Liahona Noviembre 2004

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que ésa “es la forma más sencilla que la mente humana pueda concebir de brindar conocimiento a una persona. El hacer una cosa y hacer que forme parte de nuestro ser nos convencerá de si es buena o mala. Quizás no me convenzan de algo que ustedes sepan; pero si lo saben, es porque lo han vivido”6. ¿Cuál es la voluntad del Padre? “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días testifica al mundo que la voluntad de Dios se ha manifestado en esta dispensación, que los principios del Evangelio y los principios de la vida, los cuales están en armonía con los principios que Cristo enseñó en el meridiano de los tiempos, han sido revelados”7, y que “por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio”8. Vivimos en la época de la racionalización; las personas quieren desacreditar las experiencias espirituales y se privan a sí mismas de la revelación. ¿Qué le sucedió a la mente curiosa, esa mente abierta que hace preguntas y que quiere saber la verdad y busca el conocimiento? Tendemos a depender de nuestros propios poderes racionales. El Señor quiere que seamos sensibles al Espíritu y nos ha dado la norma: “Y además, os daré una norma en todas las cosas, para que no seáis engañados; porque Satanás anda por la tierra engañando a las naciones. “Por consiguiente, al que ora, cuyo espíritu es contrito, yo lo acepto, si es que obedece mis ordenanzas. “El que habla, cuyo espíritu es contrito, cuyo lenguaje es humilde y edifica, tal es de Dios, si obedece mis ordenanzas”9. ¿Por qué es importante que procuremos conocer la verdad? Jesús, nuestro Redentor, justo antes de cruzar el torrente de Cedrón y ser entregado por Judas, ofreció la gloriosa oración intercesora. Rogó al Padre por nosotros y dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”10.

Conocer a Dios y a Su Hijo es la vida eterna. ¿Cómo podemos aprender a conocer a Dios si no estamos dispuestos a buscarlo y a hacer Su voluntad? Deberíamos desear la vida eterna más que ninguna otra cosa en este mundo. No se puede estudiar acerca de Jesucristo y Sus enseñanzas sin que ello nos afecte y nos haga cambiar para bien. A medida que cultivamos un testimonio del Salvador, queremos ser como Él y seguirle y así entrar en las aguas del bautismo y hacer convenios sagrados con Él. Nuestro Salvador se preocupa por cada uno de nosotros: “Recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios; “porque he aquí, el Señor vuestro Redentor padeció la muerte en la

carne; por tanto, sufrió el dolor de todos los hombres, a fin de que todo hombre pudiese arrepentirse y venir a él. Y ha resucitado de entre los muertos, para traer a todos los hombres a él, mediante las condiciones del arrepentimiento. “¡Y cuán grande es su gozo por el alma que se arrepiente!”11. Debido a Su gran amor por nosotros, un amor divino, Él desea que sintamos la misma clase de gozo que Él siente. Él dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”12. Él nos bendecirá con paz genuina —mental, emocional, física, espiritual y económica—, “no… [una paz] como el mundo la da”13, sino una “paz… que sobrepasa todo entendimiento”14. L I A H O N A NOVIEMBRE DE 2004

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