Cultura/s #442 - La Vanguardia 08/12/2010

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Relato familiar de una relación

Olga, la musa rota de Pasternak Monika Zgustova es escritora. Nació en Praga y desde los años ochenta reside en Barcelona, su última obra publicada es ‘Contes de la lluna absent’ (Proa, Premio Mercè Rodoreda 2009)

MONIKA ZGUSTOVA

En su piso parisino me recibe Irina Emelianova, hija de Olga Ivinskaia, el último amor de Pasternak, quien inspiró al personaje femenino principal de la novela El doctor Zhivago. “¿Nos sentamos en la cocina?”, me pregunta Irina. Asiento algo perpleja. Pero en seguida recuerdo la costumbre rusa de compartir la intimidad con los amigos en la cocina y me muestro entusiasmada. Mientras prepara el té al modo oriental y sirve las pastas rusas con semillas de amapola, Irina se pone a hablar pausadamente de su vida y la de su madre, ambas íntimamente vinculadas a Boris Pasternak. En 1946, a sus 56 años, Pasternak conoció a Olga en la redacción moscovita de la revista literaria Novyi mir, donde la joven de 33 años trabajaba. La primera fase del enamoramiento entre un hombre casado y una mujer divorciada, madre de dos hijos, tuvo como escenario los parques moscovitas. Durante

meses enteros debajo de las estatuas de Pushkin y Maiakovski ambos enamorados se recitaban poemas propios el uno al otro. Nadie parecía prestarles atención. Sólo la policía secreta era como Dios: lo veía todo, lo sabía todo. Y su reacción no se dejó esperar. “Unos años más tarde, en 1949, varios hombres entraron en nuestra casa por la noche”, recuerda Iri-

las detenciones de los seres más próximos de muchos escritores: la hija y el marido de la poeta Marina Tsvetaieva acabaron en la cárcel donde el marido sucumbió a las torturas y la hija fue a parar al gulag; una historia parecida sucedió con el primer y el segundo marido y el hijo de la también poeta Anna Ajmatova. Cuando Pasternak conoció a Ol-

El amor de Olga y Pasternak creció en los parques moscovitas, nadie parecía prestarles atención; sólo la policía secreta, era como Dios na. “Registraron el piso, detuvieron a mi madre, embarazada de Pasternak, y se la llevaron a la cárcel. A los niños nos destinaron al internado, pero gracias a la presión de mis abuelos y a la ayuda económica de Pasternak al final permitieron que nos quedásemos en casa.” La detención de Olga era una advertencia al poeta: ¡Calla, o ya verás! Ese era el significado de

ga, estaba escribiendo El doctor Zhivago. Y su relación amorosa acabó dominando al escritor de modo absoluto. Lo testimonia su novela: personajes como el misterioso Antipov-Strelnikov quedaron algo desdibujados en la segunda mitad del libro, al igual que la señora Zhivago, modelada según la segunda mujer del autor, Zinaida, cuyo peso en la novela va dismi-

nuyendo. En cambio, Lara, retratada según Olga, va ganando peso hasta convertirse, junto con Iuri Zhivago, en la protagonista de la novela. En la cárcel Olga demostró una gran valentía: a pesar de la tortura psíquica y física no reveló nada sobre Pasternak. “Un día –cuenta Irina– sus carceleros le dijeron que le dejarían ver a Boris. La condujeron a través de un laberinto de pasillos subterráneos para, al final, introducirla en el depósito de cadáveres. Mi madre intentó adivinar cuál de los muertos era Pasternak, pero no se decidió a destaparlos. El depósito estaba helado. Y puesto que no había sillas, mi madre se sentó en el suelo de cemento y se desmayó. Recobró el conocimiento en el hospital de la cárcel donde le anunciaron que a causa de su estado de nervios había tenido un aborto.” Tras un juicio sumario internaron a Olga en el gulag, en Potma, donde tuvo que trabajar hasta ca-


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