Liahona Noviembre 2011

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Por Barbara Thompson

Segunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

La revelación personal y el testimonio Si guardamos diligentemente los mandamientos y pedimos con fe, las respuestas vendrán a la manera del Señor y a Su tiempo.

H

ace muchos años, cuando era estudiante de la universidad, estaba escuchando la conferencia general en la radio, ya que no teníamos un televisor en nuestro pequeño apartamento. Los oradores de la conferencia eran maravillosos y disfrutaba del Espíritu Santo en abundancia. Recuerdo muy bien que cuando una de las Autoridades Generales habló acerca del Salvador y de Su ministerio, y después expresó un ferviente testimonio, el Espíritu Santo le confirmó a mi alma que lo que él había dicho era verdad. En ese momento no tuve ninguna duda de que el Salvador vive; tampoco dudé de que estaba recibiendo revelación personal que me confirmaba “que Jesucristo es el Hijo de Dios” 1. A los ocho años de edad fui bautizada y confirmada, y recibí el don del Espíritu Santo. Fue una maravillosa bendición en aquella época, pero, desde entonces, ha cobrado cada vez mayor importancia a medida que he crecido y sentido el don del Espíritu Santo de muchas maneras. A menudo, al pasar de la niñez a la adolescencia, y luego a la edad adulta,

tenemos desafíos y experiencias a lo largo del camino que nos hacen darnos cuenta de que necesitamos la ayuda divina que viene mediante el Santo Espíritu. Al sobrevenir las dificultades, tal vez nos preguntemos: “¿Cuál es la respuesta a mi problema?” y “¿cómo puedo saber lo que tengo que hacer?”. Con frecuencia recuerdo el relato del Libro de Mormón cuando Lehi le enseña el Evangelio a su familia. Él compartió con ellos muchas revelaciones y enseñanzas sobre cosas que ocurrirían en los últimos días. Nefi había buscado la guía del Señor para entender mejor las enseñanzas de su padre. Fue edificado, bendecido e inspirado para saber que las enseñanzas de su padre eran verdaderas. Eso le permitió a Nefi seguir con esmero los mandamientos del Señor y vivir rectamente; él recibió revelación personal para guiarlo. Por otra parte, sus hermanos discutían unos con otros porque no entendían las enseñanzas de su padre. Entonces Nefi hizo una importante pregunta: “¿Habéis preguntado al Señor?” 2.

Su débil respuesta fue: “No, porque el Señor no nos da a conocer tales cosas a nosotros” 3. Nefi aprovechó esa oportunidad para enseñar a sus hermanos la forma de recibir revelación personal. Él dijo: “¿No recordáis las cosas que el Señor ha dicho: Si no endurecéis vuestros corazones, y me pedís con fe, creyendo que recibiréis, guardando diligentemente mis mandamientos, de seguro os serán manifestadas estas cosas?” 4. El modo de recibir revelación personal es en realidad muy claro. Tenemos que tener el deseo de recibir revelación, no debemos endurecer nuestro corazón; luego, tenemos que pedir con fe, creyendo verdaderamente que recibiremos una respuesta; y después guardar diligentemente los mandamientos de Dios. El seguir ese modelo no significa que cada vez que le hagamos una pregunta a Dios la respuesta vendrá inmediatamente con todos los detalles de lo que debamos hacer. Sin embargo, significa que si guardamos diligentemente los mandamientos y pedimos con fe, las respuestas vendrán a la manera del Señor y a Su tiempo. Cuando era niña, pensaba que la revelación personal o las respuestas a las oraciones vendrían con una voz audible. De hecho, cierta revelación sí se recibe por medio de una voz real. Sin embargo, he aprendido que el Espíritu se comunica de muchas maneras. En la sección 6 de Doctrina y Convenios se explican varias maneras por las cuales podemos recibir revelación: “…me has consultado, y he aquí, cuantas veces lo has hecho, has recibido instrucción de mi Espíritu” 5. “…te iluminé la mente” 6. “¿No hablé paz a tu mente en cuanto al asunto?” 7. Noviembre de 2011

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