Nadie se ocupa, Zaid, de libros que se hunden solos.

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Mario Raúl Guzmán

Nadie se ocupa, Zaid, de libros que se hunden solos

Quiso ser primero que cacique, gerente. Consiguió a medias ni lo uno y a medias ni lo otro. Posaba (sin foto) de escritor independiente, pero dependía de ideas fijas en torno a las bondades de cierta iniciativa privada incapaz de prosperar sin las prebendas del Estado. En su adicción sofista creyó poder hacer pasar la concentración y centralización del capital por logro de los heraldos de la «sociedad abierta». Hizo suya la mentirosa definición paciana de modernización: “una tentativa de devolver a la sociedad la iniciativa que le fue arrebatada”. “¿Por quién?”, le preguntaron, y no sabiendo qué responder que no fuese un lugar común empresarial en varios libros, quedó como el más ingeniosillo de los publicistas del antiestatismo.

A Gabriel Versitos Zaid se le juntó la chamba. Hace treintaitantos años dijo, fatuo él, que Roque Dalton era un mal poeta. La aseveración, temerariamente hueca, consta en dos cosas suyas publicadas en 1981 (“Colegas enemigos” y “Los hechos incómodos”), joyas involuntarias del ridículo en que incurre quien pretende dar lecciones de moral en una realidad social que ostensiblemente desconoce. Carlos Pereyra y Héctor Aguilar Camín (cuando pintaba para historiador, no el mercenario lastimoso de nuestros días) de inmediato lo pusieron en su sitio: el pedestal de los embusteros, del cual no escarmienta y baja de tanto en tanto para adornar con moñitos sus falacias. Entre las cenizas de su “lectura de la tragedia salvadoreña” aún brilla con luz de lo indemostrado su afirmación sobre Dalton –perla típica de la manía falsificadora con que este nada peculiar insidioso desacredita ideas y autores adversos a sus intereses. En lo suyo y en lo nuestro, Adolfo Gilly no dejó pasar esa mentira, de cuya denuncia Pereyra y Aguilar no se ocuparon: “Es falso que sea un mal poeta, como dice este escritor, que también aquí selecciona los ejemplos que sirven a su tesis”. Confuso y confundido Zaid respondió a sus tres críticos con evasivas y recursos vergonzosos. De su descalificación de Dalton ni esgrimió argumentos ni se retractó. ¿Qué podía sino balbucir ante la lucidez expositiva de Gilly? En Zaid no hay ni pizca de humildad. Tal vez no había oído caer el rayo inapelable de gz, o quizá se tomó el atrevimiento de poner en duda su infalibilidad, lo cierto es que cuatro años después de aquel desaguisado el escritor y crítico colombiano Juan Gustavo Cobo Borda dio a conocer su Antología de la poesía hispanoamericana (fce, México, 1985, 518 p.), donde cuatro páginas

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con versitos de Versitos son vecinas de ocho dedicadas al trabajo de Roque Dalton. (No hay indicios de que tan estrecha vecindad haya zaherido el ego de gz, mas lo cierto es que el fce no ha reimpreso hasta el día de hoy ese volumen). Dos años después de la aparición de la selección, el prólogo y las notas de Cobo Borda, también el crítico peruano Julio Ortega desoyó o se desmarcó del dictum de gz e incluyó poemas de Dalton en su Antología de la poesía hispanoamericana actual (Siglo xxi Editores, México, 1987, 505 p.). ¿Qué antólogo, qué investigador que pretenda ser tomado en serio excluiría a Roque Dalton del panorama de la poesía escrita en la Hispanoamérica contemporánea, si hacemos excepción de gz y sus secuaces de Letras Libres? De este juez de barandilla de juzgado estaríamos condenados a aguardar otros 37 años para conocer la materia de que están hechos sus fallos fulminantes, de no ser porque hoy su blindada impunidad llega a su fin. El tío pendenciero se metió en un brete al aseverar ahora que Mario Santiago Papasquiaro es un mal poeta. De aseveración en aseveración está pavimentado su camin­o de bravatas. O las demuestra o se retracta o la fama de malévolo lo acompañará sin tregua, pegadita a su caletre (¡tiene –es de engrudo!) hasta la última de sus jornadas de severa procuraduría. Así estalla el cohetito: gz, más de tres décadas después de aquella asechanza refutada por Gilly, intenta con Mario Santiago lo mismo que con Roque Dalton: juzgar su figura denigrándola. ¡Suelos de lo mismo!: caer en lo mismo, andar a gatas en lo mismo. Cuando su intención se empaña, nada más de verla, da grima advertir con qué burdas maneras Versitos se exhibe convertido en saco de mañas viejas. En su cosa de octubre de 2013 en Letras Libres, “No me rescates,


compadre”, procede de principio a fin con ardides tan flagrantes que mueven al asombro lomismista –dilatado de ojo a nada más se atreve que a asestar en descampado el golpe aleve. Llama libro a Beso eterno, un cuadernillo de 23 páginas de Mario Santiago. Tal descuido induce a pensar que no conoce lo que cita. Enlista a 27 personas que –dice– han presentado, comentado, antologado o musicalizado poemas de msp pero no da indicio de que las haya leído u oído; salvo cinco o seis o sobre todo una –cuyas “revelaciones” exhibe con orgullo digno del peor periodismo amarillista: Marco Lara Klahr, “mi fuente” (según le explicará a Héctor Manjarrez disculpándose por citarlo sin antes cruzar la información para saber si el autor de El golpe avisa tiene o no vela en el entierro). El autor de Lapsus es “el único Manjarrez conocido literariamente”, aduce, pero pasa por la nada al Manjarrez conocidísimo de la banda lectora por sus ilustraciones periodísticas y sus caricaturas de rockeros, y también al compañero de ruta infrarrealista Monjarás; entre Manjarrez y Monjarás quizá se atravesó una errata en vuelo miope hacia el monitor del reportero de guardia que pepenaba sus datos de la Wikipedia, el Diccionario de escritores mexicanos de la unam, la página web Mario Santiago y las páginas de Google que sobre él “se han multiplicado”. Supone que con eso basta para exhibirse especialista en el poeta cuya falsía él viene a demostrar, faltaba más. Mas una vez enseñada la oreja con que escribe, su confesión de galgo detective se reduce a fisgonear en la miasma soltada por Lara: Mario Santiago posaba como maldito pero su mamá y su tía lo mantenían, posaba como maldito pero anhelaba el éxito, posaba como maldito pero tenía actitudes de gurú, posaba como indigente pero su mamá le dio chequera y lo llevaba al hipódromo, posaba como maldito pero tenía avidez por el reconocimiento, posaba como maldito pero su asco por el poder era aparente, posaba como maldito pero conocía a mucha gente de la burocracia cultural… (Véase, Iván Cruz Osorio, “Entrevista a Marco Lara Klahr sobre el Infrarrealismo”, en Viento en Vela, núm. 5, septiembre de 2006).

Cualquier coordinador o jefe de información reprendería al reportero de guardia Zaid por ignorar el abecé del oficio reporteril: hay que dudar de la veracidad de una fuente hasta no «cruzar» su información con la de otras fuentes; hay que cotejar los datos que nos proporciona un declarante con los obtenidos en otros lados relacionados. No hay pesquisa confiable que no parta de esta base. ¿Cruzó ya que no la información por la mente del reporterito al menos la sombra de una duda? ¿Por qué no pensó en buscar a Marco Lara para saber si éste ratificaba o ampliaba sus “revelaciones” e indagar con perspicacia necesaria cuál fue su móvil, qué lo habría impulsado a declarar lo que declaró: acaso el rencor o incluso el deseo de vengarse de alguna afrenta (por ejemplo: msp se negó una y otra vez a editar un libro de “poesía” de Frida Lara Klahr en el sello Al Este del Paraíso)? Y, sobre todo, ¿por qué no recabó los testimonios de las numerosas personas cuyos nombres sólo enlista en su cosa? El lector de este dossier habrá leído testimonios como los de Daniel Sada, José Rosas Ribeyro y Ricardo Castillo, que brindan una imagen de Mario Santiago radicalmente distinta de la que construye con inquina Versitos, pero... ¡Nada, na-da! Con las habladurías de su “fuente” se basta y se sobra este auxiliar de reportero. Bueno, sí: de la columna de Juan Villoro en La Jornada Semanal extrae la anécdota que pone en evidencia pseudopsicológica a Santiago: posaba como maldito pero “como niño consentido, exigía atención”. Y ya en el colmo de su empeño infamante, este agente del Ministerio Público da entrada a la denuncia de que msp acosó a una escritora. “La persiguió hasta Israel, con boleto de avión pagado, naturalmente, por su mamá”. ¡Albricias! Por su ejercicio del periodismo como mezcla de chismorreo, impudicia y morbo, el reporterito se ha hecho ganador del Premio Paty Chapoy. ¡Enhorabuena, magíster! Si un poeta se la pasa atacando con fiereza a letrados famosos de la mesa puesta, es de esperarse que los ofendidos tarde o temprano reaccionen con ira; mas la distancia que media entre la altanería de msp y la vulgaridad de gz es sencillamente abismal. Patichapotear con afán

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sensacionalista en la exhibición de reales o presuntas revelaciones obtenidas de una “fuente” tan repugnante como quien con ellas envilece el ejercicio de la crítica, es lo que cabría esperar de TVyNovelas o cualquier otro de esos sucedáneos de revista; pero el texto fue publicado en la ‘gran revista’ del Carlyle criollo. ¡Ufff! El Señor Biografías no tuvo reparo en dar cabida a la bazofia de su colaborador estrella y no fue para decirle: «Oye, añade al menos dos neuronas a tu artículo; cómo se te ocurre reclamar a los antólogos que se tomen el trabajo de investigar la vida de su antologado cuando tú, en tu numerito, no das pie con bola en tal sentido». ¿Alguien podría imaginar el comistrajo de Zaid en una de esas revistas inglesas o francesas que de tan buenas los Antonio Alatorre de este barrio atesoran? ¿Habría tenido cabida la deposición zaidiana en un boletín informativo como el de I.F. Stone? Cuando alguien con solvencia profesional haga una antología de la miseria de la crítica literaria en México, el bodrio de gz hallará ahí sitio destacado. s ¡Ay, Versitos! Si los libros de Mario Santiago Papasquiaro “se hunden solos”, ¿para qué te ocupas de ellos? ¿Quién se ocupa de lo que solito se hunde? s Mario Santiago “Posaba como maldito pero lo mantenía su mamá”. Eso escribe gz envuelto en el aire triunfal de quien alza el trofeo por encima de su testa sin mácula y recibe aplausos sin fin de sus fans. ¿Christopher El Pedante Domínguez? ¿David Medina Portillo? ¿Luis Felipe La Curaduría Fabre? ¿Enrique Serna? ¿Víctor Manuel Mendiola? ¿A quién le sobra tiempo para dilapidarlo en un ‘poetastro’ subsidiado por su madre? A Zaid, precisamente a Zaid, el crítico ‘estelar’ de Letras Libres, una de las dos revistas consentidas de Papá gobierno y de Mamá iniciativa privada (la otra es la de Alquilar Camín). El talante «crítico» de este escritor «independiente» se cubre de popelina cívica en las páginas de Letras Libres al desenmascarar a un hijo de mamá que no es Baudelaire ni su mamá es la mamá de Baudelaire –ilustre señora que mantenía solapadora a su hijo putañero. Mes tras mes, edición tras edición, ahí la tienen ustedes, en todos los puestos de periódicos y locales cerrados como Sanborns: Letras Libres, una revista acorazada de publicidad de Papá gobierno federal y de los papaces gobiernos estatales. Subsidiada a raudales con tal de que estos escritores «rectos e íntegros e independientes» desplieguen sus talentos, para eso están abiertas las arcas de las secretarías federal

