LIMA - PERÚ
RETENTIVA REVISTA DE LITERATURA, CRÍTICA Y MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS SOBRE LA VIOLENCIA EN LATINOAMÉRICA
MEMORIA Y TESTIMONIO
AÑO 2022 | N° 2
RETENTIVA
Revista de literatura, crítica y manifestaciones artísticas sobre la violencia en Latinoamérica Año 2022| N.° 2
DIRECTOR Jonathan Timoteo
COMITÉ EDITORIAL Vicky Lliuya Rosa Huasasquiche Adrián Mitma
DISEÑO DE PORTADA Y DIAGRAMACIÓN Adrián Mitma Rosa Huasasquiche
CORRESPONDENCIA retentivarevista@gmail.com https://www.facebook.com/RevistaRETENTIVA/
CONTENIDO EDITORIAL........................................................................................................................................................................................ 5 ARTÍCULOS Voz y memoria en el poema “Las voces de Tlatelolco” de José Emilio Pacheco Jonathan Alexander Timoteo Galindo............................................................................................................................10 La Operación Masacre de Walsh como narrativa testimonial para la construcción de relatos contrahegemónicos Mauro Beltrami...........................................................................................................................................................................17 ENTREVISTA Entrevista a Juan Carlos Ubilluz Equipo Retentiva.........................................................................................................................................................................28 RESCATE Violencia, memoria y literatura testimonial en Colombia. Entre las memorias literales y las memorias ejemplares Juan Carlos Vélez Rendón......................................................................................................................................................35 Contar a los desaparecidos en Colombia. Educación, lectura y memoria Nylza Offir García Vera..........................................................................................................................................................53 CUENTOS 20 Eduardo Omar Honey Escandón..........................................................................................................................................67 ¡Obedezca, soldado! Juan Manuel Hijar Estrada....................................................................................................................................................69 POEMAS El eco de Bolívar Yessika María Rengifo Castillo..........................................................................................................................................72 RETENTIVA
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Y los derechos Yessika María Rengifo Castillo..........................................................................................................................................73 Conocimiento Pierre Turcotte...........................................................................................................................................................................74 2006 Natalia Bustamante...................................................................................................................................................................75 Estos ojos desorbitados sobre las ruinas Natalia Bustamante...................................................................................................................................................................76 Dos gotas y el río César Ureta Sandoval...............................................................................................................................................................77 COLABORADORES.......................................................................................................................................................................80 NOTAS.................................................................................................................................................................................................82
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CONTENIDO
EDITORIAL L
a violencia no es inherente a la sociedad, pero tampoco puede entenderse sin ella. Por un lado, se interpreta la sociedad desde las relaciones de producción. Por otro lado, los hechos violentos cumplen un gran papel dentro de estos conflictos entre los hombres y su entorno. La historia ha demostrado una perseverancia constante de pugnas y contradicciones que se inclinan por el más apto, no necesariamente desde el nivel físico, sino también político, económico y social.
Mirar en retrospectiva ha sido una práctica persistente. El dolor, la memoria y el trauma navegan por la psique de todas las personas, manifestándose en distintas expresiones mundanas. Es necesario comprender este proceso individual y colectivo, pues también permitirá aprehender las dinámicas sociales e interpersonales de la civilización. Este es el propósito de Retentiva.
En el número pasado nos enfocamos en el problema de la tierra y reflexionamos sobre los conflictos existentes entre los hacedores de la tierra y los dueños de la misma. Mientras el capitalismo y las industrias se fortalecían a nivel económico y político, el campesino se volvió un proletario viviendo en condiciones deplorables. De esa manera, hechos violentos se acaecían por la búsqueda de la libertad económica y mejores parámetros laborales. El presente número lo hemos titulado “Memoria y testimonio”. Se ha dejado de lado la especificidad de la temática anterior para profundizar en la generalidad de esta. Como se ha mencionado, la práctica de rememoración no es ajena a todo ser humano, provenga esta de un momento placentero o de uno traumático. De la misma forma, relatar ello, ya sea por liberación personal o por algún sentido de justicia, también es habitual.
Los museos o lugares de memoria exhiben abiertamente archivos y documentos de guerras, revoluciones, masacres, atentados, manifestaciones y demás. Estos objetos o “ruinas”, como los llama Gerard Wacjman en su libro El objeto del siglo (1998), sirven para, en cierto sentido, celebrar el acontecimiento. Ora para recordar, ora para olvidar, este objeto-archivo permite ubicar en la historia y el inconsciente colectivo el suceso. En ese sentido, Wacjman menciona: “[...] ruina es el objeto más la memoria del objeto”. El objeto-archivo o documento es reedificado por la memoria del acontecimiento. Este discurso de memoria que posee el objeto, por más fidedigno que sea, nunca podrá representar todo lo que desea comunicar ni el lugar de donde proviene, ya que este es difuso, además de ser un suceso irrepetible.
A pesar de poseer esta tara, las ruinas cumplen un rol importante para la conservación histórica y el viraje objetivo-material hacia el pasado. Es necesario plantear, desde ya, la diferenciación y el conflicto existente entre historia y memoria, al igual que entre objeto histórico y objeto artístico. Los archivos o documentos históricos son materiales objetivos que poseen información importante para la investigación e indagación de la historia. Pero, como se mencionó, este es reedificado con memoria, es decir, el recuerdo subjetivo y personal del acontecimiento. Entonces, ¿dónde ubicamos al testimonio? El registro testimonial se encuentra constantemente en el margen divisorio entre historiadores y artistas. Asimismo, proponemos que todo testimonio presenta RETENTIVA
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elementos ficcionales. Por más que sea presentado en un museo o en una Comisión de la Verdad, siempre debe tenerse en cuenta las vicisitudes que puede presentar este relato en el proceso de rememoración. El trauma y las imperfecciones de la memoria (sea por olvido o vejez), nunca permitirá testimoniar lo que realmente pasó.
Giorgio Agamben en su libro Lo que queda de Auschwitz: El archivo y el testigo. Homo sacer III (1998), discute sobre esta imposibilidad de testimoniar. Los únicos testigos posibles son los sobrevivientes. Solo ellos pueden narrar los horrores y traumas que sucedieron durante el acontecimiento. No obstante, la paradoja que Agamben señala es que nunca podrán relatar la experiencia de aquellos que murieron, los que sufrieron la pericia de la muerte y poseen algo más que contar. Ellos fueron silenciados al perecer. El testimonio depende intrínsecamente de su contexto. Por un lado, puede tomarse como archivo histórico para su investigación o para los procesos institucionales de memoria y justicia; por el otro, como expresión artística desde las libertades estéticas inherentes al campo propio de cada arte. Estos objetos artísticos poseen la facultad de presentar una verdad distinta, escondida o no narrada. Es aquí donde se sitúa la atención de Retentiva, en lo soterrado por el discurso oficial, en las injusticias silenciadas y en los sollozos de las víctimas enmudecidas.
A partir de todo lo mencionado, entendemos a la memoria como un campo —noción asimilada por el sociólogo Pierre Bordieu—. En el campo de la memoria, las fuerzas que participan son las siguientes: víctimas, Estado, militares, guerras, pueblo, historia, archivo, testigo, etc. Todas luchan por el dominio del capital simbólico con la intención de poseer el discurso oficial que se contará a la población y se mantendrá en la historia. La contradicción principal en esta estructura es la de memoria colectiva o social vs. memoria histórica. La validación y no validación de ambas se encuentra en constante conflicto entre los demás agentes, instituciones y discursos que existen, donde la verdad y la ética presentan límites difusos. La memoria histórica es aquella que se narra desde el Estado y los sectores hegemónicos, y se moldea a partir de sus intereses particulares. Se trata de una verdad a medias que evita asumir culpas y encontrar justicia para los más pobres, principales víctimas de estos acontecimientos.
Es aquí donde ingresan la literatura, el arte y productos como Retentiva, con el fin de poder escapar del discurso oficial y seguir resistiendo, de sumar y fortalecer a la memoria colectiva, y de desmentir lo encubierto por la memoria histórica. Nuestro análisis, crítica y exposición siempre se encontrará a favor del pueblo, reconociendo continuamente que existe esta contradicción entre la memoria colectiva y la histórica, y que solo el pueblo conoce íntegramente la verdad de lo sucedido. En este número y en todo nuestro trabajo, concebimos a la memoria como concepto y categoría de investigación y crítica. De esa manera, como parámetro científico, también posee sus peculiaridades y características. De la propuesta del psicoanalista argentino Luis Kancyper, que postula la existencia de cuatro tipos de memoria, tomaremos solo tres: memoria del dolor, memoria del rencor y memoria del pavor. Este conjunto únicamente congrega distintas maneras de cómo los sujetos asumen estos traumas a nivel psicológico y en su inconsciente, lo que los encamina a comportarse de cierta manera con el mundo que lo rodea. Es decir, cada tipo de memoria no necesariamente determina un tipo de comportamiento específico, pues este último puede darse en distintos casos, sino que únicamente caracteriza la intersubjetividad y las razones psicológicas que llevaron a él. La memoria del dolor se presenta ante la necesidad de olvidar el pasado y el deseo de reconstruir un nuevo presente. Es la intención de obtener una reconciliación con el pasado y encontrar así una nueva 6
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forma de entender el presente. Mientras que la memoria del rencor afecta a las individualidades y colectivos análogamente, conduce al deseo de justicia, el cual puede derivar en sentimientos reivindicativos o vengativos. Por último, la memoria del pavor puramente es la desesperanza, donde el trauma aún está presente y no le permite al sujeto desenvolverse a plenitud en su día a día.
El sentimiento de dolor o de rencor, orientado hacia sentimientos reivindicativos, se alinea firmemente con los comportamientos de denuncia y activismo. Lo que se busca con esta conducta es la transformación de la sociedad, donde el trauma vivido sea recordado, los responsables paguen por sus acciones y, a su vez, no pueda repetirse.
En conclusión, la memoria se define como el acto de rememorar, pero para ello es imprescindible algún hecho, uno que marque considerablemente la psiquis del sujeto y que encuentre la necesidad de mantenerse en él. Su retención implica resultados muy variables, acciones que afectan la convivencia e impactos considerables a nivel social. He ahí la necesidad de su investigación, ya que los productos humanos, como el arte y la literatura, se encuentran revestidos de esta dinámica.
Otros trabajos o resultados de esta actividad de la memoria son los testimonios, los cuales también son conceptos de enfoque en el presente número. El testimonio lo definimos como una narración, la cual puede ser utilizada como archivo histórico o como objeto artístico, dependiendo del contexto. A pesar de sus desperfectos, el acto de testimonio permite la pervivencia de la memoria, tanto en escenarios de justicia como en la retransmisión de generación en generación a través de la oralidad. Claramente, el testimonio es un acto de comunicación. Entonces, como en toda interlocución, es necesario tres agentes para su correcto funcionamiento. Estos son el emisor, receptor y mensaje. En el caso del testimonio, se requiere agregar un cuarto, que es el escenario de confianza. Al tener un origen traumático, el locutor no puede narrar su experiencia a una persona cualquiera. El destinatario debe ser alguien en el que el testigo confíe que encontrará justicia y/o retransmitirá el mensaje. Los agentes de estos escenarios de confianza pueden ser una Comisión de la Verdad, un juicio, un lazo familiar, amistad, etc. El trauma es parte del proceso de construcción y deconstrucción de la memoria y el olvido. La memoria evoca recuerdos y actualiza marcas, las cuales se resignifican, se eliminan o se olvidan. Precisamente la memoria puede actualizar las huellas, reabrir lo oculto, lo borrado, o, por el contrario, reprimir y mantener en el olvido o silencio. El trauma se encuentra en el núcleo de la memoria. Una situación traumática puede quedar fuera de lo expresable; en pocas palabras, puede ser un agujero. Es por ello que el escenario de confianza para la comunicación del testimonio es de vital importancia.
El testimonio es interdisciplinario (jurídico, social, histórico, antropológico o literario), es decir, puede ser analizado desde diferentes campos. Como revista de literatura, crítica y manifestaciones artísticas, entendemos al testimonio como un relato que engloba una verdad subjetiva, que contiene en mayor o menor medida elementos literarios, como su relación con la tradición oral o rasgos estéticos. Sostenemos que los textos literarios u obras literarias se caracterizan firmemente por ser ficción. Sin embargo, existen géneros literarios como la autobiografía, autoficción, la novela histórica, la novela testimonial, entre otros, que combinan elementos ficcionales con datos verídicos. Es por ello que señalamos el carácter interdisciplinario como el motivo principal para marcar esta distancia entre testimonio y literatura, sin negar los aportes o rasgos que toman uno del otro.
Los países del territorio latinoamericano comparten similitudes en su historia, que ha permitido el desarrollo del testimonio, ya sea a causa de los conflictos sociales o políticos, o por la propia cultura y EDITORIAL
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semejanzas en el imaginario. De tal manera, una tarea pendiente para nosotros como Retentiva es cuestionar o indagar sobre la posibilidad de una literatura latinoamericana a partir del trabajo de la memoria. Sea como fuere, este número representa un primer paso hacia ese objetivo.
Jonathan A. Timoteo Galindo Director de Retentiva
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ARTÍCULOS Voz y memoria en el poema “Las voces de Tlatelolco” de José Emilio Pacheco Timoteo Galindo, Jonathan Alexander Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Resumen: El presente trabajo tiene como objetivo analizar el poema “Las voces de Tlatelolco” de José Emilio Pacheco. Para ello, se procederá a describir la evolución que ha tenido la poesía del escritor mexicano, resaltando la importancia que tiene la intertextualidad en sus textos. De esa manera, se analizará el poema desde la intertextualidad con otros textos históricos y archivísticos, que permiten relacionarlo finalmente con conceptos como el testigo y el compromiso ético. Palabras clave: poesía, testigo, José Emilio Pacheco, Tlatelolco, memoria.
Abstract: The present work aims to analyze the poem “Las voces de Tlatelolco” by José Emilio Pacheco. For this, we will proceed to describe the evolution that the Mexican writer’s poetry has had, highlighting the importance of intertextuality in his texts. In this way, the poem will be analyzed from the intertextuality with other historical and archival texts, which will allow it to be finally related to concepts such as the witness and the ethical commitment. Keywords: poetry, witness, José Emilio Pacheco, Tlatelolco, memory. Introducción
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entro de la historia mexicana, José Emilio Pacheco es uno de los personajes más importantes. Tanto en su ensayo como en la literatura, logra asumir una postura crítica y política hacia su entorno. Sin olvidarse de su tierra natal, siempre se remite, desde sus circunstancias históricas de donde se encuentre, al contexto mexicano. De esa forma, el objetivo del presente trabajo es analizar las voces presentes en el poema “Las voces de Tlatelolco” de José Emilio Pacheco. En la extensión del poema, la utilización y encuentro entre distintas voces permite al yo poético empatizar y otorgar voz a las víctimas de la Masacre de Tlate10
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lolco, ocurrida en la Ciudad de México un octubre de 1968 contra los estudiantes universitarios.
Primero, se evaluará el hecho histórico ocurrido en Tlatelolco y de qué manera este ha repercutido en el inconsciente colectivo de todo un país y de un sector del pueblo en específico que son los jóvenes universitarios. De la misma manera, las expresiones literarias del acontecimiento mencionado no son escasas. Luego, a partir de la propuesta teórica de López de la Vieja, se describirá cómo es que la literatura, y en específico el poema de Pacheco, tiene un compromiso ético con la sociedad. En ese sentido, el yo poético le da voz a los que no pudieron ser escu-
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chados. El poeta se ubica en una posición política de denuncia, donde se critica la actitud de represión por parte del Estado y de las fuerzas militares. La poesía de José Emilio Pacheco
José Emilio Pacheco es uno de los personajes más sobresalientes dentro la poesía mexicana. A partir de una poética abstracta y cuestionadora de la realidad, hacia un trato de las palabras relacionado con las estructuras decadentes de la sociedad moderna, desde una visión crítica, Pacheco mantiene viviente su vena artística, principalmente poética, que le ha hecho merecedor de su grandeza.
Entre toda su producción literaria, dentro de la cual encontramos ensayos, artículos, cuentos, poemas y más, siempre se observa un eje principal: la preocupación por su país, México. Como veremos más adelante, cuando escribía desde y sobre Europa, nunca dejó de relacionar estas ideas progresistas del mundo europeo con el contexto mexicano. La poesía —su vocación primordial— ha alcanzado mayor repercusión que sus otras actividades creativas, acaso por ser uno de los escritores que mejor representa la sensibilidad de una época perturbada por la conciencia de fugacidad y de desamparo, por la desventura del ser. Y, naturalmente, por su maestría para elaborar una voz poética propia e inconfundible […] Pacheco mantiene un vínculo profundo con la Ciudad de México, con su historia, sus lugares y sus habitantes, una ciudad que se ha ido transformando en torno suyo […]. (Verani, 2014, p. 69)
Como todo intelectual contemporáneo que se permite crear constantemente escritos académicos y productos artísticos, no deja de lado el interés por estudiar la sociedad que lo rodea, señalando sus errores y aciertos, principalmente el de su querido México. Más allá de realizar otras prácticas alejadas de la literatura, la poesía no deja de ser su interés principal. Es ahí donde reúne todo su pensamiento crítico, filosófico y humanístico. La fugacidad, transmutación y caos de la naturaleza son constantes en su poética. Una filosofía de la transformación —relacionada con el ser humano y su conexión con lo que lo rodea, la cual remite al pensamiento griego de Heráclito y demás presocráticos— actúa en la configuración de sus versos
como fuerza que afecta al mundo representado. José Miguel Oviedo (1976) plantea lo siguiente con respecto a la poesía de Pacheco:
La actitud del poeta es siempre introspectiva, filosófica; los aspectos objetivos son solo estímulos para proseguir la búsqueda más al fondo de sí mismo, de su experiencia emocional y estética. Desde el comienzo, el tiempo aparece como una de las preocupaciones fundamentales de Pacheco. El tiempo nos destruye de dos modos: rodeándonos de objetos, imágenes y sensaciones fugaces que, apenas nacidas, ya marchan hacia su disolución; e impidiéndonos alcanzar el sentido profundo de la existencia. Nada permanece, nada es verdaderamente valioso; vano e inalcanzable, el tiempo solamente pasa. O, tal vez, nosotros por él, sin dejar huellas reales: un espacio vacío, un hueco negro señalan nuestra presencia. La certeza de lo transitorio llena esta poesía de un radical desconsuelo: asiste a un proceso de destrucción que, inexorable, alcanza a todo. (p. 40)
El caos de esta transmutación constante señala la escenificación de una sociedad que se destruye repetidamente y olvida su pasado. La sociedad moderna se caracteriza por el cambio, por la búsqueda de ruinas que deja cenizas a su paso. En ese sentido, la fugacidad de las cosas genera desazón en el yo poético y el lector, pareciera que el renacimiento es imposible, no sin destrucción, irónicamente. […] la mirada del poeta registra, voluntariosamente, algo mínimo que escapa al desastre del mundo. La destrucción misma genera esos pequeños frutos milagrosos que son como gérmenes de resurrección […] Bajo el clásico influjo pitagórico pero también de los mitos y cosmogonías de México antiguo, Pacheco concibe un tiempo cíclico: una sucesión cuyo fin es su comienzo y este su fin —eternamente […] Así, la destrucción es el estado que precede al poder "del instante perpetuo" y del "tiempo circular"; la arena que nos desgasta, nos recrea, pues es a través del cambio como perduramos. Esa visión del tiempo da al acto poético un ambiguo valor: realidad verbal, su materia es la más frágil y pasajera; pero esa misma fugacidad le permite reencarnarse y resistir. La palabra es la imagen misma del cambio. Con ella el poeta puede conjugar la hostilidad del mundo. (Oviedo, 1976, pp. 41-42)
La crítica presenta consenso en que este trato de la poesía en Pachecho recibe un cambio radical en lo que respecta a cómo se concibe su poética. A partir de No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), ARTÍCULOS
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deja de lado la reflexión humana para enfocarse principalmente en una poesía más crítica y comprometida, con características de la lírica contemporánea.
Las abstracciones metafísicas desaparecen o decrecen, para dar paso a una preocupación ética y, en último término, estética, pues la actitud crítica se ejerce sobre la propia materia de la poesía. Esta habla un lenguaje que constantemente condena a la irrisión y al escepticismo; se burla de sí mismo y plantea un tema moral de enorme importancia: ¿qué sentido tiene y qué lugar ocupa la poesía en el mundo moderno? Así, la crítica existencial, la crítica de la poesía y la crítica de la historia humana se integran en un movimiento de negación y contradicción que abre un juicio implacable y corrosivo sobre toda la realidad […] Como buena parte de la poesía contemporánea, esta de Pacheco es un cuestionamiento de la necesidad de la poesía, una consideración lacónica sobre la dificultad de escribirla y sobre la condición marginal del poeta (Oviedo, 1976, p.46)
ka. La revaloración de lo insignificante intensifica la relación de su poesía con el contexto social, reduciendo la distancia entre las palabras y el mundo. El resultado es una obra poética en la cual crónicas, hechos históricos, erudición, textos ajenos, experiencias personales, fábulas o anécdotas convergen en el texto poético. La trampa de la facilidad atrapa al lector —a cierto lector— que se desconcierta frente a la aparente sencillez de los poemas de Pacheco. De allí que algunos textos suyos parezcan pueriles a quienes prefieren que un poema recree algo elevado con un lenguaje refinado, no con palabras ordinarias, sin dignidad literaria. El lenguaje puede ser común y el mundo recreado también puede serlo; pero sus mejores poemas poseen una tonalidad estética altamente elaborada. De allí que la sobriedad de sus recursos formales y la sencillez de la enunciación inciten al lector a descubrir la especificidad poética, el efecto literario de sus poemas. (Verani, 2014, pp. 79-80)
En esta segunda etapa de la poesía de José Emilio Pacheco, la intertextualidad resulta ser uno de Con una poesía madura y una postura política cla- sus aspectos más importantes. La alusión a textos ra, la poesía de Pachecho refleja este cambio tanto y hechos históricos, denota una preocupación por en su estructura como en su contenido. En sintonía la fugacidad que se mantiene del primer Pacheco, con sus colegas poetas de la época, asume esa ne- pero ahora el enfoque ya no es solo del individuo, cesidad y cuestionamiento del lenguaje, donde las sino hacia la sociedad en su conjunto. palabras no bastan, siendo inevitable la reconfiguEstas intertextualidades, principalmente a los heración de la estética. chos históricos, es lo que más interesa en la preEn relación a ello, la poesía comienza a congregar sente investigación. Acorde a su preocupación sodistintas voces de distintas épocas y tipos. Similar cial y la mirada constante hacia su país, la masacre al collage, esta nueva poesía reúne escritos de di- de 1968 ocurrida en Tlatelolco, en contra de esversas fronteras, perdiendo el individualismo que tudiantes universitarios y civiles, no fue ajena a la la caracterizaba para elevar la colectividad en su pluma de Pacheco. forma. Del mismo modo, desde el cinismo, donde se creía que ya nada nuevo puede ser escrito, surge Tlatelolco e intertextualidad en “las voces de la reescritura y replanteamiento de textos poéti- Tlatelolco” cos. Lo ocurrido el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco Todo lo mencionado participa en esta nueva poé- marcó un hito en el inconsciente colectivo de totica asumida por Pacheco, donde la despersonali- das las generaciones mexicanas que presenciaron zación del yo lírico es predominante. La parodia, la masacre y la exagerada represión militar contra artificio, simulacro y más, son las nuevas formas estudiantes universitarios y civiles. Una conglomedonde el intelecto se mistifica; el autor pierde la ración de protestantes reunidos en la Plaza de las autoridad como creador, para pasar a ser un poeta Tres Culturas, desarmados y alzando la voz, manicolectivo, donde se revela el deseo de ser otro (Ve- festando sus críticas y denuncias hacia el gobierno de Gustavo Díaz, fueron ahuyentados, heridos y rani, 1998). asesinados con disparos de francotiradores ubicaPacheco convierte los objetos comunes en materia dos en edificios cercanos. 12
literaria, "transforma los sucesos de la vida diaria en materia memorable", observa Elena Poniatows-
ARTÍCULOS
Este hecho dejó secuelas en muchos protagonistas
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e individuos del país mexicano, como uno de los postura reaccionaria en su lírica, apegada a las foractos ruines cometidos por un gobierno autorita- mas ya existentes de la época vanguardista. Veario y represor. De la misma forma, el respeto por mos: el movimiento universitario incrementó su atenDe estos recursos formales definitorios de la poesía ción, pues los jóvenes, muy aparte de su responcoloquial, la introducción de otras voces en el discursabilidad académica, poseían una preocupación so poético, la intertextualidad directa y la conformasignificativa con respecto a la situación nacional, y ción de estrofas fragmentarias, a manera de collage, se conviertieron en uno de los pocos sectores que son los recursos más utilizados para la escritura de esta poesía testimonial del 68. La construcción fragpudo hacerle contra al gobierno de turno. En ese sentido, la literatura, en todos sus géneros (ensayo, crónica, teatro, narrativa y poesía), no fue ajena a este suceso que tuvo tanta carga emocional para el país. Al quedar impunes los culpables, al no haber una investigación a favor de las víctimas, los intelectuales, interesados y protagonistas encontraron en las manifestaciones artísticas uno de los caminos que les permitió plantear lo que los aquejaba. Victor Manuel Sanchis (2015) lo plantea de la siguiente manera:
En este contexto militar, la masacre de Tlatelolco sirvió como anatema para vertebrar en el arte mexicano una corriente cultural de época, cuyas formas literarias principales, heredando algunas de las conquistas formales de las vanguardias, tornaron los ojos al desarrollo urbano de las grandes ciudades latinoamericanas y a la convulsa problemática política y social que azotaba a todo el continente. Así, la novela urbana, la nueva novela histórica, la narrativa social, la poesía de la comunicación, la canción protesta, la reinvención de la crónica o el teatro testimonial emergieron como referentes de una literatura latinoamericana convertida en muchos momentos, frente a la insidia de los vencedores, en instrumento decisivo en la búsqueda del testimonio de la verdad, de la justicia y de la memoria. (p. 151152)
El hecho histórico, de suma importancia, encontró en el arte y en las manifestaciones culturales en general el espacio de denuncia necesario para testimoniar lo que ocurrió realmente, además de impedir que los actos queden impunes. La importancia del compromiso ético y social de estos artistas presentan una actitud que se repite en toda Latinoamérica con respecto a hechos similares de violencia y represión por parte del Estado. En la poesía, la posición ideológica y de denuncia prima sobre las innovaciones estéticas. La amargura e indignación llevan a los poetas a asumir una
mentaria del discurso literario tiene mucho que ver con el desarrollo del género de la crónica, recuperado para la literatura latinoamericana en la segunda mitad del siglo XX como instrumento de denuncia y compromiso ante tragedias sociales manipuladas o silenciadas desde el poder imperante. (Sanchis, 2015, p. 155)
Estos recursos iban dirigidos a señalar las contradicciones sociales, de cómo los mecanismos de Estado servían para reprimir y asesinar a sus propios habitantes. Tal como menciona Sanchis, se vio necesaria la introducción de la crónica y el testimonio en la poesía, pues la denuncia y la recuperación de las voces calladas era su objetivo principal. Como se ha citado en la sección anterior, una de las prácticas frecuentes en la poesía de la época es la intertextualidad y las similitudes con la crónica y el testimonio periodístico. En ese sentido, uno de los elementos intertextuales más importantes en el poema mencionado de José Emilio Pacheco es el libro de Elena Poniatowska, titulado La noche de Tlatelolco.
Uno de los títulos principales del género, precisamente, fue el collage testimonial que Elena Poniatowska construyó en La noche de Tlatelolco (1971) a través de la voz de los supervivientes de la tragedia. La crónica de la narradora mexicana se convierte así en una novela coral en la que las experiencias de los protagonistas, insertadas en el relato con el recurso narrativo del estilo directo, reconstruyen la trágica tarde-noche del 2 de Octubre. La inmediatez del texto de Poniatowska con respecto a los acontecimientos de Tlatelolco motivó que se convirtiera pronto en un referente literario fundacional de esta “literatura tlatelolca”, en términos de Aralia López González (Sanchis, 2015, p.155)
Combinando voces, testimonios e imágenes que fueron recogidas en una investigación profunda, Poniatowska logra crear un libro fundamental en la historia de lo ocurrido en Tlatelolco. Este texto, ARTÍCULOS
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es una de las principales bases intertextuales utilizadas por Pacheco en el poema mencionado.
