas de manera presencial en los respectivos centros, o los círculos nacionales puestos en marcha por el secretariado de comunicación, círculos en los que también todos hemos tenido ocasión de participar.

Ahora, cuando poco a poco, y con las debidas medidas de seguridad, estamos reasumiendo el trato presencial, no debemos olvidar las enseñanzas de estos días, tiempo privilegiado de reflexión y de oración, especialmente propicio para comprender, como ya hizo san Pablo hace dos mil años, que todo lo podemos en Aquel que nos conforta.

Reuniones Zoom con los propagandistas durante el estado de alarma.

Otras experiencias inéditas han sido las misas oficiadas por don Andrés, nuestro viceconsiliario, y que todos los propagandistas

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No debemos olvidar las enseñanzas de estos días, tiempo privilegiado de reflexión y de oración, especialmente propicio para comprender, como ya hizo san Pablo hace dos mil años, que todo lo podemos en Aquel nos conforta

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ANTONIO FRANCO RODRÍGUEZ-LÁZARO Tesorero Nacional de la ACdP ¿Qué hacer cuando tú respiración se transforma en un reto? ¿qué pasa por tu mente en los momentos en los que todo el cuerpo está lleno de dolores musculares, sientes fuego en el estomago y la tripa, has perdido el olfato y el gusto y la piel se pone como de corcho? La respuesta es que eres positivo Covid-19. Empiezas con fiebre alta y al hacerte una radiografía te aconsejan ingresar en un hospital, donde permaneces durante varios días, en los que aparecen cada cierto tiempo unas personas con trajes espaciales, para no contagiarse mientras te hacen pruebas y te medican. Durante dos días necesitas oxígeno en algunos ratos por precaución. Todo esto sería horrible si no fuera porque mi amigo Rafa Murillo me regaló un Detente del Corazón de Jesús que me acompaña desde entonces.

Cada amanecer, la luz y el calor del sol eran los regalos diarios que me daban una felicidad inmensa, las oraciones y las misas de la 13 eran mis compañeras, proporcionándome una felicidad que se reflejaba en una sonrisa qué sorprendía a los médicos, enfermeras y auxiliares mientras me atendían. El pensar en mi esposa Hortensia y en mis hijas Laura, Marta y Raquel potenciaba mi voluntad de recuperarme. Estos días han sido los de mayor experiencia espiritual de mi vida, no me he sentido solo porque en todo momento he estado acompañado por la Santísima Trinidad que me daba una paz infinita, que me hacía sentir los dolores con un distanciamiento que los amortiguaba hasta que eran perfectamente soportables y posteriormente llegaban a desaparecer. Esa relación tan fuerte con la Santísima Trinidad no acabó cuando me dieron el alta en el hospital, llegó para quedarse para siempre conmigo.

GONZALO MORENO MUÑOZ Secretario Internacional de la ACdP La experiencia del confinamiento en Europa ha sido ambivalente. Por un lado, ha mostrado el músculo solidario de comunidades, parroquias, regiones y naciones. Por otro, ha dejado patente que, políticamente, los estados siguen siendo los únicos sujetos de negociación, que monopolizan decisiones y la regulación. En algunos casos incluso a espaldas de los socios europeos. De ahí también su responsabilidad en la aplicación de los principios de solidaridad y de subsidiariedad en un tiempo de crisis.

Por eso y porque el virus es totalmente permeable a las fronteras nacionales, el principio católico se revela como la respuesta más humana a una crisis universal donde afloran vínculos profundos basados en principios y valores compartidos. Además de ser una oportunidad formidable para revisar el modelo económico, nuestra huella ambiental y las relaciones familiares; la experiencia del sufrimiento ha acercado a muchos hermanos a Dios.