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y estatales de Turismo, Comunicaciones, Salud, Educación, Vivienda, Hacienda… Lo que sea, organismos paraestatales (y ahora «empresas productivas del Estado») incluidos, con tal de asegurar la continuidad mensual de la ‘libertad’ y la ‘crítica civilizada’ de estos que son nuestros «clásicos vivos». Cosas de la economía presidencial, tan proclive a su peculio y al de los suyos. Y qué decir de Mamá iniciativa privada, ese ensueño civilizatorio de la modernidad abnegada. Letras Libres, mes con mes, abundante de anuncios de lo que ustedes puedan imaginarse: bancos, cigarrillos, whisky, hoteles, automóviles, centros comerciales, aseguradoras, toda suerte de firmas industriales y corporativos financieros y mediáticos, no sea que algún resentido se atreva a decir que el poder se equivoca a la hora de decidir a quién apoya. A nadie importa que después se acaben vendiendo casi a varo (¡bárbaro, avaro!) los montones de ejemplares de Letras Libres en locales de La Ciudadela, en los puestos de viejo de La Lagunilla y en tianguis y botaderos de revistas de muchas ciudades del país; eso vale sorbete si el negocio es boyante, con dividendos políticos de suyo redituables. s Un asunto secundario es el que atañe a la fama; es decir a los mecanismos dispensadores de la fama, un tema baladí a la hora de ensayar de veras la crítica de la poesía, según la sabida cuenta de que todo poeta es un célebre desconocido. Rezumba y suena como un jingle tipludo de envidia en el escrito aparentemente ocioso de gz el asunto de la fama de Bolaño. Jamás cruzará por la azotea de Versitos el sacrilegio de cuestionar la “industria Paz”, los extenuantes torneos de elogios, el espeso humo de incienso en que envuelven su memoria y las numerosas ediciones en múltiples lenguas de esta gloria universal de las letras de cambio; pero otra cosa es “el auge” de la “industria Bolaño” y su resucitado Santiago Papasquiaro, cómo se les ocurre a estos dos marginales infrainfames salir de la alcantarilla de la esquina y lucirse en los escaparates internacionales. ¡A la reja! Bolaño –apunta gz– convirtió el fracaso juvenil de su grupito en un bestseller que ha vendido más de 200 000 ejemplares; una “novela […] mitificada por el lanzamiento de Jorge Herralde en Anagrama”. Imaginemos el fenómeno increíble: un editor capaz de mitificar una novela por el solo artilugio de lanzarla. ¡Qué acto de prestidigitación más extraordinario! “La muerte de autores celebrados –remata un Versitos extasiado en su sagacidad de sabueso detective– pone a los editores y académicos a buscar material inédito, aunque sea basura. La muerte prematura de Bolaño (1953-2003) favoreció una industria de comentarios y ediciones que se ha extendido a Santiago”. Necedades


que basta empujarlas hacia esa clase de pista donde el histrión del acto de codiciar el bien ajeno hace guardar silencio al espectador que advierte con aflicción el papelazo innecesario. Imaginemos por contra esto: más de 200 000 ejemplares vendidos de uno de los novelones soporíferos de Juan García Ponce, ¿cómo reaccionarían gz y sus adeptos? Pues prepararían un número especial de Letras Libres celebrando la consagración del gran novelista; mesas redondas en Bellas Artes y en El Colegio Nacional, y testimonios de su presencia en el consejo editorial de Vuelta; procurarían instrucciones a la Cancillería para gestionar la traducción del mamotreto a las lenguas literariamente prestigiosas, e ‘implementarían’ la difusión masiva de todo lo que Paz y Elizondo y Rossi hayan escrito y expresado sobre el insigne colega. ¡Pocas veces los lectores tienen el privilegio de asistir a las bodas de la más refinada técnica novelística y la venta masiva de ejemplares! Pero, regresando a la realidad de la torcida, ¿quién lee hoy los ladrillotes plúmbeos de García Ponce, salvo se trate de cumplir tarea escolar en Filos? En una encuesta improbable sobre “cuál considera usted que es la novela más inepta, aburrida y pretenciosa de la literatura mexicana”, yo señalaría sin vacilar La presencia lejana, y eso que ahí están las de…

s En México, más de una «celebridad» de la literatura y las artes plásticas y escénicas han tenido largo y enredado el cordón umbilical. Cuidadito, que el procurador Zaid siempre vigila. Cuando algo sangra, el tigre de su obsesión incriminatoria está cerca. No vaya a descalificar, entre otros, a Juan José Gurrola, quien posaba como enfant terrible pero era hijo de Papi y Mami. Huberto Bátis recuerda que una vez le llamó Juan Vicente Melo, quien era director de la Casa del Lago de la unam. Al parecer había sido detenido por cargos de corrupción o de propiciar el alcoholismo en las instalaciones de la institución que dirigía en el Bosque de Chapultepec. La situación fue denunciada por Melo de manera confusa o es recordada confusamente por Bátis. El caso es que varios intelectuales y escritores amigos de Melo se reunieron en casa de la cuentista Inés Arredondo y decidieron renunciar a sus cargos en la burocracia universitaria. Apunta Bátis: “El rector me trató de convencer de llevármelos a todos a la imprenta [la Imprenta Universitaria], pero le dije que yo también había renunciado. La verdad, todos eran niños ricos.

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[Juan] García Ponce se podía ir a casa de sus papás con su mujer y sus niños, y sus papás le daban de comer y dinero. José Emilio Pacheco era riquísimo, su familia era muy rica. A [Juan José] Gurrola le daban dinero sus papás también” (En El intelectual mexicano. Una especie en extinción, libro de entrevistas de Luciano Concheiro y Ana Sofía Rodríguez, DeBolsillo, México, 2ª ed., 2017, p. 86). Un cordón umbilical eritematoso, de olor fétido, con edema y pérdida de pliegues… s Hace años caminaba yo un día por la calle Romero de Terreros en la colonia Del Valle cuando de pronto, al alzar la vista en una esquina, vi en un anuncio espectacular un lustroso panegírico de la carrera de Gabriel Zaid. No me sorprendió la ausencia de retrato del escritor elogiado (al tío le disgusta la difusión pública de imágenes de su persona), sino el hecho de que la máxima institución federal de la cultura se ocupase de una figura que abomina los excesos populistas a la hora de pegarse a la ubre. Todo un adalid de la disciplina presupuestaria en el ejercicio del gasto público. ¿No caía en incongruencia Zaidalid al admitir un homenaje organizado con recursos del aborrecido Elefante Blanco? ¿O acaso era una salvedad tratándose de la burocracia cultural panista? El 18 de octubre de 2004 el Conaculta anunciaba –leo hoy la nota en El Universal del día 19– una serie de actividades para rendir homenaje a Gabriel Zaid por sus 70 años de vida: i) Reimpresión de Reloj de sol (Poesía 1952-1992), para distribuirlo de forma gratuita en 3,000 salas de lectura, ii) Promoción de sus libros en la Red Nacional de Bibliotecas, iii) Lectura de sus poemas a cargo de tres actores coordinados por un director escénico, iv) Programa radiofónico especial de 2 horas, v) Convocatoria al Premio Jus 2005 con el tema “Zaid a debate”, el mejor trabajo se premiará con 200,000 pesos y se publicarán los 10 mejores textos. En el acto de presentación del programa, la titular de Conaculta, la foxista Sari Bermúdez, declaró que Zaid “es un escritor que ocupa un lugar indiscutible en las letras, dentro y fuera del país, por su poesía y su independencia como crítico de la literatura y de la realidad nacional”. En el mismo acto –según la nota del mismo día 19 pero del periódico La Crónica–, el director de Letras Libres, Enrique Krauze, se hizo oír ante la muy culta funcionaria con la inverecundia que lo distingue: “Es un homenaje que se hace a pesar del homenajeado, porque Zaid no ha buscado nunca premios ni homenajes. [¡…!] Con todo, sus lectores, editores, amigos y las autoridades de la cultura mexicana

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tenemos derecho a hacer este homenaje, porque no involucra a su persona sino a su obra”. Por supuesto que el Señor Biografías tiene el derecho a hacer lo que le plazca… si el dinero sale de su bolsillo. ¿Era necesaria la presencia física de Zaid, la difusión pública de su retrato en los medios ante tamaño cantinflash encubridor de la complicidad de un grupo de intelectuales con el régimen? Se trataba de un gobierno panista, lo sé, pero igual daría con un gobierno priista: el régimen es prianista, y Letras Libres su anexo documental. Krauze y las autoridades mexicanas tendrán el derecho a lo que sea que su premiada y más premiable impunidad les conceda; pero los ciudadanos tenemos el derecho de exigir se haga del conocimiento de la sociedad cuál fue el monto de los recursos públicos erogados para celebrar un hecho privado –el cumpleaños 70 del ‘gran escritor’ «independiente». Van pues a decir a los contribuyentes cuánto derrocharon al convertir un suceso privado en una serie de actos públicos. Cuando tiraron la casa por la ventana al cumplir 80 años Carlos Fuentes, la crítica de artes plásticas Raquel Tibol protestó con valentía en una pequeña carta. Cuando Octavio Paz cumplió 70 años dilapidaron cuantiosos recursos del erario y un lustro después repitieron la dosis. Entonces el historiador Gastón García Cantú protestó en un artículo inolvidable. Nuestros viejos se vuelven más viejos cerca del poder para delirar con él. No es cosa de prebendas sino de honores espurios. En el onomástico 70 de Zaid, al justificar el abuso en el acto del que dan nota los periódicos del 19 de octubre de 2004, Krauze declaró que “ya es hora de que los mexicanos aprendamos a homenajear a nuestros clásicos vivos”. No, no, maese. Ya es hora de que los mexicanos aprendamos a denunciar la desfachatez así provenga de gente letrada y exijamos transparencia en el uso de los recursos públicos. Rendición de cuentas, teacher, eso es lo que los mexicanos vamos a exigirles. Parasitan las instituciones ¡…y encima de eso se ponen a querer dar lecciones! s ¿Una obra extraordinaria la de Zaid? El autor de Por una democracia sin adjetivos y todos los colaboradores de Letras Libres dicen que sí. A mí Versitos me pareció un fiasco parecido. En Leer poesía las sandeces pululan, entre el parloteo sobre test proyectivos, lectores piloto, laboratorios de comunicación, cuestiones operacionales, muestras representativas. Y, al paso, ¡que se le viene encima la propia estupidez!: “Díaz Mirón tendría mucho que aprender de Bonifaz [Nuño], que cumple sus poemas y sus libros con exigencias aplastantes”. Sus versos de Reloj de sol son fácilmente


parodiables por cualquier más o menos avezado relojero y algunos, los de memez automotriz, se vuelan la bardahl: ya traen la parodia puesta (al prescindir de las bastardillas dejo de tarea a sus pupilos la identificación de seis o siete versitos de su maestro desperdigados en el aula sin pizarrón de la paráfrasis). En Como leer en bicicleta se engolosina con sus gracejadas estadísticas, sus ocurrencias porcentuales, el apego administrativo por los datos y cifras que avalan la buena salud de lo verificable, la malicia podrida que delata al aspirante a chief executive officer. Sarah Palin recomendaría con gusto más de un libro de gz en reuniones del Tea Party en las que cristianorrenacidos lanzan fuego ultraliberal contra el gasto social, fuente de la que manan todos los populismos de este mundo. El Estado no es la solución sino el problema. ¿Dónde oímos eso, Reagan criollo, Thatcher con bibliografía? s Zaid suele citar fuera de contexto. (Se atrevió a falsificar las citas de un artículo del historiador Adolfo Gilly y se permitió la insolencia de atribuir a León Trotsky una idea extrapolando la frase de la cual la extrajo). Pereyra, Aguilar y el propio Gilly denunciaron la deshonestidad intelectual del autor de “Colegas enemigos”. Da pena de la llamada ajena verlo exhibiéndose de varias burdas maneras al citar sin que acuda la cita. ¡Qué argucia la de rebanar el dato, qué treta vil la de alterar la idea! ¿Por qué lo hace? Porque así suplanta a su adversario por una caricatura fake y entonces puede dar rienda suelta a su ‘talante ingenioso’. No enfrenta a un adversario real sino a la caricaturización de su factura (un ejemplo: tras no dar señal de comprender por qué la “obra fallida” que él va a demoler se llama Jeta de santo, lo único que se le ocurre es mutilar el título, desvirtuar su significado, y, luego, ya despejado el escenario, se da ínfulas de crítico agudo burlándose de la “hagiografía, que exalta la pureza del santo”. En el colmo de quien patina pánfilo en la superficie, inquiere, preocupado por el destino de su personajito caricaturado: “¿Dónde están los testimonios biográficos sobre el supuesto santo?”. ¿Cuál supuesto santo; quién habló de santo alguno? ¡gz se comporta como Elmer con la escopeta al hombro en pos de la zorra!). En mi acercamiento a la figura y la poesía de Mario Santiago Papasquiaro procedo igual que Gilly con Roque Dalton: ni lo idealizo ni lo denigro. Basta una lectura atenta del prólogo a Jeta de santo para formarse un criterio. Aquí también al igual que Gilly confío en la