La acción de los soldados del Batallón Olimpia es descrito con presura. Colores y sensaciones acompañan lo relatado, creando un aura musical y senDentro de la pieza lírica, una voz que se repite sible. En la siguiente estrofa, la voz pasa desde la constantemente diciendo: “¿Quién ordenó todo víctima al victimario: “—Aquí, aquí Batallón Olimesto?”. Esto se relaciona lo articulado por Juan Iba- pia / Aquí, aquí Batallón Olimpia” (Pacheco, 2018, rrola, voz proveniente de un audio del día del aten- p. 4). La repetición del verso intensifica las palatado: “¿Quién ordenó esto? ¿Quién pudo ordenar bras del soldado. esto? Esto es un crimen”. De la misma manera, el testimonio de la antropóloga Margarita Nolasco se Se propone que estas palabras del atacante son replica al final del poema: “Al salir de Tlatelolco, representadas desde la subjetividad de algunas de todo era una normalidad horrible, insultante”. las víctimas del atentado. Es decir, dentro de las voces presentadas por el yo poético, no se incluye De esta manera, Pacheco logra, en su poema, gene- a uno de los soldados, sino que se posiciona de marar una imagen trágica de lo acontecido en esa no- nera auditiva, desde la perspectiva de un testigo. che. Las voces presentadas no son desconocidas, son recogidas de los testimonios mencionados, Las estrofas siguientes del poema continúan desde adquiridos desde distintas fuentes. El hecho his- una maraña de voces y descripciones, las cuales se tórico y sus investigaciones le permiten al poeta diferencian por la perspectiva que asumen, y por mexicano crear un texto que se ahoga en una in- la no continuación desde lo que anuncian. Veamos: tertextualidad magistral, pues lo relaciona con una Los gritos, los aullidos, las plegarias intensidad poética pertinente, como veremos en la bajo el continuo estruendo de las armas. siguiente apartado. Voz y memoria en “Las voces de Tlatelolco”
El poema inicia de la siguiente manera: “Eran las seis y diez. Un helicóptero / sobrevoló la plaza / Sentí miedo” (Pacheco, 2018, p. 4). Se presenta a la primera voz aterrorizada por la gran máquina que sobrevuela sobre su cabeza. Luego, la voz poética continúa testimoniando lo que ve:
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Los soldados cerraron las salidas. Vestidos de civil, los integrantes del Batallón Olimpia —mano cubierta por un guante blanco— iniciaron el fuego. En todas direcciones se abrió fuego a mansalva. Desde las azoteas dispararon los hombres de guante blanco. Disparó también el helicóptero. Se veían las rayas grises. Como pinzas se desplegaron los soldados. Se inició el pánico. La multitud corrió hacia las salidas y encontró bayonetas. En realidad no había salidas: la plaza entera se volvió una trampa. (Pacheco, 2018, p.4)
ARTÍCULOS
Con los dedos pegados a los gatillos le disparan a todo lo que se mueva. Y muchas balas dan en el blanco. —Quédate quieto, quédate quieto: si nos movemos nos disparan. —¿Por qué no me contestas? ¿Estás muerto? —Voy a morir, voy a morir. Me duele. Me está saliendo mucha sangre. Aquél también se está desangrando. —¿Quién, quién ordenó todo esto? —Aquí, aquí Batallón Olimpia. —Hay muchos muertos. Hay muchos muertos. —Asesinos, cobardes, asesinos. —Son cuerpos, señor, son cuerpos. Los iban amontonando bajo la lluvia. Los muertos bocarriba junto a la iglesia. Les dispararon por la espalda. Las mujeres cosidas por las balas, niños con la cabeza destrozada, transeúntes acribillados. (Pachecho, 2018, p. 4)
La acumulación de voces y diálogos permite que el lector se sumerja en la desesperación de lo que está ocurriendo, como si estuviera acompañando al yo poético en su intento por escapar de ese laberinto de balas y muerte. En ese sentido, se propone que las descripciones son asumidas por un solo locutor, en tanto que las voces asumidas como diálo-
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gos son elocuciones que recepciona en su camino mientras escapa de la escena. La voz “Aquí, aquí Batallón Olimpia” se repite, pero se relaciona con otra voz que menciona: “Son cuerpos señor, son cuerpos”. Estas dos únicas voces son las que provienen por parte de los victimarios. El autor se permite también personalizar a los soldados, que actúan solo bajo órdenes.
En los dos últimos párrafos del fragmento citado anteriormente, Pachecho inicia con la descripción de la sangre, carne y partes del cuerpo destrozadas. “Los zapatos llenos de sangre / Los zapatos sin nadie llenos de sangre / Y todo Tlatelolco respira sangre” (Pacheco, 2018, p. 4). Si no era suficiente la mención del Batallón Olimpia y de una “plaza”, el poema ya nos ubica directamente en el hecho histórico ocurrido en Tlatelolco. El poema finaliza de la siguiente manera:
—Un daño irreparable e incalculable Una mancha de sangre en la pared, una mancha de sangre escurría sangre. Lejos de Tlatelolco todo era de una tranquilidad horrible, insultante. —¿Qué va a pasar ahora, qué va a pasar? (Pacheco, 2018, p. 5).
La referencia al testimonio, mencionada en el anterior apartado, se ubica al final del poema. Un grado de incertidumbre inunda el ambiente recreado, en la que se predice lo que va a suceder: no habrá justicia.
Las voces transcritas e intertextuales que Pacheco consideró pertinente articularlas en la extensión de su poema le permiten darle importancia al testigo, al que presenció personalmente la matanza. Los diálogos presentados, recepcionados por el yo poético en su recorrido de escape, son todos de sujetos que aún se encuentran con vida, y presentados por la voz del yo lírico que testimonia su vivencia. Nos encontramos entonces con el “testigo privilegiado” que sobrevivió a la matanza y, en su deseo de poder relatar lo ocurrido, asume las voces de otras víctimas para poder crear un testimonio perfecto. Lamentablemente, el “testigo real”, quien
puede dar el verdadero testimonio, es el que pagó con su muerte la experiencia por completo.
La problemática del testigo es discutida por diversos críticos. El testigo, quien puede relatar verdaderamente lo que pasó, ya no se encuentra con nosotros. Giorgio Agamben (2005) nos menciona:
Por eso se presenta como testigo y puede hablar por aquellos que no pueden hacerlo. El testimonio es una potencia que adquiere realidad mediante una impotencia de decir, y una imposibilidad que cobra existencia a través de una posibilidad de hablar. Estos dos movimientos no pueden identificarse ni en un sujeto ni en una conciencia, ni separarse en dos sustancias incomunicables. El testimonio es esta intimidad indivisible. (p. 153)
Entonces, tanto en el poema de Pacheco como en el libro de Poniatowska, tenemos a testigos que se encuentran en el límite de la capacidad e incapacidad de retratar lo que realmente sucedió en la matanza de Tlatelolco. Los “testigos reales”, los que poseen en su interioridad el sufrimiento y pueden transmitir su testimonio hacia la sociedad, dejaron de existir ese mismo día. Por otro lado, el mérito propuesto por estos textos se mantiene perfectamente. El compromiso ético y social se hace presente en los dos autores para poder denunciar y retratar lo que realmente pasó. Con respecto a la relación entre literatura y ética, López de la Vieja (2003) nos menciona:
[…] se hablará de uso cognitivo de la producción literaria y artística en el marco de la Filosofía moral (…) la Literatura cumple una función política y moral, al aportar conocimiento indirecto sobre formas de vida y sobre experiencias límite. En esos casos, la Literatura puede ser para la filosofía un punto de partida para buscar más información y para reflexionar sobre experiencias —reales— que no han sido accesibles por los medios estándar. Por ejemplo, el daño impide o dificulta que las víctimas hablen sobre sucesos reales como guerra, cautiverio, genocidio. (p. 34)
En ese sentido, la ética y la literatura se benefician mutuamente, pues esta última le puede otorgar formas de vida que no han sido fácilmente accesibles. El poema de Pacheco, al igual que los testimonios y crónicas, permite darle voz a los no escuchados, a los que no tuvieron justicia, a los ignorados. ARTÍCULOS
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He ahí su valor político y ético.
En conclusión, el poema de José Emilio Pacheco “Las voces de Tlatelolco” trabaja con la problemática y la capacidad del testigo, haciendo que su yo poético asuma el papel de relatar lo ocurrido. Esto, a partir de diversas intertextualidades y combinándolas en una maraña de voces y descripciones, permite al lector identificarse. Del mismo modo, interpela a su conciencia desde un compromiso político-ético, retratando la historia verdadera desde la ficción, increpando a su memoria e importancia. CONCLUSIONES
El archivo y el testigo. Homo sacer III. España: Pre-Textos.
Cerón, A. (2012). El movimiento del 68 en México: Interpretaciones historiográficas de 1998-2008. Andamios, 9 (20), pp. 237-257. López de la Vieja, M. (2003). Ética y literatura. Madrid: Tecnos.
Negrín, E. (2014). Huellas del 69 en textos de José Emilio Pacheco. En: De Báez Y. (Ed.), José Emilio Pacheco: Reescritura en movimiento (pp. 171-192). México: El Colegio de México. Oviedo, J.M. (1976). La poesía como “Ready-Made”. Hispamérica, 5 (15), pp. 39-55.
Se ha logrado realizar un recorrido a las etapas de la poesía de José Emilio Pacheco. Desde ahí, se pudo identificar que, si bien parte de una poética Pacheco, J.E. (2018). Voces de Tlatelolco. Revista más reflexiva y filosófica, en una segunda etapa Imaginatta, (10), pp. 4-5. asume la estética contemporánea de su tiempo y Poniatowska, E. (1971). La noche de Tlatelolco: la intertextualidad. Testimonios de historia oral. España: ERA. Al tener a la intertextualidad como uno de sus principales características, además de su compro- Sanchis, V. (2015). Entre Tlatelolco y Tlatelolco: miso político, considera lo ocurrido el 2 de octubre voces de la poesía mexicana en torno al 2 de octuen Tlatelolco como un hecho histórico que ha ron- bre de 1968. Telar, (13-14), pp. 150-165. dado a lo largo de las letras mexicanas. Pacheco no fue ajeno a esto, ya que en su poema “Las voces Verani, H. (1998). José Emilio Pacheco: La voz de Tlatelolco” hace referencia directa, a partir de la complementaria. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, 24 (47), pp. 281-292. estética mencionada, a este hecho histórico. De esa manera, se realizó el análisis del poema señalando sus intertextualidades y elementos retóricos que permitían demostrar la intensidad de su propuesta estética e intertextual. Así, se demostró que el texto lírico presentaba diversas voces, desde donde se retrataba el sufrimiento vivido y se asumía el papel de un testigo.
De la misma forma, a partir de todo lo descrito, se asumió el papel político y ético del poema. Pacheco logra dar voz a aquello que se le negó la oportunidad de ser escuchado, reflejando así un compromiso con su sociedad que lo caracterizó a lo largo de su vida. BIBLIOGRAFÍA
Agamben, G. (2005). Lo que queda de Auschwitz: 16
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------------- (2014). Crónica de la fugacidad: La poesía de José Emilio Pacheco. En: Jiménez de Báez, Y. (Ed.), José Emilio Pacheco: Reescritura en movimiento (69-92). México: El Colegio de México.
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La Operación Masacre de Walsh como narrativa testimonial para la construcción de relatos contrahegemónicos Mauro Beltrami Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) maurobeltrami@gmail.com Resumen: El presente trabajo reflexiona sobre la escritura testimonial de Rodolfo Walsh de Operación Masacre, analizando la obra en su respectivo contexto histórico. El texto puede ser considerado como una escritura reparadora por visibilizar los crímenes del aparato represivo de la dictadura autodenominada "revolución libertadora". La escritura se sitúa en un territorio donde coexisten la vida y la muerte, la aparente calma y la feroz represión. La contribución de Walsh con Operación Masacre fue confrontar el discurso hegemónico impuesto por los golpistas de 1955, exponiendo el verdadero rostro del régimen dictatorial. Palabras claves: memoria, Rodolfo Walsh, represión, narrativas, peronismo, antiperonismo.
Abstract: This work reflects on Rodolfo Walsh's testimonial writing of Operation Massacre, analyzing the work in its respective historical context. The text can be considered as a reparative writing for making visible the crimes of the repressive apparatus of the dictatorship called "liberating revolution". The writing is situated in a territory where life and death coexist, the apparent calm and the fierce repression. Walsh's contribution to Operation Massacre was to confront the hegemonic discourse imposed by the coup plotters of 1955, exposing the true face of the dictatorial regime. Keywords: memory, Rodolfo Walsh, repression, narratives, peronism, antiperonism. Introducción
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ablar de territorio remite a una construcción social cuyas referencias simbólicas activadas y cuyos significados asociados, que son resultado de disputas entre grupos sociales que ejercen el
poder, no son espacios neutros sino ideológicos1. A su vez, toda construcción social de un espacio debe entenderse en el marco de la intervención (más o menos directa) de una hegemonía social y cultural, reproducida por medio de un sistema institucional2. Por su parte, las identidades son tam-
1 Para la conceptualización del territorio y sus transformaciones propias del sistema capitalista, se sigue lo expuesto por Bozzano y Velarde (2016), quienes refieren a procesos entrelazados de historia social y natural, de forma solidaria, complementaria o conflictiva, los cuales acaban por producir una multiplicidad de manifestaciones materiales y simbólicas en espacios categorizados como urbanos, periurbanos y rurales (o tipificados de otros modos).
2 Para Prats (1997), la eficacia simbólica de los referentes culturales depende de muchos factores, entre los cuales incluye como fundamentales: a) La contextualización de los símbolos en prácticas y discursos; b) el nivel de consenso de que gocen referentes y significados; c) la condensación de atributos y significados, considerando que la principal virtualidad de un símbolo es su capacidad para expresar sintéticamente (y emocionalmente efectiva) una relación entre ideas y valores.
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bién construcciones sociales dinámicas, aunque con razonable grado de fijación y permanencia3. Cada uno de los referentes simbólicos presenta rangos de significación que son históricamente variables en función de las matrices culturales4. En este sentido, los grupos hegemónicos en el ejercicio institucional del poder buscan imponer un sentido a este, pretendiendo influir en la totalidad de los sectores sociales. Pero estos procesos no son unidireccionales, y la disputa de los espacios simbólicos por parte de otros grupos impulsa la resignificación territorial y la lucha cultural. Como parte del territorio, las ciudades representan espacios multidimensionales de poder administrativo y económico, donde coexisten centralidades y periferias, entendiendo a estos como espacios que se encuentran al margen de la idea central de lo que constituye el sentido de la ciudad.
Por su parte, la literatura es un dispositivo que contribuye a disputar el sentido histórico de un territorio y, además, generan fuentes para el estudio de la historia política y social. Los textos literarios son de sustancia variada y sus mecanismos de influencia y disputa de sentido difieren según su tipología. Junto con autores que priorizan la adopción de una perspectiva exploratoria de problemáticas de orden estético (más de características teóricas y quizá metafísicas), coexisten otros que adoptan un perfil político, materialista y militante. Cabe considerar que la política condiciona las prácticas literarias, por medio de restricciones impuestas institucionalmente y por el compromiso militante de los intelectuales. Del mismo modo, siguiendo a Chartier (2005), los autores buscan fijar el sentido de una obra, aunque siempre la recepción distorsiona o da nuevos significados a lo creado. Rodolfo Walsh fue un escritor políticamente comprometido, que fue construyendo textos que bus-
caron visibilizar lo invisibilizado por los regímenes instaurados tras el golpe de Estado que derrocó a Juan D. Perón (1955). Su trayectoria es variada y, en el presente ensayo, únicamente se hará referencia a su trabajo Operación Masacre (1957), el cual significó la recuperación de voces que buscaron silenciarse, siendo una prueba del horror de un régimen dictatorial que buscó legitimarse como una “revolución libertadora” (1955-1958).
El trabajo se inscribe dentro del estudio de influencias en los procesos culturales provenientes de los procesos represivos y violentos de la dictadura autodenominada “libertadora”. Particularmente, ahonda en las disputas por la verdad, lo visible y lo invisibilizado, a través del estudio de la obra de Rodolfo Walsh Operación Masacre cruzando el discurso literario con los procesos políticos y sociales que interactuó. El objetivo es estudiar la forma en que la narrativa de Walsh disputa el significado del territorio, pretendiendo abordar la historia política desde el discurso literario. El método que se sigue es el análisis contextual, situando al texto históricamente. Por otro lado, se realiza una lectura inmanente de la obra, donde se la analiza conceptualmente, a los efectos de desbrozar el contenido y sus alcances. Asimismo, siguiendo a Gorelik y Arêas Peixoto, se pretende dar una perspectiva urbana a la historia cultural al asociar el texto a la construcción ideológica del territorio (fundamentalmente márgenes periurbanos). Metodológicamente, el trabajo comienza exponiendo las características principales de Operación Masacre de Walsh, donde se indaga en su estructura narrativa y el contexto de su emergencia. Posteriormente, se identifican adjetivaciones territoriales en la obra, tanto en la descripción de los personajes, como en el momento de narración de los fusilamientos. Finalmente, se estudia la forma en la cual Walsh entiende a los márgenes en los espacios urbanos,
3 Amadori y Di Pasquale (2013) observan que el problema de las identidades como objeto de estudio tiene un vacío historiográfico relativo, más allá de su importancia. Entienden que la causa radica en la carga negativa del término generada por las dictaduras latinoamericanas y sus miradas esencialistas y homogeneizantes de la misma. Por el contrario, habría que considerar a las identidades “como un coro polifónico, diverso y multiétnico compuesto por varias “voces” que interactúan y se transforman a lo largo del proceso histórico” (pp. 16-17).
4 Rosas Mantecón (2001) interpreta al rango de significación como un concepto que busca entender las relaciones entre los universos simbólicos legitimados y los diferentes actores sociales que expresan diferentes versiones ideológicas de una identidad político-cultural. La idea es tomada de Bonfil Batalla, quien la utiliza para la noción de patrimonio cultural, pero que resulta valiosa para entender los diferentes significados asignados a un mismo referente por grupos diferenciados.
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como territorios en disputa.
Las relaciones contextuales y el tono narrativo de Walsh Qué significaba este odio, por qué nos mataban así. Tardamos mucho en comprenderlo, en darnos cuenta que el peronismo era algo más permanente que un gobierno que puede ser derrotado, que un partido que puede ser proscrito […]. El odio que ellos nos tenían era el odio de los explotadores por los explotados Voz de Troxler en la película Operación Masacre (1971)5.
Operación Masacre de Walsh puede caracterizarse como un texto de no ficción, testimonial y probatorio cuyo fin es denunciar crímenes de Estado, es decir, hechos atroces que fueron ocultados por la dictadura cívico-militar y sus grupos de apoyo, que, por otro lado, buscaron legitimarse por medio de un discurso en el cual se asumían como libertadores y refundadores de la república. Justamente, la “revolución libertadora” (1955-1958) proclamó como finalidad la “desperonización” de Argentina, para lo cual implementó una política represiva donde el control del discurso resultó prioritario6. El peronismo fue nombrado como la “Segunda Tiranía”7, y la represión alcanzó tanto a los cuerpos como a los símbolos8. La construcción discursiva perversa de la “libertadora” buscó resignificar a la propia dictadura como una “revolución” enmarcada en una red de significados asociados a las ideas de libertad, democracia y república, y asimilar al gobierno constitucional anterior como una dictadura oprobiosa, represiva y fascista.
lidad ejercían la violencia organizada y la censura discursiva desde el Estado para reconfigurar un orden social que había sido transformado por los gobiernos constitucionales de Juan D. Perón (1946-1955). En este sentido, la finalidad del terrorismo seguido por los golpistas de 1955 a través de los bombardeos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la acción represiva de la “revolución libertadora” deben leerse en función de la implementación de un programa económico. El objetivo primario fue quebrar la resistencia para retrotraer los derechos sociales a la situación vigente antes del peronismo9. La intimidación y la demonización fueron instrumentos para asegurar la hegemonía y la legitimación de un modelo económico. Utilizanron la represión sistemática contra cualquier expresión que pudiera disputar oficialmente el sentido dado por el régimen. Pese a las prohibiciones, censura y clandestinidad del peronismo, los sectores populares (de forma muchas veces desarticulada) disputaron el sentido de lo legítimo en diferentes ciudades del país. Belinche y Panella (2010) rescataron dos fotografías que ilustran una movilización inorgánica de trabajadores en La Plata y en Berisso el 17 de octubre de 1956 . En la misma están ausentes las consignas prohibidas por el régimen, pero la movilización espontánea muestra la presencia de lo reprimido en el espacio público.
Walsh resulta una referencia del contexto anterior con respecto al rol del escritor y del intelectual, además de su grado de compromiso y participación política a través de sus textos. Operación Masacre es resultado de una investigación realizada con posterioridad al fusilamiento de un grupo de Rodolfo Walsh plantea un discurso alternativo civiles. José L. Suárez Castillo (2003) considera a en plena “libertadora”. Los “libertadores” en rea5 Secuencia final de la película “Operación Masacre” (1971) de Jorge Cedrón.
6 Un ejemplo institucional lo constituye la sanción del Decreto Ley Nacional 4161 de 1956.
7 Esta denominación por parte de la dictadura instaurada en 1955 fue tomada en la publicación del Libro Negro de la Segunda Tiranía (1958), que debía contribuir a la desperonización del país. 8 El secuestro del cuerpo embalsamado de Eva Perón (diciembre de 1955) por parte del titular de Inteligencia del Ejército, Moori Koening y otros dos militares resultó una acción dual (sobre cuerpo y símbolo). Véase, por ejemplo: Enrlich, Laura y Gayol, Sandra (2018).
9 De hecho, hay quienes interpretaron que el bombardeo de la Plaza de Mayo, sitio apropiado simbólicamente por los trabajadores movilizados el 17 de octubre de 1945, resultó un mensaje inequívoco dirigido contra los sectores sociales que servían de apoyo al peronismo (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación y Archivo Nacional de la Memoria, 2015).
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Walsh como el instaurador del género de no ficción o relato testimonial que acabaría por trastocar y repensar categorías tradicionales como realidad, ficción y verdad. Siguiendo un trabajo previo de Amar Sánchez, Castillo entiende a los textos de Walsh como producto del ensamble entre lo factual (denuncia del engaño perpetrado por la historia oficial) y lo narrativo (por las estrategias seguidas propias de la escritura de ficción). Los protagonistas de Operación Masacre asumen este rol de forma involuntaria, únicamente por haber sido parte de los hechos, sobrevivientes solo por lo arbitrario de la represión ilegal de la “libertadora” (Nofal, 2010). Crespo (2001) señaló que el autor trabaja empáticamente con sus personajes (hombres comunes y trabajadores), compartiendo preocupaciones y lenguajes. Es claro el compromiso de Walsh de disputar los hechos verdaderos con la dictadura y, por medio de estos, poner en duda la legitimidad del régimen.
La obra se compone de un prólogo y de tres partes donde se exponen los diferentes aspectos narrados: personas, hechos y evidencias. Como se observa, se parte de los sujetos hacia los procesos y, de allí, hacia las pruebas del delito. La primera edición (marzo de 1957) contó con un apéndice (“obligado apéndice”) donde refiere a la mentira como una “profesión”, no solamente del teniente coronel Desiderio Fernández Suárez (jefe de la Policía de la provincia de Buenos Aires en aquel entonces, quién según Walsh, mentía “matemáticamente cada dos renglones” [Walsh, 2001, p. 156]), sino a todo un conglomerado mediático (incluyendo a los diarios “La Razón” y “La Nación” de Buenos Aires; “El Día”, “El Plata” y “El Argentino” de La Plata) que propagandizó su discurso sin ningún cuestionamiento. La primera edición se cerraba con un “Provisorio epílogo”, donde Walsh expuso la forma en la cual se fue convenciendo de la naturaleza represiva y censora del régimen. En ediciones posteriores (y en función del contexto político), Walsh realizó leves modificaciones a la estructura de Operación Masacre, tal como describe Luppi (2016). La interpretación de los hechos realizada por Walsh apuntó a desenmascarar la verdadera natura20
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leza de la autodenominada “libertadora”. Al tomar un hecho real, controvertido y silenciado, el recurso de la ficción es el que permite activar este tema en el plano de lo real reinstalándolo en el debate político.
Para analizar la obra de Walsh, se siguió una idea de Bocchino (1999), quien interpreta que su producción periodística se localiza en un “territorio cercado”, es decir, en un espacio donde se juega la liberación o la muerte. Esta clave interpretativa resulta de importancia para aplicar también a Operación Masacre, dado que en esta el territorio es un espacio de lucha material y simbólica, donde bajo la superficie se esconden hechos tenebrosos. Participar, comprometerse e, incluso, encontrarse en un sitio incorrecto en un momento dado resulta peligroso para cualquiera. Por lo tanto, el territorio es construido como una superficie formal que esconde el horror. Bajo su fachada de verdad, se ocultan hechos repudiables que incluyen la represión ilegal y la muerte. La analogía que puede hacerse aquí con la “libertadora” es clara: así como la superficie urbana y periurbana ocultan procesos que suceden en el territorio, la forma en que esta dictadura se autodenominó buscó ocultar su verdadera naturaleza. Operación Masacre es un instrumento para visibilizar lo invisible en el territorio, exponiendo lo que se oculta tras la fachada de lo cotidiano y del discurso oficial. Lo que se juega “es la verdad de la ciudad” (Bocchino, 1999, p. 25). Las disputas discursivas y lo memorial
La disputa por el discurso, hechos y significados implica una forma de relación entre los grupos sociales y los procesos memoriales, desde los cuales se activan y legitiman las diferentes referencias simbólicas. Graselli (2011) sostiene que Walsh tomó "la necesidad de recuperar la experiencia histórica de lucha revolucionaria desde la perspectiva de los sectores populares y de batallar por la puesta en circulación de una valoración contestataria del pasado" (pp. 150-151). Por su parte, Nofal (2010) caracteriza la escritura de Walsh como testimonial, al disputar un territorio con estructuras propias en el espacio literario, donde aparece una identificación con categorías diferentes a la ficción simultáneamente que se reivindica la relación del
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arte con la política. Walsh ofrece, por tanto, una escritura testimonial ligada a la memoria social. En esta línea, cabe profundizar en los significados de los procesos memoriales.
resignifican ciudades y espacios. Por ejemplo, Belinche y Panella (2010) rescataron dos fotografías que muestran a Rodolfo Walsh en La Plata, ciudad en la cual tomó contacto con la historia de Livraga (“El fusilado que vive”)10. En este sentido, La PlaComo concepto, la memoria refiere a la presencia ta, que es una ciudad sin ligazón material con los mitificada de un pasado, donde aparece directa- fusilamientos de José L. Suárez, aparece ligada por mente vinculado a discursos referidos al recuerdo, el hecho anteriormente referido del contacto enel olvido, la nostalgia, las restituciones, sustitucio- tre protagonistas. Walsh estableció una dialéctica nes, presencias y ausencias. Badenes realizó un es- entre pasado y presente destinada a la recuperatudio sobre las relaciones entre los conceptos de ción de la memoria de luchas colectivas y de las historia y memoria, indagando en sus elementos huellas de los sectores subalternos, articulando la comunes, así como en las conexiones de estos con experiencia histórica de estos, y permitiendo que otras ideas y discursos. La memoria en particular el recuerdo legitime acciones contrahegemónicas se relacionaría con lo siguiente: (Graselli, 2011). Experiencia. Relación orgánica (viva). La vida, lo vivido; Fenómeno actual; Se extingue con la muerte; Comprende la vida de una persona y recuerdos familiares; Mítica. Lo sagrado. Es afectiva, mágica. Se acomoda a los datos que la confortan; Fluctuante o discontinua. Abierta a la dialéctica del recuerdo y el olvido. Inconsciente de sus deformaciones; Personal; No comprobable; Vulnerables a todas las utilizaciones y manipulaciones; Aspira a la fidelidad; Se expresa en la oralidad; Parte de la rememoración. (Badenes, 2012, p. 66)
Conectando Operación Masacre con los procesos memoriales, puede asumirse a esta obra como una escritura reparadora. Esta idea puede remitir a la historiografía de LaCapra (2005), quien teoriza sobre la narración de acontecimientos límites y entiende que “el conocimiento supone no solo procesamiento de información sino también afectos, empatía y cuestiones de valor” (p. 57). LaCapra sostiene la conveniencia en la vinculación conceptual entre el constructivismo histórico y el psicoanálisis para poder sortear las complejas relaciones entre sucesos límite, trauma, acting out, repeticiones, aporías, procesos de elaboración y transferencia. La elaboración del trauma es entendida como un esfuerzo que busca “articular o volver a articular los afectos y las representaciones de un modo que tal vez nunca pueda trascender la puesta en acto o el acting out de la disociación que incapacita pero que, en cierta medida, pueda contrarrestarla” (LaCapra, 2005, p. 64). Por este motivo, hay dos problemáticas significativas en esta línea: a) la referida a la intensidad de la distinción entre la víctima y el perpetrador y b) la confusión del yo y el otro que podría resultar en el acting out de la experiencia (y voz) de la víctima.
Tanto la historia como la memoria resultan elaboraciones y reelaboraciones del pasado. Son narrativas, operan desde un presente, tienen anclajes sociopolíticos, son selectivas e implican trabajos intelectuales. Ambas son elaboraciones de sujetos (individuales o colectivos) sobre el pasado construidas desde el presente. Lo que separa a la memoria de la historia es concretamente el método en que se construye el relato, el sentido de su construcción y la forma de representarse en el presente legitimando diferentes procesos políticos. En esta línea, la memoria sería más cronográfica que cronológica, al poder prescindir del calendario. Operación Masacre se propuso el rescate de la memoria de los fusilados, quienes, hasta ese momento, eran hombres con o sin militancia sin mayor exposición. El rescate y la reconstrucción de los sitios li- Las estrategias narrativas y formas de exponer gados a Walsh y los fusilados también forman par- los hechos por Walsh en el prólogo de Operación te de los procesos memoriales, desde los cuales se Masacre fueron estudiadas por Fernández (2013), 10 Una de las dos fotografías lo muestra jugando al ajedrez, lo que es ilustrativo del sitio (El Club de ajedrez) donde conoció la historia en dicha ciudad, tal como expuso en el prólogo de Operación Masacre. Las víctimas de la represión en La Plata fueron Carlos Irigoyen, Ramón R. Videla, Rolando Zanetta, Oscar Lorenzo Cogorno y Alberto Abadie.
