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OCIO

Curiosidades de la lengua española que posiblemente no sepas

Una de las cuestiones más fascinantes es la historia de las lenguas. Las lenguas son elementos vivos, que evolucionan y cambian y que se ven influidos por los elementos que les rodean. Las palabras cambian sus significados o los pierden e incluso mutan ellas mismas para adaptarse a los hablantes y a como estos las usan. Los libros permiten seguir estas evoluciones y son una ventana para descubrir cómo cambia la lengua. Leer lo que se escribía en el siglo XII y compararlo con lo que se escribe en el siglo XXI puede ayudar a ver bastante claro cómo han cambiado las cosas.

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Todo podía ser guay ya en la Edad Media

Guay es una palabra reciente, una que se puso de moda en las últimas décadas y que, a pesar de sus aires ochenteros, nos resistimos a abandonar. Guay ya existía ¡¡¡en la Edad Media!!!, aunque su significado no era tan positivo. En realidad, entonces, era un lamento, como ay. Guay del que duerme solo, escribía el Arcipreste de Talavera.

El verano es un invento relativamente reciente

Si algo tenemos claro es que las estaciones son cuatro… pero la verdad es que no siempre fue así y no siempre fue como lo vemos ahora. Hasta el siglo XVIII, lo que ahora es el verano era la primavera. Los meses de calor, calor, eran los del estío. El calendario evolucionaba así: primavera era seguida por verano, verano por estío, estío por otoño, otoño por invierno e invierno nuevamente por primavera. En el XVIII el estío desapareció del mapa.

Las faltas de ortografía son una verdad relativa

El argumento no sirve realmente ahora, pero sí valía en su momento. No se trata solo de que la Real Academia de la Lengua sea en realidad una cuestión histórica relativamente reciente, sino que además sus decisiones no eran tan vinculantes como lo son ahora. Como explica Pons en su Una lengua muy larga, no fue hasta 1844 cuando se hizo oficial lo que ellos decidían. Desde que empezaron a publicar su diccionario hasta que se instauró como la forma obligatoria de escribir pasó un siglo. Antes de 1844, por tanto, no se puede hablar con justicia de faltas de ortografía.

Algunas palabras son en realidad apellidos y nombres propios

El de dónde salen las palabras es una fuente de constantes sorpresas. Así, algunas palabras tienen su origen en nombres propios o en apellidos. Ocurre con celestina (que viene de La Celestina, de Fernando de Rojas, y no a la inversa), con estraperlo (de Strauss y Perlowitz, dos empresarios de la España de la II República que crearon el straperlo, un juego de ruleta que en realidad era un timo y que fue un gran escándalo en su momento), con taper, (de Earl Silas Tupper, el inventor de los mismos) o con pichichi (que era el apodo de un futbolista que marcaba muchos goles).

Las azafatas no son provisoras porque un ejecutivo de Iberia no lo quiso

Cuando empezó la aviación comercial, el lenguaje empezó a necesitar ciertas palabras para definir ciertas realidades. Y una de esas palabras era una denominación para los (las, entonces) tripulantes de cabina. ¿Cómo se podían llamar? ¿Cómo traducir el inglés stewardess? La RAE le propuso a Iberia que las llamasen provisoras, de ‘la que provee cosas’, pero un directivo había descubierto la palabra azafata en un libro (eran las camareras de la reina) y el término vintage se impuso.