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PRESENTACIÓN
from Proyecto Fauces
by Rafa Rensa
La muerte ha convertido mi vinculo con el mundo en fauces hambrientas de belleza. Busco una sensualidad aberrante en las flores diseccionadas, en los cuerpos enfermos por amor, por odio o por soledad, también en los insectos fugaces en su libertad, en la cruda naturaleza. De alguna manera, mi ansiedad -que yo metaforizo como la continúa metamorfosis de mi interior- ha inoculado en mi mirada una estética de lo monstruoso y lo informe, gestando dentro del ojo el estigma que intenta polinizar la oquedad o el vacío como respuesta a una inconforme manifestación del ser en su relación consigo mismo.
Este proyecto expresa el resultado de mi búsqueda por algo que se oculta en mi interior, en una vaga intimidad que se revuelca para poder emerger fuera de sí. Una interioridad que busca la simbiosis con lo externo para mezclarse de manera erótica en la reproducción de una idea de belleza en la mortalidadal, tal como menciona Bataille “La reproducción encamina hacia la discontinuidad de los seres, pero pone en juego su continuidad; lo que quiere decir que está íntimamente ligada a la muerte” (P. 12. El erotismo). De esta manera, la actividad erótica produce en nuestro complejo organismo un momento de continuidad ligada a la muerte de sí, precisamente, porque nuestra individualidad azarosa se enfrenta con nuestro deseo de perdurar, de devolvernos a esa “continuidad perdida”. Esta actividad, considero, se produce violentamente en tanto irrumpe en nuestra conforme corporalidad, pero aún así, nos avista el inmenso abismo que nos separa de las cosas e, incluso, de uno mismo.
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La siguiente sentencia de Bataille de alguna manera influye mi busqueda en el arte: “Toda la operación del erotismo tiene como fin alcanzar al ser en lo más íntimo, hasta el punto del desfallecimiento” (P. 22. El erotismo). Mi proceso plástico, específicamente el pictórico, conlleva en sí mismo una actividad erótica, si bien el germén estético encuentra la semilla en la contemplación de la morfología floral, del aspecto de los insectos, los rostros y los desnudos; la metamorfosis plástica encuentra su espacio y su tiempo en el soporte bidimensional, las herramientas y los colores. Allí busco cómo mi investigación en torno a la intimidad esta ligada con el devenir de la muerte, permitiéndome encerrar el gesto de la angustia.
La relación con las flores, por ejemplo, no es algo arbitraria. Si bien mi interés va ligada a su forma, a su perfecta presentación, aquél símbolo se enlaza a mi busqueda por la muerte, de tal manera que éstos elementos se encuentran en los ritos escatológicos, y por otra parte, desde la misma podredumbre. De igual manera, sucede con la trágica mitología que esconden con nuestro lenguaje y nuestras creencias. ¿No devela, luego, la efímera vida de una flor su más fragil consistencia con el devenir? Aquella flor que no logra encontrar la reproducción en otro espacio, se le purga con la muerte.
Esa idea romántica de la muerte me lanza a una relación de ambigua necesidad con los vínculos que establezco, pues, por ejemplo, vivo el dolor y el sufrimiento de la ruptura amorosa, como una violencia sublime de la soledad que irrumpe en mí. El trabajo Nido es una representación de aquella separación, en dónde ese sentido de lo continuo y lo discontinuo que menciona Bataille, se encarna, incluso, en el uso del color. También, se presenta en la serie El clamor que me acompaña, la fragmentación del cuerpo en planos que amputan su conformación total, hasta el uso de dos flores distintas que, como seres que encierran secretos, acompañan a los sujetos desde la soledad de su encuentro. De igual forma, la obra Flor del abismo presenta el uso del discurso fragmentado de la imagen al perderse un rostro con la abstracción de una flor en eclosión: la maravillosa antiesis de la muerte que nos abre su interioridad como fauces hambrientas de belleza por atraer aquél organismo que le permitirá perdurar.
¿Por qué no podrá ser el encuentro con la belleza también una experiencia trágica con la oscuridad de nuestra corporalidad? Entre más ausculto mi intimidad, sin poder ver en ese recinto oscuro que acoge mis órganos, surge la idea de la muerte al momento de visitarla, como menciona Bataille “No es un hombre. Tampoco es un Dios. No soy yo, sino que es más que yo: su estómago es el laberinto donde se ha perdido a sí mismo, me pierde con él, y donde me descubro a mí mismo como él, en otras palabras, como monstruo” (Brotchie en Bataille, 1995: 14). Lo monstruoso me revela que la soledad y la ausencia de un amor carnal, de estados de quiebre y de faltas, gestan en mí una belleza desde la angustia. Obras como Sopor o Émesis que, juntas, presentan el resultado de una decapitación, no solo del cuerpo, sino de la existencia misma, permitiendo su hibridación en otra cosa. Como consecuencia, la flor aquí viene a conectar los residuos de una mente sin órganos, siendo el elemento que reside y se enraiza en las cavernas de nuestro cuerpo, tal como lo expreso en Entrañar
Interioridad y exterioridad, exploración de las fauces que irrumpen violentamente desde mi intimidad, el cuadro como la antiesis eterna de un gesto monstruoso. Todo esto me ha llevado a pensar en el proyecto Fauces como una busqueda sobre el origen de mi dolor, en el que encuentro belleza en el recorrer incierto de una vaga y poco clara verdad sobre la relación conmigo y lo otro, relación que se refleja en mi observación dispersa y fragmentada sobre mi corporalidad. No me queda más que mencionar una hermosa frase de Maeterlinck en su libro, La inteligencia de las flores y que recoge la idea de belleza en la condena.
El órgano esencial, el órgano nutricio de la planta, su raíz, la sujeta indisolublemente al suelo. Si es difícil descubrir, entre las grandes leyes que nos agobian, la que más pesa sobre nuestros hombros, respecto a la planta no hay duda: es la que la condena a la inmovilidad desde que nace hasta que muere. Así es que sabe mejor que nosotros, que dispersamos nuestros esfuerzos, contra qué rebelarse ante todo. Y la energía de su idea fija, que sube de las tinieblas de sus raíces para organizarse y manifestarse en la luz de su flor. Tiende toda entera a un mismo fin: escapar por arriba a la fatalidad de abajo (...)libertarse, inventar o invocar alas, evadirse lo más lejos posible, vencer el espacio en que el destino la encierra.