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quien asume primero un papel de narrador homodiegético desde el uso de la primera persona del singular. La autora fue asociando, por un lado, los tiempos narrativos al narrador como literato/ escritor y, por otro, la articulación entre tiempos comentativos y narrativos en torno al periodista/ investigador. En su trabajo, señala que el acto de recordación, es decir, el proceso memorial, “pasa por distintas instancias conforme el hecho evocado, para tornarse, en un momento, en ‘no olvidar’ y finalizar con ‘no querer recordar’ ” (Fernández, 2013, p. 136). Confrontación de lo legítimo y visibilización de lo invisible
Para poder entender la forma en la cual el intelectual es condicionado por un inconsciente cultural en el contexto de realización de su obra, Bordieu aporta la noción de habitus. Esta dimensiona la inculcación de una serie de disposiciones socialmente constituidas y de carácter duradero en los individuos, que resultan un "principio generador y unificador del conjunto de prácticas y de las ideologías características de un grupo de agentes" (Bordieu, 1983, p. 22). La idea se sustenta en que los sujetos que conforman una sociedad actúan según sistemas internalizados que los condicionan de forma objetiva. En otras palabras, sus acciones se encuentran reguladas, pero no de forma consciente o racionalizada, sino obedeciendo reglas que formarían parte de un inconsciente cultural. De la lectura de Operación Masacre, se desprende que esta obra presenta elementos que remiten al contexto social y político de la época de forma directa; por lo cual, la posición de Walsh es unívoca en el sentido de confrontar con el poder establecido. Walsh, a lo largo del tiempo, ofició como traductor, periodista, novelista, investigador y militante político comprometido. Tomassoni (2010) analiza a Walsh como autor (es decir, desde sus producciones) y la forma en que fue construyendo su posición ideológica y su militancia, desde su antiperonismo inicial (que incluyó el reconocimiento del “valor” de un aviador caído durante los bom-
bardeos a Plaza de Mayo) hasta sus relaciones con Montoneros, siendo la bisagra la investigación de Operación Masacre. Pese a que inicialmente apoyó a la "libertadora", al poco tiempo se encontró rompiendo con el régimen, lo cual es pensado por Tomassoni como un primer paso en "la construcción del intelectual de izquierda que finalmente fue" (Tomassoni, 2010, p. 2), a partir de indagar en la historia del "fusilado que vive". Este hecho significó para Walsh una transfiguración de su identidad política, porque lo que entendía “verdadero” no lo era, encontrándose “la verdad” ocultada por el régimen. En el prólogo de Operación Masacre, Walsh cuenta cómo fue su encuentro con Livraga: “Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos donde ha quedado flotando una sombra de muerte. Me siento insultado, como me sentí sin saberlo cuando oí aquel grito desgarrador detrás de la persiana” (Walsh, 2001, p. 16). La referencia al grito desgarrador tras la ventana refiere a un conscripto que, antes de morir, rogó a sus compañeros que no lo dejaran solo, en el marco de las ejecuciones realizadas por la “libertadora” meses atrás, durante el levantamiento del general Valle. En ese momento, Walsh quiso olvidarse del hecho, invisibilizarlo frente a sí mismo. Con el relato de Livraga, no pudo hacerlo y, a partir de ese momento, se convirtió en un escritor dedicado a rescatar del olvido los testimonios de las víctimas de la represión. Por otro lado, Tomassoni (2012) señala que Operación Masacre cambió la vida de Walsh no solo en lo personal y en lo literario, sino en lo material. A partir de esta obra, se mudó de casa, se compró un arma, cambió su nombre, contaría con un documento falso, iniciaría un itinerario de viajes que incluiría a Cuba y desarrollaría proyectos de prensa comprometida. La dictadura cívico-militar buscó construir simbólicamente la ciudad desde ideas asociadas, por un lado, a la desperonización y, por otro, a la reafirmación ideológica de una identidad liberal (expresada incluso mediante el cambio de la Constitución Nacional)11. Los procesos legitimantes (y deslegitimadores) alcanzaron diferentes aspectos de las relaciones sociales, entre los cuales apare-
11 La Constitución Nacional surgida de la reforma del año 1949, en el marco del gobierno constitucional de Juan D. Perón, fue
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ce lo urbano, donde también se construyó lo que podría denominarse una ciudad legítima, por un lado, y una ciudad invisible, por el otro. La primera sería aquella a la cual se asocian las ideas y valores presentes en el relato de la “libertadora”, es decir, el retorno a la senda liberal, a la república, a una concepción de Argentina integrada al “mundo” occidental (y a sus organismos multilaterales)12, a un modelo fundado en la agroexportación (con su contrapartida urbana en la ciudad puerto ligada al mundo financiero y la burguesía comercial). Por otro lado, queda una ciudad invisible, que es la ciudad de los marginados, la de los derrotados por la vuelta de la “libertad”, la ciudad de los trabajadores, la periferia y el margen de los sectores populares, los sitios que aún resistían defendiendo a “El General” y a “Esa Mujer”.
Activación simbólica del territorio en Operación Masacre
En Operación Masacre, se observa la creación por parte de Walsh de climas narrativos oscuros, sórdidos, donde la adjetivación de los espacios resulta ligada a las disputas de sentido. Siguiendo a Tomassoni (2012), la dimensión espacial se manifiesta en diversas formas, siendo la base para la construcción de ideas como el exilio (interno o externo): "El exilio es un traslado, de un lugar a otro. De un espacio amenazado a una zona libre" (p. 1). Pero resultó que, para los sectores sociales que sirvieron de apoyo al peronismo y que resultaron perseguidos por la “libertadora”, la zona libre resulta difusa o imposible de identificar. Tomando una imagen de Jorge Abelardo Ramos (1972), lo que sucedió es que, bajo los antiperonistas libertaEl crimen narrado en Operación Masacre funciona dores, “el país entero se convierte en una prisión” como soporte para exponer las relaciones sociales, (p. 234). asociando crimen y política, adoptando un tono de la resistencia frente al poder hegemónico, al salir- Los márgenes son una parte periférica de las ciuse de la mera reproducción del discurso dominan- dades, que sirven como espacios de vinculación te y legitimado por la “libertadora”. Rodríguez Sán- entre lo urbano y lo rural. El concepto tiene una chez (2015) apela al concepto de "desgarramiento carga ideológica fuerte: no es equivalente a peidentitario", idea que historiza la sensación de des- riurbano, dado que refiere a procesos que no negarramiento de la identidad subjetiva respecto a cesariamente están reglados por la misma lógica una versión ideológica de una identidad nacional, construida en los centros. El margen sirve para el cual sobreviene porque el sujeto percibe que es repensar los procesos centrales y explorar interagredido por los autores del discurso oficial. Por pretaciones alternativas de una ciudad y del poder lo cual, lo que se produce es una confrontación al que reside en esta. Pese a su presencia material, discurso oficial, es decir, a los mitos, valores y sím- su visibilidad para diferentes sujetos es difusa. Los márgenes son invisibles desde el centro, sitios olbolos legitimados por quienes ejercen el poder. vidados o secundarios de un espacio urbano. No Walsh plantea una lectura diferente, impulsando la son lugares secretos, por más invisibilizados que lectura dual de lo común. Es así que Rodríguez Sán- se encuentren para diferentes sectores sociales. chez (2015) entiende a Walsh como un narrador Al no ser secretos, son parte del imaginario social, de la "identidad periférica", construida por fuera ejerciendo una influencia sobre este. Bocchino del discurso oficial, como una periferia cultural y (1999) interpreta que la represión también “depolítica (más que territorial). En esta línea, Walsh bía ser clandestina pero no secreta” (p. 28), donde dio voz a una identidad periférica, expresándola y se borrara cualquier indicio o huella visible de las contribuyendo a darle forma y sustancia, constru- acciones, pero, simultáneamente, debía también yéndola como un discurso de la resistencia. trascender para generar terror en la sociedad, en derogada por los golpistas mediante la Proclama del PEN del 27 de abril de 1956, Pedro Eugenio Aramburu. En el mismo acto, la dictadura declaró vigente la Constitución sancionada en 1853 (art. 1).
12 Bajo la dictadura de Pedro E. Aramburu, Argentina ingresó al Fondo Monetario Internacional (FMI) el 19 de abril de 1956. En esta línea, el primero de los seis ciclos identificados por Brenta (2008) de "ajuste y estabilización" del FMI en Argentina corresponde al período 1956-1958.
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especial en los sectores trabajadores que sirvieron de apoyo al peronismo, buscando su derrota material y moral. Desde el comienzo de la narración sobre los sujetos (en la “primera parte” de la obra) queda plasmada esta idea de margen, al referir a los sitios cotidianos de Nicolás Carranza, militante peronista, quien transitaba con bajo perfil, buscando ocultarse, por las “calles de tierra” de Boulogne cercanas a su hogar, como la “barriada ferroviaria”. De Boulogne era Francisco Garibotti, también ferroviario, quien va junto con Carranza hasta Florida, caminando por la “larga calle” Guayaquil hasta la estación de tren, en una escena prácticamente sin testigos. Walsh juega con la idea de lo oculto cuando refiere a la atmósfera de los márgenes, de sitios donde el Estado no tiene la misma presencia que en los centros y proliferan, entonces, los “muchachones bravos” en ambientes que son descritos por el autor como “tempestuosos”. Los lugares de los márgenes no son homogéneos, sino que tienen matices. Así como puede haber calles de tierra y carencia de servicios en barriadas obreras, también hay sitios intermedios que componen los márgenes. Walsh allí refiere a la zona de Florida, que quedaba cercana a la Estación (lugar de residencia de Horacio di Chiano y de Giunta), la cual contaba para entonces con calles y veredas pavimentadas, aunque con pozos, con servicios básicos pero prestados de forma deficiente. En otras palabras, se trataba de barrios de sectores trabajadores mejor posicionados que los otros (probablemente con mayor jerarquía dentro de una rama de la actividad), caracterizados por los contrastes de los baldíos con las viviendas tipo chalet. Estos lugares son materialmente periféricos con “esquinas mal iluminadas […] [y] charcos con desagües” (Walsh, 2001, p. 28), aunque sus habitantes culturalmente se sienten más cerca del centro: el trabajo complementado por momentos de ocio, charlas sobre temas políticos, práctica de deportes, participación en iniciativas barriales. En este caso, el margen está identificado por la menor presencia del Estado para la realización de obras en comparación con otras áreas más densamente pobladas o centrales. Para subsanar (o disimular) estas carencias, los vecinos organizados voluntariamente para la realización de acciones barriales caracterizan también a un tipo de margen urbano. 24
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Adicionalmente, una cierta referencia al esfuerzo y a la abnegación forma parte del imaginario social de sus habitantes, graficado, por ejemplo, en la forma en que se presenta la vivienda de Giunta, descrita como “apacible” y producto de su “esfuerzo”.
Por otro lado, otros márgenes se representan al introducir otros personajes. Así, se alude a Munro como un barrio periférico donde habita el suboficial Díaz, quien es descrito socialmente como alguien provinciano (es decir, un migrante interno radicado en la periferia) y moreno (lo que despectivamente sería considerado “un negro” por parte de los grupos elitistas). En este caso, la composición física y ocupacional de Díaz, quien ocupa roles subalternos en su actividad, termina sirviendo como clave para interpretar la idea de margen del barrio donde habita. Aún hay márgenes más precarios, como donde habitó Vicente Rodríguez: “Casa pobrísima que alquila, rodeada de ese paredón sucio, con ese terreno inculto donde picotean las gallinas […]” (Walsh, 2001, p. 40). En síntesis, la heterogeneidad prima a la hora de considerar el margen en la obra de Walsh. Lo que tienen en común estos sitios es, en mayor o menor grado, su lejanía del centro, material y simbólica. La idea de margen excede la propia consideración de territorio periurbano, en especial, cuando a ese espacio se le asignan por metonimia una serie de valores asociados a una tragedia (como la aludida en la obra). Esto queda claramente contrapuesto en su descripción de “El fin del viaje”, donde un espacio periurbano (un margen casi rural) no asociado a un hecho determinado es descrito de la siguiente forma: “[…] un descampado de cuatro o cinco kilómetros, un verdadero desierto en la noche, que hasta tiene un puente sobre un río [...]” (Walsh, 2001, p. 67). Pero esta descripción es diferente cuando en el lugar aludido se realiza una masacre: De un lado la calle tiene una hilera de eucaliptus, que se recortan altos y tristes contra el cielo estrellado. Del otro, a la izquierda, se extiende un amplio baldío, un depósito de escorias, el siniestro basural de José León Suárez, cortado de zanjas anegadas en invierno, pestilente de mosquitos y bichos insepultos en verano, corroído de latas y chatarra. (Walsh,
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2001, p. 68) (El subrayado es mío)
Es notable la diferencia existente no solo en la adjetivación, sino en el tono mediante el cual se expone el lugar. Uno representa un escenario neutro, cuya lectura no tiene otro fin más que contextualizar un lugar; en el segundo, el sitio cobra otra densidad, otra dimensión ligada a lo terrible de la existencia, dado que ese basural es reflejo de la masacre. Esta no podría verse en un lugar que no fuera igualmente siniestro.
Los márgenes dan lugar a un imaginario asociado a lo subalternizado. Gran parte de las víctimas de Operación Masacre habitan en los márgenes, los cuales comparten su tejido social plebeyo (trabajadores manuales, calificados, oficios liberales, suboficiales, clase media) más allá de sus diferencias. Son el escenario donde se representan simbólicamente clases y grupos sociales con intereses antagónicos del grupo en el poder, independientemente de que los sujetos expresen mayor o menor (o nulo) compromiso político. Walsh observa que en el marco de la autodenominada “libertadora” (inicio de lo que el mismo Walsh llamó “la segunda década infame”): “[...] pocas veces se ha visto aquí ese odio, pocas veces se han enfrentado con claridad dos clases sociales” (Walsh, 2001, p. 135). Tal como se observa, hay una multiplicidad de periferias, donde las mismas están asociadas a una clase o grupo social, a un grado de intervención del Estado o a una densidad poblacional. Estos territorios cambian su carácter, se reinventa o activa, al producirse en los mismos determinados hechos. Por esto, el espacio marginal donde se realizan los fusilamientos cobra un carácter tétrico: el sitio mismo acaba por representar simbólicamente la propia masacre. Conclusiones
La ecritura testimonial de Rodolfo Walsh en Operación Masacre puede caracterizarse como reparadora en el marco de procesos memoriales, por exponer la verdadera naturaleza del régimen cívico-militar impuesto en 1955. Además, significó la consagración de Walsh como intelectual políticamente comprometido en la construcción de un relato contrahegemónico. La obra confrontó y con-
tribuyó a deslegitimar frente a diferentes sectores sociales el discurso oficial de la “libertadora”. Este último se encontraba asociado a una red conceptual que buscaba legitimar a la dictadura resignificándola como una revolución que había derrocado una tiranía, y que tenía por fin restaurar la libertad, la democracia y la república. Frente al aparato propagandístico de la “libertadora”, Walsh reconstruyó el verdadero horror de la represión clandestina que aparecía invisibilizado y oculto, aunque no resultara secreto. En este sentido, Operación Masacre puede ser interpretado como un instrumento de resistencia a la propaganda del régimen, sirviendo de apoyo discursivo a los movimientos populares que lucharon contra la dictadura instaurada y su idea de desperonizar al país. Bibliografía
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ENTREVISTA Entrevista a Juan Carlos Ubilluz
Equipo Retentiva
Retentiva: Buenas tardes Juan Carlos Ubilluz, reciba un cordial saludo de los miembros de la revista Retentiva. Agradecemos el tiempo y espacio brindado. Iniciamos con las preguntas. Juan Carlos Ubilluz: Gracias a ustedes, más bien. Sí, sí, adelante.
R: Nuestro segundo número abordará la memoria y el testimonio. En ese sentido, ¿cómo usted definiría, desde su formación, ambos conceptos?
JCU: Yo creo que no lo podría definir de una manera demasiado original. En principio, memoria aparece como un término que suplementa a la historia. Para Dominic Lacapra, la historia puede correr el riesgo de estar demasiado alejada de los sentimientos de aquellos que estuvieron involucrados en sucesos del pasado, pero la memoria puede suplir eso —con el riesgo de estar demasiado cerca—. Digamos que la historia puede ser demasiado aséptica, mientras que la memoria y el testimonio pueden estar demasiado cerca, de manera que podría arriesgarse a las lágrimas o a alguna formulación sin ningún tipo de sentido. Me parece que la memoria se propone como un suplemento más cercano hacia sucesos terribles y, como sugiere Enzo Traverso, empieza a cobrar momento en los años 80, y, más aún, después de la caída del Muro de Berlín. Una vez que cae la propuesta socialista de la Unión Soviética, empieza una revisión de la memoria de todos los problemas que pueden haber existido en el pasado. Entonces, diría que la memoria ha existido siempre como un complemento de la historia, o, incluso, como parte de ella, dirían muchos. Pero hay que saber que los estudios de la memoria se empiezan a encender, en el mundo, en torno a la caída del Muro de Berlín.
una contradicción entre la memoria y la historia. La historia da una visión, posiblemente, más objetiva y científica, mientras que la memoria es subjetiva e individual, y se caracteriza por la oralidad. Por esta línea también va el testimonio, ¿qué nos puede comentar sobre ello?
JCU: Los testimonios son parte de las comisiones de la verdad. No tengo una gran teoría sobre lo que es el testimonio, pero digamos son parte intrínseca de las Comisiones de la Verdad desde Núremberg en adelante. Son los testimoniantes quienes darían una información de primera mano de los sucesos violentos que han ocurrido en el pasado. Agamben sostiene que el testimonio más puro es precisamente el que no se puede dar, que es el testimonio del musulmán, aquel que en los campos de concentración nazi sencillamente se arrodillaba ante la adversidad y su cuerpo poco a poco se volvía infecto, poco salubre y finalmente moría. Ahí es donde podría haber un testimonio puro, pero el testimonio viene, sobre todo, a partir de los sobrevivientes, y los sobrevivientes dan cuenta de primera mano de algo que a ellos los ha afectado también. R: En su libro Sobre héroes y víctimas reflexiona sobre el “giro ético”, ¿qué nos puede mencionar sobre esta categoría? ¿qué diálogos podría tener el giro ético con la memoria y el testimonio?
JCU: Digamos el giro ético es un tipo de pensamiento que propone la centralidad no del héroe y la fiesta emancipadora, sino que su centro es más bien la víctima. La víctima asciende a la palestra y mejor si es una víctima químicamente pura. La víctima ha sufrido, es el cuerpo al cual se le ha hecho daño, es una entidad que se le ha negado la libertad, la dignidad, la vida, etcétera. Entonces, R: Varios libros y críticos mencionan que existe hay una identificación con la víctima, porque las 28
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víctimas abundan en diferentes perspectivas y, digámoslo así, abundan en el proyecto de emancipación. Hay una identificación con el sufrimiento de la víctima. Lo más real que hay en el mundo parece ser el sufrimiento de la víctima, y eso inmediatamente gira nuestra atención sobre los sucesos que han ocurrido en el pasado. Un ejercicio que puede parecer un poco lúdico e irrespetuoso es pensar lo siguiente: ¿cómo hubiera narrado Homero el conflicto armado? ¿Hubiera hablado de las gloriosas Fuerzas Armadas del Perú, los bravos, valientes y dignos ronderos y la furia estremecedora de Sendero Luminoso? No digo que hay que narrar las cosas así, como lo hace Homero, para nada. Pero pensemos cómo Homero hace toda una épica de una guerra, y la manera cómo nosotros nos hemos enfocado; es decir, los presupuestos con los cuales, posteriormente a la caída del Muro de Berlín, muchos exponentes de la memoria se enfocan en las guerras del pasado. De manera que la categoría del héroe es francamente destituida. Anteriormente mencioné como ejemplo los sobrevivientes o familiares sobrevivientes de la guerra civil española, los combatientes en Uruguay, Argentina, etcétera. Todo aquello que tenía un ribete de heroísmo en el pasado se deja de lado para poder pensar en este mundo que estuvo repleto de horror. Tenemos, por ejemplo, el fascismo y sus víctimas, pero no tenemos a las luchas antifascistas que hubo o los movimientos antifascistas y sus luchas a lo largo del siglo XX, o incluso el avance del Ejército Rojo, o el avance de los soldados norteamericanos. Digamos que nos empezamos a preocupar por la víctima y pensamos casi inmediatamente que cualquier cosa que ponga en riesgo la paz es algo que inevitablemente va a conducir al desastre. Entonces, el reflejo emocional, me parece, para decirlo de algún modo —que no ocurre con todas las personas que escriben bajo la memoria—, es no mover las aguas demasiado porque lo principal no es el enfoque de cambiar el mundo, sino en evitar que las víctimas sufran, y, en una guerra o en un movimiento cualquiera, puede, en efecto, moverse las cosas de manera en que haya víctimas. Por esta razón, me parece que esa es la categoría central del giro ético y, en ese sentido, hay una visión de la historia que tiende a la circularidad: hay un cuento moral en el que todos los proyectos de emancipación, en la que se ha usado la violencia o la ilegalidad, conducen inevitablemente al desastre, en consecuencia, lo
que siempre se repite es el desastre de manera circular. Sin duda, muchas revoluciones han conducido al desastre, es innegable, pero tenemos ciertos procesos, como las tomas de tierras campesinas, que no han sido el desastre, o movimientos que no se han convertido en el infierno de la tierra. Entonces, mientras que en los proyectos de emancipación había esta lógica lineal en que la revolución podía hacernos avanzar hacia un mundo mejor, en el giro ético, la idea es que el mal se repite una y otra vez. En ese sentido, hay una circularidad del mal: el mal y el desastre se repiten, por lo tanto, lo mejor es no arriesgarse demasiado con estos proyectos emancipatorios.
R: En su libro habla sobre el giro ético, lo critica e incluso menciona que es un vicio en la actualidad. ¿Podríamos considerar que el giro ético es como una piedra en el zapato dentro de los estudios de memoria que limita el hecho de repensar la heroicidad y el motor de cambio y solo se vincula a la historia, pero desde una visión trágica? En ese sentido, ¿es un limitante en los estudios de memoria? JCU: No sé hasta dónde extenderlo o hasta qué punto se extiende esta visión limitante del giro ético. Yo no diría tanto trágica, sino más bien patética: una visión patética de la historia. Tengo la impresión de que está bien expandido. Del conjunto de novelas que he leído sobre el conflicto armado —no quiero dar números—, diría que el 80% están inscritos dentro de esa lógica. Entonces, lo que quería decir en Entre héroes y víctimas es básicamente lo siguiente: ¿hay una lógica para escribir los textos?, ¿hay una lógica política para abordar estos problemas? Por ende, hay que dar cuenta de esto, como dirías tú, de limitantes. Estas guías de dirección que nos llevan hasta ciertas conclusiones debemos conocerlas para poder hacer algún esfuerzo y buscar una manera diferente de interpretar las cosas. En el caso —y hay que ver cómo se engarzan las cosas— de los derechos humanos, que asociamos nosotros con el giro ético o con la memoria y la defensa de los derechos humanos —ahora que tenemos una ministra de la Cultura muy asociada a los derechos humanos—, no siempre han funcionado unidos de la manera que hoy lo vemos. En algún momento, durante la Revolución francesa, los derechos humanos eran parte de la revolución, y [también] en la izquierda ENTREVISTA
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latinoamericana. Incluso la izquierda siempre, durante las dictaduras militares, ha apostado por los derechos humanos, sobre todo en situaciones en las cuales veían que no podían ganar, pero había esta apuesta por los derechos humanos. Entonces, los derechos humanos no son inmediatamente el giro ético; los derechos humanos pueden ser una bandera para realizar diversos cambios sociales. Lo que he querido mostrar en mi libro es qué pasa cuando los derechos humanos se engarzan al giro ético o a la idea de que lo principal es la víctima, por ejemplo, la Revolución francesa se realizó en nombre de los derechos humanos, la libertad y la solidaridad mundial, muchas cosas estaban permitidas, se podían correr riesgos, incluso vida de la gente. Mi preocupación es cuando los derechos humanos están asociados a la idea de que, precisamente para proteger la vida de la gente, nosotros no debemos emprender ninguna acción demasiado riesgosa. Entonces, hay que ver qué se engancha con qué; un discurso no tiene un significado inmediatamente, sino el discurso tiene un significado con aquellos otros discursos con los cuales se puede asociar. En alguna época, estuvo asociado a la revolución; en nuestra historia, se halla más asociado al giro ético.
escribir sobre el conflicto armado desde la política de la emancipación sin asumir la posición senderista? O sea, el libro de cuentos de Hildebrando Pérez Huarancca está firmemente asociado a la ideología senderista. El punto es cómo es que podemos escribir desde esa posición sin caer en esa ideología. Me parece que es un problema que habría que resolver. También hay algunos que escriben desde la posición de la Fuerzas Armadas, como el oficial Freyre [con su libro] Desde el valle de las esmeraldas, donde rescata el valor de los soldados en la lucha contra Sendero. Entonces, hay escritos que se pueden ver por fuera del giro ético. Curiosamente las cosas se invierten más en la literatura que en la realidad, lo cual no es malo. Digamos que, en la realidad peruana, si uno toma una encuesta: “¿Usted está por los senderistas o el Ejército?”. Yo diría que un gran porcentaje, 60% del Perú, estaría del lado del Ejército, aquellos que defendieron la República. En realidad, habría un gran porcentaje de indecisos, un pequeño porcentaje que estaría de lado de Sendero —muy pequeño—, y un porcentaje pequeño —más grande que el de Sendero, por supuesto— que está asociado a órganos culturales que tienen resonancia, y esa sería la perspectiva de la memoria: el pensar las cosas a partir de que hubo excesos de parte del Ejército y de parte de los R: En la literatura peruana se evidencia una clara senderistas, pero que tenemos que apostar a supeproliferación de obras sobre el conflicto armado. rar ese horror, a recordarlo para no volver a repeComo usted ha mencionado ahora —y también en tirlo. En la literatura o en la producción cultural o su libro—, considera que la mayoría de ellas par- artística de nuestro país, la cosa se invierte, sienten desde la dimensión del “giro ético”. Pero, en do la opción mayoritaria la seguridad nacional: el todo caso, ¿habría obras que evidencian una rup- Ejército nos defendió de la locura senderista. En la tura con el giro ético y plantean una visión diferen- literatura y el ensayo es mínimo, y del lado del cine te?, ¿algunas que pueda mencionar? inexistente. JCU: Hay muchas. Por ejemplo, recientemente, Alarcón, que ha sido premiado una beca importante para genios, en su libro de cuentos Guerra a la luz de las velas, responde a una perspectiva mucho más emancipatoria, arriesgando quizás idealizar los momentos de la guerrilla. O también podemos pensar en Julián Pérez Huarancca e Hildebrando Pérez Huarancca, más cercano a la posición de Sendero. Hay muchos que escriben desde la política de la emancipación, y el problema ahí es cómo puede uno escribir, porque es un problema y los problemas están hechos no para inhibirlos, sino para resolverlos. El conflicto es ¿cómo podemos 30
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Hay un grupo pequeño que escribe desde la política de la emancipación y cerca de Sendero. Colecciones de cuentos de senderistas, personas que de algún modo han estado cerca al senderismo; pero la perspectiva de la memoria la más importante. Aquello que es más minoritario en la realidad, es mucho mayor cuando uno llega a pensarlo desde el punto de vista artístico-cultural.
