Liahona Noviembre 2011

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bien que han hecho y por las vidas que han impactado. ¡Benditos sean! También reconocemos que hay algunos que han tenido la esperanza de servir en misiones, pero que por motivos de salud o impedimentos fuera de su control, no pueden hacerlo. Públicamente y con orgullo rendimos homenaje a ese grupo. Conocemos sus deseos y encomiamos su devoción. Los amamos y los admiramos. Ustedes son “parte del equipo” y siempre lo serán, aunque estén honorablemente eximidos de servir por tiempo completo. ¡Pero necesitamos a todos los demás! Ahora ustedes, hermanos del Sacerdocio de Melquisedec, no sonrían y se sienten cómodamente en sus asientos. No he terminado. Necesitamos miles de matrimonios más en las misiones de la Iglesia. Todo presidente de misión los pide. Dondequiera que prestan servicio, los matrimonios aportan a la obra una madurez que no pueden brindar los jóvenes de 19 años, por más excelentes que sean. Para instar a más matrimonios a servir, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce ha tomado el paso más audaz y generoso que se haya visto en la obra misional en los últimos 50 años. En mayo de este año, se notificó a los líderes del sacerdocio en el campo misional que los fondos misionales de la Iglesia suplementarán el costo de la vivienda para los matrimonios (y hablamos solamente de los costos de la vivienda) si éste excede una cantidad mensual predeterminada. ¡Qué bendición! Ésta es una ayuda de los cielos para el gasto más grande que enfrentan los matrimonios en la misión. Las Autoridades también han determinado que los matrimonios pueden servir por 6 o 12 meses, además de los 18 o 23 meses tradicionales. Otro detalle maravilloso 46

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es que se permite que los matrimonios, haciéndose ellos mismos cargo del costo, regresen brevemente a casa para acontecimientos familiares críticos. ¡Y dejen de preocuparse por tener que tocar puertas o cumplir con el mismo horario que los jóvenes de 19 años! No les pedimos que lo hagan, pero tenemos un sinfín de otras cosas que pueden hacer, con gran flexibilidad en la forma de hacerlas. Hermanos, comprendemos que, por razones de salud, familiares o económicas, algunos de ustedes tal vez no puedan ir ahora o quizás nunca. Pero con un poco de planificación, muchos sí pueden ir. Obispos y presidentes de estaca, hablen de esta necesidad en sus consejos y conferencias. En sus reuniones, al sentarse en el estrado, miren a la congregación en oración y procuren sentir las impresiones de los que deban recibir un llamamiento. Luego hablen con ellos y ayúdenles a poner una fecha para servir. Hermanos, cuando eso suceda, digan a su esposa que si ustedes pueden dejar el sillón y el control remoto por unos meses, ellas pueden dejar a los nietos. Esos pequeños estarán bien, y les prometo que ustedes harán cosas por ellos al servicio del Señor que, por los siglos de los siglos, nunca podrán hacer si se quedan en casa mimándolos. ¡Qué

mejor regalo pueden dar los abuelos a su posteridad que decir con hechos y con palabras: “En esta familia servimos en misiones”! La obra misional no es lo único que tenemos que hacer en esta grande, amplia y maravillosa Iglesia. Pero casi todo lo demás que hay que hacer depende de que las personas primero escuchen el evangelio de Jesucristo y se unan a nuestra fe. Seguramente por eso el mandato final de Jesús a los Doce fue así de básico: Montreal, Quebec, Canadá


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