“Cuando me enteré de su muerte me sentí muy triste, tuve un gran dolor por su desaparición física”
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Por Juan Carlos Agudelo, director teatral y de La Casa del Silencio
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“Yo me enamoré de Marceau, como muchos otros jóvenes artistas, al ver a ese hombre maquillado de blanco contando historias de pasiones humanas en un videocasete. Eso me motivó a viajar a Francia para estudiar mimo en su compañía. Fue un ícono del arte gestual, reinventó el mimo instalando la poesía desde el silencio y siempre intentó inculcar en sus alumnos la autonomía. Nos decía que hiciéramos nuestro propio camino, que no lo imitáramos. Tuvo tanto éxito porque empezó con el teatro gestual en el momento preciso, justo después de la Segunda Guerra Mundial. Su fama lo obligó a dar la vuelta al mundo tantas veces que perdió parte de su capacidad auditiva debido al ruido de los aviones. Me siento privilegiado en saber cosas de su cotidianidad, de su intimidad que otros ni se imaginan. Su plato preferido era la pasta italiana. Siempre he querido tener uno de sus sombreros, de hecho tuve la posibilidad de quedarme con uno, pero me arrepentí de cogerlo. Cuando me enteré de su muerte me sentí muy triste, tuve un gran dolor por su desaparición física, pero con su obra dejó huella, cumplió su misión y la hizo muy bien. Tuvo una vida plena, bien vivida”.