R: Usted menciona que es un problema sobre cómo escribir sobre Sendero sin apoyar su ideología. No obstante, el Estado puede hacer creer, posiblemente, que el libro es una apología al terrorismo
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cuando en realidad no lo es. Eso también podría dactó hace poco sobre la polémica surgida por el ser un problema para tomar en cuenta. destino del cuerpo de Guzmán y su conexión con Antígona. JCU: Sí. Digamos que escribir desde el proyecto de emancipación es ver cuál fue el entusiasmo inicial JCU: No veo tanta conexión con el libro. Digamos por Sendero, qué fue lo que capturó a varias perso- que el texto con respecto a Guzmán simplemente nas y entusiasmó a muchos jóvenes. Primero, ¿qué trataba de decir que sí hay relación entre Antígoes lo que hubo allí?; segundo, escribir desde la po- na y el caso que acabamos de vivir. Por supuesto, lítica de la emancipación no quiere decir tampoco y con muchas variantes, hay relación a diferencia desde Sendero, más allá de su ideología. Me refiero de autores y pensadores que han dicho que no tiea este comentario que escribió Bermejo acerca de ne nada que ver una cosa con la otra. No se puede que Sendero nunca fue mayoritario y nunca pudo pensar en una Antígona como Elena Iparraguirre y hacerse de las grandes unidades sindicales del no hay nada de justicia cósmica en este episodio de Perú. Lo que hacía Sendero era precisamente ata- la vida nacional como sí lo habría en Antígona. Por car las agrupaciones sindicales del Perú porque no ello, he tratado de decir que aquí hay muchas copodía adueñarse de ellas. Y podríamos pensar que, sas de la tragedia que nos permiten pensar en este desde el punto de vista sindical, es donde tenemos problema y lo más resaltante es que gran parte de también la política de la emancipación. Así que la opinión pública, políticos de derecha, incluso izuno podía escribir una novela o relatos desde la quierda, básicamente se han puesto en la posición política de emancipación o desde el punto de vista de Creonte de no querer enterrar por nada el cade las organizaciones sindicales en su lucha tanto dáver de Polínices y el Estado ha desaprovechado contra el Estado como con Sendero y eso también una gran oportunidad de aparecer como humapodría ser una solución. Sin embargo, ponerte en nitario más ético y digno que Sendero Luminoso. esa posición es visto inmediatamente malo por las Pudo haber jugado una carta, por ejemplo, decir: razones que mencionas: las acusaciones que pue- “Nosotros seremos más humanitarios que Sendeden venir del Estado, terruqueando a personas que ro y vamos a enterrar a Guzmán, etc”. Pudieron no tienen nada que ver con los terroristas. Vemos hacer algo de esa naturaleza, pero por supuesto, cómo se terruquea a la actual ministra de la cultu- el problema es que el Estado mismo estaba siendo ra o cómo se terruquea a la ministra de la mujer y terruqueado: sospechoso de [mantener vínculos eso era una angustia cuando yo estaba escribiendo con el] senderismo, de que Movadef se haya infilmi libro. trado [en el gobierno]. Entonces los medios, políticos de derecha y una corriente de la opinión públiMi libro es una crítica al giro ético y ahí entran va- ca estaban presionando al gobierno a probar que rias personas que están en la memoria, algunos que ellos no eran senderistas. Lo que ocurrió fue que están en los derechos humanos, etc. Claro, para mí simplemente se sumaron a esa ley que se originó no ha sido fácil escribir haciendo esa crítica cuan- en el Congreso. do esas personas están siendo perseguidas por el Estado. No siempre el Estado, pero están siendo La otra relación que se puede ver es que Creonte terruqueados a sus anchas. La manera como se —por su inflexibilidad, obstinación y odio que le terruquea impuramente es desastrosa y claro, la tenía a Polinices o algún infractor del orden cualgente no quiere ponerse en esa posición. No quiere quiera— lleva todo esto hacia un destino trágico. arriesgarse a ver héroes en el movimiento social, En el caso de Perú, no nos ha conducido todo esto a no quiere ver héroes ahí. Esa es una de las razones un destino trágico, por supuesto, pero sí le ha dado por las cuales no se escribe al respecto. Me parece más cabida a argumentos como que el Estado no que tienes razón en ese caso. respeta los derechos humanos, que es un Estado que ha actuado con odio incinerando el cuerpo de R: Por otro lado, qué relación podría tener su pro- un enemigo vencido. Todo eso pudo haberse evipuesta del giro ético con respecto al texto (Antí- tado si el Estado actuaba sin miedo. El ejecutivo gona y el no-entierro de Abimael Guzmán) que re- ha actuado con miedo. Desde el punto de vista de ENTREVISTA
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la derecha radical, que es donde se origina todo esto, si hubieran actuado con un poco más de calma, quizás no habrían permitido que se victimice a Guzmán y eso es lo que, hasta cierto punto, han hecho. En este momento no se siente de la historia, pero en la historia nadie sabe para quién trabaja. Los fantasmas, de alguna u otra manera, regresan siempre. Entonces, lo que me preguntaba en mi artículo es que si no hubiera sido mejor darle una modesta tumba a Guzmán, una tumba incluso resguardada para que no se realice ninguna celebración ahí, en vez de hacer todo este gran teatro en el cual han permitido que a Guzmán se victimice.
eso es una utopía de realización personal. Entonces, las utopías ya sean a nivel colectivo, sistema o a nivel individual, existen siempre; no es algo que se pueda evitar; está ahí. Lo que está en juego es si debemos nosotros creer en utopías de un mundo distinto, utopías que implicarían un cambio en este mundo. Eso es lo primero que hay que saber.
La crítica es a las utopías que proponen algún cambio, no a las utopías en general porque estas están en todas partes. Hay una nueva reedición de la utopía andina, por ejemplo: las comunidades andinas tendrían una comunicación ancestral y mejor con la naturaleza. Hay utopías con respecto a otro R: Consideramos que, en este contexto, la opinión mundo, sobre todo las ecológicas, pero, cuando no pública ha evaluado el “no-entierro” desde una hay utopías que congregan a mucha gente o que posición ética, preguntándose ¿cómo puede ser movilicen una época, quizá lo que aparece es un posible que se entierre a alguien que fue culpable pensamiento distópico. Por eso nuestra cultura de la muerte de miles de personas? Esto, en con- está llena de películas del fin del mundo, de zomsecuencia, ha generado, lo que usted menciona: la bis o series [de este tipo], como The Walking Dead victimización de Guzmán. Asimismo, la posición en la que privilegian las distopías. Se presupone defensora de la víctima que considera justo el no que la catástrofe ecológica ocurrirá, sufriremos entierro, terminan, finalmente, encontrando que, y tendremos que cambiar nuestro modo de vida, el personaje, a quien odian, se convierte en una pero no podemos pensar en cambiar las cosas o víctima. en hacer alguna porque parece no viable. Todas las alarmas han sonado con respecto al cambio climáJCU: Sí, de acuerdo, pero no ahora, como dices tú, tico (lo que se viene encima), pero parece que el sino diferido. Pero claro, no sabemos hacia dónde tren capitalista fuera una cosa totalmente necesava el desarrollo histórico. ria y que no se puede realmente poner un freno. Entonces, yo diría que, ante la falta, quizás de una R: A través del tiempo se evidencia la agonía de la utopía que pueda congregar a las mayorías, lo que idea revolucionaria, tema que usted ha reflexiona- aparece es un pensamiento distópico. do y desarrollado constantemente en varios de sus textos En la actualidad, ¿cuáles son aquellas prác- Ahora, ¿se debe creer en utopías?, ¿son peligroticas que se deben asumir para direccionar la revo- sas? Bueno, todo es peligroso, cruzar la calle es lución a la búsqueda de la emancipación? ¿Todavía peligroso. Precisamente peligroso es seguir como podemos creer en utopías? estamos. La utopía puede ser peligrosa, pero hay que decir lo siguiente: una utopía sostiene un deJCU: Comencemos por el final. No es que todavía seo político. Las utopías no son utopías como la se puede creer en utopías, sino que siempre hay de Tomás Moro, donde hay un plan preciso sobre utopías. Las utopías existen ya en la sociedad, exis- lo que debe ser la sociedad. No, las utopías son ten en el sistema mismo. Utopías existen en Esta- otra cosa, son vagas ideas o vagas imágenes de un dos Unidos con Disneylandia que es el lugar don- mundo mejor. En ese sentido, me parece que no es de las cosas funcionan de manera armónica. Es el nocivo tener una utopía. El peligro que advierten lugar donde la utopía está de lado de la diversión muchos es que, si nosotros queremos imponer una y el entretenimiento. Las utopías están vividas de utopía a la realidad, acabaremos excluyendo o desmanera personal, los deportistas que se entrevis- truyendo aquello que no encaje. Yo creo que la matan en la televisión dicen: “yo tengo mi sueño”, “yo yoría de la gente, básicamente, lidia con las cosas siempre insistí y atesoré mi sueño”. Digamos que de algún modo. La gente es más realista de lo que 32
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se piensa, se adecúa a lo que no encaja dentro de su utopía. Cuando se tiene una fantasía o utopía, no necesariamente acaba siendo tomado por esa utopía. Puede pasar, sí, ¿es peligroso?, sí, puede ser peligroso, pero también hay que saber que no hay nada más peligroso que seguir como estamos.
temas de investigación tiene planeado usted en un futuro cercano?
JCU: De acuerdo contigo.
JCU: Gracias e igualmente.
JCU: Bueno, en estos momentos, estoy estudiando la derecha radical y he escrito un artículo académico sobre cuál es su especificidad en el Perú y en América Latina. Voy a investigar más sobre R: Claro, y ante ello es necesario creer en una uto- ese tema, escribir artículos al respecto y luego, fipía vinculada a la emancipación y desechar esa nalmente, sacar un libro sobre la derecha radical idea trágica que siempre nos conduce al desastre. porque esta ha asumido la belicosidad que antes Quizá ese es el temor en lo político, que esas uto- estaba en la izquierda. pías, vinculadas a la búsqueda de un mundo mejor, se relacionen al desastre, cuando no necesaria- R: Muchas gracias, ha sido un gusto conversar con usted. mente culminen de esa forma. R: Para culminar, uno de los objetivos de nuestra revista es reflexionar sobre la posible existencia de una unificación de la literatura latinoamericana a partir de la memoria. ¿Qué piensa al respecto? o en su caso, se podría unificar a partir del giro ético.
JCU: Si ese es el objetivo, posiblemente tratar de pensar en una unificación de la memoria que no esté regida por los principios del giro ético. Un tipo de memoria que pueda señalar memorias donde la víctima no sea la categoría central y el tiempo no tenga una estructura circular, donde no haya un relato moral de que todo proyecto de emancipación conduce al desastre. Tratar de pensar en una memoria que no encaje tan bien con el sostenimiento del sistema. Claro, sería muy interesante ver en América Latina dónde se encuentra ese tipo de memoria y a cuáles son los movimientos que esa literatura responde. Digamos, cómo se puede encontrar lazos emancipatorios entre la memoria del conflicto armado en el Perú y la memoria de la represión en Chile de la época de Pinochet, así como la represión en Argentina y Brasil. Sería importante tener un proyecto de memoria pos giro ético, el cual sería crucial encontrar a los escritores o cineastas que no encajan en lo que he denominado giro ético. Sería interesante estudiar todos esos casos desde la memoria y ubicar a la víctimas que no estén rivalizadas con una política de emancipación R: Para finalizar, ¿qué próximas publicaciones o
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RESCATE Violencia, memoria y literatura testimonial en Colombia. Entre las memorias literales y las memorias ejemplaresA* Juan Carlos Vélez Rendón**
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l tema de la memoria ha adquirido tal notoriedad que ya se reconoce la existencia de una "cultura" y de un " marketing" de la memoria. Entre las razones que explican este "giro hacia el pasado" están asuntos tan diversos como, por ejemplo, el desencanto con las utopías, que apelaban al futuro para ofrecer la satisfacción de determinadas expectativas; el cambio en los paradigmas de las ciencias sociales; la experiencia de la descolonización, y el surgimiento de movimientos sociales que han reivindicado el estudio y reconocimiento de poblaciones y grupos marginales, así como la aceleración del tiempo en la época contemporánea y el consecuente riesgo del olvido, que obliga a "erigir recordatorios públicos y privados"1.
"un tropos universal" que permite que su memoria sirva como instrumento para iluminar otro tipo de genocidios contemporáneos, ocurridos en circunstancias diferentes; a la experiencia del apartheid en Sudáfrica y la posterior conformación de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que marcó un hito en los procesos de transición política a la democracia; así como a las preocupaciones por el olvido en los países poscomunistas del centro de Europa, y a los reclamos de justicia en los países del Cono Sur en América Latina2.
En este ensayo, se reflexiona sobre el tema de la memoria y el olvido, pero en el campo de esa denominada “inflexión política”. Concretamente, se aborda la relación entre las experiencias del reLa "cultura de la memoria" tiene también, como lo cuerdo, el olvido y la violencia en el caso de Colomanota Andreas Huyssen, una "inflexión más explí- bia en la época contemporánea. El objetivo general citamente política". Esta inflexión está asociada, es establecer si se puede hablar acertadamente de por ejemplo, a la utilización del Holocausto como una “amnesia de la sociedad colombiana” y si se
A NOTA EDITORIAL: Extraído de Vélez, J. C. (2003). Violencia, memoria y literatura testimonial en Colombia. Entre las memorias literales y las memorias ejemplares. Estudios políticos, 22, pp. 31-57. Consideramos importante este rescate, debido a que es un artículo que detalla cómo es que la violencia actúa en Colombia como vector dentro de la cultura, la política, la memoria, la literatura, los testimonios y más. Es un artículo que se puede tomar como base para iniciar alguna investigación de la literatura de la violencia en territorio colombiano.
* Este artículo hace parte de la investigación que adelanta el autor en el Doctorado en Historia, en el Colegio de México. Una versión inicial del artículo fue publicada en la revista Mesa Redonda N.° 19. Erlangen, Universitát Erlangen-Nürnberg, mayo de 2003.
* * Agradezco a Claudia Arroyave Villa su apoyo en la actualización de la bibliografía referida a la literatura testimonial sobre la violencia en Colombia. 1 Véase: Elizabeth Jelin. "Historia, memoria social y testimonio o la legitimidad de la palabra". Iberoamericana. América Latina - España - Portugal N.° 1. volumen 1. 2001. Véase, también: Andreas Huyssen. "Pretéritos presentes: medios, política, amnesia". En: En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización. México, Fondo de Cultura Económica, Goethe Institut, 2002. 2 Andreas Huyssen. Op. cit., pp. 18-21.
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puede afirmar que, en el país, “las políticas de olvido” han cumplido a cabalidad con su cometido. Para ello, se considera el sentido y los propósitos de la publicación de libros con entrevistas a personas involucradas en la vida política nacional, y con testimonios sobre el conflicto armado y la violencia, entendiendo que ellos son “elaboraciones personales de un pasado de sufrimiento y dolor” y, en cierta medida, podrían constituirse en antídotos contra el olvido y en medios para el aprendizaje político.
la autobiográfica haga parte de la colectiva; sin embargo, para que exista la memoria colectiva o social no se requiere del consenso de las memorias autobiográficas. La memoria dominante es la “memoria pública, representada en los medios de comunicación”, y se diferencia de la memoria hegemónica, que es la que “prevalece en la mayor parte de la sociedad independientemente de las posibilidades de divulgación de que disponga”4.
Para inscribir el tema concreto de la literatura testimonial, se sigue a Elizabeth Jelin, quien considera que el testimonio es un género mediante el cual se sistematiza una memoria autobiográfica y se contribuye a la conformación de una memoria social. En su opinión, este es “un ejercicio de memoria personal y social en tanto implica una narrativa que intenta dar algún sentido al pasado, y un medio de expresión personal, creativo, de parte de quien lo relata”. En la medida en que se transmite, implica un “proceso mediante el cual se construye un conocimiento cultural compartido, ligado a una visión del pasado” . En este sentido, se puede decir que la literatura testimonial, aunque experiencia individual, “construye comunidad en el acto narraDe otro lado, las indicaciones metodológicas de tivo compartido”5. Paloma Aguilar Fernández permiten diferenciar términos como “memoria autobiográfica”, “me- Por último, para darle un significado y un valor pomoria social o colectiva”, “memoria hegemónica” y lítico a la literatura testimonial, se utiliza la noción “memoria dominante”. Las memorias autobiográ- de “aprendizaje político”, entendido como “el proficas o vividas son individuales, aunque se nutren ceso mediante el cual la gente modifica sus creende la memoria social. La memoria social o colecti- cias políticas y estrategias como resultado de criva es “el recuerdo que una comunidad tiene de sí sis severas, frustraciones y cambios radicales en el misma”, así como de “las lecciones y aprendizajes entorno”. Para Nancy Bermeo, “todo el mundo es que, más o menos conscientemente, extrae de la capaz de aprender de la experiencia [ya que] las misma”. Aunque estos dos tipos de memoria pue- crisis fuerzan a menudo a las personas a replanden ser contradictorios, coexisten y es posible que tearse las ideas que han usado como modelos de Para lograr el objetivo indicado, se introducen de manera preliminar unas referencias conceptuales y metodológicas que orientarán la reflexión. En primer lugar, se retorna de Tzvetan Todorov la diferenciación entre “memoria ejemplar” y “memoria literal”, que permite distinguir los usos de la memoria. Para este autor, mientras el uso ejemplar “permite utilizar el pasado con vistas al presente, aprovechar las lecciones de las injusticias sufridas para luchar contra las que se producen hoy día, y separarse del yo para ir hacia el otro”, el uso literal “convierte en insuperable el viejo acontecimiento [y] desemboca a fin de cuentas en el sometimiento del presente al pasado”3.
3 Por lo demás, el primero es transitivo, pues se puede servir de él “como de un modelo para comprender situaciones nuevas, con agentes diferentes”; el segundo es intransitivo, ya que no “conduce más allá de sí mismo”, lo que genera consecuencias negativas en términos de la convivencia social: “Subrayo las causas y las consecuencias de ese acto, descubro a todas las personas que pueden estar vinculadas al autor inicial de mi sufrimiento y las acoso a su vez, estableciendo además una continuidad entre el ser que fui y el que soy ahora, o el pasado y el presente de mi pueblo, y extiendo las consecuencias del trauma inicial a todos los instantes de la existencia”. Tzvetan Todorov. Los abusos de la memoria. Barcelona, Paidós, 2000, pp. 30-32. 4 Paloma Aguilar Fernández. Memoria y olvido de la Guerra Civil española. Madrid, Alianza Editorial, 1996, p. 25. 5 Elizabeth Jelin. Op . cit., pp. 90-91.
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acción en el pasado”6. Así, se puede intuir, entonces, que en las memorias autobiográficas hay un aprendizaje político que se pretende resaltar.
Teniendo como punto de partida las anteriores precisiones conceptuales, el argumento que se tratará de sostener es que en Colombia sí hay una memoria sobre la violencia, pero no se han dado las circunstancias sociales, políticas o culturales para reflexionar y polemizar públicamente sobre este asunto ni, mucho menos, para la búsqueda de justicia para las sistemáticas violaciones de derechos humanos. Es decir, que en el país no se han creado las condiciones y los canales institucionales para enfrentar, de manera conjunta, la experiencia de la violencia y construir una memoria colectiva que tenga un carácter “ejemplar”. Los esfuerzos individuales, localizados y aislados, que han dado origen a las entrevistas y a la literatura testimonial que aquí se abordará, están comprendidos bajo el ámbito de las memorias autobiográficas, permiten a algunas personas plantearse el problema de la violencia y, de cierta manera, conducen a la superación de experiencias traumáticas particulares. En esta medida, se constituyen en memorias ejemplares y, gracias a que permiten el establecimiento de vínculos entre lo individual y lo colectivo, pueden aportar a la superación del fenómeno general de la violencia. El trabajo se divide en tres partes. En la primera, se hace una caracterización de la situación colombiana, enfatizando la excepcionalidad de la violencia que en ésta se desarrolla. En la segunda parte, se debate la existencia de una “amnesia colectiva” en el país, como se ha asegurado frecuentemente, y se interroga, entonces, por el papel que se le puede asignar, por ejemplo, a las memorias autobiográficas “literales” y “ejemplares” que existen en la sociedad. En la tercera parte, se realiza una caracterización general de la literatura testimonial sobre
la violencia, asumida como una expresión concreta de memorias ejemplares a partir de las cuales se construye una memoria social sobre el fenómeno de la violencia en el país. 1 . La singularidad de la violencia en el caso colombiano
Estudiar el tema de la memoria, el olvido y la violencia en Colombia, involucra necesariamente una reflexión preliminar sobre las características generales de la situación del país. Y para hacerla, no se puede evitar una mínima reflexión sobre la excepcionalidad del régimen político, sobre la problemática competencia de poderes soberanos que implica el conflicto armado y sobre el no menos grave uso de la violencia por parte de algunos sectores de la sociedad 7. La situación de Colombia en este sentido es excepcional, para decirlo de manera simple, aunque poco explicativa: no hay una dictadura, pero sí un ejercicio crecientemente autoritario del poder. A diferencia de otros casos de conflicto armado en América Latina, en la dinámica de la guerra colombiana, el Estado compite con otros poderes armados por el ejercicio de la soberanía y la exclusividad de unos monopolios básicos. Tampoco hay una guerra civil, pero algunos sectores de la sociedad apelan a menudo al uso de la violencia. El régimen político no es abiertamente excluyente, pero amplios grupos sociales no encuentran las condiciones para el ejercicio de sus derechos. En primer lugar, se debe advertir que en Colombia no hay una dictadura del tipo de las que existió en España, Argentina o Chile, ni ha habido un régimen de “transición a la democracia” donde es posible, por lo menos, plantear el debate sobre el pasado de violencia y la necesidad de justicia, como pasos previos para una eventual reconciliación social8. En efecto, se puede hablar de cierta “estabilidad institucional” derivada del hecho de que,
6 Nancy Bermeo. Citada En: Paloma Aguilar Fernández. Op. cit., pp. 49-50.
7 Una caracterización puede verse en: William Fredy Pérez Toro. "Guerra y delito en Colombia". Estudios Políticos N.° 16. Medellín, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, enero-junio de 2000.
8 Véase, por ejemplo: Priscilla B. Hayner. Unspeakable truths. Confronting state terror and atrocity. New York/London, Routledge, 2001, pp. 33-38; Walther L. Bernecker. “De la diferencia a la indiferencia. La sociedad española y la guerra civil (1936-39/1986-89)”. En: Francisco López-Casero (compilador). El precio de la modernización. Formas y retos del cambio de valores en la España de hoy. Francfort del meno, 1994.
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desde 1958, se ha dado una sucesión presidencial ininterrumpida, por medio de elecciones periódicas mediante las cuales se renuevan, también, todos los cargos de representación política en los ámbitos local, regional y nacional. No se han presentado golpes de Estado como los sucedidos en el Cono Sur o en Centroamérica, y se estima que ha habido una subordinación del poder militar al civil, aunque a costa de una exclusión de este último del manejo de los temas del “orden público”. Del mismo modo, a diferencia de algunos regímenes dictatoriales donde el poder ejecutivo subsumió al judicial, debe afirmarse que en Colombia funciona todavía algo de la limitación recíproca del poder, de tal modo que dentro del aparato de justicia se puede actuar y tomar decisiones con un relativo grado de autonomía, por ejemplo, del poder ejecutivo9. Por lo demás, hasta las elecciones presidenciales de 2002, se advertía que las opciones políticas de derecha no tenían cabida en una sociedad que se había caracterizado por su preferencia por las tendencias electorales de centro-izquierda o de centro-derecha.
Sin embargo, desde el decenio del sesenta, se viene desarrollando una guerra irregular que involucra al Estado, a guerrillas de diferente orientación ideológica y a los paramilitares10. En el desarrollo de esa guerra irregular, desde la década del ochenta, se puede advertir un creciente ejercicio autoritario del poder por parte de los diversos grupos que ejercen diferentes formas de soberanía en el territorio nacional, lo que usualmente lleva a todos los “actores armados” no sólo a cometer excesos de diferente índole contra la población civil, sino también a incidir en los procesos electorales, administrativos y judiciales11. A esta situación habría
que agregar la reciente expansión del conflicto armado a las ciudades, derivado de una cooptación progresiva por parte de las guerrillas y de los paramilitares, de las diferentes bandas juveniles que operan en las ciudades.
Como puede verse, parte de la excepcionalidad colombiana consiste en que persisten los procedimientos de un régimen democrático, pero hay un ejercicio autoritario del poder por parte de los grupos que ejercen la soberanía en diferentes zonas del país. Es notorio que cada uno de los bandos en conflicto privilegia el uso y la lógica de las armas y la fuerza sobre los mecanismos políticos que permiten la expresión de la oposición. Este entorno facilita y limita, al mismo tiempo, las expresiones individuales y públicas dirigidas a la rememoración de los hechos de violencia, pero restringe sustancialmente las demandas de justicia y reparación para las víctimas de tales hechos. Regularmente, las víctimas, familiares u organizaciones no gubernamentales, son silenciados, a veces literalmente, por la acción de las armas de los perpetradores de tales violaciones. El segundo aspecto que se debe advertir es que el conflicto armado no ha llegado a su fin, ya sea por el triunfo de una de las partes o por la presión internacional de llevar a los grupos en combate a una negociación, tal como ocurrió en Guatemala o El Salvador12. Por el contrario, el conflicto armado se ha prolongado pese a los intentos por ponerle fin, que han llevado al Estado y a las guerrillas, desde 1982, a negociaciones de paz con el objetivo inmediato de la desmovilización guerrillera y de su reinserción en la vida civil. Aunque algunos procesos han tenido un relativo éxito, en la medida
9 Sin embargo, los grupos armados o delincuenciales y sectores de las mismas fuerzas armadas, utilizan la amenaza, la coacción y la violencia para inhibir la acción del aparato de justicia, incrementando de esa manera los niveles de impunidad y potenciando la violencia misma.
10 Véase: Alfredo Rangel Suárez. Colombia: guerra en el fin de siglo. Bogotá, Tercer Mundo-Universidad de los Andes, 1998. Para una caracterización de la insurgencia colombiana, véase: Eduardo Pizarra León-Górnez, “La insurgencia armada: raíces y perspectivas”. En: Gonzalo Sánchez y Ricardo Peñaranda. Pasado y presente de la violencia en Colombia. Segunda edición. Bogotá, Cerec-Iepri, 1995. 11 Véase: María Teresa Uribe de Hincapié. “Las soberanías en vilo en un contexto de guerra y paz”. Estudios Políticos N.° 13. Medellín, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, julio-diciembre de 1998. 12 Véase, por ejemplo: Priscilla B. Hayner. Op. cit., pp. 38-40 y 45-49; Edelberto Torres Rivas. “La metáfora de una sociedad que se castiga a sí misma. Acerca del conflicto armado y sus consecuencias”. En: Comisión para el Esclarecimiento histórico. Guatemala: causas y orígenes del enfrentamiento armado. Guatemala, FQS Editores, 2000.
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en que han logrado la desmovilización de algunos tual reconciliación social. El asesinato de líderes grupos, la mayoría de ellos ha fracasado y ha dado guerrilleros desmovilizados así como de miemlugar a la escalada del conflicto armado13. bros de la base de tales grupos, es indicativo de que, en este contexto, no hay condiciones para una De acuerdo con el interés de este trabajo, lo que se reconciliación sincera de la sociedad. Los reclamos debe notar es que en el marco de estos procesos de de justicia de parte de la sociedad no parecen vianegociación no se ha tratado seriamente el tema bles en un entorno en el que los principales perpede la conformación de tribunales para el esclare- tradores de violaciones sistemáticas de derechos cimiento y juzgamiento de los crímenes contra la humanos permanecen armados y en el ejercicio de población no combatiente, aunque sí se ha men- sus poderes. En Colombia, entonces, no hay una sicionado entre algunos sectores de la opinión públi- tuación de posconflicto que obligue a la sociedad a ca (académicos, periodistas, gremios económicos, plantearse como prioritario el tema de la autocríentre otros). Tampoco se han discutido mecanis- tica de los grupos armados, el esclarecimiento de mos institucionales que permitan una reparación los crímenes, el cumplimiento de la debida justicia material y moral a las víctimas y a sus familiares, y la necesidad de la reconciliación nacional para aunque es una demanda que permanece suspen- lograr la paz. dida entre los millares de familias afectadas por el fenómeno. No ha habido expresiones abiertas El tercer aspecto en el que se debe insistir es que de autocrítica en los grupos armados ni de acep- en Colombia no se puede hablar propiamente de tación de responsabilidades en la catástrofe social una guerra civil o de exterminio étnico, como la que han ayudado a crear, pero sí se conocen opi- de Rwanda o Camboya14, aunque algunos autores niones individuales de algunos miembros desmo- hablan de una “guerra civil suspendida” o de una vilizados. No se han adelantado procesos oficiales “guerra contra la sociedad”15. Hay altos grados de de depuración en las Fuerzas Armadas ni se han polarización y de escisión social, pero la sociedad publicado listas de perpetradores de violaciones a no está enfrentada entre sí por razones étnicas, los derechos humanos, aunque las organizaciones ideológicas o económicas, aunque algunas persono gubernamentales cuentan con bases de datos e nas y sectores sociales, para resolver sus conflicinformación que podría contribuir en ese sentido. tos, privilegian la acción directa o la de grupos Esto ha sucedido, precisamente, porque en un pro- organizados que recurren al instrumento de la ceso de paz entre el Estado y las guerrillas, o los violencia. En la medida en que el Estado es poco paramilitares, un debate sobre tales asuntos, más efectivo para gestionar los conflictos que se preque propiciar el éxito del proceso, podría conducir sentan en la sociedad, se da lugar a un fenómeno a su fracaso, como se viene advirtiendo reciente- de privatización de la justicia que contribuye a inmente. crementar los índices de violencia; es decir, que no toda la violencia procede de las guerrillas, de los Por el contrario, en dichos procesos se han privile- paramilitares y del Estado, aunque sea la ineficacia giado temas como el de la amnistía y la reinserción de éste último la que la reproduzca tan dramáticasocial, los cuales, aunque importantes para el éxito mente en la sociedad. En ese sentido, aunque se del proceso de desmovilización de los guerrilleros puede hablar de unos altos índices de impunidad o los paramilitares, no lo son tanto para una even- en el ámbito institucional, no se puede hablar, de 13 Para explicar estos reiterados fracasos, se ha afirmado que las negociaciones han sido utilizadas con fines electorales por candidatos de los partidos liberal y conservador, para conquistar el apoyo de las mayorías de la sociedad ansiosas por el tema de la paz, así como por la guerrilla como una táctica política para fortalecerse militarmente. Sobre los procesos de paz, véase: Marco Palacios. “Colombia: ni estado de guerra, ni estado de paz; estado en proceso de paz”. Foro Internacional N.° 159. México, El Colegio de México, enero-marzo de 2000. 14 Véase, por ejemplo: David E. Lorey, William H. Beezley (editores). Genocide, collective violence and popular memory. Wilmington, Scholarly resources Inc, 2002, pp. xxii-xxiv.
15 Véase: Daniel Pécaut. Guerra contra la sociedad. Bogotá, Espasa, 2001; Gonzalo Sánchez. “Colombia: violencias sin futuro”. Foro Internacional N.° 151. México, El Colegio de México, enero-marzo de 1999, p. 42.
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la misma manera, de niveles de “impunidad” en el ámbito social. En estas condiciones, conviene preguntarse, entonces, si, en un intento por lograr el derecho a la justicia y a formas de reparación, es posible llegar a un punto siquiera satisfactorio de claridad sobre el fenómeno cuando parte de la violencia provocada no procede de organizaciones armadas o del Estado, sino de la misma sociedad.
