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La escuela somos todos

Yanizeth Montoya Medina

Escuela Normal de San Felipe del Progreso

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La escuela física nos aguarda siempre verde, hace hueco en nuestros pechos. Respiramos quedo comprobando si aún quedan bosquejos de su existencia en nuestras mentes.

No nos pertenecemos. Somos sábila probando el polvo del encierro, un reloj esquizofrénico al que todos miran, juegos improvisados antes del descanso, que sólo ganan más descanso, nuestra propia fiesta abandonada de toda vanidad.

Nos sostenemos en la posibilidad del otro, de la espera. La noche no existe, nos atamos al nudo de la empatía desde nuestra pantalla, hay desvelos incubando libertad en todas las casas. La escuela somos todos y afuera sólo hay máscaras.

No nos debemos nada. Somos niños de pupilas hinchadas llorando en las ventanas de casa y no hay receso. Hacemos limpieza y huecos no tan profundos en nuestras memorias; cuando nadie nos mira consumimos nuestras mentes excavando en tierra roja para hacer de la profundidad de nuestros hogares la raíz de la enseñanza.

No sólo las hojas cambian de color en primavera. Marzo ya es marzo y germina la calma aferrada al miedo, ahora viejo oficio. Los libros aguardan el calor de las aulas, su eco rebota en el asombro de las pupilas; treinta y tres alumnos clavando su curiosidad en ellos. Que sean más, que nos inundemos nuevamente de polvo de letras en el mar del aula que alguna vez fuera desierto.

La escuela nueva nos forma en parpadeos lerdos pero constantes y profundos. Aprendemos constante de los miedos interiores que hacen zoom con sus abejas segunderas en nuestros hombros. Nos volvemos a conocer en la necesidad del otro, de su voz, de su mirada, de su estrechar de palmas.

Que los temores no toquen el universo de nuestros alumnos, que tengan tijeras para cortar todo tipo de indiferencia, que tengan pegamento suficiente para unir en el camino la esperanza rota, que sirvan las escuadras de puente a la escuela viva, que volvamos a ser océano de ideas juntos, a sembrar duda y cosechar iniciativa con las aves de la imaginación y la orquesta de ecos en las nubes de concreto, que la escuela siempre verde ya no espere, que nos habite una vez más.

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