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PABLO MUÑOZ DÍAZ Secretario Nacional de Acción Social Ante esta situación de poscoronavirus, ¿cuáles son los riesgos para la sociedad y las oportunidades para los propagandistas? De un lado, la desconfirmación de las expectativas individuales, ya sea por la pérdida del sustento, por readaptaciones familiares o por la quiebra de los valores que hasta ahora habían servido va a producir que las personas busquen el sentido de sus vidas en principios no permanentes. Ante esta situación, ¿cómo se podrá evitar un invierno social por la polarización ideológica que se va a generar? Por otro lado, los propagandistas tenemos la oportunidad de influir y colaborar en la consecución del Reino de Dios mediante: · La inserción de esperanza en todos los estratos sociales a través de los MCS y de los programas formativos. · La ideación de programas de acción social

y política. Se trataría de hacer propuestas que, además de ayudar al prójimo, resalten la existencia de una serie de principios y valores permanentes no sujetos a los condicionantes históricos. Tenemos que salvaguardar a los más vulnerables, entre ellos a los niños para que no caigan en las redes ideológicas dominantes como la ideología de género o la cultura de la muerte. · Ser generadores de dialogo entre todas las opciones políticas que derive en la consecución de unos objetivos mínimos consensuados y que sirvan de plataforma para acuerdos sociales posteriores. · Tomar un posicionamiento de base que nos permita estar en asociaciones vecinales, sindicatos y agrupaciones donde los propagandistas podamos conformar actitudes de cambio social.

CARMEN FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA Consejera Nacional de la ACdP Este virus coronado que nos ha dejado en jaque a todos, como personas y como sociedad, también ha dejado sentir sus efectos en las familias. No solo por tantas pérdidas que se han vivido en unas circunstancias tan dolorosas y aisladas como ha ocurrido, si no también porque nunca antes las familias habían vivido una realidad de convivencia 24/24 tan prolongada y forzada.

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Sería absurdo negar loas aspectos negativos o los positivos. Ha sido difícil conciliar, convivir en espacios reducidos y compartidos permanentemente, atender a las necesidades de los demás y buscar un tiempo para uno mismo, o para el matrimonio. Pero la familia sobrevive, y comparte y aprende. Y afronta junta los problemas. Sigue siendo el lugar donde uno se encuentra más reforzado. La familia sigue siendo el puntal.


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MARIFÉ DE PAZ VERA Secretaria del Centro de Jerez y directora de JCyVP Han sido tres meses muy duros con mucha inseguridad e incertidumbre, pero a la vez un tiempo de Gracia en el que he tenido una experiencia muy enriquecedora familiar y matrimonial y que me ha permitido crecer en la fe. La oración ha adquirido en estos días otra dimensión, las horas giraban entorno a ella y en ella me sentía unida a todos los que sufrían. No he dejado de asistir a Misa

en la Parroquia aunque me he sentido como una proscrita. El rezo del Santo Rosario me ha proporcionado una paz increíble y la meditación de la Palabra de Dios me llevaba a reflexionar sobre qué nos está queriendo decir Dios con estos signos: Vivimos Etsi Deus non daretur y nuestro Padre nos recuerda que somos seres contingentes y que sin Él no podemos existir.

ISIDRO MOLINA MORALES Capellán de la Facultad de Derecho y CC. Económicas de la USP CEU · “Éramos felices y no lo sabíamos”. Esta es la frase con la que un amigo expatriado forzosamente de su Venezuela natal me decía al hacer el juicio funesto de su experiencia en estos años por aquellas tierras hermanas. Hago mía, con matices esta expresión para resumir mi experiencia sobre este largo, doloroso y mortal para muchos de los nuestros de este confinamiento preventivo. Mi experiencia no ha sido nada trágica pues no tengo familiares ni amigos fallecidos, sí contagiados e ingresados. Lo más duro para mí ha sido la imposibilidad de celebrar la Misa en un templo durante dos semanas, la saturación contaminante de tanta información, el silencio de lo esencial y quizá dos multas por ir a celebrar Misa, duro para el bolsillo que no para el alma. Hasta las fiestas del Triduo Pascual, celebraba la Misa en casa donde asistían vecinos y amigos. Llevaba la comunión a los que me lo pedían del bloque y de la zona y algún amigo personal y