El cuarto aspecto que se debe tener en cuenta es que en Colombia tampoco hay un régimen de exclusión y marginación sistemática como el del apartheid que operó en Sudáfrica, cuyo final llevó a la comunidad internacional a crear una Comisión de la Verdad y la Reconciliación16. Sin embargo, existen altos niveles de pobreza y de marginación que limitan el acceso de la población civil a sus derechos, lo que la hace sumamente vulnerable a la acción de los grupos en conflicto, incluida la delincuencia común y las fuerzas armadas del Estado. En estas circunstancias, la satisfacción de necesidades básicas para la población desatendida, los reclamos de justicia y de reparación moral y material son ignorados o desatendidos por el Estado. De hecho, pueden llegar a constituirse en la fuente de nuevas violaciones de derechos humanos, como se puede constatar con la muerte de numerosos defensores de derechos humanos.
ción de los derechos humanos, sí existen estos mecanismos e instituciones, aunque perseguidos por los grupos en combate y, en ocasiones, por el mismo Estado. Se da, de hecho, una situación paradójica, pues parece que el incremento de las organizaciones o instituciones encargadas de protegerlos o que verifican su cumplimiento es directamente proporcional a la violación de tales derechos.
Todo esto incide, directa o indirectamente, para que en Colombia haya un fenómeno de violencia multiforme, yuxtapuesta y difusa. Para Daniel Pécaut, se trata de una situación en la que la violencia “se ha convertido en un modo de fortalecimiento de lo social, dando nacimiento a redes diversas de influencias sobre la población y a regulaciones oficiosas”. Por esto, dice el autor que “no conviene analizarla como una realidad provisoria”, porque las evidencias sugieren “que ha creado una situación durable”17.
Esto implica que hay múltiples generadores de violencia, diversas formas de aplicarla, así como diferentes efectos sobre la sociedad. No hay un patrón único de violencia que permita plantear colectivamente el tema de la justicia y las reparaciones morales y materiales. No se han concebido “historias culturales del recuerdo”, con el objeto de llegar a acuerdos sobre los episodios de violencia, que allanen el camino para una difícil reconciliación nacional. Por el contrario, se podrían establecer clases de víctimas, formas de dolor y sentimientos de impotencia contra los grupos armados, incluido el Estado, así como mecanismos para tratar de atenuarlos: desde los que utilizan los medios institucionales hasta los que se valen de formas privatizadas para hacer “justicia”. En consecuencia, así no es posible la sanación individual y colectiva ni el perdón y la reconciliación.
Por lo demás, lo que se ha denominado como “sociedad civil” tiene diferentes formas de expresarse y de buscar justicia para problemas concretos como los asesinatos, las desapariciones forzadas, las masacres, los secuestros, los desplazamientos, entre otros delitos que se cometen frecuentemente contra la población no combatiente, pero son actores que, más que converger en un mismo esfuerzo que haga fuertes las demandas de justicia de la sociedad, difieren sustancialmente, en parte, porque los perpetradores de tales delitos proceEn este entorno, las formas de recuperación del den de diferentes grupos armados. pasado, aunque pueden trascender al espacio púPor último, habría que decir que en Colombia, a blico, no adquieren una institucionalización mínidiferencia de otros países donde no funcionan me- ma que permita el debate sobre la búsqueda de la canismos o instituciones encargadas de la protec16 Véase, por ejemplo: Priscila B. Hayner. Op. cit., pp. 40-45.
17 Daniel Pécaut. “Presente, pasado y futuro de la violencia”. Análisis Político No. 30. Bogotá, Instituto de Estudios Políticos, Universidad Nacional de Colombia, enero-abril de 1997, p. 4.
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verdad, la justicia y las reparaciones morales y materiales. Así, entonces, la durabilidad, la intensidad y la multiplicidad de la violencia, inciden para que la memoria existente del fenómeno no propicie un aprendizaje ejemplar de tal experiencia para la sociedad.
mientos a la historiografía oficial nacional, la cual, al parecer, había deformado y tergiversado hechos pasados de gran significación social. En un libro clásico en Colombia que reconstruye el 9 de abril de 1948, el historiador Arturo Alape decía que “lo cierto y evidente” era que en el país se había “decretado” el “olvido histórico”. En su opinión, era 2. ¿Existe una amnesia colectiva en Colombia? necesario recuperar la memoria colectiva para construir otra versión de una historia “tantas veLas características de la violencia en Colombia han ces contada y deformada”. De esta manera, propollevado a varias personas a plantear la idea de que nía que había que “voltear patas arriba esa historia en el país existe una “amnesia colectiva” así como [...] para ponerla a andar con los pies del pueblo “políticas de olvido” sistemáticamente desarrolla- que también la ha escrito”19. das. Estas afirmaciones se han venido haciendo, por lo menos, desde hace veinte años. Las referen- La crisis humanitaria de finales del decenio del cias se han hecho en diferentes circunstancias y noventa, derivada de la constante violación de los desde perspectivas que han adoptado paulatina- derechos fundamentales de una parte significativa mente la profundidad que implica su estudio, la de la población colombiana a manos de los grupos mayoría de las veces orientadas por fines políticos en conflicto armado, creó el contexto adecuado concretos. Aunque esta orientación política no les para plantear la necesidad de recuperar la “memoresta validez ni importancia, sí conduce a reflexio- ria histórica” como antídoto contra la impunidad nes instrumentales que dejan de lado factores que y el olvido. Por ejemplo, Iván Forero, investigador se deben incluir para un análisis comprensivo del vinculado a una organización no gubernamental tema. encargada de la verificación de la defensa de los derechos humanos, reiteraba que en Colombia no En el prólogo del libro Las guerras de la paz, pu- existía una memoria colectiva sobre la violencia blicado a comienzos de la década del ochenta, el y que, en su lugar, se había impuesto una historia periodista Antonio Caballero decía que en el país oficial encubridora de la realidad que daba lugar no existía una memoria de la violencia vivida a lo a una “memoria histórica deformada, amnésica de largo de la segunda mitad del siglo XX. Afirmaba toda referencia a los crímenes de lesa humanidad”. entonces que: Advertía que, al ser secuestrada “la verdad” y al reinar “la mentira” y la impunidad, se instalaba en No hay memorias [...]. No hay nada. Se ha querido la sociedad “un mensaje permanente de indefenque toda esa larga guerra [la Violencia] se borre del sión y arbitrariedad”20. recuerdo de los colombianos. [...] El Frente Nacional, ese pacto de olvido, se hizo precisamente para extirpar de la memoria colectiva esa década atroz. Y en su lugar hay un gran pozo negro [...]. Y después de la violencia, bajo ese pacto de amnesia colectiva entre los dos partidos tradicionales [...] ¿qué ha sucedido? Eso lo sabemos menos todavía. [...] Vivimos en el silencio, en el engaño y en el ocultamiento.18
Esta idea del silencio, el olvido y el ocultamiento existente en el país fue reforzada por cuestiona-
Escritos más recientes han tratado de entender el tema dentro de la complejidad a la que pertenece, pero sin desligarlo de las circunstancias específicas colombianas y de la urgencia de la defensa de los derechos humanos. Iván Cepeda y Claudia Girón, de la Fundación Iván Cepeda Vargas, dicen, por ejemplo, que en el país existe “una precaria comprensión y una experiencia débil del pasado”,
18 Antonio Caballero. "Prólogo". En: Oiga Behar. Las guerras de la paz. Tercera edición. Bogotá, Planeta, 1985, pp. 7-9. 19 Arturo Alape. Las memorias del olvido . Segunda edición. La Habana, Casa de las Américas, 1983, p. 16.
20 Iván Forero. “Recuperación de la memoria histórica. Lucha contra la impunidad y el olvido”. En: Ion Aguirre (compilador) y Javier Giraldo (introducción y textos). Colombia: un pueblo sentenciado a muerte. Donostia, Hirugarren-Prentsa, 1998, pp. 290, 291.
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explicada por “la mutación radical del mundo físico [y por] la inmutabilidad de los nexos sociales”. Consideran estos autores que en el país se ha dado un acelerado desarrollo material que ha “transformado y prácticamente destruido de raíz el entorno físico” y , aseguran que, al mismo tiempo, “las relaciones sociales, las costumbres políticas y las modalidades de ejercicio del poder han permanecido siendo, en esencia, las mismas del siglo pasado”. Esta explicación también da por hecho la existencia de una “amnesia de la sociedad colombiana”, en la que se reproducirían fácilmente “las técnicas del olvido” y se facilitarían “las estrategias específicas encaminadas a desvirtuar el sentido de los derechos humanos y a borrar de la memoria cualquier vestigio de los delitos de lesa humanidad”21.
te la idea de la existencia de una patología amnésica en el país ni del desarrollo de políticas sistemáticas para propiciar el olvido social de los hechos de violencia. Por el contrario, se afirma que en Colombia existen diversas formas de recuperación de esa memoria, no siempre “ejemplares” ni colectivas, pero que inciden, positiva o negativamente sobre el fenómeno, ya sea neutralizándolo mediante la concepción de autobiografías que facilitan un distanciamiento y análisis de una experiencia de violencia, o ya sea agravándolo por medio de diferentes prácticas que conducen, invariablemente, a la búsqueda de la venganza.
Aunque no hay conmemoraciones colectivas ni No se puede asegurar que estas observaciones lucha por éstas, como ocurre en Argentina con el agotan los planteamientos hechos sobre el tema caso del 24 de marzo24, sí hay fechas significatide la memoria, el olvido y la violencia en Colom- vas que son conmemoradas por algunos sectores bia22, pero sí se puede advertir que dejan por sen- sociales. Tal es el caso del 6 de noviembre, para tado la existencia de una “amnesia colectiva” y de poner un ejemplo reciente. Esta fecha registra la una historia tergiversada, y sugieren la existencia toma violenta que, en 1986, el movimiento guerride “políticas del olvido” que habrían contribuido al llero M-19 realizó del Palacio de Justicia, así como incremento de la violación de los derechos huma- la retoma del mismo, igualmente violenta, por parnos. Aunque se aceptan algunos de los argumen- te del Ejército, en las que murieron y desaparecietos mencionados atrás, como la falta de reflexión ron no sólo guerrilleros y soldados, sino también pública (mas no académica) sobre la violencia, el ciudadanos e importantes miembros de la judicamiedo, la impunidad y el dolor creciente de la so- tura del país. La fecha es recordada especialmente ciedad colombiana derivados de este fenómeno, por los medios de prensa, por los familiares de los así como el de una especie de trauma que confun- desaparecidos, los juristas y miembros de la judide e inhibe la acción individual y colectiva23 para catura que allí murieron, y, en ocasiones, se prepromover la búsqueda de la justicia, no se compar- sentan debates acerca de las diferentes interpreta21 Iván Cepeda y Claudia Girón. El derecho a la memoria. Bogotá, Fundación Manuel Cepeda Vargas, (s. f.). Consultado en la biblioteca virtual de la Biblioteca Luis Angel Arango, Banco de la República, Colombia. Http://www.banrep.gov.co Aunque se comparten algunas de las apreciaciones de los autores, no se puede estar del todo de acuerdo con la afirmación según la cual, en Colombia, "las relaciones sociales, las costumbres políticas y las modalidades de ejercicio del poder han permanecido siendo, en esencia, las mismas del siglo pasado".
22 Recientemente se viene abordando el tema, probablemente como efecto de la negociación que el gobierno de Álvaro Uribe está llevando a cabo con un sector mayoritario de los grupos paramilitares. Véase: Iván Orozco Abad. "La posguerra colombiana: divagaciones sobre la venganza, la justicia y la reconciliación". Análisis Político N.° 46. Bogotá, mayo-agosto 2002, pp. 78-99; Daniel García Peña. "Paz con los paras: ¿para qué?". Revista Número N.° 36. Bogotá; Eisa Blair Trujillo. "Memoria y narrativa: la puesta del dolor en la escena pública". Estudios Políticos N.° 21. Medellín, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, julio-diciembre de 2002, pp. 9-28. 23 Siguiendo a Elizabeth Jelin, se entiende por acontecimientos traumáticos "aquellos que, por su intensidad, generan incapacidad del sujeto para responder, provocando trastornos diversos en su funcionamiento social". Elizabeth Jelin. Op. cit., p. 89.
24 Véase: Federico Guillermo Lorenz. “¿De quién es el 24 de marzo? Las luchas por la memoria del golpe de 1976”. En: Elizabeth Jelin (compiladora). Las conmemoraciones: las disputas en las fechas infelices. Madrid, Siglo XXI Editores, 2002.
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ciones que se hacen de los hechos.
Aunque no parecen muy evidentes, también hay “lugares de la memoria” sobre la violencia, explícitamente concebidos. Este es el caso, por ejemplo, de la escultura El Pájaro del artista Fernando Botero, que luego de ser dinamitada fue dejada en su lugar (el parque San Antonio de Medellín), como recordatorio de los hechos allí sucedidos. Igualmente significativos, pero mucho menos visibles o colectivos, son aquellos lugares que, espontáneamente, los jóvenes de los principales centros urbanos van creando e integrando como parte de su identidad25. Recientemente, en Bogotá se ha concebido la Galería de la Memoria, un espacio para “construir la memoria colectiva de las personas que han sido protagonistas o testigos de las luchas sociales y de la historia actual del país”. Según se menciona en la convocatoria a la galería, en ella se “reviven los recuerdos, trayendo del pasado al presente, por unos minutos, la presencia viva de muchas personas que han muerto o desaparecido en Colombia”26. En ciudades como Medellín, también hay marchas y lugares de encuentro permanentes de los familiares de víctimas de la desaparición forzada y del secuestro. No se pueden olvidar los “talleres de la memoria” que se realizan en barrios populares de Medellín, en los que familiares y amigos de personas asesinadas asisten a recordar a sus seres queridos, a compartir con quienes han estado afectados por situaciones similares y a buscar formas de sanación que les permitan rehacer sus respectivas vidas sin apelar a la venganza.
moria colectiva ejemplar, sí permiten una recuperación parcial del pasado y la construcción de una memoria social, aunque ésta no sea consensuada o dominante, sí es hegemónica, dado que subsisten en la sociedad pese a que no cuentan con mecanismos amplios de difusión. En efecto, al lado de las memorias individuales que se han organizado, sistematizado y expresado por medio de entrevistas y relatos testimoniales, así como mediante galerías y lugares específicos, también existen otras memorias que se mantienen en el ámbito privado de las reminiscencias personales, algunas de las cuales podrían denominarse “literales”, en la medi da en que derivan en actos de venganza que reproducen el fenómeno de violencia. Todas estas memorias individuales son, en la mayoría de las ocasiones, contradictorias y no han sido agrupadas o integradas por una memoria oficial o dominante que dé cuenta de todas. Por esta razón, es posible pensar que en Colombia algunas memorias autobiográficas, si bien se contradicen radicalmente, han permitido una recuperación parcial del pasado, aunque no hayan propiciado un aprendizaje social y político para la superación positiva del problema.
Lo que no hay en Colombia es una acción política colectiva, que operacionalice o instrumentalice estas formas de recuperación de la memoria con el propósito de demandar la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación moral para los millares de asesinatos, secuestros, desapariciones y demás violaciones de derechos humanos. Cuando estas expresiones de recuperación de la memoEn este sentido, se puede afirmar que en Colombia ria adquieren tal connotación, y cuando logran la hay una “pluralidad de memorias autobiográficas” atención de la opinión pública y del sistema judiexpuestas de manera privada o pública que, aun- cial, son neutralizadas o eliminadas por quienes que no siempre expresan o representan una me- pueden resultar afectados con el esclarecimiento
25 Sobre las memorias de la muerte de los jóvenes de Medellín, véase: Pilar Riaño. “La memoria viva de los muertos. Lugares e identidades juveniles en Medellín”. Análisis Político N.° 41. Bogotá, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Colombia, septiembre-diciembre de 2000. En este trabajo, se hace evidente la realización, entre los jóvenes que dieron los testimonios para elaborar el artículo, de “talleres de memoria”. Véase, también: José Fernando Serrano y Betty Sánchez. Concepción de vida y muerte en jóvenes urbanos. Informe final. Bogotá, Universidad Central, 2000. 26 Iván Cepeda y Claudia Girón. La galería de la memoria. Consultado en la biblioteca virtual de la Biblioteca Luis Angel Arango, Banco de la República, Colombia. Http://www.banrep.gov.co “Entre los objetivos de la memoria están: realizar actos y elaboraciones de duelo colectivo, luchar contra la impunidad, construir la verdad histórica y regenerar el tejido social”. 27 Elizabeth Jelin. Op. cit., p. 95.
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de los hechos o con la intervención de los jueces.
Adoptando las palabras de Elizabeth Jelin, se puede concluir que “no hay canales institucionalizados oficiales que reconozcan abiertamente la experiencia reciente de violencia y represión”27 que ha experimentado la sociedad colombiana, lo que conduce a que los debates se den en el campo de la sociedad. En este sentido, hay muchas expresiones sociales por medio de las cuales se recupera la memoria en términos ejemplares y literales, que, de alguna manera, han contribuido en ese proceso de construir una memoria sobre la violencia en Colombia.
un aprendizaje social que permita la superación del fenómeno. 3.1 Algunos antecedentes
Tan antiguos como la violencia en Colombia son los propósitos de dejar una memoria de ella que sea de alguna utilidad para la sociedad. En el país, las memorias autobiográficas se vienen concibiendo, por lo menos, desde la década del cincuenta. Desde entonces, se han escrito y publicado testimonios que se refieren a la problemática de la violencia, dirigidos a fines muy diversos. Existen, por ejemplo, narraciones sobre la violencia bipartidista (1945-1953) que recuperan experiencias 3. Los testimonios: memorias autobiográficas particulares de personajes que la vivieron desde ejemplares cada uno de los bandos enfrentados. Un caso es el de Evelio Buitrago Salazar, miembro del EjérciAunque el panorama colombiano en materia de de- to colombiano, quien inspirado en las palabras de rechos humanos es desolador, no se puede afirmar Miguel de Unamuno, según las cuales “con madeque hay una amnesia colectiva o una acción deli- ros de recuerdo armamos las esperanzas”, publicó berada y sistemática por llegar a ella. La literatura su libro en la década del cincuenta, para que sus testimonial existente sobre el tema de la violencia “compatriotas” conocieran “la otra cara de la mees, por ejemplo, una evidencia que va en contravía dalla”, la analizaran y dictaran “su veredicto”28. de tal afirmación. Los testimonios, en sus diversas presentaciones, hacen parte de esas expresiones Así mismo, desde la década del sesenta se viene sociales que permiten recoger información sobre publicando una literatura testimonial relacionada los hechos de violencia y, al mismo tiempo, propi- con el fenómeno de las guerrillas, en unas ocasiocian la construcción de un conocimiento cultural nes para justificar el proyecto de la toma del poder compartido, ligado a una visión del pasado y, par- por las armas, en otras para identificar la trayectoticularmente en el caso de Colombia, al pasado de ria de sujetos e ideales en las organizaciones gueviolencia. rrilleras y, aún, para realizar un juicio crítico de este proyecto y de las” desviaciones” en que han Los textos aquí estudiados no son todos los que se incurrido algunos de sus dirigentes. Estas narrahan producido en Colombia en el campo de la lite- ciones han ayudado tanto a descifrar detalles de ratura testimonial sobre la violencia, pero sí cons- la vida cotidiana e íntima dentro de las guerrillas, tituyen una muestra más o menos representativa a como a exponer directamente las razones que llepartir de la cual se puede caracterizar este tipo de varon a campesinos, estudiantes y líderes sindicatrabajos con el objetivo de establecer el sentido y les a optar por un proyecto de esas características. propósitos que tienen en relación con la concepción de una memoria sobre la violencia en el país. En este grupo, llaman la atención los libros de De manera deliberada se han situado en el campo Arturo Alape sobre la vida de Pedro Antonio Made las memorias ejemplares, puesto que sus obje- rín (Manuel Marulanda Vélez), jefe máximo de las tivos declarados están dirigidos, por lo general, a Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia 28 En el comienzo de su obra dice: "Conozco la violencia que se llevó a mi padre, devoró a mis tíos y mermó mi heredad [...]. Aquí están mis memorias ceñidas a la verdad [...]". Evelio Buitrago Salazar. Zarpazo. Otra cara de la violencia. Bogotá, Imprenta de las Fuerzas Armadas (s. f.), p. 12. Sobre la literatura apologética y testimonial, véase: Gonzalo Sánchez. "Los estudios sobre la violencia. Balance y perspectivas". En: Gonzalo Sánchez y Ricardo Peñaranda. Op. cit.
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(FARC)29. También los libros de María López Vigil y Carlos Medina Gallego, dedicados a reconstruir, mediante el testimonio directo de los protagonistas, las vidas de Nicolás Rodríguez Bautista y de Manuel Pérez, máximos dirigentes del Ejército de Liberación Nacional (ELN). En estos libros se presenta la perspectiva del campesino colombiano y la del sacerdote español, quienes, vinculados por un ideal trazado por el sacerdote Camilo Torres, concibieron un proyecto guerrillero que lleva cerca de treinta años en su propósito de toma del poder por la vía de las armas30. Por último, deben mencionarse los testimonios que sobre Jaime Bateman elaboraron tres mujeres cercanas al desaparecido líder de la organización guerrillera M-1931. 3.2 Los autores, su nacionalidad y el lugar en el que publican
Las memorias autobiográficas son escritas por personas que han estado relacionadas con los hechos a los que se refieren, lo que, de alguna manera, enriquece la percepción que la gente y los investigadores sociales tienen de los hechos de violencia. Unas veces son periodistas o novelistas involucrados en algún proceso de paz que los ponen como protagonistas directos o indirectos de la guerra, como en el caso de OIga Behar, de Laura Restrepo y de Germán Castro Caycedo, respectivamente32. Otras veces son académicos o periodistas que tienen acceso a testimonios de víctimas o de
victimarios, los cuales reproducen adaptados a intereses concretos, como el caso de Constanza Ardila, Elvira Sánchez Blake o Alejandro Castillejo, para sólo mencionar algunos 33. Aunque hay ocasiones en las que los mismos protagonistas, víctimas o victimarios, apelan al medio escrito para presentar su versión de los hechos, como ha ocurrido, por ejemplo, con Álvaro Valencia Tovar, ex ministro de defensa de Colombia; Manuel Marulanda, líder de las FARC, y Carlos Castaño, jefe político de las Autodefensas Unidas de Córdoba y de Urabá 34.
Los autores de estas memorias autobiográficas, son, de manera predominante, nacionales, pero también hay algunos extranjeros que han escrito y publicado textos que caben dentro de esta clasificación, como en el caso de Alma Guillermoprieto, de Herbert Braun o de Eduardo Soto Trillo35. Aunque una buena parte de los textos consultados se han publicado en Colombia, hay algunos cuyas primeras ediciones se han presentado en ciudades fuera del país, lo que, de alguna manera, incide positivamente en la comprensión internacional de un fenómeno que, a menudo, requiere de numerosos matices. Este es el caso, por ejemplo, del libro de la periodista Guillermoprieto, que fue escrito originalmente para el New York Review of Books con el propósito de informar a la sociedad estadounidense acerca de las implicaciones de la aprobación de una erogación de emergencia de 1,5 millones de dólares por parte del Congreso norteamericano
29 Arturo Alape. Las vidas de Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Vélezy Tirofijo: los sueños y las montañas. Segunda edición. Bogotá, Planeta, 1994.
30 Véase, por ejemplo: Jaime Arenas. La guerrilla por dentro. Análisis del E. L. N. colombiano. Sexta edición. Bogotá, Tercer Mundo, 1978; Jacobo Arenas. Colombie. Guerillas du peuple. París, Editions Sociales, 1969; María López Vigil. Camilo camina en Colombia. México, Editorial Nuestro Tiempo, 1989; Carlos Medina Gallego. ELN: una historia contada a dos voces. Entrevista con 'el cura' Manuel Pérez y Nicolás Rodríguez Bautista, Gabino. Bogotá, Rodríguez Quito Editores, 1996. 31 Patricia Ariza et al. Bateman. Testimonio múltiple sobre Jaime Bateman Cayón. Político, guerrillero, caminante. Bogotá, Planeta, 1992.
32 OIga Behar. Op. cit.; Laura Restrepo. Historia de una traición. México, Claves Latinoamericanas, 1987; Germán Castro Caycedo. En secreto. Bogotá, Planeta, 1996. El libro de Germán Castro Caycedo, por ejemplo, “recoge testimonios de personajes en la clandestinidad que durante tres décadas han trazado parte de la historia colombiana”.
33 Constanza Ardila Galvis. Guerreros ciegos. El conflicto armado en Colombia. Bogotá, Cedavida, 1998; Elvira Sánchez Blake. Patria se escribe con sangre. Barcelona, Anthropos, 2000; Alejandro Castillejo. Poética de lo otro. Antropología de la guerra, la soledad y el exilio interno en Colombia. Bogotá, Ministerio de Cultura, Jcanh, 2000.
34 Alvaro Valencia Tovar. Testimonio de una época. Bogotá, Planeta, 1983; Manuel Marulanda Vélez. Cuadernos de Campaña; Mauricio Aranguren. Mi confesión. Carlos Castaño revela sus secretos. Bogotá, Oveja Negra, 2001. 35 Alma Guillermoprieto. Las guerras en Colombia. Bogotá, Aguilar, 2000; Herbert Braun. El secuestro. Diario de una negociación con la guerrilla. Bogotá, Norma, 1998; Eduardo Soto-Trillo. Voces sin voz. Revelaciones de un viaje a la zona de
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destinados a la ayuda militar para Colombia. Dice la autora que: “consciente de que en Washington se ignora prácticamente todo sobre Colombia, me pareció importante contribuir al debate con un texto que explicara, de la manera más elemental posible, la enorme complejidad de la larga serie de guerras colombianas”36. También se debe mencionar el libro de Laura Restrepo, cuya presentación se firma en Madrid y la primera edición se publica en México, aunque se desconocen las razones que motivaron tal decisión. Sin embargo, éste fue reeditado en varias ocasiones en Colombia37. El libro de Herbert Braun, tal vez por razones prácticas, se publicó primero en Estados Unidos en 1994 y luego su traducción se publicó en 1998, en Bogotá38. Una excepción es el libro de Elvira Sánchez Blake, cuya publicación se hizo en Barcelona y no se conoce alguna otra edición en el país. Para esto, al parecer, hay una explicación anunciada en el mismo prólogo:
No es mera casualidad que este libro se haya preparado fuera de Colombia. Dentro del país, donde las cosas son como son [...] hubiera sido muy difícil proyectar la visión crítica que subyace a este proyecto. [...] Y más allá de eso, con el deterioro del orden cívico que padece el país en estas décadas, mostrar en público un estudio de esta índole se acerca a una de dos cosas: a un acto de locura o a un acto suicida. Mientras Colombia siga empeñándose en devorar en masa a sus líderes y a sus hijos —lo cual es equivalente a devorarse a sí misma—, la prudencia dicta que la verdad se pronuncia a una distancia sana.39
3.3 El género literario, el individuo y la sociedad
Al expresarse literariamente, las memorias autobiográficas adoptan aspectos formales que, en
gran medida, están relacionados con los objetivos de fondo que buscan lograr sus autores. Por ejemplo, los testimonios se reproducen y publican por medio de diferentes géneros literarios, incluida la novela, pero en este trabajo no se aborda esta relación40. Sobre el tema que se abarca en este ensayo se han publicado diarios, ensayos, crónicas, relatos, entrevistas, testimonios, versiones literarias de narraciones orales de alguna persona y memorias directamente escritas por los personajes.
Aunque a veces la manera como se escriben las memorias está ligada al efecto psicológico o social que se busca, no siempre hay una correspondencia unívoca. Por ejemplo, una autobiografía se puede escribir con un objetivo privado y personal, como el expresado por María Eugenia Vásquez, dirigido a la posibilidad de la autora de situarse frente a sí misma, de reconstruir y resignificar su proyecto de vida41, pero ello no excluye un propósito colectivo y público igualmente importante que desborda el carácter subjetivo de su ejercicio: “conjurar el olvido de una colectividad política (el grupo guerrillero M-19) o de unas ideas que dieron sentido a muchas vidas y que se pierden en la memoria y en las historias oficiales”42. La escritura de un diario, por otro lado, puede obedecer a una necesidad interior cuando se experimenta una situación traumática radical, pero también aporta datos de la forma como una persona entiende y explica un fenómeno que tiene un alcance social43. De la misma manera, puede decirse que el género escogido corresponde, en ocasiones, al carácter del personaje sobre el que se quiere concebir una memoria autobiográfica. Por ejemplo, así como las voces de los campesinos son recuperadas, casi
despeje. Bogotá, Intermedio Editores, 2001.
36 Alma Guillermoprieto. Op. cit., pp. 7-8. 37 Laura Restrepo. Op. cit. 38 Herbert Braun. Op. cit.
39 Elvira Sánchez Blake. Op. cit., p. xii.
40 Véase: Jonathan Tittler. Violencia y literatura en Colombia. Madrid, Orígenes, 1989.
41 Véase, por ejemplo: María Eugenia Vásquez. “Diario de una militancia”. En: Jaime Arocha y otros. Las violencias: inclusión creciente, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, 1998, p. 267. 42 Ibíd., pp. 267, 284.
43 Véase: Leszly Kalli, Secuestrada. Bogotá, Planeta, 2000.
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siempre por medio de la adaptación literaria de sus testimonios, las voces de personalidades de la política, la sociedad, la economía o la academia, son retomadas “textualmente” por medio de entrevistas. Ese es el caso de los libros de Alfredo Molano, quien, a partir de historias de vida individuales, concibe unos personajes colectivos que corresponden a campesinos de diversas zonas del país (Boyacá, Santander, Tolima, Valle, Huila y el Llano) con afiliaciones partidistas diferentes44. También el de las entrevistas de Guillermo Solarte, que reúne, por ejemplo, a otros periodistas, como Enrique Santos Calderón; a polémicas militares retirados del servicio activo, como el general Harold Bedoya; a ex guerrilleros, como Vera Grabe; a ex ministros de Estado, como Cecilia López; a líderes políticos de la oposición, como Gloria Cuartas; a miembros de gremios cuestionados por su papel en el conflicto, como Jorge Visbal; a académicos, como Luis Jorge Garay; a defensores de derechos humanos, como Almudena Mazarrasa 45.
rebelión hacia las normas establecidas, y muestra las ausencias o deficiencias de la solidaridad masculina” . En el caso particular de los testimonios de sus personajes (Inés y María Eugenia Vásquez), los considera como una “tentativa de representar a la mujer ante el tribunal de la historia y de contrarrestar el discurso hegemónico”; en este sentido, podrían servir de referencia “para definir el marco de la presencia de la mujer en Colombia a través de este siglo”46.
