Paola Turbay

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—Pero, ¿no se pierde parte de la esencia con ese ‘cosmopolitismo’? —Yo siempre he pensado que la supervivencia de las músicas locales no pasa tan sólo por el refuerzo y el apoyo local, está ligada a su circulación en redes internacionales. No podemos arriesgarnos a que por tratar de proteger nuestras manifestaciones culturales terminemos aislándolas y excluyéndolas. —¿Estamos perdiendo la oportunidad de internacionalizar nuestra música? —Todavía tenemos una visión muy provinciana. Si no entendemos las dinámicas del mercado global vamos a seguir perdiendo oportunidades. Nuestras músicas mestizas tienen mucho que ofrecer. La crisis de la industria discográfica, que no es una crisis de la música, permite nuevos modelos de negocios, como lo que pasa con la Web 2.0 y Creative Commons (que le ha dado un giro interesante al tema de los derechos de autor), más las posibilidades de las nuevas redes sociales digitales. —El mundo digital aún está por descubrir… —Cuando se habló de que Radiohead había revolucionado la industria de la música permitiendo la descarga de su disco In Rainbows a cambio de lo que los cibernautas quisieran pagar, pensé de inmediato que Choc Quib Town llevaba dos años haciendo algo similar; y nadie dijo nada. Esta banda se convirtió en un gran éxi-

to sin que su música sonara en la radio comercial, es el ejemplo perfecto de un grupo con una identidad única que utiliza nuevos modelos de negocios. —¿Qué está pasando ahora con la música colombiana? —La fusión se puso de moda y como en cualquier género hay grupos buenos y malos. Entre las cosas que estoy haciendo para no encasillarme está el producir un grupo de punk como Odio a Botero, que tiene un EP que se tituló Cero por ciento folklor, pero que a mí me parece mucho más interesante culturalmente que muchos grupos de fusión que hay por ahí, porque Odio a Botero habla de la Colombia actual, mientras los otros le cantan a un pasado idealizado que no existe en nuestras ciudades. —¿Está cansado de lo mismo? —El público en Colombia hace mucho énfasis en la euforia y en la rumba y hay una cierta tendencia al ruido. Una de las razones que me llevaron a salirme de Sidestepper es tratar de generar procesos en los cuales el acto de escuchar la música sea otra vez importante. Escuchar es diferente a celebrar, para eso hay que trabajar elementos de intimidad, de contención; quizás es una causa perdida, pero lo voy a intentar, porque a veces pienso que esta tendencia a la celebración y al ruido no permite que nos escuchemos y yo creo que si aprendemos a escucharnos vamos aprender a dialogar. ■

Viajero cultural Ha recorrido más de 20 municipios en los últimos dos meses buscando músicos tradicionales que puedan mostrar su arte en El Gran Concierto del próximo 20 de julio.

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