ISAGOGE NUMERO 2.

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CERVANTES, VERNE, LA NOVELA DE CABALLERÍA Y LA DE ANTICIPACIÓN CIENTÍFICA José Manuel Ventura Rojas En trabajos como el presente es usual y pertinente comenzar con una explicación sobre el porqué de su realización y qué puede aportar a la inmensa y bien cualificada bibliografía ya existente sobre los temas que nos incumben —por su enormidad y fácil acceso rogamos se nos excuse de citarla en este pequeño ensayo—. La modesta reflexión que presentamos fue concebida hace unos años, y creemos interesante aprovechar la efemérides de ambos autores en el año 2005 para exponerla aquí de modo resumido. Nuestro objetivo se limita básicamente, que no es poco, a impulsar la lectura de las obras literarias que mencionamos, así como la reflexión en torno a las mismas, sus autores, sus respectivos contextos históricos y el nuestro. A primera vista, insertar juntos en un ensayo a Miguel de Cervantes y Julio Verne puede parecer fuera de lugar, y forzado dislate compararlos. Tampoco se piensa, en principio, que tengan algo en común la novela de caballería y la de anticipación científica. Mas lejos de buscarle aquí los tres pies al gato, creemos oportuno establecer unas curiosas correlaciones que, sin olvidar las diferencias evidentes, nos ayudan a comprender mejor a cada autor y cada tema, el contexto en que se desenvolvieron y las interpretaciones que sobre ellos se han realizado. La obra de «el manco de Lepanto», en primer lugar, se muestra más compleja y ambigua que la del francés padre de la «anticipación científica». Ello obedece a su carácter, así como a las circunstancias históricas. Ambos autores gozaron de gran fama en vida, aunque sus existencias fueron tan diferentes como el sentido de sus obras: el pesimismo hispánico de principios del siglo XVII de la primera, el optimismo positivista decimonónico de la segunda. Cervantes y Verne escribieron en sendas épocas de grandes transformaciones —aunque eso vale para muchas otras—, de ampliación de los horizontes geográficos y espirituales: el primero en las postrimerías renacentistas, tras la conquista de América y en su proceso colonizador; el segundo en la era de la revolución industrial, el liberalismo y el imperialismo decimonónicos. Los trabajos del galo y del español recogen una amplia tradición literaria existente para renovarla y transformarla de un modo tan notable como original. El caso del Quijote es, desde luego, más llamativo porque se muestra prácticamente único en su especie, todo un género en sí mismo. En la obra de Verne reside una riqueza de otro tipo: la del inaugurador de una nueva etapa de la narrativa de entretenimiento, con características propias, variedad de temas y muchos continuadores e imitadores. Lo más llamativo son los ingredientes de sus argumentos, mientras que el tono y estilo están a medio camino entre la novela de aventuras del diecinueve y la ciencia-ficción del veinte. Ambos crearon un nuevo enfoque literario, aunque sus estilos no son iguales. Verne se interesó más bien por la trama y su producción se vio condicionada por las circunstancias de sus contratos editoriales, que exigían al menos tres libros al año. Se concentró fundamentalmente en la novela, pues sus primeros intentos en el teatro fueron poco afortunados. Cervantes cultivó tanto poesía como prosa y teatro de manera sobresaliente, sin que, por otra parte, constituyeran su principal medio de vida —sus ingresos fundamentales provenían de los oficios de militar y funcionario—. La mayor parte de la obra cervantina se publicó en los últimos años de su existencia y el corpus de la misma se diversificó dentro de las posibilidades narrativas de su tiempo —cultivó la novela picaresca, pastoril, bizantina— y más allá en su obra maestra. Con El ingenioso Isagogé, 2 (2005)

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