Liahona Noviembre 2004

Page 111

“De las cosas pequeñas” KAT H L E E N H . H U G H E S Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

No debemos cansarnos de hacer lo bueno, ni tampoco impacientarnos; el progreso que buscamos llegará “en su tiempo”.

E

l mensaje del gran himno de la restauración que hemos cantado en la apertura de esta reunión ha permanecido en mi mente y corazón desde que lo escogimos. “Dejad que Sión se levante; Su luz comienza a brillar… Preparando a su pueblo para recibir al Señor” (“Let Zion in Her Beauty Rise”, Hymns, Nº 41). Es glorioso pensar en ese tiempo prometido, cuando el Señor regresará, pero también es sobrecogedor considerar los cambios que debemos realizar para prepararnos para ello. No obstante, queridas hermanas, al conocerles y observar su devoción, creo que, como pueblo, no somos tan deficientes como a menudo pensamos serlo. Tenemos motivos para

sentir esperanza y confianza a medida que nos preparamos. Septiembre de 1832 fue un período de preparación muy agitado para los primeros santos. El Profeta se disponía a mudarse al hogar de John Johnson al sureste de Kirtland, Ohio; y otros hermanos se preparaban para partir a Misuri. En medio de tanta preparación, José Smith recibió la revelación que ahora conocemos como la sección 64 de Doctrina y Convenios. Tras dar instrucciones a los que irían a Misuri, el Señor les recordó: “Mas todas las cosas tienen que acontecer en su hora. Por tanto, no os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de una gran obra. Y de las cosas pequeñas proceden las grandes” (D. y C. 64:32–33; cursiva agregada). Estos versículos son una guía al prepararnos nosotras mismas y nuestra familia para vivir en “tiempos peligrosos” (véase 2 Timoteo 3:1). No debemos cansarnos de hacer lo bueno, ni tampoco impacientarnos; el progreso que buscamos llegará “en su tiempo”. Es más, la gran obra que deseamos realizar procederá de las “cosas pequeñas”. He aprendido que entre estas cosas pequeñas debo encontrar el tiempo para llenar mi reserva espiritual diariamente. Es tentador hacer una lista inmensa de mis defectos y luego tratar de superarlos, como dice una amiga mía, como si estuviera “matando

serpientes”. El progreso personal puede parecer un plan de trabajo, pero, más bien, reside en el corazón, es un cambio de corazón. Cuando nosotras las mujeres luchamos para hacer frente a las exigencias de la vida —cuidar a los hijos, proveer lo necesario, estudiar, enfrentarnos con la edad o la enfermedad— nuestra propia espiritualidad a menudo figura al final de nuestra larga lista de “tareas”. El estudio de las Escrituras y la oración producirán cambios, pero no automáticamente. Si leemos con atención parcial y oramos sin devoción total, practicamos un ritual no completamente inútil pero tampoco completamente productivo. Debemos, con el apoyo de nuestra familia, apartar el tiempo suficiente para estudiar —no sólo leer— para meditar, sentir y buscar respuestas. El Señor ha prometido que nos fortalecerá, nos edificará y nos renovará si le dedicamos tiempo todos los días (véase D. y C. 88:63). Hermanas, si deseamos servir, debemos prepararnos; y debemos servir si deseamos prepararnos. Cuando tenía dieciséis años se me llamó a enseñar a los niños de tres años en la Escuela Dominical de menores (tal organización existía en aquellos tiempos remotos). Enseñé a algunos niños bastante inquietos; se subían a las sillas o a la mesa o se escondían debajo de ellas y parecía que nunca estaban quietos. Era sumamente inexperta y durante las primeras semanas me preguntaba si había hecho bien en aceptar el llamamiento. Pero seguí adelante y aprendí, muy pronto, que no podía limitarme a orar para pedir ayuda. Debía prepararme, lo que significaba planear actividades, relatos y lecciones y significaba contar con un plan B, o más bien planes desde la C hasta la Z. Muchos años después, cuando me llamaron como líder de una Escuela Dominical de menores, sabía cómo ayudar a los nuevos maestros; sabía como disfrutar de los niños y conocía la importancia de ser fiel en mi llamamiento. L I A H O N A NOVIEMBRE DE 2004

109


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.