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Lo expedientes médicos ocultos de los presidentes

Plutarco Elías Calles, el jefe máximo del nuevo régimen revolucionario, después del asesinato de Álvaro Obregón, del cual fue sospechoso, era hipocondriaco; coleccionaba enfermedades imaginarias y unas pocas reales, aunque estas no de mucha importancia. Llegó inclusive a visitar al famoso “Niño Fidencio” y someterse a baños de lodo, por recomendación de este exótico personaje y curandero. Era un asiduo practicante del espiritismo, como cosa curiosa.

Después de muchas enfermedades imaginarias, finalmente enfermó de verdad del hígado, pero salió adelante. El 10 de abril de 1936, el presidente Lázaro Cárdenas, harto del “Maximato”, acudió hasta su casa, acompañado de un cuerpo militar, y lo sacó en pijama, lo subió a un avión militar y lo mandó a San Diego, California, como desterrado. Ahí sí se convirtió en un hombre achacoso y, en 1941, pidió regresar a México, lo que le concedió el presidente Manuel Ávila Camacho.

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Cuatro años después, en 1945, enfermó de gravedad, fue operado nuevamente, tuvo muchas complicaciones y a los pocos días murió de una hemorragia interna, tenía sólo 68 años de edad.

El día de su muerte, los diarios de la Ciudad de México reportaron el avistamiento de la mayor parvada nunca antes vista de buitres o “zopilotes”, como se les decía, lo que la superstición atribuyó a su negro historial de sangre y crueldad que le caracterizó en la llamada “Guerra Cristera” y en la muerte de otros grandes personajes de la revolución mexicana.

Adolfo López Mateos, de quien decían sus críticos, que eran poquísimos, gobernó bajo el lema de “viajes y viejas”, era, como político, un carisma y, como hombre, “un carita”, pero padecía de terribles migrañas que lo postraban encerrado en su habitación por varios días, en completa oscuridad. Finalmente, ya fuera de la presidencia, en 1965 tuvo otro cuadro de aparente migraña, pero en este caso era un aneurisma cerebral. Intervenido quirúrgicamente, los neurólogos se sorprendieron pues realmente tenia siete aneurismas cerebrales. Salió de la operación, pero quedó postrado y fue perdiendo todas sus facultades, hasta quedar en estado vegetativo, en el que duró por espacio de dos años, hasta su muerte en 1969, cuando apenas tenia 60 años de edad. Fue un desenlace de lo más triste, en opinión de sus familiares y allegados.

Gustavo Díaz Ordaz, el tan mal querido presidente, visitó, antes y después de su mandato presidencial, a casi todos los gastroenterólogos de la Ciudad de México, pues tenía un estómago malísimo, aquejado por tremendos cuadros de colitis, que le hacían llevar una dieta parecida a la de un pajarito. En general el sistema digestivo le salió malo y a los 68 años lo mató un cáncer de colon. Su funeral fue algo muy sobrio, debido a la misma mala imagen que le persiguió después de los sucesos de 1968.

Vicente Fox Quezada, primer presidente de oposición, quien mide cerca de dos metros de estatura, como es un tanto frecuente en la gente muy alta, padeció de la columna vertebral, de la cual fue operado durante su mandato, pero además padecía de ciertos males emocionales, entre ellos la depresión, por lo cual estaba bajo tratamiento psiquiátrico y dependía, además de su mujer, de los antidepresivos. Ha cumplido los 80 años de edad y se mantiene activo como empresario y conferencista.

Enrique Peña Nieto, quien llegó bastante joven a la presidencia de la república, ostentando su guapura y una ausencia

por:Marcela Valles

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