En esta misma línea se puede ubicar el libro de Alonso Salazar, aunque su pretensión sea la de ordenar “un conjunto de hechos, sensaciones, creencias y opiniones, sin juzgarlas”, de mujeres de diferente procedencia social, profesión y relación con el fenómeno de la violencia: una joven miliciana, una jueza de la República, la madre de un desaparecido, una integrante de una banda dedicada a actividades delincuenciales, una guerrillera. En fin, se trata, como dice el mismo autor, de “historias de mujeres, unas conocidas y otras anónimas, que De otro lado, una parte de los textos consultados reflejan parte de la compleja trama de las violenfueron escritos por mujeres, aunque en las entre- cias que nos han azotado en nuestra historia revistas y en los testimonios aparecen hombres y ciente”47. mujeres indiscriminadamente. Algunos de los testimonios son explícitamente concebidos desde una Por otra parte, en algunos casos se quiere poner en perspectiva de género, en la que se pretende recu- evidencia un drama individual, aunque en otros se perar la memoria de la violencia y darle una nueva muestra un drama colectivo. Un libro que retorna dimensión a la mujer en este proceso dramático, testimonios individuales de secuestrados se propara restablecer una relación a menudo resque- pone la recopilación de las “historias anónimas brajada: la del sujeto femenino y la nación. Este que hay detrás de cada ‘protagonista’: su intimidad es el caso del libro de Elvira Sánchez Blake, para violada, su dolor, su reflexión y cuestionamientos” quien “los testimonios proveen la oportunidad de sobre el secuestro, pero no invalida la posibilidad inscribir al sujeto femenino como patriótico, com- de narrar, a partir de este flagelo, parte de la histoprometido, y de afirmar que ‘la mujer constituye ria reciente del país48. Para Olga Behar, su libro es patriotismo, contribuye a la nacionalidad y que es, evidencia de un drama colectivo y no de sectores por lo tanto, ciudadana’’’. En su opinión, “el tipo de en particular: testimonio femenino documenta el valor, la fuerza, Hombres y mujeres comprometidos en la guerra el poder de la mujer en contraposición a la supuesy en la paz: unos luchando por conservar el poder, ta debilidad de su sexo. Más allá de esto afirma una 44 Alfredo Molano. Los años del tropel. Relatos de la violencia. Bogotá, Editorial Presencia, 1985 y Trochas y fusiles. Bogotá, El Áncora Editores, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Colombia, 1994. 45 Guillermo Solarte Lindo. No ha pasado nada. Una mirada a la guerra. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 2000. 46 Elvira Sánchez B1ake. Op. cit., pp. 6, 7.
47 Alonso Salazar. Mujeres de fuego. Medellín, Corporación Región, 1993.
48 Sandra Afanador Cuevas y otros. Rostros del secuestro. Bogotá, Planeta, 1994.
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otros por conquistarlo. Todos colombianos, todos han matado colombianos. Y en el medio, un pueblo inocente. Pero ¿hasta dónde es inocente?, ¿qué indica el grado de inocencia o de compromiso? Porque en el conjunto de historias que conforman este libro se palpa —evidente— la participación campesina, la participación del trabajador colombiano, la de las clases medias, los artistas y periodistas, los sectores acaudalados. A uno y al otro lado del escenario, nunca en la mitad. Pertenecen al proceso, son sus actores.49
sobre la violencia tiene otra dimensión, perceptible en los objetivos declarados por los autores. Una lectura de los prólogos e introducciones de algunos textos, permite concluir que el objetivo inicial, más que descubrir una “verdad” que esclarezca algunos hechos52, consiste en darle “la voz” a los protagonistas de las situaciones de violencia y a personajes directa e indirectamente involucrados en el conflicto.
Lo que parecen proponerse quienes entrevistan es recuperar esas voces “calificadas” para referirse, de primera mano, a un asunto que, al parecer, requiere un tratamiento diferencial al dado por los académicos. En el libro de entrevistas de Solarte Linto, por ejemplo, se ponen en tela de juicio las “soluciones intelectuales, científicas o filosóficas” para los problemas planetarios, puesto que han adoptado (citando a Aurelio Peccei y Daisaku lkado) un “enfoque reduccionista que consiste en remitirse a una serie de factores para regular la totalidad de los problemas planetarios”53. Olga Behar, aunque no desdice los estudios de los académicos sobre la violencia, anota que en las páginas de su libro “los protagonistas recuerdan, narran, reviven su experiencia, su visión”54. Antonio Caballero reitera esta apreciación: “Este libro, que no quiere ser más que una recopilación imparcial de testimonios personales, es un instrumento fundamental para entender qué es lo que nos está pasando”55. Su libro, de hecho, retorna, en buena parte, las voces de todos los sectores involucrados en la guerra y la paz durante los años precedentes a su publicación, a comienzos del decenio del ochenta. Allí aparecen las narraciones y versiones de personajes enfrentados, como el general José Joaquín Matallana y 3.4 Los objetivos declarados el guerrillero Jacobo Arenas; las de víctimas de la La importancia de las memorias autobiográficas guerrilla y el Estado, como el hacendado Roberto Algunos de los autores, por el contrario, pretenden recuperar la perspectiva del sujeto humano en el drama colectivo, como Constanza Ardila Galvis, quien considera que ese ha sido, precisamente, el punto de partida de su obra. Su ejercicio implica el reconocimiento y el autorreconocimiento de los sujetos a los que entrevista, a partir de lo que había sido su experiencia en y con la violencia. En su libro, aparecen entonces, sin mayor identificación que la de ser campesinos, Gabriela, Daniel, Mercedes, Marcos, Socorro, Laura, Antonia, Alejandra, Ana Dolores y Angela, seudónimos de unas personas “de carne y hueso”, inscritas en la guerra por la guerrilla, por la vía paramilitar o por el Ejército50. Otro caso es el libro en el que destacados investigadores académicos de la violencia ponen en público algo de lo que ha sido la experiencia de tratar con este tema. Se trata de testimonios de Arturo Alape, Jaime Arocha, Hernán Henao, Fernando Landazabal, Alfredo Molano, Eduardo Pizarro, Gonzalo Sánchez y Eduardo Umaña Luna, algunos de los cuales han sido víctimas de actos de violencia, probablemente relacionados con su quehacer académico51.
49 Oiga Behar. Op. cit., p. 11.
50 Constanza Ardila Galvis. Op. cit., p. xi.
51 Mauricio Galindo y Jorge Valencia Cuellar. En carne propia. Ocho violentólogos cuentan sus experiencias como víctimas de la violencia. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1999.
52 Algunos libros sí tienen esta pretensión. Plinio Apuleyo Mendoza, por ejemplo, dice que su libro “probablemente arroje una luz reveladora sobre las guerrillas colombianas y la manera como actúan en todo el país”. Plinio Apuleyo Mendoza. Zonas de fuego. Bogotá, Intermedio Editores, 1989, p. 10. 53 Guillermo Solarte Lindo. Op. cit., p. x. 54 Oiga Behar. Op. cit., p. 11.
55 Antonio Caballero. “Prólogo”. En: Oiga Behar. Op. cit., p. 9.
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Mutis y la ex guerrillera Vera Grabe, respectiva- discursos sobre el desplazamiento”, algo que lo dimente; las de ministros de Estado y guerrilleros de ferencia de otros testimonios que no cuestionan el base, como Germán Zea y Fercho, respectivamente. discurso y, a menudo, caen en la tendencia de un absurdo victimismo en una guerra que no conoce Quienes presentan literariamente las narracio- de buenos y malos57. nes orales de otros protagonistas parecen tener razones similares a las anteriores, aunque están En otros casos, se trata de conjurar el olvido de motivados por otras circunstancias. Se trata, igual- algunos sectores o hechos que han contribuido a mente, de “darle voz” a sus personajes, pero en un darle forma al proceso del país en los últimos veingénero diferente al de la entrevista, es decir, me- te años. Según María Eugenia Vásquez, “mi historia diante el relato literario. En este caso se podría podía ser representativa de una colectividad que hablar de la presentación de personajes con una jugó un papel importante en la vida nacional duversión de los hechos que, por alguna razón, han rante más de una década”. Así, su narración “arroja sido ocultados o desfigurados por la manera como algunas luces sobre la manera de ser de un sector se han presentado públicamente. Un ejemplo es de ciudadanos y ciudadanas que apostaron, ayer el libro de Alfredo Molano que se refiere a temas con las armas y hoy sin ellas, a la posibilidad de como el de la muerte, el erotismo y la magia, los una real apertura democrática en el país y al que cuales, en opinión del autor, fueron “vedados a los muchos no perdonan la transgresión”58. En un licientíficos o usurpados por los literatos” que se re- bro colectivo que reúne reportajes de hechos sigfirieron a la violencia previamente56. nificativos ocurridos en los últimos veinte años, Alejandro Santos Rubino dice que la obra recupera Tanto la forma como el contenido parecen buscar “historias que los titulares no dejan ver, el rostro de dirigirse a la presentación de una verdad, aunque, la polvareda que levanta un país en crisis y que no por tratarse de relatos de personas particulares, se es perceptible para el lente de la prensa, más predeja claro ese carácter personalísimo que puede ocupado por registrar el número de ataúdes que tener la verdad expuesta. Aquí se intuye que, aun- por contar la historia de quienes van en ellos”59. que hay un propósito de construir una memoria colectiva, el esfuerzo es individual y busca, segu- Un testimonio que contiene una declaración perramente, un efecto individual, un impacto indivi- sonal de las razones que la llevaron a publicar dual que, al trasladarse al público, podría lograr un libro que presenta literariamente las historias un efecto “multiplicador”. Una excepción es el libro orales de dos guerrilleras es el de Elvira Sánchez de Castillejo, el cual recupera las voces de despla- Blake. En su libro, la autora, en un plano general, zados por la violencia, quienes viven la guerra, en trata de “conciliar” su papel pasado de reportera medio de silencios que se han convertido en ley. (periodista) con su actual función literaria, intenAunque inscribe tales voces en un cuerpo teórico tando darle “voz a quienes tienen menos represendiseñado por él mismo, aclara que los textos cita- tación”60. Claro que en este intento también subdos no fueron “transformados” ni “construidos” yace otro interés: una reivindicación con lo que ha para fortalecer una hipótesis. Con esta metodo- sido su propia historia. La autora fue asistente de logía, el autor retoma literalmente los discursos, prensa de la Presidencia de la República entre los que a menudo se repiten, entre otras cosas, para años 1981 y 1986, que comprenden la fase final romper con el “muro” que denomina “ontología del período de Julio César Turbay Ayala y toda la de la víctima, sobre el cual se basan muchos de los fase del período de Belisario Betancur, el primero 56 Alfredo Molano. Los años del tropel. Op. cit., p. 32. 57 Alejandro Castillejo. Op. cit., pp. 17,33.
58 María Eugenia Vásquez. Op. cit., pp. 272, 280.
59 Años de fuego. Grandes reportajes de la última década. Segunda edición. Bogotá, Planeta-Semana, 2001. 60 Elvira Sánchez Blake. Op. cit., p. 4.
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caracterizado por la fuerte represión y el segundo por haber iniciado las negociaciones de paz con la guerrilla. En esta línea también está el texto de Ardila Galvis, cuyo objetivo declarado es:
que se comprenda la vida de hombres y mujeres que con valor y sensibilidad nos entregaron sus vivencias, que quisieron desnudar sus pasiones y mostramos que dentro de cada uno habita una criatura que ama la patria y lucha por ella como hacen los héroes y otra, que reacciona y actúa como un verdugo, que trata con crueldad a quienes considera sus enemigos y a quienes dependan de ella. Son héroes y criminales de carne y hueso que atraviesan nuestra historia y sólo, al conocerlos, podremos penetrar la verdadera naturaleza del conflicto armado. Después de vivir su recuperación emocional, sabían que sólo la verdad podía conducirlos a la paz. Estaban dispuestos a construir, a partir de su historia, una historia colectiva sobre la Guerra y buscar, a través de ella, los caminos de la conciliación” 61.
Sin sus recuerdos, no es posible mostrar cómo, cuándo, dónde y por qué acontece la guerra y cómo se participa en ella. “Nada de lo que hasta ahora se ha hecho ha sido eficaz, ya sea por su carácter, por su naturaleza o por la ignorancia de quienes lo han intentado”62.
Las memorias autobiográficas también rescatan el papel de las comisiones de paz, a menudo ignorado o tergiversado por los medios de prensa. En una nota introductoria a su libro, Laura Restrepo, integrante de la Comisión de Paz que el gobierno de Belisario Betancur designó para adelantar diálogos con el movimiento guerrillero M-19, escribió que su testimonio lo publicaba porque consideraba que no debería ser un manojo de “actas dormidas en el fondo del cajón de algún funcionario público, que es lo único que han sido hasta ahora”63. Finalmente, el diario de Herbert Braun sobre el secuestro de su cuñado, aunque parte de esa moti61 Constanza Ardila Galvis. Op. cit., pp. x, xi. 62 Ibíd., p . xvi.
63 Laura Restrepo. Op. cit., p. 11.
64 Herbert Braun. Op. cit., p. 335.
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vación personal, también tiene el propósito de dar la voz a personajes que, en su opinión, son “más difíciles de comprender”. En los agradecimientos de su libro, dice que hizo “un mayor esfuerzo por darle la voz a los guerrilleros” porque, en su opinión, “son actores principales en esta historia, y porque siento que son los más difíciles de comprender”64. 3.5 El público de estas memorias
Finalmente, no se puede ignorar un asunto que resulta de crucial importancia para establecer los aprendizajes políticos que se derivan de estas obras: el público al que están dirigidas. Salvo pocas excepciones, los autores no declaran explícitamente a quién va dirigido el libro que se publica, pero hay datos a partir de los cuales se puede deducir tal información. Por ejemplo, una buena parte de ellos han sido publicados en editoriales comerciales y han contado con la aceptación del público, pues se registran varias ediciones. Este es el caso del libro de Olga Behar y del de Laura Restrepo. Sin embargo, otros libros se publican por parte de editoriales académicas o universitarias, cuyo público lector es denominado como especializado, es decir, de profesores universitarios, estudiantes, defensores de derechos humanos, entre otros. Tal es el caso del libro de Castillejo, de Ardila Galvis y aun el de Elvira Sánchez Blake. De estos libros y artículos, llama la atención el relato autobiográfico de María Eugenia Vásquez, porque reconoce que tiene un público lector definido. En su texto, dice que “en el relato autobiográfico la audiencia participa en la definición del uso de la memoria” . Así, para la autora, “es importante definir para quién o para quiénes se escribe”. En su caso, se dirige “primero, a los interesados en la comprensión de la problemática insurgente, luego pensé en mi hijo menor, para quien mi opción de vida es un estigma, y luego, creo que valdría la pena llegar hasta quienes nos excluyeron porque
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creyeron en estereotipos”65.
Por su parte, Ardila Galvis escribe para convencer a los intolerantes e intransigentes, “parapetados en sus verdades, en sus convicciones, sus sentimientos y sus conveniencias”, ya los indiferentes, quienes quieren conservarse “puros, irreductibles e irredentos”. A ellos, con su libro, les quiere decir “que la guerra no es entre buenos y malos, culpables y héroes, pobres y ricos, sino que sus protagonistas son seres humanos que en cualquiera de los dos bandos ocultan los motivos de sus excesos y luchan al mismo tiempo por su dignidad”66. Sin embargo, debe reconocerse que el efecto, aunque positivo, es marginal, pues su impacto en el conjunto de la sociedad es mínimo y los aprendizajes políticos que se derivan de estas publicaciones no alcanzan a ser asumidos colectivamente. En parte, porque coexisten con memorias autobiográficas, tal vez más poderosas, como son las que perviven en el lugar de la memoria literal. 4 . Consideraciones finales
No se puede decir que la sociedad colombiana sufre una “amnesia colectiva” ni que “las políticas de olvido” desarrolladas en el país han cumplido con su objetivo de silenciar a todos aquellos que pretenden reflexionar sobre el tema de la violencia y recuperar la memoria para la búsqueda de la reconciliación social. Tampoco se puede reconocer que se ha intentado eliminar todo vestigio del pasado ignominioso. La publicación de cierto tipo de libros, entendidos aquí como memorias autobiográficas, la conmemoración de algunas fechas, la concepción de Galerías de la Memoria, así como la consagración de algunos lugares para el recuerdo público y la realización de actividades para la reminiscencia de los seres queridos, permiten elaboraciones personales de un pasado de sufrimiento y dolor y, en cierta medida, se convierten en antídotos contra el olvido y medios para el aprendizaje político. En Colombia hay una memoria social sobre la vio-
lencia, pero no existe un ámbito institucionalizado que propicie discusiones sobre la verdad, la justicia, las reparaciones morales y materiales, la reconciliación social y la paz, como ha sucedido en otros países del continente de Asia y de África. La violencia multiforme, yuxtapuesta y difusa, como lo dice Daniel Pécaut, no corresponde a una situación provisoria sino a una realidad perdurable. En un entorno de estas características, no se puede desarrollar una acción política colectiva que funcionalice esas formas de recuperación de la memoria con el propósito de plantear un debate sobre el pasado que tenga implicaciones políticas, judiciales, económicas y culturales en el presente y en el futuro.
Las memorias autobiográficas literales y ejemplares propician una recuperación parcial del pasado y la construcción de una memoria social, pero aún no se ha concebido una memoria dominante que permita un acuerdo mínimo sobre los hechos de violencia y un consenso para no repetirlos. De hecho, estas memorias individuales son, en su mayoría, contradictorias y limitan aprendizajes sociales y políticos que conduzcan no sólo a la superación positiva del problema sino a la fundación de un régimen democrático, participativo e incluyente.
El efecto de la literatura testimonial es positivo en la medida en que permite que la memoria de ciertas personas y grupos sociales específicos pase de un estado de literalidad a uno de ejemplaridad. Asimismo, en la medida en que genera vínculos entre lo individual y lo colectivo, y aporta positiva, aunque marginalmente, en la superación del fenómeno general de la violencia. Se podría concluir que el caso colombiano se ajusta a aquella situación descrita por Paloma Aguilar en la que no parece posible el debate abierto, colectivo e institucionalizado sobre el pasado, la búsqueda de la justicia y la reconciliación social:
Hay ocasiones donde la reconciliación parece ser imposible, puesto que ni siquiera existe la voluntad
65 María Eugenia Vásquez. Op. cit., p. 281. 66 Constanza Ardila Galvis. Op. cit., p. ix.
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de recurrir al olvido para amnistiar las viejas querellas. Suele tratarse de casos en los que las faltas son demasiado graves, o demasiado recientes, y no permiten una salida fácil, a veces ni siquiera un parche momentáneo [...]. Son países en los que la historia se repite porque las lecciones no fueron las resultantes de la máxima nunca más. La memoria colectiva juega aquí un papel claramente alentador del conflicto, que se va a legitimar, precisamente, por la existencia de una pluralidad de memorias confrontadas y por la inexistencia de una memoria consensuada acerca de lo que ocurrió en el pasado 67.
67 Paloma Aguilar Fernández. Op. cit., pp. 47, 48.
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Contar a los desaparecidos en Colombia. Educación, lectura y memoria //An account of missing in Colombia. Education, reading and memoir //Contar sobre os desaparecidos na Colômbia. Educação, leitura e memoriaA Nylza Offir García Vera* Resumen: El artículo dimensiona el drama de una realidad en la historia reciente de Colombia: la desaparición forzada. Se propone, a través de una reflexión amplia —que adopta diversos momentos y escenarios, así como también distintas fuentes informativas y narrativas—, contar esta historia a los jóvenes que se educan en nuestras universidades. Para ello, la experiencia de la lectura literaria como un acontecimiento que permite algo más que informarnos sobre el tema, emerge como condición de posibilidad para vivir, sentir, pensar y memorar con los otros lo que significa esta suerte de purgatorio, esta espera sin fin. Palabras Clave: desaparición forzada, memoria, educación, experiencia de la lectura, literatura.
Abstract: This paper offers a view about a real drama in Colombia’s recent history: forced disappearance. So the proposal is telling this to young people who are educated in our universities by a reflection, taking several moments and scenarios as well as other information and narrative sources. Then a literary reading experience emerges as an event that allows more than just say something about it, and a chance for living, feeling, thinking and remembering with others this kind of endless purgatory. Keywords: forced disappearance, memoir, education, reading experience, literature.
A NOTA EDITORIAL: Extraído de García, N. (2012). Contar a los desaparecidos en Colombia. Educación, lectura y memoria. Revista Colombiana de Educación, 62, pp. 265-285. Continuando dentro del territorio colombiano, este rescate complementa al primero pero desde un aspecto educativo, es decir, de cómo se debe enseñar la violencia, tanto en la educación superior como escolar. Lo importante de este artículo es que sus postulados no se encuentran totalmente ajenos a lo que sucede en otros territorios latinoamericanos, por lo que la universalidad y las similitudes se hacen presentes.
* Adelanta la Maestría en Educación en la Universidad Pedagógica Nacional, especialista en la Enseñanza del Español y la Literatura y licenciada en Pedagogía de la Universidad de Pamplona. Docente-investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad Pedagógica Nacional, vinculada al grupo de investigación Educación Superior, Conocimiento y Globalización, en la línea Discursos y Prácticas de la Educación Superior. Correo electrónico: nylzao@yahoo.es.
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Resumo: O artigo dimensiona o drama de uma realidade histórica recente da Colômbia: o desaparecimento forçado. Propõe-se, em seguida, através de ampla reflexão —que adota diversos momentos e cenário, assim como distintas fontes informativas e narrativas—, a contar essa história aos jovens educados em nossas universidades. Para isso, a experiência da leitura literária, como um acontecimento que permite algo mais que informar sobre o tema, emerge como uma condição de possibilidade para viver, sentir, pensar e lembrar com os outros o que significa este tipo de purgatório, esta espera sem fim. Palavras chave: Desaparição forçada, memória, educação, experiência de leitura, literatura.
Con la ilusión que se anida en los corazones de quienes deseamos que tus manos sigan acariciando el viento. Que tus ojos sigan presenciando al majestuoso sol en un atardecer. Que tus piernas dancen juguetonas bajo la lluvia. Que tu corazón siga latiendo en algún lugar de la Pachamama. La esperanza no se pierde. Ella se nutre de la fuerza vital de tu sonrisa y de tu lucha. A Sandra Viviana Cuellar Gallego Joven ambientalista desaparecida el 17 de febrero de 2011 en Cali, Colombia.
A manera de prolegómenos
¿Por qué hemos de preservar en nuestra memoria colectiva esta tragedia y luchar contra su olvido? n Colombia, como en un acto macabro de ma- ¿Qué lugar tienen la educación, la lectura y la litegia, se desaparecen las personas. Las cifras ratura en este escenario? oficiales de desaparecidos son de dimensiones escalofriantes. Los medios introducen como una Estas son algunas de las preguntas que atraviesan nota más los casos sobre ‘desaparición forzada’, al el presente texto, cuyo propósito es indagar por las tiempo que algunos columnistas y defensores de posibilidades que tiene la lectura, especialmente derechos humanos intentan preservar la memoria la lectura literaria en tanto experiencia que nos de esta tragedia a través de sus crónicas y denun- enseña aquello que también le compete a la educacias. En medio de las cifras, podemos hallar uno ción: el saber sobre nosotros mismos en el marco que otro relato o informe que nos acerca al drama de una guerra que degrada la condición humana. vivido por los familiares de los miles de desapare- Aun cuando referiremos algunas fuentes docucidos en el país. mentales que permiten situar en cifras y en informes el fenómeno de la desaparición forzada y su En noviembre de 2010, apareció en el medio li- significado para la sociedad, se propone el trabajo terario una novela que dibuja el rostro de uno de pedagógico con cierto tipo de textos narrativos en estos tantos desaparecidos: Ramiro Díaz, un mese- los cuales emerge la posibilidad de resguardar en ro de la cafetería que salió con vida del Palacio de la memoria literaria aquello que precisa ser contaJusticia en aquel noviembre de 1985, pero del que, do: la historia de los desaparecidos en Colombia. luego, no se volvió a tener noticia alguna1. El autor de este libro crea una ficción que nos aproxima Contar esta historia, leerla y hacerla propia, es imliterariamente a una víctima de este delito. Pero prescindible para preservar la memoria histórica ¿qué puede enseñarnos el dolor de las familias a de un país que todavía no se recupera de esta traquienes las han condenado a Vivir sin los otros? gedia y que vive aún en medio de un conflicto ar-
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1 La novela alude a un pasaje bien conocido de nuestra historia reciente: la toma del Palacio de Justicia por parte del movimiento guerrillero M-19 el 6 de noviembre de 1985 y su posterior retoma por parte del Ejército Nacional.
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mado. Todo proyecto educativo que se piense para las nuevas generaciones requiere contar, además, con esta historia, en el entendido de que educar es, también y primordialmente, un asunto de orden ético.
además legítima y necesaria, es que los futuros profesionales accedan a los códigos propios de su campo y se conviertan así en lectores autónomos. Pero por importante que sea esta tarea, la dimensión académica de la lectura para educar a las nuevas generaciones no es suficiente. Más allá de estas Educación y lectura: del acto pedagógico al razones pragmáticas o científicas, es también cruacto ético y político cial en la educación superior abordar la dimensión poética y política del acto de leer, en su relación Cuando se alude al tema de la lectura, esta aparece con la ética y la ciudadanía; inscribir en el horizonvinculada, cada vez con más frecuencia, a las nocio- te de la formación la lectura como posibilidad de nes de comprensión, de hábito y de competencia. conocimiento, de comprensión o de experiencia de Instaurado como está en el discurso pedagógico un país ignorado y extraño para una gran mayoría oficial, el saber leer se concibe como una habilidad de nuestros jóvenes: el país que vive en conflicto y para salir avante de la educación básica. En el caso en guerra3. de la educación superior es condición sine qua non para apropiar los contenidos y saberes propios de Si educar es un acontecimiento ético, como nos lo una disciplina y de una profesión. recuerdan Bárcena y Mélich (2000), la educación no debería preocuparse por enseñar solo lo más En una reciente investigación sobre el leer y el elaborado y excelso de la cultura: las artes, las escribir en la universidad colombiana, tales prác- ciencias, las disciplinas, los desarrollos científicos, ticas en la academia resultan ser altamente he- técnicos y tecnológicos, entre otros, sino también terónomas y se vinculan de modo fuerte con las tendría que ocuparse de mostrar lo más inhumano actividades evaluativas de los docentes y con la y la barbarie que se halla en nuestra propia historia formación propiamente disciplinar2. Los cursos de de civilización. Tanto la cultura como la educación, lengua se erigen allí en los primeros ciclos de fun- nos dicen los autores, “tienen que ser repensadas, damentación de las carreras universitarias, como pues su herencia ya no es el humanismo, sino una una posibilidad para integrar estrategias que per- memoria herida de la civilidad y la cultura, o dicho mitan abordar los textos académicos y científicos de otro modo, la cultura de lo inhumano” (p. 36). del campo profesional en el que se forma, pero también como un modo de ‘suplir’ una supuesta Quienes trabajamos en el tema de la lectura como ineficiencia del sistema escolar anterior que no objeto de conocimiento y como objeto pedagógilogra formar lectores competentes. Para algunos co sabemos bien que el sentido de enseñar a leer estudiantes, sobre todo de áreas como la agricul- se corresponde no solo con el propósito de que tura, los servicios, el derecho y las ciencias básicas, nuestros estudiantes comprendan el mundo físico, estos cursos son el único espacio curricular en el social y cultural que les rodea, sino que también, cual acceden a géneros de carácter informativo y y fundamentalmente, tiene que ver con la formanarrativo: allí se tiene, muchas veces, la oportuni- ción de ciudadanos. Pero no puede haber ciudadadad de leer textos periodísticos y textos literarios, nía allí donde no se informa sobre las condiciones esto es, aproximarse a otras lecturas y realidades. históricas, políticas y económicas en las que se ha estado inmerso y en las que se vive el día a día. No En este escenario, la preocupación fundamental, hay ciudadanía sin lectores críticos, sin memoria 2 Cfr. Sistema Integral de Gestión de Proyectos, Colciencias. Proyecto: ¿Para qué se lee y se escribe en la universidad colombiana? Un aporte a la consolidación de la cultura académica del país [CódigoPREOO439015708]. Proyecto desarrollado entre el 2009 y el 2011 que vinculó a 17 universidades públicas y privadas del país. Esta referencia a algunos resultados nacionales —que próximamente saldrán a la luz pública— la hago como coinvestigadora del proyecto en el que participé a nombre de la Facultad de Educación de la Universidad Pedagógica Nacional.
3 El tema es un asunto que pareciera ser exclusivo de aquellos estudiantes y de sus profesores que se forman en las ciencias sociales y en algunas humanidades.
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de país y sin historia. Allí donde la historia oficial ha borrado el relato de los vencidos. Allí donde “la amnesia, la desmemoria, el olvido, se edifican con el silencio” (Mendoza, 2004, p. 10). Es por eso que para impedir la reedición de la barbarie, nos dicen de nuevo Bárcena y Mélich, necesitamos más civilización y al mismo tiempo otra clase de civilización (2000, p. 46).