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inteligencia y el buen juicio del lector neto. Soy crítico y por instantes rudo con Santiago, y en los límites del prólogo no me abstengo de señalar con una pizca de ferocidad contradicciones de su actitud y su temperamento tremebundo. Pero viene Zaid y tijeretea expresiones mías, las corta con filo perverso de aquí y de allá y, extrapolando de su contexto lo que escribo, me inventa propósitos que nunca he tenido. Veamos el «método» del señor manos de tijera: “Para defenderlo de ‘la alevosía de sus ninguneadores’, Guzmán llama a Santiago ‘convulso y pueril’, ‘desmesurado y con pringote mesiánico’ y dice que ‘Habrá escrito cerca de 2,000 poemas. ¡A quién le importa!’ ‘El ripio escoltaba su vuelo.’ ‘De sus mordientes agudezas pasaba despreocupadamente a la sandez en un segundo.’ Con tales rescatadores, no hacen falta ninguneadores”. ¡Qué manera de envejecer la de Versitos! Su falta de honradez ya la habían advertido

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los críticos citados, pero tres décadas después se ha vuelto prístina carga deplorable su costumbre de citar fuera de contexto. A quien yo llamo convulso y pueril es al Mario Santiago adolescente, mas el mutilador arranca de cuajo los dos adjetivos de su lugar y omite que los uso para calificar una actitud del poeta morrito. Adiós párrafo en el cual ambos adjetivos tienen sentido y cobran significación; lo que queda es la ordinariez del engaño a sus lectores. Ejerzo soberanamente mi derecho y mi deleite a elogiar y fustigar a Mario Santiago, como hago simultánea o sucesivamente con cualquier otro escritor o poeta en el curso de una lectura apasionada; nadie me impedirá apreciar a Platón a un tiempo socrático y antisocrático, y ningún Zaid hará pasar por mío un párrafo que es fruto picado de su insidia. Lo que yo “llamo” y lo que “digo” –en la adulteración de gz– carece de conexión lógica con el propósito que me endilga en el párrafo transcrito. Para denunciar la alevosía de sus ninguneadores (Mario Santiago no necesitaba que nadie lo defendiera, créamelo Zaid), yo digo lo que digo no lo que este tergiversador contumaz cree que puede hacerme decir –e irse tan campante sin oír mi contestación. Este tío pegosteó asuntos distintos con el pegamento más incongruente y chafa que tiene por caletre, ese que usa cuando pretende lo imposible: calumniar y presentarse como un crítico serio. Y que los duendes chocarreros observen jocosos la ilógica de señalarme a mí como uno de los rescatadores de alguien que –según él– ya había sido rescatado por el autor de Los detectives salvajes. A nadie se le rescata dos veces en el mismo río. De nadie se hace escarnio dos veces con la misma carcajada. Luego miente y mienten sus compinches de Letras Libres al aseverar con aleve ignorancia que estamos ante un suceso insólito: un bestseller capaz de resucitar a un poeta y engatusar a miles de lectores cándidos. No repetiré lo dicho en la presentación del dossier acerca de la irrupción de Mario Santiago en la escena poética de la primera mitad de los años setenta. El autor de Consejos de 1 discípulo de Marx a 1 fanático de Heidegger era desde entonces leído y estimado allende y aquende las fronteras y su presencia en la capital mexicana se mantuvo activa (con los altibajos inevitables en alguien que le pegaba durísimo a los excesos) hasta el año de su fallecimiento. Las mentiras letraslibrescas del rescate y de los rescatadores forman parte de la maquinación de Versitos; para consumar la caricaturización del poeta les fue servido en bandeja de plata Arte & basura, una cochinada de Luis Felipe Fabre editada quién sabe por qué por Almadía en 2012. Cae el engendro de Fabre como anillo al dedo de gz: a ese tipo feble y a mí nos señala con índice flamígero como “los guardianes”, “los rescatadores”, “los antólogos” que exhiben a Mario Santiago “como un


poeta malito”. Y la frase sublime: “Fabre se suma al fuego amigo bajo la advocación de la basura”. Hay que ver al ‘crítico excelso’ en la cima de su carrera, ¡oh dioses! hay que verlo en la cúspide. El ‘escritor extraordinario’, en su ‘sapiencia’, echa mano de la más pintoresca categoría de la crítica literaria: ¡el “fuego amigo”! En virtud de esta demostración de ‘ágil esgrima’, el ‘maestro’ Zaid sube al podio como ganador de un par de premios: el Premio Manlio Fabio (un prócer quien a su vez había ganado el Premio Gutiérrez Barrios) y la Medalla Elba Esther (una educadora quien a su vez había ganado la Medalla Jonguitud Barrios). No cabe duda: la ‘creatividad’ lingüística del albañal priista es de tal suerte inagotable que incluso un crítico ‘genial’ no vacila en hacer uso apoteósico de una expresión tan inflamable como fatua: el “fuego amigo”. s Ahora, por cortesía de Lubricantes y Aceites Roshfrans, en la mejor vulcanizadora del jingle automotriz, unos versitos de Versitos: “El mar insiste en su fragor de automóviles./ El sol se rompe entre los automóviles./ La brisa corre como un automóvil.// Y de pronto, del mar, gloriosamente,/ chorreando espumas, risas, desnudeces,/ sale un automóvil”.

La invectiva de gz no sirve para dilucidar esta interrogante. Otra cosa es la recensión crítica de una obra. Imaginé reseñas de críticos rigurosos como Jorge Aguilar Mora y José Joaquín Blanco. ¡Cuánto me hubiese gustado ver cómo se cimbraba el volumen de 267 páginas ante las observaciones sagaces de estos dos escritores!, ¡qué hubiera dado por ver cómo se comportaban los cimientos de la antología ante el embate trepidatorio de uno y oscilatorio del otro! Pero un nubarrón sucio cruzó el cielo. En lugar de comentarios inteligentes apareció el Señor Veredicto Inapelable pegando el grito en el cieno: ¡aquí están rescatando del olvido a un poetastro al que mantenía su madre! Cada quien sus fobias, pero ¿y sus argumentos?, ¿por qué descalifica ayuno de argumentos? Asómense los lectores a su cosa de Letras Libres, “No me rescates, compadre”, y verán cualquier cantidad de infundios. Hasta ahí le da el cráneo. Lo que dice, basta con que él lo diga. Es tan grande su ego que cree suficientes tres adjetivos para abatir al “poeta malito” cuyos poemas “son pomposos, proclamatorios y aburridos”. No hay más. Tres escopetazos de este tirador mendaz carente de puntería y con munición de fogueo ‘amigo’. En vano buscar razones argumentadas. Con tres adjetivos pretende apuntalar una maquinación destinada a vencer todo propósito de valoración de un poeta.

s En todas las librerías de México hay libros de Pablo Neruda, en casi todas, libros de Gonzalo Rojas y en muchas libros de Vicente Huidobro. Qué bueno que los lectores encontremos aquí a estos poetas chilenos, pero que alguien me diga por qué rayos no hay nada del otro, el otro Pablo, ni siquiera en las librerías de viejo. Los libros de Pablo de Rokha deben estar al alcance de los lectores en librerías, no sólo en el underground. Con Mario Santiago Papasquiaro pasa algo similar. Cuando Rebeca López me invitó a trabajar en la hechura de una antología acepté de inmediato: una selección bien ordenada de la poesía de mi difunto amigo, editada y distribuida por el fce, me pareció de justicia elemental. Los escritores nacidos en los años cincuenta alcanzaron ya su sitio y sus libros se pueden conseguir sin mayor problema. ¿Por qué Mario va a ser la excepción de su generación? Comparto el criterio de Villoro: Santiago tiene derecho a que sus libros estén en las librerías. Ganar nuevos lectores para la poesía de Mario Santiago, difundirla más amplia y eficazmente –esa fue la intención que nos animó a elaborar Jeta de santo. ¿De qué íbamos a ‘rescatar’ al poeta? ¿De qué clase de arena compacta está constituido el suelo sobre el cual se apoya la cimentación de la antología?

s Al advertir, en lo que concierne al infrarrealismo, que “un ismo pasó de noche”, el escritor Heriberto Yépez dice que la crítica y la academia “fallan demasiado”. Sí, pues. Ignoraron Sexto paladar (1985), Estrella Delta-Escorpio (1995), El último ciclista (2010), Hombre de negocios (2014) y Cartapacios (2016) de Pedro Damián Bautista, acaso el mejor poeta infrarrealista; Pájaros de la cervecería (2015) de Rafael Catana; El maletín de Stevenson / El cielo de los topos (2002) de Bruno Montané Krebs; Currículum mortis (1985), Ciudad del infierno (1994), País sin nombre (2011) y Todo es aluvión (2012) de José Rosas Ribeyro. E ignorarán Uso y abuso / Peso neto (2017) de Cuauhtémoc Méndez. Estos títulos azarosamente circulan y se abren paso hasta dar con sus lectores; decir que son desenterrados por la novelización bolañesca es creer que el cerco perimetral de autores que valen la lectura mide lo que la mesa de novedades. Mala leche o ignorancia supina. Ah, cualquier cosilla, eso que pasa de noche para la academia y los críticos… ¡es lo verde del pasto! No, lo que han ninguneado los grupos de poder literario en México no tiene perdón de dieu. Al mismísimo José

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Revueltas lo marginaron cuanto pudieron, todo el tiempo que pudieron; hoy fingen amnesia (o son hijos perezosos de quienes fingieron amnesia) pero de lo que digo hay pruebas documentales, baste exhumar en revistas de los años sesenta reseñas desdeñosas de Los errores. El testimonio es de Juan Vicente Melo: “Los escritores de la más reciente generación veían a José Revueltas como un escritor ‘que fue’. La indiferencia y el silencio acompañaban a los jóvenes lectores respecto de su figura, y los críticos […] aprendieron a reverenciar como letra muerta al ejemplar autor de El luto humano, Los días terrenales y Dios en la tierra, distraído, pervertido o esterilizado por las películas pomposas de Roberto Gavaldón” (en Revista Mexicana de Literatura, núm. 12-15, julio-septiembre, 1960). El “tremendismo” y el realismo démodé que estos «contemporáneos de todos los hombres» aborrecían en las novelas de Revueltas tenían como contrapartida la promoción de La región más transparente (1958) de Carlos Fuentes como la moderna joya inaugural de la novela urbana. ¿Revueltas “sufrió cierta desatención de la crítica y los lectores”, y nada más? En 1964, al aparecer Los errores en el fce, ¿Revueltas sufrió “cierta desatención” y eso fue todo? Bueno. Eso dice José María Espinasa en su Historia mínima de la literatura mexicana del siglo xx(El Colegio de México, 1ª reimp., 2016, p. 246). Lo dice de soslayo, ocupado en entonar su ditirambo de Fuentes, una de cuyas “grandes virtudes” –enfatiza en la misma página– “fue devolverle a la narrativa su capacidad crítica y su diversidad de registros”, ¡virtudes de las que (por inferencia lógica) carecía Los días terrenales, novela de Revueltas publicada nueve años antes y que deja muchísimo más que johndospassos atrás La región más transparente! ¡Virtudes de las que, seis años después de la novela de Fuentes, carecerá Los errores! Hay que decir la verdad. La crítica (turiferaria entonces como ahora) fue “desatenta” con Revueltas porque estaba concentrada en inflar al personaje mexicano de la modernidad literaria marca boom –una puesta en escena de mercado transnacional. Es una patraña que Revueltas sufriera “cierta desatención” por la sombra que proyectaría sobre su obra la ‘diversidad registral’ de Fuentes. No, no se trata de un asunto literario sino extraliterario: un mecanismo de exclusión había sido activado contra el inadaptable Revueltas. Los tartufos lo hicieron a un lado; el autor de México: una democracia bárbara (1958) fue empujado por la crítica tartufa a los márgenes, no sin antes intentar el despojo en despoblado: Carlos Fuentes –se atreve a escribir Espinasa– “Recupera […] la vocación rebelde de Revueltas” (p. 246). ¡¿Que qué cosa “recupera” Fuentes de Revueltas?! Se recupera lo perdido, y Revueltas nunca perdió ni la humildad siquiera. Vayamos