sus familias. Sobre todo, dedicaba mi tiempo a rezar, leer y escribir. En esto para mí ha sido un tiempo edificante de la vida interior y una memoria de que el sacerdocio es un gran parte intercesión por los hijos de Dios. Conversaciones con amigos sacerdotes evidenciaban un clima tenso provocado por el miedo, la incertidumbre, lo que tocaba era seguir a pies juntillas las indicaciones del gobierno por el estado de alarma y el bien de la salud pública, aunque fuesen misa para 5 o 6 personas con las distancias de un templo y con medidas de higiénicas correspondientes. Este proceso igualatorio típico de sociedades totalitarias y que describe bien el mito de la mesa Procusto ha sido, a mi juicio, terrible. Todo este silencio junto con las muertes de tantos ha sido quizá de las cosas mas duras.Este tiempo con toda su muerte, con toda su equivocación política, con todos los miedos me ha hecho más consciente si cabe de la necesidad que una mirada verdaderamente católica sobre la vida.

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El Señor también se ha hecho patente en el cuidado desinteresado de tantos que han puesto en riesgo su vida por los demás profesando con

sus vidas lo que su profesión lleva en esencia. Y es que la caridad y la verdad son inseparables, aunque distinguibles para un católico.

JESÚS ROBLEDO GARCÍA Capellán de la Facultad de Humanidades y CC. de la Comunicación de la USP CEU A tres meses del fallecimiento de mis padres, un pensamiento no sale de mi cabeza: «Una sociedad que deja morir a sus mayores debe pararse a pensar qué tipo de humanidad está construyendo». Ambos ocurrieron la mañana del 3 de abril. Días antes mi padre había dado positivo en las pruebas de covid19 y puesto en asilamiento junto a otros tres. A los pocos días, otros mayores, entre ellos mi madre comenzaron a tener unas décimas de fiebre y sin más miramiento fueron trasladados a esa misma área de aislamiento improvisada. La condena a muerte estaba servida: sin posibilidad, por «protocolo», de ser trasladados a un hospital (perfil básico: 84 años y en Residencia de ancianos), con los paupérrimos medios que aquella residencia rural pudiera tener y el cariño, eso sí, de quienes los cuidaban, era cuestión de tiempo. Como sacerdote tuve el privilegio de poder entrar dos días antes para administrar los últimos sacramentos. El panorama que encontré era desolador: mi madre, aunque con una gafa de oxígeno puesta, buscaba ese aire que los pulmones demandaban y que únicamente un respirador podía haber aportado; mi padre, ardiendo como nunca por la fiebre, apenas si mantenía un suspiro de vida. Lo supe claramente… van a morir. Hablé con mis hermanos para concienciarles de algo de lo que ellos eran también conscientes y para lo que sólo quedaba

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rezar y esperar. Así, a las 5:30 de la mañana recibía la temida llamada: «Jesús, tu madre acaba de fallecer». ¿Cómo se reacciona en esta situación? Como sólo la gracia de Dios concede: con una mezcla de dolor y fe. Me trasladé enseguida junto a mi hermana al centro. Por pura misericordia del personal de· la funeraria pudimos rezar ante su cuerpo, que yacía en el interior de una gruesa bolsa, cuando salía para ser trasladada al tanatorio. Justo acababa de salir el coche cuando una de las auxiliares salía llorando de la zona en cuestión: «Julio, mi padre, acaba de morir». El sabor metálico de la espada que acababa de traspasar nuestro corazón estaba aún fresco en nuestra boca cuando, sin compasión, otra entraba ahondándolo. Mismo proceso… Pero Dios asiste siempre. Concede la gracia para poder vivir ese momento de manera inaudita. Una convicción firme ocupaba mi corazón: tus padres, Jesús, VIVEN. Aquel panorama desolador se convertía en un canto a la vida: lágrimas en los ojos y cantares en el corazón. Comenzaba a ser testigo de una experiencia vivida a doble nivel: los ojos veían muerte, pero el corazón gritaba vida. En el cementerio la experiencia de soledad era aterradora, pero a la vez era un saberme acompañado y arropado como nunca. Era la experiencia de la «comunión de los santos»: era la Iglesia entera la que estaba allí y yo estaba siendo testigo.


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