De lo que se trata aquí es de comprender que formar lectores significa algo más que proveer estrategias y hábitos para responder a las tareas escolares y de ahí a las exigencias de la academia universitaria, para dar paso a una concepción en la cual la lectura sea también afectación del sujeto, de tal forma que no solo su cognición o sus pensamientos sean transformados, sino también su propia sensibilidad, su modo de vivir y habitar el Quizás es Paulo Freire, en su apuesta por una edu- mundo. Es quizá lo que nos intenta decir George cación como práctica de libertad, que puso, ade- Steiner cuando afirma que “quien haya leído La más, el acento inicial de su trabajo pedagógico en Metamorfosis de Kafka y pueda mirarse impávido la alfabetización de los oprimidos, quien más nos al espejo, será capaz, técnicamente, de leer la letra ilustra del cómo se puede pasar de un acto peda- impresa, pero es un analfabeto en el único sentido gógico a un acto político a través de la lectura: en- que cuenta” (p. 27)5. señar a leer el mundo que habitamos en su pasado y en su presente y no solo reproducirlo, intentar La lectura como experiencia: “Eso que me pasa” reescribirlo como parte de una lectura crítica de esa realidad y de un nuevo comienzo, de otro fu- Para abrir paso a esta afectación del sujeto en el turo, es, en sentido pleno, educar para Freire. Leer acto de leer es propicio repensar la lectura como nos exige así una transformación intelectual de los experiencia o como acontecer humano, tal y como sujetos, pero también una decisión de transformar nos lo propone Jorge Larrosa (2008, p. 89). Para el mundo4. De tal manera que leer y escribir no son este autor, la experiencia supone un acontecimiensolo técnicas de dominio cognitivo o psicomotriz, to exterior o fuera del sujeto, pero a su vez es en sino que comportan siempre actitudes de creación el sujeto en el que tiene lugar tal experiencia. Exy recreación: “La lectura implica una experiencia periencia es “eso que me pasa”, afirma literalmende autoformación y por ello deriva siempre en una te, de ahí que toda experiencia implique un movipostura activa del sujeto frente al contexto” (Cfr. miento de ida y vuelta: Freire, 1997, p. 108). En esta perspectiva, la lectura recobra otros sentidos posibles en el acto educativo, sea en el nivel más elemental, en el sentido de fundamental, que se da en la escuela básica o en la educación superior que se ofrece en las universidades. Pero no se trata de una lectura que nace del lenguaje de la previsibilidad y del control o del dominio psicológico de una habilidad, pues este tipo de concepciones son agenciadas con rigor por las instancias oficiales MEN, con todas sus baterías de evaluación de competencias lectoras: desde las pruebas SABER hasta los ECAES.
Un movimiento de ida porque la experiencia supone un movimiento de exteriorización, de salida de sí mismo, de salida hacia afuera, un movimiento que va al encuentro con eso que pasa, al encuentro con el acontecimiento. Y un movimiento de vuelta porque la experiencia supone que el acontecimiento me afecta a mí, que tiene efectos en mí, en lo que soy, en lo que yo pienso, en lo que yo siento, en lo que yo sé, en lo que yo quiero (Larrosa, 2008, p. 90).
Siguiendo al autor, toda experiencia involucra un tránsito, un padecimiento y una transformación en el sujeto. Por ello, la experiencia nos forma y transforma a la vez. Y es precisamente esta concepción la que permite situar el vínculo entre educación y
4 Quienes hemos seguido de cerca la pedagogía freiriana podríamos afirmar que una posible síntesis de sus enseñanzas sugiere la posibilidad de entender que la historia es una construcción de los hombres y que por eso son ellos los llamados a transformar su presente y su futuro y construir otra historia. 5 En una reciente conferencia de Jorge Larrosa, en el IX Taller Nacional para la Transformación de la Formación Docente en Lenguaje, realizado en Medellín entre el 10 y el 12 de octubre de 2011, propuso al público pensar esta cita de Steiner y cambiar a Kafka por cualquier autor clásico del pensamiento o de la literatura.
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lectura. La lectura de un libro es una experiencia formativa solo si en nuestra relación con el texto algo nos pasa, algo le pasa al lector. Es, nos recuerda Larrosa con Steiner, mirarse en el espejo de otra manera: “Pensar la lectura como formación implica pensarla como una actividad que tiene que ver con la subjetividad del lector, no solo con lo que el lector sabe, sino con lo que es [...] como algo que nos constituye o nos pone en cuestión en aquello que somos” (p. 96).
la información al sujeto nada le acontece, nada le sucede, nada le pasa, nada le llega, nada le afecta, nada le amenaza, nada le hiere (Cfr. 2008, pp. 104108).
Es quizá esta sensación del no-acontecimiento, del no-suceso, de la no-experiencia, de la no-lectura, la que puede estar teniendo lugar en nuestro país, por ejemplo, cuando en recientes noticias leemos que en los últimos años el número de desapariciones en Colombia alcanzó dimensiones escalofrianSi bien es en la experiencia de lectura de un texto tes: literario dada su dimensión estética en donde se “La desaparición forzada en Colombia alcanzó dihallan mayores posibilidades para que en el sujeto mensiones escalofriantes”, denunció el lunes el suceda esa suerte de sensibilización, de transforrepresentante de la oficina del Alto Comisionado mación y de formación, Larrosa alude a cualquier de Naciones Unidas para los derechos humanos, tipo de texto o de autor. En ese sentido, señala que Christian Salazar, quien atribuyó a la fuerza pública gran parte de la responsabilidad. “Las cifras que lo importante no es lo que el texto o el autor diga, conocemos indican dimensiones escalofriantes”, piense o sienta, sino aquello que el sujeto pueda dijo Salazar al revelar que 15.600 personas han sido decir, pensar o sentir a partir lo leído. En esa misdesaparecidas presuntamente de manera forzada ma perspectiva, Jurado (2001) nos señala: “La lecen Colombia, de un total de más de 57.200 desapatura de un texto literario, científico, filosófico, o de recidos que figuran en el Registro Nacional de Desacualquier otro género es, sin duda, una experienparecidos. Esas desapariciones forzadas —entre las que se cuentan más de 3.000 mujeres e igual númecia de iniciación o una prueba de paso: después del ro de menores de 20 años— fueron “cometidas por viaje por la selva de los símbolos, en todo lector se agentes del Estado y fuerzas paramilitares que coopera una transformación” (p. 95). laboran con ellos”, dijo Salazar (Agencia EFE, 2011) No obstante, de nuevo Larrosa nos recordará cómo hoy es cada vez es más escasa la posibilidad de que la lectura sea una experiencia para el sujeto. El mundo moderno que se nos presenta bajolas etiquetas de una ‘“sociedad de la información”, ligada a la vez a la inmediatez de las cosas y a la condición efímera de las opiniones, no da lugar a esta posibilidad:
(ONU, 2011).
La pregunta es: ¿qué dicen, qué piensan, qué sienten los ciudadanos de un país como Colombia frente a la lectura de una noticia como esta? La información señala que son “quince mil seiscientas personas víctimas de desaparición forzada en Colombia de un total de 57.200 desaparecidos en las últimas décadas”, contando solo con aquellos que figuran efectivamente en el Registro Nacional. El sujeto de la información sabe muchas cosas, se Sin duda, como nos lo propone Larrosa al situar pasa el tiempo buscando información, cada vez sabe más, cada vez está mejor informado, pero en esa ob- la lectura como experiencia, este tipo de informasesión por la información y por el saber (pero por el ción que leemos no nos afecta en lo propio, es desaber no en el sentido de “sabiduría” sino en el sen- cir, no nos acontece. Es, efectivamente, un “cúmulo tido de “estar informado”), lo que consigue es que de noticias fragmentarias y aceleradamente cadunada le pase (Larrosa, 2008, p. 105). cas... Vemos el mundo pasar ante nuestros ojos y nosotros permanecemos exteriores, ajenos, impaAdemás de que nada nos pasa, cada acontecimiensibles” (Larrosa, 2008, p. 96). to que viene unido con la noticia o información a la que accedemos impide también la memoria, la Fuentes documentales sobre desaparecidos huella. La vertiginosa carrera de los hechos y el en Colombia: ¿Qué se lee en estos textos? ¿Qué modo como se presenta ante nuestros ojos no per- acontece en nosotros? mite al lector exponerse el tiempo suficiente. Ante RESCATE
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nal de Búsqueda, creada por el Congreso en 2007 El tema de la desaparición forzada en Colombia es para llegar al fondo del asunto [...]. Según el reporte, prácticamente un asunto ajeno y exterior al común de acuerdo con la Fiscalía, de esas personas al mede los ciudadanos. De este se ocupan especialmennos 32.000 serían “desapariciones forzosas”, comete personas que pertenecen a instancias oficiales tidas por guerrillas, paramilitares y miembros de la comprometidas con el mismo, algunos comuniFuerza Pública. De acuerdo con los autores, si bien se piensa en Chile o Argentina cuando se habla de cadores o periodistas críticos, ciertos grupos de este tipo de desapariciones, las nuevas estadísticas investigación que estudian en diferentes perspecle están dando dimensión a esta tragedia y ponen a tivas esta práctica criminal en el país y varias orgaColombia a la cabeza de este tipo de crímenes en el nizaciones de derechos humanos que trabajan con mundo” [...]. Para los autores del estudio, lo peor es las propias víctimas en la búsqueda de sus familiaque la cifra podría ser mucho más alta9. res, y en la exigencia de memoria, verdad, justicia y reparación ante el Estado colombiano6. En efecto, eso es lo que dice el informe referido en esta nota periodística. Bajo el título “Rompiendo el En los últimos años, este ha sido un tema noticioso silencio. En la búsqueda de los desaparecidos en en los medios, pero marginal frente a su dimen- Colombia”, el Grupo de trabajo sobre asuntos latisión humana, política y social. Desde el 2006, por noamericanos y la Oficina en los Estados Unidos ejemplo, de acuerdo con Semana, se sabe que la sobre Colombia señala, entre otros (2010, p. 3): misma Fiscalía de la Nación reconoció 7.702 caEs poca la atención que se presta a las desapariciosos de desaparición forzada (entre 1982 y 2005); nes en Colombia. La razón de ello podría ser simplela Procuraduría, 829 casos (entre 1993 y 2005); mente porque el número de víctimas de asesinatos, la Vicepresidencia de la República, 4.177 (entre masacres, homicidios y bajas en combate en los que 1997 y 2005); y Medicina Legal, 1.014 víctimas existen cuerpos es tan alto que las desapariciones (entre 2005 y 2006)7. En el 2009, en la nota “El quedan fuera del foco de interés. La habilidad del gobierno en proyectar una imagen de éxito también crimen invisible”, el mismo semanario publicó otro ha contribuido para que las desapariciones, junto nuevo informe en el que señala: “La Fiscalía tiene con otros abusos de derechos humanos, sean menos confirmados hasta ahora 25.000 casos de desapavisibles. rición forzada en el país. Hace dos años, cuando se pensaba que eran 10.000, nadie imaginaba la magPero, ¿quiénes son las víctimas? En el mismo infornitud del tema”8. Según esta información, nuestra me se afirma que “las víctimas de desapariciones tragedia es aún peor que la sufrida por los países forzadas en Colombia incluyen a defensores de dedel Cono Sur en épocas de dictadura en las que se rechos humanos, sindicalistas, afrocolombianos, revivió la tenebrosa noche y niebla nazista, como indígenas, jóvenes y niñas adolescentes de zonas lo registra también un artículo de El Tiempo: rurales en conflicto. Integrantes de la comunidad 51.000 y contando. Es la cifra de personas “desapa- LGBT, habitantes de la calle y otros identificados recidas” en Colombia a lo largo de las últimas déca- como ‘indeseables’ (2010, p. 5)”. das y que hace parte de un nuevo informe publicado en Washington que usa como fuente para sus conclusiones a la Fiscalía General y la Comisión Nacio-
Entre los victimarios y responsables del delito, de acuerdo con la Comisión, están “tanto las fuerzas
6 Quizá la organización más representativa en Colombia nace precisamente del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, MOVICE, que dedica gran parte de su trabajo a luchar contra la impunidad frente a este crimen. Asimismo, desde 1982 se creó la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos —ASFADDES— que hoy en día se constituye un referente obligado de resistencia y de lucha contra el olvido. 7 Cfr. www.semana.com [en línea] “Los desaparecidos forzados en Colombia ¿cuántos se buscan? Miércoles 15 de noviembre de 2006.
8 Cfr. www.semana.com [en línea] “El crimen invisible”. Sábado 17 de octubre de 2009. Allí se señala que aunque las cifras no están exentas de controversia, “La mayoría de las desapariciones ocurrió entre 1996 y 2003 y se le atribuye a grupos paramilitares”. 9 Cfr. www.eltiempo.com [en línea] “Son 51 mil los desaparecidos en Colombia en las últimas décadas”. 13 de diciembre de 2010.
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armadas y policiales así como todos los grupos armados ilegales”. Sobre estos últimos se señala:
Las guerrillas asesinaban y desaparecían personas, y en muchas ocasiones los secuestros y el reclutamiento forzado, incluyendo el reclutamiento de menores, fue catalogado como desapariciones. Cuando en la década del 90 creció el fenómeno paramilitar, también aumentaron los casos de personas que se tenían por desaparecidas a manos de las fuerzas paramilitares —grupos armados de derecha que a menudo recibían la colaboración de integrantes de las fuerzas armadas de Colombia— (2010, p. 5).
Asimismo, se sostiene que “los colombianos recién están empezando a ver la dramática dimensión del número de desaparecidos por paramilitares” (2010, p. 5):
Los paramilitares solían destruir los cuerpos de sus víctimas, quemándolos o cortándolos con motosierras, y los enterraban en fosas comunes dentro de fincas, a las orillas de los ríos o a las afueras de los cementerios, o los arrojaban a los ríos. Surgieron reportes sobre la existencia de hornos crematorios que eran usados por los paramilitares para desaparecer los cuerpos de sus víctimas en el Catatumbo e incluso en las afueras de Medellín (p. 5).
Lo más dramático es que en tales desapariciones, que se nos presentan similares a un acto de magia macabro, como ya se anotó al comienzo, no solo desaparecen las víctimas, también desaparecen los que buscan a los desaparecidos: “Tanto denunciar las desapariciones, como investigarlas, así como realizar las exhumaciones, son tareas peligrosas, especialmente en un contexto donde persiste el conflicto armado. Según la Comisión Nacional de Búsqueda, un equipo de exhumación desapareció, y otro fue atacado y uno de sus miembros fue asesinado” (p. 14)10. Pero ¿cómo se instaura este tipo de crimen en el “corazón” de una sociedad? ¿Qué móviles tejen esta
absurda realidad? ¿Qué lo hace posible? ¿Por qué sucede? ¿Qué implicaciones tiene para los familiares? y ¿cómo afecta la existencia y la historia de un colectivo social? Además del informe mencionado, existen en Colombia otros trabajos de investigación sobre este tema que intentan dar respuesta a muchos de estos interrogantes. La Fundación Dos Mundos, por ejemplo, en su edición especial sobre desaparición forzada (2006), elabora un panorama psicosocial de esta práctica criminal en el país. Allí se advierte que, lejos de ser una práctica superada, fue y sigue siendo una realidad sobre la cual no se conocen sus verdaderas dimensiones. Además, se corresponde con una acción sistemáticamente planeada: “La desaparición forzada se caracteriza generalmente por su sistematicidad. Rara vez es una práctica aislada, posee una lógica y objetivos subyacentes, como la eliminación y grave afectación de un grupo político o social determinado” (Uprimny, R. y Saffón, M. P. 2006, p. 23)11. En esta edición también se indaga por los aspectos deshumanizantes de esta práctica. De acuerdo con Arias (2006, pp. 2-7), la desaparición forzada no es solo una pretensión del ente criminal para borrar toda huella que pueda inculparle. Además de ello, es un dispositivo de terror que opera sobre la base de impedir el duelo, de prolongar el dolor, de evitar el ritual de despedida, de posponer para siempre aquel acto simbólico que permite a los familiares de la víctima tramitar la pérdida y despedirse del ser amado. Los efectos emocionales, tanto individuales como colectivos, están garantizados: La desaparición forzada, en esencia, impide el conocimiento del paradero y la suerte de las víctimas, con lo cual, además de dificultar el trámite de los duelos, crea una zona de ambigüedad que altera los procesos individuales y familiares relacionados con el ciclo vital: no se avanza pero no se retrocede, no se crece, se está allí, atrapado en medio de la incertidumbre. Al no conocer el estado y el destino del
10 Lo más preocupante de todas estas cifras es que, en términos de justicia para las desapariciones forzadas, según este informe, la Ley 957 de Justicia y Paz representa un retroceso en tanto: “Reduce el término de la sentencia por el crimen de desapariciones de 25 a 60 años dispuesto en la ley, a un máximo de ocho años para los que confiesan sus crímenes. De igual manera es muy preocupante el reducido número de personas que han sido sentenciadas dentro del marco de Justicia y Paz. Cinco años después de la promulgación de la ley, solo dos paramilitares han sido condenados [...]” (2010, p. 14). 11 Ello explicaría el lazo que une las víctimas principales de este delito: los sectores minoritarios pertenecientes a grupos políticos o las personas más vulnerables y marginales de la sociedad. De esta manera se constituye en un accionar de los grupos armados, de todos ‘los ejércitos’, pero principalmente de los ejércitos paramilitares como lo demuestran las cifras atribuibles a tales grupos y los diferentes estudios sobre el fenómeno.
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de los coletazos del conflicto social y armado—, salir a las carreteras, a las regiones, a los pequeños pueblos blancos extraviados en las montañas azules que vemos a lo lejos, para darnos cuenta que la tragedia nos toca a todos y que sus efectos se viven ahora y seguirán a futuro incrustados en el seno de esta sociedad; pese a ello, esto no nos afecta. No significa lo mismo la lectura de estos informes y Otras preguntas sobre este fenómeno vinculadas estas fuentes documentales para un periodista, un a las condiciones que han hecho posible que un investigador o un defensor de derechos humanos crimen de esta magnitud suceda sin que haya una que para el ciudadano del común. En síntesis, para reacción de la sociedad quedan también allí plan- la ciudadanía, en general, “esto no nos pasa” o, por teadas: lo menos, no pasa por nuestra experiencia. ser querido, surgen sentimientos de perplejidad, angustia y culpa, en la permanente compañía de la ausencia. Y también porque después de la desaparición, en muchos casos los familiares de las víctimas siguen siendo hostigados y perseguidos para que no interpongan denuncia o cesen en sus esfuerzos por encontrar a sus allegados y señalar a los responsables (2006, p. 4).
¿Cuál es el dispositivo de tenaza social que emplea el sistema de desaparición que limita a tal extremo la capacidad de respuesta social? [...] ¿Cómo es que logra ser tan efectivo que pese a la conciencia sobre la ocurrencia de los crímenes, resulta siendo más poderoso el terror al punto de hacer inviable la expresión de rechazo o cuando menos la posibilidad de auxilio a las víctimas? ¿Cómo entender, pues, aquello que parece obrar como una especie de mecanismo capaz de paralizar al conjunto social, mudo cuando no renuente a escuchar lo que ocurre alrededor? (Arias, 2006, p. 3).
La primera intención que se avizora es la de borrar los rostros y los rastros de las víctimas y perpetuar la impunidad. De igual manera, podría pensarse que la aparente indiferencia de la sociedad en su conjunto es también un efecto de este crimen, pues logra el cometido de instalar el terror y resquebrajar los vínculos personales, familiares y sociales. Su objetivo es también romper el tejido social. Finalmente, y es necesario insistir en ello, este tipo de estudios o informes12 que dan cuenta de este fenómeno son leídos por un número de personas muy reducido, y las cifras, las noticias sobre el tema, llegan a través de los medios masivos de información con un enfoque reduccionista y secundario, de tal manera que no logran conmover a la ciudadanía en general.
Muchos de los jóvenes que se educan en nuestras universidades y que leen día a día textos de su disciplina no saben, no han leído, no comprenden que los cuerpos de cientos de personas han sido arrojados a los ríos más caudalosos y extensos que hacen parte de nuestra hidrografía y que hoy se cuentan como un número más en las cifras sobre desaparecidos. En su geografía colombiana y en su historia reciente no aparece el mapa del horror que la guerra ha dejado a su paso. Los textos narrativos, quizá, puedan llegar aquí a llenar el vacío de memoria que transita en esta “sociedad de la información”. La narrativa, nos recuerda Mendoza (2006), se ubica siempre en este ámbito de la memoria, y solo hay memoria cuando hay experiencia vivida. La experiencia de la lectura, de testimonios y relatos, que mediante la escritura literaria resguardan en lo impreso el dolor de esta tragedia, permite entonces su comprensión esencial. Y allí también hay saber: “Saber de un modo”, saber sobre nosotros mismos. Es otro modo de conocer y otro modo de conocimiento (Cfr. pp. 6-13).
En cuanto a la posibilidad de que la lectura de ciertos textos narrativos permita gestar una memoria colectiva, es importante “resaltar que cuando se narra no solo se pronuncia una vivencia, pues tamA pesar de que este drama lo sufren silenciosa- bién se ponen de manifiesto las formas que caracmente muchos de nuestros vecinos o que solo nos terizan al propio grupo” (Mendoza, 2006, p. 12). baste con salir del muro de concreto —aquel que Para Mendoza, en tanto, la narrativa lleva al terreencierra las ciudades y las separa aparentemente no de lo conocido la experiencia, y también dota 12 El tema está también documentado en el informe “Memorias en tiempo de guerra Repertorio de iniciativas”. CNRR, Grupo de Memoria Histórica. Colombia, octubre de 2009.
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de sentido lo ocurrido en una colectividad, esta deviene en marco social, en punto de apoyo en el que se sostienen y contienen los recuerdos (Cfr. p. 13).
¿Cómo contar entonces la historia de la desaparición forzada en Colombia a nuestros jóvenes de tal manera que vuelvan la mirada hacia sí mismos y se digan: “Esto no puede ser, no puede seguir siendo”? O mejor: “¿Cómo contar una historia poco creíble, cómo suscitar la imaginación de lo inimaginable si no es elaborando, trabajando la realidad, poniéndola en perspectiva? ¡Pues con un poco de artificio!” (Semprún, citado por Mendoza, 2006, p. 12). La lectura literaria, en tanto experiencia del sentir, pensar y vivir el dolor de los otros, nos ofrece aquí, sin duda, una condición de posibilidad. Literatura y desaparición forzada: “Vivir sin los otros”
“...Me preguntaba si la desaparición no era acaso una ruta invisible, un estado del alma desalojado intempestivamente del mundo de las cosas concretas, como un insomnio sin imágenes, un velorio sin muerto o una inmortal agonía.” Fragmento. Vivir sin los otros
no suficiente. Menos aún lo es para el tema que nos ocupa. Para comprender el dolor de una familia que guarda en su seno la ausencia de un desaparecido, para reconstruir la figura del dolor, es necesario que nuestro propio cuerpo, nuestra palabra atraviese el umbral de la experiencia. Y si “el único sustituto de la experiencia que nos ha sido dado vivir es el arte y al literatura” (Bárcena y Mélich, 2010, p. 58), es entonces posible que en la experiencia estética y poética de la lectura de los libros que nos narran este drama humano y silenciado de la desaparición forzada hallemos un resquicio para ese saber-otro de nuestra historia. Para narrar un pasado que no pasa, para comprender este presente continuo del conflicto armado y social del país que deja permanentemente dibujada una estela de padecimiento en muchos de los rastros que no vemos y de los rostros que no reconocemos13. Escuchemos, por ejemplo, esta historia:
Imaginemos el rostro de Ramiro Díaz. Un mesero locuaz, festivo, tan entrañable como despreocupado. Padre de cuatro hijas y enamorado de Betty, su esposa. Ramiro está el 6 de noviembre de 1985 en la cafetería del Palacio de Justicia y atiende a una periodista que toma un café mientras cubre las últimas noticias de un tratado de extradición. Imaginemos ahora a este padre contándole a sus hijas la épica que vivió en los dos días de retoma del Palacio. Ramiro hace de este trágico evento un jocoso recuerdo, pues el autor de esta novela nos ha construido un personaje para quien la alegría no admite cuestionamientos. Este mesero, según el relato, solía recomponer la angustia de un momento y volverla un estribillo, una fábula sobre la propia existencia en la que siempre hay que reírse del infortunio, como solo lo saben hacer las mentes más excelsas y brillantes.
En “El delirio de las palabras” (2004), Bárcena se pregunta por la educación que está basada aún en la presencia, en el encuentro entre rostros y cuerpos, en la carne de las palabras: “¿qué puede decirnos acerca de estos silencios-otros, de estos gritos-otros, de estos dolores que nos enmudecen?”. También se pregunta: “Y si la dicha, o lo que vagamente llamamos felicidad, es el horizonte que pretendemos dibujar como tensión de la experiencia educativa ¿por qué hablar del dolor y de las posibilidades de un aprendizaje a partir de su íntima y silenciosa experiencia? ¿Qué forma el dolor? ¿Cuál es su figura?” (2004, p. 276). Volviendo a la escena, el hombre les cuenta a sus hijas cómo su cuerpo esquivó unas balas al tiempo Pero sabemos bien que en la educación no basta que protegía la vida de un rehén. Correr allí, ayucon ofrecer nuestra palabra o nuestro testimonio dar acá, unirse a la labor militar cuyo oficio le era y abrirse al diálogo con el otro. Es necesario, pero conocido, pues en otro tiempo había pertenecido a
13 Quizá es por eso que en ciertos muros de la ciudad de Bogotá e incluso en algunas paredes de nuestros claustros universitarios, de manera reciente hemos podido observar unos murales que narran la tragedia de las desapariciones de otro modo: Rostros a veces visibles y otros apenas delineados por sombras nos miran y al acercarnos un rompecabezas de espejos rotos nos permite ver nuestro propio rostro reflejado en la pared. Es toda una apuesta estética, ética y política. Es la obra de arte en la ciudad contándonos algo e interpelando al ciudadano al mismo tiempo.
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esta institución. Para él, todo habría valido la pena con el fin de ayudar a las fuerzas armadas de Colombia a recuperar “el orden y la libertad”.
En el péndulo descrito por la autora (2002), que va del énfasis social de la lectura de una obra literaria14 hasta la defensa per se de su valor estético, su tesis viene a bien frente a la idea que se ha tratado Este diálogo que sostiene con sus hijas es una in- de delinear en esta reflexión: “No debería existir vención que solo el personaje pudo contemplar contradicción entre estas dos fases del arte que, de en su mente. Fernando González, el autor de Vivir hecho, están inextricablemente relacionadas entre sin los otros, una novela en la cual se narra esta sí... El incremento de la sensibilidad literaria, no historia de amor con el trasfondo de los sucesos menos que el fomento de la conciencia social” (p. históricos de la toma y retoma del Palacio, quizás 49). Para Rosenblatt, también la lectura literaria, también hubiese querido registrarlo al final de sus antes que información adicional, es experiencia: páginas, como una suerte de justicia literaria ante “proporciona un vivir a través, no simplemente un tanta ignominia y crueldad juntas ejercidas sobre conocer sobre” (p. 65). este personaje. En efecto, Ramiro es sacado con vida del Palacio hacia la Casa del Florero, de ahí Y si deviene en conocimiento, nos enseña tanto lo será llevado finalmente hacia un no-lugar, hacia la magnánimo de la condición humana como su barnada. barie. En ese viaje que se emprende en la lectura de las vicisitudes humanas, los lectores, junto con La invención de esta escena le pertenece también los personajes, vuelven al pasado como si fuese al lector. Es parte de su experiencia de lectura: sin- un tiempo presente, un tiempo vívido, un tiempo gular en su propia subjetividad y a la vez plural en conocido. Es el acontecimiento lo que tiene lugar las posibilidades interpretativas, estéticas y socia- en esta experiencia de lectura: “Una irrupción imles que trae consigo. Pero ahora que un escritor ha prevista en un estado de cosas que mantenía un reconstruido con un lenguaje literario la undívaga decurso continuo y un transcurrir habitual...una presencia y ausencia de este personaje a través de fractura, una quiebra, una herida en el tiempo” una novela, su recuerdo permanece indeleble en el (Bárcena, 2004, p. 80). Y si acontece, recordemos lector. La obra puede ser un pre-texto para repasar también con Larrosa, “eso me pasa”, eso nos pasa. el tejido desconocido de esta memoria de nación a través de otros registros estéticos y de otras fuen- En esta lectura no importa entonces qué tan competente es el estudiante para recuperar “el signifites documentales. cado” de lo leído o qué tan hábil sea para responSi bien la literatura no tiene como objeto promo- der a un cuestionario de preguntas para verificar ver o desarrollar ciertas actitudes éticas, ser un la comprensión, pues leer en tanto experiencia del documento de carácter histórico o suplir los vacíos acontecimiento no precisa de esa relación entre de la formación o de la enseñanza, pues ella es ante causas y efectos esperados. Y como la experiencia todo y en sí misma una forma de arte, ineludible- de lectura es siempre para cada cual la suya, no se mente, su lectura se inscribe en un marco social trata aquí de ofrecer una nueva fórmula didáctique nos remite a la relación de los seres humanos ca para enseñar o “dar de leer”, o una más de las con el mundo en que viven y que han construido, prescripciones sobre lo que debería versar la edude los seres humanos entre sí y del ser humano cación. consigo mismo. ¿Acaso la sustancia de la literatura no es todo lo que los seres humanos han pensado, Se trata de proponer una experiencia de lectura sentido, creado o vivido?, se pregunta Louise Ro- que les permita a nuestros estudiantes hacer al tiempo otra comprensión de país, a través de la senblatt en una de sus obras. cual sus palabras, sus ideas, sus saberes y senti14 Énfasis que muchas veces adquiere en la enseñanza fines meramente moralizantes o aleccionadores, de lo cual nos alerta la autora en su libro. La perspectiva ética o axiológica que aquí se defiende no intenta situarse en este carácter instrumental descrito ampliamente por Rosenblatt en su libro “La literatura como exploración” (2002).