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a los hechos. Esta es la “vocación rebelde” de Fuentes, y es un hecho: la vocación por la cual fue recompensado con la Embajada de México en Francia. Su “rebeldía”, es un hecho: convalidar junto con Fernando Benítez la «apertura democrática» del presidente Echeverría. En la página 293 de su librote ‘mínimo’, escribe Espinasa: “En México los brotes guerrilleros –Lucio Cabañas, la 23 de septiembre– dieron pie al crecimiento de la guerra sucia por un lado, y a la aplicación de una política de cooptación intelectual por otro, que simbolizó el famoso ‘avión de redilas’ de Luis Echeverría, cuando un nutrido contingente de artistas y escritores acompañó al presidente en su visita a Argentina”. ¿Dónde está la “vocación rebelde” de quien brindó apoyo político al responsable de la matanza del 10 de junio de 1971 y justificación intelectual en su maniobra legitimadora antes y después del Jueves de Corpus? En el hangar de la laxitud Espinasa alude a un “nutrido contingente” para eludir su obligación moral de escribir ahí el nombre de su “rebelde” Carlos Fuentes –pasajero de su vocación simbólico en ese avión de poder simbólico. s Tuvieron que sobrevenir con el 68 una nueva oleada de lectores y un puñado de críticos sin ataduras para que José Revueltas y también Efraín Huerta vieran el comienzo de la valoración crítica que sus obras reclamaban. Los del clan paciano se vieron obligados a ir cediendo, o aceptar sin conceder lo que los redactores monsivaítas sí admitían, con retintes de plural aceptación ladina. Mas su costumbre de ningunear es sistemática, la traen en el adn, es la cuchilla móvil que utilizan para cortar y desaparecer toda sublevación artística que ponga en entredicho el laberinto de la sobriedad clasicista de su modelo estético. Así ningunearon Retorno de Electra (1978) y Bajo el oro pequeño de los trigos (1984 y 1997) de Enriqueta Ochoa; El turno del aullante (1983), Ser en la sombra (1986) y Cuerpos (2011) de Max Rojas; Soledad Road (1984) de Juan José Oliver; Historias cinematográficas (1987) de Darío Galicia; Rey de bastos (1985) y El costillar de Caín (2001) de Orlando Guillén, cuyos Doce poetas catalanes del siglo xx, un exhaustivo trabajo de selección, traducción y estudio de los mejores vates de Cataluña fue bloqueado arteramente en el fce por la directora Consuelo Sáizar y por fans del profesor Xirau. Y ahora arguye gz que está “Sin comprobar el supuesto ninguneo”. ¡Qué cachaza! Es un crimen de lesa poesía que aún hoy mantengan desaparecida del horizonte que usufructúan la obra de Ramón Martínez Ocaranza, en especial Elegía de los


triángulos (1974), Elegías en la muerte de Pablo Neruda (1977) y Patología del ser (1981). Véanse si no las antologías, las viejitas y las recientes. Los cuatro firmantes de Poesía en movimiento (1966) no intuyeron o no quisieron ver ni oír que Martínez Ocaranza ya venía galopando en su Preludio de la muerte enemiga (1946). Ignorancia aún más lamentable la de Víctor Manuel Mendiola: nadie que acometa –no como «asunto exótico» sino como «tópico crucial»– una antología tan útil como El corazón prestado. El mundo precolombino en la poesía de los siglos xIx y xx (Cal y Arena, México, 2004, 292 p.) puede darse el lujo lelo de desconocer Elegía de los triángulos, una exploración fascinante y profunda si las hay de las culturas precolombinas (la mexica y la tarasca, en el caso del vate de Jiquilpan), tema del prólogo, la selección y las notas de Mendiola. Al asunto. En mellizo ninguneo incurre Espinasa al decretar en su libro de casi cuatrocientas páginas la inexistencia del autor de Patología del ser –un poeta extraordinario según reconocía otro finísimo bardo michoacano: el padre Ponce. ¿Quién si no Espinasa ignora que la unam en su colección Biblioteca del Estudiante Universitario publicó Poesía insurgente (1ª ed., 1970), una antología elaborada con rigor y pasión por Martínez Ocaranza? La colección Historias Mínimas de El Colegio de México cuenta con un director y cinco consejeros editoriales, a más de un equipo de Publicaciones. ¿Quién no hizo una lectura acuciosa del trabajo ‘mínimo’ de Espinasa? ¿Quién dejó pasar vaguedades, incongruencias y generalizaciones hueras a la hora de dictaminar? Dormidos lo aprobaron, no obstante sus numerosos datos equivocados, yerros conceptuales, omisiones injustas y disparates interpretativos; y dormidos siguieron mientras quién sabe quién se ocupaba de la producción editorial de un libro infestado de erratas, redundancias, muletillas y errores de sintaxis. ¡La incuria! El colmo del Colmex: respaldar un título cuyo autor menosprecia o de plano suprime obras sin las cuales no hay visión cabal del siglo xx mexicano.

falta de definición) aunque advierte que “no llega a conseguir esa condición de hiel”. En el registro lírico diverso de msp con frecuencia se pone de manifiesto la confraternidad alcanzada o vislumbrada al vagabundear por la vida y sus ciudades paradojales. La dicha de lanzarse a la buena ventura por los caminos es leitmotiv en su poesía –y un impedido de oír este motivo musical, no obstante su sordera pontifica. Con un poema celebratorio de largo aliento culmina Jeta de santo y con otro que es una celebración de la amistad principia; a lo largo del volumen abundan en esa tesitura los momentos gozosos, irónicos, cordiales, amorosos y lúdicos. Luego, la intentona del ‘crítico’ por confinar al poeta en el apando de la rabia ahí queda al descubierto. s

s Tíos mejor informados que los de la cofradía endogámica pazguata no los hay, salvo sus ex adversarios de la corporación monsivahíta. Éstos y aquéllos estaban al tanto de las incursiones vandálicas de Santiago Papasquiaro –perfectas como pretexto para negarlo como poeta y ridiculizarlo como lumpen rabioso. A esa imagen, es decir a esa visión falsa contribuye Espinasa al “adscribir” a Mario Santiago a una presunta “tendencia de la rabia” (cuya figura sería Jaime Reyes, de quien dice es “pura hiel” –una majadería a

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La práctica recurrente de las exclusiones. Rebosante de hipocresía su incomprobación. Un capítulo en la historia local de estos infames. La pincelada memoriosa es de Vicente Leñero: “Yo quería participar, pero ellos no me tomaban en cuenta; era un grupo muy mafioso y cerrado. […] Cuando yo me inicié en la literatura con Los albañiles fue como si no hubiera pasado nada, me ignoraron por completo. Nadie hizo eco, sólo un poco José Emilio Pacheco, con el que fui muy amigo siempre. Fue el único” (En El intelectual mexicano. Una especie en extinción, libro de entrevistas de Luciano Concheiro y Ana Sofía Rodríguez, DeBolsillo, México, 2ª ed., 2017, pp. 120-121). Desde luego, el garrote del ninguneo es indisociable de la zanahoria de la prebenda. Basta con supervisar cómo se comportan los polluelos. Así lo confirma el pillín Emmanuel Carballo, quien recuerda que Agustín Yáñez, candidato del pri a gobernador en Jalisco, le pidió que fuese su secretario particular. Él le respondió que “la gran ilusión de su vida” era irse a la Ciudad de México. Yáñez le dijo: “Bueno, Emmanuel, se va usted a México”. Y Carballo revela: “Me consiguió una beca de la Fundación Rockefeller, y es ahí cuando empieza mi carrera. Fue fulgurante: empecé en 1949 y en el 1953 tenía ya la Rockefeller” (Op. Cit., p. 20). ¡Cuántos no han sido de tal arte “becarios”, o cuántos no hay hecho de tal suerte maletas si la gloria eres tú, Servicio Exterior!

5 de diciembre de 2013 Rafael Lemus Querido Enrique: He decidido abandonar el consejo editorial de Letras Libres. Como sabes, desde hace tiempo me he ido desplazando hacia la izquierda y, casi por carambola, mi distancia intelectual e ideológica con la revista ha crecido, al grado de que hoy rara vez coincido con sus posturas políticas y estéticas. Ocupada en censurar toda práctica de izquierda, la revista desatiende sistemáticamente asuntos que me parecen cruciales: la desigualdad, la exclusión, la precariedad económica. Consagrada a defender un liberalismo que terminó por volverse hegemónico, apenas si hace la crítica de nuestro presente, de las sociedades capitalistas y democracias liberales en que vivimos. Como también sabes, no comparto la hostilidad de buena parte de los consejeros ante todo aquello que rebasa los bordes del humanismo liberal (la “teoría”, la academia, los estudios culturales, el arte contemporáneo, las vanguardias, los estridentistas, Papasquiaro… y lo que se acumule esta semana), y desde luego no planeo sumarme a ninguna cruzada contra ello. Se me ha dicho que puedo expresar mi disenso –siempre y cuando no sea radical– en las páginas de Letras Libres y dar la lucha desde el consejo. No estoy seguro de lo segundo: mi función como consejero editorial ha sido siempre menor (rara vez se me ha consultado algo) y, a mi juicio, los dos o tres dictámenes críticos que entregué sobre la revista no fueron atendidos. En cuanto a lo primero: me parece mejor exponer mi desacuerdo –a veces radical– desde otra parte. Un abrazo. Rafael Lemus (Carta abierta a Enrique Krauze enviada a la redacción de Letras Libres.)