General
Exponer el proyecto “Fauces” para la difusión de las ideas sobre mi investigación plástica y estética, de tal manera que todo público pueda encontrar un espacio de reflexión en torno a la intimidad de mi trabajo.
Específicos
Presentar el proceso creativo dentro de la pintura y las prácticas artísticas contemporáneas, proponiéndo dentro de éste lenguaje una actividad súmamente investigativa que junta elementos simbólicos y técnicos.
Abrir un espacio de análisis y reflexión en torno a mi proceso creativo y del por qué de los resultados.
Generar un diálogo entre la pintura y el espectador dentro del espacio de exposicion a través de las experiencias estéticas que el objeto-cuadro, junto con los símbolos representados, sucitan.
Compartir en un espacio de conversación la idea de la muerte y el simbolismo funerario de las flores.
Llevar al espectador la importancia de la poesía, el color y las formas en la actividad pictórica.
Objetivos Condiciones De Montaje
Las obras en general son cuadros, por lo que el montaje consiste solamente en una ubicación determinada en las paredes, con excepción de una obra, “Los rumores de la toxina”, que puede ir suspendida desde el techo.
La condición de su ubicación estaría más ligada a la selección conjunta de las obras, de tal manera que juntas y de acuerdo a los espacios, expresen y comuniquen la idea principal del proyecto.


















¿ Hacía dónde voy, Polen? Acrílico sobre lona 105x145 cm

¿ Hacía dónde voy, Polen? Acrílico sobre lona 80x 60 cm

Libación
Acrílico sobre lona
30x25 cm
Libación
Acrílico sobre lona
25x20 cm


Libación
Acrílico sobre lona 25x20 cm











