Liahona Abril 2011

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Navegar seguro EN LAS ISLAS MARSHALL Por Joshua J. Perkey

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os navegantes de la antigüedad viajaban por el mar guiados por las posiciones del sol, de la luna y de las estrellas. Por la noche, fijaban la vista en la Estrella Polar; la posición fija de la misma proporcionaba a los navegantes un ancla celeste y los ayudaba a navegar un curso seguro hacia su destino. En las Islas Marshall del océano Pacífico, los navegantes descubrieron otra técnica. Allí, el movimiento regular de las olas, o el aumento y descenso del agua, fluye constan­ temente entre los atolones y las islas. Un navegante ex­ perto puede recorrer cientos de kilómetros siguiendo una intrincada red de marejadas —cada una de ellas semejante a una calle de una sola mano— de una isla o atolón al si­ guiente. Los que saben dónde se encuentran las marejadas y por dónde fluyen pueden guiar a otros viajeros, ayudán­ dolos a llegar a salvo a su destino.

Para los miembros de la Iglesia, Jesucristo es nuestro ejemplo perfecto, y es Su luz verdadera la que nos guía. Sus leyes y ordenanzas, como las marejadas del océano, pueden conducirnos a salvo a nuestro hogar celestial. Aun así, para todos nosotros, hay otras personas cuyo servicio y ayuda obran de común acuerdo con la función del Capi­ tán. En las siguientes historias, tres miembros marshaleses cuentan cómo otras personas los han ayudado a navegar por los escollos y las tormentas de la vida a fin de condu­ cirlos a Cristo. La influencia de una mujer justa

Hirobo Obeketang se recuesta en su sillón y sonríe. Él y su esposa, Linda, acaban de terminar la noche de hogar con cuatro de sus hijos y con las misioneras. También con­ vidaron a las misioneras a una cena de pescado, completo

FOTOGRAFÍAS POR JOSHUA J. PERKEY, EXCEPTO DONDE SE INDICA LO CONTRARIO; FOTOGRAFÍA DE VELERO © GETTY IMAGES

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