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Dije bien maquinación. Del editor Cuauhtémoc Arista es este apunte: “Ahora se sabe, por la infidencia de un exintegrante del círculo, que los colaboradores fijos de la revista Letras Libres fueron invitados a vituperar la oleada de (dos) libros de Mario Santiago que se editaron en estos años: Jeta de santo (2008), editado por Guzmán, y Arte & basura, editado por Luis Felipe Fabre (2012)”. A confesión de parte, relevo de pruebas:

Carla Rippey recuerda que Mario Santiago “era una persona muy, muy difícil”. Horacio Caballero lamenta que “se gozaba demasiado atacando a los demás”. Joseantonio Suárez afirma que “era insolente y también irreverente, porque era maleducado”. Juan Pascoe asegura que “no era un tipo en quien podía uno confiar del todo”. Aunque Evodio Escalante aprecia “su estética callejera” y asegura que él es “de los que piensan que Mario Santiago es uno de los mejores poetas de su generación”, dice que “no es un poeta que me guste” y advierte que “no compraría un libro

¿Desde qué clase de Ómnibus… quisieron obligarnos a mirar el paisaje? ¿Desde qué ventana empañada? ¡Incluir del Gran Cocodrilo nomás unos poemínimos! Pretender reducirlo a la condición de autor de gracejadas para engrandecer al “máximo poeta de la lengua española contemporánea”. Babeaban, genuflexos, mientras redactaban en la pax octaviana puras glosas saturadas de admiración, puro elogio, pura adulación paródica –Aguilar Mora dixit. s

Adiós al Consejo Editorial de Letras Libres

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suyo”. A Heriberto Yépez tampoco le gusta, pero aclara que sí le interesa. “Ahí se agita algo distinto, no logrado, lo larvario que me disgusta y disuade”. Desde la altura de estas objeciones no veo caer una gota de mala leche. La artista plástica, el editor, el crítico literario y los escritores sencillamente dicen lo que piensan. ¿Monedita de oro msp? ¿Una perita en dulce? ¡Qué va! Sólo sus fans infras se enfadan si alguien recuerda algo desagradable de él o señala algún giro fallido en sus poemas. s Hay que ver cómo se pavonea gz en el mercado de las personalidades literarias, su actitud literalmente descarada, de un exhibicionismo al revés volteado con la enfática renuencia al flashazo como práctica de autorrepresentación –un deseo narcisista de imponerse la imagen del escritor «independiente» pese a que en el fondo sedimenten las costumbres de la domesticación y los usos del encubrimiento de conductas acomodaticias. «Que otros hagan el trabajo sucio de las relaciones públicas, mi plumaje no se mancha en el pantano de las fotos» parece que dice con imagen bonifazia que diga diazmironiana. La asunción de la ideología dominante y la justificación conceptual del orden establecido han sido examinadas y desveladas por varios estudiosos desde los viejos tiempos de la revista Vuelta, en cuyas páginas publicaba la eminencia gris del Banco de México Leopoldo Solís. A semejanza de la clase política y de su élite hacendaria de la cual son su correlato en el terreno de la cultura, estos cultísimos señores han actuado con el cinismo que confieren las credenciales de la impunidad. Se conciben a sí mismos como espíritus críticos en la línea trazada con petulancia por Pazcárraga. Argüir que Zaid jamás ha saludado de mano a ningún presidente de la República, actitud alabada por sus fans como presunta prueba de su ajenidad palaciega, esa sí que es una puerilidad adultescente. Su retrato intelectual está hecho. Sin foto: des-carado: sin cara: con careta. Su retrato intelectual es el de sus semejantes. Hay que buscar al respecto el ensayo puntero que Jorge Carrión publicó en los años setenta en la revista del Instituto de Investigaciones Económicas de la unam. El gran animador de Política, el autor de La burguesía nacionalista encadenada, entre otros ensayos injustamente olvidados, muestra hasta qué punto las ideas de Paz y Fuentes en realidad provienen de las tesis de los economistas, sociólogos y politólogos que no por casualidad publicaban en Plural y luego en Vuelta. Leamos el volumen colectivo El pensamiento conservador en México (2002) coordinado por Dora Kanoussi, quien

ese año recordó en una entrevista que Paz “era miembro de una internacional de derecha que todavía existe y preparó lo que hoy vemos con Bush hijo”. Hay que atender el tip de Yépez y buscar el ensayo de Avital H. Bloch “Vuelta y el surgimiento del neoconservadurismo en México”; la historiadora israelí, dice Yépez, “comprobó el vínculo ideológico entre cuatro generaciones de Vuelta y Letras Libres y los neoconservadores norteamericanos, familiarmente llamados ‘neocons’”. Dice Bloch: “Paz hizo eco del principio antimarxista inherente en el ‘pluralismo liberal’, que organiza un sistema político no-ideológico. El concepto lo desarrollaron en los años cincuenta y principios de los sesenta los liberales anticomunistas de Estados Unidos, a quienes especialmente Paz y su discípulo Krauze admiraban”.

s Entre los lectores de Zaid no faltaron quienes se cansaron de esperar una “Carta a Octavio Paz” similar a su muy leída y apreciada “Carta a Carlos Fuentes”. En vano la espera. gz cuestiona some day el echeverrismo de Fuentes pero jamás cuestionará el salinismo de Paz. ¿Alguien recuerda una nota severa de gz en contra de alguna postura pública de su admirado premio Nobel; un señalamiento crítico respecto a algún rasgo enclenque de la versería de su gurú; un apunte agudo sobre el abuso de los dos puntos en la prosa paciana; un disentimiento sobre al menos una de las tesis políticas masticadas en El ogro filantrópico; un artículo en el que advirtiese el enmohecimiento y la caducidad de la visión expuesta en El laberinto de la soledad? ¿O es que también en el terreno del sometimiento y la lambisconería se igualaban Versitos y El Pedante en vida de Paz? Porque, ah caramba, cómo trataba el Ñor a los suyos. Ahí está la confesión de José Emilio Pacheco el día en que dio unos pasitos cantinflescos llegando a la Universidad de Alcalá de Henares donde iba a recibir el premio Cervantes de manos del monarca neofranquista de la casa Borbón –sí, estamos hablando del autor de “Inventario”, columna en la que profesó admiración por la muy republicana generación liberal mexicana. Leo la nota de Armando G. Tejeda, corresponsal de La Jornada en España, a quien le refiere la ‘sorpresa’ y aun cierta ‘decepción’ que uno se lleva al tratar a escritores, como a él le ocurrió con Octavio Paz, “con quien tuve una amistad difícil, pues era una persona que trataba a sus admiradores y colaboradores como lacayos y de forma muy déspota” (aunque añade que “en los últimos años de su vida, por fortuna o por tristeza, tuvimos una relación estupenda”, La Jornada, 24-4-2010).

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Doy ahora un testimonio de cuya sindéresis es superfluo comentario alguno, salvo la carga de estupefacción que conllevan mis cursivas. Cuenta un obsecuente Guillermo Sheridan, sentado en la mecedora de su asilo sintáctico: “Cuando estuve al frente de la Fundación Octavio Paz, hace años, había un comité de varias personas encargadas de seleccionar, con enorme escrúpulo, a los cinco jurados que otorgaban el ‘Premio Octavio Paz de poesía y ensayo’. Seleccionar un jurado de calidad era arduo, pues era un premio nuevo y los mejores posibles jurados podían ser también premiables. Me enorgullece que los jurados hayan actuado siempre con buen juicio y en absoluta libertad. La primera vez que se otorgó ese premio presidió el jurado Octavio Paz, ya muy enfermo. La sesión fue rapidísima. Se cumplió la formalidad legal de levantar la sesión con un acta. Apenas inició el debate, Octavio sacó un papelito de la bolsa con su voto: Gonzalo Rojas. Unanimidad. Fin del asunto. Era imposible mayor tino, y mayor objetividad” (Véase, gs, “Algo más sobre premios literarios”, en El Universal, 13-3-2012).

porque una vez, en una reunión en El Colegio de México, con Víctor Urquidi ya siendo presidente, llegó Octavio Paz y yo había escrito un artículo sobre la dependencia, sobre cómo México seguía siendo dependiente de Estados Unidos. Urquidi le dijo a Octavio Paz: “Tengo un artículo de Lorenzo que leí y pienso que puede ser bueno para la revista”. Cuando le comentó de qué trataba, Paz dijo de una manera muy despreciativa que esos temas no le interesaban. Él estaba en contra de la Unión Soviética: hay que atacar a los soviéticos que están muy lejos, no a los norteamericanos que están muy próximos. Es igual Krauze […] En el único momento en que me pude haber acercado a la revista de Paz, me rechazó totalmente. Ni siquiera leyó el artículo, le fue suficiente saber el tema para decir: ‘Eso no se publica en mi revista, no me interesa’. Listo, no hay más que hablar” (En El intelectual mexicano. Una especie en extinción, libro de entrevistas de Luciano Concheiro y Ana Sofía Rodríguez, DeBolsillo, México, 2ª ed., 2017, p. 230). s

s El mero nombre de Zaid esgrimido como un valor en el mercado literario: lo que él cree ser y lo que sus fans creen que él es: lo que él y ellos creen que él vale: el crédito que en el mercado le han concedido y la fortuna que él ha amasado en ese mercado literario. ¿De qué está hecho el capital literario acumulado en semejante bolsa de valores? Una norma es primero impuesta como legítima, y sobre ella se alza el reconocimiento o la creencia del valor tasado por los jueces literarios; y, encima, legislan literariamente. ¡Ahh, es el viento de Pierre Bourdieu que vigoriza y anima la reflexión de Pascale Casanova! s Una revista se conoce no sólo por sus temas y por sus autores, sino por los temas que no aborda jamás y por los autores que el lector no verá nunca en sus páginas. No preguntaremos si alguien reactivó su red neuronal leyendo la prosa de Cardoza y Aragón en Vuelta. No, no. Poder leer ahí a ese prosista era mucho pedir. ¿Alguna buena, extensa nota acerca de la obra de Germán Arciniegas? ¿Un artículo de Sergio Bagú? ¿Algún relato de David Viñas? ¿Un texto de Rodolfo Puiggrós? ¿A Darcy Ribeiro le dieron hospedaje en alguna de sus páginas? ¿Alguna larga reflexión sobre la prosa ensayística de Ezequiel Martínez Estrada? Un testimonio infinitamente más modesto es el del profesor Lorenzo Meyer: “En Vuelta no podía publicar ni de chiste,

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Las divagaciones ideológicas de Paz pretendían hallar base irrecusable en los artículos de economistas tan ortodoxos y cerriles como Carlos Bazdresch, Leopoldo Solís y Edmundo Flores. La reflexión de Jorge Carrión sobrevive a la terminología típica de la izquierda marxista en la que este maestro militó en los años setenta: “Una ojeada a los números de la revista Plural testimonia la indisoluble ligazón entre la ideología de los artistas, poetas e intelectuales burgueses y pequeñoburgueses de México y los economistas procedentes o defensores de la burguesía. Cuando en esa publicación se incluyen estudios económicos siempre son los que coinciden con el pensamiento político social expresado por los poetas. […] Si tales actitudes ideológicas quedaran confinadas en el espacio cultural de las élites autoeróticas, narcisistas y aun onanistas de los clubes artísticos y sus revistas, no tendría interés analizarlas en un examen serio, o que intenta serlo, de cualquier etapa histórica del país, sus relaciones de poder y su desarrollo. Pero como producto que son de «sedimentaciones» en sentido contrario, de abajo –la estructura– hacia arriba –la superestructura–, suponen una abundante decantación de la ideología más fuertemente enraizada en la sociedad por la clase dominante. No sólo la suponen sino que es una reversión sobre la propia estructura y un modo que no por situarse en el terreno de la ideología, del arte, de la poesía burguesa deja de tener un carácter material, sólido, conservador. El arte burgués, protestatario o no, trenza amarras vigorosas destinadas a preservar el status no obstante los brillantes y en


apariencia agresivos hilos de impugnación al régimen enlazados a esos nudos. Juega, junto con los otros aparatos ideológicos estatales, un importante papel en la función reproductiva de las condiciones favorables para la reproducción del modo de producción capitalista. Y el campo de la ideología suele ser más invulnerable, está camuflado. […] Al científico social conservador, neoclásico o «neoneoclásico» puede identificársele fácilmente. Él no destruye la cruz de su parroquia. La defiende consecuente y tenaz. El artista, el intelectual «puro», cuando de la cruz hacen crucigrama de palabras, y convierten a las clases sociales en palíndromos y juegos de palabras como «el proletario es el propietario si la libertad de uno y otro es su verdadera propiedad», y con la historia pulen un texto escrito al estilo de la escritura bustrófedon que ara una y otra vez en surcos de ida y vuelta paralelos, siembra las ideas más conservadoras en zonas sociales más amplias, pese a las pretensiones elitistas y protestatarias, de la ideología dominante. Además tal es el propósito. La ideología no es sólo un juguete cultural –pese a lo abstracto, complicado y esotérico de la armazón estilística y formalista de ese juguete– destinado al diversionismo lúdico, al escapismo y al oportunismo de unos cuantos. Lo que consciente o indeliberadamente se espera de ella es su acción reproductora de sí misma. […] De ahí proviene la tácita y explícita aceptación de la clase dominante por esa suerte de revolucionarismo que no va más allá de la poesía «que se escribe a sí misma», del «escritor escrito por su escritura y su lector» […]” (Véase, Jorge Carrión, “México: algunas reflexiones”, en Problemas del desarrollo, núm 15, iiec, unam, agosto-octubre, 1973, pp. 53-80). s Letras Libres es “espejo de la estructura del poder constituido” y Krauze, su director, “suele hablar desde un pedestal fingiendo que lo hace a ras de tierra”. Eso afirmó el economista y asesor en temas educativos José Blanco el día en que la Suprema Corte de Justicia de la Nación falló en favor de la revista heredera de Vuelta y en contra del diario en el que Blanco es articulista. Krauze, apuntó Blanco, “acaba de dar a La Jornada una lección contundente: yo soy un hombre de poder económico, político y mediático, por eso les he ganado en este diferendo”. El mensuario había acusado al diario de ser cómplice del terrorismo de eta, el diario demandó por considerar que esa era una calumnia y los ministros fallaron a favor del derecho de la revista a decir lo que quiera, lo que sea, lo que le plazca, sin que procedan los límites a la libertad de expresión que dicta la Constitución. “Krauze vive en la manga anchísima del liberalismo. Ahí

