Retales de Masoneria 098 - Agosto 2019

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Retales de masonería – Nº 98 – Agosto 2019 dad material sino espiritual, o metafísica. Escribió una “Historia de los Judíos2, que cubría toda la supuesta época de Jesús. Él incluso vivió en Jerusalén cuando se dice que nació Jesús y se afirma que Herodes mató a los niños, pero extrañamente no registra ninguno de estos hechos. También estaba allí cuando se dice que Jesús hizo su entrada triunfal en Jerusalén y cuando fue crucificado y se levantó de entre los muertos al tercer día. Pero, sorprendentemente, Filón tampoco dice nada. Asimismo, tampoco se encuentran menciones a estos hechos en ningún registro romano o en los relatos contemporáneos. Ante todos estos hechos, ¿podemos considerar que Jesús solo fue un personaje simbólico? Es difícil de afirmarlo concluyentemente, pero todo parece indicar que fue una historia basada en personajes más antiguos. Y lo que parece bastante evidente es que muchas religiones y sociedades secretas heredaron su simbología de la Hermandad Babilónica. Como se podrá percibir todas las culturas antiguas y sus sociedades iniciativas, vinculadas casi siempre a sus religiones, han trasmitido sus enseñanzas y misterios, cada cual en su momento histórico y sus propias motivaciones, sin embargo el hombre fue tomando de ellas algunos aspectos para a su vez formar nuevas. Las sociedades iniciáticas en nuestra actualidad evocan con respeto y admiración los conocimientos milenarios, que encierran todo el saber del hombre en su simbología y sus ritos para adicionar a ello su misticismo propio e individualizarlo en cada adepto o iniciado. XI. LOS ANTIGUOS CONSTRUCTORES Y SUS SECRETOS.

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na de las construcciones más recordadas es el Templo del Rey Salomón, pero no hay restos físicos del Templo ni registros de él, así que nadie puede asegurar que existió o no. Hay quienes dicen que podría ser una invención de los últimos escribas judíos que escribieron sus tradiciones orales mucho antes de que la supuesta construcción haya tenido lugar. Dicen que este, el más famoso de todos los templos, fue construido en piedra y en su interior revestido por completo de cedro traído de tiro. Se dice que sus paredes tenían nueve codos (alrededor de cuatro metros) de espesor en su base y soportaba un techo plano de vigas de cedro rematado en pino. La característica sobresaliente del templo era la cantidad de oro que cubría suelo, paredes y techo, colocado entre los tallados de querubines y flores abiertas. El interior era de veintisiete metros de largo por nueve de ancho, y todo el edificio estaba alineados de oeste a este con una sola entrada en el extremo occidental. Una separación con un par de puertas plegadizas dentro, dividía el interior en una hendidura de dos a un tercio, creando un cubo de nueve metros de altura, ancho y largo. Era el Oráculo del antiguo Testamento, también llamado el Santo de Santos y conocido en el ritual masónico como el Sanctum Sanctorum, que cobijaba una caja rectangular de madera de acacia de un metro y cuarto de largo, por sesenta centímetros de ancho y sesenta de alto, colocada exactamente en el centro del piso. Era el Arca de la alianza. Conocida como Arca de la Alianza, Arca de Yahveh o Arca del Testimonio, era un objeto sagrado que guardaba las tablas de piedra que contenían los Diez Mandamientos, la vara de Aaron que reverdeció y el Maná que cayó del cielo, representaba la alianza (pacto o convenio) entre Dios y el pueblo judío. Se guardaba en el Templo de Jerusalén y se llevaba al frente de batalla cada vez que había una guerra. El Arca simboliza la unión de Yahveh con el pueblo, y a ello debe su nombre. Se cree que desapareció con la destrucción del templo de Jerusalén por el rey Nabucodonosor II. Según se detalla en la Biblia, el Arca estaba hecha de madera de acacia negra, revestida por dentro y por fuera con láminas de oro puro. Medía 2,5 codos de longitud y 1,5 de ancho y alto, o sea 1,31 m de largo por 0,78 m de alto y ancho. Una guirnalda de oro la rodeaba en su parte superior. A ambos lados llevaba fijos cuatro anillos de oro, a través de los cuales se insertaban dos pértigas de acacia recubiertas también de oro. Sobre la tapa del cofre descansaban dos querubines, igualmente dorados. Los querubines eran dos figuras aladas de aparente apariencia zoomórfica, tal vez parecida a las figuras descritas en la Biblia tras la visión de Ezequiel, o bien como los toros alados asirios de Nínive. Sea cual fuera la forma que tuviesen, distan mucho del querubín angelical ofrecido por el Cristianismo, y que remonta sus orígenes a las representaciones helenísticas de niños. Los querubines del Arca extendían las alas con tendencia a tocarse las puntas, de modo que el espacio que quedaba entre las figuras y el propiciatorio formaba un triángulo sagrado. Ese espacio abierto se llamaba oráculo, y era mediante el que se comunicaba Yaveh, como si fuese algún aparato de comunicaciones con altavoces. El Arca estaba situada en el Sanctum Sanctorum o lugar más sagrado del tabernáculo

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