Liahona Noviembre 2005

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costumbres y de la moda. La Iglesia nunca les negará su albedrío moral en lo relacionado con lo que deban vestir y el aspecto que deban tener. Pero la Iglesia siempre anunciará normas y siempre enseñará principios. Como la hermana Susan Tanner enseñó esta mañana, uno de esos principios es la modestia. En el Evangelio de Jesucristo, la modestia en la apariencia siempre está de moda. La sociedad no puede cambiar nuestras normas. El folleto Para la fortaleza de la juventud es bastante claro en el consejo que dirige a las jovencitas de evitar ropa demasiado apretada, demasiado corta o atrevida de cualquier manera, incluso las prendas que no cubren el estómago6. Padres, por favor repasen ese folleto con sus hijos. La segunda cosa que ellos necesitan, después del amor que ustedes les den, son los límites que les impongan. Jovencitas, elijan su ropa de la misma forma en que elegirían a sus amistades; en ambos casos, elijan aquello que las haga mejorar y les dé confianza al estar en la presencia de Dios7. Las buenas amigas nunca las harían pasar vergüenzas, nunca las degradarían ni las explotarían. Su ropa tampoco debería hacerlo. Hago una súplica especial en cuanto a la forma en que las jovencitas podrían vestirse para los servicios de la Iglesia y las reuniones dominicales. Solíamos decir “bien vestidos” o “ropa de domingo”, y tal vez debiéramos hacerlo otra vez. De todas formas, desde los tiempos antiguos hasta los modernos siempre se nos ha invitado a presentar lo mejor de nosotros mismos, por dentro y por fuera, al entrar en la casa del Señor, y una capilla dedicada de los Santos de los Últimos Días es una “casa del Señor”. No es necesario que nuestra ropa y nuestro calzado sean caros, de hecho, no deben ser caros, pero tampoco deben dar la apariencia de que estamos en camino a la playa. Cuando vamos a adorar al Dios y Padre de todos nosotros y a participar de la Santa Cena que simboliza la expiación de Jesucristo, debemos tener una apariencia tan atractiva y respetuosa, y ser tan circunspectos y

correctos como sea posible. Se nos debe reconocer tanto en apariencia como en comportamiento que en verdad somos discípulos de Cristo, que en espíritu de adoración somos mansos y humildes de corazón, que en verdad siempre deseamos tener con nosotros el Espíritu del Salvador. Por el mismo estilo, quisiera tratar un asunto aún más delicado. Les suplico, jovencitas, que por favor se acepten más a ustedes mismas, incluso la forma y la contextura de su cuerpo, con menos deseos de parecerse a alguna otra persona. Todos somos diferentes; algunos son altos y otros bajos; algunos son gruesos y otros delgados, y casi todos, en algún momento, quieren ser lo que no son. Pero como dijo un asesor de jovencitas: “No pueden vivir preocupándose de que otras personas se queden mirándolas. Si permiten que la opinión de otras personas las ponga incómodas, ustedes mismas estarán desechando su propio poder... La clave para sentirse seguras es escuchar siempre al fuero interno, a su [verdadero] yo”8. Y en el reino de Dios, su verdadero yo “más precio[so] es que las piedras preciosas”9. Toda jovencita es una hija de Dios con un gran potencial, y toda mujer adulta es una poderosa fuerza para el bien. Menciono a las mujeres adultas porque ustedes, hermanas, son nuestros más grandes

ejemplos y recursos para estas jovencitas. Y si están obsesionadas por vestir las tallas más pequeñas, no les deberá sorprender que su hija o la joven Abejita de su clase hagan lo mismo y que se perjudiquen la salud para tratar de lograrlo. Todos debemos estar en el mejor estado físico posible: una buena doctrina de la Palabra de Sabiduría. Eso significa comer debidamente, hacer ejercicio y ayudar a nuestro cuerpo a funcionar a su capacidad ideal. Tal vez todos podríamos mejorar en ese aspecto, pero aquí me refiero a la salud ideal y no a la talla universal ideal. Con toda franqueza, el mundo ha sido muy cruel con ustedes en cuanto a esto; constantemente se ven expuestas a los mensajes que se dan en las películas, en la televisión, en las revistas de modas y en los anuncios de que el aspecto personal es lo más importante. El argumento es éste: “Si su aspecto es lo suficientemente bueno, tendrán una vida fascinante y serán felices y famosas”. Esa clase de presión es enorme en los años de la adolescencia, y ni qué decirlo más tarde en la vida. En demasiados casos, es mucho lo que se le hace al cuerpo humano para alcanzar esa clase de norma imaginaria, y hasta podría decirse superficial. Como se dice que dijo recientemente una actriz de Hollywood: “[Nos hemos] obsesionado con la L I A H O N A NOVIEMBRE DE 2005

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