caben quienes han hecho un debate profundo, filosófico, sobre la libertad, pero también los mercaderes de la historia. Krauze se ha enriquecido vendiendo trozos de historia mexicana y de ideología, en el seno de ese otro gran poder mediático que es Televisa”. (Véase José Blanco, “Las Libérrimas”, en La Jornada, 29-11-2011). El coordinador de opinión de La Jornada, Luis Hernández Navarro, contabilizó al menos once editoriales del diario en los que se criticaba la política criminal de eta, sus atentados “inadmisibles e injustificables”, y exigía la desaparición de esa organización porque “ninguna causa justificaba su violencia”. ¿Y, entonces, qué pasó con la calumnia de Letras Libres, en qué suelo argumental halló sustento? “En un ejercicio que muestra de cuerpo entero su seriedad y profesionalismo como historiador, Enrique Krauze ocultó estos editoriales. Como eran prueba documental de que él y su revista han mentido durante años, decidió ignorarlos”. Lejos de disculparse, Krauze “se dice ofendido porque el periódico ha mostrado los intereses a los que sirve, su papel de intelectual orgánico de la derecha iberoamericana y su función como compañero de viaje del Partido Popular de España”. Perdón, Luis Hernández, ¡cómo no va a molestarle que le digan derechista, si el Señor Biografías es un ‘intelectual liberal’ que sabe dialogar con la izquierda tolerante y moderna! A quienes critica y denuncia es a los populistas, a los redentores y a los fundamentalistas arcaicos. “Cuando [éstos] le responden se hace pasar por víctima y los acusa de ser estalinistas, antisemitas o estatistas. Carente de argumentos documentales, responde con exabruptos viscerales” (Véase lhn, “La mano tendida”, en La Jornada”, 29-11-2011. Releo este artículo sin olvidar al legendario Gregorio Selser). Tras revisar los temas abordados obsesivamente en Letras Libres (“las fijaciones” de sus plumas), al cronista Hermann Bellinghausen le queda claro que este mensuario prefiere cargarse a la derecha. “Una sostenida línea de la revista que dirige Enrique Krauze la ha llevado a cruzadas (en forma de dossier) para descalificar y desprestigiar con sesgadas informaciones ‘académicas’, y un periodismo no pocas veces amamantado por los servicios de inteligencia, a lo que huela a izquierda no domesticada, sea teología de la liberación, lopezobradorismo, protestas universitarias o populares, resistencia indígena”. (hb, “Letras vencidas”, en La Jornada, 5-12-2011). Mas a esta derecha intelectual la caracteriza algo más que su antizquierdismo vergonzante; de acuerdo con Bellinghausen, su conservadurismo “también es filosófico, historiográfico, estético y literario” (art. cit.). Se trata de un proyecto político editorial reforzado por aquellos jóvenes “que se arrimaron a Octavio Paz, Vuelta y

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su entorno desde finales de los años 80 y han crecido (es un decir) a la vera de Krauze. Aportaban un antizquierdismo hormonal que los volvía insospechables de leso comunismo. Unos, vacunados por un pasado familiar republicano o socialista, otros educados en los valores del conservadurismo burgués mexicano. Siempre a la derecha de Paz” (hb, “¿Letras libres de culpa?”, en La Jornada, 28-11-2011). s ¿A quién imaginan ustedes capaz de dar de maromas en el vacío y soltar de pronto de su ronco pecho un panegírico de Paz en medio de una dilatada investigación sobre la narrativa mexicana? ¿Quién pudo incluir sin ruborizarse textos de Paz hijos de “la anulación de los géneros” en una ambiciosa antología del siglo xx mexicano visto por los maestros de un género: el narrativo? ¡Pues a El Pedante, a quién más si no! Inopinada, abruptamente este engreído entonó una forzadísima loa para justificar la inclusión con calzador de muestras de “la brillante pertinencia narrativa [¡!] de varios espacios en la obra del gran poeta mexicano”. Con esa ‘prosa’ que va tentaleando a gatas la viscosidad de “varios espacios”, El Pedante celebra a Paz “maestro de la prosa y de la imaginación”, no sin antes admitir lo obvio: Paz “no es un narrador”. Textual: “Si Paz no es un narrador sí es un maestro de la prosa y de la imaginación”. Luego, a tu Maestro inclúyelo en una antología uyuyuy “de la prosa y de la imaginación” y lo que de él te sobre mételo en una antología de “la anulación de los géneros que signa la escritura contemporánea”. El Pedante mismo intuyó endebles sus rollitos justificatorios, así que de plano apeló a su derecho a tomarse “una licencia”, babeando impertinente que Paz es el “máximo poeta de la lengua española contemporánea”. Eso sí: en la Antología de la narrativa mexicana del siglo xx (2ª ed., corregida y aumentada, 2 vols., fce, México, 1996, selección, introducciones y notas de Christopher Domínguez Michael), los lectores buscarán en vano “Quince ahorcados a Jiquilpan” y “Dios mediante”, dos relatos extraordinarios del siglo xx mexicano. Ambos forman parte de un libro publicado en 1961 por el fce. Alí Chumacero se sentía orgulloso de haber cuidado la edición junto con el autor del volumen, según me dijo una mañana de sábado en que por azar coincidí con él en un restaurancillo en Tacubaya. Cuando Rulfo leyó los cuentos del michoacano Xavier Vargas Pardo se cuenta que dijo escuetamente: “Éste se las sabe todas”. El que ni sabe ni se las sabe es El Pedantón. s Mario Santiago transgredió las normas y no se detuvo

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ante los límites fijados a las prácticas literarias por los círculos del poder intelectual. Atacó a la jerarquía cultural: a los vasallos de Paz y a los priistas de clóset de Nexos; a los burócratas que en la unam hacían carrera de ‘poetas’ de la mano de il padrino Bonifaz Nuño; a los izquierdistas afines a la Espiga Abotinada y al remanente culturoso del pcm. Laboró como corrector de estilo en el periódico Así es del psum, y atestiguó in situ la putrefacción de la izquierda. A los figurones provocaba asco su pequeña figura malvestida y sucia. Los insultó no en artículos o panfletos sino en sus cocteles y en sus casas. Envidiaban su insurrecto lenguaje metafórico, ellos que hablan como funcionarios desde la impunidad de su propia sumisión. Eso fortalecía su convicción de seguir arriesgándose, desafiarlos afirmando soberbio su escritura excéntrica, cuya resonancia entre varios puñados de lectores jóvenes le era suficiente recompensa. Ahora, el coágulo endurecido de la poesía mexicana intolera que un ‘bastardo’ sea publicado y leído con pasión. s Hay que ser cretino para creer imposible la refutación de gz. Llegó pedante El Pedante y creyó suficiente el solo improperio para acallar el cántico adversario. Como a su admirado gz, a Christopher Domínguez le salió el tiro por la culata: nadie se ocupa de un mediocre, cuantimenos si es uno más del montón de mediocres que en los años setenta imitaron a Allen Ginsberg. Leamos lo que revela El Pedante y pongámonos a temblar de miedo: “En todo caso Papasquiaro, con cuya hechiza fama póstuma ya ajustó cuentas Gabriel Zaid en estas páginas… [se refiere a la cosa publicada en Letras Libres]”. ¡Zas! ¡La crítica literaria es un “ajuste de cuentas” para él, como no podía ser distinto pues ‘ajustar cuentas’ es expedito método mafioso! No examinan ambos críticos una obra por sus valores estéticos sino proceden a ajustar cuentas con la fama póstuma del autor; y cuánto que mejor si ‘el autor’ es en realidad la caricatura por decreto zaidiano del verdadero autor. Maestro y parvulito se alzan victoriosos con la prueba fehaciente de que esa fama póstuma es «hechiza». ¡Grandeza cuernos de chivo de tanta crítica! Reafirma El Pedante, al celebrar el ajuste contador de Versitos, la asociación mafiosa como seña de identidad de quienes así actúan para deshacerse de engorrosos. Liquidado el autor, hay que eliminar la caricatura. Nada mejor que contraponerla con otra caricatura. Al confrontarlas, se anulan. Dos patos de una pedrada. Eso aprende cualquier aprendiz de editor de Letras Libres al observar la repulsión que le provoca post mortem Mario Santiago al estólido Christopher Domínguez: “Para poesía arrabalera y


deprecatoria, prefiero la de Jaime Reyes (1947-1999) o la de Orlando Guillén (1945)”. Bajeza, incapacidad de lectura, arrogancia. Eso es lo que percibirá el aprendiz, y se indignará si de verdad ha leído a los dos poetas a quienes El Pedante caricaturiza con el reduccionismo inhábil de los dos adjetivos disparados a mansalva. ¿Arrabalera la poesía de Un día un río (1999) de Jaime? ¿Arrabalera la poesía de Rey de bastos (1985) de Orlando? Si vas a definir a dos poetas con un par de adjetivos tienes que ser un tigre de la síntesis. Si no, cállate. s A ti, Versitos, más allá de la miniaturización de tu incordio, a ti, enano entre las ironías que escolares festejan y acarrean te lo digo. A ti y a él por no dejar. En algo coinciden: no dicen nada sobre la poesía de Mario Santiago. En Letras Libres arremeten con desprecio contra un monigote fabricado a modo con algunos elementos ciertos y muchas toscas adulteraciones. Con la rebaba y la viruta de quien enfabrecido hurgó en la basura completaron al freak. Los de Nexos añadieron las parrafadas seudosociológicas y un chabacano cuadro de época. Todos a una contra el espeluznante bicho raro. ¡Vaya promiscuidad la de este desplumado gallináceo! De los huevos no fecundados nacen los zánganos. ¿Qué es lo que en el fondo repulsa de Mario Santiago? ¿Qué tan inocultable es ya el cuestionamiento de la visión oficiosa de la poesía en estas tierras mexicanas? Aquí hay gato encerrado. En la superficie política de los sucesos ¿qué sentido tiene que el dueto Letras Libres-Nexos, concomitante de la dupla neoliberal prianista en los menesteres de la legitimación cultural del régimen, se ocupe de machacar a un marginal? (Un marginal para colmo ya fiambre, porque en vida ya parece que El Pedante se iba a atrever a confrontarlo. A ni uno de los pacianos puedo yo imaginar discutiendo en seco de poesía en una mesa redonda con “un poeta apenas llamativo como Mario Santiago”. Digo en seco porque en un tris se habrían orinado en los pantalones ante la elocuencia metafórica de su agonista). Las dos ‘maravillosas’ revistas, ocupadísimas en temas nacionales e internacionales relevantes, ¿por qué se obsesionan con las anécdotas de un ‘mediocre’? La bravuconería de un mensuario hace esquina con la charlatanería del otro. Urdieron una patraña. Pendencieros, peritos en mentir, han arremetido contra mps con algo más que saña y desdén: con odio. Lo escrito, escrito está. Pero hace falta algo más que un mendiolazo para tumbar Jeta de santo. La ramplonería de Mendiola, su andar a tientas por el galimatías, su desfachatez cantinflaria y su perorata de «teórico» de las mutaciones culturales

del capitalismo, son de risa loca. (¡Que Luc Boltanski y Eve Chiapello tomen un diplomado on line con este geniecito!). En su mazacote sintáctico (Nexos, septiembre de 2008) da un paso más allá de sus congéneres de Letras Libres; y prorrumpo en carcajadas al verlo precipitarse en la calumnia: la antología Jeta de santo se debe a “razones más de orden comercial”, de modo que “La recuperación de Mario Santiago tiene mucho de oportunismo editorial”. Una especie de secuela de esta truculencia es la que firma un pedestre Juan Cepeda (Nexos, enero de 2018). ¿Gente que a duras penas redacta es puesta a juzgar en periódicos y revistas de circulación nacional la ortografía y la sintaxis de un poeta? ¿Tipos que necesitan corrector de estilo mientras pontifican con las patas sobre el «defectuoso poeta no convencional»? ¿Críticos ‘consagrados’ que se muestran remisos o incompetentes para examinar un puñado de versos, borronean en cambio cuartillas sobre los excesos de un personaje y su fama inmerecida? Yo, igual que Bugs Bunny en La caza de la zorra: “He visto mejores cerebros en ciertos burros”.

