Mentiroso parte 1

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IV Los antiguos egipcios, siempre tan sabios en sus apreciaciones, llamaban a los asesinos devoradores de sombras. Nunca quizás antes estuvo tan acertada aquella aseveración. Nadie podría decir que estaba al acecho, se escurría como el aire, se deslizaba como el polvo, era un elemento más de la tibia noche. Las luces llevaban apagadas más de una hora, pero no se impacientó. Las buenas cacerías eran lentas y sin prisas. Un buen depredador dejaba confiarse a su presa. Signori no podía dormir, todo aquello estaba siendo demasiado para su corazón. Mañana pediría un consejo, y Rossi tendría que dar muchas explicaciones. Se levantó de la cama y fue hacia el amplio balcón. Lo abrió, y dejó que el húmedo aire acariciara su rostro cansado.


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