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Descripción del proyecto
Creo que nada es de nadie. Las imágenes, las ideas, provienen de dos destinos, la copia de lo ya visto o una entrega divina. Aun así, aquella entrega toma lenguajes existentes para ser comprendida. Ante esta verdad, las imágenes aparecen en mi mente como un regalo divino. Pintando y armando escenas que creo comprender y a la vez no. Es parte del origen de estas imágenes la bruma de misterio y simbolismo que las rodea. No quiero comprenderlas, ni tampoco resolver el misterio que las rodea. Mi obra es eso, el misticismo en su más puro significado. ¿Que es el hombre sin dudas?¿Y qué son aquellas cosas que generan dudas sin el hombre para intentar buscar respuesta? El fin de mi trabajo es captar miradas, que cada vez que la obra sea observada se encuentre información nueva. Para mi, el logro de una obra es que nunca se le acabe la información, si el espectador siente que ya vio todo, entonces hay un problema. El captar la mirada fue el indicio de mi investigación, utilizando la figura humana como uso de representación. Volviendo mi mirada a obras bizantinas, paleocristianas y renacentistas, comencé a observar aquellos detalles que utilizan para crear esa atmósfera mística. El uso de las manos es una herramienta que impregna y da una carga inmediatamente a la escena, un ejemplo directo es el pantocrator. Ante aquella observación, comencé a utilizar este recurso de manera más consciente en mi obra, puliendolo mucho más. Las figuras santas como Maria y los mismos santos contienen patrones en poses y objetos, que asimismo, permiten reconocerlos.
Las esferas y manuscritos en sus manos dan a entender una especie de bendición ante el personaje, un ser escogido por Dios, que atemporalmente podemos ver presentes en las estatuas de emperadores romanos o retratos de los papas. Esto lo quiero llevar más allá, sacando del canon establecido al personaje que posee aquello. Dando a entender que cualquiera puede ser el elegido de Dios, y creo que es así. Si bien en mi obra aparece una variedad de personajes, todos en cierta parte soy yo, o me representan a mi y mi relación con Dios. En cosas que soy consciente y en otras que no tanto. Mi obra está muy ligada a mi personalmente, aun cuando no la comprenda al cien.
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A la hora de desarrollar el rostro y piel de los personajes, entré a estudiar los tratados de pintura de Leonardo y Cennino Cennini, aprendiendo a usar la velatura o verdaccio (página 14 de mi bitácora donde esta un estudio mas profundo de mi uso de color). De esta manera, la figura comienza a encarnar y tomar volumen. La figura toma vida, permitiendo que el espectador pueda reconocer la figura humana y captar su atención, tanto por la mera presencia y pregnancia de la imagen como por la mirada del personaje. El personaje compone y dirige la escena, pero la escena no es solo ello. De la misma manera que estoy tratando el rostro y anatomía, así mismo estoy afinando los ropajes y arquitectura en escena. En las escenas que desarrollo, el lenguaje corporal del personaje es fundamental junto con la simbología. Las manos, la mirada, la dirección del cuerpo, dan a entender la presencia de un carácter divino. El gesto subraya la intención y coexiste con esta misma, mostrándose de manera natural. Por otro lado, en mi imaginario hay un constante uso de simbologías, tanto propias como ya existentes a lo largo de la historia.
Usualmente presentes dentro del personaje, haciendo un forado para introducirlas. Especialmente, el uso de la esfera, el destello y el cuadrado son los protagónicos en mi simbología. Tomando la esfera como el poder/presencia de Dios, el destello como la revelación/aparición del Espíritu Santo y el cuadrado como la figura humana, ,ya que, el cuadrado representa la tierra, el espacio y todo lo limitado, lo finito. A diferencia del círculo, representa el cielo y lo infinito, además del tiempo (junto con la espiral).
La importancia de la simbología tanto implícita como explícita en mi obra es clave. Esta se vuelve un código para el receptor, dándole un sentido a la experiencia del mensaje.
Ahora bien, este último mes mi trabajo dio un paso más para lograr una representación más fiable del misticismo y encarnación de la presencia de Dios. Observando a trabajos pasados, volví a las figuras abstractas, o más bien concretas (ya que todo el arte es abstracto). Con el uso de la línea, la geometría, la filigrana y el uso del color comencé a desarrollar las mismas imágenes anteriores, pero captando su esencia más pura. Como lo escribió El Lisitski en Arquitectura, Arte y Diseño; “Comenzó a construir un nuevo organismo, ya no como representación sino como creación” (pág 29). La obra deja de representar una escena, ya no hay representación porque la obra es la escena misma, es el hecho en su estado más puro. En este caso, la simbología es la predominante en la obra. Simplificada en líneas y curvas, estas van expandiéndose por el lienzo, generando otras simbologías, por ejemplo, la intersección de dos círculos generan la mandorla.
Como anteriormente dicho, la composición se basa en líneas, curvas y principalmente color. El color es la clave en toda obra pictórica, es la esencia. En mi obra, las líneas y curvas son doradas y contrastan con los fondos oscuros que suelo utilizar, actualmente el azul, pero desarrollando propuestas de otras tonalidades.De cualquier forma, mientras el color de fondo se mantenga oscuro, la pregnancia del dorado se mantiene, y este, al igual que los mosaicos bizantinos, salen del lienzo cuando hay poca luz. Los contrastes de intensidades de color generan esas distancias unas con otras, aun estando en el mismo plano. Es como lo que sucede con Malevich, en Cuadrado negro la saturación cromatica esta sobre una superficie blanca, que como declara El Lisitski, genera un espacio nuevo, una nueva perspectiva. Al igual que en mi obra figurativa, aquí el misticismo que envuelve la obra capta la mirada del espectador, de una manera más introspectiva y misteriosa. Llegando incluso, al resultado que estaba buscando al inicio de mi investigación. Por tanto, mi propuesta final será la unión de estos dos lenguajes que expresan el misticismo, formando una serie de dípticos.