Predicad Mi Evangelio

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9 Cómo encontrar personas para enseñar

conducir bajo la lluvia durante horas, me encontraba en un pueblo pequeño a unos ocho kilómetros de Monterrey. [Era]... casi la hora de irme a casa, cuando de repente vi a dos jóvenes caminando. Llevaban pantalones oscuros y camisa blanca y estaban empapados de pies a cabeza. Abrí la puerta del taxi y les grité: “¡Suban! Voy a Monterrey”. El más alto, que tenía la tez muy clara, respondió: “No tenemos dinero”. “No les cobraré”, repliqué. [Se subieron rápidamente al taxi.] Al conducir, conversamos. Me preguntaron si podían compartir conmigo un mensaje acerca de Jesucristo. Acepté y les di mi dirección. Cuando llegué a casa, desperté a mi esposa y le dije acerca de los dos jóvenes. “Qué coincidencia”, le dije. “Uno es mexicano y el otro norteamericano, y los dos se llaman Élder”. “Élder quiere decir misionero”, me contestó mi esposa, que sabía un poco acerca de la Iglesia. Sentí que algo pasaba dentro de mí. Esos jóvenes habían dejado un sentimiento de exquisita maravilla en mi corazón. Sentí que estaba a punto de encontrar el agua que calmaría mi sed. Los misioneros fueron a nuestra casa [el 5 de junio] y me sentí feliz al escucharlos. Dos semanas después [el 19 de junio], me bauticé. Mi esposa se bautizó cuatro meses más tarde [en octubre]. Mi hija mayor había estado recibiendo instrucción religiosa en la escuela y cuando fue a [la Iglesia]... por primera vez, me dijo: “Papá, ¡esto es mucho mejor que lo que estoy aprendiendo en la escuela!”, y ella también se bautizó [en octubre]. En diciembre de 1995 nos sellamos como familia en el Templo de la Ciudad de México, D. F., México, por esta vida y por la eternidad. Ahora mi familia disfruta de armonía, paz y felicidad. Sabemos a quién adoramos, de dónde vinimos y a dónde vamos. Amamos la palabra sagrada de Dios, particularmente el Libro de Mormón, y amamos Su Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. A través de estos dones, hemos encontrado la fuente de agua viva de la que habló el Salvador a la mujer samaritana: “...el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14). [Víctor Manuel Cabrera, “Sediento del agua viva”, Liahona, agosto de 2001, págs. 43–44.]

Actividad: Estudio personal o con el compañero • ¿Cómo había sido preparado ese hombre para recibir el Evangelio restaurado? • ¿Qué habría sucedido si los élderes nunca hubieran abierto la boca para compartir el mensaje del Evangelio? • Repase lo que hizo ayer. ¿Habló con todas las personas con las que pudo haber hablado? Si no fue así, haga planes y fije metas para hacerlo hoy. Estudio de las Escrituras ¿Qué dice el Señor acerca de abrir la boca? ¿Qué debe enseñar? ¿Qué se le ha prometido? D. y C. 24:12 D. y C. 28:16

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D. y C. 33:7–15

D. y C. 60:2–3, 7–8

© 2001 Simon Dewey. Prohibida la reproducción.

Apuntes


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