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Zaid ahora y en la hora de El Salvador Nota de presentación

Mario Raúl Guzmán

Miles de salvadoreños huyen de la violencia en su país. Llevan años huyendo. De la dictadura militar y los matones de la oligarquía agroexportadora; del fuego cruzado entre el ejército y los guerrilleros del fmln; de los gobernantes civiles; de los grupos delincuenciales y las bandas del narcotráfico. De la descomposición social y la putrefacción política. De la violencia económica propia de la vida en democracia «a la centroamericana», con su cauda de desempleo, carestía, precariedad y pobreza. Violencia descarnada, brutal. Violencia inmisericorde, de crueldad inaudita. Violencia endémica, sistemática. Los salvadoreños huyen hacia el norte. En Estados Unidos son víctimas de tratos vejatorios, discriminación y violación de sus derechos elementales, esos que llaman ‘humanos’. En centros de detención de inmigrantes (cada vez más en acopio de contratistas ‘privados’) sufren segregación: desde “aislamiento administrativo” hasta encierro en celdas de castigo, entre otras formas de degradación; si reclaman o denuncian las pésimas condiciones de alimentación, higiene y atención médica, se exponen a severas represalias. La aplicación de esta política que criminaliza a los inmigrantes está plagada de irregularidades y opacidad. Así fue con Clinton, Bush y Obama. Así es hoy, en sucia lineal continuidad que une a Trump con sus antecesores. Con un añadido ominoso: el virtual decreto de expatriación masiva de salvadoreños anunciado en enero de 2018 por el ‘magnate’ inmobiliario convertido a dólar presidente de Estados Unidos. Así, cerca de 200 000 salvadoreños están en riesgo de perder la visa (Temporary Protected Status) que obtuvieron en 2001 para laborar en ese país. De concretarse esta deportación no es difícil imaginar los problemas de reinserción social a un país de gobiernos fallidos, subempleo generalizado y hampa desatada. Eso sin contar a los que decidan transitar por territorio mexicano. Transitar o pernoctar o deambular o picar piedra en pos de una vida de trabajo digna. ¿Cuántos salvadoreños, centroamericanos en general, han sufrido deportación en lo que va del actual sexenio? En condiciones carcelarias parecidas o peores si

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las hay a las estadounidenses funcionan en México más de 50 estaciones migratorias; aquí como allá puede verse la misma línea de continuidad política, que une a Peña Nieto con sus antecesores Calderón y Fox. Un capítulo ignominioso en la historia de injusticias, desdicha y sangre derramada; una historia que en El Salvador viene aún de más lejos. Gabriel Zaid escribió al comienzo de la década de los ochenta sobre la terrible situación en el país «Pulgarcito de América». Son dos largos textos: “Colegas enemigos” y “Los hechos incómodos”, publicados en 1981 en la revista Vuelta. Hubo polémica y en ella intervinieron Carlos Pereyra, Héctor Aguilar Camín, Adolfo Gilly, Héctor Manjarrez y Octavio Paz. Enrique Krauze haría tiempo después una recapitulación en su estilo propio: parcial y tramposa. Algún investigador haría bien en recopilar todos los textos de esta polémica, entrevistar a los polemistas y bosquejar un cuadro de época para la mejor comprensión de los motivos del debate. Se verá que había mucho en juego: la ética política, la moral pública, los métodos de análisis y estudio de la realidad social, los recursos polémicos, los imperativos de conciencia, la crítica del discurso de una derecha que no se ruborizó al coincidir con la postura del gobierno estadounidense, etcétera. Mientras tanto, doy a los lectores jóvenes un resumen de las respuestas en las que Zaid fue ampliamente refutado. Lo cierto es que del laborioso interés de este escritor por la suerte del pueblo salvadoreño no queda nada. Nunca más, ni él ni los demás colaboradores de Letras Libres han vuelto a preocuparse por la suerte del pueblo salvadoreño. Ahora es Venezuela el tema que despierta su hambre justiciera. ¿O alguien ha leído algún artículo de uno de estos preocupados maravillosos intelectuales pacianos sobre la actualidad salvadoreña, en especial el conflicto social y político en esa nación centroamericana? ¿Uno de ellos ha intentado una aproximación a la narrativa salvadoreña, o es que se trata de un país sin narradores? ¿Cuándo se podrá leer en las páginas de Letras Libres un ensayo sobre Francisco Gavidia, Alberto Guerra Trigueros, Claudia Lars o Pedro


Geoffroy Rivas, por mencionar sólo a los fundadores de la poesía salvadoreña? Quien sí escribió sobre ellos es el poeta Orlando Guillén; lo hizo en un libro suyo publicado en 1985 en Barcelona por la editorial Anthropos; la segunda edición salió en México en 1989 con el sello de la Universidad Autónoma Metropolitana. Allí se contiene entre otras iluminaciones poéticas el mejor ensayo que yo conozca sobre la obra de Roque Dalton. El libro se llama Hombres como madrugadas: la poesía de El Salvador. No recuerdo haber visto una reseña en la prensa cultural. ¿Alguien como José María Espinasa señaló en aquel entonces “el extraño vacío que se le hizo al libro”? Digo Espinasa porque él, como jefe del Departamento Editorial de la Dirección de Difusión Cultural de la uam se encargó a regañadientes (se lo mandó el director su jefe, y tuvo que acatar) de la edición del libro. La pintura de portada de esta edición mexicana es por cierto de mi maestro Rodolfo Zanabria. Por último: este anexo incluye un resumen de la crítica de José Joaquín Blanco a El progreso improductivo, un libro en el que Zaid exhibe su “desagradable y creciente efusividad” por “las posiciones del capital y los empresarios privados”. La crítica comenzó por un comentario, y la reacción de gz dio pie a una polémica en las páginas de la revista Siempre! (núms., 1357-1364, julio-agosto, 1979). El Zaid de Carlos Pereyra En julio de 1981, gz publica (Vuelta, núm. 56) una “escuálida interpretación” de la situación política en El Salvador. Una realidad social convulsa, una guerra civil, una crisis gravísima del orden oligárquico-militar es abordada por él con “notoria pobreza analítica”. Tras una “farragosa recopilación de datos”, convierte en conclusión una hipótesis “endeble” y “pueril”: “los de arriba (junta militar y dirigentes de oposición) no se ponen de acuerdo en cómo tratar a los de abajo: éste es el conflicto que hace correr la sangre salvadoreña”. No se trata, así, de una insurrección popular en contra de una dictadura militar apoyada por el gobierno de Estados Unidos –una y otro defensores a muerte de la concentración oligárquica de la propiedad y la riqueza en aquel país–; nada de eso: “una lectura detenida sugiere otra cosa: el verdadero conflicto es ante todo interno y ante todo arriba, los de arriba no se ponen de acuerdo en cómo tratar a los de abajo: éste es el conflicto, del cual los de abajo son el tema y las víctimas”. Una hipótesis, además, “chata y forzada”. ¿Los datos hablan por sí mismos? Quien los recopila y acomoda supone que bastan para corroborar la hipótesis. ¿Pero cómo procede con los datos que no la

corroboran? Pues… ¡no existen! gz “hace un uso abusivo de ese procedimiento característico de la deshonestidad intelectual”: los datos que elige “los abstrae de la totalidad social en la que adquieren sentido”, al tiempo que omite la inveterada injerencia estadounidense, la estructura económica opresiva, las rebeliones campesinas, la base social de la oposición política y sus esfuerzos por encauzar el conflicto social por la vía institucional, las atrocidades de los militares y los agravios de los gobernantes perpetrados desde la década de los treinta. ¡Ay! Su ignorancia del desenvolvimiento histórico de la sociedad salvadoreña, es ostentosa. A su falta de sentido histórico añade abundantes inferencias hechas de mala fe, la misma mala fe con la que cree demostrar que los revolucionarios actúan sin apoyo popular. No falta la cereza en el pastel: sus ideas simplistas, sus vulgaridades de psicología barata. (Véase de Carlos Pereyra “La tragedia como silenciamiento”, en Nexos, septiembre de 1981).

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El de Aguilar Camín gz acumula con “ingenuidad y denuedo” fichas periodísticas y académicas sobre el conflicto en El Salvador, pero termina coincidiendo con el Departamento de Estado norteamericano. Su versión de los hechos “sería trivial si no fuera porque abre en la vida intelectual de México un frente de apoyo analítico a las certidumbres de la Casa Blanca sobre la ‘tragedia salvadoreña’. Nadie entre los intelectuales mexicanos se había jugado ese boleto. Zaid sí, y como se le quiera ver es el inicio de una corriente: no el fruto de una identidad ideológica elegida cínicamente por razones pragmáticas sino la convergencia de un método de lectura intelectual: fe en el empirismo que agrega datos sueltos hasta formar irrefutables verdades fuera de contexto, desconfianza en las generalizaciones que puedan incluir una visión teórica del conjunto de la sociedad, así como una militante e hipersensible aversión a todo lo que suene a izquierdismo, marxismo, etc.”. gz señala a los ‘responsables de la tragedia’: los que creen en la violencia, tanto en el poder como en la oposición. El subsecretario de Estado Adjunto gringo, un nixoniano con antecedentes en Camboya, señala igualmente a la extrema izquierda y a la extrema derecha y se pronuncia a favor del “control y la eliminación de la violencia de todos los orígenes” […excepto la suya, la del imperio que él representa, of course]. Las posiciones de fondo de gz y del funcionario estadounidense son “esencialmente idénticas”, aunque éste al menos hace “una alusión al trasfondo social de la guerra”, que aquél “simplemente pasa de noche”. No obstante algunas diferencias entre ambos, “la coincidencia básica subsiste”. gz “abrió entre los intelectuales mexicanos un filón de apoyo a la visión norteamericana del conflicto, ese que quiso pretenciosamente iluminar con su independencia de criterio. Pero independencia es eso que queda después de que las definiciones políticas precisaron la propia militancia. Lo demás sigue siendo literatura”. (Véase de Héctor Aguilar Camín “Lecturas de Zaid y la Casa Blanca”, en Nexos, septiembre de 1981). El de Adolfo Gilly El método utilizado de forma elemental por gz en “Colegas enemigos” y “Los hechos incómodos” es el de la escuela de los despolitizadores de la historia, un método de interpretación que consiste en creer que se niega a interpretar y que sus datos hablan por sí solos, por simple acumulación cuantitativa; se trata de una escuela de pensamiento que excluye a la lucha de clases de la historia, a las masas de la política y a la nación real