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mientos queden surcados por una pregunta, una inquietud, una sorpresa, un acontecimiento que supone estar presente antes en quien enseña15. Es una apuesta educativa menos previsible pero igualmente fecunda donde el “dar de leer” supone al mismo tiempo la discontinuidad y el porvenir: “El espacio vacío en el que quizá puede venir el porvenir de la palabra o la palabra del porvenir, el porvenir del pensamiento o el pensamiento del porvenir” (Larrosa, 2000, p. 109).
flicto? No hay suficientes y definitivas respuestas. Pero a través de la lectura literaria siempre cabe la posibilidad de que “el recuerdo de lo que no hemos experimentado directamente, pero que podemos reconstruir a través de las crónicas que nos han llegado, [se] pueda romper la historia y mostrar que los derechos de los vencidos siguen vigentes” (Bárcena y Mélich, 2000, pp. 18-19).
Hoy más que nunca, nuestros jóvenes y la sociedad colombiana en su conjunto necesitan contar a En este marco de reflexión, enseñar a leer en la sus desaparecidos y a la vez contar con ellos. NeUniversidad no es solo enseñar a comprender de cesitamos contar sus historias, transmitirlas a las manera “correcta” o acceder a una infinitud de nuevas generaciones, hacerlas propias, impedir el textos de la cultura, privilegiando en ellos lo que olvido. Educar en una pedagogía de la memoria, sea más útil para la formación disciplinar y pro- porque no olvidar es un imperativo ético: “De ahí fesional. Es también una suerte de búsqueda, de que educar implique recordar [pues] no puede haliteratura y de autores que permitan “formar lec- ber futuro sin memoria del pasado. Un futuro sin tores abiertos a la experiencia, a que algo les pase memoria es un futuro injusto, inmoral” (2000, p. al leer, abiertos hacia su transformación, abiertos, 30). Así que esto es parte también de todo proyecpor consiguiente, a no reconocerse en el espejo” to educativo de nación. (Larrosa, 2008, p. 93). Y para no olvidar están esas fuentes documentales A manera de epílogo que nos permiten cierta comprensión del fenómeno de la desaparición forzada. Están las crónicas, Para la palabra imprescindible, los testimonios, las noticias en los medios de coque busca cauterizar la herida y consolarnos municación y las cifras que allí se registran. Pero con su música soterrada. por sí solos, como se ha venido señalando, estos Juan Gustavo Cobo Borda, datos parecen reducir el drama de las desaparicio2009 nes al mero contar numérico y los lectores aparecen siempre impasibles ante esta realidad. Por ello, En Colombia hemos tenido nuestro propio ho- la literatura se erige en los vacíos de la memoria locausto, como nos lo retrata el libro que referi- personal en su lectura y de la memoria colectiva mos en el acápite anterior y como nos lo narra a en su registro impreso. La experiencia estética que su modo la historia oficial. Y hemos vivido más proveen las obras literarias que recuperan la conque eso. ¿Cuánto tiempo seguiremos apostándole dición humana en la historia de los sobrevivientes, a la guerra como única salida al conflicto social y que nos reviven sus experiencias de dolor, que nos armado que vive el país hace décadas? ¿Cuántos relatan los acontecimientos que no están en los muertos y cuántos desaparecidos más se requie- textos de la historia oficial, fundan una posibilidad ren para que nuestra sociedad diga “basta”? ¿Qué pedagógica de lo inenarrable: “Por la memoria, el tipo de educación es posible para un país en con- poeta puede relatar los acontecimientos del pasa15 En mis clases de Lengua durante los primeros semestres, además de enseñar a diferenciar macroestructuras, hacer ejercicios de producción escrita con mis estudiantes o proveer efectivamente estrategias lectoras para enfrentar la novedad que supone los textos académicos y científicos para aquellos iniciados en una disciplina, procuro además que haya lugar para una experiencia de lectura de este tipo con mis estudiantes. Recientemente leímos la novela “Los Ejércitos”, del autor Evelio José Rosero, quien ganó con ella el premio Foreign Fiction Prize del diario The Independent y el II Premio Tusquest de Novela. La obra narra la historia de Ismael, un profesor jubilado que vive con su esposa en un pequeño pueblo. Otilia, así se llama la mujer, desaparece un día cualquiera... Narrar lo acontecido en el aula con esta experiencia pedagógica será posiblemente objeto de otro momento escritural.
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do porque tiene el poder de estar en el pasado o, lo que quedaba atrás / ese andamiaje dicho de otro modo, de hacer presente lo pasado, de abrazos cielo y humo de hacer presente lo ausente” (2000, p. 22). cuando empezaron a desaparecer La lectura de libros como el de Fernando González como el oasis en los espejismos y otros tantos que hacen parte de la literatura na- a desaparecer sin últimas palabras cional se constituye en una provocación al conoci- tenían en sus manos los trocitos miento de nuestra propia historia16. Estas lecturas de cosas que querían recuperan, además, el insoslayable papel de la experiencia estética para acercarnos al dolor de los están en algún sitio / nube o tumba otros y sentirlo como propio. Si ello no es suficien- están en algún sitio / estoy seguro te o son demasiadas páginas y el tiempo apremia, allá en el sur del alma basta también con la experiencia singular y plural es posible que hayan extraviado la brújula y hoy vaguen preguntando preguntando de una lectura poética. Tal vez baste un poema: dónde carajo queda el buen amor Desaparecidos porque vienen del odio. Por Mario Bendetti Referencias
Están en algún sitio / concertados desconcertados / sordos buscándose / buscándonos bloqueados por los signos y las dudas contemplando las verjas de las plazas los timbres de las puertas / las viejas azoteas ordenando sus sueños sus olvidos quizá convalecientes de su muerte privada nadie les ha explicado con certeza si ya se fueron o si no si son pancartas o temblores sobrevivientes o responsos
ven pasar árboles y pájaros e ignoran a qué sombra pertenecen
cuando empezaron a desaparecer hace tres cinco siete ceremonias a desaparecer como sin sangre como sin rostro y sin motivo vieron por la ventana de su ausencia
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16 Vivir sin los otros es una novela más entre muchas obras literarias que tratan este tema en Colombia, como bien lo anota Gaitán Bayona, en “un país irónico donde los horrores sonrojan a los números, [y] está siempre a la moda con la muerte”. En su artículo “El arte de la desaparición forzada en dos novelas colombianas”, este autor da cuenta de Fragmentos de una sola pieza (1995) de Alexandra Cardona y Las horas secretas (1990) de Ana María Jaramillo, “que abordan la tragedia de los desaparecidos, junto con otras novelas de escritoras colombianas que también exploran el fenómeno, como son Noches de humo (1988) de Olga Behar, Los muertos no se cuentan así (1991) de Mary Daza Orozco, y La multitud errante (2001) de Laura Restrepo. En estas obras, las historias de amor y de cuerpos femeninos afectados en sus posibilidades afectivas y eróticas se convierten en poderosos lentes para explorar traumas profundos de la nación” (Cfr. Revista Espéculo, 2010).
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www.eliempo.com [en línea] (13 de diciembre de 2010) «Son 51 mil los desaparecidos en Colombia en las últimas décadas» disponible en: http://www.eltiempo.com/justicia/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-8584522.html, recuperado enero de 2011. Informes especiales
Fundación Dos mundos (2006). Desaparición forzada. Una mirada psicosocial a la danza entre la noche y la niebla. En: Edición especial Razones y Emociones No. 18 [en línea] disponible en: http:// www.dos-mundos.org/pdf/revista/sinras_018. pdf, recuperado 7 de junio de 2010 Haugaard, L. & Nicholls K. (2010). Rompiendo el silencio. En la búsqueda de los desparecidos en Colombia. Grupo de trabajo sobre asuntos latinoamericanos y la Oficina en los Estados Unidos sobre Colombia. [en línea] disponible en: http://www. lawg.org/storage/documents/Colombia/RompiendoElSilencio.pdf CNRR, Grupo de Memoria Histórica (2009). Memorias en Tiempo de Guerra Repertorio de iniciativas. Colombia, octubre de 2009. Disponible en: http:// www.memoriahistorica-cnrr.org.co/archivos/arc_ docum/memoria_tiempos_guerra_baja.pdf RESCATE
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CUENTOS 20 Eduardo Omar Honey Escandón 1968. En el vientre de mi madre, no escucho cuando mis tíos le dicen a mi padre que no debe salir, que está bien que los compañeros hayan convocado un mitin en la plaza, pero que no está en condiciones de ir, aunque pertenezcan a los organizadores. Tiene una gripa infernal y temperatura muy alta. No puede arriesgarse a los vientos y llovizna del octubre otoñal. 1978. Tengo en mis manos un ejemplar de La Garrapata, una de las tantas revistas que esconden mis padres en la biblioteca familiar. Con curiosidad, veo el dibujo de un gorila con casco y aspecto militar. Recuerdo que es la caricatura de los granaderos y militares que andan en las calles lastimando a las personas que piden cosas más justas. Mamá llega de súbito a casa, guarda ropa en una bolsa, toma biberones, pañales y ropa para mi hermana que no tiene ni dos años. Despide a la señora que nos cuida y nos hace bajar con prisa. En la combi, que ya sabe manejar, me dice que vamos a escondernos con Lola, su amiga de la facultad, ya que hay rumores de que el ejército entrará a la UNAM. Vivimos al ladito. ¿Los gorilas?, le digo mientras le muestro la revista que aún tengo en mis manos. “Sí, esos mismos”, contesta mientras enciende la camioneta y salimos a toda velocidad. 1988. Vivimos alejados de la Universidad. Hay tareas de la carrera por hacer. Pregunto a mi mamá si marchará con los compañeros de la facultad. Le enseño la página Excélsior con el desplegado y su enorme título que conmemora la fecha. Me dice que no irá, que aún no es el momento: están muy frescas las movilizaciones por el fraude en la votación presidencial. Teme que la represión será como siempre. 1998. Pedí permiso en el trabajo. Estoy citado con mis hermanos y mi madre en el Ángel a las 3:30. Hoy será la primera vez que marcharemos todos juntos. Antes lo he hecho con mamá, de la Plaza al Zócalo. Pero hoy será diferente: iremos del Ángel a Tlatelolco, la ruta que quizás debió ser la suya y la de papá hace tres décadas. Todos llegan puntuales y no saben mi plan. Empezamos a marchar entre los contingentes que salen. Avanzamos por Reforma, pero doblamos a la izquierda en Eje Central. Otros grupos vienen hacia nosotros, pocos van en nuestro sentido. Llevamos buen paso y llegamos frente a la plaza algo antes de las seis. Apuro un poco a la familia para estar a tiempo según mi plan. Estamos ya en la plancha cuando un orador habla sobre las bengalas y pide un minuto de silencio. Miramos al techo de la iglesia. A las 6:17, treinta años atrás, pude estar y morir aquí sin haber nacido. Mis hermanos pudieron nunca existir.
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Memoria y Testimonio
2008. Saco mi cámara cuando llego a la Plaza. Empiezo a tomar fotos. He decidido que haré algo que me prometí años atrás: documentar cada marcha lo mejor y más completamente que pueda. Hoy es un buen comienzo. 2018. Mamá falleció ocho años atrás y papá hace apenas dos sin que nunca más marcharan juntos. He sobrevivido a dos sismos, elecciones turbias y mucho movimiento en la calle en este medio siglo. Vengo con mi cámara, tal como lo he hecho estos años, pero ya con el colmillo de ser fotoperiodista. Empiezo mi labor. Logro algunas tomas de los sempiternos “anarquistas” aniquilando un puesto de revistas. Alcanzo al grupo de la facultad donde estuvieron mis padres. Los pocos compañeros que sobreviven los recuerdan siempre con mucho cariño. Levantando en alto la gorra que mi padre portó por años y con la memoria de la familia hace veinte años, entro al Zócalo emocionado por volver a estar aquí mientras transmito y registro por internet este suceso. 2020. Pausa en espera de volver a salir. Si mis padres vivieran no marcharíamos por sanidad. Como dijo mamá: “aún no es el momento”. Las calles se han prendido de forma renovada estos últimos años, aunque muchas veces no puedo asistir o cubrir como fotógrafo por ser varón. Reflexiono sobre la historia familiar y el que eso nunca fue motivo de rechazo o limitación en marchas o mítines. 2028. Sesenta años no son nada y ahí vamos de nuevo, de Tlatelolco a donde queramos. Y sí, aunque lo duden muchos jóvenes, el 2 de octubre no se olvida. Imagen 5
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CUENTOS
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¡Obedezca, soldado! Juan Manuel Hijar Estrada Lima, julio 1992
—Mi capitán, la camioneta ha estacionado por detrás para evitar el tumulto de la entrada —dije. —¿Y cómo han bajado las partes?
—Con la mano, no más, mi capitán. Yo me subí con Oyarce y le iba tirando las manos, los pies, las cabezas al médico y a su ayudante —respondí, sin poder ocultar el asco y la angustia. —¡Qué huevos! Ahora, llama al otro y hagan perímetro en la puerta. No quiero que se meta ni un fa miliar, y menos un reportero —dijo el Capitán, mientras se alejaba.
Me lavé las manos y la cara, salpicadas de sangre, y nos pusimos con mi compañero a custodiar la puerta de la morgue para que nadie entrara. Los familiares y conocidos iban llegando con la esperanza de identificar a los que ellos pensaban que habían fallecido en el atentado. Gritaban incontrolablemente y nosotros sólo atinábamos a mirar al vacío sin contestar a sus quejas, a sus llantos: “Déjennos entrar”; “Se lo ruego, solo quiero ver si está ahí”; “Podría ser tu hijo o tu madre el que está adentro, no sean así”. Pero nosotros seguíamos impávidos, mirando hacia ningún lado. Más que insensibilidad, creo que, tanto mi compañero como yo, estábamos petrificados, consternados por lo que habíamos presenciado. Nos aferrábamos a nuestro fusil como si fuera lo único que nos mantuviese en pie. —Llama a tu superior, dile que soy Cecilia Kauffmann —me dijo al oído una señora alta de pelo rubio y ojos azules.
Recordé haberla visto en dos oportunidades durante las cenas de aniversario de la Institución, pero realmente no sabía quién era. Antes de cometer un error que me pudiese costar el rango, entré corriendo a avisarle al capitán; pero, cuando quise decirle el nombre de la señora, ya se me había olvidado, por los nervios, supongo. —¡Ya te dije! ¡No entra nadie, carajo! —gritó.
—Capitán, disculpe. Es una señora alta, rubia. Yo la he visto antes, es pituca.
—¿No se da cuenta, cabo? Mire, la mayoría son pitucos: pelo rubio, ojos claros. ¿Quieres ver más? —me dijo señalándome las mesas de mayólica donde habíamos colocado las partes seccionadas.
Cuando estaba regresando a la puerta, escuché que el capitán corría para alcanzarme. “Ya me hiciste dudar, carajo”, dijo. Y caminamos juntos hasta la puerta. Al ver a la señora, adoptó una expresión sumamente dócil y la hizo pasar de inmediato, bajo los reclamos del tumulto. La llevamos a la sala de recepciones y tuve que encargarme de traerle una infusión y una aspirina. Luego, ella y el capitán hablaron cerca de veinte minutos. Yo había recibido la indicación de esperar afuera de la sala; lo consideré una fortuna. CUENTOS
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Memoria y Testimonio
Todo era mejor que estar en la puerta presenciando las terribles escenas de dolor.
—¡Ya nos jodimos! La tía es esposa del Coronel Scabarozzi, y su hijo menor no aparece. Trabajaba en El Condado, el hotel que ha volado, ese que está en Alcanfores con Tarata. Para colmo, era su primer día de chamba.
—Mi capitán, no me haga buscar entre los cuerpos. ¿Cómo lo voy a encontrar? —pregunté en tono de súplica, adivinando lo que me iba a pedir.
—Escúchame bien, el pichón se llama Javier Scabarozzi, tiene veintisiete años, pelo corto y rubio, es alto y delgado, y tiene un tatuaje en la pierna derecha —había hablado de manera acelerada, tomó aire y prosiguió—. Cuando encuentres partes parecidas las llevas para que las procesen primero. La señora no se va a mover de ahí, así que apúrate. Tampoco la dejes entrar acá, le daría el patatús. Yo voy a regresar a Tarata a traer más cuerpos, si los hay.
Nuevamente la pesadilla; yo, hurgando entre brazos, piernas, cabezas, nervios y huesos. Por ratos se me olvidaba la descripción del sujeto y renegaba de mi maldita torpeza; el olor a sangre era tan fuerte que me hacía alucinar que estaba en una piscina roja, nadando, hasta el cuello y que la sangre caliente se metía por mi boca y orejas. Después de que acabara todo este caos, dejaría la Institución y pondría un taller de madera o mecánica en el barrio. ¡Nunca más esto, Cristo! Primero separé las partes por tono de piel. Las partes carbonizadas las agrupé a un lado de la pila. Luego me puse a mirar cara a cara las cabezas; imaginaba cómo eran sus voces, sus risas; una de ellas pude agarrarla con solo una mano; supuse que era la cabeza de un niño. Imaginé que la mayoría de adultos despedazados debían tener hijos pequeños, los mismos que estarían en sus camas tibias soñando mágicamente sin imaginar la situación de sus padres. Cuando pensé que ya no podía resistir más, vi el tatuaje de una sonriente mujer hawaiana montada sobre una tabla de surf. Me miraba con picardía, mientras revoloteaba las caderas encima de una seccionada pantorrilla vellosa y ensangrentada. Quizás fue por el cansancio, pero juraría que la vi moverse, incluso, pude escuchar el sonido inconfundible de un ukelele.
Ese hallazgo era lo que me liberaría de esa macabra y aterradora situación. Me sentí inmensamente feliz. Pude ver por la ventana de la morgue que ya estaba amaneciendo; cogí la pierna del tatuaje y, con una gigante sonrisa, fui a mostrársela a la madre del joven, la cual se desmayó en el acto. Inmediatamente después, se escuchó un ruido ensordecedor en la puerta; la turba había aumentado considerablemente desde la última vez que la vi y había abierto la reja a patadas y empujones. Me quedé inmóvil mientras la multitud entraba corriendo y se tumbaba al piso buscando las partes de sus familiares. La escena precipitó mis ganas de vomitar; manché mis pantalones, el piso y la pierna que aún sostenía en el brazo, la cual solté en el acto. Salí de la morgue caminando lentamente y llorando a mares, sin saber precisar el por qué. Los transeúntes me miraban con asco por mi uniforme manchado. Me pregunté si existiría, en algún lugar de Lima, un camino hermoso alejado del terror.
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CUENTOS
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POEMAS El eco de Bolívar Yessika María Rengifo Castillo
Naciones sin fronteras de desigualdad y llantos de sangre, que tejen memorias de dolor. El canto de las orquídeas, que alegran el corazón de los niños, senderos de paz. El eco de Bolívar se pierde en el olvido de almas mezquinas, pero se escribe en calles de mujeres y hombres que sueñan con equidad.
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Revista de Literatura, Crítica y Manifestaciones Artísticas sobre la Violencia en Latinoamérica
Y los derechos
Escritos en pancartas. ¡Qué se jactan seres sin alma! En cantos de historia y ayeres sin sentido, de hombres y mujeres que lloran esas causas. Y los derechos se esfuman como leyes sin amor que olvidan, luchas que recorren ríos de sangre de corazones con sueños de igualdad.
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POEMAS
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Memoria y Testimonio
Conocimiento Pierre Turcotte no ates perros adiestrados no corras las cortinas de los teatros no bebas la sangre de los arroyos heridos si quieres encontrar la salida del laberinto y la memoria colectiva sin principio y la experiencia individual sin fin escucha la llamada de los vientos fortalece tu tolerancia mantente alejado del dolor y acércate a la paz
al principio estaba la memoria individual al fin estaba la experiencia colectiva
entonces se abrirán las puertas de tu mente guardarás tu corazón en una maleta marcarás el camino del conocimiento que te guiará directamente a ti mismo por medios colectivos por corazones individuales y conocimiento y espíritu inventivo y sed de verdad
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POEMAS
Revista de Literatura, Crítica y Manifestaciones Artísticas sobre la Violencia en Latinoamérica
2006 Natalia Bustamante “Escribir después de Auschwitz es bárbaro […], el testigo debe hablar”
Theodor Adorno
Corríamos con los ojos vendados muertos de ternura, nunca pedimos
una pinche guerra redoblaron tanquetas y cuernos de chivo, su sangre etílica
fragmentó con granadas
cada una de nuestras venas
dinamitaron el hogar: mis abuelas.
Escogieron el miedo
para cagarse sobre nuestra pureza ¿Todavía recuerdas?
éramos jardines colgantes,
que dormían sobre la espuma del sol en la savia de estrellas longevas, abrimos ventanas que nacían sobre la cima de Petemoro incendiados por la belleza de los días.
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Memoria y Testimonio
Estos ojos desorbitados sobre las ruinas A Benjamín
Hay décadas donde el silencio ... ¿de los pobres?
es el pan de cada día
Los desprolijos arrancan cadáveres sillas presidenciales
pulpitos siniestros de la historia
aquí yace el abandono cuando el pan de cada día ¡cada día!
se nos esconde destrozando la memoria y el ansia de devorarlo todo cada día
por setenta años de dictadura Con la promesa del ahora sí,
nuestros padres anochecieron en la octava década panfleto neoliberal
CRUELESEÑORESPLANCÓNDOR
elegidos por dedazo///acometidos señorcitos en Ayutla usurparon la comuna
A veces soñamos con hacer estallar el continuum ensordecer de ruinas La Moneda, abrirnos de grieta en grieta
(mar de un país imaginario /
¿otra vez tú, noche que no galopa?) -somos hijos de la tierna furia
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Revista de Literatura, Crítica y Manifestaciones Artísticas sobre la Violencia en Latinoamérica
Dos gotas y el río César Ureta Sandoval Los ojos aguados no enjugan el dolor
Sino que se inyectan del clamor que el río alimenta Que el río abraza…
Que se despereza…
En cada grito desgarrador cubierto de esperanza Izamos la mirada y seguimos el rastro De aquella estela que quema Que se inserta… Que descarna…
Y que se ahoga en un simple embudo naranja Los brazos son remos —dirigidos por el alma Y son nuestras únicas armas Además de las arengas…
Además de las pancartas…
En cuya danza frenesí destaca la coreomanía que asalta No hay otros entre los otros, solo hay un nos-otros Solo conatos spinozianos dispersos y articulados Que nos integra y amalgama… Que nos funde los hombros…
Y enronquecen las gargantas que braman un conato colectivo Los proyectiles —esputos de acero— se esputan en ho-ri-zon-tal Buscando acallar el momento, pero no pueden ante el derecho No pueden… ¡Porque no deben!…
No pueden… ¡Porque nos temen!… POEMAS
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Porque la fuerza del río no está en las piedras, sino en la fuerza que las mueven Hoy el río está de luto: dos gotas nos faltan
Dos gritos de paz —en una guerra fratricida y vestida de escarlata Dos hialinas lágrimas saladas que endulcen el cauce
Dos versos perdidos en el tintero de este escribidor atrevido
Que ha querido hacer homenaje a la fuerza del río y no ha podido.
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COLABORADORES JONATHAN TIMOTEO Universidad Nacional Mayor de San Marcos Estudiante del quinto año de la carrera de Literatura en la UNMSM, ha participado como ponente en distintos coloquios y congresos con investigaciones de autores como Emilio Adolfo Westphalen, Jennifer Thorndike y Pilar Dughi. Ha publicado reseñas y artículos en revistas, como de la película chilena Una mujer fantástica y del libro Lo real es horrenda fábula. La violencia política en la literatura peruana, compilación de ensayos editada por Paolo de Lima y de la obra de Hildebrando Pérez Huarancca. Posee una columna mensual en la revista virtual mexicana Teresa Magazine donde escribe sobre cine, política y literatura. Director de Retentiva: Revista de literatura, crítica y manifestaciones artísticas sobre la violencia en Latinoamérica.
MAURO BELTRAMI Universidad Nacional de Tres de Febrero Magíster en Historia en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). Magíster en Dirección de Empresas por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Posgrado en Gestión e Innovación Pública (UCA). Licenciado en Turismo por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Docente universitario, con antecedentes en investigación y extensión. Posee publicados libros, capítulos de libros, artículos en revistas científicas y artículos de difusión. JUAN CARLOS VÉLEZ RENDÓN Investigador y docente en la Universidad de Antioquia en el área de Ciencias Sociales, Ciencias Políticas y Humanidades. Tiene una maestría laureada en la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín. Ha publicado múltiples artículos en revistas académicas y participado como ponente en diversos eventos científicos. NYLZA OFFIR GARCÍA VERA Docente e investigadora en la Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Su línea de investigación Publicó un libro en 2015, titulado: Educar en la memoria: entre la lectura, la narrativa literaria y la historia reciente, en colaboración con otros autores.
EDUARDO OMAR HONEY ESCANDÓN (México, 1969) Ing. en sistemas. Publica constantemente en plaquettes, revistas físicas, virtuales e internet. Textos suyos fueron primer lugar o finalistas. Ha sido seleccionado para participar en diversas antologías. Imparte talleres de escritura para la Tertulia de Ciencia Ficción de la CDMX. Pertenece a la generación 2020-2021 de Soconusco Emergente. Prepara su primera novela.
JUAN MANUEL HIJAR ESTRADA Universidad Nacional Mayor de San Marcos Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Participó en los talleres de Narración con Jorge Valenzuela y el Taller de Poesía con Marco Martos.Escribe cuento y poesía desde hace 10 años con temáticas relacionadas a la violencia política y el conflicto armado. Actualmente es co-director de la Revista ¡Mierda!, una revista de resistencia teatral, desde donde publica artículos y ensayos relacionados a la escena teatral peruana. 80
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Revista de Literatura, Crítica y Manifestaciones Artísticas sobre la Violencia en Latinoamérica
YESSIKA MARÍA RENGIFO CASTILLO Universidad Distrital Francisco José De Caldas Poeta, narradora, articulista, e investigadora. Docente, colombiana. Licenciada en Humanidades y Lengua Castellana, especialista en Infancia, Cultura y Desarrollo, y Magister en Infancia y Cultura de la Universidad Distrital Francisco José De Caldas, Bogotá, Colombia. Desde niña ha sido una apasionada por los procesos de lecto-escritura. ha publicado para revistas literarias y académicas
PIERRE TURCOTTE Université du Québec à Montréal Turcotte, nacido en Canadá, vive en Málaga desde 2016. Tiene un Máster en Literatura de la Université du Québec à Montréal (UQÀM, 1999). Autor del poemario en francés Calme brûlant (2021). Su segundo poemario, Totem salutaire, ganó el Premio del Jurado, categoría poesía, del Prix littéraire Youve France organizado por Éditions Mikanda, que lo publicará en 2021. Ha publicado poemas, cuentos, ensayos y artículos en revistas y antologías canadienses, francesas, belgas, españoles, argentinas, peruanas, mexicanas y americanas. NATALIA BUSTAMANTE Universidad Autónoma de la Ciudad de México Nació en México, D.f, es historiadora por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Sus poemas han aparecido en revistas y antologías en México, Ecuador, Chile y Colombia. En historia ha publicado sobre Microhistoria italiana y pueblos originarios. CÉSAR URETA SANDOVAL Universidad Nacional Mayor de San Marcos Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional de San Marcos (UNMSM). Ha sido miembro del comité organizador del IV Festival Internacional de Poesía de Lima (FIL) de 2017. También fue integrante del Grupo de Estudios Avanzados de Literatura y Género (GEALYG, UNMSM). Docente en los cursos correspondientes al área de Comunicación. Y estudia la maestría con mención en Gestión de la Educación en la facultad de Educación en la UNMSM.
COLABORADORES
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NOTAS Imagen 1 Fotografía tomada por Eduardo Honey. Monumento ubicado en la Plaza de las Tres Culturas en homenaje a los caídos en la masacre de Tlatelolco (México, 2018) Imagen 2 Grabado en protesta por las personas desaparecidas de Ayotzinapa (México, 2014).
Imagen 3 Fotografía del colectivo “Abuelas de Plaza de Mayo” en protesta por las personas desaparecidas de la última dictadura argentina. (Argentina, 1987) Imagen 4 Ilustración en protesta por las personas desaparecidas de Ayotzinapa (México, 2014).
Imagen 5 Fotografía tomada por Eduardo Honey. Marcha en memoria de los 50 años de la masacre de Tlatelolco (México, 2018) Imagen 6 Protesta por las víctimas de esterilizaciones forzadas durante el gobierno de Alberto Fujimori. (Perú, 2021) Imagen 7 Fotografía tomada por Ugo Leonardo. Monumento en homenaje a Simón Bolívar. (Colombia, 2017)
Imagen 8 Fotografía tomada durante la Marcha del Silencio en protesta por las personas desaparecidas durante la dictadura militar de 1973, Uruguay.
Imagen 9 Fotografía de un mural en homenaje a los dos fallecidos durante protestas por el gobierno de Manuel Merino. (Perú, 2020)
Imagen 10 Fotografía al Santuario de la Memoria por las víctimas de la violencia durante 1980-2000, Ayacucho. (Perú, 2014)
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