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El capo que no quiso ser

México es un país donde opera una de las redes criminales más importantes del mundo. Por lo menos dos cárteles de la droga están considerados dentro de las 10 organizaciones delictivas más importantes que operan a nivel mundial, pero estamos entre los 5 países del mundo con más presencia del crimen organizado, considerando los grandes cárteles, los grupos medianos y las células independientes que delinquen en todo el país.

Pese a ello, no existen estudios de importancia sobre criminalística que traten de explicar cuál es la estructura de las mentes criminales de los capos, desde un análisis de expertos del comportamiento, aunque abunden trabajos periodísticos y hasta series televisivas, llamadas “bioseries”, que abordan la vida de algunos de los criminales más famosos, pero están llenas de imprecisiones, concesiones y una narrativa imaginaria que se mezclan con hechos reales, pero que además se hacen con la cautela de no tocar asuntos muy escabrosos, debido a posible represalias.

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El tema es complejo y delicado. Existen, por ejemplo, varias fotografías, incautadas durante un cateo, del famoso capo Amado Carillo Fuentes, alias “El señor de los cielos”, que se ubican en el año de 1996, en las cuales se le ve peregrinando por las calles viejas de Jerusalén cargando una cruz grande de madera, acompañado de su familia.

¿Un capo cargando una cruz en peregrinación por las calles viejas de Jerusalén? ¿Cómo explicar eso desde el punto de vista de la psiquiatría? Era también adicto a un fármaco denominado Dormicum, que llevaba siempre en el bolsillo del pantalón, para calmar la ansiedad y la resaca de alcohol.

Según se ha podido detectar al momento de su captura, varios capos tienen trastornos de ansiedad, depresión, paranoia y bipolaridad, entre otros desordenes

El Capo Que No Quiso Ser

Hay un caso muy especial dentro del historial del narcotráfico en México. Al capo capturado en 1996, Juan García Abrego, el jefe del Cártel del Golfo, una de las tres organizaciones más poderosas del crimen en esos años, debía sucederlo su hermano Humberto García Abrego, el encargado del lavado de dinero en la organización. Astuto, inteligente, Humberto García tomó la decisión de no sustituir a su hermano, pues además se encontraba en prisión, de la cual salió pronto.

Aunque había crecido junto con su hermano, evitó el involucrarse en las actividades criminales operativas más sucias y delimitó su función al lavado de dinero a través de inversiones en tierras y ganado en Tamaulipas y Nuevo León, casas de cambio, traslados a cuentas abiertas en Texas, Nueva York, California y Europa, entre muchos otros procedimientos.

Sorpresivamente, a la captura de su hermano, decidió retirarse, pero tuvo antes que enfrentar dos procesos por lavado de dinero, lo que le mantuvo en prisión de 1994 a 1997. Lo tuvieron que liberar por falta de pruebas y, una tercera ocasión, trataron de detenerlo por defraudación fiscal, pero ya se había amparado. Las dos primeras veces estuvo preso por lavado de dinero a través de su esposa, por tan solo 33 millones de pesos en bienes inmuebles de la época.

Todo indica que Humberto García Abrego había llegado a la conclusión que el crimen no paga, o a él ya le había pagado lo suficiente en dinero y no deseaba llevar esa vida, así que sencillamente desapareció.

Se manejó como algo “extraño” que hubiera podido eludir a la justicia y, dentro del mismo medio judicial, se habló de corrupción de algunos funcionarios, lo cual no fue demostrado pero en ninguna forma se descarta, dada la capacidad económica que tenía Humberto García Abrego.

Juan García Abrego, quien hoy tiene ya 78 años, cumple en Estados Unidos la increíble condena de 11 cadenas perpetuas, así que morirá en prisión. Fue un capo sumamente poderoso, temible, respetado en su medio y odiado al mismo tiempo; poseía una enorme fortuna al momento de su captura, la que fue incautada solo en una parte menor, como suele suceder.

Su mundo era un infierno de sangre y muerte, pero al mismo tiempo de riqueza y placeres. Todo terminó con su captura, cuando apenas tenía 52 años de edad y estaba en el apogeo de su poder. Hoy vive su ancianidad perdido en una cárcel de máxima seguridad de EEUU.

Humberto García Abrego tiene ya 25 años que desapareció del mundo del crimen, para vivir el resto de su vida en libertad, muy probablemente en EEUU, aunque oficialmente las autoridades mexicanas desconocen su paradero. Concluyó que no deseaba, en el mejor de los casos, terminar como su hermano. ¿Lo había planeado antes? Es muy probable.

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