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con su perfil histórico del estudio de los conflictos sociales. Esta es la filiación intelectual y el recorrido del discurso de gz: 1) niega “la noción misma de totalidad” y presenta “datos en multitud sin otro nexo lógico entre sí que las tesis que a priori se quieren demostrar. Este objetivismo es propio de la escuela de pensamiento que identifica la tarea de historiador con la de inventariador de hechos y de dichos, midiendo la calidad del conocimiento por la cantidad de referencias al pie de página y confundiendo la enumeración con la objetividad. Aplicado a la guerra y a la política en El Salvador, ese método no da mejores resultados que cuando se lo aplica a la historia: despolitiza completamente la vida social, la vacía de lógica y de contenido propios y entonces politiza, en el más inmediato y deletéreo sentido de la palabra, la selección y el uso de los datos y la orientación de las conclusiones”; 2) incurre en “el lugar común de quienes confunden el moralismo (o el amoralismo, que es lo mismo pero al revés volteado) con la historia”; las normas de conducta las abstrae de su contexto, las vacía de contenido y las convierte en generalidades; en su caso, “juzgar los procesos sociales según las normas abstractas de una moral eterna, es una operación inepta”; 3) recurre a la calumnia para defender sus tesis; 4) ignora, pasa por alto, cancela de sus fichas muchas pruebas objetivas que desmienten sus tesis; 5) infesta sus dos artículos de “citas erróneas, improbables, inconexas o incomprobables”, lo que no habla muy bien que digamos de su afinidad metodológica con el objetivismo empírico; y se atreve a falsificar algunas citas y a tergiversar argumentos que le son adversos, lo que no habla nada bien de su amor por la verdad; 6) acumula citas contradictorias de cables y periódicos, documentos y declaraciones políticas de dirigentes, pero “ignora, pasa por alto y cancela cuanto ocurre en la conciencia del pueblo”; 7) es incapaz de percibir los momentos de transformación de la conciencia del pueblo oprimido y, correlativamente, de advertir los momentos en que los represores cobran conciencia “de que les es preciso ir hasta el fin en la lógica de sus métodos represivos”; 8) sobrevalora “el papel de los provocadores como motor de los acontecimientos históricos” y comete gruesos desatinos sociológicos; 9) se atreve a opinar sobre lo que no conoce a fondo; persiste en el lugar común moralizante al abordar un asunto con superficialidad escalofriante –el asesinato del poeta Roque Dalton a manos de compañeros suyos de lucha revolucionaria– “sin conocer las reales divergencias ni las circunstancias materiales del hecho”, es decir sin una investigación exhaustiva. “Es lo que pasa cuando cerebros frívolos se ponen a tratar asuntos serios”; 10) “Como todos los pragmáticos, Zaid es incapaz de generalizar las consecuencias de su propio método de


‘lectura’ y se sorprende, ofendido por los resultados, cuando otros lo hacen. Con la disposición específica que ha dado a sus fichas, con la selección subjetiva de sus puntos de referencia, con los claros de lo que quiere mostrar y los oscuros de lo que quiere omitir, más que pintar un cuadro de la situación salvadoreña lo que ha dibujado en filigrana es el perfil de su escuela de pensamiento. Cuando otros vienen y con el trazo de la razón unen todos esos puntos dispersos y hacen aparecer así el retrato intelectual de Zaid, el autor no se reconoce en él y se enoja con los retratistas”. (Véanse de Adolfo Gilly “Los despolitizadores de la historia y el petate del muerto” y “Permiso para mentir”, en sábado, suplemento cultural de unomásuno, 10 de octubre y 21 de noviembre de 1981. Ambos artículos los incluyó en su libro La senda de la guerrilla. (Por todos los caminos/2), Nueva Imagen, México, 1986). El de Héctor Manjarrez Este escritor entró al asunto con un artículo titulado “Tercero en discordia”, o algo parecido (no puedo precisarlo ni resumirlo porque al autor no le interesa que esté al alcance de los lectores ni siquiera en internet). Recuerdo que elogiaba la argumentación de Gilly y se definía contrario a las posiciones de gz. A ver si alguien lo comparte en la red de redilas o si Manjarrez el de hoy entrevista al de aquel entonces. El de Juan Ramón de la Fuente Nadie que yo sepa ha descalificado a gz por ser egresado del Tecnológico de Monterrey; él en cambio asesta el descalificativo de “unamita” a los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México, institución contra la que ha arremetido en incontables ocasiones, y por eso más de un universitario ha llegado a decir que sólo falta que exija la privatización de la unam. Transcribo, a propósito, una declaración del ex rector Juan Ramón de la Fuente: “Gabriel Zaid tiene su propia visión de la unam, que yo no comparto. Es alguien que ha estado muy en contra de la Universidad, ignoro sus razones”. (En El intelectual mexicano. Una especie en extinción, Luciano Concheiro y Ana Sofía Rodríguez, DeBolsillo, México, 2ª ed., 2017, p. 353). El de José Joaquín Blanco “¿Dónde está la crítica concreta de Gabriel Zaid a los grandes

negocios empresariales, a las maniobras del capital, la banca y los monopolios industriales y comerciales?”. No precisamente en El progreso improductivo, un libro en el que gz exhibe su “desagradable y creciente efusividad” por “las posiciones del capital y los empresarios privados”. Un libro de derecha, rebosante de insultos y chistes contra la “izquierda” y el Estado “izquierdista” (¡!). Un libro “machaconamente maniqueo. Por un lado el bien, los ‘pequeños empresarios’, y por el otro el mal, los ‘izquierdistas progresistas’. Pero nunca define en concreto ni lo uno ni lo otro”. La corrupción y la ineficacia públicas son el blanco de su reiterado menosprecio, pero “nunca cuestiona éticamente las ganancias y los negocios privados”. Loas para la iniciativa privada, denuestos contra el Estado. “¿Dónde termina Gabriel Zaid y dónde empieza Luis Pazos?”. Demoniza al Estado pero oculta otros demonios. “Las omisiones de Zaid son sistemáticas. La izquierda, la ‘demagogia’, la universidad, el echeverrismo, todo es el mismo guiñol estúpido y fúnebre que impide su personal culto a la Santísima Virgen Iniciativa Privada, que nunca roba, trafica ni transa; que nunca se engorda de plusvalía, ni hace pingües negocios, sino puras obras pías; que no es suntuosa ni produce mal (todos sus productos, supongo, son competitivísimos en los grandes mercados internacionales, ¿no?) ni dice malos discursos. Roguemos por ella, por la Virgen Iniciativa y su Arcángel San Gabriel. Amén”. Su terminología y sus fobias provienen de la cultura de la derecha; las paradojas tecnicistas las usa para mistificar la estructura de clases, al grado de inventarse al empresariado oprimido y a los trabajadores opresores. Enarbola como un axioma la eficiencia y la productividad de lo privado frente a la ineficiencia y la improductividad de lo público. “¿Es de derecha o no ocultar premeditadamente todo nombre, todo dato, toda cifra sobre el capital privado, y hacer de la denuncia del Estado una forma profusa de distraer la responsabilidad de aquél en la miseria? ¿Es de derecha o no regocijarse en la deficiencia de los servicios sociales –nutrición, salud, comunicaciones, vivienda, universidad de masas– no para mejorarlos, sino para satanizar el gasto público que no se ejerce en el sobreprivilegio inmediato de la iniciativa privada? (…) Hace unos años dijo que había que escribir para la gente, y no para el presidente. Ahora sabemos que en su concepto de gente no entran los trabajadores ni los desempleados, sino sólo los empresarios que conforman su clientela. El señor Zaid, en consecuencia, no escribe para la gente, sino para sus clientes”. (Véase de José Joaquín Blanco “Gabriel Zaid y su clientela”, en La paja en el ojo. Ensayos de crítica, Centro de Estudios Contemporáneos, Universidad Autónoma de Puebla, 1980, pp. 191-197).

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Mario Raúl Guzmán

Lizalde ungido por Peña Nieto

Varias cosas llaman la atención en el caso del “Premio Carlos Fuentes” entregado por el presidente Enrique Peña Nieto al director de la Biblioteca de México, Medalla de Oro de Bellas Artes, Premio Nacional de Literatura y becario a perpetuidad del snca Eduardo Lizalde. El uso de recursos públicos cuantiosos en beneficio de los Amigos del Ilustre Finado, en un contexto de recorte drástico del gasto público en los ya de por sí castigados rubros de cultura, educación e investigación científica y tecnológica. Ese es el meollo de este que debe ser abordado como un asunto de transparencia y rendición de cuentas en el ejercicio de los recursos de la nación. El ungimiento de Lizalde acaeció en una ceremonia de la que emana un tufillo moralmente insoportable. Tres miembros de la Academia Mexicana de la Lengua (Vicente Quirarte, Roger Bartra y Jaime Labastida) tuvieron a bien otorgar –con la anuencia del Poder Ejecutivo– 250 mil dólares del erario a un miembro de la Academia Mexicana de la Lengua (Lizalde). Visto de manera arqueológica, así premiaron al contlapache, en asamblea de pesadas estatuas de yeso y cemento: dos ex miembros del Partido Comunista Mexicano (Labastida y Bartra) decidieron que una abultada suma de dinero público (250 mil dólares ¿de la sep? ¿de la Secretaría de Cultura?) tenía que ir a dar a la cuenta bancaria de otro ex miembro del Partido Comunista Mexicano (Lizalde). Estos adalides de la capitulación quizá tendrían que aclarar si no incurrieron en una anomalía o una irregularidad al incluir a un extranjero (el nicaragüense Sergio Ramírez) en un jurado cuya deliberación conllevó una responsabilidad presupuestaria que compete a servidores públicos nacionales. Que dos miembros del jurado sean tan ex comunistas o anticomunistas como el amigo al que premian es un dato que sólo incumbe a la dilatada involución de estos tres vivales; ellos sabrán lidiar con esa añeja mancha curricular, y nadie vendrá a reclamarles, porque ya a nadie importa eso ahora, las razones por las que se convirtieron en campeones de la abjuración; políticamente todo mundo sabe, al mirar lo que Lizalde y Bartra han dicho y escrito en los últimos tiempos, que el régimen cuenta, al contarlos en sus filas, con un burócrata multipremiado y un ideólogo retrógrado, cínico uno y deletéreo el otro. Lo que ambos y Labastida han callado, lo que se han callado frente a la rapacidad de la minoría que nos sojuzga, eso pertenece al dominio estruendoso del silencio cómplice.

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Quedan para la posteridad las lúcidas palabras del crítico literario Enrique Peña Nieto: “Lizalde es el poeta vivo más importante de México”. Éste y Fuentes, de acuerdo con el sesudo Peña Nieto, “representan lo mejor de la conciencia crítica y de la literatura mexicana”. Si están tan seguros de la grandeza de Fuentes ¿por qué sacuden y barren el polvo, por qué no dejan que su obra se defienda solita del polvo, por qué no se ocupan nada más de que sus libros estén al alcance de los lectores? No han dejado de inyectar dinero público para mantener en pie esa Gloria del Poderío Verbal y la Belleza Sin Precedente en Nuestra Literatura. Aun vivo el autor del inmortal dilema “Echeverría o el fascismo”, el dinero ya fluía a raudales en su honor. Así lo denunció puntualmente Raquel Tibol: “En un país donde muchas escuelas carecen de bancas, sanitarios y hasta de maestros, ¿cuánto costó el elefantiásico y por momentos forzado ‘homenaje’ a Carlos Fuentes, considerando viajes y hoteles para tantos invitados extranjeros, banquetes selectos y locales diversos cuyo personal no trabaja gratis? ¿Quién diseñó este tsunami cultural que a muy pocos beneficia? El dinero público y privado gastado en este evento pudo aplicarse a muchas necesidades inaplazables en el terreno educativo” (“Acerca del gasto en el homenaje a Carlos Fuentes por sus 80 años”, en El Correo Ilustrado de La Jornada, 25-11-2008). En el acto de la recientísima tercera entrega del “Premio Carlos Fuentes” (la primera fue para Vargas Llosa, la segunda para Ramírez, por amigos no paramos), asistieron los presidentes de las comisiones de cultura del Senado y de la Cámara de Diputados, ilustres señores cuyos nombres permanecerán en nuestra memoria acaso un poquito menos tiempo que los versos de Lizaldos. Ciudad de México, martes 30 de mayo de 2017 * Este escrito de protesta lo subí a la red el día en que lo escribí, o al día siguiente. Lo reproduzco aquí porque alude al tema de fondo

en mi larga respuesta a Gabriel Versitos Zaid: los elementos constitutivos del poder cultural y su nexo de complicidad con el bloque domi-

nante. Un dardo de Jean Cocteau da en el blanco, y es más veloz: “No hay que rechazar las recompensas oficiales, lo que se debe hacer es no merecerlas”.


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