Liahona Septiembre 2001

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empezar con 1 Nefi al menos en diez ocasiones y no ser capaz de recordar nada de lo que había leído, supe que debía intentarlo de otro modo. Oré para encontrar una solución y de pronto vino a mi mente un método: Escribiría un resumen de cada capítulo a medida que lo leía. Compré un cuaderno y leí el primer capítulo de 1 Nefi. Como sólo tenía una ligera idea de lo que había leído, volví a leer el capítulo. Sólo entonces pude resumir en el cuaderno las ideas principales del mismo. Me apoyé en la oración para avanzar y, después de terminar 1 Nefi, descubrí que ya no tenía que leer dos veces cada capítulo; una vez era suficiente para escribir un buen resumen. De ese modo leí el Libro de Mormón por completo. Cuando terminé, quedé con un fuerte testimonio espiritual de que el libro es verdadero, y también podía testificar de que el Señor nos fortalece si acudimos a Él. La próxima cosa que hice fue llenar el Registro médico—dental del misionero y respondí a cada pregunta con sinceridad, aunque las respuestas podrían frustrar mi deseo de ser misionera. ¡Qué gozo tan grande cuando recibí el llamamiento a servir en la Misión Colombia Cali! Allí descubrí la verdad de otra de las promesas del Señor, que se encuentra en 1 Nefi 3:7: “…el Señor… nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin

prepararles la vía para que cumplan lo que les ha mandado”. Después de volver de la misión, me fui a vivir con mis padres en una granja, donde siembran productos para su venta. También he desarrollado un talento para tejer, lo cual me permite ganar algún dinero y me deja un tiempo para mi desarrollo espiritual. Vivo una vida feliz y productiva. Por supuesto que preferiría no haber tenido el accidente, pero reconozco el tremendo progreso que he experimentado gracias a ello. He aprendido que podemos perder nuestros sueños y esperanzas, e incluso nuestros seres queridos, y que nuestros talentos, nuestras riquezas y nuestra fortaleza podrían desaparecer, pero el Señor siempre estará ahí para apoyarnos. Él nos da nuevos sueños que reemplazan los que hemos perdido y a pesar de las dificultades que enfrentemos, el Señor puede ayudarnos a seguir adelante. Él nos recompensa y siempre guarda Sus promesas. María Patricia Rojas V. es miembro de la Rama Barbosa, Distrito Duitama, Colombia.

Un vaquero duro por Allan L. Noble

T

odos sabían que Dallas Stock, un vaquero de rodeo, era duro. Lo que ellos no sabían era que esa dureza iba a ser probada. Por años, Dallas Stock no había estado activo en la Iglesia, pero L I A H O N A

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mediante la amorosa influencia de su esposa, Ginny, y sus cinco hijos, junto con el inspirado esfuerzo de los líderes y amigos del barrio, finalmente Dallas tuvo un cambio de corazón. Como obispo suyo, me regocijé al ver su progreso, al punto de querer llevar a su familia al templo. Él se preparó y la familia fijó una fecha para ir a la casa del Señor. Una semana antes de la fecha, Dallas estaba trabajando en el rancho de bienestar de la estaca, metiendo unos toros en unos camiones. Un toro algo temperamental no estaba colaborando y, para protegerse, Dallas saltó tras la verja. Pero el toro la golpeó, ésta se abrió y el toro aplastó a Dallas entre la verja y la valla. Se rompió un brazo y varias costillas y tenía unos hematomas bastante serios. Esa misma noche lo visité. Sentía mucho dolor, con el brazo enyesado y las costillas vendadas. Sugerí que quizás se debiera posponer el viaje al templo, pero él respondió: “Obispo, voy a ir al templo el miércoles de la semana que viene”. Nadie lo esperaba el domingo en las reuniones, pero allí estaba, cumpliendo con su llamamiento de dirigir la Escuela Dominical. Fue una experiencia dolorosa para él, pero su devoción era inspiradora para los miembros del barrio. El miércoles, Dallas, Ginny, sus hijos y muchos familiares y miembros del barrio asistieron al templo tal como habían planeado. Con un hijo


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